Mi pierna derecha temblaba
-Mmmmm amor, que putita estoy. Llevo su dedo mojado entre mis piernas y sin pensarlo aparto la braguita y lo metió en mi raja. Podía notar como se le llenaba de flujo caliente y espeso. Lo dejaba ahí paradito mientras se paraba a observar mi cara, mis gestos, lo caliente que estaba. Y ponía su boca a un milímetro de la mía hablándome.
Mi pierna derecha temblaba. Ahí estaba yo, llena de vergüenza imaginando como seria mirarte a los ojos sin tartamudear. Me sentía desnuda. Tenia la impresión que todo el mundo disimulaba, preguntándose que hacia allí una chica sola y a esas horas. La verdad no me sentía cómoda allí sentada. Estaba lleno el local de gente rara. La mayoría eran parejas de más de cuarenta años, besándose descaradamente. Mujeres teñidas de un platino escandaloso y hombres trajeados con sombra blanquecina en el anular. Chicas que vestían cinturón en vez de falda y que, mientras fumaban, tenía la impresión que me miraban con un odio extraño. Me vino a la mente esa frase "que hace una chica como tu en un sitio como este" y me sonreí al imaginarme Carmen Maura. Era el único sitio donde quedar contigo sin problemas a pesar de tu insistencia por hacerlo en cualquier otro lugar pero, en "un lugar de esos" había completa seguridad de vernos sin tener problemas.
Cuando la imaginación volaba creyéndome chica Almodóvar, el camarero se acerco a preguntar si deseaba alguna otra cosa. Sentía el calor en mis mejillas y con vocecita de dibujo animado y ñoño le agradecí la atención, pero no necesitaba nada más.
Rebuscando en mi bolso algo innecesario con la intención de disimular un poco más, escuche mi nombre. Tenia curiosidad por saber si en un principio me llamarías como solías hacerlo, pero debiste tener en cuenta, conociéndome, lo nerviosa que estaría. Me levante algo rígida y nos dimos dos besos. No me atreví a mirarte.
-MMMmmmm que rico huele en ti.
-¿Cómo?- dije con sonrisa esbozada
- Agua de rocío.
-jejeje ahmm si, ¿te gusta?, pensé ponerme 112 de Carolina pero
-Shhhhhh a ver déjame verte. Mírame.
Tosí un poquito disimulando carraspera, y no tuve mas remedio que obedecer. ¡ No quería parecerle tonta ¡El sostenía mi barbilla y sonreía.
-MMMmmm que cara más bonita. No llevas maquillaje-dijo tomando asiento.
- Se que no te gusta el maquillaje.
-En ti no, no me gusta.
Nos sentamos y empezó una conversación banal, sobre los horarios de tren y los pasajeros tan extraños con los que había compartido aventura. Sabía hacerme reír. Ya había olvidado todos los pudores y miedos. Incluso el lugar en que estábamos.
¿Estas más tranquila?
Siiii bastante mas ufff
Bien, porque tengo un regalo para ti.
Uy, ahora si que estoy nerviosa.
Toma.
De una bolsa saco algo, cubierto con papel de regalo que asemejaba la forma de un libro. Intente quitar el papel con cuidado, pero soy poco paciente y termine rompiendo el papel y el, muriéndose de la risa. "Dulces degenerados" se llamaba.
JAJjajjaja, que pasa, ¿es una indirecta? Pregunte.
-Nooooo jajaja ni mucho menos, solo te pido que lo leas a partir de una mente abierta. Estas vez si, ya que con Las edades de Lulú fracasé con mi recomendación..
Ahmmm vale.
Me di cuenta que ya no estaba sentado frente a mi. Se había pasado al sillón- rinconera en el que estaba yo. Me olía y lo más morboso aun, sabia que acababa de dar cuenta. Volvió a repetirme lo bien que olía el perfume en mi piel. Esta vez sentía su aliento en mi cuello, respiraba fuerte. Sus palabras sonaban dulces y con un matiz vicioso a la vez.
Yo no sabia que hacer. Clavaba la mirada en la tapa del libro y mordía mi labio inferior, sintiendo el calor en las mejillas y en mi entrepierna. Estaba mojada. Igual o incluso mas que cuando hacia su entrada en Messenger. Siempre acababa masturbándome.
-Que calor- dije
-Shhhhh
Empezó a lamerme el cuello y la carita. Yo le decía que nos podían ver, de forma entrecortada casi ya soltando gemidos. El me mandaba callar de una manera tan dulce, que yo afirmaba mentalmente. Podía olerlo mmmm que bien olía, y su lengua acariciaba mi piel tan viciosamente que acabe abriendo las piernas. Ya sabia que hacer. La música sonaba alrededor, yo solo le oía a el y a mi. Se metió el dedo corazón a la boca y acto seguido me lo metió a mí. Lo chupaba mirándole a los ojos y entreteniéndome con la lengua. Quería que imaginase lo que debía disfrutar su polla en mi boquita. Cogió mi mano de encima de la mesa y la llevó al sillón, al espacio que quedaba a un lado de mis piernas abiertas. Con un segundo movimiento la puso encima de su bragueta. MMMMmmmm que gorda estaba. Me apetecía tanto ahora tenerla en mi rajita y restregar. Uff y es que sentía mi coño abierto y las bragas empapadas. Mi clítoris rozaba contra la braguita y sentía pequeñas corriditas. Quería llenar hasta mi anito de el. Que puta estaba.
-Mmmmm amor, que putita estoy.
Llevo su dedo mojado entre mis piernas y sin pensarlo aparto la braguita y lo metió en mi raja. Podía notar como se le llenaba de flujo caliente y espeso. Lo dejaba ahí paradito mientras se paraba a observar mi cara, mis gestos, lo caliente que estaba. Y ponía su boca a un milímetro de la mía hablándome.
Tengo la polla como un caballo.
Burro.
Como un burro si lo prefieres. ¿De quien es este coñito?
Tuyo- gemía. Movía su dedo de un lado a otro dentro de mis bragas. De arriba abajo.
MMmmm mi putita. ¿Vas a correrte para mi, mi cielo? No, aun no, no te corras.
Se abrió la bragueta. Metí la mano y me la manche. La polla, a punto de explotar, había humedecido el bóxer. Manosee un poco por encima, acariciándole, y por fin ya estaba fuera. Que magnifico rabo. Que olor a sexo. El capullo rojo estaba ya bastante grande, y el tronco lo marcaba una preciosa vena. Me encantaba ver lo que estaba haciendo. No me podía creer que me estuviese comportando así. Me volvía loca. Lo deseo como nunca a nadie.
Empecé a subir y bajar mi mano, allí, abierta de piernas. Chorreando por el coño mientras sentía a mi macho metiéndome mano y manchándose de mí. Cuantas veces había soñado con esto. Portándome así de guarra para el. Disfrutando sin que nada me importase. Sin darme cuenta me había metido en el rol de toda aquella gente rara del principio. Pellizcaba con mi otra mano libre el pezón izquierdo. Apretaba sin compasión mientras me veía desde fuera, hecha una zorra para y por el. Sentía correrme ya. Mis caderas se convulsionaban. Aprovechando el movimiento metió un dedo en mi coño. Luego otro.
-M..mme corro.
-No putita aun no espera. Relájate mi puta. Aguanta.
Hice caso, y relaje mi clítoris y mi útero. En un momento me había quitado las bragas. Yo lo dejaba hacer. Lo tenía allí, compartiendo líquidos y haciéndome gozar. Las olió Cerraba los ojos. Era el olor a coño de su puta, su cielo, su princesa, su guarra, su amor.
Cogiéndome por las caderas acercó mi cuerpo al suyo y me acomodo para abrir cómodamente las piernecitas. Mmmmm mi coño desnudo y la falda mas arriba de la ingle me hacia sentir bien.
Repitió la operación. Empezó a acariciar mi clítoris, mis labios. Daba vueltas en la entrada de mi agujerito notando como el dedo se hundía. Metiéndolo, sacándolo. Uno, dos, tres dedos sentía correrme. Iba a gritar.
-Ah ah
Quería contenerme. Entonces cogió las braguitas con la otra mano y las metió en mi boca. Yo escondía mi cara en su cuello. Sentía vergüenza de que me viesen así. Lo mas seguro es que aun estando en rincón escondido, alguien de pasada se hubiese percatado. Apretaba mis dientes en la goma de mis bragas que olían a sexo. Berreaba. El sentía retorcerme de gusto. Me sentía suya, puta y virgen niña. Mi coño se contraía daba espasmos. Explote con un berrido. Y quede relajadita respirando en su cuello. Oliéndole. Cerré las piernecitas. El aun jugaba en mi rajita, acariciándola, ya tiernamente. Me despegue de el. Me quito las braguitas de la boca y me beso. Mire su pantalón. Su polla aun seguía erguida. Torciéndose a reventar. Como una niña que se acerca con curiosidad a lo desconocido, empecé a tocarla. Sonriendo. El me miraba ahí, sin braguitas y pajeándole. Gemía. Me encantaba verlo así de guapo a punto de correrse. Mmmm me vuelve loca volver a imaginarlo así.
-Voy.
Entonces cogió el vaso de tubo. Aun quedaba un centímetro de refresco. Se corrió dentro. Lo miraba atónita. Era la primera vez que veía algo así. Estaba lleno de imaginación. Me encantaba.
-Bebe mi cielo. Bebe de mí.
Sin mediar palabra lo mire y cogí el vaso. Mire dentro. El refresco de cola se había mezclado con el semen, en un color como crema de almendras. Empine un poquito el vaso, metí la lengua primero. A el le gustaba mirar lo que hacia. Lamía el resto que dejaba el vaso. Me gustaba. Me gusta.