Mi perro

Metí mi mano dentro del pantalón, acariciándome el rabo aún dentro de los boxers. Se notaba que estaba expulsando calor como si fuera una máquina de vapor. Me pareció percibir el olor de mi propia polla sudada, cuando ha estado currándome los gayumbos durante un par de días.

Estaba despertándome, los ojos aún cerrados, y pude notar como mi cuerpo ardía bajo las sábanas. Últimamente me pasa todos los días, todas las mañanas me despierto de la misma forma. No sé por qué, y no es que sea un inconveniente pero supongo que lo que más me molesta es, que si se debe a que he soñado algo especial, luego nunca lo recuerdo. Y aún así allí estábamos otra vez, intentando despedazarme sin moverme mucho, dejando que mi cuerpo se despertara despacio, y mi polla dura como una piedra debajo del pijama, suplicando porque alguien la agarrara fuerte y le metiera caña.

Metí mi mano dentro del pantalón, acariciándome el rabo aún dentro de los boxers. Se notaba que estaba expulsando calor como si fuera una máquina de vapor. Me pareció percibir el olor de mi propia polla sudada, cuando ha estado currándome los gayumbos durante un par de días. Abrí los ojos, acostumbrándome aún a la luz del sol que entraba por la ventana directamente sobre mí. Me levanté pensando cómo bajar la puta erección para poder ir al baño, pero no parecía querer bajarse. Al mirarme al espejo percibí con mejor claridad el bulto que se me formaba en los pantalones. No es que sea especialmente pollón, son unos buenos 16 cm de rabo grueso. Pero la figura que se marcaba en la tele era más que suficiente para levantar el ánimo a más de uno. Me bajé los pantalones admirando el bulto de mis gayumbos, mi polla de medio lado encerrada, ajustada y apretada. Mis manos se deslizaron hacia dentro suavemente, acariciando el capullo, y poco a poco la guiaron hasta que la cabeza salió por la pernera del bóxer. Me encantaba esa imagen. Me subí la camiseta por encima de la cabeza, sin quitarme las mangas, y me saqué una foto tal y como estaba.

Aunque mi ego ya había terminado de despertarse, mi polla seguía pidiendo más atención. Y yo estaba cansado de esperar a que se le fueran las ganas, así que abrí el móvil y empecé a mirar los contactos. Sabía lo que quería. No me iba a bastar con una mamada, y tampoco quería un polvo cutre de media hora. Quería más, quería jugar, morder, besar.... Quería acabar sudando y completamente relajado con los huevos vacíos y mi polla pidiéndome un tiempo muerto.Y sólo conocía  a un chico capaz de hacer eso. Por suerte, estaba en línea.

  • Hola, despierto tan temprano?

  • Hey, sip. Voy para la biblioteca ahora

  • Qué aplicado jaja. Vas a estar allí toda la mañana?

  • Esa es la idea. Tengo que darle caña a esto -. Aunque no lo parezca, no me gusta meter prisa cuando quedo con un chico. Prefiero que sea él mismo el que poco a poco vaya cayendo en la idea de pasar un buen rato los dos. Para eso muchas veces lo mejor es callarse y dejar pasar un poco el tiempo. Mientras puedes hacer otras cosas, como apretarte los huevos hacia abajo y ver como se menea tu polla de un lado a otro apuntando al techo. Si creen que hay oportunidad, y les gusta la oportunidad, siempre acabarán respondiendo.

  • Y tú? Qué haces hoy? - ¿lo veis?

  • Estaba pensando en ti.

  • Jeje, y eso?

  • No puedo pensar en ti?

  • Claro que sí. Pero solo pensabas en mi? no hacias nada más? - aquí es cuando hay que poner las cartas sobre la mesa.

  • También me estaba tocando la polla dura. ¿Por qué?

  • Ufff, te has despertado con la polla dura o que?

  • Si, no veas. Estaba babeando y todo. Tendría ganas de verte.

  • Y yo tengo ganas de verla.

  • Pues ya sabes dónde está.

  • Pero tengo que ir a la biblioteca, que tengo que hincar codos. Podemos quedar luego. U otro día - . Le conozco. Le gusta que le hable como si fuese mi perro, le pone a mil tener un macho cabrón y morboso que le de rabo a todas horas y que lo lleve al límite. En el fondo está deseando venirse, sólo necesita que lo agarre bien por la correa.

Le mandé la foto que me saqué antes en el baño. Seguro que eso le hace cambiar de idea.

  • Pufff tio, eso es de ahora?

  • Sabes lo que molaría? Que te vinieras ahora mismo. Con un abrigo puesto y sin la camiseta debajo, solo con tu collar de perro puesto. Mi collar. Y si encuentras tu suspensorio tráetelo puesto también. O tendré que romperte los gayumbos.

  • Pero tio que tengo que estudiar... y si voy no sé a qué hora salgo.

  • Lo sé. Va a ser un polvazo, y mi rabo está desando verte. Está lubricando solo por ti. Venga perro, te espero en diez minutos. No llegues tarde.

No respondió. No hacía falta. Ya sabía que se pasaría unos minutos dudando, pero que el morbo y la excitación podrían con él. Mientras me fui al espejo de nuevo y me quedé sólo con los calzoncillos. El capuyo aún podía verse intentando salir de su prisión de tela. No estoy excesivamente cachas, pero no estoy nada mal. De vez en cuando me encuentro recreándome en mi pecho peludo. Ese vello que sigue bajando rodeando mi abdomen hasta enterrarse en mi polla. El contorno definido de las caderas, los brazos... y esa barba recortada de un par de días que sienta tan bien. Hay que reconocer que algunas mañanas todos nos hemos mirado alguna vez en el espejo y hemos pensado que podríamos follarnos a nosotros mismos. Quité de en medio los pantaloens y volví a ponerme la camiseta. Comencé a ordenar un poco antes de que mi perro llamara a la puerta. Siempre hay que dejar una buena impresión. Da más confianza para que quieran volver a follar contigo. A los pocos minutos sonó el timbre de la puerta.

  • Hola tio, ¿qué pasa? -. Ahí estaba, con su pelo liso moreno, esos ojos verdes que me encantaban y un buen abrigo que cubría todo lo interesante. Sé que no quiere hacerse la presa fácil, pero también sé que le encanta jugar y no puede resistirse. Por eso no me hace falta ni comprobarlo. Sé que ahí debajo solo hay un collar de perro que prácticamente ya es mio por derecho.

  • Muy bien, pasa. ¿Quieres beber algo? -. Cerré la puerta y me acerqué a él hasta estar demasiado cerca. No hacía falta nada más.

Se lanzó a por mi boca en cuanto dejé de hablar. Le encanta jugar así: directo, agresivo, salvaje. Cómo me pone que haga eso. Sin perder un segundo lo agarro de las caderas y comienzo a pelear contra su lengua con la mía. Mis manos se introducen dentro del abrigo notando su suave piel al descubierto. Tal y como le había dicho. Un buen perro. Noté sus manos desabrochándose el abrigo y aproveché para agarrarle del pelo y tirar de su cabeza hacia atrás. A la vista quedó su cuello con el collar de perro puesto.

  • Qué obediente -. Le susurré en el oído antes de empezar a morderle alrededor del collar.

  • Ya sabes que lo soy siempre. Sobre todo contigo. - apreté un poco más de la cuenta con la boca, lo que le hizo gemir un poco y quejarse, pero no me importaba. No estaba allí para que fuese tierno con él.

Cuando se terminó de quitar el abrigo me quitó a mi la camiseta del pijama, y empezó a comerme también el cuello y las orejas. Yo sólo le dejaba, sujetándole más a mí, mientras mis manos iban abriendo su cinturón y desabrochando el pantalón para que cayera al suelo. Cuando metí mis manos dentro del pantalón, noté al instante que no llevaba el suspensorio, pero no dije nada. Mis manos retiraron el cinturón y el pantalón cayó al suelo desplomándose. Sus manos no paraban de tocar mi cuello y mi polla, pesándola, animando a que se volviese aún más grande y más gorda. Comenzó a bajarse para comérmela, pero se lo impedí.

  • Aún no. Date la vuelta.

  • Pero quiero tu polla. Déjame que me la coma por favor -. Le escupí en la cara y le agarré del cuello levantándolo para darle otro morreo.

  • He dicho que aún no -. Le dí la vuelta sujetándolo por el cuello con mi brazo, dejando claro quién mandaba.

Podía sentir como movía su culo buscando mi paquete. Mi rabo estaba a mil, duro como una piedra. Podía notar la mancha de precum expandiéndose, mojando toda la tela. Pero sobre todo podía notar mi capullo apretándose contra su culo, deslizándose hacia arriba cada vez que arremetía contra mí, cosa que le encantaba. Le metí un par de dedos en la boca, que los dejara bien mojados si quería ganarse una buena recompensa. Con la otra mano agarré el cinturón que le había quitado antes, y empecé a prepararlo. Lo agarré de las muñecas y tiré de él hacia abajo, que quedara inclinado hacia delante con el culo expuesto y empecé a bombear despacio como si lo estuviera follando. Mi capullo se apretaba cada vez que su culo volvía a chocar contra mí, y de su boca solo salían pequeños gemidos mientras me pedía más. Más rápido. Más polla. Más fuerte. Más sexo. Sólo quería más. Aprovechando que tenía sus muñecas en la espalda y el cinturón en la mano, lo abroché enrollándolo bien entre ambas. Él se asustó un poco. Pude sentirlo porque su culo se encogió de más, apretándome aún más el capullo que parecía que iba a atravesar la tela y follárselo ahí mismo.

  • ¿Y... y esto?

  • Por no haber traído puesto el suspensorio.

  • Es que no lo he encontrado. Pero por favor, desátame. Necesito tocarte.

  • De eso nada. Lo que necesitas es aprender control.

  • No por favor, de verdad que haré lo que tú quieras. Pero desátame. Sabes que no me gusta estar atado.

  • Por eso es un castigo, perro -. Lo llevé al dormitorio y lo lancé sobre la cama, boca abajo. Y no tardé mucho en colocarme justo delante.

Jugué un poco con mis dedos en sus labios, haciéndole abrir la boca, metiéndole el pulgar y saboreando su saliva. Le levanté un poco la cara. No era la mejor postura para estar disfrutando, pero todavía no me había dicho que no le gustaba lo que estábamos haciendo. Le abrí la boca con mis dedos y le escupí dentro, justo para volver a besarle. Quería notar mi lengua recorrerse su boca con mi saliva inundándola. Le agarraba del pelo y lo atraía hacía mi. Hasta que de un solo golpe seco hundí su cara en mi entrepierna. Todo el olor de mi polla le llegó en seguida, y pude notar como eso le puso más cachondo si cabe. Su cuerpo no paraba de moverse, su culo se contorneaba como una serpiente. Casi parecía que esuviera pidiendo él sólo que alguien se lo follara de una vez. Dejé escapar mi rabo, llevando el boxer por debajo de los huevos y con mis manos la clavé en su boca hasta el fondo. Un pequeño sonido de arcada salió de su boca, y agarrándolo de nuevo por el pelo lo levanté. Le volví a escupir en la boca y lo volví a bajar hasta clavar mi polla hasta los huevos en su garganta. Repetí un par de veces, cambiando escupierle en la boca por besarle y morderle el labio inferior sin hacerle daño. Tras un par de veces más empecé a mover mi rabo de verdad, follándole aquella boquita traga pollas que tantas mamadas había hecho. Mi perro es un experto sacando leche de cualquier polla, y eso hace que me den ganas de fabricarle el doble de leche para que trague. Le esuve follando la boca hasta que se noté como las sábanas se habían humedecido un poco, y al levantarlo de nuevo me fijé en su boca totalmente pegajosa, llena de babas y precum. Sus preciosos ojos verdes mirándome, el pelo revuelto, y la boca llena de babas de polla. La imagen más preciosa que he visto nunca.

Le dí a oler por última vez mi polla por un rato mientras me comía los huevos como podía. Me recliné, con los brazos tras la cabeza disfrutando de las vistas. Él de rodillas en la cama, con el culo levantado hacia arriba totalmente expuesto. Los brazos atados hacia la espalda, y su cara hundida entre mis piernas intentando chuparme los huevos y metiéndoselos en la boca como si fuese el mejor manjar que ha probado nunca. Le acaricié un poco el pelo mientras terminaba de decidir cómo iba a jugar con él ahora.

Me levanté y terminé de quitarme los gayumbos. Los tiré al suelo mientras me movía a su alrededor y me ponía detrás de él.

  • Por favor...

  • Por favor qué.

  • Mi culo... por favor....

  • ¡Te tengo dicho que hables en donciciones perro! -. Solté un fuerte azote en su culo, pero lejos de quejarse lo aguantó como un campeón y lo movió más aún.

  • Por favor.... Juega con mi culo... es tuyo... haz lo que quieras con él.... ¡Pero hazlo ya por favor!

Dicho y hecho. Agarré aquellas dos redondas y perfectas nalgas y comencé a apretarlas y moverlas. Un pulgar recorría toda su raja de arriba a abajo sobre el bóxer. Me encantaba que se estuviera moviendo tanto. Se notaba que estaba entregado a mí. Solté un buen lapo por encima, justo donde debía encontrarse su agujero. Lo sabía porque había intentado introducir un dedo para comprobar en qué zona se encontraba. La tela se mojaba más cuanto más tiempo pasaba sometido a mí, no paraba de agitarlo, de azotarlo, de abrirlo y cerrarlo sin llegar a verlo completamente desnudo. Me di cuenta que mi propia polla estaba lubricando precum más que nunca. Ahora me tocaba a mí agacharme. Bajé la cabeza y enterré mi cara en ese culo, la tela de sus calzoncillos aún me sepraba de mi recompensa. Pero me la iba a ganar a pulso. No dejé de lamer justo en el centro, incluso rasgaba con los dientes. Tras un par de minutos no pude aguantarlo, y de la excitación acabaé rompiendo los calzonicllos, creándole un agujero enorme justo donde su pequeño agujero se encontraba dándome la bienvenida.

Apenas tardé en lanzarme a comerme aquel estupendo manjar. Un agujero estrecho, rosadito, sin apenas pelos alrededor. Estaba hecho para ser follado, para que lo abriera una buena polla las veces que fueran necesarias hasta que se quedara satisfecho. Lo lamí con pasión, enterrando mi cara y dejándome la lengua en él. Estaba delicioso, casi como comerse un helado. No podía parar de comérmelo, y él sólo sabía gemir y pedirme más. Comencé a acompañar mi lengua con algún dedo, para hacer más intensa la experiencia. En poco tiempo ese culo estaba dilatado y listo para recibir la polla que lo iba a destrozar.

Cogí un poco de lubricante y me lo pasé por toda la polla hasta los huevos. Me lancé encima de él, agarrándolo por el cuello y asegurándome de que mi rabo escurriera a la perfección por toda la raja de su perfecto y hambriento culo.

  • Me encanta tenerte así. Creo que nunca he tenido la polla tan dura como ahora.

  • Desátame, por favor..... Necesito mis manos libres. Por favor, por favor..... -. Mi polla se deslizaba arriba y abajo, y su culo pronto me acompañaba en los movimientos. Sentía como todo el capullo escurría casi llegando a penetrarle, pero sólo pasaba de largo.

  • Aún no. Ya te he dicho que es un castigo. Ahora tienes unos calzoncillos rotos. ¿Qué vas a decir en casa?

  • No se darán cuenta. Ya me compraré.... ahhh.... ya me compraré otros..... Por favor.... Necesito que me sueltes.... ahhh, ahhhhhh

  • Lo que necesitas es disciplina. Pero tranquilo perro, que yo te la voy a dar. Eres mi cachorro, mi perro. Y a los perros como tú hay que alimentarlos bien para que se vuelvan unos buenos perros -. Mi polla seguía deslizándose arriba y abajo, rebotando en su pequeño aojete. Siempre a punto de entrar y en el último momento volvía a escaparase.

  • Por favor.... No puedo aguantar más..... Necesito... necesito..... Ahhhhhhhhhh-. Por fin. No había podido evitarlo. Con un pequeño movimiento de su culo acabó encajando mi polla en la posición adecuada y le penetró fácilmente, llenándole del trozo de rabo que llevaba rato buscando. Aproveché para no darle pausa y sin perder tiempo terminé de enterrarla toda dentro de él.

  • Ahora.... vamos a divertirnos de verdad....-. Mi cuerpo comenzó a embestirlo con determinación. Eran golpes secos, retirando mi polla hasta casi la mitad y volviendola a introducir hasta el fondo. Le agarré del collar y tiré un poco hacia arriba mientras mi cuerpo seguía moviéndose solo. Disfrutando de aquel ojete húmedo y caliente que iba a ordeñarme la polla hasta dejarme sin nada de leche.

Poco a poco empecé a auemntar el ritmo. Él no se quejaba, solo gemía de gusto. Un alarido detrás de otro. Demasiado placer. Le agarré del pelo y tiré un poco para que aprendiera a no confiarse. Le acaricié la mejilla para tranquilizarlo y le metí la mano en la boca mientras seguía follándomelo introduciendo toda mi polla hasta el final sin bajar el ritmo. Aquel culazo estaba apretándomela que daba gusto. En otra situación quizás ya me hubiese corrido, pero estaba demasiado cachondo, demasiado en control. Aquella mañana la iba a recordar el resto de su vida.

Cuando me cansé de estar en la misma postura le obligué a levantar el culo hacia arriba. Su cara aún enterrada en la cama, mirando hacia el lado por donde entraba la luz. Lo único que podía hacer era dejarse abrir y disfrutar del placer de recibir una buena polla que le estaba llenando por dentro de placer. Comencé a agarrarle de las muñecas y tirara de él hacia mí. Al principio fue complicado pero con el tiempo conseguí levantarlo en el aire y prácticamente las embestidas consistían en hacerlo apoyarse con el culo en mi polla para no caerse de boca sobre la cama. Ahí le desabroché el cinturón mientras le seguía dando caña, pero le mantuve agarrado por las muñecas.

  • ¿Quieres que te suelte, perro?

  • Suéltame las manos... por favoorrrr... pero.... pero no dejes.... de follarmeeeee....

  • Pídemelo en condiciones. Pídemelo como el perro vicioso que eres y te suelto.

  • Por favor mi macho.... Mi amo.... Por favorrrr.... Soy su perro,... solo sirvo.... solo sirvo para ponerle mi culo.... para que me lo folle.... Por favor.... Suéltemeeee....-. Le solté las muñecas y justo le agarré del cuello para que no se cayera hacia delante. Casi de inmediato se apretó más a mí, me daba pequeños besos en la boca y pude notar como movía lentamente el culo hacia delante y atrás, aún follándose mi polla. Me estaba pidiendo más. Y más era lo que iba a recibir.

Le saqué mi polla del culo de golpe, cosa que no le gustó mucho. Agarrándolo por la nuca le dí un buen morreo. Le escupí de nuevo en la boca y le di la vuelta en la cama. Sus piernas sobre mis hombros, mi boca en la suya y mi polla entrando y saliendo de ese ojete goloso y tragón. Se deslizaba perfectamente, y yo notaba cada pliegue de su culo temblar cuando me movía dentro. Así de cerca le acariciaba el pecho y jugaba con sus pezones, sacaba la lengua y nos lamíamos el uno al otro mientras aumentaba cada vez más la velocidad. Me di cuenta que estábamos empapados. No sólo en saliva, también en sudor. Y toda la habitación olía a sexo. Él no paraba de gemir con los ojos casi en blanco rodeándome con sus piernas y sus manos.

  • Voy a preñarte perro. Vamos a darte leche recién ordeñada.

  • Siii... mi macho... por favor.... Préñame.... Soy tuyooo.... Ahhhhh... Sólo tuyo... Dámela,... quiero tu leche...

  • Toda tuya... jodeeeeeerrrr.....

Le llené entero. Lo sé porque después de unos cuantos espasmos y otros besos, cuando por fin saqué la polla estaba cubierta de lefa. Le había preñado bien y todavía me quedaron fuerzas para seguir penetrándole hasta que unos minutos después su polla comenzó a lefar entre los dos. Ni siquiera se había tocado, pero no pudo aguantarse más. Le hice comerse toda su lefa de mi pecho, la suya y limpiarme bien la polla.

  • Me has dejado marcas en las muñecas cabrón -. Me dijo mientras terminaba recogíamos un poco.

  • Pero no están muy abajo. Se te taparán con la ropa, no te preocupes.

  • Puff y ahora tengo que volver a casa. Y luego a estudiar.... Ahora ya no me apetece tanto.

  • Jajaja venga joder. Mira, te puedes quedar con esto-. Le lancé mis calzoncillos sudados de esta mañana. Aún olían a mi polla y a un poco a lefa.

  • ¿Seguro? -. Casi me pareció ver como se le iluminaba la cara un poco. Pero sí que noté como se rozó ligeramente la polla cuando se los colocó.

  • Claro tío, a fin de cuentas te he roto los otros. Y oye. Cuando termines en la biblio si quieres pásate por mi casa y comemos-. Le dije mientras le abría la puerta.

  • ¿Qué tienes de comer?

  • Chorizo -. Le dije mientras me agarraba la polla morcillona y le cerraba la puerta.