Mi perrita lamepies
Ella comenta como su esclavo seconvirtio en perrita
MI PERRITA LAMEPIES
Hace casi dos años que adopte a mi perrita, es una perra muy inquieta y me costó mucho disciplinarla. Recuerdo el primer día, se quedo quieta cuando le puse el collar, y daba brincos de felicidad y se babeaba lamiéndome; tuve que pegarle fuerte con una correa, repetidas veces para que se quedara tranquila. Hoy día me agradece lamiéndome lo pies cada vez que le azoto y lejos de ladrar, solo gime y comienza a lamer mis pies o mis sandalias.
La he consentido mucho, le tengo su casita de perro en el patio, y una vez a la semana, le baño con la manguera y la restriego toda con el cepillo de barrer, entonces comienza a ladrar cada vez que las cerdas duras del cepillo pasan por el frente de su cabeza o por su partes mas internas, como pidiéndome que la corrija, y le complazco dándole unos cuantos azotes marcándole el lomo. Claro que lo hago sin tocarla, a distancia, mientras permanece en el patio encadenada a la pared, moviendo sus patas para intentar, inútilmente, de zafarse de las ligaduras con que la ato previamente.
Mi perra, la bautice como lamepies, pues corre hacia mi, hasta que desesperadamente templa la cadena de su cuello, cuando me siente que llego a casa, y con su hocico me descalza y comienza a lamer mis pies por horas; le pateo y rostro colocando mis plantas encima de ella para que olisquee el olor de mis pies sudados y la mas de las veces sucios de polvo y de tierra pues me encanta estar descalza.
Creo que a mi perra le fascina que yo ande descalza, y que le coloque mis plantas frente a ella para que las lama hasta dejarlas relucientes, o introduzca todo mi pie en su hocico, y comienza suavemente sin jamás morderme, a mover sus lengua entre mis dedos o a chuparlos uno por uno, para luego hacer lo mismo con el talón que le pongo casi todo en su hocico hasta atragantarla.
Siento entonces su lengua húmeda y caliente acariciarme y limpiarme mis pies, y comienza a menear la colita frenéticamente; cosa que aprovecho para azotarla con el látigo para perros que le compre un día, y lejos de intentar morderme, pareciera que su lengua se duplica en longitud y sus caricias en mis pies me rebelan que lo disfruta a pesar de la tembladera de su cuerpo.
Cuando me canso, le aparto y le pongo su bozal o simplemente la llevo a su perrera en el patio, dejándole allí mis sandalias para que juegue. Nunca las ha mordido y lejos de dañarlas, cuando voy a recogerlas, al cabo de un rato, las encuentro inmaculadamente limpias, a fuerza de los lengüetazos y relamidas que le da. Para entrenarla en estos menesteres me bastó con acariciar su cabeza con una mano y perforar su trasero con el talón de mis sandalias o con el falo de goma que le coloco casi permanentemente en su cola.
La he entrenado bien, y me encanta jugar con ella, lanzando una vara de abedul lejos, para que la traiga entre sus dientes y me la ponga en la mano, entonces la tomo y le doy un buen azote en su cola con la vara, antes y arrojarla nuevamente para que corra a buscarla; cada vez la tiro mas lejos y cuanto mas lejos la arrojo tanto mas duro le azoto su cola hasta que gime exhausta. Me da gracia sus torpes movimientos para correr en cuatro patas en medio del campo lleno de piedritas y las irregularidades del terreno, que terminan por pelar sus rodillas. Y me río a raudales cuando mi perra gime y se retuerce en casa, cada vez que desinfecto sus heridas miándome encima de ella.
Mantenerla no es difícil, le arrojo en su bol de perro o en el patio las sobras de la comida y en ocasiones se las aderezo orinándome sobre ella, o indicándole que orine primero las sobras del espagueti o del arroz antes de que las ingiera. La comida para perro es un lujo, y solo en ocasiones le obsequio comida enlatada para perros; conformándose de ordinario con las sobras frías revueltas de lo que queda en la ollas o en los platos de mi comida o de mis invitados; que se la doy solo una vez al día, aderezándola frente a ella con mi saliva o la de mis invitados si los hay. Si no sonríe alegremente y me menea la colita con energía, entonces, como ha ocurrido un par de veces, le retiro el bol, haciéndole pasar hambre hasta bien entrada la noche;
Una vez al día, luego de un par de fuertes azotes, mi perra cava con las manos delanteras un hueco en el patio, y levanta una de sus patas traseras para hacer allí sus necesidades, que luego tapa y cubre bien, como si fuera un gato; ese detalle de aseo me agrada; y es igual cuando la meto en la cajuela del coche para sacarle de paseo, en un campo cercano. Allí nunca le suelto, sino que le dejo atada con la cadena a un árbol, y entiende que debe cavar un hueco y hacer sus necesidades como en casa. Cuando le voy a buscar la paseo, haciendo que restregué el piso con su colita, para eliminar cualquier desecho que le halla quedado.
Mi perra lamepies es muy juguetona, cuando vienen mis amigas de visita a casa, causa sensación por su adiestramiento y docilidad, echándose a los pies de nosotras o lamiéndonos los pies o las suelas de los zapatos permanentemente. Hasta que nos hastiamos y le damos unas cuantas patadas en el hocico o le azotamos, solo así se tranquiliza y le dejamos acorrucada en su perrera.
La perrera de lamepies, es abierta, solo un techo de madera y las paredes de alambre metálico, donde ella apenas entra quedando su cabeza o su cola fuera de la jaula. Se la puse así de ex profeso para poder juguetear con su cola o con su hocico aun siempre que este dentro de la perrera, en ese caso, tiro de la cadena al máximo y la ato detrás de la jaula, con lo que queda dentro inmóvil mientras me divierto masajeando con mis pies su cola, y luego hago que su lengua me limpie mis pies o mis zapatos de la baba derramada, introduciéndole todo el pie en su hocico.
Una vez a la semana a mi perra lamepies, que siempre parece estar en celos, le dejo tumbarse a mis pies, y jugueteo con ellos en sus partes íntimas, hasta que se babea en el piso. Lo consiento porque se que le gusta, y gozo cuando gime y retuerce cada vez que, luego de babear el piso, le azoto rudamente para que lama su baba y me deje inmaculado el piso de cemento del patio.
De ordinario le doy un refresco a la perrita, parándome sobre ella, cuando está echada en el piso, y le orino encima, luego mi látigo le obliga a revolcarse en el charco de orine y a lamer todo los restos. Luego caliento su cuerpo y lo decoro con una azotaina con vara o con el látigo de "siete colas", para dibujar su piel de estrías como una perra siberiana, si se queja o sus aullidos me desagradan, le ato boca arriba y espero hasta tener ganas de defecar. Y acuclillándome sobre su cara se la embarro de caca, dejándole así el resto del día, maniatada y arrodillada, hasta que se traga todo los restos del piso. Una vez demoro casi un día en comerlos todos, y disfrute riéndome y azotándola a cada rato hasta que, entre llanto inconsolable, me suplicaba piedad. Le bañe con la manguera y castigue sus remilgos dejándole atada en cuatro patas toda la noche, con enormes pesas en los testículos y en los pezones, así como mis zapatos de tacón alto colocados uno en su culo y otro en el fondo de su garganta.
El único defecto de mi perra, son su celos, cuando llevo amantes a casa, se pone a latir, moviéndose de un lado a otro y aullando, intranquila. Por eso antes de subir a mi habitación con algún amigo o amiga, voy primero a la perrera, le pongo el bozal y le castigo con una docena de azotes fuertes en el lomo, amarro sus patas entre si y le pongo, bajo su cola, un consolador eléctrico. Descubrí que con ese tratamiento, cuando mi visita se va, mi perra se muestra mucho más dócil y solicita, lamiendo frenéticamente mis pies o mis sandalias cuando le libero las patas y la saco de su perrera.
Inicialmente lamepies era mi perro, pero era tan celoso, que un día decidí convertirla en perra, no fue fácil, el adiestramiento lo empecé colocándole diaria y permanentemente un consolar en su trasero, y cada semana cambiándolo por uno más grande. Además de violarlo diariamente, le colocaba en su bozal que tenia un pequeño falo hacia adentro, atado a su cabeza con candado que impedía quitárselo a voluntad. En ese bozal le pongo los preservativos usados con mis amantes, para que se trague lentamente el semen de mis machos, y le propino una docena de azotes mientras le hago acuclillar sobre un falo de goma enterrado en el piso, para que se viole el mismo, subiendo y bajando al ritmo de mis azotes.
Después le hago ponerse de nuevo un consolador encendido en su rabo y se echa a lamer mis pies bien sucios hasta dejarlos reluciente, mientras le permito babearse con sus patas delanteras y le obligo a restregar su cara en el charco de baba derramada. Desde entonces mi perra lamepies, que permanece siempre con un anillo trancado con candado en su pene, para que no se toque sin mi permiso, ha dejado de celarme y me suplica con aullidos que le azote el trasero y lo encule.
Le he tomado cariño a mi perrita, me encanta encularla y humillarla bajo mis pies y bajo los pies de mis amigas, que se descalzan al visitarme para recibir los lengüetazas y lamidas de mi perra hasta dejar su pies y las suelas de sus sandalias relucientes. Mi perrita lamepies, fue una vez mi pareja, la convertí en perro por tres meses por castigo a su infidelidad con mi mejor amiga; han pasado casi dos años, pues cuando quise dejarle, me imploro y suplico que prefería seguir siendo mi perro; pero que no lo abandonara, así se ha prolongado esta situación y la verdad, es que me gusta mas como perra que como pareja después de todo, mientras mas conozco a hombres mas quiero a mi perra lamepies.