Mi pequeña novia, parte 2
Otra de las tantas veces en las que ayudé a mi pequeña Maddie, esta vez con un buen sexo oral.
Maddie, aunque parecía dulce e inocente, era una adicta al sexo. Principalmente al sexo duro, salvaje y siendo ella la sumisa... Aunque a veces le gustaba rebelarse, principalmente cuando yo estaba muy caliente.
Yo lo disfrutaba, obviamente. Me encantaba ser el dominante. Me excitaba demasiado ver su mejilla con mi mano marcada, ver sus manos y pies atados, ver su culo lleno de marcas de nalgadas.
Otra cosa que me encantaba era utilizar juguetes sexuales para poder someterla. Esposas, antifaces, vibradores, sogas, todo lo que se pudiera utilizar para verla gritar de placer. Y ahí es como empieza este relato.
Estábamos sentados en el sillón, Maddie, desnuda, se removía de placer mientras yo apretaba mi herramienta mágica: Un vibrador a control remoto. Lo habíamos comprado poco antes de la cuarentena para utilizarlo en nuestras salidas cotidianas, pero por ese mismo motivo, no pudimos implementarlo. Lo dejamos olvidado hasta que un día limpiando lo encontramos en un cajón. Y desde ese día, cuando Maddie estaba caliente y deseosa, yo lo utilizaba.
–¿Te gusta Maddie? –Ver cómo se retorcía de placer con algo dentro de su apretada vagina me ponía a mil, tenía mi pene a punto de explotar viendo como mi pequeña puta no paraba de gemir. –Avísame cuando estés por acabar, ¿Sí?– Aumenté la velocidad del vibrador y vi como su cara se arrugaba de placer. No me aguanté mucho más y saqué mi miembro de mi pantalón para empezar a masturbarme.
Estaba por alcanzar el orgasmo cuando vi en mi novia una expresión de absoluto éxtasis. Apagué el vibrador y la miré fijo. Estaba con los ojos cerrados y trataba de calmar su respiración. ¿Había acabado sin mi permiso?
Dejé el control del vibrador y la agarré del cabello antes de que termine de calmarse, me levanté junto con ella y luego la obligué a arrodillarse. Tomé mi pene con mi mano libre y lo acerqué a su boca.
–Abrí la boquita, puta.– Me miró a los ojos antes de sonreír. Ya conocía esa carita, quería ser una nena mala.
–¿Y si no quiero?– Puso su mano en mi verga y empezó a moverla despacio, su mano era muy chiquita a comparación de la mía, la cual retiré apenas inició sus movimientos.
Comenzó a masturbarme mientras me veía a los ojos, tenía una carita tan inocente al hacerlo que me colocaba al borde del orgasmo. Acercó su boca yempezó a mover su cabeza dándome placer.
Acabé en su boca unos minutos después y muy gustosa tragó todo mi esperma.
Luego de un descanso en donde me dediqué a besarla y acariciar su cuerpo, le pedí que se siente en el sillón con sus piernas abiertas. Mi pequeña obedeció, recostando su espalda en el respaldo. Me arrodillé, acercando mi rostro a su entrepierna.
–¿Qué tenés que decir Maddie?– Pregunté antes de comenzar a darle placer. Tenía que rogarme.
–Por favor.– Su voz sonaba ronca y se movía inquieta entre mis brazos, impaciente.
–¿Por favor...?– Repetí, sacando el consolador de su interior, lo que provocó un gemido.
–Por favor daddy.– Enterré mi boca en su sexo apenas terminó de decirlo, comenzando a mover mi lengua y labios para arrancarle hasta el último gemido.
Mi lengua recorría toda su vagina mientras mis manos tocaban sus tetas, pellizcando los pezones de mi novia. A veces centraba toda mi atención al botoncito de su clítoris, provocando que se retorciera y tirara de mi cabello. Al llevar algo de tiempo decidí enterrar dos dedos en su conchita para comenzar a col{arselos, lo que hizo que largara un prolongado grito de placer.
Seguía en mi faena, dando placer a diestra y siniesta hasta que Maddie habló.
– D-Daddy...– Levanté la vista mientras seguía con mi ataque. Me encantaba cuando decía cosas sucias, cuando pedía más. Pero no era el caso.– Pido... permiso para, para acab-acabar.
Separé mi boca de su rajita para hablar, sin frenar el movimiento de mis dedos.– Hazlo. Tenés permiso.
Se relajó al oír mis palabras, así que volví mi boca a su centro húmedo. Cada vez sentía cómo mis dedos se mojaban más y cómo sus musculos vaginales se contraían.
Unos segundos después acabó, me di cuenta al sentir sus piernas temblando y mis dedos empapados. Alejé mi rostro y saqué suavemente mis dedos, dejé a Maddie respirar y recuperar el aliento, para luego levantarle la cara.
–Abrí la boquita para sentir lo puta que sos.
Me hizo caso y metí mis dedos en su bella y sonrosada boca. Saboreó su orgasmo y luego siguió chupándolos, simulando que daba sexo oral con mis dedos.
Retiré mi mano de su boca y, mirándome a los ojos con devoción, me preguntó:
–¿Te gustó, daddy?
–––
¡Espero les haya gustado este relato! Se aceptan críticas siempre y cuando sean RESPETUOSAS.
Además, si quieren, pueden recomendarme algunas cosas para el próximo relato. (Dato: Maddie es virgen analmente)
¡Besos! Atte: Baby.
(Disculpen si hay algún error, escribí todo sin mis gafas, haha, muaks.)