Mi pequeña Martha (2)

Una nueva y excitante aventura con el rico trasvesti, ¡que rica cogida!.

MARTHA LA PEQUEÑA II

Muchas gracias, estimados lectores, por la gran cantidad de correos que me han hecho llegar, les agradezco sus atenciones.

Ésta es la segunda parte del rico encuentro con Ricardo, o mejor dicho, Martha, mi pequeña, espero que sea de su agrado.

Mi pequeña me enjabonó todo el cuerpo, lo hizo con especial cuidado al llegar a mi pene, lo tomó con delicadeza y lo lavó perfectamente, la sensación era deliciosa, sus manos tersas y el jabón aumentaban el placer sobre mi herramienta, se paró un poco y ella lo enjuagó muy bien, luego, puso sus labios sobre mi glande y chupó suavemente, poco a poco fue metiéndolo más y más en su ansiosa boca, no se detuvo hasta que llegó a la empuñadura y, en cuanto lo hizo, movió su lengua para proporcionarme la más rica mamada que había recibido, yo la tenía sujeta por los cabellos, la incitaba a que se la metiera toda, no quería que la sacara, estaba prácticamente en el paraíso, cuando estaba erecta al máximo le pedí:

  • Vámonos a la cama, creo que ya la pusiste lista para dártela nuevamente.

  • Si amor, ya me calenté otra vez y necesito que me ensartes rico – contestó excitada.

Nos secamos mutuamente, al hacerlo, yo la acaricié toda y ella me lamía el pecho y los brazos, salimos de baño y le di una rica nalgada, se volteó y con cara de placer me dijo:

  • ¡Ay papacito!, que rico se siente, ¡házmelo otra vez!

Haciendo caso a su petición, repetí el golpe y nuevamente hizo el gesto de gusto, así que le propuse:

  • ¿Qué te parece si te lo hago cuanto te tenga ensartada?, si así te gustó ya me imagino tu reacción cuando estemos cogiendo – dije con tono malicioso.

  • ¡De acuerdo!, espero que cuando me tengas "de perrito" me pegues y me hagas gozar mucho - contestó excitada:

Apuramos el paso y llegamos al lecho del amor, la tomé por la cintura y la besé largamente, nuestras lenguas se entrelazaban buscando dar la mejor caricia que fuera posible, caímos abrazados sobre el mullido colchón y mis manos buscaron ansiosamente la suave piel para tocarla con delicadeza y furia al mismo tiempo, Martha respondió tomando mi trasero con fuerza y me acercó a su vientre, nuestras lanzas chocaron en seguida, ya estaban prestas para la lucha, soltándose del estrecho abrazo, ella bajó hasta mi caramelo y lo lamió desde la punta hasta la empuñadura, lo hacía despacio como queriendo hacerme enloquecer de pasión, luego, lo puso atravesado sobre sus labios y me dio unas leves, pero no menos ricas, mordiditas, con eso me dejó listo para darle por su estrecho orificio, traté, infructuosamente al principio, de cambiar de posición, en cuanto pude, hicimos un placentero "69", con lo cual los dos teníamos la reata del otro en la boca, su erección comenzaba a notarse dentro de mi húmeda cueva, sentí aumentar su tamaño hasta que llegó al máximo, por su parte ella me tenía ensartado por mi culo, metió un dedo lubricado con su saliva y me estaba calentando demasiado, ensalivé mi dedo medio y se lo clavé despacio por su puerta trasera, respondió con movimientos circulares de su cadera, se metió hasta el fondo de la boca mi ahora parada herramienta y la sacó de golpe para decirme:

  • M… quiero ser tuya nuevamente, dame toda tu verga y hazme gozar como nunca – su voz era entrecortada y jadeaba ligeramente.

  • Mar, dame un condón y prepárate para recibir mi garrote, te lo voy as meter hasta que te vuelvas loca de placer – contesté rápidamente con tono caliente.

Alargó la mano hacia el cajón del buró y sacó condones de sabores, entregándomelos dijo:

  • Mi sabor favorito es el de fresa, pero quiero que tomes el que a ti te guste – musitó con voz apenas audible.

Tomé uno de sabor canela y le dije que me lo pusiera, accedió gustosa y excitada, lo colocó sobre mi pene y le dio unas chupadas para saborearlo, luego tomó el frasco de lubricante y derramó lo suficiente sobre el látex, a continuación, puso otro poco del resbaladizo líquido sobre su mano y lo untó sobre su anillo, metió un dedo como para comprobar que estaba lista y, volteando hacia mi, dijo:

  • Amo, en cuanto guste puede hacerme suya – su tono era solemne.

Para seguir el juego le respondí:

  • Esclava, empínate y muéstrame tus ricas nalgas, álzalas lo más que puedas para clavar mi espada en medio de ellas.

Inmediatamente se hincó y, alzando sus fogosos cachetes, dijo:

  • Deseo que mi amo disfrute de mi pequeño ano, meta su gran espada y pártame en dos, si es su deseo, su esclava favorita quiere complacer hasta el más pequeño deseo de mi dueño, ¡hágame suya por favor! – finalizó con voz suplicante.

¿Quién podría negarse ante tal situación?, un delicado, lubricado y delicioso culo ante el ardiente pene, una voz anhelante de placer, la excitación recorriendo hasta la última fibra de mi ser

Me coloqué tras esas montañas de carne partidas por la mitad, tomé mi lanza y la dirigí hacia su cerrado esfínter, inicié un leve ataque para meterle solamente la punta de mi garrote, lo logré al segundo intento, Mar me recibió con ansia infinita, prueba de ello fue su respiración agitada, se quedó quieta esperando que la poseyera completamente, metí otro poco en su estrecha gruta y comenzó a moverse levemente de atrás hacia delante, la detuve dándole una leve nalgada, el movimiento cesó, luego le ensarté hasta la mitad mi tronco y le propiné otra golpe sobre sus ancas, eso la volvió prácticamente loca, sus caderas comenzaron a moverse hacia todos lados, giraba y se ensartaba sola, los gemidos llenaban la recámara, repetí varias veces el golpe hasta que su trasero quedó de color escarlata por los azotes, el placer que ella estaba sintiendo era total, tiré de su cabello hasta que se levantó y pude abrazarla por la cintura con un brazo, con mi mano libre acariciaba sus pequeñas tetas, luego tomaba su rígida lanza y le propinaba una buena masturbada, mientras tanto, mi miembro entraba y salía de su estrecha funda haciendo que se estremeciera como si el frío llenara todo su cuerpo, besé su desnuda espalda desde su nuca hasta donde pude llegar con mi lengua, escuché su voz diciendo:

  • ¡No te vayas a venir!, deseo seguir cogiendo mucho más, dame verga hasta que desmaye – el tono era de franca excitación las palabras salieron casi sin aliento pero entendibles.

  • Si de veras deseas coger hasta desmayar, tienes que hacer lo que te mande – dije en tono autoritario a pesar que mi eyaculación estaba muy cerca.

  • Lo que usted quiera Amo – respondió -, quiero complacerlo siempre.

  • Lame mis bolas y luego mete la punta de tu lengua en mi culo, hazlo despacio para que me hagas gozar como te lo estoy haciendo yo, luego me besas todo el cuerpo sin dejar ni un milímetro sin recorrer, y por último te montas sobre mi estaca y te ensartas de un solo golpe, ¿entendiste? – mi voz era de mando y no dejaba nada a duda.

  • Su esclava y puta está dispuesta a obedecer siempre – contestó – haga de mi lo que quiera Amo.

Me salí de su rica retaguardia y me acosté boca arriba en la cama, se acercó a lamer mis testículos, lo hacía con ternura, casi no tocaba la arrugada piel, luego se metió uno por uno los huevos en la boca y, moviendo su lengua hizo que temblara de placer, alzó mis piernas y lamió delicadamente mi entrada posterior, nuevamente un estremecimiento me recorrió de arriba abajo, bajando mis piernas entrecerró los ojos y murmuró suavemente:

  • Su esclava está lista para ser sacrificada.

Me acomodé con una almohada bajo mis nalgas para levantar aún más mi arma, ella se subió sobre mi y se dispuso a cabalgar sobre la tiesa verga que tenía bajo sus nalgas, puso la punta de mi reata en el lugar exacto y se dejó caer sobre ella, se la clavó hasta el fondo de un tirón, un leve grito salió de su garganta, en gesto de su cara denotaba lo caliente que estaba, la delicia de meterse una rica reata estaba presente en ella, yo lo estaba disfrutando también como ella, los jadeos de ambos subían de tono cada vez más, tomé el arma que estaba a la altura de mi ombligo y le hice la masturbación más rica que pude, por su rostro supe que estaba a punto de explotar sobre mi, aumenté el ritmo de mi mano y no me detuve hasta que el torrente de leche bañó mi pecho, su venida fue abundante pero eso no impidió que siguiera bailando sobre mi estaca, la tomé fuertemente por la cintura y le metí hasta lo más hondo que me fue posible el caramelo, sin poder resistir ni un segundo más, me vine dentro de ella, el látex recibió el río de semen que mi pequeña supo extraer de mi pene, quedamos exhaustos por unos minutos, la cogida había sido increíble, al recuperarnos, y entre risas y caricias planeamos nuestra siguiente aventura, la cuál podría ser al aire libre o en un lugar dónde hubiera mucha gente, estábamos algo locos, pero el sexo hace que se busquen nuevas formas de dar y recibir placer, ¿no creen?

La tercera parte de esta relación se la platicaré muy pronto

Don Pato

Espero sus comentarios en mi correo.

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