Mi pequeña infidelidad

Es mi primera infidelidad, engañe a mi esposo, pero valio la pena, disfrute mucho con un desconocido.

Hola, mi nombre es Julieta tengo 24 años, nací en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, estudie diseño gráfico en el ITESO. Pero desde que me case vivo en el Distrito Federal. Desperté sexualmente como a los trece años y siempre fui muy prendida, aunque no perdí mi virginidad hasta los diecinueve años.

Mi esposo es un hombre excelente, tiene 39 años es un profesionista exitoso, siempre ha destacado por su inteligencia, tiene un muy buen trabajo y por lo mismo está todo el tiempo ocupadísimo, así que paso sola la mayor parte del día.

Algunas veces los fines de semana salimos generalmente a Cuernavaca, a reuniones de trabajo que son muy aburridas. Lo peor es que las esposas de sus otros compañeros de trabajo son señoras maduronas cuyos intereses son los hijos, las escuelas, los precios de las verduras, los chismes entre ellas y otras cosas nada interesantes.

Ahora la historia que les quiero contar es la siguiente, como ama de casa joven me gusta mucho salir con mis amigas a tomar café o a ir de compras, así que en una de esas saliditas fuimos Adriana, Carla y yo a tomar un café a un lugar que está muy acogedor en la colonia del Valle, allí nos atendió un hombre como de unos 37 años, muy alto, moreno, de cabello chino muy bien arreglado, de cuerpo muy bien torneado y que además usaba una loción que me enloqució.

Las tres comentamos lo apuesto de ese galán de novela, además que tuvo muy buena atención con nosotras. Durante nuestra estancia en el lugar, charlábamos y reíamos las tres. De cuando en cuando yo buscaba con la mirada a éste Adonis y me di cuenta que él también me miraba, cosa que me puso un poco nerviosa, pero sin más trascurrió el tiempo de irnos. Yo pedí la cuenta y pague, cuando salimos del lugar volví a buscar a este manjar viviente con la mirada y ahí estaba él también mirándome, me sentí electrizada así que lo premie con una gran sonrisa que el amablemente me devolvió.

Ese día transcurrió sin más como casi todos, por la tarde me puse bonita para esperar a mi esposo, así es que me puse un vestido negro cortito, mis medias negras y uno zapatos de tiras de tacón mediano, me perfume con un Chanel no 5 que me fascina y preparé la mesa con un mantel muy colorido y puse dos velas, preparé una baguettes de jamón serrano y queso, una ensalada, descorché una botella de Márquez del Riscal tinto y espere al dueño de mi corazón.

El llegó no muy tarde, un poco cansado y sorprendido por el recibimiento, así que le serví una copa de vino, le quité el saco y mientras bebía le di un masaje en la espalda, después puse música y bailé con movimientos muy eróticos para mi hombre. El no se veía muy animado, le pregunte si quería cenar y me dijo que sí, que el vino le había abierto un apetito voraz, así es que serví la cena, comentamos los pormenores del día cada uno. Terminó y me dijo que se iría a dormir pues estaba cansado y tenia un desayuno de trabajo mañana muy temprano, así que solo me beso y me agradeció mucho la feliz sorpresa, me dio las buenas noches y se fue a la cama.

Yo me quede muy prendida, recogí la mesa, lave los trastes, no tenia sueño, así que me serví una copa de vino, después otra y así casi me acabe la botella. Soñaba como sería ser poseída por aquel Adonis que me atendió esa mañana, estaba excitada y presa del deseo de saber que se siente ser tomada por un desconocido como aquel que me atraía tanto.

De ese modo trascurrió la aburrida semana, mi marido y su trabajo, sus compromisos, el futbol, los amigos, las reuniones de siempre, sin más que decir.

Pero anoche, tuve un sueño erótico, soñaba como mi adonis llegaba a mi casa, entraba y me hacia suya con una pasión juvenil casi animal y yo me fundía en sus brazos, acariciando toda esa perfecta anatomía, esos músculos pectorales hermosos, esos brazos tan fuertes, era como un terrible volcán a punto de hacer erupción, así es que amanecí húmeda y deseosa.

Cuando desperté ya se había ido mi esposito, entonces me bañe, me puse unos jeans que me quedan super bien, una blusa pegadita que resalta muy bien los contornos de mis senos, no podía faltar mi afrodisíaco Chanel no 5 y mis zapatos de tiras de tacón mediano, me hice una cola de caballo que me hace lucir muy juvenil y mis gafas para el sol. Ahora si lista para conquistar el mundo.

Salí sin desenfado y me fui a desayunar sola al café de la del Valle. A medida que me acercaba al lugar me asaltaba el temor de lo que pretendía hacer, sentía mariposas en el estomago como una chica de secundaria, pero también tenia deseos de regresar corriendo a mi casa, sin embargo mi deseo sexual era mucho mayor, así que me di valor y entre al lugar, el corazón me latía a toda velocidad, busque una mesa que quedara de frente a la caja y me senté.

No tardo en llegar una chica con cara de aburrida, me extendió la carta y se fui sin mediar palabra, yo jugaba nerviosamente con la carta y al mismo tiempo paseaba mi mirada por todo el lugar a ver si encontraba a aquel poema viviente, sin embargo nada, no estaba por allí. Con el transcurso del tiempo mi corazón volvió a su ritmo normal, así que pedí un jugo de naranja, unas deliciosas enchiladas verdes y café negro.

Mientras me servían, pensaba en lo tonta que era, parecía una chiquilla deslumbrada soñando despierta. Llegó el desayuno y ya tranquila comencé a degustarlo, realmente estaban muy buenas las enchiladas, tenían un ligero toque que las hacia diferentes a otras que había probado, no se que era, pero me parecían magnificas.

Hundida en esos pensamientos estaba cuando escucho la tersa voz de aquel hombre, casi me trago lo que tenia en la boca, así que tosí violentamente y el hombre volteo y de inmediato me acerco un vaso con agua y me pregunto si me pasaba algo, yo en ese preciso momento temblaba como una hoja de árbol a merced del viento, no le contesté nada, de hecho ni siquiera podía hablar, así que el hombre de manera muy prudente dejo el vaso en la mesa y se perdió en la cocina.

Una vez que paso el numerito, sentía una mezcla de coraje y pena, no sabia que hacer, me hubiera gustado desaparecer como el viento.

De repente oigo la puerta de la cocina abrirse y lo veo salir con una tacita en la mano, se acerco a mi mesa y sin más se sentó frente a mí, me ofreció la taza diciéndome que llevaba una mezcla de miel y limón muy buena para la tos. Me quede muda otra vez, el sonrió y puso su mano cálida sobre la mía,

solo dijo:

–bébalo se va a sentir mejor-

Se levanto y se alejo de nueva cuenta, bebí la miel con limón, me pareció un gran detalle de gentileza de su parte. Volvió a aparecer en seguida y armada de valor lo invite a sentarse en mi mesa, me presente con el.

El comenzó a charlar en forma muy animada, poseía un enorme magnetismo animal que me tenía paralizada, solo tenia ojos para el, platicamos de muchas cosas, me hacia sentir muy bien su presencia, además encontramos que teníamos enormes afinidades musicales, pues la música siempre ha sido de mis más grandes pasiones.

El tenia la colección completa de la obra de Antonio Vivaldi uno de mis autores favoritos. Le pregunté si tenía  “La folia” y me dijo que no solo la tenia, sino que era una de sus favoritas. Yo estaba en ese punto emocionadísima, pues no solo era el una escultura viviente, además de ese atractivo salvaje, tenia esa sensibilidad musical tan extraña en nuestros días.

Me dijo que era el dueño del Café y que su departamento estaba en la parte alta del lugar y me invito a subir a escuchar “la folia”. Otra vez empecé a temblar como tonta, pero era ahora o nunca, así que emocionada y armada de valor, sin especulación alguna me encaminé hacia la escalera que llevaba a la parte alta del inmueble, subimos, el se adelanto y abrió la puerta.

Era un sitio pequeño pero muy bien decorado, tenia un cartel de Klimt finamente enmarcado en una de sus paredes, el famoso beso, ideal para adornar un espacio dedicado a la pasión y lujuria, también engalanaba la estancia una mesita de madera muy bien hecha de fina madera repujada, había también un enorme sofá de piel de color negro y en el piso un tapete mullido del tipo de los temoaya. Frente al sofá estaba un impresionante aparato de sonido, en la parte derecha de la estancia reposaba solemne un enorme librero lleno de esquistos libros de arte, fotografía, historia del arte, filosofía, etc. Y en parte alta del librero se apreciaban cientos de discos de la más variada música, no solo clásica.

Así pues, me senté en medio del sofá de piel. El estaba del lado izquierdo de la estancia, tenia allí una pequeña cantina también hecha de madera repujada, que en un departamento de soltero no podía faltar.  Desde mi lugar se podían apreciar copas y botellas de variadas bebidas.

–Gustas una copa, dijo-

No sabia que decir, era realmente temprano, seria como 11:30, pero me acordé que el anís siempre me prendía, así que le pedí un vaso del old fashion con hielos y una porción generosa de anís.

Sirvió sendos vasos de anís, me acercó el mió y se dirigió al aparato de sonido y puso el disco de Gloria - Nulla in mundo pax sincera de Antonio Vivaldi, me dijo que en ese disco estaba “la folia”.

Se encamino hacia el sofá y se sentó muy cerca de mí y brindó por nuestro feliz encuentro, chocamos los vasos.

Le di los primeros sorbos al anís y sentía como esa agua de fuego me encendía poco a poco. Mientras bebíamos en silencio y disfrutábamos de la divina inspiración de Vivaldi, intercambiábamos miradas en silencio sonrientes, disfrutando el ritmo alegre de esa música angelical.

Terminé mi primera copa, cerré los ojos, percibía ya como esa fina embriaguez me arrobaba al acorde de esa extasiante música.

Recosté mi cabeza en el sofá, seguía los acordes musicales con los ojos cerrados, de repente sentí que se me acercaba, pude sentir su respiración junto a la mía, poso sus labios sobre los míos, sentí su lengua como me abría, mi corazón iba a galope, mis manos estaban frías y temblorosas, pero me deje llevar por la apasionada emoción del momento.

Su lengua me supo exquisita, tenía un leve sabor a durazno perfumado y dulce, mi lengua busco la suya, las entrelazamos, sus manos empezaron a recorrer mis piernas, me di media vuelta para poder abrazarlo y tocar ese hermoso y fuerte torso, en toda esa faena no desprendimos nuestras bocas ni un solo segundo.

Me di la vuelta y me arrodille encima del sofá, lo recargue al respaldo del mueble y me prendí de su boca, mis manos jugaban con su cabellera pulcra y sedosa, el me tomaba de la cintura y sus manos recorrían mis contornos, de las axilas a mis caderas, yo estaba ansiosa, me despegue de su boca y en una carrera loca, le desabotone la camisa, se la quite y empecé a acariciar su pecho y a besar su cuello, mientras el ya acariciaba con sus enormes manos mis senos, sentía como mis pezones hervían al toque de sus caricias, recorrí con mi lengua su bien formado pecho, el echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos, me puse de pie y empecé a desabrochar su cinturón, le desabotone el pantalón, levanto las caderas para poder bajárselo, de un tirón lo baje, me arrodille, le quite los zapatos y el pantalón y podía apreciar su enorme pene como el mástil de un barco que desafiaba la gravedad.

El estaba frente a mi de pie solo y totalmente desnudo, yo hincada frente a ese falo monumental no le quitaba los ojos, pero no me atrevía a tocarlo, el guardaba silencio, en ese momento tuve un torrente de pensamientos, realmente no sabia que hacia yo una chica de una familia tradicional de Jalisco, casada, en la casa de un desconocido, desnudo y frente a mi dispuesto a hacerme suya.

El acerco su enorme falo divino a mi boca, al sentirlo cerca de mis labios cerré los ojos y abrí la boca y sentí como ese enorme capullo palpitante la llenaba, comencé a chupar aquel manjar lleno de vida y pasión, mis manos recorrían aquel fabuloso pene que se hinchaba al ritmo de mis caricias y parecía que explotaría en cualquier instante dentro de mi boca.

Me detuvo en seco, me puse de pie, nos besamos apasionadamente, sus hipequinéticas manos me recorrían toda, apretaba con fuerza mis nalgas, por encima de mi ropa sentía como aquel fabuloso pene buscaba mi vagina húmeda, caliente y dispuesta a recibirlo todo hasta el último trecho de mí intimidad.

Me cargo en vilo, me llevo hacia la habitación, me recostó delicadamente en la cama, desabrocho mi pantalón, de un solo jalón quedo fuera, abrió mis piernas, yo llevaba una pequeña tanga tipo hilo dental, de un tirón me la arranco y hundió su boca en mi coño al rojo vivo, empezó por recorrer con su lengua todo mi inflamado sexo, me abrí todo lo que pude, empecé a tener espasmos a retorcerme y gemir como una perra en celo, me agarraba con todas mis fuerzas de las sabanas de satín color carmín, no podía más, enseguida acogí su cabeza con mis manos y la clavaba los mas que pude entre mis labios vaginales, abracé con mis piernas su cuello empecé a gemir cada vez con más prisa y con la respiración entrecortada, corría todo la pasión por mi cuerpo, percibía como su hábil lengua entraba en mi intimidad y luego subía hacia mi clítoris, luego volvía a bajar, empecé a ver luces de colores y estrellitas alrededor, perdí el contacto con la realidad solo observaba como una fuerza descomunal me hacia su presa y exploté gritando apasionadamente en una serie de orgasmos que parecían interminables y el placer cuando llegaba ya a la frontera con el dolor me incorpore.

Me levante de la cama y tome el control de la situación, lo empuje a la cama y lo tire de espaldas, comencé a acariciar su pene, quería comérmelo de un solo bocado, mi mano derecha tomo aquella dura larga y hermosa verga, mi lengua recorría aquel falo desde el glande hasta los testículos, mi mano derecha subía y bajaba desenfrenadamente, después de un rato me lo metí en boca que prendada succionaba con fuerza aquel capullo, la pasión me llevaba a hacer aquella locura, quería hacer lo que nunca había hecho en mi vida de casada, sentir como esa leche se derramaba en mi boca, podía sentir como ese pene palpitaba y se hinchaba cada vez mas entre mis labios, el hombre se arqueaba, gemía y se retorcía al compas de mis movimientos, por el ritmo de su respiración sabia que estaba a punto de terminar, así que imprimí más velocidad y pasión a mis movimientos hasta que finalmente como con un largísimo grito inundo mi boca aquella ambrosía que me escurría por entre los labios, pero no deje de chuparlo hasta dejarlo sin una sola gota.

Después nos tiramos en la cama, agotados pero satisfechos. Sin decir una sola palabra, el saco de su buró un par de cigarrillos, los encendió y me paso uno, yo no fumo, pero ese cigarro me supo a gloria, lo consumí recostada sobre en pecho de mi amante y solo acompañada de mis pensamientos.

Paso el tiempo, me sentía plena, el rompió el silencio y me dijo que quería entrar en mi cuerpo, le dije que si, pero con una condición, lo que por la forma en que abrió los ojos me di cuenta que estaba sorprendido, sonreí para mis adentros.

Después de una larga y silenciosa mirada, pregunto cual era la condición. Le dije que lo haríamos en el sofá, pero yo arriba de él.

Se rió con fuerza y accedió, lo tome de la mano, y lo lleve al sofá, lo acomode muy bien, le di un tierno besito en la boca y baje a poner en forma aquella preciosa polla, en cuanto le puse la mano encima empezó a despertar, juguetee con ella con mis dos manos, en cuanto se empezó a poner dura, comencé a besarla y a lengüetear el glande, la acaricie con mis labios, lengua y boca hasta que estuvo a punto, podía sentir como los jugos del amor me escurrían de la conchita por entre las piernas, así que  temblorosa ante la emoción de sentirme poseída por aquel desconocido, me subí encima de el hombre, el tenia los ojos cerrados y temblorosos, levante mi cadera y enfile mi conchita hacia aquel mástil de piedra, baje lentamente, al sentir el roce de su glande en la entrada de mi vagina, volví a levantar mi cadera, para alargar aquel éxtasis, baje despacio, sentí como me penetraba lentamente aquella enorme verga caliente, el empezó a empujar, al cabo de unos instantes tenia a todo ese hombre totalmente adentro y me pegaba a el para no dejarlo salir ni un milímetro.

El comenzó a chupar mis senos, mis pezones estaban enormes, eso me puso descaradamente lujuriosa, me abrí lo mas que pude para que me hundiera hasta adentro su virilidad candente, me abrazo por la cintura y se empezó a mover de manera rítmica, sentía como con cada empujón me atravesaba, yo agitaba la cabeza, comencé a jadear, lo agarre con fuerza de los hombros y deje que me llevara al éxtasis, sentía otra vez aquella fuerza abrasadora me inundaba, el se movía frenético, yo sentía como con cada arremetida nos acercábamos al punto de no retorno, volví a ver lucecitas de colores, en un cielo oscuro y estrellado, mi respiración era muy acelerada y mis gemidos inundaban el ambiente, termine con muchos orgasmos fascinantes y desenfrenados. El todavía no explotaba dentro de mi, pero jadeaba y gemía, así que empecé a mover la cadera de arriba abajo, abrazando con toda la fuerza de mi vagina aquel musculoso pene, hasta que sentí como su leche candente inundaba mis entrañas a borbotones, no deje de moverme hasta que dejo salir el último suspiro.

Terminamos, nos sentamos muy juntos, el se quedó dormido.

Bueno, mi fantasía estaba realizada, me levante y me vestí, lo tape con un cobertor, le di un leve beso en la boca y le deje una nota agradeciéndole esa inolvidable experiencia y le prometí que regresaría, sin precisar cuando.

Cuando salí de su casa ya era entrada la tarde, me sentía otra, plena y feliz.

Cuando llegue a mi casa me esperaba mi esposo, me dijo que salio temprano del trabajo y que tenia el animo suficiente para salir al cine a tomar una copa y a cenar.

Solo pregunto

-¿de donde vienes?-

Le dije

-Del otro mundo-

Y presurosa me metí a bañar y a arreglarme para mi hombre.