Mi pequeña Felatriz
Mi vecina practicaba sus felaciones a escondidas conmigo.
Me gustaría contar una de las experiencias más morbosas que he tenido, que ocurrió al principio de mi época universitaria. En aquel entonces, tenía una vecina de mi edad, bastante guapa, pero al mismo tiempo siempre me había parecido distante o incluso ausente y no hablaba mucho cuando te cruzabas con ella. Si teneis curiosidad, os diré que tenía el pelo castaño claro, liso y y normalmente recogido en una coleta, que era delgada y más bien menuda, y muy resultona de cara, quizá por unos ojos bastante grandes marrones y una pequeña nariz muy graciosa.
Sea como fuere, cuando comencé la universidad resultó que ibamos a la misma y muchos días nos encontramos volviendo a casa sobre las mismas horas. A partir de ahí, comenzamos hablar más, e incluso a ir y venir juntos, aunque cada cual iba por libre en las clases.
No pasaron muchas semanas, hasta que un día coincidimos en una zona de bares donde saliamos los universitarios. Me quedé hablando con ella, me presentó a sus amigos y amigas y, bastante perjudicados terminamos enrollándonos a altas horas de la madrugada en un bar. Entiendase enrollarse solamente como besos humedos y algún magreo inocente.
El siguiente lunes, cuando volvimos juntos a casa de la uni, en el ascensor ella tomó la iniciativa y nos comenzamos a besar mientras subíamos. Los besos eran maravillosos, pero aquel momento iban a ser tan breve como lo que tarda en subir un ascensor cinco plantas, así que cuando llegamos a mi piso, ella vivia dos más arriba en el ático, le dije: vente a casa, hasta dentro de una hora no viene nadie. Y con una sonrisa traviesa me dijo que sí.
Pasamos a mi cuarto donde nos sentamos en mi cama y seguimos besando, quizá con más desenfreno que en el bar, por estar a solas. No recuerdo muy bien como fué, pero en un momento dado ella tenía su mano en mi paquete y lo estaba manoseando y estrujando. En un momento dado que separamos nuestros labios, pude ver su cara con sus mejillas coloradas, mezcla de calor y excitación, su pelo algo alborotado, y su labios húmedos de nuestra saliva.
Nos sonreimos, y vi como ella miró mi paquete, mientras lo seguía estrujando.
No te aprieta? - me dijo en alusión a mi notable erección que abultaba el pantalón. Sí, un poco - dije mientras le sonreia. Déjame verla - contestó retirando la mano
La verdad, me quedé algo sorprendido, pero estaba tan excitado que no dude mucho. Así que me desabroche el patalón, bajé lo que pude mis clanzoncillos y mi pene salió a la luz. Ella llevó su mano rápidamente para cogerlo de nuevo, y comenzó a moverla muy despacio. Nos quedamos los dos como tontos mirando en silencio como ella movia su mano muy delicadamente por mi pene, moviendo mi piel arriba y abajo.
Me miro y me pregunto - Te gusta? - sin dejar de mover su mano Sí - dije con dificultad bastante excitado, y nos seguimos besando mientras ella me masturbaba en la cama de mi cuarto.
No tarde mucho, quizá unos cinco minutos, en decirle que me iba a correr. Ella se dió la vuelta y sacó de un bolsillo de su chaqueta un pañuelo de papel que abrió y colocó en la punta de mi pene, sostenido sobre su mano. Se agachó, para poder terminarme mejor, y siguió dándole hasta que comencé a correrme sobre el pañuelo. La corrida fue abundante, spongo que por lo morboso de la situación, recuerdó que gemí, que cerré los ojos, y que al terminar ella estrujó mi pene varias veces para terminar de sacar las últimas gotas y que en cada ocasión lo limpiaba con el pañuelo.
Tras esto, nos dimos un beso, y vi como se ponía la chaqueta. La acompañé a la puerta y tras otro beso, me dijo - si quieres mañana, repetimos. Os podeis hacer una idea de mi cara de felicidad y de tonto en ese momento.
Y así fué, al día siguiente, al llegar a casa, nos volvimos a comenzar a besar en el ascensor como dos crios (bueno, vale, quizá lo éramos) y de nuevo fuimos a mi casa. Allí nos comenzamos a besar, me volví a sacar el pene del pantalón y comenzó a tocarlo, sólo que cuando ya estaba duro del todo me preguntó - Te la puedo chupar? - Mi cara debía ser de sorpresa o de "fuera de juego" pero con agilidad felidad contesté un seco y abrupto "sí, claro".
Ella se colocó arrodillada entre mis piernas, apoyada en un cojín de mi cama y, sujetándola con los dedos por la base y cerrando los ojos, se llevo la punta y un poco más al interior de su húmeda boca. No era mi primera mamada, pero casi, pues sólo me las habia hecho una primera novia año y medio atrás, y fueron bastante sencillas, así que sentir de nuevo aquella sensación me llevó a los cielos.
Notar en mi miembro la calidez de su boca y como esta salivaba mientras la mamaba lentamente me ponía cardiaco. Sentado en mi cama, tan sólo se me ocurría acariciarle el pelo suavemente mientras miraba como la chupaba. Mi pene brillaba con su saliva cada vez que hacía un movimiento ascendente. Tan sólo paró una vez para decirme que la avisara si me corria. Y así lo hice a los pocos minutos, pero para mi sorpresa siguió chupando, y aunque se lo repetí por si no me había oído, siguió y siguió hasta que comencé a eyacular en su boca. La miré y recuerdo como chupaba impasible, sin poner caras, sin atragantarse, deduzco que tragando cada chorro que caia en su lengua sobre la marcha.
Cuando terminé, siguió chupando unos instantes, y al separarse sopló y exclamó: Uf, qué pasada. Es que a mi me pone más chuparla que hacer pajas. Me ha encantado como lo has hecho - le comenté Si, pero tengo que practicar más - dijo levantándose y provocando un vuelco en mi pobre corazón. Recogió las cosas y me besó en la puerta de mi casa con un "hasta mañana".
Y así comenzó nuestro pequeño ritual, cada día de lunes a viernes, al volver de la uni, nos colabamos en mi cuarto y allí me la chupaba. Los fines de semana, entre que la familia estaba en casa, que teniamos que estudiar o salir con los amigos, no solíamos quedar. Alguna vez le propuse algo más, pero me dijo que no quería tener sexo todavía, pero que le daba mucho morbo chupármela.
A veces ni hablábamos, tan sólo subíamos en el ascensor, y sin decir nada, nos metiamos en mi cuarto, yo me sentaba en la cama, ella se colocaba entre mis piernas y comenzaba sus felaciones. Solía introducir nuevas cosas como intentar hacer una garganta profunda, mordisquearme el glande, sobarme los huevos mientras la chupaba o incluso lamerlos directamente. Siempre me preguntaba si me gustaban las variaciones que se le ocurrían y si cada vez lo hacia mejor.
El hecho de que muchas veces casi ni habláramos, hacía que me sintiese casi utilizado. No eramos novios, no eramos amantes, yo solamente era su polla con la que prácticaba todas las fantasias sobre mamadas que le venían a la cabeza y con la que prácticaba cada día y ella se había convertido en mi pequeña felatriz. Era una relación extraña, pero no me sentía mal, más bien lo percibía como un juego muy morboso.
El extasis de esta historia se produjo un viernes, cuando me comentó que sus padres se iban fuera a cenar y al cine con unos amigos, por lo que teníamos bastante tiempo por delante. Así que después de cenar, dije en casa que me iba con los amigos, pero en realidad subí al ático de mi vecina.
Esta vez fuímos a su cuarto y me sorprendió con muchas cosas que habia preparado que según sus palabras era imposible de hacer en mi casa con el poco tiempo del que disponíamos. También fué allí donde me confesó que que muchas de sus fantasias las sacaba de internet, leyendo foros, relatos o viendo videos. Me pidió que me quitará la ropa "para no mancharme" dijo, y ella se quedó en una preciosa ropa interior negra, semi transparente con rebordes de lacitos rosas. Aquel día llevaba el pelo suelto. Estaba espectacular.
Había preparado un chocolate a la taza bastante espeso, en el que me sumergió el pene, para luego chuparlo hasta dejarlo limpio. Repitió la operación varias veces. Me contó que le encantaba el chocolate y su gran fantasía siempre había sido chupar un pene untado de chocolate. Su ansia al chuparlo así delataba que era cierto.
Aquella noche también me la chupó con nata y untada de helado de caramelo. No quería dejarse nada por probar. Lo mismo a la hora de correrme. Le daban morbo los videos donde ellas se lo tragaban de un vaso, y quería hacerlo. Así que me dijo que la avisará cuando me fuera a correr, y alcanzó una copa de champang que sujetaba en una mano, mientras me la chupaba y sujetaba con la otra. Cuando me fuí a correr, puso la copa horizontal en la punta de mi pene, y vió cómo se fue llenando disparo a disparo. Al terminar la corrida, le dirigió unos atentos chupetones para que ninguna gota traicionera pudiese dejar rastro de mi semen en su alcoba. Luego miró su copa, y de dos o tres sorbos, se bebió todo mi semen.
Y aún quedaba una última sorpresa. Esta vez fué ella quién se sentó en la cama, y quitándose el sujetador, me invitó a comerle sus pequeños y firmes pechos. Y yo, que no la había tocado en todo este tiempo, no imaginais las ganas que tenía de hacerlo. Empecé besándolo, luego lamiendo, y por último engullendo su pezón completamente erecto en mi boca. Incluso en un momento dado abrí la boca lo sufienciente como para poder succionar todo su seno, como si fuera un flan, y absorverlo metiendolo prácticamente entero en mi boca. Me iba cambiando la boca de pecho a su conveniencia, mientras la oia gemir. Tras unos deliciosos minutos, me hizo parar, se incorporó y se deshizo de su pequeño tanga negro, sólo para volver a tumbarse, abrirme sus piernas que apoyó sobre mis hombros y pedirme que le pasará mi lengua también por ahí, señalando su rasurado y sonrosado sexo. Puse mis manos sujetando sus caderas, y comencé a lamer con firmeza aquel delicioso manjar, aquellos labios húmedos con las ganas de un hambriento. Me encanta notar como se revolvía en la cama de placer con cada lengüetazo, Me encantaba oirla gemir y como me cogía con fuerza mis muñecas son sus manos.
No paré hasta que se corrió en mi boca, dejándola extasiada sobre la cama. La estuve acariciando suavemente hasta que re recuperó un poco. Aquella noche no pasó nada más, tampoco lo deseaba especialmente, pues estaba contento de haberle podido devolver tantos orgasmos y buenos momentos vividos en la calidez de su boca.
Y como toda historia, esta también tiene un final. Aunque nuestro juego duró unos dos meses y medio, con la llegada de los exámenes, dejamos de coincidir con tanta facilidad. Las sesiones de estudio en la biblioteca, los trabajos en grupo en casa de compañeros, nos distanciaron un poco y estuvimos varias semanas casi sin vernos. Al cabo de un par de meses, ambos habiamos comenzado a salir con otras personas, yo con una chica de mi clase y ella con un amigo de su grupo.
La verdad, nunca le ví interés en tener un noviazgo estable, así que no me sorprendió mucho el tema, pero admito que aún hoy recuerdo con cariño aquellas tardes en las que venía a practicar felaciones con su vecino. Fueron tardes memorables.