Mi pequeña colita bien, gracias (Parte número 09).
Novena parte de esta historia, con contenido escatologico, en la que su protagonista, contandonos su vida, pretende animar y homenajear a los muchos varones que, por desgracia, no se encuentran demasiado bien dotados. Confío en que sea del agrado de todos aquellos que los lean.
Después de sus confidencias la indiqué que me agradaría mucho ocuparme de darla satisfacción pero que, por desgracia, me encontraba dotado de una pilila bastante pequeña y que, como ella había disfrutado de unos miembros viriles de mayores dimensiones, consideraba que con mi “colita” no iba a conseguir darla tanto gusto como con un “pistolón” duro, grueso y largo. Aryane me miró, me sonrió mientras se iba acercando, al colocarse ante mí se abrió de piernas y manteniéndose en cuclillas, se acomodó encima de mí. Pensé que iba a cabalgarme pero me dio un buen “morreo” con lengua mientras restregaba su desnudo coño en mi pantalón antes de que me pidiera que la masturbara puesto que tenía ganas de soltar “baba” y la resultaría mucho más agradable que se la hiciera echar yo a tener que darse placer ella misma. La joven, sin esperar mi respuesta, se incorporó, se despejó del picardías y en bolas, se sentó sobre mis piernas en sentido transversal. La mamé las tetas y la hice abrir sus extremidades todo lo que pudo para poder recrearme contemplando el interior de su rosada seta manteniéndola aperturados los labios vaginales con mis dedos. Lo tenía muy húmedo y se encontraba tan caliente que, en cuanto la introduje dos dedos y los comencé a mover hacía dentro y hacia afuera, alcanzó el clímax. Aquel fue su primer orgasmo puesto que, en un cuarto de hora, repitió al menos otras tres veces hasta que, al acercarse a un nuevo instante de máxima excitación sexual, vació su vejiga urinaria al más puro estilo fuente. Semejante espectáculo ocasionó que también sintiera una imperiosa necesidad de mear por lo que, sabiendo que me iba a ser imposible retener la salida de mi orina, la dije que quería que se bebiera mi lluvia dorada para demostrarme lo cerda que era. En cuanto terminó de expulsar su pis y la extraje los dedos, Aryane se levantó y se apresuró a hacer descender mi pantalón y mi calzoncillo mientras se iba arrodillando. Supongo que se llevaría una desilusión al verme la “colita” pero, sin pensárselo, se la metió en la boca junto a mis huevos, me la empapó en su saliva y me fue succionando la abertura con lo que no pude contenerme más y la solté una magnífica micción que ingirió integra entre muestras de satisfacción.
Al terminar de darla mi orina, me la chupó y con verdadero entusiasmo, hasta que consiguió que se me pusiera a “media asta”, momento en el que se incorporó y volviéndose a colocar en cuclillas sobre mí, se la metió de golpe en la almeja y esta vez sí, procedió a cabalgarme mientras la mamaba las tetas y la mantenía bien abierto el orificio anal con mis manos para favorecer que liberara algunas ventosidades. Notaba perfectamente como mi “lámpara mágica” se iba poniendo tiesa en su interior mientras la joven me realizaba una intensa cabalgada y me decía:
- “Te estoy haciendo lo que querías y ahora deseo que me eches tu leche. Dámela toda. No sabes cuanto la necesito” .
Pero, antes de que pudiera culminar en su interior, Aryane volvió a llegar al clímax lo que causó que se la contrajeran los músculos vaginales que, al hacerme una fuerte presión en el miembro viril, lograron que se me mantuviera bien tieso y que tardara más de lo habitual en mojarla. En cuanto sintió caer mi leche en su interior alcanzó otro monumental orgasmo con el que se la convulsionó todo el cuerpo. Aún estaba disfrutado de él cuándo me meé con todas mis ganas dentro de ella con lo que la pirula perdió rápidamente la erección y cuándo se incorporó para extraerla de su cueva vaginal, había quedado convertida en un colgajo.
Sentí vergüenza cuándo Aryane me la vio fofa y lánguida pero la muchacha se volvió a colocar de rodillas entre mis piernas, me la besó repetidamente y manteniéndome el capullo abierto, me pasó varias veces su lengua por la abertura antes de decirme que estaba acostumbrada a sentir en su interior pitos de gran tamaño pero que el mío, a pesar de ser pequeño, la había entusiasmado al darla tanta leche y tanto pis por lo que, como si de un reto se tratara, estaba dispuesta a intentar obtener de mi polla la mayor satisfacción sexual al mismo tiempo que ella me la daba a mí.
Desde ese día la chica, demostrándome que era una auténtica fulana, logró involucrarme en la actividad sexual que más la interesaba puesto que, diciéndome que los varones teníamos que dar mucho placer a las féminas antes de que ellas nos lo dieran a nosotros, me hacia lamerla el ojete, mamarla las tetas y especialmente, masturbarla mientras permanecía sentada sobre mis piernas ó tumbada despatarrada en mi cama lo que me gustaba aprovechar para introducirla mis puños y en múltiples ocasiones al mismo tiempo por su orificio vaginal y anal, hasta que, llegaba varias veces al clímax y tras demostrarme que era una autentica máquina disfrutando de un orgasmo tras otro, se meaba, se cagaba y acababa reventada.
Una vez que se recuperaba me solía sobar los atributos sexuales y tomándoselo con calma, me meneaba la “colita” que tardaba bastante en ponerse tiesa a pesar de que Aryane me excitaba con sus movimientos de tornillo y con sus “chupaditas”. En cuanto lucia erecta, me veía eyacular y expulsar la orina. La joven siempre me decía que el sexo había que disfrutarlo sin prisas y que era una autentica delicia “darle a la zambomba” lentamente con el aliciente de saber que iba a culminar echando un montón de chorros de leche y una abundante micción. Como a Vega, la gustaba que, durante la madrugada de los fines de semana veraniegos, recorriéramos juntos los parques para poder ver en acción a parejas jóvenes antes de que, al aire libre y generalmente ante uno de los malecones del río, me la meneara despacio lo que no solía ser obstáculo para que no tardara en sacarme una soberbia lechada y su consiguiente meada posterior.
Durante varias semanas Aryane se limitó a pajearme y a pesar de que lo deseaba cada día más, no me volvió a cabalgar al igual que, a pesar de que la agradaba que la echara mi pis en la boca tras mi explosión, no estaba dispuesta a efectuarme una felación en condiciones. Me indicó que si no me cabalgaba era porque temía que con la cantidad de leche que la echaba al eyacular la dejara preñada y que si no me chupaba el rabo era porque la podía llegar a trasmitir alguna enfermedad a través de la boca. Decidimos probar usando condones cada vez que se lo “clavaba” y que ella me colocaba en cuanto se me ponía tieso, pero, aunque Aryane los compraba “estimulantes”, ni ella ni yo llegábamos a disfrutar tanto como el primer día en que la eché libremente mi leche e incluso, en algunas ocasiones, mi descarga se producía cuándo ella estaba en pleno orgasmo y como no estaba demasiado segura de que lo hubiera hecho, me tenía que preguntar si ya se la había dado. Además, como me meaba enseguida y tras hacerlo perdía la erección, al extraérselo del chocho la goma se quedaba en su interior, me costaba localizarla y cuándo se la sacaba, no podía evitar que parte de mi “salsa” la cayera dentro por lo que prescindió de los condones desde que sus compañeras de piso la explicaron que, si no tardaba en echarla mi orina dentro del coño tras mi explosión, las posibilidades de dejarla preñada eran bastante más remotas que si seguía usando preservativos que se la quedaban dentro y terminaban por depositar parte de la lefa en el interior de su seta con lo que, en cualquier momento, podía fecundarla.
A partir de entonces permitió que me ocupara de depilarla la raja vaginal para que, junto a su ropa interior, pudiera exhibir su vello púbico aunque logró convencerme de que era mucho mejor que las hembras dispusieran de un buen “felpudo” en el que los varones nos pudiéramos limpiar la punta de la salchicha cuándo se la sacábamos después de copular dentro de su almeja.
Asimismo, pude empezar a sacarla fotografías en posiciones muy sugerentes y solíamos ampliar las mejores para exhibirlas junto a mi cada vez más completa colección de “felpudos” pélvicos y de prendas íntimas femeninas. Incluso, decidimos convertir en mural, que colocamos en una pared del cuarto de baño, una imagen en la que Aryane, colocada a cuatro patas y con todos sus encantos al aire, lucia un jugoso potorro y mantenía su ojete bien abierto con sus manos.
C o n t i n u a r á