Mi pequeña

Mi mundo eres tú

Eres mi niña, siempre lo has sido. Desde que naciste juré cuidarte y protegerte; me sentía un príncipe y tú, eras mi más preciado tesoro. Tus ojos, como dos grandes soles me miraban fijamente mientras te contaba cuentos de final feliz, de camino de rosas, de bellas historias

A medida que ibas creciendo, te ibas convirtiendo en una linda muñeca, con tus negros cabellos y la misma mirada inocente. Me abrazabas si sentías miedo; me buscabas si querías jugar; me mirabas aguardando una palabra dulce y cariñosa…y yo…te esperaba en silencio.

Cuántas noches lloré y maldije nuestra sangre, la que nos unía irremediablemente, la que nos condenaba a estar juntos…pero no de la forma en la que yo te necesitaba

El camino de niña a mujer no tardaste en recorrer mientras yo te observaba…desde mi escondite interior…esperando un descuido, un instante…el momento justo.

Y ese momento llegó

Estabas preciosa al cumplir los 18, hermosa como una princesa de los cuentos que te leía antes de dormir. Preciosa como siempre. Mujer, como nunca antes. Yo contaba con una docena de años más, sin novias conocidas, sin vida, sin gloria…toda mi vida la dediqué a ti, a cuidarte, a adorarte, a forjarte y hacerte mía. Estaba loco…por ti. Fue mirarte y enamorarme, fue mirarte y saber que tenía que luchar por hacerte mía. Mía para siempre.

Nadie dijo que fuera fácil

Cuántas veces lloré en mi habitación…cuántas escribí tu nombre en un papel y luego romperlo para que nadie supiera de mi dolor…cuántas veces pregunté a dios el por qué de esto… por qué a mí, por qué yo. Nunca hubo respuesta, ni un atisbo de ánimos para seguir adelante. Pero mi amor me ayudaba, mi amor y mis ganas por poseerte. Poseer lo que me pertenecía desde que naciste.

¿Cuándo me miraste como a un hombre? No lo sé. Tanta atención sobre ti y no me fijé en ese detalle. Si me hubiera dado cuenta antes me habría ahorrado tanto sufrimiento…Cuando con lágrimas en tus ojos, brotando como un manantial, me miraban buscando consuelo. Buscando una forma de aliviar el gran dolor que sentías. El que yo sentía también. El que sentía desde hacía muchos años. Ahora lo sientes tú. Ese que punza el alma y deja el corazón al descubierto. El que hace que brillen los ojos y tiemblen las manos. Ese que es capaz de mover al mundo, el que es capaz de hacer que cometas la mayor locura del mundo. Nuestra locura. Bendita locura.


Hoy, al verte con nuestra hija en brazos pienso que soy el hombre más afortunado del mundo. Aun con tu rostro cansado, tu pálida piel, tus ojos negros, hundidos, por ese gran esfuerzo que supone traer una criatura al mundo, te veo más hermosa que nunca. Porque eres mía y el bebé que tienes contigo es nuestro, de los dos, de ambos. Sólo nosotros sabemos cuánto nos costó llegar aquí. Cuántos caminos nos ha costado recorrer. Cuántas espinas tenemos en el corazón. Pero todo mereció la pena.

Porque tú eres mi vida. Mi mundo eres tú. Te quiero pequeña.

Para siempre, tu hermano.