Mi pendejo

Un carilindo y un maduro... De cómo hace gozar un joven a un maduro y como gozan a la vez...

Querida Lincey: así como te homenajeé con un relato, hoy (con mucha fantasía) relaté el encuentro con "el pendejo". Espero te agrade, pero sobre todo, te caliente y predisponga para cuando sea tu turno... Lo de hoy, aún con menos capacidad amatoria que en el anterior encuentro, te aseguro que estuviste GENIAL... cada vez me demostrás que sabés lo que querés y CÓMO HACERLO... A LO POTRANQUITA Te mando un beso y hasta muy pronto. Luis


MI PENDEJO por Chichonero "El mail nos trae sorpresas, sorpresas nos da la vida"... parafraseando la canción. De los tantos mensajes que suelo dejar en sitios gay en busca de un segundo pasivo o bisex, ciertamente llego a no recordar muchos de dichos avisos. Así ocurrió que imprevistamente en mi correo apareció un mail de alguien que decía estar de acuerdo con un pedido mío que leyó "por casualidad" en una lista argentina. Le pedí me ampliara sobre el particular y fue así que días después no estábamos carteando con JUAN (nombre ficticio). Se describió como "joven, de 1,90 de estatura, casi 70 kilos de peso, ser estudiante universitario, bisex.." entre otros detalles y que siendo bisex le agradaría conocerme para ver si "había onda". ¡ Y vaya si la hubo! El día de la cita llegó y así nos conocimos. Era un pendejo hermoso, atlético, de buena contextura y más alto que yo. Charlamos de temas diversos hasta que llegó el momento esperado: Nos paramos uno frente al otro y nos abrazamos, dándonos caricias y ligeros besos. Nuestras manos no esperaron mucho y hábilmente fueron desabrochando cintos, bajando pantalones y prestamente fueron en busca de los "tesoros ocultos". Interiormente sentí como un golpe eléctrico al palpar "lo suyo". Ciertamente no hacía juego con sus bolas que son chiquitas. De entre una mata renegrida de pelos juveniles, surgió algo verdaderamente sorprendente. Mi mano derecha atrapó "eso" y tras unas breves meneadas, bajé su slip hasta los pies, para lo cual debí ponerme casi en cluclillas. Al enderezarme pude apreciar esa soberbia "herramienta" de no menos 5 centímetros de diámetro por casi 15 de largo. Durísima ya, doblada hacia atrás y lista para el combate. Le dije: "Nene, ¿quién te aguanta esto?". "Muchos", fue su respuesta con una sonrisa cómplice. Me arrodillé, acerqué mi boca anhelante y con la punta de la lengua fui rodeando ese glande puntiagudo mientras lo ensalivaba para facilitar mi inminente trabajo oral. No fue sencillo dado las dimensiones citadas, pero a como mejor pude me la fui engullendo. Pimero hasta la mitad del tronco que es donde más gruesa la tiene y aguantando las arcadas logré hacerle -aunque brevemente- un "deep trop" (garganta profunda), lo que lo hizo gemir del gozo mientras le oía entre suspiros decir: "Bien... qué bien lo hacés... hermoso". Al menos durante tres o cuatro minutos me dediqué a chupársela como mejor sé hacerlo, acariciando sus gruesas nalgas, sobándole las bolas y explorando suavemente su ojete. Percibía como se agitaba con la chupada y las caricias de mi dedo en su culo y más fuerte lo mamaba. "Ohhhh... genial... seguí...", eran sus exclamaciones a la par que contoneaba sus caderas hacia adelante y hacia atrás como cogiéndome por la boca. Al ser su turno, no despreció mi garcha que al lado de su portento era un maní (cacahuete). Con una sapiencia notoria a pesar de su juventud (23 años), me demostró tener bastante experiencia en lo que hacía. Cuando lo consideró oportuno dedicó su lengua a mis testículos que son grandes y peludos. Los introdujo en la boca y los lamió amorosamente para ir luego a la entrepierna y lamer apasionadamente la unión de pierna e ingle, para regresa a mi pija que clamaba atención. Chupó con fuerza el glande hasta dejarlo durísimo y fue targándola casi hasta el fondo y repetir esta operación varias veces. Se incorporó cuan alto es y tomándome de las axilas me llevó hasta su pecho estrechándome entre sus brazos. Las lenguas se estrecharon en un beso, y sus manos exploraron mi espalda y se apoderaron de mis nalgas, en tanto que su dedo índice buscó y encontró mi orto al que penetró lascivamente. Respondía yo acariciándolo y besándolo en el cuello. Lo invité a que se sentara. Lo hizo, abrió sus piernas de par en par y como si su pijón fuera un dios pagano, me arrodillé ante ella y sin decir palabra me dediqué a felarlo a mi entera disposición. Esta vez, el pendejo se revolvía en el asiento presa de un gozo infernal. Sólo se escuchaban mis chupetazos cuando el pijón escapaba de mi boca y sus suspiros y quejidos. Mi dedo no dejaba en paz su culo y se fue acomodando para facilitarme esas caricias. Cuando se la tragaba entera sus ayes de gozo eran mayores y al notar cuanto gusto le provocaba, más intensamente lo chupaba. Esta mamada debe haber durado unos cinco minutos ininterrumpidos. Mis carrillos estaba como anestesiados de placer al comerme semejante aparato. Luego, tornó a retribuirme la felación, estando yo inclinado podía atrapar su vergón y lo masturbaba lentamente apretándole el tronco medio. El tiempo había corrido sin darnos cuenta. Su pijón estaba al máximo de la erección y me dispuse a disfrutarla de otra manera. Lo senté en un sillón, previo haberlo desnudado por casi completo -solo le quedaron sus medias-, hice lo propio y dándole la espalda me senté sobre sus piernas y pasándola entre mis testículos, apreté mis piernas y lo masturbé así sintiendo una tremenda y deliciosa sensación. La tibieza y dureza de esa pija me enervaba y ya la quería adentro. Me levanté, tomé un profiláctico y no sin trabajo enfundé su trozo. Lubriqué convenientemente mi ano y me entregué a él en cuerpo y alma. Quizo hacerlo previamente de parados. Me inclinó en ángulo de 90º y mientras me abría el culo con mis manos, él me apoyó. ¡No había regreso ahora! A pesar de estar completamente abierto, solo logró entrarme el glande. ¡Qué bestialidad! Lo sentí hasta mi última fibra, pero no iba a suspender esa maravilla en este preciso momento. Me acomodé mejor y él empujó lenta pero de manera firme y me clavó su poderosa estaca de carne hasta la mitad. ¡Creí que me iba a rajar el culo! Me tomó firmemente de la cintura y me atrajo hacia él. El ardor era casi insoportable. Pasé mi mano derecha entre mis piernas y al tacto comprobé que me la había enterrado hasta la mitad. Cada empellón suyo me hacía sofocar. Me culeó lentamente durante un largo rato hasta que me hizo apoyar inclinado sobre el sillón. El intenso ardor por momentos era dolor, pero esa pijota estaba bien clavada y por nada del mundo deseaba que desalojara el sitio que estaba ocupando. En un mal movimiento se escapó de la prisión. Prestamente la tomé del medio y lo encaminé nuevamente. No lográbamos hacerla entrar. Encremé nuevamente mi culo y, ¡oh sorpresa!... Con mis dedos aprecié un considerable hueco abierto de par en par. Era la tarea de esa preciosura hecha pija. No bien lubriqué mi entrada, reanudó la tarea interrumpida y nuevamente y de una manera casi salvaje me la clavó de una sola vez hasta la mitad. Más no entraría en este primer encuentro. Prendido a mis caderas me culeó como si viniera el fin del mundo y esa fuera su última tarea. Entrecortadamente me anunció que le venía y dándome dos soberanos pijazos que me hicieron retorcer y quejar, eyaculó como un joven semental. Se quedó adentro unos instantes -que quisiera haber podido eternizar- y se salió suavemente. Me di vuelta y ví que había llenado totalmente el "depósito" del condón. Me incliné levemente, se lo quité, y sin decirle nada me dediqué a "limpiar" todo resto de semen dejándola limpia y brillante con mi saliva. El pendejito había quedado hecho un harapo con tanto esfuerzo y emociones y por mi parte, me sentía taladrado todavía. Toqué mi culo y lo encontré dilatado hasta el máximo. Me ardía, pero acababa de demostrarme que aún siendo bisex y algo estrecho, era capaz de "comerme" una pinchila de ese tamaño y grosor, pues es, -como se dice en el ambiente gay- " de las que duelen". Ha habido otros encuentros con "mi pendejo". Con mucha paciencia ha logrado lo que -por mis dimensiones anales- parecía dificultoso: hacérmela entrar casi toda. Literalmente ha roto mi culo y somos felices que haya pasado. Él por su lado, recibe mi ración de pija y nos sentimos muy satisfechos de esta relación entre un juvenil y un maduro. Él dice: "No me banco a los pendejos como yo. Deseo coger sólo con tipos maduros". Yo, mi boca y culo, ¡muy agradecidos!