Mi película preferida
Todas las mujeres sentimos alguna vez en el cine otra pierna que nos tocaba timidamente. La mayoría retira la pierna, yo tuve curiosidad por saber hasta dónde podía continuar eso.
Mi película favorita:
Esta historia me sucedió en París, cuando habíamos ido de vacaciones por dos semanas con mi marido. Un día estabamos caminando sin ningún plan preciso cuando pasamos frente a un cine y vimos que daban una vieja película que hacía tiempo que él quería ver y que en España se nos había escapado por falta de tiempo; entonces decidimos entrar al cine.
Era una especie de cine club con una sala pequeña y butacas angostas. Yo me senté entre mi marido y otro hombre que no le había prestado atención. Era una de las primeras películas de Almodovar que estaba en versión original y no tendríamos problemas con el idioma. Mi marido hizo lo que hace siempre, se sentó con un enorme receptáculo de pororó entre sus piernas y desde allí yo también le iba robando. Pero cuando empezó el filme sentí una pierna que se apoyaba discretamente junto a la mía. El tipo que estaba a mi lado me estaba tocando con su pierna Yo estaba por correr la mía, pero me entró curiosidad si era por simple descuido o que lo había hecho a propósito y abrí un poco más mis piernas para facilitarle el trabajo. El tipo no se hizo esperar, un minuto después ponía su mano sobre mi muslo y comenzó a tocarme, yo no le decía nada, lo dejaba hacer y de pronto subió su mano hasta la altura de mi vagina y comenzó a frotarme sobre el pantalón, eso me excitó y puse mi mano sobre la de él, pero sin impedirle que continuara a frotar mi vagina. Yo estaba ya caliente y sentía que de entre mis piernas el flujo me emanaba en cantidad, me estaba mojando toda. Tal vez era esa situación que me excitaba más, porque tenía tomado del brazo a mi marido que no se había dado cuenta. El tipo seguía masturbándome por encima del pantalón y no aguanté más y le murmuré a mi marido en el oído que iba al baño que no se preocupara.
Estabamos al medio de la fila y salí por el lado de mi marido que continuaba enfrascado en su película. El tipo me siguió, saliendo por el lado opuesto, y entramos en el baño de los hombres, directamente en la última cabina que vimos la puerta que estaba abierta.
Me senté en el inodoro y él se paró frente mío cerrando la puerta detrás suyo y, sin decir nada, sacó su sexo de la bragueta del pantalón. Era una verga gruesa, arrugada y marrón oscura como el cogote de una tortuga. Entonces lo tomé con una mano y con la otra le acaricié los testículos que parecían dos bolsas enormes de agua. Era un hombre cincuentón y lo masturbe primero con mis manos y luego me puse a chuparle su pija porque eso me encantó siempre. Yo metía toda mi boca para sentirla en el fondo de mi garganta y le chupaba desde atrás hacia adelante, pegándole pequeños golpes de absorción mientras cerraba bien mis labios contra su sexo, haciendo presión al fondo. Yo sabía que de esa manera su sangre circularía menos y su verga se hincharía más. Pero, él tenía otra técnica desconocida por mí, cuando lo estaba chupando, con su mano me cerró la nariz obligándome a respirar por mi boca llena con su pedazo de carne. Eso me hacía respirar con dificultad y me producía arcadas; sin embargo me excitaba enormemente y él gemía fuertemente de placer.
El tipo estaba muy excitado y a los cinco minutos nomás sentí su leche caliente golpear en mis laringes. El tipo acabó sobre mi lengua y hasta se ayudó con mano para largar las últimas gotas adentro de mi boca y sin decir nada se fue, dejándome sola e insatisfecha sentada sobre la tapa del inodoro. Pensé que si lo encontraba de nuevo adentro de la sala le pegaría un codazo por egoísta.
Cuando salí, para escupir y lavarme la boca en el lavabo, había otro tipo que me miraba sonriente. Sin lugar a dudas él había escuchado todo y también se había calentado bastante porque todavía tenía la bragueta abierta como si se hubiera estado masturbado. Le sonreí y levanté mis hombros como diciendo "son cosas que pasan" y me agache para lavarme la boca. Como no tenía ni cepillo ni dentífrico, de todas maneras mi cartera se la había dejado a mi marido, yo bajé mi cabeza sobre la pileta y comencé a frotarme los dientes con un dedo. Estaba en eso, cuando repentinamente sentí una mano que se posaba en mi cola, bien justo sobre la línea de mi culo. El tipo que estaba al lado había puesto su mano sobre mi cola y me acariciaba descaradamente sobre el pantalón. En realidad su osadía me gustó y sonreí pensando que los franceses tenían una manera muy particular de mostrar sus intensiones, iban directo al grano. Yo lo miré por el espejo y el tipo me tocaba con una mano y con la otra se acariciaba su sexo. Entonces entramos de nuevo en la misma cabina que había estado momentos antes con el otro.
Pero esta vez no estaba dispuesta a que me dejaran insatisfecha y lo primero que hice fue quitarme el pantalón y la bombacha y me apoyé con las manos sobre el inodoro dejándole a la vista mi cola para mostrarle bien cuales eran mis deseos. El no se sacó el pantalón, solo se lo bajó hasta las rodillas y, desde atrás, me penetró por la vagina con fuerza después de haberse metido un preservativo.
Yo sentía mi sangre hervir por todo el cuerpo y el placer de esa aventura inesperada había ganado hasta mi cerebro insaciable de sexo. Yo quería ser poseída y ese tipo me poseía con fuerza y sin amor. Mi sangre bullía y en el vientre sentía cosquillas voluptuosas, me sentía una perra en celos, caliente hasta mis últimas hormonas afiebradas. Lo único que deseaba en ese instante era sentirlo adentro mío, sentir como su enorme verga me perforaba. El tipo empujaba con tanta fuerza que su sexo terminó escapándose de mi vagina, y hasta el preservativo se le había salido.
Cuando él se ponía otro, yo aproveché y acomodé mi cabeza contra el deposito de agua junto al inodoro y sosteniéndome de esa forma, con mis dos manos abrí mis nalgas mostrándole abierto el hueco de mi ano para que se diera cuenta de mi deseo de ser penetrada también por la culo. El se dio cuenta y apoyo su pija en mi cola y me la metió en seco, de un solo golpe como si fuera un clavo contra una madera. Yo sentí una puntada que atravesó todo mi vientre y mi cabeza golpeó contra el deposito de agua y la pared, pero la sensación que sentía de estar haciéndome culear por un bruto desconocido y tacto alguno era mayor que el dolor que podía producirme su falo rompiéndome el culo en mil pedazos o mi golpe en la cabeza.
En esa posición incomoda, por falta de espacio, el desgraciado me penetraba salvajemente con estocadas largas y profundas que yo iba sintiendo hasta en el duodeno.
Yo sentía adentro de mi recto un sexo enorme que me estaba limando extrayéndome de gozos exquisitos en cada golpe que daba, además el tipo me tiraba con una mano de los cabellos como si estuviera domando una yegua y con la otra me estrujaba las tetas sobre mis remera. Al mismo tiempo, yo misma me frotaba con una mano el clítoris hasta irritarlo y con la otra me pellizcaba el pezón de mi seno mas sensible. El tipo me penetraba con violencia golpeando sus huevos contra mis nalgas y mi excitación había llegado a un estado apocalíptico, mis gemidos de placer se escuchaban en todo el baño. Entonces le gritaba en español sin saber si él podía comprenderlo: ¡hijo de puta, muéstrame que eres bien macho! Y él me continuaba a violentar sin tener piedad de mi culo.
Cuando él tipo eyaculó adentro de mi recto, yo ya había tenido dos orgasmos. Todo mi cuello me dolía por los golpes que había recibido cada vez que me perforaba con su sexo golpeando sus huevos contra mi cola, hasta mi cabeza me dolía de como había tirado mis cabellos; pero me dejó feliz y contenta, yo venía de ser culeada y bien culeada. Entonces, en premio de eso, yo me senté sobre el inodoro, le saqué el preservativo que lo arrojé a un costado y le limpie su pija con mi boca. Empujé su prepucio bien hacía atrás y le chupé la cabeza de su verga hasta que quedó bien limpia de su leche con gusto a látex.
Había sido un buen polvo y los dos estabamos satisfechos y, en el momento de salir del baño, él me dio un papelito con su numero de teléfono para que lo llamara si de nuevo necesitaba su servicio y se fue hacia la calle, seguramente para contarle a sus amigos lo que venia de vivir. Antes de entrar a la sala, yo volví a acomodarme las ropas y arrojé el papelito al piso porque no me interesaba contactarlo más. Entonces me fui a sentar de nuevo junto a mi marido porque la película ya estaba por terminar.
Any ( anylorac30@hotmail.com )