Mi pareja Rudy,de la castidad a los cuernos Parte2

Aquí explico el proceso psicológico al que sometí a mi esposo Rudy transformándolo de un fracasado sexual a un cornudo servil.

Cuando volví donde estaba Armando -así se llamaba- fui decidida a explicarle la situación, quería asegurarme cumplir todas las fantasías que se me iban ocurriendo. La pregunta que me hizo me dio el pie.

  • Me pareció haberte visto acompañada, ¿quién ese ese hombre que está sentado?

  • De eso quería hablarte -y me sonreí pícaramente-. Es mi marido, que es un sol, el mejor, pero tiene el pene chiquito y blandito. –me quedé mirando divertida a Armando para ver cómo reaccionaba.

Quedó sorprendido e hizo una pausa, pensando, y empezando a entender preguntó:

  • y ¿para qué viniste con él?

Me volví a sonreír ampliamente

  • Porque lo estoy castigando; me hizo enojar.

  • ¿Castigado? –preguntó lascivamente-  A ver… Contame…

Le expliqué que el rendimiento de Rudy no me satisfacía, que lo había descubierto masturbándose y eso era una de las consecuencias por la cual yo creía que él era insuficiente cuando estaba conmigo, le conté entonces del carcelero, de cómo me calentaba dominar a Rudy, de la posición de sumisión que él lentamente había adoptado, que lo había penetrado y eso me había excitado muchísimo. Pero todo eso no alcanzaba y yo me estaba hartando y que lo que quería, en definitiva, era la pija dura y potente que me merecía -cabe aclarar que no lo dije así exactamente-.

  • Todo esto nos hizo llegar acá, para encontrar a alguien que resarza los fracasos de mi marido.

Armando me miraba como hechizado, se notaba que se había agitado sexualmente.

  • ¿Y qué es exactamente lo que tienes en mente?

  • Tener una sesión de sexo en la que un hombre de verdad me coja como es debido, me haga sentir mujer, me tome con fuerza y con decisión masculina y me penetre con un miembro real y firme hasta dejarme exhausta de placer.

La cara de Armando oscilaba entre asombro y lascivia. Personalmente me complacía mucho confesarme con tal desparpajo. Observando que ya se estaba saboreando aclaré:

  • El rol de mi marido será observar atentamente y sin pronunciar palabra cómo se debe complacer a una mujer en la cama. Todo esto, claro, si vos te creés capaz de tal faena…

Armando se mordía los labios y antes que hiciera más preguntas lo apuré.

  • Entonces… ¿te creés capaz? ¿te interesa mi propuesta?

  • ¡Si, claro que soy capaz!  me encantaría! -le brillaron los ojos.

Una vez presentados Rudy y Armando, nos pusimos a charlar de cosas sin importancia, no fluía mucho al principio, pero de a poco se fue dando. Para que Rudy se distendiera, le presté más atención, lo acaricié, le daba unos besos en el cuello o cerca de la boca, luego me acercaba a Armando para contestarle de cerquita, le tocaba una pierna. Yo estaba muy excitada, pensaba que tenía ganas de hacer tantas cosas. Pero aún no estaba bien allanado el camino, Rudy se evidenciaba desorientado, definitivamente le estaba costando procesar la realidad y eso resultaba un fastidio.

Encaré a Rudy y le dije en voz alta mientras tomaba la mano de Armando:

  • Has de saber que le conté a Armando de tu incapacidad para satisfacerme y de todas las estrategias que utilizamos para llegar a la conclusión de que lo que yo necesitaba era un hombre real.

Rudy agachó la cabeza y no contestó nada. Le acaricié la cabeza y le pregunté al oído si estaba preparado para afrontar lo inevitable y me contestó que si resignado.

Quería besar Armando para que Rudy entendiera adonde me encaminaba pese a la notoria incomodidad que evidenciaba. Quería preparar todo para irnos al lugar donde finalmente fuera penetrada por una pija real y decente. Sumado a esto, me ponía a cien la idea de obligar a Rudy, preso y dominado por completo, a ser testigo de cómo su pareja era penetrada y satisfecha por otro hombre.

Entonces me animé, le comí la boca a Armando mientras le apretaba la mano a Rudy, quien me apretó más fuerte. Cuando lo miré estaba listo. Propuse irnos a un lugar más privado y todos nos levantamos al mismo tiempo y nos fuimos.

Paramos un taxi y mandé a Rudy adelante, mientras Armando y yo nos acomodamos en el asiento trasero. Durante el viaje nos dimos unos cuantos besos cómplices. Obviamente el sonido tierno y húmedo de nuestros besos podía ser escuchado tanto por Rudy como por el taxista, y cuando llegamos, le dije:

  • Mi marido paga.

Rudy se volvió desconcertado y luego a agachó la cabeza y pagó. El taxista lo miró con sorna y yo también. A cada paso descubría cuánto me calentaba humillar a mi marido. Debo confesar que estaba eufórica.

Llegamos al lugar que yo había averiguado. La habitación era amplia, tenía un par de sillas, una mesa muy pequeña apoyada sobre una pared, con grandes espejos. Las luces eran tenues con tono rojo. Yo en mi cartera había llevado algunos útiles que se me habían ocurrido, iban a ser un estupendo complemento.

Lo primero que hice fue dirigirme a Rudy:

  • Te vas a desvestir, mientras yo desvisto a Armando, te vas a poner este collar con correa que traje como un lindo perrito y te vas a arrodillar sentándote sobre tus talones y te vas a quedar quietito a esperar órdenes.

Empecé a desvestir a Armando, mientras nos besábamos impetuosamente, en intervalos le lamía su torso musculoso. Como aún estaba vestida, tomé la correa y tirando le ordené a Rudy que se levantara y me desvistiera mientras yo seguía franeleando y besando a Armando, buscando su miembro, porque ese chico prometía estar dotado. Y me encontré con toda la dureza que estaba buscando ¡y era muy grande! Sentía la respiración fuerte de Rudy; él también me quiso tocar; le pegué, le dije que no. Esto lo encendió más, me di cuenta por el gesto de su cara. Terminó de desvestirme.

Tomé el pene de Armando, todo erecto, estaba firme como un palo grueso y no pude dejar de decir:

  • Ves Rudy esto es una pija de verdad no como la tuya que es minúscula al lado de esto.

  • El carcelero me la hace parecer chica –protestó Rudy

Me puse en cuatro patas frente al miembro de Armando tomándolo con todas mis ganas, lo apreté, lo recorrí con la mano, me lo apoyé en la boca, se lo empecé a lamer despacio, más rápido, me lo metía hasta la mitad de la boca, era grande y no lo podía comer entero, me atragantaba. Luego puse mi cola a la altura de la cara de Rudy que seguía arrodillado y le ordené que chupara mi concha. Mientras yo me comía el enorme pedazo de Armando, dirigía a Rudy con la correa. Armando me respondía fogoso, se apoyaba en mis hombros y me empujaba hacia él. Con mi mano izquierda manejaba a Rudy; lo traía hacia mí tirando de la correa para que me chupara con más fuerza, si lo soltaba me lamía con la punta de la lengua. Así acabé la primera vez, fascinada.

Armando ya estaba más que listo con su pija fuerte y enorme completamente lubricada. Yo estaba lista para recibir toda su firmeza. Me volví hacia a Rudy que había estado tan aplicado con su lengua y le di unas palmaditas en la cabeza aprobando su performance. Hay que imaginar toda su frustración sexual, su deseo, tantos días sin un orgasmo, con su pene aprisionado por el carcelero, concentrando toda su energía en su lengua y sus labios para entender que realmente hizo un buen trabajo. No obstante, le dije:

  • Ahora te toca observar cómo Armando penetra bien fuerte mi conchita, pero para eso te voy a atar.

Rudy gimió, estaba nervioso y se negaba.

  • Sin chistar, no te opongas porque es peor para vos. Decime si lo que acaba de pasar no te encantó.

  • Si -dijo encendido, mirándome con los ojos tiernos pero confundidos-.

  • Entonces déjate de cosas y déjame disfrutar, que para eso vinimos.

Lo senté en la silla, lo até a ella, luego le até las manos y los pies.

Volví con Armando y me empezó a acariciar los pechos, a chuparlos con fuerza, me tomó de la cintura me dio vuelta y me empezó a fregar toda su pija bien dura por mi concha, yo lo único que quería era sentirla bien adentro, se lo pedí y me metió toda la carne, se movía, entraba y salía, me dolía un poco, pero era ese dolor que se siente porque hay un límite real a ese empuje, a ese intento de atravesamiento que no pasa porque no hay salida. Empezó a moverse más rápido y repentinamente ambos estallamos juntos en un orgasmo estrepitoso. ¡Fue el éxtasis!

Armando y yo nos tomamos un tiempo para recuperarnos mientras Rudy continuaba atado a la silla, humillado, con el carcelero anulando su masculinidad, y moviendo su pelvis rítmicamente como cogiendo una mujer imaginaria. En un principio creí que era algún tipo de movimiento reflejo causado por el deseo, pero inmediatamente me di cuenta que el pillo estaba sacando provecho del plug anal que llevaba colocado. Se lo señalé en voz alta. Su cara de susto y desconcierto fue un poema. Ni lerda ni perezosa saqué de entre las cosas que había llevado, el arnés con el consolador que usaba para cogerlo.

Mientras me lo colocaba a Armando le vino otra erección, esa vista me bastó para idear lo que sucedería a continuación.

Me aproximé lentamente a Rudy, y mientras lo desataba, lo trataba cariñosamente, acariciándolo, como hacemos con los perros cuando queremos decirles que son buenos y lindos y le comenté como íbamos a seguir.

  • No te alcanzó con esto – me increpó con cara de súplica.

  • ¡Chist! ¡Así no! – le dije con tono imperativo-.  No, no me alcanzó. Vos sabés cómo me pone penetrarte, y quiero regalarle este espectáculo a Armando luego de haber sido tan atento conmigo.

  • Bueno –dijo Rudy totalmente sometido y se quedó mirando para abajo. -

Envaseliné el consolador, ubiqué a Rudy frente al espejo, le saqué el plug y empecé a penetrarlo despacio mientras Armando se sobaba su enorme pija que ya estaba pronta para otra penetración. Le dirigí una mirada seductora mientras le anuncié:

  • Armando, mi cola te espera.

No debí esperar ni un instante para sentir su húmeda, caliente y enorme pija abriéndose camino lentamente. Me tomaba por atrás los senos y me los amasaba, mientras me penetraba con firmeza.

Sentí con solidez la potencia de Armando, y no pude evitar susurrarle a Rudy:

  • Lo que estas sintiendo en tu culo, es lo que Armando me está haciendo sentir a mí, con la diferencia que la suya es una pija real, caliente carnosa y dura.

Rudy se enojó, pero su reacción fue empujar su culito hacia mí y al final obtuvo resultados contrarios; lo vi gozar. Se lamentaba, pero miraba el espejo y sus gestos se debatían entre la resignación y el placer.

Armando me embistió una y otra vez largo rato hasta que acabamos juntos nuevamente. (Si, las mujeres somos capaces de acabar cuando cogemos a un hombre con un arnés).

Fue una noche terrible, fuerte y maravillosa. Hubo fuego y explosiones. Todos la pasamos espectacular. Pero aún no había terminado.

Nos fuimos del lugar, nos despedimos de Armando y volvimos a casa. No hablamos palabra en el viaje de regreso. Llegamos y fuimos para el cuarto. Miré a Rudy y lo empecé a desvestir. Le saqué el carcelero y le dije:

  • Bueno, ahora vamos a masturbarte pensando en todo lo que hicimos esta noche y vas a poder tener alivio y calma por un rato.

Comencé a pasarle los dedos por toda su piel, apenas rozándolo y él se estremecía, temblaba y eso me agradaba, le ordené que se acariciara el sexo sin apretar, solo caricias. Mientras lo rodeaba acariciándolo, yo le susurraba al oído:

  • ¡Qué grande que la tenía Armando! ¡esa sí era una pija apropiada para mí!

Rudy empezaba a querer agarrar su miembro, pero yo no le dejaba.

  • Era maciza, confieso que me dolió cuando me penetraba, pero fue un dolor más que agradable.

Le dirigí la mano a Rudy y le insinué que se apretara, lo ayudé a fregarse y luego lo dejé que continuara solo, mientras le seguía hablando de lo bueno que estaba Armando y de cómo me hizo gozar en todas las posiciones y como lo supe aprovechar…Rudy acabó con furia.

  • Tengo la impresión de que esto va a volver a pasar, más bien: seguro va a volver a pasar porque vos sos mío, ¿verdad?

  • Sí, mi amor soy tuyo, -contestó Rudy prendado.

Fin