Mi pareja Rudy, de la castidad a los cuernos

Aquí explico el proceso psicológico al que sometí a mi esposo Rudy transformándolo de un fracasado sexual a un cornudo servil.

I

Me presento, mi nombre es Glenda. Soy una mujer madura que está en pareja con Rudy. Me gusta el sexo largo, terminar varias veces, de diferentes formas y que sea duro, del que terminas gritando sin querer porque duele un poco, el que te hace temblar de placer.

Rudy es un buen hombre, divertido y calentón, pero no dura mucho, acaba enseguida y nunca llega a ponerse bien firme, siempre queda a media asta y bueno, no hablemos del tamaño, no es gran cosa. Yo le gusto mucho, siempre lo dice y remarca lo buena que estoy, pero con esto no alcanza. Muchas veces para yo poder acabar me conformaba con que me chupara la “pepita”, como a él le gusta llamarla de un modo algo infantil. Con el transcurso del tiempo me fui dando cuenta que algo nunca anduvo bien; él se esforzaba, pero no me dejaba satisfecha.

Un día llegué a casa antes de la hora habitual y descubrí que Rudy se masturbaba viendo videos por el celular; eso me hizo pensar que tal vez esta era la razón por la cual cuando estaba conmigo no rendía el 100 %. Eso me enojó, sentí que quería castigarlo, pero no sabía bien como. Empecé a investigar y de esa manera encontré al “carcelero”, un dispositivo de castidad masculina que enjaula al pene y lo abre una llave que queda en mi poder. Pensar en Rudy usándolo me excitó muchísimo, mi imaginación empezó a volar. Sería su dueña y él estaría a mi servicio. Lo compré por una página de internet, se lo regalé contándole como se usaba y además le dije que a partir de ahora cuando yo quisiera se lo iba a poner. Le dejaba colocado a Rudy el dispositivo temprano y me iba a trabajar y así impedía la masturbación mientras yo no estuviera con él. Después me endulcé y no solo tenía que tenerlo puesto cuando yo no estuviera sino cuando estuviéramos juntos también.

Al principio de la aparición del carcelero , tuvimos encuentros satisfactorios, pero ahora pienso que fue más por la novedad y mi mente, que por capacidad de Rudy. Yo me esmeraba antes de sacárselo, le pasaba la lengua por todo el cuerpo, por la puntita del pene, a través de la jaula, y me masturbaba mientras él me observaba; a veces usaba mariposas y consoladores, para que su pene creciera al punto de explotar. No alcanzaba, Rudy no tenía la potencia que yo necesitaba.

Seguí investigando…

Leía mucho, estudiaba, y entonces, descubrí que podíamos usar un consolador, grande, grueso, de un tamaño más real que el diminuto pene de Rudy, y que por medio de un arnés él lo podía portar y penetrarme con un miembro de verdad mientras el suyo permanecía enjaulado. ¡Qué humillación para él, qué calentura para mí!!!

Y fui por más…se me ocurrió colocarme el arnés con el consolador yo primero y enseñarle a Rudy cómo usarlo. Lo iba a penetrar duro y fuerte como yo quería que lo hicieran conmigo, así no teníamos malentendidos ni decepciones.

Fui muy suave al principio, le puse en su ano redondo y apretado aceite de coco, un lubricante natural, y así se lo podía lamer, chupar y sorber con toda la boca. Después le metí un dedo, dos, ¡hasta tres! Y, por último, despacio, pero con firmeza fui sodomizándolo paulatina e implacablemente, tomándolo de la cintura y apretando cada vez más fuerte hacia mí su culito virgen. ¡Se deshizo de placer el muy flojo! Se la comió sin chistar, ¡literalmente, y con gusto!

Confieso que yo había acabado también; me excitó penetrarlo, tomarlo de la cintura, golpearlo fuerte. Y lo que más caliente me puso fue descubrir que el carcelero estaba todo mojado de semen. Se lo hice notar, diciéndole en tono burlón:

-Pero mirá como te gusta que te cojan; acabaste y no hizo falta que la metas en ningún lado. ¡Te gusta la verga!

Me miró extasiado y totalmente regalado, como un perrito.

II

Al otro día al despertarnos, estábamos muy cariñosos, yo le acariciaba su pelo suave y lo besaba tomándolo desde atrás y me acordaba de todo lo que habíamos hecho; me había gustado tanto sodomizarlo que empecé a frotarme contra él; mis pechos contra su espalda, mi sexo contra su culo. Me calenté tanto que no tardé en acabar. Y otra vez me volví loca cuando toqué la jaula y la tenía mojada.

Ahí nomás, lo besé largo en la boca, me senté en su cara y le ordené que me hiciera acabar de nuevo. Él movía la lengua en forma frenética y yo le tiraba del pelo para que fuera más despacio. Me movía para arriba y para abajo para que su lengua me entrara. Así estuvimos un rato hasta que acabé de nuevo. Y su pedacito enjaulado estaba todo mojado otra vez. Entonces me incorporé, busqué el arnés con el consolador y le dije:

-Ahora me toca a mí probar, quiero que te lo coloques, yo te voy a ayudar para que lo hagas bien y vamos a dejar a tu pene chiquito con el carcelero .  Me vas a coger bien fuerte, quiero acabar y sentirlo como vos lo sentiste anoche. Y si lo hacés bien, como premio, libero tu pene para que tenga un desahogo.

Yo me puse en cuatro, bien afirmada, estaba lubricada naturalmente, él me tomo de los muslos y primero fue metiendo tímido el aparato, como con miedo a lastimarme, le ordené que empujara con más decisión, que me iba a terminar fastidiando y lo iba a castigar. Entonces, me apretó fuerte y me empujó a hacia él y el consolador se deslizó casi completo dentro de mí y empezó a entrar y salir, con movimientos rítmicos, cuando se apuraba, yo lo calmaba como si fuera un caballo y él se frenaba. Estuve gozando ese vaivén hasta que la excitación me hizo pedirle que lo entrara todo con fuerza; empujó, y me fui en una acabada larga que me dejó mareada.

Estaba complacida y entusiasmada. Durante el acto tuve ganas de volver a penetrarlo y entonces entendí que me excitaba mucho la idea de cogerlo. El tener ese poder era un afrodisíaco. Mientras lo miraba directo a sus ojos tiernos, le abrí la jaula, le saqué el cinturón, me lo coloqué nuevamente yo y le dije en tono imperativo:

-Te voy a volver a penetrar pero esta vez vas a poder masturbarte mientras te poseo.

La mirada y la postura de Rudy era de sumisión total y eso me alucinó.

Nuevamente le chupé con energía todo su culo para que se abriera y no opusiera ninguna resistencia, lo penetré con todas las ganas y empecé a cabalgarlo, él rodeó su pene con toda la mano y se empezó a hacer una paja que apenas duró unos breves segundos y escupió enseguida líquido seminal. Yo seguí empujando hasta acabar.

III

El acto de dominar es muy satisfactorio. Había encontrado la forma de revertir la aburrida vida sexual que llevábamos. Se atropellaban las imágenes en mi cabeza, vivía en tensión sexual al igual que Rudy, sentía placer con la posición que él había tomado de completa sumisión y esto recién empezaba. Rudy debía permanecer dócil y aceptar que me excitaba su pasividad, que se estaba convirtiendo en una putita sumisa que me encendía de una manera diferente pero, así como él gozaba siendo bien penetrado, yo quería lo mismo para mí y para eso él era ineficaz.

Me fui de compras a un sexshop. Tenía un propósito claro, un doble consolador-vibrador y de paso ver que otras cositas podían resultar interesantes. Compré el consolador y un plug anal.

El doble consolador permite la penetración mutua y en simultáneo, en mi cabeza, una fotografía lésbica de alto nivel erótico y que refuerza el juego dominante-sumiso. Los dos íbamos a gozar penetrándonos mutuamente con el mismo aparato.

Con esa imagen llegué a casa. La intención era situar a Rudy en el rol de una mujer. La humillación resulta una herramienta suprema para gozar.

Mientras cenábamos conversé con Rudy de lo que había comprado, le comenté mis intenciones e hice mucho hincapié en lo que yo me calentaba viendo su comportamiento que podía interpretarse femenino. Rudy rápidamente me respondió que él haría todo lo que yo le pidiera, estaba visiblemente excitado.

Lo llevé de la mano al dormitorio como si fuera una novia, lo tomé de la cara para besarlo dulcemente en la boca, recorrí con mis manos su cuerpo mientras le lamía las orejas, le acaricié las tetillas. Yo en mi vientre sentía como el carcelero se movía por la fuerza que hacía el pene de Rudy. Luego le empujé la cabeza hacia abajo hasta que quedó arrodillado a la altura de mi sexo y le ordené que me cogiera con la lengua y con toda su boca.

Luego de acabar en su cara, lo acosté en la cama y le empecé a ablandar su culo, primero con la lengua y luego con los dedos, solo para dilatarlo. Me posicioné de tal forma que quedamos en tijera y en el medio, el consolador; primero me lo metí yo; la otra punta la presenté en su ano y empujé, primero suave y luego fui aumentando el empuje. Él también empujaba; jadeábamos los dos.

  • ¿Te gusta? -le pregunté-.

  • Sí, mucho -respondió-.

  • Colocarse así formando la tijera es una manera lésbica de coger. ¿Te gusta ser mi putita lesbiana?

  • Sí, linda -gimió-

-Te gusta el pedazo o la conchita?  -le pregunté excitada-.

  • Me gusta todo –dijo-.

  • ¡Pero que puta más linda y obediente! –dije-.

Rudy no paraba de moverse y cada vez, el consolador nos penetraba más profundo a ambos y con la vibración el placer era inmenso. Luego nos separamos, dejé el consolador a un lado y le dije:

  • Ahora yo te voy a liberar y te voy a hacer una paja porque te portaste muy bien.

Le saqué el carcelero y le tomé el pene y empecé a sacudirlo suave, lo agarraba con toda la mano y lo masajeaba bien, para arriba y para abajo, mientras lo miraba y le decía:

  • Como me gustaría tener en la mano una pija de verdad, gruesa y bien dura. Manosearla bien y chuparla hasta atragantarme. La imagino cogiéndome bien la concha.

Y Rudy no aguantó más y acabó no bien terminé la frase. La idea de que se excitara al manifestarle mi deseo me calentó tanto que me hice una paja sentada enfrente de él con el consolador acabando estruendosamente.

Yo necesitaba una verga carnosa y bien dura en mi interior. Para conseguir mi satisfacción se me había ocurrido un plan que Rudy debería finalmente tomar como suyo también. El proceso ya había comenzado.

En primer lugar Rudy no me complacía con su pene y esto lo hacía sentir culpable. Este sentimiento de culpa me habilitaba a plantear la idea de acostarme con otros hombres y que Rudy razonara que es natural que lo haga. Y el remate sería que él terminaría excitándose. Todos de acuerdo, todos satisfechos.

IV

El plug anal lo adquirí solo para uso de Rudy y complemento del carcelero; en cierta forma, también, un premio sin querer, porque estimula el punto G de los hombres.

Mi idea era valerme de estos dos dispositivos para empezar a salir y poder ver el desenvolvimiento de Rudy en público; observar sus gestos, ver cómo se incomodaba y gozaba al mismo tiempo. La idea era obligarlo a ubicarse en una tensión sexual constante durante la salida. Pensar en la situación despertaba mi lujuria; quería provocarlo, darle celos mirando otros hombres y comparándolo en voz alta.

Llegó el día de la salida y nos vestimos acorde a la ocasión. Yo particularmente estaba muy tentadora –cabe aclarar que en ese último tiempo comencé a vestirme de forma sumamente insinuante y esto a Rudy lo ponía loquito- pero esa noche estaba especial y a Rudy lo inquietó porque me preguntó si pensaba salir así.

-Si, por supuesto -le dije- ¿Qué? ¿No te gusta? -pregunté fingiendo desilusión-.

Y él enseguida me habló contenedor

-¡Me encanta! Me dá un poco de celos, a decir verdad.

Salimos. Caminamos. Rudy tenía puesto el carcelero y el plug anal. Llegamos a un bar; había gente, pero se podía encontrar una mesa aún. Examiné el lugar con una ojeada panorámica y me llamó la atención un muchacho. Elegimos una mesa, nos sentamos, Rudy tenía cierta cara de incomodidad. Le pregunté qué le pasaba. Me explicó que se sentía reducido, un poco vulnerable, que le costaba encarar la situación.

-Rudy, estamos juntos pasándola bien y tu condición de imposibilidad me excita no sabes cuánto! A ver: necesito que me expliques con un ejemplo por qué te sentís vulnerable

-Me siento disminuido hasta para interactuar con el mozo pidiendo un trago. Y si se acercara alguien a conversar no podría sostenerlo porque solo pienso que estoy preso por delante y penetrado por atrás.

Mi cara de satisfacción al escuchar eso fue el preámbulo a lo que iba a decir:

-Justamente, eso es lo que me calienta, saber que estás preso por delante y penetrado por atrás, dominado por mis deseos e incapacitado de imponer tu voluntad. Irremediablemente sometido a mis caprichos. Sin posibilidad de oponerte a cualquier cosa que se me ocurriera hacer.

Rudy me miró desconfiado y alarmado

-Para que lo entiendas mejor, te voy a ayudar. Te voy a dar tiempo para que lo proceses y mientras tanto voy a dar unas vueltas a ver si alguien baila conmigo y divertirme un poco ya que vos no podés.

Me fui y Rudy quedó indefenso, inquieto, desamparado; me seguía nervioso con la mirada.

Me puse a bailar cerca del muchacho que había visto al entrar y se me acercó enseguida, le hablé al oído, nos reímos; nos tocamos, él me acercaba hacia su cuerpo tomándome de la cintura para hablarme. Era atractivo y muy simpático. Rudy observaba serio, parecía tenso y eso era una ventaja para continuar desarrollando lo que tenía planeado. Bailamos un rato y volví a sentarme.

-No termino de comprender que fue eso. ¿Qué es lo qué está pasando? -preguntó abrumado y desorientado-.

-Vos me dijiste que harías lo que yo te pidiera ¿verdad? Te recuerdo que vos estás en falta conmigo. Yo quiero una pija potente y vos no me la estás pudiendo dar. Además, hasta ahora no hubo quejas, yo te ví pasarla muy bien y acabar a chorros cuando yo te contaba cómo me gustaría una pija de verdad.

Ahora estamos acá pudiendo hacer realidad todo eso que imaginamos. Lo más saludable es que yo consiga otra y es muy probable que aprendas mucho. Todo esto lo hago por vos, no lo olvides. Quedate sentadito acá que te lo voy a presentar. Tengo la certeza que van a venir momentos felices para mi e interesantes para vos - le guiñé un ojo y fui a buscar al muchacho -.

Continuará…