Mi papito me folló mi culito...
Me folló bien, me folló con ganas, me sentí como la...
Era yo chica cuando ocurrió la presente historia, que quedó fuertemente impregnada en mi memoria y que aún hoy día la recuerdo como si fuese ayer.
Siempre he tenido una mentalidad algo infantil, tal vez por eso me expreso de esta manera. El caso es que mi papito estaba divorciado de mi mamá y yo le iba a visitar cada dos semanas y pasamos el fin de semana juntos.
La pasabamos genial, pues siempre tenía alguna sorpresa para su hijita, o sea yo. Me llevaba al parque de atracciones, al zoo a ver los monos chingar, al cine y a veces al teatro.
Por la noche la pasabamos en casa, preparabamos pizza, encargabamos hamburguesas, fajitas, etc… Y veíamos alguna peli.
Una de esas noches recuerdo que hacía calor y yo estaba cansadita. Por eso me fui a la cama y eché una cabezadita. Pero ocurrió que apenas una hora más tarde me desvelé y viendo luz en la salita decidí levantarme para ver un rato la tele con mi papito.
Pero pensé en darle un susto y a hurtadillas me colé en la pequeña habitación donde mi papito veía la tele o eso creía yo.
El caso es que al asomarme, ¡vi algo inenarrable en la pantalla! Una mujer con un culo tan gordo que cubría toda la pantalla estaba siendo cacheteada por un hombre: ¡y ambos estaban completamente desnudos!
Yo ya sabía del sexo y esas cosas, pues no era tan chica, pero en mi inocencia nunca había visto porno y me sorprendió un montón. De repente aquel hombre apuntó su pija al culo gordo de la mujer y sin compasión se la metió entre cachete y cachete, comenzando a empujarla con tremendas ganas.
Nunca vi nada igual, bueno como ya he dicho, nunca vi porno. Pero aquella impactante escena me hizo quedarme agazapada en el marco de la puerta observando.
En esto que mi mirada se acostumbró a la penumbra y observé a mi papito en el sofá. Para mi asombro éste blandía su vergota con la mano y la sacudía arriba y abajo. Yo sabía que se estaba masturbando y visionando al mismo tiempo la zafia escena en la pantallota que yo veía.
El caso es que apollada en el marco, la hoja de la puerta abierta se movió, ¡y el chirrido de la vieja visagra me delató!
—¿Mija estás ahi? —dijo mi papito girándose hacia donde yo estaba.
En un primer momento yo me oculté mientras él aprovechaba para guardar su vergota erecta, pero me pudo la curiosidad y decidí salir.
—Si papito —dije saliendo de entre las sombras—. Es que no puedo dormir —agregué como excusa.
Acelerado como estaba aún no había cambiado el canal y al verme, miró la pantalla y se apresuró a buscar el mando con torpeza para cambiarlo.
—Hay papito no cambies, pues ya lo vi —dije yo sentándome en el sofá a su lado.
—¿Que ya lo viste? —dijo él extrañado.
—Sí y también te vi coger tu vergota. Lamento la interrupción.
—¡Oh mija, yo no sabía! —dijo el escandalizado.
—No importa, el caso es que es gorda me gustó, a tí también, ¿verdad papito?
—¡Eh, yo, pues…! —dijo el atinando a cambiar al fin de canal con el mando.
—Vamos papito, no tienes por qué avergonsarte, yo ya sé que ustedes los hombres son así.
—¿Ah sí? ¿De qué manera?
—Te dije que no cambiaras… en el fondo me gusta la gorda, se lo hace rico, ¿no?
Mi papito no podía creer lo que escuchaba de mi, pero obedeció y regresó el canal a la pantalla. La gorda gemía y gemía, mientras la enculaban. Pero lo que más me impresionó es que ahora la vergota se apuntó a su culo, ¡y eso yo ya no lo sabía!
—¡Anda papito, eso no es una guarrería!
—¡Oh mija, tal vez si, no sé! Tú eres muy joven, aunque digas que ya conoces. Pero bueno, esa práctica tampoco está mal —dijo él para mi asombro.
—¿Tú se lo hacías así a mamá?
—¡Oh no, no me mientes a tu madre! Pues, ¡ella nunca fue tan moderna! —protestó.
—¡Hay, pues no sé! Eso se me antoja un poco doloroso, ¿no?
—Tal vez mija, pero sólo al principio —dijo mi papito.
—¿Tú se lo hiciste a alguna mujer papito?
Entonces mi papito me habló de una mujer que conoció en su juventud, no me lo quiso admitir, pero yo sabía que era una prostituta. Me dijo que le enseñó a hacerlo por atrás y que él lo disfrutó mucho. Mientras tanto en la pantalla a la gorda ya la regaron con su leche en las grandes tetas que esta tenía...
—Bueno papito, no está mal. Bien mirado, así una no se embarasa, ¿no? —dije yo sonriendo.
—Claro que no. Pero no es sólo eso, es distinto hacerlo “normal” que hacerlo de esa manera mija, algún día tal vez lo entiendas.
—Yo ya entiendo papito. Yo sé que mi conchita se encharca de vez en cuando y bueno, una se da alivio como tú antes hacías —dije yo dando a entender que ya era una mujer madura.
—¡Ah si! Yo no sabía mija… bueno es que ya eres una mujer —concluyó él.
—¡Ay papito! ¿A tí no te importaría que yo me diese un poco de plaser viendo contigo la siguiente escena?
Mi papito quedó blanco el pobre, yo me limité a sonreirle y levantando la pierna para apoyar el talón en el sofá, aparté mis braguitas a un lado para a continuación lamer mis dedos y llevarlos a mi rajita peluda allí abajo.
—¡Vamos papito, tú también puedes hacer lo tuyo! Prometo no mirar —dije ante su cara de asombro.
El no sabía bien qué hacer, quedó como petrificado. Yo pensé que ya se le pasaría, así que seguí frotándome sabroso allí abajo. Mientras tanto en la tele ya se exhibía la siguiente gorda rubia, y comenzaba a masturbarse ella también en la pantalla. Cuando para mi asombro, ¡esta comenzó a meterse el dedo en el culo!
—¡Ay mira papito, esta se lo mete ahí! —dije yo escandalizada.
—Bueno mija, es una actriz ya sabes que tienen que excitar a los hombres.
La tía seguía masturbándose y mientras con un dedo se penetraba su sexo, ¡con el otro hacía lo propio con su ano!
—¡Vamos papito, no pierdas el tiempo! ¡Si tú no lo haces también la avergonsada seré yo! —dije protestando.
—Es que mija, se me hace difícil la idea de sacarla así delante tuyo.
—¡Ay papito, qué vergonsoso eres! —le dije sonriendo—. ¿Tu crees que si me meto el dedo me gustará también?
—¡Pues no se mija! Tú prueba a ver —dijo el como no queriendo saber más del asunto.
Entonces lo hice, pero sin mojar ni nada.
—¡No no, igual que mojaste tus dedos para tocarte la rajita, debes hacer para tocarte en el otro lado! —protestó mi papito.
—¡Ay claro papito, qué ni lo pensé! —dije yo rectificando en ese momento.
Y con mis dedos mojados en mi saliva volvi a colocarlos allí abajo e intenté una penetración.
—¡Es que me da cosa! —dije yo protestando, sin atreverme a meter mis dedos en tamaño agujero.
—Bueno no importa mija, puedes simplemente hacerlo como te guste. No tienes por qué ir por el otro lado, ¿entiendes?
—¡Ah sí, pero es que me gustaría saber qué se siente!
Entonces en pantalla vi como salía un hombre que ahora comenzaba a meterle el dedo en el culo de ella y al mismo tiempo con otro lo introducía en su sexo.
—¡Ah mira papito! El ahora se lo hace a ella —dije yo señalando.
—Si bueno mija, es más de lo mismo.
—El caso es que parese muy excitante, ¿en serio que no te vas a masturbar conmigo? Será nuestro secreto papito —le dije guiñándole un ojo en la penumbra de la salita, únicamente iluminada por la pantalla de la tele.
—¡Está bien mija! Pero si tu madre se entera me mata, me mata y ya nunca más nos veremos, ¿lo entiendes?
—¡Caro que si papito! ¡Tú confía en mi!
Así terminamos viendo aquella peli porno de gordas siendo folladas por grandes pijas y mi papito y yo masturbándonos en su salita.
—¡Mira, a esta también se la meten por detrás! —dije yo sonriendo a los pocos minutos.
—¡Oh si, parese que a ella le gusta! —dijo mi papito.
—¡Ya lo creo, papito! ¡Tu verga es más chiquita que esa! —me atrevia a decirle.
—Si mija, la mía es tamaño “normal” —me aclaró él.
—La tuya si me atrevería a probarla en el culito —dije yo sonriendole.
—Bueno mija, esas vergas salen así para dar espectáculo, al igual que ellas con sus inmensos culos y pechos —me aclaró él.
—Nosotros somos más normales —dije yo.
—Sí, lo somos.
Entonces ya todo estaba muy relajado, yo me tocaba y él se masturbaba. Ambos nos mirábamos de reojo sin que el otro supiese, y me empesé a sentir cómoda. Así que retiré mis braguitas.
—Si quieres ponerte cómodo —le dije a él, que aún llevaba su pantalón corto y simplemente se la sacaba por la bragueta.
—Bueno está bien mija —contestó y se deshizo de su pantalón y sus calzoncillos.
Así le vi completamente desnudo de cintura para abajo. Él tampoco estaba depilado y me hizo gracia ver sus bolitas allí colgando bajo su vergota.
—Así mejor, ¿verdad? —dije yo con mis muslos muy abiertos, y mis talones apoyados en el sofá, formando mis piernas un rombo.
—Si mija, ¿bueno más cómodos no? ¿Te puedo preguntar algo?
—Si claro papito —dije yo sin pensarlo.
—¿Eres virgen mija?
—¡Oh claro que sí papito! Aún no he estado con ningún varón, como mucho nos dimos besitos y ya está.
—No es por nada mija, eres libre para hacer lo que desees, siempre que él sea bueno contigo —dijo mi papito.
—Claro papito, ¡por eso te quiero mucho! —dije yo y espontáneamente le abracé.
Entonces volvi a lo mío y él a lo suyo. En la pantalla la gorda rubia tenía bien abierto el culo y separaba sus cachetes mostrando su gran agujero. ¡Aquello me excitaba mucho!
—¡Mira papito, qué grande le ha puesto el culito! —dije escandalizada.
—Sí mija, eso se ensancha, como lo otro. Es más o menos lo mismo —me aclaró él.
—¡Um, entonces lo mío también se ensancharía! ¿Verdad?
—Si mija, también —concluyó él.
Entonces él tío, masturbándose obscenamente se corrió en su ensanchado y oscuro agujero.
—¿Eso es un poco guarro no papito? —dije yo mirandole.
—Bueno mija, en el sexo todo está permitido siempre que ambas partes lo acepten —dijo el sorprendiendome con un comentario tan sabio como este.
—¿Todo, todo? —pregunté escéptica.
—¡Todo! —sentenció.
Esta reflexión me provocó una loca idea y decidí ponerla en práctica.
—Entonces papito, ¡prueba a meterme tu dedito! —dije girándome y poniendo mi culito en pompa cercad e su cara.
—¡Pero mija, qué ocurrencias tienes! —dijo él protestando.
—Yo estoy de acuerdo, si tu lo estás, ¿está permitido no? —dije yo tal como él me había enseñado.
—Si mija, pero es que no sé. ¡Eres mi hija! —protestó él.
—¡Será nuestro secreto! —dije yo.
El caso es que comensamos un tira y afloja en aquel momento que les ahorraré por ahora, sólo les diré que soy hija única y siempre que he querido he conseguido mis caprichos y aquel día no fue una excepción.
Mi papito mojó sus dedos y conmigo en pompa, de rodillas en el sofá. Comenzó a como, el dijo: “dilatarme el culito”. Frotándome en círculos mi ano.
—¿Así se siente bien? —dijo él temeroso.
—¡Oh si, se siente muy bien! ¿Tal vez si acompañas un poco tus caricias en mi rajita? —dije yo un tanto insegura.
Entonces él comenzó a frotar mi rajita con su otra mano, dandole suaves pasadas arriba y abajo mientras con su dedo índice iba profundizando en mi segundo agujero virgen.
—¿Lo metiste ya? —dije suspirando.
—Si, ya comencé, sólo la puntita del dedito —dijo mi papito.
—¡Um, quiero más! —dije yo decidida.
De modo que mi papito metió el dedito hasta la mitad y ahí ya sí sentí la presión.
—¡Uf papito! ¡Ahora sí que lo noto! Lo tengo tan estrechito… —me lamenté.
—Si mija, tú no pienses mucho en ello, eso ayudará a que te relajes y sientas más placer —me explicó.
Qué bien se explicaba mi papito. Él era un hombre sencillo, pero elocuente. No había podido estudiar, pero su lenguaje y formas de comportarse no tenían nada que envidair a otra gente con estudios.
Delicadamente fue follándome el culito con su dedito y al tiempo, frotándome mis labios vaginales lo cual hacía que el pequeño dolor que me provocaba su dedito, fuese más llevadero y hasta placentero.
—¿Así está bien mija?
—¡Oh si papito! Pero yo me pregunto, ¿no podrías intentarlo con tu vergota? Aunque fuese sólo un poquitín —le rogué.
—¡Ahi mija, esto es un comienso, sólo con el dedito ya tienes bastante! —dijo él protestando.
—¡Ay si, pero sólo será por probar! —protesté yo.
Total que de nuevo tuvimos un enganche y me quejé tanto que acabó aceptando. Ahora me moría de emoción, al sentir que mi papito estaba tras de mi y yo en cuatro, lista para recibir su vergota en mi culito.
Su glande se apoyó en mi ano, suavemente lo tocó, luego resbaló hacia arriba pasando por entre mis cachetitos redondos y suaves, luego volvió al centro y ahora se deslizó hacia abajo, rozándome los labios vaginales y pasando por encima de mi hoyito encharcado.
—¡Uf mi papito, ahí no que te recuerdo que soy virgen! —dije yo al notarlo.
—Tranquila mija, sólo estoy calentando —respondió.
Entonces su punta volvió a mi culito y para mi sorpresa se interpuso su dedito y éste sí que me penetró bien rico.
Sentía su verga en mi culo y por un lado su dedito se colaba dentro, esto era el no va más así que me dediqué unas caricias bajo mi barriguita a mi conchita húmeda y treméndamente hinchada.
—¡Uf papito, creo que ya estoy preparada! ¡Adelante! —le dije.
A continuación sentí la verdadera presión. Su vergota apretó mi culito y este se resitintió y comenzó a experimentar lo que era de verdad que te follen el culito.
—¡Uf papito, está duro ahí detrás! ¿Eh? Pero se siente bien, vamos papito, follame el culito.
Entonces mi papito, que resoplaba allí atrás como un toro, decidió concederme el deseo y aunque al entrar me dolió más que ninguna otra cosa, el se detuvo y me dejó respirar.
—Tranquila, ya está dentro, ahora sientela y relájate, de otra forma sólo te dolerá —dijo desde atrás.
—¡Uf papito, creo que esto es más difícil de lo que yo pensaba!
El caso es que concentrada en que no me doliese, más me dolía, así que decidí que fuese lo que fuese, quería seguir y comencé yo a moverme haciendo que la vergota de mi papá entrara y saliera de mi culito compungido.
Pero tal vez era eso, al verme yo partícipe del incidente mi cuerpo comencó a relajarse y sentí menos presión en mi culito, ahora mandaba yo y él me follaba el culito.
El placer afloró y sentí que ya no me faltaba mucho para correrme, apenas hicieron falta unas culadas por mi parte para sentir que me iba por delante. Apreté mis puñitos y mientras me frotaba la concha sentí que me meaba y comencé a corrermen sintiendo más presión en mi culo debido a dichas contracciones.
Lo que no me esperaba es que en ese momento mi papito también sintiera la necesidad de correrse para lo que aferrándose a mi cintura comenzó a follarme con ganas mi culito y yo ahí creí desfallecer, entre el dolor y el placer.
Me folló bien, me folló con ganas, me sentí como la gorda del principio, siendo follada y regada por dentro de mi culito.
Así grité, gemí, me apreté y luego me aflojé. Al final mi culito estaba muy dolorido pero mi cuerpecito muy complacido, sin duda de los mejores orgasmos que he tenido.
Lo más doloroso fue al sacarla tras la corrida, pero tras esto una intensa sensación de alivio me inundó por dentro.
Terminamos sentados en el sofá, cansados por el intenso orgasmo y entonces sentí que tenía que hacer un pis.
Fui al servicio y al sentarme en la blanca taza y comenzar a salir el pis. Noté que podía controlar mi ano, tan sensible lo tenía y al abrirlo y cerrarlo, me imaginé que lo tenía como aquella gorda rubia de la pantalla en ese momento. Tan dilatado que sentí como el semen de mi papito me caía, cuando yo, ¡cerrándose y abriéndose lo sentía cómo caía!
Las siguientes dos semanas fueron las más largas. Y llegando el viernes temblé de emoción, pensando en que mi papito, de nuevo volvería a follarme el culito…
(...)
Espero que la presente historia te haya gustado. Este tipo de historia es difícilmente publicable, ya que el incesto que aquí se narra es tan descarado tendría alta probabilidad de veto en cualquier plataforma comercial. Pero qué quieres que te diga, yo disfruto escribiéndola y tú, si has llegado hasta aquí "vivo o viva", seguro que también, ¿verdad? Si te interesa cómo escribo puedes visitar mi perfil de autor en esta página para saber de mis otras historias...