Mi papi me calienta
Una jovencita que se siente atraida por su padfre...
MI PAPI ME CALIENTA
Mi papi siempre ha sido mi ídolo desde muy pequeña, lo veía como un súper héroe de televisión. Todo lo que decía o hacía para mi estaba bien. Lo veía como el hombre más hermoso del mundo. No había otro como él y nunca lo hubo.
Mi madre lo trataba bastante mal y el sufría mucho por eso yo lo notaba, lo note desde siempre, pero cuando pude empezar a razonar y a hablar coherentemente pude charlar de eso con el muchas veces.
Por fin un día mi madre hizo sus maletas y se fue bien lejos, casi a mil kilómetros de instancia, entonces pase a ser la mujercita de la casa. Tendría por aquel entonces unos dieciséis.
Mi padre igualmente quedó hecho un trapo, muchas veces estaba como perdido, triste. Yo me acerqué en esos tiempos mucho más, le cocinaba, le lavaba la ropa. Hablábamos todo el tiempo y yo no dejaba de recordarle que lo trataban muy mal. Que lo desmerecían, que no merecía ser tratado así, que otra mujer lo haría mucho más feliz, esa otra era yo, claro está.
No sé si él me escuchaba o le daba importancia o se ponía a pensar alguna vez en lo que yo le decía.
El tiempo pasaba y yo me mostraba servicial y tierna, muy distinta a mi adre, en todo, y muy caliente, en lo que me parecía ser en el cuerpazo de puta que ella tenía, eso lo había heredado y eso lo agradecía.
__¡Te pareces cada vez más a ella!__ dijo mi papi un tarde de esas en que le andaba paseando en bikini por frente a sus narices
__¡Espero que no sea en su carácter papito!__ le dije sonriendo y agachándome para mostrarle bien el culito floreciente que se estaba perdiendo.
__¡Oh no cariño…en el cuerpito que tienes!
__¿Y eso te gusta?
__¡No sabes cuánto!__ dijo dando un hondo suspiro
__¡A mí me encanta que te guste papi!__ le dije y le eche los brazos al cuello, apretando mi pelvis contra su bulto que note crecía sin control, le bese en la mejilla muy cerca de los labios y pude sentir su aliento caliente, casi quemándome de su boca ardiente. Lo desee como nunca antes y creo que el también. Sus manos fueron a apretar mi cintura de perra, desnuda, seguramente noto que mi piel toda se erizaba de manera descontrolada.
Aquello pasó dejándome muy caliente. Soñaba con los brazos de mi padre. Soñaba con enredarme con él en la cama, hacerlo gozar y que me gozara hasta lo infinito.
Pasaron los días, lentos, yo me sofocaba de solo verlo. Llegaron los días de las vacaciones en el trabajo de mi padre. Debo aclarar que tenía otros hermanos, varones, que no estaban nunca en casa, todos tenían sus vidas y a papá no le daban mucha bolilla.
__¡Tendría ganas de hacer un viajecito!
__¿Adónde quieres ir papi?
__¡No sé, alguna playa medio desierta, sin mucha gente!¿qué dices tú?
__¿Yo?
__Claro ¿no vas a venir conmigo?, quiero que vengas__ dijo muy seguro y yo me moje toda vibrando mi carne. Nos abrazamos y sentí su bulto poniéndose duro otra vez, no sé si él no se daba cuenta, o no podía evitarlo, pero yo lo apoyaba a propósito, además de sentir chorrear mi vagina ardiendo a gritos.
Volví a besarlo de forma natural otra vez cerca, muy cerca de los labios y el no me rechazó, me apretó un poco más, y luego como si algo lo hubiera tocado me soltó como con culpa. Se fue dejándome sola y a punto de masturbarme, que fue precisamente lo que hice corriendo al baño.
Llegamos al cuarto de hotel, por supuesto y como lo imaginaba fuimos al mismo cuarto, supe en ese momento que me acostaría con mi papi, porque él no aguantaba aquella situación.
Fuimos a la playa y todo el día estuvimos coqueteando y yo jugaba con él como si fuera la chiquilla que ya no era. Varias veces noté mirando, claro, que estaba duro como fierro, se notaba a pesar de que hacía un esfuerzo tremendo por ocultarlo.
A la noche fuimos a un hermoso restaurant en la misma costa de aquel lugar alejado de los grandes centros turísticos y de las grandes luces.
Cenamos tranquilamente y seguí jugueteando haciéndome la gatita ronroneante, y de vez en cuando pasando mi pie por la pierna de mi papi, sin llegar a su bulto que sabía estaba al palo de lo duro.
Cuando nos levantamos de la mesa sentí un leve mareo. Habíamos tomado bastante, mi cuerpo se sentía volar y muy excitado, mi vagina era una catarata de jugos, mi mente era una serie de imágenes interminables.
Papi me abrazó como si fuéramos una pareja con bastante diferencia de edad. No tardamos nada en llegar a la habitación y desatarse el vendaval de caricias, toqueteos y gemidos.
Me apoyo contra la pared, mi papi, y metió su lengua febril hasta la campanilla, su aliento a vino me subyugaba por completo. Mordía mis labios, los chupaba y me pellizcaba las nalgas ardientemente.
Caímos en la cama. Gemíamos.
__¡Ahhh papi cómeme las tetas, cómelas por favor si, si!!__ clamaba yo en tanto el bajaba mi vestido por la parte de arriba y salían a la luz mis melones sabrosos y encendidos, gordos, con los pezones duros a punto de estallar. Los metió en la boca, tragando una y tragando la otra, mordiendo los pezones gordos, inflados, calientes por él y para él.
__¡Siii papi como me calientas, soy tu perra!__ le decía al oído, mientras el comía las tetas, y ya bajaba por completo el vestido y rasgaba mi tanga, hundiendo un par de dedos en mi almeja mojada.
Se quitó su ropa entre arrumacos, volteretas, chupones, caricias, dedos para aquí y dedos para allá.
Desnudos por fin atrapé su pedazo por vez primera. Lo acaricié, reconociéndolo, lo apreté, jugaba con él, mientras mi papi gemía con la tranca dura como piedra. Pasaba mis dedos delicados por la cabezota que pronto entraría en mí, arrancándole gruñidos, arrancándole expresiones inaudibles, calientes, ardientes, con otra mano pellizcaba sus tetillas que se alzaban como mis pezones.
__¡Ohh cariño, que hacemos, ohhh, me encanta, pero…!
__¡Nada, soy tu mujer, completa, para siempre, papi me calientas tanto…quiero que metas este pedazo dentro mío!
__¿Eres virgen?
__¿Importa?...¡no, no soy virgen!__ dije y trague su pedazo que me estaba volviendo loca, tragué, mame como putita entregada. Lamí llenándolo de saliva, chorreando sobre el palo alzado, durito, mirando al techo. Llegué a besar sus bolas, las olfatee, me bañé con su aroma, extasiándome, teniendo un orgasmo increíble, con solo besar y olfatear su carne alzada.
Luego de unas cuantas mordidas suaves, lengüetazos. Me fui subiendo a horcajadas de mi papi. La poronga se fue hundiendo sin piedad dentro de mi vagina, inundada de líquidos, lentamente, la monté, y la fui cabalgando. El mordía las mandíbulas aguantando la fiereza de mis embestidas, clavada a fondo saltaba sobre su vientre, enterrando su verga hasta los huevos.
Era una amazona montando mi potro, mi caballo, cuyos músculos se tensaban, ardía, buscábamos la boca del otro y nuestras lenguas se chocaban libremente, gozándonos, sin retorno ya. Sabíamos que nada sería igual, tal como siempre quise, o por lo menos desde hacía tiempo ya.
Me detenía de vez en cuando, y giraba mi culo, haciendo círculos muy despacio, contrayendo los músculos de mi vagina que tenían atrapado el pedazo de mi padre, sabiendo que me llenaría de leche de un momento otro, sentía como se inflaba la vara cada vez más. Se agrandaba hinchándose. Potente, era un macho que respondía como semental. Era tal la calentura y el deseo que nos embargaba que nada podría detenernos.
Lamía sus labios con mi lengua filosa, mientras sus manos se posaban en mis nalgas y las apretaba con delicia, hundiendo de vez en cuando un dedo en mi ojete.
Lo hundía y lo sacaba cada vez de manera más profunda. Así hasta meter dos y hasta tres, mi cola tampoco era virgen y eso no me lo preguntó, seguramente se había dado cuenta.
Su cuerpo de pronto, se tensó mucho más, aulló casi de placer y de a poco me fue llenando la vagina, entre grititos, gruñidos, mi orgasmo tampoco se hizo esperar y mi cuerpo se convulsiono y vibro de manera alocada y sin control.
Con su leche chorreando me acosté su lado, sintiendo como entre mis piernas se escurría su líquido. Nos acariciábamos, el no dejaba de besarme los pechos, el cuello, los labios y volvía a empezar, sentí como su pedazo no dormía, estaba en una semi erección.
Poco a poco se fue poniendo duro otra vez, mis caricias, mi boca, ayudaron a tal fin, ese hombre que era mi macho, era mi papi, quería seguir jugando conmigo y yo con él. Lo deseaba. Deseaba sentir su carne dentro de mí nuevamente. Me puse en cuatro. El escupió mi agujero trasero. Metió y escarbó un rato su lengua en el ojete precioso que se le brindaba, que yo le ofrecía. Volvió a penetrar con sus dedos gruesos. Yo lloriqueaba de placer y lujuria, entonces sin más metió su pedazo en mi culito. Lo atravesó. Penetró y empezó lentamente a bombear, mientras mordía mi nuca como salvaje.
Sus bolas golpearon fuertemente en mis nalgas, las apretaba y le daba unas suaves palmadas, enrojeciendo de a poco mis nalgas, yo pedía más y más, teniendo ahora un orgasmo tras otro, convertida en su puta definitivamente.
Llenó mi ojete de leche, rebalsando el túnel sádico, una catarata de jugos salieron de mi interior cuando retiro su espada, ahora sí, un poco mas flácida.
Nos tiramos desmadejados, en la cama, nos mirábamos y sonreíamos casi con locura.
Aquella primera vez con mi papi quedó marcada a fuego en mi ser, en mi piel, en mi cuerpo todo. A partir de aquella madrugada nunca más me separé de mi papi.-