Mi padrino serafin

Mes de julio, temperaturas insoportables tanto de día como durante la noche. En la ciudad es imposible estar, por eso los fines de semana como la mayoría de la gente de Madrid marchamos fuera, algunos a la playa y otros a la montaña

Mi padrino Serafín.

Mes de julio, temperaturas insoportables tanto de día como durante la noche. En la ciudad es imposible estar, por eso los fines de semana como la mayoría de la gente de Madrid marchamos fuera, algunos a la playa y otros a la montaña. A pesar del viaje, de las caravanas y del calor, en el pueblo de montaña se está mucho más fresco.  Sin embargo aquel verano fue tremendamente caluroso en todas partes. El caso es que estuve de fin de semana. Nunca me ha gustado que me organicen los viajes, y mucho menos que decidan por mí los horarios pero aquel caso parecía especial. Mis padres habían previsto que la vuelta a la ciudad me acompañaría el marido de mi madrina, fallecida hace algunos años y al que no veía desde hacía tiempo. Ni tan siquiera cuando ella falleció pude acudir a su entierro ya que estaba en plena campaña de exámenes de febrero. A su marido apenas recordaba, pero debo decir que siempre se portaron conmigo muy bien. Se llamaba Serafín.

Estuve todo el domingo fuera de casa, en la piscina. Al volver a casa, bastante tarde y algo cansado, mis padres me dijeron que debería llevarle a Madrid, y habían quedado con él a eso de las siete de la mañana. Después de la sorpresa inicial y posterior mosqueo, me marché a la cama. El calor era insoportable y apenas pude dormir. Oí varis veces las campanadas que marcaba el reloj del campanario de la iglesia y seguramente me dormiría casi al amanecer. Me despertaron los gritos de mi madre, anunciándome que mi acompañante de viaje estaba hacía un rato esperando. Apenas me dio tiempo a ponerme una bermuda, una camiseta y recoger el equipaje, tampoco demasiado. Estaba aún demasiado dormido para poder pensar. Cuando baje a la calle, la sorpresa fue aún mayor. Apenas recordaba a ese señor. La verdad es que parecía sacado de una película de las españoladas de los años setenta. Camisa de flores, bermuda negra, sandalias y algo que no puedo soportar, calcetines con las sandalias.  Tendría unos cincuenta años, imagino que de la edad de mis padres. Bastante calvo, aunque lo intentaba disimular peinándose hacia un lado un mechón ralo; Algo de barriga. Al acercarme a saludarle, siempre por indicación de mis padres, me dio un abrazo, reconociendo el cambio experimentado ya que como he dicho hacía tiempo que no me veía. Cargue su equipaje, dos bolsos  que pesaban como una barbaridad, y nos despedimos de mi familia. Yo hasta el siguiente fin de semana y él reconoció que probablemente no volvería al pueblo.

Reconozco que al principio la idea de viajar con él no me gustaba, pero en honor a la verdad, fue positiva, ya que su conversación evitó que el sueño se reavivase y mas con el calor que hacía. Mientras conducía sentía los chorros de sudor me caían por la espalda. Imagino que a mi acompañante le pasaba lo mismo, sobre todo por la falta de funcionamiento del aire acondicionado.  Me contó su historia y los malos momentos vividos con la enfermedad de mi madrina. En cierto modo consiguió que pronto empatizase con él. Llevaba viviendo en Madrid unos tres años en una zona residencial de la ciudad. Al llegar a su domicilio quiso obsequiarme con cincuenta euros para la gasolina, evidentemente rechazados. Si mis padres se enteraban que lo aceptaba se enfadarían mucho. Le ayude a subir el equipaje y me ofreció tomar un café. Se lo agradecí ya que tenía intención de tomarlo en la cafetería que había al lado de mi domicilio. Vivía en un apartamento pequeño, aunque muy completo. Me preparó un café solo bien cargado en una cafetera como las que anuncian en la televisión, muy caliente a pesar del calor. Mientras echaba el azúcar y lo movía, un golpe seco,  alteró mi pulso. Su taza se había caído y se hizo añicos. Zas: el café se derramó sobre mi pantalón y mi pierna. Joder como quemaba, abrasaba mi piel. Inmediatamente Serafín me dijo que fuese al baño y me echase agua mientras buscaba una pomada para quemaduras. Me desprendí de la bermuda, completamente manchada y comencé a echarme agua fría. Llegó con la pomada y tras mandarme secarme, comenzó a darme la crema en la pierna, por encima de al rodilla. Yo de pie y el agachado, esparcía lentamente la crema. Es cierto que sentía alivio. Sus dedos gordos y largos apretaban la piel intentando que está absorbiese la crema. Lo que no podía imaginar es que estaba sintiendo una erección. El minúsculo slip que llevaba apenas podría disimularlo. Quede a merced del azar y que al menos no se diese por aludido.  No fue lo que sucedió y pude incluso sentir como en alguna ocasión sus dedos se deslizaban mas arriba de la zona de la quemadura, rozando incluso la tela de mi slip.

Cuando acabo de sobarme la pierna, porque realmente fue un sobeteo, se levantó, soltó el bote de pomada en el lavabo y su mano se dirigió hacia mi paquete. Sorprendido y anonadado, no supe reaccionar. El caso es que empezó a sobarme y me apretaba el paquete con dureza. Me quitó la camiseta y empezó a acariciarme el cuerpo. Sus manos levantaban mis brazos, su lengua intentaba lamer mis axilas primero y después mis pezones, ya de por sí algo duros. Yo seguía inmóvil, sin saber que hacer. Se agachó de nuevo y comenzó a chuparme el slip, su lengua también intentaba acceder por los lugares donde no tapaba la tela. He de decir que tras la sorpresa, ahora me estaba excitando aún más. Serafín lo notó y me dijo que lo acompañara a la cama. Allí comenzó a acariciarme el cuerpo, hasta que sus manos me quitaron completamente el slip. Mi pirula liberada de pronto, ya estaba mojada, mucho más cuando le observé que  llevó mi calzón a su nariz e inspiro su aroma. Eso me puso muy berraco.  Su lengua comenzó a lamer mi miembro  de arriba abajo, subía y bajaba hasta mis huevos. Mmmmm, como me estaba gustando. Introdujo toda mi polla en su boca, sentía su calor y al mismo tiempo la humedad. Sus dientes intentaban  mordisquear mi prepucio. La cabeza de mi rabo estaba tan mojada que no sabía que hacer. Mis manos acariciaban su calva. El bajaba de nuevo y lamía mis huevos tan duros como piedras. Levantó mis piernas y su lengua comenzó a lamer la zona perianal. Aquello era nuevo para mí y me estaba derritiendo. Su lengua se deslizó lentamente  hasta mi ano, notando al instante su humedad. Intentaba entrar y me volvía loco. Derramó saliva y con uno de sus dedos intentaba introducirla en mi agujero,  metiéndome ese dedo en el culo una y otra vez, después empezó a meterme otro dedo y yo ponía cada ve el culo mas en pompa.

Serafín notó que estaba muy caliente, y se levantó. Comenzó a desabrocharse los botones de su camisa floreada. Al verle como aparecía un pecho peludo, no pude resistirlo y me levanté a ayudarle. Dios tenía tanto pelo que me volvía loco. Empecé a chuparle sus sobacos, olían a sudor, pero no me importaba. Sus pezones eran rosados entre aquella mata de pelo. Duros y erectos los mordía como un poseso. A pesar de mi inexperiencia, le hacía gemir. Baje mi mano hacia el bulto que aparecía en su entrepierna, notando que también estaba bastante excitado. Estábamos tan calientes como dos perros en celo. Yo me sentía incapaz de desabrocharle el cinturón. Necesité su ayuda y al bajar su bermuda, apareció un calzoncillo de algodón donde se entreveía una polla inmensa. También su tela estaba algo mojada,  y no me importó chupárselo. Le metí la mano en el calzoncillo, le saque la polla. Era enorme…. Se notaban algunas de sus venas. Me puse de rodillas y empecé a chupársela, me agarró por la cabeza y empezó a follarme la boca con su rabo. Seguí chupándole la polla,  él cada vez me la metía mas fuerte y adentro, casi hasta la garganta y eso me  estaba gustando. Sentía su olor a sudor y orín, me excitaba tanto que no paraba de chuparla. Incluso la metía tan adentro que me daban arcadas.  Podía oír sus jadeos. Más, mas, mas me decía. Baje mi lengua y lamí sus huevos peludos. Mis manos acariciaban sus nalgas también bastante  peludas apretándolas y empujándolas hacia mi cara.  Uno de mis dedos comenzó a acariciar su ano. Notaba como se iba abriendo entre su pelo. Mi dedo se deslizaba lentamente en su culo mientras seguí mordiéndole sus huevos. Deberían estar a rebosar de leche por la dureza que tenían.

¡Métemela toda¡ gritó como un poseso. Se dirigió hacia el cajón de la mesilla y sacó una crema lubricante. Se echó sobre la cama, levantó sus piernas, untó sus dedos y comenzó a acariciar y masajear su agujero. Mientras,  yo me pajeaba viendo aquel tío tan caliente. Ven y métemela repetía. Separó las piernas y con sus manos separó las nalgas y dejando su culo peludo al aire. Nunca había follado a un tío, pero él como un mamporrero acercó mi pirula hacia aquel orificio y yo comencé a empujar. Poco a poco se iba introduciendo en el mismo,  sin apenas resistencia. Serafín estaba muy dilatado. Empujaba una y otra vez, el gemía como un poseso. Aquellas nalgas peludas comenzaban a sudar de lo lindo. Cuando sacaba mi polla, la  cabeza de mi miembro estaba húmeda y pegajosa por los líquidos pre-seminales que empezaban a aparecer. Me dijo que me tumbase sobre la cama y el se sentó encima de mi miembro. Le veía disfrutar mientras cabalgaba sobre mi. Con una mano se acariciaba su pecho peludo y con la otra se pajeaba. No aguantaba más y le grité que me corría. Sus movimientos fueron más rápidos y de pronto estalle en un orgasmo increíble. Notaba como mi leche salía a borbotones e inundaba su cuerpo. Me moría de gusto.   Yo no había acabado de correrme cuando sentí unos trallazos de leche en mi cuerpo mientras él jadeaba como un loco. Mi pecho lampiño se inundó de su semen.

Nos recostamos uno sobre el otro. No se cuanto tiempo estuvimos así pero en mi cabeza seguía rondando una idea. Serafín me había provocado un inmenso placer cuando me había acariciaba con su lengua y su dedos mi culo. Quería explorar esa sensación placentera. No lo pensé dos veces, y me puse de nuevo a chuparle su polla aún morcillona, mientras me colocaba con mi culo hacia su cara, acercándoselo cada vez más. Serafín entendió rápidamente la intención que yo buscaba y comenzó a mojar sus dedos con su saliva, introduciéndolos lentamente en mi ano. Se movían con delicadeza, entrando y saliendo, moviéndose en círculo. Con sus manos separó mis nalgas y su lengua acariciaba y penetraba mi ano, sus manos grandes me acariciaba todo, mi ano ante tal chupada se fue dilatando, y yo me retorcía de placer. Notaba que yo era virgen y a pesar de lo caliente que estaba, untó sus dedos con el lubricante y comenzó a trabajar. Me puso boca arriba con  mis piernas apoyadas en sus hombros y sentí como su polla estaba entrando en mí, yo me moría  de dolor a pesar de que lo hacía lentamente. Poco a poco mi ano se amoldaba a su  miembro. Despacio, entraba lentamente, hasta que por fin pude sentir el roce de sus huevos en mis glúteos. Mientras se movía el dolor se me hacía insoportable, e incluso en algún momento estuve por decirle que parase. Pero tras el dolor inicial comenzó a provocarme olas de placer que me hacían apretarle.   Estaba tan caliente que empujaba con mi culo hacia atrás para sentirlo lo más adentro posible, ya que me encantó la sensación de sus huevos duros de nuevo contra mis nalgas. Quería correrme sobre su pecho peludo y le indique que cambiáramos de posición. Me senté sobre su polla que entonces entró mejor, mi ano estaba completamente dilatado y rápidamente podía sentir de nuevo su bombeó. No aguantaba más y mi leche salió disparada hacia su cuerpo, mezclándose con su pelambrera. Un grito de Serafín me avisó de que se él también se corría. ¡Si¡ sentía el culo lleno de su leche caliente.

Cuando acabó me recosté sobre su pecho. Podía notar la humedad de mi leche. Acerque mi cara a su pecho y pude lamerle la leche aún caliente. Era la primera vez que me tragaba mi propio semen. No se cuanto tiempo estuvimos follando pero fue increíble. Había olvidado incluso avisar a mis padres de que había llegado. Debería inventarme un pretexto, y nada mejor que comentarles que Serafín me había invitado a desayunar. Cuando me vestí mis bermudas estaban llenas de café. El me prestó un pantalón corto que tenía para deporte, evidentemente me quedaba algo grande pero servía para salir del paso. Ah también servía como excusa para volver a verle. Me despedía de el con un abrazo efusivo. Al llegar a casa, aún tenía el olor de mi padrino en el sexo. El volver a recordarlo me provocó una nueva erección que tuvo que satisfacer de nuevo con una paja. Fue la primera vez, pero hemos vuelto a coincidir y de nuevo hemos follado aunque la experiencia de la primera vez ha sido irrepetible.