Mi padre me descubre el sexo con maduros

Casi por accidente, mi padre me enseña que el sexo con maduros es delicioso

Hola! Hace tiempo que soy usuaria de esta web, disfrutando de sus magníficos y excitantes relatos y por fin me animo a contaros mis experiencias personales.

Me llamo Elena, tengo 28 años y vivo en Madrid. Mi físico es bastante normal, morena, pelo rizado, ojos oscuros, 1’70 de altura… Aunque suelen destacar de mí mis pechos grandes y mi culo firme. No es que vaya al gimnasio ni nada parecido, pero no me puedo quejar de mi genética.

Ah, otra cosa importante que debo deciros sobre mí…es que me encanta el sexo con maduros. Esa sensación de protección a la vez que transmiten experiencia y seguridad me mata. Me mata a orgasmos, quiero decir.

Así que os voy a ir contando cómo empezó todo. Seguramente tenga que clasificar los relatos en distinta categoría, así que os recomiendo ir siguiendo mis relatos para no perderos nada.

Como os decía, os cuento cómo empezó mi gusto por los maduros. No sé si todo el mundo puede decir que sabe cuándo y cómo, pero yo tengo claro que el culpable fue mi padre. El cuándo, el día de mi 24 cumpleaños.

En aquella época, yo estaba viviendo en Londres, un Master de la carrera de Administración de empresas que estaba a punto de terminar. Allí tenía a mi novio, James, un escocés que estudiaba conmigo. Bueno, estudiar estudiábamos poco cuando estábamos juntos. Pensaba que los polvos con él eran insuperables, pero como os digo, poco sabía de lo que me esperaba.

Mi cumpleaños es en verano, y si hay algo que mi familia respeta, son las fiestas de cumpleaños. Celebraciones donde nos juntamos con mis tíos y mi primo y haga sol o llueva, todos buscan la manera de no faltar. Así que eso hice yo. Saqué un vuelo a Madrid aprovechando que eran vacaciones para pasar un par de semanas en casa de mis padres. Además, en una semana sería el cumpleaños de mi madre y se prepararía otra fiesta a la que no podría faltar.

Mis padres viven en un chalet en la sierra de Madrid. Una de esas casas de dos plantas y piscina en una urbanización. Según mi madre, seguridad absoluta. Según mi padre, mucha privacidad. Y no les falta razón.

Hacía varios meses que no iba, cosa que mi madre se encargó de recordar mientras sonreía. Mi padre me cogió la maleta y me abrazó. Siempre me han encantado sus abrazos. Largos, suaves. Tan de verdad. Supongo que estaréis esperando que os cuente lo cachonda que me ponía mi padre con sus abrazos o que cada vez intentaba restregarme con su cuerpo, pero no es así. No es algo que hubiera pensado nunca antes y de hecho todo esto empezó casi por accidente. Un delicioso accidente

Os describo a mi padre. Se llama Marcos, en ese momento tenía 50 años y un cuerpo de lo más normal. Las canas ya asomaban, cosa que siempre he pensado que le suma atractivo. Mi padre es un hombre alto y grande. Por eso sus abrazos son algo especial. Siempre me he sentido como desaparecer entre sus brazos.

-Estás más delgada, hija- me dijo mi madre- ¿Estás comiendo bien?

-Déjala, cariño, si está preciosa- replicó mi padre- Londres te sienta muy bien

Mi padre tenía el don del piropo. Siempre te sacaba una sonrisa y te hacía sentir guapa sin que pareciese un pervertido ni nada del estilo.

-¿Sabes qué otra cosa me sienta bien? -les dije- ¡El vestido que me he comprado para la fiesta!

-Pues venga, ve a tu cuarto y cuelgas todas las cosas en el armario. Luego vienes y me ayudas con los preparativos para mañana

Mi madre adora la actividad. Siempre está haciendo cosas, dentro y fuera de casa. Trabaja en una empresa de organización de eventos y disfruta de cada uno de sus encargos.

Mi padre es mucho más calmado. Es gerente en una empresa de telecomunicaciones y ya antes de la pandemia, gran parte de su trabajo podía hacerlo desde casa.

Aquella tarde la pasé gestionando con mi madre todo lo necesario para el día siguiente. Día que amanecí con mis padres y mi hermano Jorge, de 20 años, cantando el Cumpleaños feliz en mi habitación. Es parte de la tradición, la familia se despierta antes que tu, prepara tu desayuno y te lo lleva a la cama. Mis padres, además del desayuno, me dieron su regalo. Un maletín precioso con mis iniciales para cuando terminase el Master y empezase a ser “una empresaria de éxito”. Mi hermano se sentó a los pies de la cama para darme su regalo: dos entradas para el próximo concierto de Dua Lipa en España. Jorge y yo no tenemos muchas cosas en común, pero a ambos nos encanta, y mientras me explicaba lo difícil que había sido conseguir las entradas, en medio de toda su alegría, casi se cae de mi cama. En un movimiento reflejo para evitar la caída, se agarró a mi sábana. Evidentemente, no consiguió su propósito y acabó igualmente en el suelo, pero por el camino, me había destapado completamente. Teniendo en cuenta que era verano, no es sorprendente que yo durmiera en ropa interior.

Me encanta sentirme sexy, así que selecciono muy bien mi ropa interior, y en ese momento llevaba una braguita tanga y un sujetador de encaje negro que me encanta por cómo realza mis pechos y marca un precioso canalillo. Y así, casi desnuda en mi cama, con mi hermano muerto de la risa en el suelo y mi madre dejando la bandeja del desayuno en el escritorio, me quedé medio paralizada. Mi padre me miraba, y analizando los detalles después, entiendo que me miró más tiempo y más atento de lo que normalmente se mira a una hija.

No sé cuánto tiempo duró pero finalmente conseguí recuperar la sábana y taparme otra vez. Entre risas eché a todo el mundo de mi habitación para que me dejasen desayunar y prepararme tranquila, ya que era mi día especial. Tenía una sensación extraña. Me sentía excitada pero no podía entender porqué. Mi familia me había visto muchas veces así, aunque solo fuera en la piscina con el bikini. Pero algo era diferente esa vez. Después entendí que fue por la mirada de mi padre.

La mañana transcurrió normal y media hora antes de que mis tíos llegaran para comer, me fui a duchar y a arreglar. Pensaba ponerme un vestido nuevo, fino, fresquito y corto que requería que debajo llevase tanga, para que no se notase, y un sujetador con tiras transparentes. Llevé la ropa interior al baño y cuando terminé de ducharme y me lo puse, me miré al espejo. Entre la escasa tela y el color, parecía que no llevaba nada. Era perfecto para que no se notase a través del vestido. Salí del baño para ir a mi habitación y me crucé con mi padre. Me miró un segundo, o puede que más de uno, de arriba abajo

-Hija, que susto, pensé que estabas completamente desnuda

-Cada vez usan menos tela para fabricar ropa interior- le dije riendo y entrando a mi habitación.

Volví a tener esa sensación. Por un momento sentí que mis pezones se endurecían y que un calor subía por mi interior. Me tumbé en la cama y pasé mi mano por encima de mi braguita. Tenía muchas ganas de masturbarme en ese momento. Saqué un pecho fuera de mi sujetador y comencé a amasarlo. Agarré mi pezón con ganas de retorcerlo y morderlo. Pero entonces sonó el timbre de la casa. Mis tíos acababan de llegar, así que no había tiempo para nada más. Todavía con la excitación, me puse el vestido y me maquillé rápido. Cuando bajé al jardín, donde mi madre había instalado la mesa para comer, todos me esperaban para felicitarme. Mi tío Lorenzo, hermano de mi padre, su mujer Alicia y mi primo Alonso. Os diré que con mi primo sí que había tenido algunas fantasías. Con 4 años más que yo, era un hombre con un cuerpazo al que yo le adivinaba un paquete igual de maravilloso. Pero Alonso no es el protagonista de este relato, no os preocupéis que os lo contaré en otra ocasión.

La comida transcurrió con total normalidad. Aunque yo, que hubiera querido aliviar mi calentón de antes pero no había podido, me estaba poniendo mala mirando a mi primo, con esa camiseta que le marcaba todo. En un par de momentos, aprovechando mi corto vestido veraniego, fingía estar entretenida comiendo mientras bajaba mi mano para acariciar mi coño por encima de la braguita. El morbo de saber que toda mi familia estaba delante me hacía calentarme más. Al final decidí ir al baño para refrescarme un poco la cara y desear que llegase la noche para masturbarme frenéticamente en mi habitación.

Mientras estaba en el baño, escuché un golpe, seguido de exclamaciones y algunas risas. Cuando bajé de nuevo al jardín descubrí que la silla en la que estaba sentada mi tía Alicia se había roto, y como solución temporal, se había sentado en la mía.

-Cariño, ¿puedes mirar si hay alguna silla más en el garaje? -me dijo mi madre

-Déjalo, mujer, que se siente en la mía, a mi no me importa estar de pie un rato -dijo mi padre

-¿Y si me siento encima tuyo? -le dije- Hoy soy la reina así que mi trono tiene que estar más alto que nadie. Y me tienes que malcriar

No tengo ni idea de porqué dije eso. No es que sentarse en las piernas de mi padre fuera una práctica común, ni mucho menos, pero lo dije. Y mi padre, con una gran sonrisa se palmeó las piernas invitándome a sentarme allí. Cuando lo hice, me abrazó y me dio un beso en el cuello.

Con el problema de las sillas resuelto, todo el mundo volvió a la animada charla. Mi madre había sacado el café y todo el mundo disfrutaba de la distendida sobremesa antes de traer la tradicional tarta de cumpleaños. Yo, en mi nuevo asiento, ya no tenía a mi primo de frente, así que confiaba que con el cambio de vistas, mi calentura bajase un poco. Pero en ese momento, debajo de mi, algo se estaba animando. Al principio no me di cuenta, pero poco a poco se empezó a hacer más evidente: mi padre se estaba empalmando. Me impresioné tanto que después de unos segundos hice un pequeño intento de levantarme. Pero entonces mi padre, que me tenía abrazada desde atrás, me apretó más fuerte

-Por favor, no te levantes ahora -me susurró agobiado- que me voy a morir de vergüenza si me ven así.

Me quedé paralizada. Notar la polla de mi padre dura en mi culo me había calentado más aún. Y sabía que no era algo que yo debiera experimentar en circunstancias normales. Pero también sabía que si me iba, mi padre quedaría expuesto. Así que decidí quedarme allí para ahorrarle la humillación. Dejé de prestar atención a las conversaciones para centrarme por completo en lo que estaba sintiendo debajo de mí. Mi padre llevaba un pantalón fino, veraniego, lo cual facilitaba que pudiera notar absolutamente todo. Eso, junto con mi calentura que arrastraba desde la mañana, hizo que, de forma inconsciente, mi cuerpo quisiera sentir más.

Muy despacio, eché mi culo un poco hacia atrás. Las manos de mi padre reaccionaron en ese momento apretándome la cintura un poco más. Con ese movimiento, la polla de mi padre se marcaba más contra mi cuerpo y decidí repetir la operación. Volví a la postura inicial y de nuevo moví mi culo hacia atrás, solo que esta vez hice un poco de fuerza hacia abajo. Escuché a mi padre soltar un pequeño gemido cerca de mi oreja. No hay cosa que más cachonda me ponga que un gemido que se escapa involuntario de la boca de un hombre y ahí estuve a punto de correrme. No sé qué me pasaba, pero no quería parar. El movimiento era lento pero continuo. Si la polla de mi padre estaba dura al principio, en ese momento parecía un bloque de hierro caliente. Eché mis manos hacia atrás y con cuidado, levanté mi culo un momento para sacar el vestido de debajo de mi. Era corto, pero sentía que en ese momento se interponía entre el placer y yo. Una vez retirado, volví a sentarme, posando mis nalgas desnudas directamente sobre el paquete de mi padre.

-Elena, por favor -el susurro de mi padre tenía una mezcla de súplica y de placer

-¿No te gusta? -le susurré

-Ese es el problema, mi vida. Por favor…

En ese momento me hubiera metido la polla de mi padre directamente en el coño y lo hubiera cabalgado allí mismo, delante de todos. Tenía un gemido constante estrangulado en la garganta, deseando salir. Pero entonces mi madre se levantó anunciando que iba a traer a tarta. Momento en el que todos se levantaron para recoger los platos de la comida y preparar la cámara para inmortalizar el momento. Mi padre aprovechó para levantarme y entrar en la casa murmurando que tenía que ir al baño.

Minutos más tarde, habiéndome recompuesto un poco, soplaba las velas de mi tarta y me hacía las fotos de rigor. Mi padre había vuelto del baño con otro pantalón, uno de pernera corta, sonriendo como si no pasara nada.

El resto de la tarde transcurrió de la forma más normal posible, y cuando llegó la noche, mis tíos y mi primo se fueron a su casa y mi hermano anunció que se iba de fiesta con sus amigos.

Mi madre empezó a recoger todo y cuando quise ayudarle me dijo:

-No, tu vete a descansar, que es tu día especial

Así que subí a mi habitación. En ese momento, por fin sola desde aquella mañana, fui consciente de lo que había pasado. Me entró mucha vergüenza por cómo había reaccionado. Que mi padre se empalmase por tener a alguien encima podía ser de lo más normal, pero que yo me hubiera estado frotando con él y que hubiera deseado que me follara allí mismo, no lo era. Con este pensamiento me quité el vestido y me fui a darme una ducha. Iba tan enfrascada en mis pensamientos que no me di cuenta de que el baño estaba ocupado. Mi padre estaba allí, con sus pantalones cortos pero sin camiseta, terminando de cepillarse los dientes.

-Ay, perdona, no te había visto -le dije, dispuesta a salir

-No te preocupes, pasa, ya termino

Su voz sonaba un poco más dura de lo habitual y rápidamente entendí que se había enfadado conmigo por mi comportamiento de esa tarde. Entre la vergüenza que ya tenía y eso, no pude evitar echarme a llorar. Mi padre rápidamente me cogió de la mano para meterme dentro del baño y cerró la puerta

-Shh, cariño, no llores. ¿Qué te pasa?

-Lo siento mucho, papá. Siento mucho lo de antes, lo de la silla. Te juro que no sé qué me ha pasado

No podía parar de llorar y mi padre me abrazó cariñosamente, como siempre hace

-Mi niña, no tienes que sentirlo. Lo siento yo, por haberte pedido quedarte. No tenía que haberte puesto en esa situación. Yo tampoco sé qué me ha pasado

-Pero es normal, me he sentado encima de ti y se te ha ido toda la sangre ahí. No hay nada de malo, papá. Pero yo…yo…

Rompí a llorar de nuevo y mi padre me abrazó más fuerte. A todo esto, yo iba camino de la ducho y había dejado el vestido en mi habitación, quedando únicamente con mi ropa interior. Y así como estaba, mi padre me apretaba contra su cuerpo.

-Elena, yo te pido perdón porque si me has notado así era porque estaba pensando en ti de una forma que los padres no deben pensar sobre sus hijas. Esta mañana te he visto en ropa interior y no sé qué me ha pasado. Y cuando te has sentado encima de mi no podía sacar esa imagen de mi cabeza. Ya somos todos adultos así que te voy a ser sincero. Llevo todo el día con un calentón increíble.

A mí se me escapó una pequeña risa ante tal declaración, lo que hizo que el ambiente se relajase un poco

-Uff, yo no sé que me pasa hoy, pero estoy igual- le confesé

-Y el juego de la silla no ha ayudado nada. Hasta he tenido que cambiarme el pantalón- dijo mi padre con una gran sonrisa- Pero ya está, mi niña, no te preocupes más.

Me dio un beso en la cabeza y pretendía finalizar el abrazo, pero yo estaba tan a gusto que le abracé de nuevo, obligando a que el momento durase un poco más. Ya más relajada, me dejé llevar por el gesto, apretando mi cuerpo con el suyo como hacíamos siempre. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el pecho de mi padre. Entonces empecé a ser consciente del tacto de nuestros cuerpos juntos. Yo, en ropa interior. Mi padre solo con el pantalón. Mis pezones, al sentir el calor que emanábamos, se endurecieron, y mi pelvis, al igual que el resto del cuerpo, se aseguró de que el contacto fuera pleno. De nuevo comencé a sentir como el pene de mi padre cobraba vida, apuntalando discretamente mi coño a través de nuestras respectivas telas. Durante unos segundos nos permitimos seguir así, sin movernos. Pero cuando mi cuerpo se vio atravesado por una pequeña descarga eléctrica y solté un pequeño gemido de placer, salimos de nuestra ensoñación. Nos soltamos de aquel abrazo y mi padre salió del baño como una exhalación.

Me quedé unos segundos sin reaccionar, repasando mentalmente lo que acababa de pasar. De nuevo. Y recordé que mi padre había dicho que me deseaba de forma impúdica e incestuosa. Así que durante la ducha me masturbé, deseando que mi padre entrara de nuevo y me follara allí mismo. Pero eso no pasó y la noche continuó sin más hasta que nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente, el desayuno sucedió como todos los días. Mi hermano acababa de llegar a casa de fiesta y anunció que se iría a dormir. Y que no le despertásemos para comer, algo bastante habitual cada vez que salía. Mi madre parecía contenta esa mañana y mi padre no daba señal alguna de estar afectado por lo de ayer.

-Bueno, supongo que ahora que ya ha pasado tu cumpleaños, Elena, tendréis algo que planificar, ¿no? -mi madre siempre tan sutil

En unos días sería su cumpleaños, y si hay algo que le gusta a mi madre más que planificar eventos es que le den sorpresas con eventos para ella. Así que todos los años, al día siguiente después de mi fiesta, mi madre encontraba cualquier excusa para salir de casa y dejar que los demás planeásemos la suya.

-He quedado hoy con Piluca, nos vamos a hacer una sesión de belleza las dos. Peluquería, manicura, comprar ropa… -Piluca es la mejor amiga de mi madre y habían planificado un día para no pasar por casa y simular que no sabían qué estábamos preparando - No voy a comer aquí, así os dejo tranquilos

Después de guiñarnos un ojo, subió a su habitación a cambiarse y tras unos minutos salió al encuentro de su amiga, a disfrutar de un día de auto mimos.

Cuando nos quedamos solos mi padre y yo, saqué mi portátil dispuesta a empezar a planificar la sorpresa para mi madre.

-Papá, ¿has pensado ya algo en concreto?

-No mucho, hija, y con este calor no se puede pensar. ¿Te apetece que lo hablemos en la piscina?

-Claro, deja que me cambie y voy

Subí a mi habitación y me puse mi biquini azul claro. Me gustaba particularmente porque realzaba mis caderas y mi busto. Bajé a la piscina y mi padre ya estaba dentro del agua, así que dejando el portátil cerca del borde, yo también entré. Estaba más fría de lo que esperaba así que mis pezones reaccionaron debajo del biquini. Una vez dentro, me quedé en el borde, mirando hacia afuera, donde tenía el ordenador.

-Pues yo había pensado que podíamos encargar la tarta en la pastelería que le gusta tanto, esa de mazapán y yema. Y que este año, para darle sus regalos, ella tenga que encontrarlos. Como un Escape room. ¿Qué te parece?

Mi padre se había acercado a mi por detrás y miraba al ordenador por encima de mi hombro.

-Eso es muy original, a tu madre le gustan mucho los juegos. ¿Y ya sabes qué quieres regalarle?

-El otro día me dejó caer que en la nueva temporada hay unos zapatos rojos y negros preciosos. Así que creo que se los regalaré. ¿Y tú?

-He visto unos pendientes muy bonitos con un collar a juego que le van a encantar. Mira, déjame que te los enseñe

Mi padre, queriendo acercar su mano hasta el teclado del ordenador, se pegó más a mi. Mientras buscaba en el navegador la web donde vendían dichos pendientes, mi culo quedó en contacto con la pelvis de mi padre. La calentura del día anterior volvió, en un segundo, multiplicada por 10. Le cogí la mano, por si tenía intención de quitarse, y busqué la otra con la otra mano. Eché mi cabeza para atrás y susurré

-Por favor, quédate así

Hice que me abrazara con sus manos y eché mi culo ligeramente hacia atrás. Y ahí estaba. La polla de mi padre volvía a la vida para mí. Abrí la boca, deseando gemir, pero sabiendo que si lo hacía, el momento podría acabarse. Su polla seguía creciendo, dura como una estaca, y mi pelvis buscaba su contacto desesperada

-Elena…

-Shh…quédate así, papá, por favor

Una de sus manos, que me abrazaban por la cintura, empezó a bajar. Hasta que se posó sobre mi pubis, apretando, consiguiendo así que su cadera y la mía quedasen más pegadas. Con su otra mano, rodeo uno de mis pechos y al tiempo que lo estrujó, un gemido salió de su boca. Entonces yo no me pude aguantar y dándome la vuelta y quedando frente a él, le besé.

De verdad, sigo sin saber por qué reaccioné así, no estaba enamorada de mi padre ni le deseaba desde hacía tiempo, como les pasa a muchas. Pero el placer que estaba sintiendo no era normal.

Mi padre tardó un par de segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo, respondió a mi beso con pasión. Nuestras bocas se juntaban con deseo contenido y furioso. Nuestras lenguas jugaban en la boca del otro sin pudor. Las manos de mi padre recuperaron su posición y amasaban mis tetas. Torpemente, solté el cierre del bikini y lo dejé caer al agua, para que mi padre pudiera disfrutarme al natural. Algo similar debió de pensar él, ya que después de unos segundos, decidió bajarse el bañador y ayudarme a bajar mi braguita. Cuando ambos quedamos desnudos, dentro del agua, agarró mis nalgas y me apretó contra él. Ahora, la caliente polla de mi padre, hacía pleno contacto con mi coño, sin telas de por medio. Yo no quería esperar a que pasase algo que le hiciera cambiar de opinión, así que ayudada por el agua, alcé mis piernas hasta rodear con ellas su cintura. La cabeza de su polla quedó enfilada, recorriendo toda mi rajita mientras se mecía con el agua. Mi padre dejó de besarme y me miró boqueando de placer

-Hazlo- le dije

-¿Estás segura? Cariño, esto no está bien

-Hazlo, papá, estás deseando- yo no podía más de placer

-Ya, pero…

Entonces me colgué de su cuello y le susurré en la oreja

-Fóllame, papá, tu polla ya está llamando a la puerta

Con mis pies conseguí acercarle un poco y su caliente polla encontró el camino correcto, metiendo levemente la cabeza. Al notarlo, solté un gemido justo en su oreja

En ese momento mi padre lo tuvo claro. Iba a follarse a su hija en ese momento. Así que de un golpe de cadera, me enterró su barra entera. Anticipándose al grito de placer que luchaba por salir de mi garganta, mi padre volvió a besarme, amortiguando así el sonido. Me tenía completamente atravesada y podía sentirle maravillosamente. Se quedó unos segundos así mientras me seguía besando. Y después sacó su polla lentamente, casi al completo, y volvió a empalarme hasta el fondo.

-Dios, Elena, como me tienes, esto es una locura

-No pares, papi, por favor

Entonces comenzó a follarme intensamente. Nunca había follado en el agua y os diré que se ha convertido en uno de mis sitios favoritos. Con el movimiento de mi padre, el agua también se movía, de forma que mientras mi padre me llegaba hasta el útero con su estaca, el agua acariciaba mi clítoris. A los pocos minutos estallé en un fuerte orgasmo que me dejó sin fuerzas. Entonces mi padre, con una voz llena de placer, me avisó de que iba a venirse

-Elena, mi amor, no aguanto más, estoy a punto

-Hazlo, papá, quiero sentirte. Tomo la píldora, no te preocupes

No sé qué tienen esas palabras que siempre obran el milagro. El milagro de que unos potentes chorros de semen fueran disparados al interior de mi matriz mientras mi padre daba fuertes golpes de cadera, queriendo introducirlo lo más posible.

Nos quedamos así un rato más, besándonos, con su polla aún dentro de mi, hasta que disminuyó de tamaño y salió. Al cabo de un rato salimos nosotros de la piscina y nos duchamos. Hubo caricias y besos y la promesa de que aquello tenía que repetirse.

Promesa que hemos cumplido, por supuesto. Además de mi amante, mi padre se convirtió en un aliado para cumplir mis fantasías. Pero eso, como dice un famoso libro, es otra historia, y será contada en otra ocasión.

Si os ha gustado mi primer relato, podéis dejarme un comentario o escribir a mi email, os leeré con mucho cariño!