MI PADRE, BERTO Y YO. La sangre me inflama

La experiencia de comer y beber sangre transforma a Rafi, pero después del influjo lunar quiere volver a probar sexo con Berto, en este caso como hombre no como licántropo.

MI PADRE, BERTO Y YO. 4

La sangre me inflama

Habíamos comido conejo a la brasa prácticamente crudo. La mañana había transcurrido con normalidad escuchando la letanía de la segadora, pero algo nos inquietaba, al menos yo tenía los nervios a flor de piel y, por lo que notaba, a los dos hombres les pasaba lo mismo. Después de comer, estábamos en la mesa bebiendo vino cuando mi padre me miró y comenzó a hablar.

Segunda confesión de Rafa

Te dije que te contaría y te contaré. Aquel hombre llevaba mucho tiempo siendo lincátropo y sabía perfectamente como seducir a un incauto. La noche que me sedujo sólo fue para hacerme ver que el era el amo y yo un sumiso, pero alguna semilla debió dejar en mi interior porque por la noche comencé a inquietarme, noté mucho calor y el cuerpo me dolía, pensé que era por la postura que había tenido la noche anterior al dejarme poseer.

No era luna llena todavía pero le faltaba poco. La puerta de mi habitación se abrió y el Macho entró desnudo y se acercó a mi cama, me descubrió de un tirón, se acostó a mi lado y me abrazó. Yo me dejé arropar por su cuerpo como si fuera mi padre y me susurró al oído que esa noche tendría la transformación. Yo lo oía pero no comprendía lo que decía. Pero su calor y su olor inconfundible hizo que me durmiera.

No se el tiempo que pasó, pero me desperté con un sobresalto cuando noté mucho calor y un olor inusual. Mi Macho se estaba transformando y apretaba mi cuerpo al suyo con una fuerza sobrehumana. Noté como su cuerpo se agrandaba y se fortalecía, noté como se iba cubriendo de vello espeso, noté como sus labios se retraían y como su verga tomaba unas dimensiones desconocidas para mi, pero no me opuse a nada porque su olor me embriagaba, me lamió los labios con su lengua áspera y larga dejando un reguero de saliva que lamí con glotonería. Cada vez que bebía algún fluido suyo, ya fuera saliva o semen, experimentaba en mi algún cambio que no podía interpretar pero que me unía más a él.

Me dejé dar la vuelta y que me poseyera, dejé que aquella lanza entrara en mi otra vez y noté como se hinchaba dejándome a su disposición sin posibilidad de huir. Me enganchó y aulló, y mientras aullaba, su tapón se agrandaba y yo sentía una excitación inmensa al notar que era suyo. Las mordidas que me daba me enardecían aún más y los arañazos en mi pecho y en mis nalgas me producían un placer sublime. Se descargó en mi y yo me corrí como una perra al notar como me irrigaba.

- Ahora eres mío - me dijo - Ahora si que eres mío porque te he convertido.

No sabía todavía de que hablaba en realidad, pero a la noche siguiente me di cuenta de lo que quería decir.

Pasé todo el día inquieto, noté que mi cuerpo había cambiado, notaba como los músculos apretaban más mi piel, vi como mi miembro había crecido y ensanchado, me había convertido en un hombre mucho más viril de lo que era.

Esa noche comencé a sentir la transformación. El dolor que proporcionaba el aumento de musculatura, el placer de notar como mi cuerpo se cubría de vello, el dolor de notar como mis caninos aumentaban, el placer de notar mi verga inflamarse, todo era un conjunto de dolor y placer desconocido para mi.

Se abrió la puerta y el Macho apareció en la puerta con todo el poderío de su cuerpo. Me indicó con un gesto que le siguiera y obedecí, salimos de la mansión, y comenzó a correr por el campo, yo le seguí con una rapidez y agilidad que no reconocía en mi. Se paró, me detuvo con un gesto, olió el aire y volvió a correr, fui detrás de él.

De repente me encontré con la boca en el muslo de un ciervo y arrancando la piel de un mordisco mientras el Macho le clavaba los colmillos en el cuello provocándole una herida mortal. La sensación de comer esa carne y beber esa sangre fue algo inesperado. Me sentí crecer, mi cuerpo experimentó un cambio sustancial y mi mente se nubló, me desaté en un ansia de sangre y de carne cruda hasta que quedé ahíto.

Al día siguiente, mi Macho me contó que, aunque el mito decía que comíamos a hombres, eso no era verdad, éramos humanos y no podíamos comer a nuestro género, pero que necesitábamos carne cruda y sangre fresca, y eso nos lo proporcionaban los animales del campo. No necesitábamos más.

Le pregunté qué me había pasado y me dijo que me había convertido y que así sería para toda mi vida. Lloré con amargura porque no sabía que sería de mi vida desde ese momento. Me calmó abrazándome y me dijo que necesitaba más manadas, que yo sería el Macho de la mía, pero que estaría a su disposición, pues él era el Alfa. Debería ir a mi tierra fundar una manada allí. Pero él sería mi Macho siempre.

Volvió a montarme como el animal que era y al día siguiente nos despedimos con una lamida de lenguas que aún recuerdo.

Decidí venir al campo porque no quería dañar a nadie del pueblo y aquí conocí a Berto.

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La historia de mi padre me había puesto a cien y, mientras la contaba, no dejaba de mirarle a él y a Berto. Como me gustaban esos hombres, mi padre parecía que había ensanchado dando más fuerza a su apariencia de la que ya tenía. Pero Berto, mi Berto, estaba espléndido en su juventud, su espeso pelo rizado, su cuerpo aún más fuerte tensaba su camiseta hasta que pensaba que los tirantes se romperían de un momento a otro, y la tela se tensaba en su pecho haciendo que sus erguidos pezones intentaran salir a la fuerza. Ese hombre me tenía absolutamente fascinado, me volvía loco. Solo mirarle hacía que mi polla se irguiera y que mis cojones se encogieran con un leve espasmo.

  • Esta noche, saldremos de caza. Ya estás iniciado y preparado. Cuando nos transformemos saldremos.

La luna salió y el espectáculo de la transformación comenzó. Aquellos magníficos cuerpos se magnificaron aún más, crecieron, se desarrollaron, se poblaron, se irguieron y con un bramido abrimos las bocas para dejar que los caninos crecieran. Su olor me invadió, su fuerza me invitó a imitarlos y seguirlos. Cada vez me gustaban más esos dos machos. Y de repente mi padre atravesó la puerta hacia el exterior y nosotros le seguimos.

Corrimos por el campo a toda velocidad, los arbustos y los espinos nos arañaban la piel, pero no nos importaba, íbamos de caza y eso era lo importante. Corrimos hasta que el jefe se paró de repente y nosotros con él. Olió el aire y le imitamos, un olor a carne fresca entró en nuestras cavidades haciendo que las glándulas salivares fluyeran en nuestras bocas. Alfa se quedó quieto, guiñó los ojos, levantó la cabeza y, de repente, salió corriendo. Le seguimos. Se volvió a parar. En un claro del bosque estaba un perro salvaje dando fin a una presa. Padre nos miró y supimos lo que teníamos que hacer. Le rodeamos en silencio y a un gesto suyo nos lanzamos sobre él. Rafa le desgarró el cuello, yo me tiré hacia sus genitales y Berto le abrió el abdomen con sus garras.

La sangre de aquel animal entró en mi cuerpo poseyéndome y provocando un estado de excitación que no conocía, le arranqué los genitales y me los comí. Noté como mis músculos absorbían aquella carne y aquella sangre y como se inflamaba mi musculatura. Padre gruño salvajemente a Berto para que se retirara y ser él el que comiera las partes más apetecibles, mi amigo se apartó con la cabeza gacha dejando que el jefe comiera a su antojo, luego se retiró y Berto comió su porción, al final me dejaron las sobras, pero me parecieron lo suficientemente nutritivas y sabrosas, las comí, lamí la sangre y sentí como una sensación de poder bestial me invadía. Aullé a la luna a la vez que escuchaba a mis dos compañeros hacer lo mismo.

Si en la vida normal tenían unos cuerpos espectaculares, después de la ingesta de carne cruda y de sangre se habían convertido en auténticos dioses y emanaban tal olor a macho que me volvía loco de deseo. Noté que me miraban de igual manera y sin pensarlo nos tiramos a olernos los culos y los huevos y las vergas en círculo.

La iniciativa la tenía el Alfa que se decidió por Berto y lo atravesó con su cipote sin más miramiento, aullaron como lo que eran y yo me decidí por probar el rabo de Berto que ya comenzaba a manar. Mi larga lengua le lamía el apéndice rosa disfrutando del sabor de la miel que salía de él. Me decidí por lamerle la boca y sacó su lengua para lamer la mía. Al cabo de un rato de lametones en su verga y en su boca, me sacó los dientes haciéndome saber que "ya estaba bien, que me pusiera en postura", y así lo hice, me di la vuelta y le ofrecí mi culo para que lo ensartara con su cipote. Entró como una jabalina y luego se hinchó como un puño en mi interior para no dejarme escapar, esa sensación de dominación ante el macho me excitó hasta el punto que mientras segregaba fluidos por mi glande, aullaba de placer... y me folló a la vez que mi padre le follaba a él, hasta que los tres aullamos a la vez con una bestial corrida. El silencio se apoderó del entorno.


No voy a contar el tercer día porque fue la repetición del que acabo de contar con la salvedad de que en esa ocasión, fue mi padre quién me folló y yo me lo hice con Berto, por lo demás...

Lo importante para mi fue el día siguiente, cuando la influencia lunar ya amainaba y no teníamos la sensación de la transformación. Nos despertamos agotados y heridos de arañazos. Las bocas resecas de sangre y el cuerpo sucio de barro, polvo y semen . Lo primero que hicimos fue lavarnos a conciencia. Me fijé en los cuerpos de mis mayores que demostraban un poderío superior al de días anteriores. A lo mejor, la gente no se daría cuenta, pero yo lo percaté y me asombró que sus músculos eran más poderosos y el vello era más tupido, pero, por lo demás, parecían los mismos atractivos hombres de dos días antes.

Mi padre su fue a la ciudad para hacer gestiones y nos quedamos Berto y yo para la labranza.


Berto estaba detrás mío y hacía que me mirara en el espejo de cuerpo entero del armario.

-Dime que no notas la diferencia

Me miraba y, efectivamente notaba como había cambiado mi cuerpo, cómo había crecido vello en sitios que antes no existía, me acariciaba desde la espalda el pecho y, según iba acariciándome el cuerpo, notaba la diferencia de días anteriores. Lo que más me llamó la atención fue el tamaño de mi verga y que mis cojones se habían pegado más al culo...y que los sentidos estaban más agudizados que antes, mi olfato (olía a Berto con intensidad, su piel, su sudor, sus genitales, su culo), mi oído ( el corazón palpitante a mi espalda, la respiración agitada en mi cuello), todavía no había notado el gusto, pero estaba seguro que también había cambiado. El tacto no, el tacto era humano cien por cien y eso hacía que los anteriores sentidos se agudizaran.

Nos quedamos solos Berto y yo. Fuimos a trabajar al campo, pero no podía dejar de mirar a mi macho con el pecho descubierto, el pantalón corto que dejaba al aire aquellas poderosas piernas cubiertas de vello moreno y que cada vez me ponía más. Subí a la cabina del tractor, me rocié con el agua de un bidón y me quedé observándole.

  • Qué

  • Berto, ¿Después de la transformación, mi padre y tu seguís follando como hombres?

  • Claro

  • Berto... Quiero follar contigo hoy, el día que ha finalizado la influencia.

(...)

  • Berto...me gustas... Te amo. No quiero hacerlo con mi padre delante... quiero hacerlo libremente como el otro día, pero hoy, cuando todavía no ha acabado la magia. Quiero que me folles como hombre, necesito sentirte como hombre.

(...)

  • Berto... transformados no disfruto de tu boca, de tus labios... no te acaricio, no siento tu piel en la mía, no puedo mamarte como a mi me gusta, no disfruto de ti como a mi me gusta... Me gusta y me vuelve loco... pero es otra cosa, es distinto.

La mirada de Berto me taladró hasta el cerebro. Era el hombre más maravilloso que había visto en mi vida.

Me limpió las gotas de agua de la frente y de la cara, me acarició con el pulgar los labios, sonrió, sus carnosos labios se abrieron para dejar a la vista sus blancos dientes y dijo: - Vamos a mi casa.

Se desnudó y me desnudó, me llevó a su habitación abrió el armario y se puso a mi espalda, y el espejo de la puerta reflejó mi imagen. No me había visto desnudo desde hacía tres días y me impresionó la figura que vi.

El cuerpo de Berto me calentaba la espalda y sus manos me acariciaban el cuello, el pecho - ¿Te ves?, ¿Te ves bien?... Ya no eres el mismo...fíjate en como has cambiado desde el otro día - Los labios carnosos me acariciaban la oreja mientras me susurraba - Tus músculos se han endurecido - Me apretaba las tetas - Tu vello ha crecido - Me acariciaba el vientre - Tu verga se ha convertido - Me agarró el cipote que ya estaba en trance - Mírate... mira en el hombre que te estás convirtiendo - Me mordió el hombro - En el hombre más guapo del mundo- Me mordió el cuello y me hizo sangre y luego me lo lamió. Noté como su cipote crecía entre mis nalgas, noté como el vello de su pecho y su vientre me acariciaba el cuerpo, lo mismo que hacían sus brazos y sus manos sobre mi pecho y mis genitales. Suspiré de placer y un leve aullido surgió de mi garganta. Me di la vuelta para amorrarme a su boca y para que nuestras vergas se unieran.

Necesitaba su lengua, necesitaba lamer su boca y saborear su saliva, necesitaba morder esos maravillosos labios, necesitaba notar su polla junto a la mía y su cuerpo rebozarse en el mío. Le abracé con fuerza para que no se fuera, para que no me abandonara y el hizo lo mismo. Me sujetó la cara con sus manos, me retiró para mirarme a los ojos y luego me besó con ternura hasta que nos fuimos calentando y fuimos dando paso a nuestra pasión a base de muerdos y lametazos hasta que noté la humedad en nuestros miembros y me incliné para lamerle , mamarle y apertarle los huevos. Mi hombre gemía hasta casi aullar y, entonces me di la vuelta para ofrecerle mi culo y que me penetrara.

Aquello fue un placer indescriptible, pues yo tenía el ano dilatado de tres días de recibir pollas caninas y, aunque el pollón de Berto no era nada desdeñable, entró en mi interior con facilidad y recibí un masaje anal que me excitó hasta el punto que chorreé líquido pre seminal en cantidad. Noté su polla entrar hasta el fondo mientras me mordía y tiraba de mis pezones y yo gemía...gemía de placer, de lujuria. El calor de nuestros cuerpos nos invadió haciendonos sudar mientras sus sacudidas eran mas intensas y rápidas. El olor de su sudor y de sus genitales excitaban mi sentido olfativo hasta provocarme una gran salivación y algo desconocido en mi, humedad en mi orto que facilitaba y lubricaba el gran falo de mi macho, que aullaba de placer igual que yo....hasta que se corrió en mi interior e hizo que yo estallara hasta quedarme seco.

Salió de mi y me tiré como una perra para lamerle la verga y los cojones en signo de sumisión hacia mi creador.


Cuando llegamos a casa para cenar, mi padre olió el aire y preguntó :- ¿Lo habéis hecho?

Yo bajé la cabeza, pero Berto le respondió con firmeza - Si.

Mi padre me miró fijamente - Bien...De ahora en adelante, tienes que tener mucho cuidado. Notarás que tanto hombres como mujeres se te ofrecerán porque segregamos una hormona que los excita. No folles sin preservativo, ten mucho cuidado por favor. Es peligroso. En la ciudad no se puede cazar y si contaminas a alguien buscará carne y sangre fresca, por lo que intentará cazar a una presa fácil, pero si no la mata, si sólo la hiere, e incluso, si folla en los días previos se convertirá y eso puede ser peligroso para todos nosotros. Te lo pido por favor, ten mucho, mucho cuidado.

Desde hoy, en los días lunares, vendrás a pasar esas jornadas con nosotros para adiestrarte.