Mi paciente preferida
Me toco atender una niña que había sufrido un accidente, no era tan niña
domicilio. No es algo que me guste, pero me lo pidió Don Mario y no me pude negar. Es lunes a la tarde, termine de atender el consultorio y tengo una sesión a
No es que tenga un compromiso con él, simplemente que cuando recién me instalé como kinesióloga, él fue mi primer cliente y él que mejores referencias dio de mi trabajo. Le atribuyo algo a eso, el haber que las cosas me salieran tan bien.
Me había llamado el fin de semana para ver si podía atender a su hija. La niña había tenido un accidente con el coche, y se había lastimado la pierna.
Según parece a la otra terapéutica no la soportaba. Le había comprado los últimos videos juegos, pero así todo estaba muy molesta. Me lo imaginaba, una niña metida en la cama sin poder salir a jugar, debía sentirse como una gata atada, para colmo el padre no estaba nunca en casa, el aburrimiento debía ser mayor.
Pues nada, tomé el coche y allí me fui. Antes de seguir contando sería bueno presentarme. Me llamó Claudia, vengo de un pueblo del interior, estudié fisioterapia en esta ciudad, y pude instalarme atendiendo a particulares, (no todos quieren esperar los turnos de la seguridad social) a mis veintiocho años, puedo decir que en mi profesión me va bien. Particularmente no me puedo quejar, no tengo ni quiero compromisos, disfruto la vida, aprovecho lo que esta me ofrece, y la aprovecho sin culpa. Soy cinturón negro de yudo, y a pesar que no estoy compitiendo, el poco de entrenamiento que hago, me permite cuidar mi figura, de la que tampoco me puedo quejar.
Me iba acordando de lo que me había dicho Don Mario. A la pequeña le habían tenido que poner unos clavos, que a pesar que ya hacía más de un mes de eso la tenían bastante irritada. Me lo imaginaba ¿quién no, en esa situación? No me daba angustia, me iba bien con los niños, será porque tengo una sobrina que es mi regalona desde pequeñita y aprendí de ahí. De verdad me tenía fe a poder llevarme bien con la niña.
Cuando llegué el padre me estaba esperando en la puerta
-Claudia, que suerte que llegaste, ya me tengo que ir y mi hija está acostada, ven, pasa, te la presento y me voy, espero que te arregles sola
-No se preocupe va a ver que nos vamos a llevar bien – pasamos a una habitación amplia un escritorio con un ordenador de última generación, unos buenos parlantes que no sé dónde los enchufarían, y en la cama la enfermita.
La niña, ¡pedazo de niña era! Un cuerpazo, que aun así acostada se veía que era una hermosura, creo que las dos nos quedamos asombradas. Yo no me esperaba una niñita así, quizá ella tampoco se esperaba una terapeuta así. Traté que no se notara mi sorpresa.
-Hola que tal, Claudia para servirte ¿y tú cómo te llamas?
-Josefina, pero no me gusta que me llamen Josefina
-Te llamo Fina ¿te parece? – me miró con unos ojos que me derretían
-Si te gusta hazlo, o puedes llamarme Joselyn que así me conocen.
-Bueno, pues así sea – mira ¡donde están los estudios? quiero saber qué es lo que te pusieron, para hacerte una terapia a lo que necesitas – me los alcanzó el padre apurado que se tenía que machar, me quedé un poco mirándolos.
-Uhm…un buen tortazo te diste, te hicieron un buen trabajo, de esta vas a quedar bien – me senté en el borde de la cama, quería que me tomara confianza. Contaba con caerle simpática a niñita, y ahora menuda niñaza me había tocado. La irritación suele ser peor en los mayores, y el hecho de estar tan buena, no tenía por qué ayudar - ¿y cómo fue el accidente?
-Y… la verdad…salimos de marcha y tomamos un poco de más, y en un momento se me cruzó un árbol y no lo pude esquivar – me dio risa y también me tranquilizó que aun estando así tuviera ese humor.
-Eso pasa a veces, hay árboles que cuando toman no se fijan por donde van, por eso tienes que ir con más cuidado. Ahora vamos a ver qué podemos hacer con esta piernita, es una pena verla así con lo bonita que es.
Tenía una sonrisa preciosa. No es que mis gustos estén dedicados a las mujeres, es más, tengo que reconocer que cuando encuentro algún chico que me cae bien, no pongo ningún remilgo para llevármelo a la cama y me la paso bien, lo de malo, es que enseguida se lo toman como si fueras de su propiedad, y eso conmigo no va. Tuve algún escarceo circunstancial con alguna muchacha, y la verdad que me la pasé muy bien, y sin los efectos colaterales de presunción de dominio. La pasamos bien y ya está, cada cual a lo suyo. Ahora estaba mirando a esta “Niña” y me venía recuerdos de situaciones pasadas. Contente Claudia, estás trabajando,
- ¿Cómo va, te hace doler mucho lo qué te hago?
-No, la verdad que lo estás haciendo muy bien, me haces masaje en toda la pierna y me alivia mucho.
-Es que la tienes siempre quieta, y si no se ablandan un poco los músculos te vas a sentir fatal.
-Y fatal me estaba sintiendo, puf…esto sí que es un alivio
-Cómo te arreglas, no me digas que estás todo el día en la cama,
-No ando un rato con las muletas, pero la verdad, eso me hace doler las axilas, la otra pierna de cargarla tanto me molesta bastante, no sé, ando, pero no me da ganas de andar.
-Debes estar usando mal la muleta, andas un poco colgada, quieres que te dé un poco de masajes en la otra pierna
-Ay si fueras tan buena – me miro con una carita de angelita
-Si pones esa carita, te masajeo lo que me pidas
-Uhm…quizá te tome la palabra – se echó para atrás y cerró los ojos
Comencé por la planta del pie, fui subiendo de a poco por la pantorrilla, pasé la rodilla para trabajarle el muslo. Tenía puesta una bata que para eso casi se le había desprendido toda. Llevaba puesta unas braguitas que eran una delicia, daba ganas de meterle mano.
-Menudo trabajo te debe dar ponerte y sacarte las bragas con la pierna dura, ¿o te ayuda alguien?
-Claro que me da trabajo, a mi papá no le voy a pedir que me ayude, me tengo que arreglar sola.
- Pero si no vas a salir ¿para qué te las pones?
-Porque venías tú, que querías, que te anduviera mostrando todo.
-Mujer, que tienes ahí de raro, no me digas que ocultas el santo Grial y nadie lo sabe.
-Bueno… no sé… se le llama de tantas maneras, que a lo mejor hasta grial le digan, pero santo, lo que se dice santo, te aseguro que no. – me eché a reír.
-Entonces si no me vas a sorprender con nada del otro mundo, la próxima no te preocupes por las bragas, ahora te dejo y el miércoles si quieres vuelvo.
-Claro que quiero, te espero, no me falles, no sea cosa que no me ponga las bragas y en vez de tú venga la otra.
Me fui con una sonrisa. No podía negar que esta niña me había impactado. El sentido del humor que demostraba, aun a pesar de tener que estar casi recluida, mostraba una presencia, tan fresca, tan viva, en comparación con algunas quejosas que por mucho menos daban la lata, me daban ganas de vivir y de vivirla. Bueno, ya me fui por la tangente, mejor me calmo que es una paciente y hay que procurar mantener la distancia.
El miércoles estuve puntual. Cuando llamé me abrió ella colgada de las muletas. La saludé con un beso en la mejilla y le hice notar lo mal que las utilizaba.
-Tienes que regular la altura, así te desgracias las axilas y caes sobre el otro pie muy fuerte, te va a empezar a doler.
-Ya me empezó, por eso no ando mucho, después me arreglas.
La mejor manera de arreglarte es que no te desarregles, pero bueno, vamos a la terapia – fuimos a su habitación, se acostó y empecé con los masajes.
Estaba vestida con otra bata un poco más translucida, se notaba que no tenía sujetador. No tenía ni lo necesitaba. No necesitaba notar que no tenía bragas, al levantarle la pierna, podía ver un coñito de lo más bonito, depilado, se le notaba una frescura, especial para sacarme la calentura que el verlo me daba.
Estuve haciendo mi trabajo procurando no dejarme influenciar por la visión que me ofrecía, me daba cuenta que me miraba tratando de adivinar la impresión que me causaba, tenía que demostrar mi actitud más profesional.
-Bueno, terminamos con la pierna lastimada, a ver la otra, tienes que tratar de no cargar en ella, y buscar la posición con las muletas que más te sea cómoda ¿quieres que te de unos masajes?
-Uy, si me hicieras el favor, no es que me duela mucho, pero molesta.
-Vamos a ver si te sacamos esa molestia – empecé como la vez anterior a masajear empezando desde el pie rumbo al norte. Tenía unas piernas deliciosas, daba gusto acariciarla, pero yo no estaba para darme el gusto, en todo caso, sería para dárselo a ella – por aquí te debe molestar, este es el glúteo mayor, es el más desarrollado, es lo que comúnmente le llamamos culo, en tu caso lo tienes muy pero muy desarrollado y te queda muy bien.
Le levanté la pierna para poder sobarle bien el culo, me daba cuenta que le gustaba, cerraba los ojos y se dejaba hacer.
-Joselyn, ¿quieres que te dé bien por esas partes?
-Si me va a hacer bien dame, seguro que me calma, el otro día me calmo bastante, no te molestó que no me pusiera bragas, ¿verdad?
-No mujer, cómo me iba a molestar, aparte que tienes todo muy arregladito, así es mejor porque ahí están los abductores que son los que te permiten abrir las piernas y conviene que le de unos masajes.
-Ay, si sirven para abrir las piernas, por favor déjamelos bien.
-Sí que te los voy a dejar bien, lo que sí que vas a soportar que te pueda tocar por las ingles, no creo que tengas problema.
La respiración se le iba apresurando. Con el canto de la mano cómo al descuido, le llegaba a tocar los labios mayores. Podía notar como una baba estaba asomando entre ellos, en un momento no se pudo aguantar y soltó un gemido que la hizo poner colorada.
-Uhm…parece que te excitaste. – más colorada se puso
-No, que va, me dolió un poquito, pero no es nada
¿Quieres que pare?
No, no, sigue, si no me dolió tanto.
-Creo que mejor paro, quizá tengas algo mal, no es normal que una chica como tú no se excite cuando le acarician por ahí, ¿eres frígida?
-No, que va, soy bien normal de verdad,
-A ver, a ver, si te toco así no sientes nada – le acaricié todo el coño suavemente - ¿sientes algo?
-Si…algo siento.
- ¿Y así? - Le metí el dedo adentro y lo fui corriendo hasta llegar al clítoris – pegó un respingo
-Sí, Claudia, siento, soy normal y me tienes bien caliente con eso.
-Ah, eso ya es normal, pero estás muy tensionada, y no te apoyes sobre la pierna mala, ¿quieres que siga?
-Claro que quiero que sigas, mira como me pusiste ¿me vas a dejar así?
-Uhm…bueno, está bien, vamos a ver si me sale, mira que estas cosas yo no estoy acostumbrada a hacerlas, a ver si lo hago bien, cualquier cosa me dices que pare – me miraba sin saber si se lo decía de verdad. Le separé bien las piernas y le introduje dos dedos, cerró los ojos y su cara era la máscara de sus sensaciones, estaba como para comérsela. La boca entreabierta, se mordía los labios, la saliva se le escurría por las comisuras, mientras mis dedos entraban y salían cada vez más rápido, con la otra mano le sobaba el promontorio que ahora hinchado sobresalía entre sus labios menores, sus gemidos eran cada vez más sonoros - ¿voy bien así o quieres que pare?
- ¡No! ni se te ocurra, por favor sigue, sigue que si no me matas.
-Bueno, bueno, sigo, con esto te voy sacar todas las tensiones
- ¡Sí! Sácame las tensiones, sácame lo que quieras, pero no pares, no pares que me corro, así, asiiiiii, me viene, Claudia me vieneeee asiiiii ahhhhh. – quedó desmadejada con una cara de vicio, que me daba ganas de enviciarme. La limpié con una toalla, la podía haber limpiado de otra manera, pero no debía, era una paciente.
-Ya está, ¿estás mejor? Parece que tenías el tanque lleno– me miraba con los ojos semicerrados
-Sí, estoy mejor, te tengo que dar las gracias por habérmelo vaciado un poco, me gustaría dártelas de otra manera, pero parece que no estás por eso.
-No, no estoy por eso, tu eres la enfermita y yo tengo que guardar mi lugar.
-Aquí no estás en el consultorio, y supongo que también tienes una vida privada fuera de hora de trabajo.
-Tienes razón, pero aquí vine a hacer mi trabajo lo mejor que puedo.
-Y lo haces, de verdad en la pierna lastimada me haces un buen trabajo, en la otra también, pero no te llamamos para eso, está fuera de tu tarea, piénsalo.
Era la pura tentación, quizá tendría que pensarlo, pero no ahora.
-Bueno, me voy, creo que quedas bien - me agaché para darle un beso en la mejilla, pero se colgó de mi cuello y me plantó uno en medio de los labios, podía haberme desprendido, pero no me dio la gana y me dejé llevar, fue un buen beso, un muy buen beso, pero no quise que pasara de ahí y me separé.
-Claudia, el viernes estoy sola, te imaginas el aburrimiento que voy a pasar, ¿no me acompañarías a cenar después de la terapia?
-Es que tengo que salir después, siempre me junto con unas amigas, me van a estar esperando para ir a bailar.
-Y no puedes ir más tarde, total cenamos después que termines con los masajes, el baile empieza más tarde, anda no seas mala.
-Uhm…con esa carita de mosquita muerta es difícil negarse, vale, te voy a acompañar, ¿qué quieres que traiga?
-No te preocupes, conque vengas tú me basta – le tiré un beso desde lejos, de otra manera sabía a lo que me exponía, y tanta voluntad no me sobraba.
Me pasé los dos días cuestionándome si había hecho bien en comprometerme a cenar con ella. No tenía ninguna duda que lo que buscaba era pasar un momento erótico, eso implicaba por lo menos volver a repetir el tocamiento del último miércoles. Me daba un poco de pena, tan joven y aguantar los fines de semana encerrada en la casa. ojalá le sirva para cuidarse en la próxima.
Llegué ese viernes preparada como para ir de marcha cuando terminara. No es que sea una modelo de pasarela, pero la carne de más la tengo bien repartida. Unas tetas bien firmes y un culo de los que llaman la atención, si le sumamos que no soy nada fea, el conjunto no parará el tránsito, pero es suficiente para no pasar inadvertida.
Me abrió la puerta y se me quedó mirando sorprendida.
¿Así me vas a dar los masajes?
Hola, ¿no saludamos?, no dormimos juntas.
-Uy, perdona, pero me sorprendiste, y si no dormimos juntas no es por culpa mía, pero mujer viniste que… bueno, va a ser un gusto verte así vestida.
-No te emociones que traje un guardapolvo para cambiarme, después de aquí me voy a donde me esperan. Anda, metete en la cama que me cambio en el baño, enseguida estoy – me saqué la ropa de salir y debajo del guardapolvo solo tenía las bragas, sujetador no llevaba, no lo necesitaba y si pillaba algo por ahí era un estorbo.
Joselyn estaba con la misma bata que no dejaba nada a la imaginación, se había maquillado un poco, y la verdad estaba preciosa. Despedía una fragancia encantadora que me alborotaban los sentidos.
-Uhm…a ver cómo va esa piernita – le masajeaba desde el tobillo hasta la ingle, notaba como me miraba con los ojos entrecerrados, se notaba el deseo en su expresión, era completamente lógico que, con el aburrimiento de estar enclaustrada, esos masajes la pusieran cachonda – esto se te ve que va muy bien, antes de lo que crees te voy a ver bailando por ahí.
-Lo que pasa que mientras tanto me la tengo que aguantar en casa, te digo que haberte visto arreglada no me ayudó mucho.
-No me digas que te pareció mal, lo que pasa es que si vamos a cenar, se me iba a hacer tarde volver a casa a cambiarme, discúlpame.
-No, que va, si fue un gusto verte, lo que pasa es que ahora soy vegetariana a la fuerza, y cuando veo carne, te imaginas las ganas.
-Ya vas a tener tiempo de hartarte, que esto no es para siempre. Bueno, con esta terminamos, ¿quieres que te dé a la otra?
-Mira, y si mejor cenamos y me dejas descansar un poco, después sigues ¿qué te parece?
-Si a ti se te hace mejor así, así lo hacemos, vamos que te ayudo – pasamos a la cocina, tenía una mesa pequeña que para nosotras dos sobraba, una cazuela de mariscos soltaba un olor apetitoso, me pidió que lo metiera al microondas y al rato ya estábamos comiendo – esto sí que está rico, ¿lo hiciste tú?
-No que va, pero haz de cuenta que si lo hice en honor a la masajista más linda
-Pues hago de cuenta que lo hiciste, en honor de la paciente más preciosa y simpática – soltamos la risa por los piropos descarados, pero se notaba que estaba inquieta - ¿qué te pasa te noto decaída.
-Qué quieres, te veo a ti preparada para salir de juerga y darme cuenta que me tengo que pasar sola todo el fin de semana, no es como para estar muy contenta
- Bueno mujer, ten paciencia que en poco tiempo ya te voy a ver bailando como la que más.
-Si solo fuera bailar, pero y de lo otro, la abstinencia me mata.
-Ay, después del tortazo ¿piensas seguir tomando?
-No te estoy hablando de bebida, que de eso en casa tengo, te digo de la otra.
-Qué ¿no tienes novio que venga a visitarte?
-No, ni lo quiero, tengo otros gustos, pero no te asustes que no me como a nadie.
-No, si no me asusto, que para gustos colores, y muchos de esos colores también me gustan a mí.
-Bueno, me tranquiliza que no te haya parecido tan mal, aunque eres tan profesional, que me lo imaginaba.
Seguimos hablando y sin darnos cuenta nos tomamos una botella de vino que estaba especial. Así distendidas se nos hicieron las doce.
-Joselyn, que te parece si te doy el masaje en la otra pierna así me marcho.
-Perdona, pensé que estabas cómoda, si quieres no me lo des, así te vas antes
-Pero no mujer, estoy cómoda, pero total que te lo tengo que dar, así lo hacemos más tranquilas, ¿quieres qué levante los platos?
-No deja que mañana viene una señora a ayudarme; bueno vamos a la habitación – fue a agarrar las muletas con tan mala suerte que se cayó de costado contra la mesa, por no apoyarse con la pierna mala, se pegó con la rodilla de la otra pierna contra el piso. Fue una mala caída, mala y sospechosa, una forma rara de caerse, pero parecía que le dolía.
-Ven que te llevo a la cama y vemos si te lastimaste – se colgó de mi cuello mientras la sostenía con mis manos por el culo, se notaba duro, unas redondeces de vicio, la llevé hasta la cama y la recosté suavemente.
-A ver ¿dónde te duele?
-Todo, me pegué en el costado contra la mesa casi me rompo la teta y de la pierna, no te digo.
-Bueno, a ver ese costado, desabróchate el pijama – directamente se lo sacó dejando los senos y todo lo demás a mi admiración. Que pedazo de tetas tenía la chavala, no es que fueran muy grandes, pero estaban tan bien formadas que no necesitaban ni más ni menos eran perfectas. Le revisé la parte que dijo que le dolía, pero lo único que le notaba, era que al tocarle se ponían más duras, los pezones parecían que iban a despegar, le apreté un poco
- ¿Te duele cuando te hago así?
-No, más bien me alivia, sigue un poco más – eso me hizo darme cuenta que el golpe no fue tan golpe, y lo que buscaba es retenerme un poco más. La comprendía, un fin de semana sola, no era la mejor forma de pasarla. Le fui dando una amasada que le hacía levitar de la calentura.
-Creo que está bien, no te noto nada de malo,
-Si siguieras estaría mejor.
- ¿No quieres que te masajee la pierna?
-Si claro, me parece que ahí lo necesito más
-Uhm…me parece que lo que quieres es que sea como el otro día – le dije con una sonrisa.
-No te burles, después de estar tanto tiempo aquí, no te imaginas cuanto lo necesito
-Me lo imagino, tu cuerpo me lo está pidiendo, a ver si podemos arreglar algo – luego de masajear toda la pierna, llegué al punto de confluencia, estaba esperando ansiosa, le pasé los dedos por entre los labios y como si fuera una puerta, las piernas se abrieron dejando toda la entrada a la vista. Se veía deliciosa, parecía la entrada al paraíso y parecía que lo era. Despacito fui hundiendo dos dedos en esa cueva, consiguiendo que soltara un gemido no por cierto de incomodidad, se apoyó sobre las piernas para ir al encuentro de esos dedos.
-No hagas eso que te vas a desgraciar la pierna mala.
-No lo hago a propósito, es que no me aguanto – y realmente no se aguantaba, temblaba entera, se apretaba los pechos como para romperlos, estaba sacada, me apretaba los dedos con la vagina como pidiendo más.
-A ver; ten esta pierna que yo te tengo la otra. A ver si lo podemos hacer bien
-Por favor, no quites los dedos de ahí, no todavía.
-No te preocupes, no los voy a sacar hasta que termines – le sujeté con la otra mano la pierna enferma, le hacía un mete y saca, pero miraba ese clítoris, así, hinchadito, rosadito, parecía la fruta prohibida, y si Eva se había perdido por una manzana de mierda, porque no me iba a perder yo por esa delicia
No la mordí, pero el chupetón que le di, la hizo soltar un gruñido que parecía que viniera desde el propio paraíso. Jugaba con el botoncito, lo rodeaba con la lengua, mientras mi mano cumplía la función de investigar toda su intimidad.
Cada vez más ligero entraban mis dedos en su vulva mientras me deleitaba sintiendo las vibraciones de su cuerpo que me anunciaban el desenlace. Se estaba mordiendo la rodilla de la pierna que tenía sujetada, por lo que dejaba todo abierto a mi gula, y lo aprovechaba, ella también.
-Claudia, sigue que me llega, por favor no me dejes así, me viene, me viene aaaayyyy siiiiii me corro, yaaaa. – y se corrió con abundancia, ahora la que se quedó caliente fui yo, pero con suerte quizá pueda pillar algo esta noche.
Me senté en la cama al lado de ella, con la cara de satisfacción que ponía, daba ganas de comerla a besos.
-Bueno, y ahora que tal te sientes – me apoyó la mano en el muslo acariciándolo mientras me contestaba.
-Yo bien, y tú ¿cómo te sientes?
-Y yo bien, creo que hice un buen trabajo, me imagino que estás conforme.
-Sí, hiciste un buen trabajo, ¿pero que te pasa? eres rarita, eres frígida, algo tienes, una mujer como tú si no se excita con esto, no es normal, o eres homofóbica – me devolvía el comentario mío del otro día.
-Soy normal y me excito, y no soy homofóbica, la diferencia está en que aquí vine a trabajar y sería una falta de ética aprovecharme de eso.
-Claudia, no digas tonterías, desde que te sentaste en mi mesa a comer tu trabajo quedó aparte, esto que hiciste recién no estaba dentro de tu trabajo, y tus bragas me demuestran que la profesionalidad se te está escapando por ahí. – había llegado con su mano hasta mi coño, y tenía razón, estaba mojada – no lo desaproveches, yo te di de comer, dame ahora tú que lo estoy deseando.
Tenía bastante razón, si ella quería y yo lo estaba deseando, a que tanto remilgo, me quité las bragas, me saqué un zapato, con una pierna apoyada en el piso, pasé la otra por arriba y me dejé caer apoyando mi vagina en su boca, la tomé de la nuca para que no se cansara el cuello y me entregué a lo que me hiciera.
Hice bien, sabía lo que hacía, en las pocas ocasiones donde me lie con otras mujeres, nunca me hicieron sentir así, parecía que conocía todos los puntos sensibles, el orgasmo me estaba llegando con una violencia inusitada, mi cuerpo ya no era mío, sentía que me diluía por el coño, y me diluí, no sé si pudo tomar todo porque mi impresión es que me fui como una fuente
Terminé con la cabeza apoyada a la pared y agarrada al cabecero, Joselyn seguía recogiendo los restos de mi brutal corrida, me salí de arriba y me dejé caer a su lado. Se quedó mirándome mientras estaba agarrando aire, me pasó la mano por atrás del cuello y me atrajo hasta que juntamos los labios en un beso apasionado.
-No eres frígida, y me gustaría que vinieras a comer más seguido.
-Estás loca, esto no tendría que haber pasado, yo soy tu fisioterapeuta.
-Te puedo asegurar que terapia mejor que esta, no me la podría dar nadie, y todavía no terminamos.
-Yo me tengo que ir, me están esperando.
-Que esperen ¿qué puedes encontrar por ahí mejor de lo que pueda darte yo?
¿Y que más puedes darme tú?
Más de lo mismo ¿no te basta? – la miré detenidamente, esa carita de lujuria me prometía por lo menos más de lo mismo, y era bastante.
Fue una noche maravillosa, si bien la movilidad de Joselyn no era todo lo deseable, con lo que me movía yo nos arreglábamos, fui aprendiendo todo lo que más le gustaba, y lo que me gustaba a mí, lo sabía ella mejor que yo.
Después de un sesenta y nueve de locura, nos quedamos dormidas hasta la mañana, sexualmente era muy activa, y nos dimos otro atracón de sexo, me extrañaba mi aguante, nunca había tenido sesiones tan fogosas.
Las próximas veces que fui a atenderla, entre semana eran discretitas, una corridita y ya, al otro día tenía que trabajar, los fines de semana volvíamos a nuestras sesiones apasionadas donde nos sacábamos el jugo (literalmente)
A los dos meses le sacaron los clavos, a la semana con alguna dificultad podía caminar, no había motivo para que fuera a atenderla en la casa.
-Bueno cariño, ahora si quieres masajes, vas a tener que venir a donde está la masajista.
-Y lo demás ¿también lo podemos hacer allí?
-De lo demás es mejor que nos olvidemos, no nos lleva a ningún lado.
-Yo no quiero que me lleve a ningún lado, ¿porque no podemos seguir follando cómo hasta ahora?
-Hay varias razones, una es que viene a vivir conmigo una sobrina, y si seguimos se va a enterar de lo que hace su tía.
- ¿Le quieres ocultar que eres lesbiana?, te da vergüenza ¿verdad?
-Primero te diría que no se si soy lesbiana, y si me doy cuenta que lo soy, no me va a dar vergüenza. Sabes lo que pasa, mi sobrina me admira, yo practiqué yudo y ella también, estudié Kinesiología y ella también, y ahora cuando llegué, quiero saber si realmente está para eso o solo quiere seguir lo que hago yo, así que te imaginas, si piensa que soy lesbiana también se le puede dar por ahí.
-Y si se le da ¿qué hay, tan vergonzoso es?
-Si se le da, que se le dé, pero por que le va a ella no porque se me dé a mí ¿no entiendes?
-Creo que te entiendo, pero igual, no va a estar todo el día colgada de ti, algún momento te va a dejar libre para vernos.
-Para vernos vas al consultorio y nos vemos todo lo que quieras, hasta puedes venir a casa y te la presento y no se te ocurra tirarte con ella porque te mato, para lo demás, podemos hacer una despedida y paramos, eres peligrosa.
-Peligrosa yo contigo, cinturón negro de yudo, dos sopapos y me destruyes ¿a qué peligro le tienes miedo?
-A que es muy fácil enamorarse de ti, y si pasa eso ya vamos a ser dependientes una de la otra, y no queremos eso verdad.
-Tú también eres peligrosa en ese aspecto y tienes razón no queremos eso, pero si hay una última vez, que sea como la gente.
Nos tomamos un fin de semana en una hostería, pasamos dos días de locas, tengo que reconocer que con todo lo que se de yudo, para dejar a alguien fuera de combate como Joselyn no hay, con dos dedos y la lengua, te destroza sin que lo lamentes dejándote contenta, es divina.