Mi otro trabajo
Relato de sumisión a una mujer...
Mi otro empleo...
Estaba pasando por una mala época ya que me había quedado sin empleo y no lograba encontrar uno de acuerdo con mis experiencias previas, en las cuales había tenido puestos mas o menos importantes. En esas estaba cuando vi un anuncio en el periódico donde solicitaban meseros en un table-dance, la verdad no tenía ninguna experiencia, pero por la urgencia en la que me encontraba y la necesidad, decidí ir y presentar mi solicitud. Por fortuna fui aceptado y comencé a trabajar esa misma noche.
Así poco a poco fui adentrándome en ese medio, en el ambiente nocturno, los olores a humo de cigarro y alcohol, y también conociendo a las mujeres que trabajaban en ese sitio. Poco a poco fui haciendo confianza con ellas, conociendo sus problemas, sus razones y, también sus sueños e ilusiones. Pero había una mujer que en particular me gustaba, que me hacía estremecer cada vez que la veía, era una mujer imponente, con un cuerpo hermoso, piernas bien torneadas, pelo largo, bien cuidado y unas cara y unos ojos que tenían mucho de seguridad, de altivez, de dominio sobre los demás, incluso diría yo, que de cierta maldad deliciosa, y eso me excitaba mucho, ella se llamaba Alexandra.
Cierta noche, antes de que comenzaran a llegar los clientes, y mientras esperábamos a que hubiera acción, comenzamos a platicar, como varias veces lo habíamos hecho, en esta ocasión me estaba platicando, que estaba muy molesta porque su sirvienta se le había ido, "...ahora si que como haciendo honor a lo que era, como las chachas", me comentó.
Pues que mal le contesté y ahora ¿que vas a hacer?
Pues buscar otra, pero está bien difícil encontrar a alguien de confianza y que haga bien las cosas... me dijo Alexandra
No se de donde me salió la idea, y como fue que se lo hice, pero pronto se me ocurrió decirle, quizás a tono de broma, quizás buscando que fuera real pues si tu quieres yo seré tu sirviente
¿En serio? me contestó preguntándome y dándome a entender que no lo había tomado a broma.
Si claro, haré lo que sea, lo que me pidas le respondí
Oye pues me parece muy bien, porque la verdad si lo necesito, a mi no me gusta hacer nada de eso; pero no me vas a cobrar caro, ¿Verdad?
Alexandra, para ti lo haré gratis, solo por el placer de servirte le respondí, aunque no se de donde me salían las palabras, estaba fuera de control y extasiado ante la posibilidad de servir a una mujer como ella.
Ella lo tomaba todo con mucha naturalidad, como si no hubiera nada de especial en que yo me estuviera ofreciendo a servirla, incluso en su rostro aparecía una sonrisa maliciosa, como pensando en las posibilidades que se le ofrecían de tener a un hombre que le sirviera y lo mejor, gratis.
JAJAJA, río ella, con un tono malicioso y me dijo, piénsalo bien, porque soy una mujer muy exigente y me gusta que todo esté bien hecho...
Claro, puedes estar segura de que haré todo bien, pero dime ¿Cuáles van a ser mis obligaciones?
Pues son muchas cosas, desde prepararme el desayuno, la comida, barrer, trapear, lavar mi ropa, planchar, y atender todas mis necesidades, yo te iré diciendo que y como me gustan las cosas, además es una ventaja que trabajes aquí, porque también en este lugar voy a necesitar que me hagas cosas, como limpiarme mis zapatos, mis botas, en fin una siempre tiene muchas necesidades, así es que piénsalo bien, ¿Estás dispuesto a servirme?
No se cuantas ideas pasaban por mi mente en ese momento, me imaginaba haciéndola de sirviente de ella, yo nunca, ni en mi propia casa había hecho esas cosas, excepto en ciertas ocasiones, cómo me iba a sentir siendo un sirviente, además de tiempo completo. Era una decisión importante, una parte de mi se rebelaba ante la idea de tener que servir a alguien, de tener que obedecer ordenes y de hacer trabajos que yo antes consideraba como humillantes, pero otra parte, deseaba intensamente someterse a la voluntad de esa mujer que a todas luces tenía un don de mando una superioridad ante la cual era imposible resistirme. Al final ganó el deseo, un deseo que tal vez haya estado oculto en mi por siempre y que ahora se disponía a volverse una realidad.
Estoy dispuesto Alexandra, haré todo lo que me pidas, seré hasta tu esclavo si tu quieres, le respondí sintiendo un calor intenso que recorría todo mi cuerpo.
¡Esclavo!, eso es lo que yo quiero, un esclavo que me sirva, del cual disponer a mi antojo, incluso a quien castigar cuando yo quiera, eso es lo que quiero, un esclavo, desde ahora serás mío y dependerás de mi en todo y para todo, ¿Entendiste? me preguntó en tono imperioso.
Si mi ama, estaré siempre a tus pies, dispuesto a cumplir tus deseos, tus ordenes y diciendo esto, sentí como se me doblaban las piernas y caí de rodillas ante ella, postrado y sometiéndome desde ese momento a su voluntad.
Así me gusta, esclavo, que te humilles ante mi, que reconozcas mi poder sobre ti, y por lo pronto, te ordeno que te levantes y me traigas una cerveza, después de eso, te pones ya a trabajar que están comenzando a llegar los clientes, pero cuando cierren el lugar no te me vayas a ir, quiero que me lleves a mi casa y desde hoy comiences a servirme, ¿Está claro?
Si mi ama le contesté incorporándome y disponiéndome a obedecer sus ordenes.
Así, mis queridos lectores, fue como encontré otro empleo, que no lo era del todo, porque si bien las exigencias de mi ama e incluso sus castigos, eran demandantes, estrictos y a veces terribles, se convirtieron en mi razón de ser y de existir.
En otra ocasión les platicaré como fueron mis días viviendo sometido a esta mujer que nunca podré olvidar.
AM