Mi otra historia (2)

Ya sabía a que atenerme con respecto a mi sexualidad.

Debía dejarlo subir ??, si lo hacía era como traicionar a Gabriel con el cual había pasado, hasta ahora, los mejores momentos de mi juventud. Mi primera vez, unas vacaciones imborrables, su entrega por la cual me permitió penetrarlo. Estos pen- mientos se cruzaban por mi cabeza, mientras él insistía para que le abriera la puer ta del coche.

Pero yo había concurrido a ese lugar para tratar de entender que sucedía con mi sexualidad y realmente como les conté, Cristian, me había gustado mucho. Todo en él me había llamado la atención, su cara de niño, su pelo, su cuerpo y me ima-

ginaba lo que todavía no había podido ver y deseaba tenerlo entre mis manos.

Su pícara sonrisa, sus hoyuelos que se le marcaban en su mejilla y un "por favor" hicieron que accediera a su pedido y lo dejara subir. Una vez arriba lo primero que me dijo es que había ido hasta la mesa para despedirse de sus amigos y decirles que se iba conmigo. Me dijo que le gustaba mucho y que quería seguir conversan- do conmigo pero en un lugar mas privado, que en la barra lo había pasado muy bien e inmediatamente colocó su mano izquierda sobre mi muslo, cerca de mi in- gle, deslizándola de arriba hacia abajo y deteniéndola encima de mi bulto..

Le pregunté si quería acompañarme a mi departamento a tomar una copa a lo que accedió de inmediato. En el viaje hablamos de nosotros, nuevamente sobre las pa rejas que habíamos tenido, de su relación con otros hombres y de su fogosidad, de cómo disfrutaba mas cuando estaba con chicos que con una chicas. Por mi parte le conté que había tenido, solamente, relaciones con un amigo de la infancia y la primera de ellas la había llevado a cabo, escasamente, un mes atrás.

Llegamos al departamento y cuando subíamos en el ascensor se me acercó y aproximando su cara a la mía me dio el primer beso. Apenas arrimó sus labios a los míos, tomaba mis labios con los suyos como dándome pequeños mordiscos, con sus manos recorría mi espalda y mis nalgas, realmente ya a esta altura me sentía en el cielo y con una calentura tremenda. Sentía su verga, dura, a través de su pantalón, y la mía no les cuento, hacía fuerza para salir.

Ya en mi departamento comenzó a desabrocharme la camisa botón por botón, to-

mándose todo el tiempo necesario mientras me miraba fijo a los ojos sonriéndose.

Sabía lo que hacía y yo solo me dejaba llevar. Me la sacó dejándola caer hacia a- trás y comenzó a besarme nuevamente, ya en esta oportunidad introdujo su len- gua en mi boca y ambas se buscaban y entregaban al placer. Me besaba el cuello y volvía nuevamente a mi boca. Todo su cuerpo estaba pegado al mío y nuestras manos lo recorrían como reconociéndolos. En un momento le dije que fuéramos a la pieza y tomándole de la mano nos encaminamos hacia ella, él me suelta y me toma de la cintura dejando que yo lo guie.

En la pieza me lleva hasta la cama y me hace acostar en la misma boca arriba, o-

bediente lo hago, desabrocha mi cinturón, baja el cierre de mi pantalón, me abre la parte superior del mismo y comienza a besar el tronco de mi verga, dura y calien- te, a través de mi slip, la cabeza de mi pija en la que ya había las primeras gotas pre seminales asomaba por encima del elástico, la comienza a besar cariñosamen te, bebiendo esas primeras gotitas. Mientras besaba la cabeza de mi verga y el tronco, me saca los zapatos y me pide que levante las nalgas para sacarme el pantalón junto con el splip. Ya estaba completamente desnudo y a su merced.

De pie al lado de la cama y mirándome fijamente con esos hermosos ojos verdes y como siempre sonriéndose, comienza a desabrocharse su camisa, se la saca, se desabrocha su cinturón, se baja el cierre y junto con su boxer se saca todo junto. Que les puedo decir yo miraba extasiado ese cuerpo musculoso, perfecto, bronceado, en este caso casi lampiño con una pequeña mata de pelos rubios que bajaba de su ombligo hasta el pubis rodeando una hermosa verga de unos diecinueve centímetros por seis de diámetro, plenamente erecta y surcada por un par de venas bien marcadas. Un espectáculo. Se acostó encima mío y por primera vez nuestras vergas se juntaron, nuestros vientres estaban pegados y empezó, nuevamente, a besarme, nuestras lenguas otra vez se entrelazaron mezclándose nuestras salivas, me besó el cuello, luego mordisqueó mis tetillas, metió su lengua en mi ombligo, y llegó a mi verga que estaba a punto de estallar, la besó y sentí como se perdía dentro de su boca. Dentro de esa cueva caliente, sus labios bajaban y subían la piel y su lengua se entretenía lamiendo el tronco y la cabeza. Yo, solamente suspiraba, deseando que nunca se acabara el placer que me estaba brindando, lo único que podía hacer era acariciar su cara y pasar los dedos de mis manos en su rubia cabellera.

Sus manos acariciaban mi pecho luego una de ellas rodeaba mi verga desde su inicio, la apretaba suavemente y tocaba de vez en cuando mis huevos. No necesitaba guiarlo, él sabía como hacerlo y cuando presintió que estaba por venirme se detuvo, hizo que llevara mis piernas hacia atrás y comenzó a besar mis huevos, la unión entre ellos y mi cueva, llegando a la misma la besó, la ensalivó y metió su lengua dentro de ella todo lo que pudo. Sentí dentro un dedo y luego dos haciendo círculos y acariciando con ellos mis paredes internas. Nunca había sentido tanto placer por tanto tiempo.

Estaba con los ojos cerrados, disfrutando y gozando de todo lo que Cristian me

estaba haciendo vivir y esforzándome por no eyacular y seguir prolongando este momento. Sentí la cabeza de su pija en la entrada de mi cueva, sus manos tomán-dome de la cintura y su pelvis haciendo presión para introducir dentro mío esa hermosa pija que ya había podido ver, derecha, larga y que presentía muy suave ya que no la había podido tocar. Entró sin esfuerzo, no dolió nada, seguramente porque lo estaba deseando, por mi grado de excitación y porque estaba totalmente entregado. Al sentirlo dentro mío crucé mis piernas a su espalda lo que permitió que él aproximara nuevamente su cara a la mía y me diera un beso. Se quedó, así, un rato, sin moverse dejando que yo sintiera su pija dentro mío y me acostum- brara a ella. Pasó sus manos por debajo de mis hombros, tomándolos, y empezó con un mete saca suave el cual fue incrementando a medida que su exitación aumentaba. Paraba y yo sentía como, prácticamente, sacaba toda su verga de mi cueva y la volvía a introducir de un solo golpe. Sus huevos chocaban contra los míos, mis manos acariciaban su espalda, su cintura, sus nalgas, sus labios buscaban a los míos y luego besaba mi cuello, no se cuanto tiempo estuvimos gozando lo que si recuerdo es que acabamos los dos al mismo tiempo. El inundó mis intestinos con su leche caliente, sintiendo cada una de sus descargas y yo me fui abundantemente sobre mi vientre y con una fuerza que parte de mi semen llegó hasta mi cara.

Prácticamente, no habíamos hablado durante todo el tiempo en que estuvimos haciendo el amor y habiendo acabado juntos, Cristian se quedó acostado encima mío con su cabeza apoyada en mi hombro, su pija dentro mío, éramos solo uno y así, creo, nos quedamos dormidos. . . . . . . . . . . . .


A los lectores les pido disculpas por mi error cuando al inicio del anterior relato señalé que entablaba conversación con Cristian y lo finalicé diciendo que golpeaba la ventanilla Adrián. Un lapsus, sepan comprenderme. Gracias.