Mi ojete para el negro carioca

En Florianópolis conocí un negro que me haría degustar las delicias que pueden venir de Río.

Estando en Brasil mi adicción por el sexo me llevó a un sauna gay, debo reconocer varias cosas, me gusta el sexo en demasía, me gusta el Brasil de la misma forma, e intuía que un negro también sería de mi agrado. Pero, desgraciadamente no había tenido la oportunidad de estar con uno, uno que me gustara, porque negros hay muchos, pero yo soy algo exigente con mis ocasionales compañeros de sexo.

Entré al sauna, saludé a quien estaba atendiendo, le di el número de chinelas que calzaba, me entregó una juntamente con un par de tohallas, champú, un peine y no se que pelotudeces más.

El chico encargado de la atención de la entrada estaba muy bien, no muy alto, delgado pero con una cara como para cortar el aliento, blanco de pelo negro con unas pestañas larguísimas, ojos claros, casi trasparentes que te dejaban casi sin aliento, daban ganas de quedar mirándolo.

Cuando veo este tipo de hombres no dejo de entender a las mujeres que cuando ven un hermoso ejemplar masculino con inclinaciones homosexuales dicen "que lástima", aunque para adentro yo piense "que fortuna".

Entré pensando en él, fui a la barra, pedí una ceveza y comencé a tomarla con parsimonia, aunque mi cabeza estaba en el chico de la entrada, estaba tan enfrascado en mis pensamientos que no miraba nada a mi alrededor hasta que en un momento, más que ver, percibí algo oscuro que se puso en el taburete contiguo al mío, giré la cabeza y qué buena sorpresa cuando vi a ese negro de película sentado al lado y mirándome fijamente a los ojos.

Daba escalofríos, era un negro de esos que tienen la piel que tiende al marrón, por lo menos para mi los hay quienes que tienden al marrón y los que tienden casi al violeta, me gustan más los primeros, pero no tenía experiencia sexual con ninguno de los dos tipos.

Estaba envuelto en la tohalla blanca, de muy buena calidad por cierto, pero le quedaba chica, lo que a todo el mundo le queda cómodo, a él, solo alcanzaba para cubrirle en parte sus larguísimas y perfectamente esculpidas piernas, sus rodillas y algo de la parte superior a ellas quedaba al descubierto y me permitía ver una piel lustrosa, totalmente saludable cubierta solamente por una fina pelusa, podría decirse que era casi lampiño

La tohalla, tampoco le daba vuelta y media a la cintura como a todos nosotros, sino que apenas se superponía en el costado derecho de su cuerpo, aunque sus caderas eran súmamente estrechas para semejante macho, esta situación permitía que esa pierna quedara un poco más expuesta que la izquierda y que yo me solazara mirándola.

Necesito describirlo, era uno de esos ejemplares que pocas veces se ven, quitan el sueño y cuando ocurre, uno no puede dejar de mirarlos, era atractivo para hombres y mujeres, tengo la seguridad, destilaba hombría, era un macho sexual.

Rezumaba virilidad por todos los poros, sus movimientos eran lentos, adecuados a su tamaño, mediría aproximadamente dos metros, delgado, musculado, sin nada de grasa, con unas nalgas espectaculares, bien redondas y paradas, se intuían además muy duras, unos brazos torneados de un grosor tal que parecían mis piernas, un tatuaje que rodeaba todo su brazo izquierdo a la altura de las sobacos y le daba ese aire sensual que todos quisiéramos tener y que lamentablemente no se adquiere, viene con uno, sus pectorales no eran nada para despreciar tampoco, totalmente marrcados sin resultar excesivos, eran pectorales, no tetas.

Rapado, pero lo más lindo que tenía, por lo exótica, era la cara, su nariz no era tan ancha como suelen tener los ejemplares de esa raza, su boca grande, de labios carnosos que al sonreir dejaban ver el interior de los mismos de un color rosa subido; ojos achinados, grandes manos perfectas al igual que sus pies.

Lo que más me gusta es desvestir a quien tendrá sexo conmigo, y éste, lamentablemente, ya estaba desvestido, solamente podría sacarle la tohalla que no es que lo cubriera mucho, conversamos unas palabras en portuñol y me contó que bajaba desde Río, estábamos en Florianópolis, me invitó a que ingresáramos juntos al sauna húmedo, me sorprendió gratamente su propuesta, la acepté de inmediato, tenía la certeza que una invitación de un adonis semejante muy pocas veces volvería a tener.

Se desplazaba por los pasillos ocupando todo el ancho de éstos, con un andar pausado, parsimonioso, silencioso, casi felino, solamente se sentía en el corredor su respiración potente, como la de un gran barco que recién está zarpando del puerto, aún a media marcha, maniobrando con cuidado para no producir catástrofes.

La cantidad de gente dentro de la sauna en enero , plenas vacaciones de verano en esta zona del mundo, era terrible, solamente conseguimos un pequeño lugar donde sentarnos, uno junto al otro, totalmente pegados, lo notable es que, pese al vapor, todos lo miraban, me pregunté porqué razón habria decidido estar conmigo, evidentemente era uno de esos tipos que siempre, pero siempre, eligen, nosotros, los comunes mortales podemos elegir algunas veces, pero somos elegidos las más de ellas.

Pero allí estaba yo, descreyendo lo que pasaba, con este hermoso hombre de color sentado al lado mío, con su flanco derecho totalmente pegado al mío situación justificada plenamente por la cantidad de gente. Yo ya estaba cachondo, totalmente cachondo, solo lo quería tener para mí, solo para mí, la gente alrededor me molestaba, pero la realidad era esa y debía amoldarme.

Más de uno, aunque más no sea "accidentalmente" lo tocó, cada vez que esto ocurrió él solamente sonreía, me empecé a poner celoso, lo quería para mí, no podía pensar siquiera en la posibilidad de compartirlo, cual no sería mi sorpresa cuando en un español poco entendible me invitó a que tomáramos unas ducha juntos, le dije que sí por supuesto, fuimos a las duchas, me pidió permiso y me dejó solo, pensé que no volvería, pero lo hizo y con un par de pastillas de jabón de primera línea.

Me volvió a pedir permiso y comenzó a enjabonarme la espalda, yo no podía más, solo quería que me cogiera, pero no me agradaba el lugar, me enjabonó todo el cuerpo entreteniéndose en cada sector de él, me respiraba muy cerca de las orejas, me rozaba levemente su tranca, enorme, realmente enorme, morcillona, por la parte del cuerpo que tuviera cerca.

Me pidió que hiciera lo mismo con él, así lo hice, me tomé todo el tiempo que pude para acariciar ese esplendoroso cuerpo, solamente que, pese a que soy medianamente alto, debí estirarme para alcanzar su cabeza, también me tomé el tiempo necesario para mirarlo y tratar de retener en mi mente lo que veía, en la zona del puvis sus vellos eran pocos y muy ensortijados, pude comprobar la dureza de sus carnes mientras deslizaba el jabón por sus partes más eróticas, mientras lo acariciaba me sonreía y al hacerlo sus ojos se achicaban y parecían más orientales todavía.

Yo no podía articular palabras, el tacto y la vista eran los dos sentidos que habían copado todo mi ser, pero alcancé a oir cuando me dijo que el lugar no le gustaba demasiado que prefería algo más íntimo yo asentí inmediatamente ya que pensaba lo mismo, me propuso que, en la noche, si yo no tenía compromisos, nos encontraríamos en un bar de la costa cuando bajara el sol, él ya sabía mi respuesta, brotaba de su persona una seguridad tal que me dieron ganas de estar cerca suyo por siempre, estaba totalmente hechizado por su persona.

Se fue del lugar así como entró, me quedé nuevamente solo, me tomé otra cerveza, comencé a pensar si era cierto lo que me había ocurrido, si formaba parte de la realidad y es más, si continuaría esta historia, con mucha ansiedad tomé mi bolso y me dirigí al hotel.

. Una vez en él me bañé concienzudamente, me perfumé algo, con un perfume muy suave, los perfumes fuertes muchas veces alejan a los amantes, traté de realizar un ejercicio de relajación mientras esperaba que el sol cayera, una vez que esto hubo ocurrido, caminando por la playa me dirigí al "buteco" en el cual quedamos en encontrarnos, cuando llegué ahí estaba, tan o más espléndido que con su tohalla en la tarde, luciendo esa sonrisa de su boca grande y sensual.

Me senté junto a él con el pretexto de poder mirar el mar, era sin dudas un pretexto, aunque él estaba sentado en ese lugar para obligarme a sentarme a su lado sin pedírmelo, me ofreció una caipirinha la que acepté gustoso, tratamos de entendernos mitad en portugués, mitad en español, su figura estaba displicentemente relajada en la silla en la cual estaba sentado, llevaba unos jeans gastados, una camiseta blanca, mocasines náuticos y calcetines oscuros.

Me contó que entro al sauna de casualidad, pero que me vio sentado, sin mirar a nadie, rubio y tostado y pensó, no puede dejar de mirarme, eso lo hizo sentar a mi lado, en definitiva fue su ego, una vez que entablamos nuestra precaria conversación se entusiasmó conmigo y decidió que sería suyo, me encontró lindo y cálido, me alabó la dentadura, me dijo que iluminaba mi sonrisa y que mis ojos le decían mil cosas bellas.

Por momentos yo rozaba mis rodillas, que se encontraban descubiertas ya que me había puesto unos bermudas verde militar, con sus piernas y él sostenía ese contacto con firmeza, sin dudas era el macho y lo sabía, era el blanco de todas las miradas, masculinas y femeninas, yo insistentemente seguía preguntándome el porqué de su interés en mi, cada vez que nuestras manos por acciones propias del estar sentados a la mesa se juntaban, él retenía o alargaba el momento del roce, yo no podía más.

Me invitó a su departamento, dudé en aceptar, por un momento pensé que me querría asaltar, pero al momento también pensé y que pierdo?; unos dólares?; recibiré un castigo?; y si ganara qué gano?: El negro más lindo que he visto en mi vida . Esta última respuesta me llegó tan clara y rápidamente como llega un rayo y de inmediato acepté lo que vendría, las consecuencias siempre hubieran sido menores, en el caso que fueran negativas, que tener el placer de disfrutar de este macho negro y hermoso.

Tenía arrendado un departamente en un piso 28, frente al mar, de esos que tienen un precio que no lo puede pagar cualquiera, conversando me enteré que era un empresario de Río, había nacido en una fabela, hijo de padre chino y madre descendiente de africanos, eso explicaba su tan peculiar fisonomía.

Prontamente, en su adolescencia se dio cuenta que su físico le abriría todas las pueras, pero su inteligencia le hizo ver que con eso solamente no alcanzaba, se decidió a estudiar, la belleza no dura toda la vida, se licenció en Administración de Empresas y se dedicó a enamorar mujeres de mediana edad pero de solvencia económica, se dejó regalar, se dejó comprar incluso.

Había conseguido amasar de ese modo una considerable fortuna, con ella inició un negocio de servicios para el hogar y a cada llamado primeramente acudía él, una vez detectado qué había que reparar mandaba a sus empleados, eso le permitió conocer otras mujeres que fueron dejándole dinero a lo largo de sus treinta y dos años de vida, pero también aprendió a desarrollar su parte femenina eso lo convirtió casi en un Narciso moderno, lo tenía todo, hasta parecía capaz de satisfacerse así mismo y no porque le gustara masturbarse, era algo mucho más profundo, indecible.

Mantenía relaciones sexuales con mujeres y con otros machos a los cuales, como ya me había dado cuenta, siempre los eligió, nunca permitió que un macho lo eligera, en eso radicaba la diferencia con sus conquistas femeninas, a ellas se entregaba por conveniencia, a nosotros por placer, hoy yo sería su víctima y estaba dispuesto a darle todo el placer que le pudiera provocar, no me guardaría nada, con este hombre hubiera sido un acto de egoismo.

Nos sentamos en su sala de estar, abrió unas botella de champaña, debo reconocer que el champaña brasileño no es muy bueno, solamente tomé una copa para no contrariarlo, el mundo que había adquirido a lo largo de su vida hizo que se diera cuenta de inmediato, me preguntó si prefería una capirinha a lo que contesté que sí y solícito fue a la cocina a prepararla, cuando volvió yo había puesto un poco de música de Puccini interpretada por José Carreras y me había instalado en su balcón terraza mirando el mar, ya se había cerrado la noche sobre Florianópolis, se escuchaba Recondita Armonía.

Se acomodó relajadamente en la reposera, estiró la mano y comenzó a acariciarme la nuca, fue haciendo un poco de presión para que yo acercara la cara a su verga medio viva, le pedí que me dejara hacer a mí solo y que si no lo complacía que me indicara qué quería, que le apetecía, me concedió el deseo.

Me paré, lo vi con sus manazas entrelazadas por debajo de su cabeza, las piernas un poco abiertas y su enorme bulto entre ellas bastante crecido, un poco por encima de su cintura su torso bruscamente se hacía terriblemente ancho, de sus axilas brotaban unos pelos negros, ensortijados, espléndidos y el tejido de su camiseta estaba totalmente tenso debido al tamaño de semejante macho.

Con una terrible excitación le quité los mocasines, quedaron esos pies enormes cubiertos por los calcetines oscuros apenas iluminados por unas velas que había encendido en el estar muy cerca de la puerta ventana, los agarré, los olí, olian a limpio, con ellos me sobó un poco la pija, dudé en quitárselos o empezar con otra prenda, volví a mirar sus pies y pude observar como debió estirarse el tejido en la zona de los dedos y los talones al tener que contener semejante par de pies, en esos sectores, la tela era casi transparente, la visión me ponía extremadamente cachondo, decidí continuar por otro lado.

Lo besé en la boca, su lengua al introducirse en mi boca la ocupó entera, puedo decir que casi no quedaba espacio para la mía me vi en la necesidad de retraerla, se dio cuenta, la retiró un poco y entonces sí pudimos comenzar ese juego tan espectacular que se puede realizar solamente con las lenguas y que nos conduce al paraíso.

Su aliento tenía sabor a fresco, sin dudas un desodorante bucal de los mejores se había puesto cuando hizo la caipirinha, se metió una de mis orejas en la boca, con la punta de la lengua intentaba llegar hasta lo más profundo, los sonidos que hacía me transportaban, me decía al oido argentino calentón y yo más cachondo me ponía.

Fui levantando su camiseta, pude ver y acariciar ese abdomen tipo una tabla de lavar, sus pectorales gigantescos, se los mamé con deleite, sus pezones se pusieron erectos, me ayudó levantando algo la cabeza y terminé de sacarle la camiseta, me faltaban solamente los pantalones y lo que tenía debajo.

Desabrocé el botón de la cintura, que medio se me enredó con los pelos de esa parte de su cuerpo, le mamé el ombligo y nuevamente me dediqué a sus pies, le quité las medias de a una, no sin trabajo debido a lo ajustadas que le quedaban, mamé sus dedos de a uno, metía la lengua en el espacio que quedaba entre ellos, él gemía y se removía en la reposera, volví a la cintura, bajé lentamente la cremallera, tuve una grata sorpresa, debajo de los pantalones no traía puesto nada!!!!!!!!!!!

.

Levantó levemente sus caderas para ayudarme con los pantalones, se los saqué lentamente, estirando desde las bocamangas, yo no daba más.

Lo dejé totamente desnudo en la misma pose que se había colocado cuando se recostó en la reposera y yo rápidamente, la calentura no me permitía más prolegómenos, me quité toda la ropa y me acosté encima suyo, se rió espontáneamente cuando sintió mi peso y me dijo que le parecía mejor que entráramos, que encendiéramos el aire acondicionado y que la intimidad nos permitiría mayores deshinibiciones, el silencio fue mi respuesta afirmativa.

La alfombra del living era de pelo largo y color gris claro, la luz ténue, imagínense cómo se veía semejante macho sobre ella, me acosté a su lado, puso una pierna sobre las mías, uff qué peso, comenzó a comerme la boca, luego el cuello, sus manos bajaban hasta mis nalgas, yo le tocaba las espaldas con deleite.

Nos pusimos en posición de 69, conciente de su tamaño se ubicó abajo, comencé a intentar tragar semejante falo, medía 28 centímetros según me dijo, su cabeza era rosada y contrastaba estupendamente con su tronco oscuro y venoso y su escroto con la piel similar a la piel de elefante aunque mucho más suave por supuesto.

Le mamé los huevos, fui preparando la boca para poder comerme su verga, en ese momento era mi objetivo, acomodé mi cuello para que la tranca pasara mi garganta y me aboqué a semejante tarea, estaba tan ensimismado haciéndolo que perdí nocion de qué es lo que él me hacía a mí, solo recuperé el aquí y ahora cuando con la nariz pude sentir la aspereza de sus vellos pubicos ensortijados y sentí sus bufidos de placer, sin dudas mi tarea estaba siendo realizada con maestría y me lo hacía ver.

Cambiamos de posición, me acosté boca arriba, me abrió las piernas, me embadurnó el ojete con una crema transparente y luego realizó la misma tarea con su pija., me la puso en la puerta del culo y me encomendé a Dios.

Comenzó a presionar suavemente, antes, durante el 69 me había metido tres dedos sin que siquiera me diera cuenta, ahora su gran ariete estaba preparado para hacer estragos en mi interior, pero yo estaba preparado, nunca antes había querido, con tantas ansias, que alguien me penetrara.

Comenzó a meter la cabeza, Dios cómo dolía!!!!!!!!!, pero, Virgen Santa qué placer!!!!!!!

Me besaba, me lamía, me sobaba, se apoyaba con toda su humanidad encima mío al punto que la respiración se me hacía dificil y ese ariete entraba y entraba, sabía mantener mi atención en otro sector de mi anatomía, con su boca, con las caricias de sus manos cada vez que introducía un nuevo tramo de verga, ya estaba virtualmente empalado, me sonrió, le sonreí y me la encajó hasta el fondo, la primera parte de la tarea estaba cumplida.

Nunca había disfrutado tanto de ser el objeto de otra persona porque en realidad eso era en ese momento, su objeto, su objeto sexual, comenzó un mete y saca lento, yo me prendía con energía de sus nalgas y trataba de abrirle el ojete con los dedos, él solamente sonreía y continuaba con su tarea, parecía que me llegaba hasta el estómago, no pude más le dije

Me vengooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Solamente sonrió en medio de sus bufidos y emprendió casi con furia lo que restaba de su tarea, yo tenía todo mi abdomen bañado en leche y también parte del suyo y un trellazo en su cara. Acercó su boca a la mía y juntos bebimos mi propio semen mientras el ariete seguía y seguía con la tarea que se había propuesto.

Comenzó a respirar más rápidamente y con más fuerza, parecía que toda su energía la tenía en su descomunal verga, me golpeaba las nalgas con sus duras piernas, estribaba en la alfombra con sus piés para llegar aún más profundo, en un momento pensé si no querría que aflorara su glande en mi boca, pero lo estaba disfrutando, Dios cómo lo disfrutaba.

Con cada empujón me arrugaba como un acordeón, mi culo totalmente relajado, su aroma, que comenzó a aflorar y a mezclarse con el suave perfume que traía colocado me calentaba nuevamente, me dio una estocada que me hizo ver las estrellas, la dejó en el fondo, me di cuenta que su pija adquiría más volumen, su semen ya sería mío, en un instante se tensó de un modo indescriptible, suspiró con fiereza y acabó.

Quedamos quietos por un rato, luego con delicadeza pero con hombría me la fue sacando, pude verme el culo en un espejo, parecía la caberna del Mito de Platón, pensé esto jamás se volverá a cerrar, cómo conseguiré aguantar las ganas de cagar cuando no esté en el lugar adecuado, lo miré nuevamente y al instante olvidé todos esos pensamientos prosaicos, él estaba ahí, mi macho negro acariciándome con delicadeza el cuerpo luego de habérmelo usado para el placer.

Nos tendimos relajadamente sobre la alfombra gris, al rato se incorporó, se dirigió a la cocina, vino con un plato de camarones y una nueva caipirinha, degustamos con tranquilidad ambas cosas, me contó que viajaba seguido a Argentina, lo invité a que se quedara conmigo en la casa que tengo fuera de la ciudad en un barrio cerrado de categoría, me prometió que lo haría, nos dejamos teléfonos y direcciones, me vestí, me despedí y volví al hotel caminando lentamente por la playa.

Las piernas me temblaban, me senté a reflexionar sobre lo ocurrido, me pregunté cuántas veces más en la vida me cogería un macho total, o sería la única?, en eso estaba cuando el sol empezó a teñir de un tono rojizo el horizonte.