Mi odiado ex compañero
Un giro inesperado
Mis dedos se deslizaban por el teclado, mi cabeza se movía un poco al ritmo de la música, estaba revisando mi cuenta de Facebook, publicando, tonteando un poco, disfrutando la vagancia.
Apareció una notificación de mensaje, la leí, me extrañó el recibir ese mensaje, aún más el remitente, Ramiro, un chico al cual detestaba en la Universidad, solíamos competir por tener las mejores calificaciones, era un completo fastidio.
- Hola, hace tiempo que no sé nada de ti, ¿cómo estás?
De maravilla, hasta que me escribiste -pensé.
Decidí responderle, lo más clara posible, no soy un ser hipócrita o algo por el estilo, omití ser cordial, no me apetecía.
- ¿Qué vientos te traen por acá y para qué me has escrito?
- Hey, ¿ni un hola? -preguntó haciendo ahínco a mi falta de jovialidad.
- No, paso. -respondí tajante.
- Los chicos van a reunirse y pues sería genial que vinieses.
- No, tengo mejores cosas que hacer, ninguno de ellos me agradaba.
- Bueno, si ellos no te agradan, podemos salir sólo tú y yo, ir por un helado.
-Menos, si los otros no me agradaban, pues a ti te odiaba.
-¿Aún estás molesta? Eres una resentida, ¿aún me odias?
-Sí, hasta el último puto día de mi vida.
- Aun no entiendo por qué me odiabas.
-Me fastidiabas en cualquier ocasión, era evidente que el desagrado era mutuo, nos detestábamos.
-No es cierto, tú me atraías, me gustabas, han pasado años y aún me sigues pareciendo encantadora, con un carácter complicado de manejar, pero hay una capa de misterio en ti que aún me atrae, no te invito por los chicos, es una excusa para poder salir contigo. Antes era un idiota, quizá aún lo soy, pero esta vez estoy siendo directo. Vamos por un helado, conversamos y si sigo pareciendo el mismo odioso de siempre, pues la dejamos ahí. ¿Qué dices?
Me embargaba una extraña ambivalencia entre curiosidad y temor, sus palabras le hicieron a mi mente viajar a través del pasado, cuando mi cuerpo se erizaba de coraje, mis ganas de matarlo, a pedacitos, lanzarlo del último piso del edificio, en ese tiempo mi mente solo divagaba en cómo matarlo.
Un giro inesperado, acepté la invitación.
Quedamos en vernos en un par de semanas, durante eso días chateábamos mucho, me contaba el pasado en nuestra vida estudiantil como compañeros de clase, desde su perspectiva, su forma de fastidiarme era para llamar mi atención, luchaba en notas solo para ser notado por mí, se hacía amigo de los profesores para que le dieran trabajos junto a mí, excepto Andrés, me dijo que sentía ciertos celos hacia él.
Andrés era mi profesor de informática, en aquel entonces me atraía, me gustaba estar en la biblioteca leyendo, Andrés me hacía compañía en los recreos o cuando coincidíamos, escuchábamos música y charlábamos, me gustaba su compañía, me gustaba la forma en que me miraba, nunca hubo insinuaciones, excepto por una vez, me dijo que lo esperara y le dije que yo ya me iba, que se hacía tarde, me dijo que si salía del salón, me besaría, en su rostro había una sonrisa pícara, yo me quedé estática, él aún sonreía, pero a la vez se puso cabizbajo.
Andrés era un hombre casado, con una pequeña hija, sabía que su matrimonio andaba mal, su esposa era mucho más joven que él, no se adaptaban el uno al otro, ella era extrajera, el rumor era que lo usó para sacar la residencia aquí, años después me enteré que ella lo dejó y se fue dejándolo con la niña. Supongo que por ello hablaba conmigo y tenía esa mirada tristísima, eran tiempos duros, pero trataba siempre de mantenerse de buen humor, admiraba eso en él.
Nosotros estábamos a la inversa, aunque él era mayor que yo, gustaba de música muy movida, muy alegre, por mi parte, era más de gustos más tranquilos, en aquel entonces adoraba la ópera, el compartía el gusto, pero decía que prefería algo más alegre, a veces me ponía de malas, lo notaba y me devolvía el buen humor.
Había un compañero que era muy molesto, siempre quería abrazarme, Andrés lo notó, le dijo que parara de tocarme contra mi voluntad o tomaría acciones en el asunto.
Desde allí ninguno de mis compañeros se atrevió a ser tan efusivo en sus saludos o demostraciones de afecto.
Hubo rumores de que salíamos, Andrés era demasiado amable conmigo, me llevaba a casa en su moto, yo siempre he detestado esos aparatos, me sujetaba de los lados de su cintura para no abrazarlo por completo, estar subida en esa vaina me daba terror, mis uñas se adherían a su piel.
Relájate -me decía.
Estoy relajada -respondía muerta de miedo, él correspondía con una carcajada divertido, desde allí creo que solo llevaba su moto por fastidioso, antes llevaba su coche, pero luego de notar que me daba miedo lo tomó como su fetiche personal, cuando caí en cuenta de los rumores, decidí alejarme, Andrés lo notó, me sonreía de lejos, correspondía su sonrisa y de a poco nos alejamos, terminó el semestre, hubo problemas con la Universidad y la cerraron, no supe más de mis maestros o compañeros.
Las conversaciones con Ramiro subieron de tono, lo dejé ser, le seguí un poco el juego, mi mente había casi eliminado el resentimiento hacia él transmutándolo en excitación.
Ramiro me escribía acerca de su deseo por mí desde hace años, que le encantaría poder desnudarme, probar mi piel, hacerme suya, quería ver por primera vez mi mirada de placer por él, dejando en el olvido la del odio. Eso recibió de mí, desprecio, pero no fue gratis, él se lo ganó por pendejo y no decir las cosas de manera correcta.
Enfatizó que nuestro encuentro sería específicamente en ámbito social, charlar, un helado y yo secundé.
Aquel día de la cita me arreglé lo mejor posible, enfaticé en estar impecable, muy limpia porque no uso maquillaje en primeras citas, me gusta que me vean al natural, lo que soy, soy algo así como una mujer muy orgánica, por si acaso, me depilé a mi pequeña, quizá podría tener visita y quería que esté impecable también, mujer precavida vale por dos.
Quedamos en una heladería del centro de la ciudad, llegué cinco minutos antes de la hora acordada, él aún no llegaba, soy una mujer impaciente y valoro mucho la puntualidad, así que ni empezaba y sus puntos ya iban bajando, pasaron unos quince minutos, llegó en un taxi, se disculpó por el retraso, procedimos a pedir el dichoso helado, conversamos cosas sin tanta importancia, terminamos el helado, luego caminamos sin un rumbo en específico, llegamos a un parque que tenía una fuente, se sentía fresco, un lugar muy bonito, rodeado de árboles, flores, impecable.
-Me da curiosidad…
-¿El qué? -interrogué
-Probar qué tan suaves serán tus labios -dijo, acercándose de a poco -¿puedo? - Asentí.
Me besó… me gustó.
-Acepto lo que dijiste en una de nuestras charlas -solté sin más y me miró extrañado - podemos intentar probar lo de nuestras pieles - recalqué y él sonrió muy emocionado.
- ¿Ahora? -me preguntó dudoso y asentí - Ok, vamos, pero si estás segura, sino no.
- Muy segura -dije y su sonrisa denotaba como si se hubiese ganado la lotería.
Fuimos a un hotel, pagó, entramos, empezó a besarme, la excitación se acrecentaba en mí, me desnudaba de a poco, él también lo hacía, entre caricias y besos bajó hacia mi entre pierna, empezó a besarme, lamerte, sentir su lengua me ponía en un estado de éxtasis, me sentía pletórica, nunca me habían hecho un oral, se sentía tan, pero tan jodidamente bien, él se acercó a besarme, tenía intención de entrar en mí y le pregunté si tenía condón.
-No, te juro que ni se me pasó la idea de que me permitirías besarte, mucho menos estar así –soltó sincerándose, empezamos a reírnos, me abrazó, estuvimos un rato así, nos bañamos y vestimos, ya se daría en otra ocasión, al parecer yo tenía clara la idea de que tal vez se daría algo entre nosotros, el inocente resultó siendo él.
Él no terminó, ni se complicó por no haberlo hecho, solo estaba complacido por satisfacerme, me pidió que saliéramos en otra ocasión, pero allí sí estaríamos preparados.
NOTA: Es mi primer relato, lo resubí debido a que mi falta deconocimiento acerca de la plataforma, excluyó palabras por signos que usé, espero disfruten nuevamente del relato con sus debidas corecciones. Gracias.
Con aprecio, Vlethzie. :)