Mi obsesión por Malena
Como conocí a Malena y mi obsesión por ella catorce años después
Doce. Doce años desde nuestra boda. ¡Habían pasado tan rápido que costaba creerlo! Recuerdo como si fuese era ayer cuando quedamos para cenar y despedirnos… y hablamos de 1997. Todo parecía tan inocente: cenar, una charla cortés y, seguramente, no volveríamos a coincidir en la vida. De hecho, la noche quiso avisarnos de que iba a ser especial: buscamos un restaurant en Barcelona (vivíamos a unos 30 km) y nos encontramos con uno de su trabajo. ¡No podía ser! Una ciudad con cientos de restaurantes y nos encontramos con uno de una empresa que tenía seis trabajadores. Fue un poco raro, pero salimos airosos. Al fin y al cabo, no hacíamos nada malo.
Cenamos. Comentamos la jugada y nos reímos de lo que pensaría la gente en su trabajo si el tío lo explica. Y sin motivo alguno, decíamos. Acabamos la cena, unas copas y volvíamos en coche para casa. Yo la miraba y pensaba que no me parecía muy normal que una tía con unas piernas de escándalo se hubiese puesto una falda bien corta para cenar con un cliente. Sin embargo, no me acababa de encajar. La tenía por una chica tirando a recatada. Claro que la experiencia me decía que alguna que había conocido así resultó ser una verdadera máquina sexual. ¡Vete a saber con ésta! El caso es que seguíamos charlando animadamente y continuaba fijándome en ella: si no tuviese novia, me la intentaría pasar por la piedra.
Y así llegó la hora de despedirse. Yo veía que ella también se sentía atraída por mí. Y coqueteé con ella: ¿No te irás sin darme un beso de despedida?, dije. Y nos besamos con mucha pasión. La acariciaba. Pasé mis manos por sus tetas sobre el jersey y las noté duras. Bajé a sus piernas y subía mis manos por ellas. ¡Llevaba medias y liga! ¡Caramba con la mojigata! Metí una mano bajo sus bragas y estaba empapada. Sabía que era mía y que me la podía follar sin bajar del coche. Claro que me gusta hacer volar a mis amantes y empecé a penetrar con mis dedos su coñito empapado. Cerraba los ojos, abría la boca y gemía de placer. La tenía donde quería, en aquel punto que me daría cualquier cosa que le pidiese. Y fue entonces cuando se truncaron mis planes. La “monjita” me desabrochaba los pantalones y me sacaba mi polla que estaba a mil. Muy a mi pesar, eso no podía permitirlo….
-¡Un momento!- comenté. Si sigues, acabaremos haciéndolo. Los dos tenemos pareja y hemos bebido. Te propongo dejarlo aquí y nos citamos mañana en tu casa. Si en frío queremos seguir, no echaremos la culpa al calentón del momento.
Así lo hicimos y llegó el día siguiente. Menudo polvo. Y con premeditación y alevosía. Qué manera de follar. La zorrita era toda una puta en la cama y yo sabía montarla como quería. Me encantaba que perdiese la cabeza de ese modo. Los dos sabíamos que nadie se la había follado así. La había cazado y ocurrió otra cosa con la que tampoco contaba: ella también me había cazado a mí.
Unos cuantos polvos furtivos después y la ruptura con nuestras ex parejas nos ha convertido, además, en formidables compañeros y amigos. Creo que nunca hemos valorado como se merece lo que nos dio aquella noche de despedida.
Y aquí estoy catorce años después pensando cómo sorprender a mi compañera y amante, a la que adoro con locura y cada día encuentro más sexy y deseable (creo que está más buena con 38 que con 24 cuando me la tiré por primera vez). No me canso de pensar en cómo hacerla gozar y yo con ella. Entro en páginas de relatos para captar ideas. Como amante tiene un sinfín de habilidades: le encanta comerme la polla, sabe zorrear con el semen (lo traga, lo expulsa, lo relame….), ya borda las cubanas, su culito progresa adecuadamente, sale sin bragas si se lo pido, se masturba para mí, me deja hacerle fotos sexuales, le gusta atar y ser atada, jugamos con su vibrador y mi polla…Así que hace poco le preparé un juego para conocer nuestras fantasías más ocultas. Concretamente, confirmamos que hay una que nos da mucho morbo a los dos: que ella sea la protagonista de un trío con otro hombre o con varios para ella.
Ni que decir tiene que ya me he puesto a maquinar cómo la haré gozar, cómo volverá a perder los papeles, cómo, una vez más, su pareja le hará alcanzar cotas de placer y sensaciones que ni ella misma sabía que existían. Pero eso ya es otra historia y ésta ya ha cumplido su objetivo: un regalo de aniversario para empapar sus braguitas y que sepa que su fantasía está más cerca de cumplirse de lo que ella piensa.
P.D: toda idea para hacerle perder la cabeza será bienvenida.