Mi Obsesión... hecha realidad!

Remigio es un hombre mayor, que me hizo delirar, al imaginar su gran sexo...

MI OBSESION…HECHA REALIDAD!

El siguiente es un relato de una relación sexual con un hombre bastante mayor. Si le interesa la historia, continúe con la lectura. De lo contrario, va a perder su tiempo y a terminar aburrido.

Lo conocí hace ya más de veinte años cuando cursaba estudios en la universidad local. Remigio, era un profesor en la facultad y me trastornó: distinguido, alto, un tanto gordito, vestía impecablemente, denotando una excelente madurez. Dictaba su cátedra con la mayor seriedad y claro, yo que buscaba por todos los medios volverme su amigo, hasta me había informado que en su juventud gozaba fama de "donjuán". Así que conseguí ganarme un poco de confianza, pero era para poder estar cerca de él, y observar de buena manera aquel gran bulto que le oscilaba al caminar. Yo me relamía.

Por aquel entonces tendría unos sesenta y tantos años. Yo, Carmigue, tenía 23 años.

Solía fantasear imaginándome estar juntos para, por lo menos observar de cerca aquella masa que me hacía delirar.

Les diré también que llevo hoy una vida heterosexual regular, lo disfruto. Pues, a parte de otra experiencia que ya les conté, esta sería la segunda vez que lo hice en realidad. El resto, francamente no me interesa.

Luego de tanto tiempo, solo nos saludábamos de vez en cuando al coincidir en la calle o cuando con su esposa me visitaba en mi local comercial. Nunca me atreví a nada. Solo fantaseaba y ya lo había superado, hasta que hace unas semanas atrás por casualidad conversamos un momento en la puerta de su casa, mientras con un sobrino, hacía unas compras. Saludamos efusivamente y casi al despedirme le dije, casi como un cumplido:

¿Cuándo me visita en mi casa, podríamos tomar un trago y acordarnos de los buenos tiempos?

¡Claro! Dame tu número de teléfono y yo te aviso cuando pueda.

Casi me desmayo. Pues la verdad no lo esperaba. Convenimos y nos despedimos.

A los pocos días la llamada, para decirme que lo espere porque hasta las tres de la tarde debe salir su esposa a reunirse con sus amigas y luego él podría ir a mi casa. El corazón empezó a latirme a mil por hora, me asaltaban las dudas: cómo le diría, lo aceptaría, me permitiría…o a lo mejor, me dejaba tirando la puerta en mis narices! Pasaron las horas.

A poco de las tres de la tarde, él estaba tocando el timbre en mi puerta. Salí a recibirlo, y ahí estaba, tan apuesto a pesar de sus años. Llevaba un traje azul marino, accesorios a tono, su inseparable sombrero. Lo noté un poco delgado y pálido, con un caminar bastante pausado, pero eso sí, con su misma presencia gallarda a pesar de la edad. Jovial como siempre me contestó al saludarlo y tomándose de mi brazo, se hizo conducir hasta la sala.

Lo invité a ponerse cómodo y hasta le sugerí que si deseaba se quitara la chaqueta, en vista del calor que hacía a esa hora. El lo aceptó, y aún de pié, pude observar de reojo, que el objeto de mis deseos estaba casi tan lozano como cuando recién lo conocí, al menos eso fue lo que pensé.

Abrí una botella de vino, serví dos copas, puse música suave pero agradable, busqué cigarrillos (luego me diría que ya no fumaba) y nos pusimos a charlar. Sentados frente a frente, también pude ver como se abultaba aquello, antes de que él cruzara las piernas para conversar. Hablamos y recordamos de todo: los amigos, las farras, de alguna chica que en aquel entonces le impactara, las bromas, en fin, de todo.

Como a las cuatro de la tarde, luego de servirle otra copa, me senté junto a él y colocando mi mano sobre su rodilla le dije:

  • Remigio, usted ha sido un hombre muy importante en mi vida…!

No lo esperaba, pero él puso su brazo por detrás de mi espalda y me acercó con mucho cariño hacia él. Yo me desarmé y recargué mi cabeza en el pecho de él. Me dijo en voz baja:

Fuiste mi alumno predilecto y en todos estos años también te he guardado un especial afecto.

Permanecimos así unos minutos sin decir palabra. Entonces mi mano que ya no resistía la tentación, temblorosa se deslizó por su pierna y fue a quedar oprimida entre los pliegues que se formaban en su entrepierna. Me dice entonces, susurrando:

Ah! Eso es lo que quieres?

Le contesto expectante:

  • Sssiii! Siempre me llamó la atención!

Me contesta:

Puedes tocarlo así, ahí está! …o si prefieres, me quitaré el pantalón

Le digo que sí, que se quite toda la ropa, si es posible. El se pone de pié, yo me incorporo y le ayudo a quitarse la corbata, la camisa; lo miro y noto que tiene poco vello en su pecho y abdómen, luego abro su cinturón y le desabotono los seis botones de su bragueta, su pantalón cae al suelo, yo lo retiro. Levanto la mirada y lo miro con los ojos bien abiertos, lleva unos bóxer de hilo de algodón de un color celeste intenso cerrado con dos botones en el frente, son holgados para su contextura. Me agacho y los abro también y tomándolo por los lados le bajo lentamente: lo que se va descubriendo me pone al borde del shock, me trastorna. Muy colgantes y majestuosos: un gran pene largo y grueso con abundante piel en el prepucio color oscuro, debe medir unos 15 cm. Atrás, un escroto muy dilatado alberga unos testículos grandes que cuelgan más abajo, se balancean. Tiene unos pocos pelos cortos.

Le pido que se siente, él lo hace separando las piernas mientras yo me arrodillo para tomarlo con mis manos y empezar a acariciarlos delicadamente. Son tan suaves. Tomo su pene y le descubro el glande y al acercar mi boca para besarlo, percibo un sutil olor que me resulta muy agradable. Dentro en la boca, se siente tan dulce, es una sensación indescriptible. Le recorro con la lengua de arriba abajo, lamo su escroto, lamo la corona de su pene, con la punta de la lengua le busco el orificio de la punta. Con los ojos cerrados y muy suave, me dice:

  • Lástima, ya no se me para como antes!

No le respondo, sigo con mi tarea encantadora. Siento un ligero aumento en su volumen como si le hubiese inyectado aire comprimido, pero si lo suelto, sigue colgando. El respira profundo y continúa con los ojos cerrados y con sus manos me acaricia la cabeza. Para entonces, mi pene parece que quiere estallar y mi ropa se siente húmeda. Me levanto y me la quito rápidamente. El, que ha abierto los ojos me mira y sonríe con dulzura:

Uhmm, ha sido muy pequeño, pero inquieto!

Jadeando le digo que vayamos a mi cuarto. Lo tomo por la cintura y nos vamos. Ya en la cama, yo me acuesto y él se queda de pie para tomarme el pene y estrujarlo. Me amasa los testículos que casi están desaparecidos. Yo sigo entretenido con su maravilloso sexo. Por fin se acuesta también, yo me pongo delante de él, pegando mis nalgas en sus piernas. Sabiamente me conduce al orgasmo. Desesperado doy vuelta y me abrazo de él, empujo mi cadera hacia delante hasta que mis órganos se pierden en los de él. Remigio es un manojo de dulzura, me abraza, me palmotea la espalda, y también me estrecha con sus brazos, así termino durmiéndome.

Cuando las sombras van cayendo sobre la ciudad, contemplo por última vez esa anatomía de hombre mayor, mientras lo ayudo a buscar su ropa y a vestir. En unos minutos más, feliz, lo despido al abordar el taxi que lo regresaría a su domicilio, tan apuesto como cuando llegó. Mi obsesión se había vuelto una agradable realidad.

Hasta aquí mis amigos la segunda experiencia con hombres mayores. Pienso que mi atracción son los sexos mayores a los 65 años por lo menos. Por lo tanto, en mi entorno las experiencias terminaron. Si algún lector puede, particípeme de relatos, fotografías o algún sitio en Internet, en donde se privilegie el sexo de los hombres mayores.

Su amigo

Carmigue

francizu@mixmail.com