Mi nuevo vecindario (3)

Se cumple la gran fantasía erótica que me rondaba la cabeza durante todo el verano: Lidia y Marta se lo montan conmigo.

Durante esa semana estuvimos pensando en los preparativos para el trío. Buscamos fecha y lugar, y a Lidia se le ocurrió meterle alguna temática, para romper el hielo con algo.

Podríamos darle un toque de dominación – sugirió mientras nos hacíamos unos largos en la piscina.

No es mala idea – dije yo.

A las dos nos gusta que mandes, que nos exijas y que incluso nos utilices.

Lo sé. Y si os apetece, podemos hacerlo así el jueves.

Tras esto Lidia se quedó callada. Pude notar que ella quería decirme algo pero no se atrevía.

Me puse delante de ella. Dejó de nadar y en medio de la piscina la miré a los ojos y le dije:

¿Qué es lo que quieres preguntarme?

Nada –dijo ella, mirando hacia otro lado.

Lidia,… que nos conocemos.

Se quedó un rato pensativa y por fin estalló:

Joder, es que me conoces mejor que Jaime. Sí, quiero preguntarte algo, pero temo que me llames entrometida o cotilla,… o incluso celosa.

Ya veo por dónde vas. – Respondí yo – Quieres saber qué tal fue con Marta ¿no? Qué hice,….

Y si te gustó más que conmigo – Me interrumpió bruscamente.

Lidia, sois distintas. Me fue bien, nos sentimos bien y nos ayudó a decidirnos para hacer el trío. No fue ni más ni menos que contigo, sólo distinto.

No me importa, la verdad. Sólo me interesa para saber qué debe hacer cada una el jueves. Cuál es la "especialidad" de cada una.

Guardé silencio y tras un momento, le dije con voz seria y grave:

Yo os diré lo que tendréis que hacer el jueves.

Durante esas tardes hablé con ambas por separado para ir preparando el evento. Manteniendo pequeños secretos con cada una, se incrementaba la excitación de la otra.

A Lidia le encargué proveerse de unas cuerdas o unas esposas para Marta. Sabiendo que le gustaba ser dominada, la sorpresa de no poder defenderse (con la tranquilidad de estar entre gente de confianza que no se propasaría con ella) la excitaría más.

Ambas se encargaron de buscar lencería sexy para la ocasión.

Hablé con Marta para que incrementase su colección secreta de consoladores con alguno exótico y con algún lubricante especial.

El martes por la tarde, en el césped de la piscina ultimamos los detalles.

Será el jueves entonces – comencé yo a decirles. – Ya sabéis cada una lo que tenéis que traer. Puesto que Jaime está de viaje y Alberto ha quedado con los amigos, Marta le dirá que ella también va a quedar con las amigas y que dormirá en Madrid. Y quedaremos en tu casa, Lidia.

La tendré preparada. – Dijo ella escuetamente.

Quedaremos antes para tomar unas cañas y relajarnos un poco.

Llegó el jueves. A las nueve en punto entraban ambas en el bar, un garito de ambiente liberal que había en la ciudad (allí no nos encontraríamos con nadie peligroso). Lidia llevaba un top minúsculo color morado y una minifalda negra ajustada. Aquello era el culto al morbo y al deseo. Sus tetitas se insinuaban perfectamente, y su culito aparecía prieto y redondito, llamativo y provocador. Sus piernas bronceadas se movían con un glamour especial.

Junto a ella iba Marta, con un vestido casi transparente y un escote de escándalo. La espalda totalmente descubierta y unos minúsculos tirantes mostraban sus bellísimos hombros bronceados y juguetones. Se intuía la cuerdecita del tanga rodeando su cadera. Movía el culito igual que su compañera, y sus tetas se balanceaban al caminar de manera muy morbosa.

Esperé un poco y entré. Estaban en la barra pidiendo unas cervezas. La estampa era divina: entre unas cuantas parejas de gays y algún que otro despistado mirón, estaban ellas, como dos chicas playboy en espera de hacer su show lésbico. Me acerqué y con un billete en la mano me puse entre ambas y le dije al camarero: "cóbrate las tres".

Mientras el camarero ponía la tercera cerveza para mí y se cobraba, ellas se quedaron mirándome, serias, tensas, sin saber qué hacer. Vi el deseo en sus ojos.

Con mi cerveza en la mano, les sugerí sentarnos.

Charlamos un poco acerca de los preparativos, confirmando que no había habido ningún problema y sobre los piropos que les habían soltado por la calle.

Con las cervezas en el cuerpo, seguíamos serenos pero ellas comenzaron a desinhibirse.

Lidia comenzó a hablar, haciendo bromas y riendo. Marta poco a poco se fue soltando.

Incluso Lidia bailó con un mocete homosexual que le sacó a la pista para bailar junto con su novio.

Tras un rato allí decidí que era hora de marcharse a casa de Lidia.

Cuando esta volvió de la sensual danza, les dije:

-Chicas, nos vamos.

Ellas me miraron, cogieron sus bolsos y salimos del bar. En la puerta, tomé a Lidia de la mano y metido ya en el papel de amo, le susurré:

¿Vas a ser obediente la nena esta noche?

Por supuesto – Respondió ella, dejando una pausa en su frase – …o quizás no, me gustan los castigos.

Dándole un sutil azote en el trasero le susurré:

Entra al coche y mantente calladita.

Montamos en el coche y nos dirigimos a casa. Durante el trayecto, le pregunté a Marta, que iba en el asiento del copiloto qué le había parecido el lugar, el ambiente del bar y el bailecito que se había marcado Lidia con aquellos dos chicos.

Un tanto atrevido el baile – respondió ella.

Habrá que enseñarla a bailar otros bailes – agregué yo.

Sin decir nada más, Marta comenzó a acariciar mi entrepierna, masajeando mi paquete. Prosiguió sacando mi verga ya tiesa. La masajeó un poco y agachando su cabeza comenzó a comerse mi polla mientras yo conducía camino de casa. Lidia no decía palabra, pero tampoco se perdía detalle de lo que su amiga hacía.

Una vez en el aparcamiento de casa, Marta levantó la cabeza, se quedó frente con frente con Lidia, que incorporada desde el asiento de atrás, había estado observando con deseo la felación que Marta me proporcionaba y mi cara de placer mientras conducía.

Se miraron un instante y de inmediato comenzaron a besarse y a lamerse sus bocas con pasión. Las dejé hacer mientras me calentaba un rato con aquel maravilloso espectáculo y finalmente les susurré:

Vamos, vamos, chicas. Arriba podréis hacer esto y más. Subamos a casa y preparaos para gozar.

Subimos en el ascensor mientras ambas se daban un sobo mutuo, conscientes de que aquello me ponía como una moto.

Una vez entramos en casa de Lidia, les sugerí que se pusiesen ropa cómoda (la lencería que habían preparado para la ocasión).

Se fueron cada una a una habitación. Las esperé mientras encendía unas cuantas velas para dar la iluminación y el aroma adecuados y me servía una copa.

La primera en aparecer fue Marta. Llevaba un picardías de seda color salmón, bajo el cual se podía adivinar un precioso tanga gris perla. Estaba absolutamente genial. Se sentó junto a mí y tomando un sorbo de mi vaso me susurró:

¿Estás cómodo?

Contigo siempre, preciosa –respondí yo

¿Te ha gustado lo del coche?

No ha estado mal, ha sido un buen comienzo, pero hoy voy a ser muy exigente.

Eso espero,…. Eso deseo.

Nos besamos. Comenzamos a acariciarnos y a palpar nuestros contornos. Mientras nos dedicábamos a ello, llegó Lidia y se unió al beso. Fueron tres lenguas buscando saciarse mutuamente. Nos acariciábamos, se cruzaban nuestras manos, escuchábamos las respiraciones de cada uno y se escapaba algún gemido de placer. Tras un rato de magreos mutuos, le dije a Lidia que se diese un pasecito para ver su atuendo.

Se levantó y caminó frente a nosotros, por el salón.

Tenía un conjunto de sujetador y tanga de cuero, con el complemento de una gorrita también de piel. Vestía, se movía y miraba como una auténtica puta de lujo. Sus labios pintados de rojo ardiente la hacían más exuberante aún.

Marta se acomodó en el sofá y comentó:

Estás muy buena, puta.

¿Te gusta? – le pregunté yo sin dejar de mirar a Lidia, que tenía sus ojos de deseo clavados en mí

Esta tía gusta a cualquiera. Ella sabe provocar y gustar a la vez.

Pues anda, ve y demuéstrale lo mucho que te gusta.

Sin dudar un instante, Marta se levantó del sofá y acercándose a Lidia se colocó frente a ella, acarició sus caderas, pasó sus manos por su cintura y subiendo hasta su cara, la tomó entre sus manos y se fundió con ella en un profundo beso. Lidia correspondió abrazando a su compañera de juegos. Se besaron, se manosearon, Lidia magreaba el culito redondo de Marta mientras esta le correspondía con besos, lametones y mordisquitos en su cuello.

Mientras ambas gozaban de sus cuerpos, lentamente me acerqué a la pareja y tomando la pequeña fusta que Lidia había traído, me coloque junto a su oído y le susurré:

Te gustan los azotes ¿eh?

No alcanzó a responder. Entre gemidos de placer y respiraciones profundas, asintió con su cabeza.

  • Hoy te voy a enseñar a bailar con quien debes, para que lo pases bien incluso después de bailar.

Comencé a atizarle levemente con la fusta en el trasero. Ella se tensaba y se excitaba cada vez más. Continué así un rato. Cada azote le suponía una descarga nueva de placer. Palpé su vientre y bajé con mi mano hasta introducirla dentro de su tanga. Tal y como me temía, su coñito estaba muy húmedo. La nena restregó su trasero contra mi entrepierna.

Apartándome, le dije a Marta:

Mira como esta tu amiga la putita. Anda, baja y arréglalo.

Marta se arrodilló y sin rechistar comenzó a lamer el coñito de Lidia, que con su mano sujetaba firmemente mi verga tiesa y le daba un continuo masaje. Ambas disfrutaban: una saboreando el conejito cuidado y depilado de su amiga, y la otra sintiendo como le limpiaban los bajos y cómo yo continuaba el trabajo que Marta había iniciado en su boca y sus tetas.

Para acomodarnos un poco más, hice que Lidia se pusiese a cuatro patas. Mientras Marta paseaba su lengua por la entrepierna de su compañera, yo iba besando y acariciando a ambas, dejando algunos lametones en lugares escogidos de sus cuerpos, que las dejaban deseosas de más sensaciones placenteras.

No perdí ocasión de colocarme frente a Lidia y desnudándome, darle a probar mi verga (muy tiesa y pidiendo guerra).

Tras un rato así, Marta se apartó de su amiga y observando un rato la fabulosa felación que me estaba haciendo, sugirió:

Dale más caña a la putita, métesela entera en la boca. Ella puede con toda.

Mientras Lidia se motivaba con aquellas palabras y engullía literalmente toda mi polla, yo miré a Marta y le dije:

¿Qué pasa?¿Crees que es poco? Crees que debemos darle más ¿no?

Sí – respondió Marta

¿A ti te gustaría que te diesen más?

Por supuesto. Estoy aquí porque os deseo, y deseo más.

¿Crees que estás preparada para soportarlo?

Marta guardó silencio un instante. Miró dubitativa mis ojos, miró a Lidia. Esta sacándose la polla de mi boca y entre gestos de satisfacción, le hizo un gesto de asentimiento.

Así que Marta me volvió a mirar fijamente y dijo:

Soportaría todo lo que vosotros dos quisierais que hiciésemos hoy.

Se agachó y compartiendo la saliva con la que Lidia había estado lubricando mi mástil, ayudó a su amiga a seguir chupándome la verga. Las dejé hacer por un instante y luego dije:

Lidia, es el momento de que demos a tu amiga lo que se merece. Llévala a la habitación y prepárala.

Se levantaron ambas. Lidia tomó una venda que había dejado preparada y cubrió con ella los ojos de marta. Acto seguido tomó un pañuelo negro y ató las manos de Marta. Tras esto, la tomó de las manos y la condujo hasta el dormitorio. Sus preciosos cuerpos caminaron hacia la habitación. Los seguí, embelesado con el movimiento de ambos traseros. Marta comenzaba a sentirse desorientada y nerviosa. Era una mujer a la que le gustaba tener siempre las situaciones bajo control, y en aquel momento todo se le iba de las manos.

Entraron en el dormitorio y Lidia ayudó a Marta a tumbarse en la cama. Pasé mi mano por los muslos temblorosos de Marta y palpé su raja. Húmeda por la excitación, como la de su amiga, la nena estaba temblando. Me acerqué a su oído y le susurré:

Querías más para tu amiga ¿verdad? A ver si lo soportas tú, valiente.

Le hice una seña a Lidia para que continuase con el ritual. Sacó tres esposas y fue colocándoselas a Marta. Comenzó por las manos. Mientras la iba inmovilizando, Marta contrariada y excitada a la vez, emitía frases entrecortadas:

Pero…… Lidia,…… esto no,…. – mientras Lidia, con toda suavidad ataba, acariciaba y besaba los pechos de su amiga, Marta se encontraba en una espiral de confusión.

Comenzó a esposarle los tobillos. Marta se quedó callada. Una vez estuvo completamente atada a la cama, con sus piernas abiertas y los brazos sobre su cabeza, Lidia se abrazó a mi cintura y pudimos ver como Marta sentía el primer orgasmo de la noche. Sola, sin contacto alguno, con la simple sensación de estar inmovilizada a merced de sus dos sueños eróticos. Se tensó, tembló y su coñito rasurado comenzó a latir y humedecerse.

Tal y como había hecho antes con Marta, le dije a Lidia:

Anda, limpia a tu amiguita.

Lidia comenzó a saborear los flujos de su compañera. Me acerqué y comencé a ayudarle.

Luego me levanté y mientras Lidia seguía con su trabajito, me coloqué sobre Marta, apoyando mis nalgas en sus tetas. Ella, sin ver y al sentir el calor y el peso de mi cuerpo, abrió su boca, como intuyendo lo que le esperaba ahora.

Efectivamente, metí mi nabo tieso en su boca. Estuve jugueteando con él un rato, paseándolo por su lengua, sus labios, las comisuras de su boca,… ella como un bebé hambriento iba persiguiendo su erótico biberón.

Tras esto, saqué mi verga y dije: "Se acabaron los juegos".

Abrí su boca y entré de nuevo mi rabo con toda mi fuerza en su boca. La nena notó como le entraba profundamente, pero estaba bien preparada para ello. Aguantó la embestida con total entereza. Estaba hecha una especialista, una viciosa de las mamadas profundas.

Así seguí bombeando y follándome la boca de la preciosa Marta. Su saliva caliente rebosaba y resbalaba por mis testículos. La nena se relamía en cada respiro que le daba yo sacando mi polla de su boca. En alguna ocasión, tomaba de nuevo aire y en un profundo suspiro me susurraba: "maaassss". Y yo le daba más. Se sentía una guarra y le gustaba meterse en aquel papel.

Mientras tanto Lidia se ocupaba del resto del cuerpo de Marta. Su coñito, sus pezones. Estuvo lamiendo todo su cuerpo, restregándose coño contra coño, pellizcando sus pezones,… En aquellos momentos Marta era un juguete con el que Lidia y yo nos divertíamos. Y ella se sentía bien siendo utilizada: follada por la boca, magreada, lamida y pellizcada por Lidia. Le ponía cachonda ser casi un objeto sexual.

Lidia tomó la fusta y manteniendo las piernas de Marta ligeramente levantadas (dejando su trasero a su disposición comenzó a darle pequeños azotes. Marta se sobresaltaba en cada azote, pero los gozaba.

Me retiré de Marta y mirando muy seriamente a Lidia, de inquirí:

¿Quién te ha dado permiso para fustigar a tu compañera?

Nadie – Susurró Lidia, totalmente metida en el papel de putita sumisa.

Vas a aprender a ser sumisa y educada, putita rebelde. Colócate sobre tu compañera.

Lidia se montó sobre Marta.

Túmbate sobre ella y bésala. Pídele perdón por haberla pegado.

Perdóname – susurraba Lidia mientras lamía el cuello de su amiga – siento haberte pegado sin permiso.

Marta no escuchaba: sólo buscaba los labios de Lidia para besarla y lamerla con una pasión desenfrenada debido al grado de excitación que tenía por la situación, los azotes, etc.

Tomé la fusta y comencé a castigarle a Lidia sus nalgas. Le fui azotando cada vez más fuerte con la fusta (siempre de una forma controlada), hasta comprobar que su grado de excitación fue suficiente.

Pasé mis dedos por ambos coñitos y des dije:

Estáis otra vez húmedas ¿Queréis que lo pasemos bien?

Sí – respondieron ambas al unísono.

Sin dudarlo, me acerqué a ellas y procedí a meter mi polla en uno de aquellos agujeros que se presentaban ante mí.

Comencé por Lidia. Metí la polla en su coño húmedo. Entró con gran suavidad. La nena arqueó su cuerpo para sentir más aquella penetración. Comenzó a gemir y aceleró su respiración. Acompañaba mis movimientos con los vaivenes de sus caderas. Besaba a Marta con total locura. Llegados a este punto de excitación, saqué la polla de aquel coñito y busqué el de Marta, un poco más abajo. La penetré con suavidad, lentamente, mientras su amiga se restregaba sobre su cuerpo, ansiosa de volver a tener mi polla dentro de su cuerpo.

Aquellos cinco minutos de penetraciones alternadas fueron un sinfín de gemidos, suspiros, suplicas,

Síííííí, sigue,…..

Más, más, ……mmmmmmm,

Por finnnnn, aaahahh…..

No, no la saques, ……sigue,….

Cuando mi excitación se acercaba al tope, saqué mi verga y le dije a Lidia:

Apartate, voy a terminar de follarme a esta viciosa.

Lidia se apartó y comencé a bombear en el coñito de Marta, agarrado a sus tetas.

Quiero tragarme tu primera corrida, mi amor – dijo Marta entre gemidos. Retiré la venda de sus ojos y le dije.

Así será, vas a tener toda mi leche para ti, viciosa. Y tu, – le dije a Lidia mientras me follaba a Marta - quiero que te corras con ella.

Lidia se tumbó junto a nosotros y comenzó a acariciarse y a masturbarse observando la escena.

Seguimos follando a lo bestia, besándonos, mordisqueándonos, estrujando sus pechos,…. Hasta que la nena se volvió a correr. Se tensó de nuevo, gimió profundamente y sus paredes vaginales apretaron mi verga con ritmo sostenido. Sin poder moverse, Marta se limitaba a arquear su cuerpo y a gozar de aquel roce de mi pubis con su clítoris.

Tras su orgasmo sentí yo mi venida. Así que saqué mi polla de su coño y sin más dilación la embutí violentamente en su boca. Lidia comenzaba a gemir. Se corría. Yo comencé mis espasmos y mirando a Marta, que con los ojos llorosos me miraba fijamente intentando abrir más aún su boca, descargué mi leche en su garganta mientras decía:

Toma viciosa hambrienta ¿Querías leche? Pues toma toda mi leche. Mira Lidia, mira nuestra amiguita como se traga las pollas.

Tras esta corrida, nos quedamos un momento extasiados. Marta se había tragado todo mi semen. Comentó después que ni lo había saboreado, ya que había entrado directamente en su garganta y solo pudo tragarlo para que no le rebosase por los labios.

Nos dimos cinco minutos de caricias. Lidia acariciaba a Marta. Yo acariciaba a Lidia. Liberamos por un rato a Marta de sus esposas y comenzamos a besarnos y a acariciarnos los tres. De vez en cuando yo me retiraba un poco para deleitarme con el espectáculo de aquellas dos tías dándose el lote entre ellas.

Aprovechamos el tiempo para darle a mi polla un poco de descanso. Me dediqué a comerles aquellos dos deliciosos coñitos. Cada cierto tiempo una de las dos comenzaba a lubricar de una manera notable y me deleitaban con sus sabrosos y dulces zumos.

Así comenzamos la sesión más tierna y sensual de la noche. Caricias, besos, mamadas suaves y muy sensitivas,…. Todo lo contrario a la sesión hard con la que habíamos iniciado la noche.

Vueltas sobre la cama, cruce de besos, manoseos, masturbaciones mutuas. Ver y sentir a aquellas dos hembras acariciando y lamiendo mi verga, disputándose por ser la más sutil, suave y placentera,….era una bendición.

Las folladas fueron magníficas.

Lidia se aplicó con su coñito para contraer y relajar sus paredes mientras yo se la metía. Marta jugueteaba con su boca en mis testículos y mi ano incrementando el placer de cada penetración.

Ambas mantenían el ambiente de excitación colaborando con masajes, caricias, besos, ofrecimientos de sus sexos para ser saboreados,

Logramos un nuevo orgasmo de cada una. Era maravilloso verlas cómo gozaban cabalgando sutilmente. Lidia, sentada sobre mí (que estaba semi reclinado) se abrazó a mí fuertemente, se quedó quieta y comenzó a temblar y vibrar. Tras correrse, me llenó de besos por todo el cuerpo dejando paso a Marta que siguió clavándose suavemente aquél mástil. Ella me hizo tumbarme, estuvo un rato cabalgando mientras yo lamía el coñito de Lidia. Cuando llegó su orgasmo, se volcó sobre mí e inició un corto mete y saca mientras gemía como un gato indefenso.

Después, entre las dos lograron que me corriese a base de una serie de lametones besos y mamadas en la polla y en el ano.

Quedamos allí tumbados durante casi media hora.

Desperté y pude ver cómo Lidia estaba renovando las velas que ya se iban consumiendo. Entre aquellas luces y sombras, tenía un cuerpo precioso.

Marta despertó y se incorporó.

Ha sido maravilloso. No había soñado jamás tanto disfrute.

¿Ha sido? ¿Acaso crees que esto ha terminado? –comenté yo.

Marta nos miró con gesto contrariado. Había tenido la mejor sesión de sexo de su vida y pensaba que no podía ser mejor.

Miré a Lidia y le hice un gesto que ella comprendió al instante. Mientras se dirigía a inmovilizar de nuevo a Marta, yo le sugerí:

Esta vez creo que va a ser mejor boca abajo. Y no es necesario anclarle las manos. Simplemente úneselas con el pañuelo.

Lidia comenzó a atarla de nuevo. Marta se dejó hacer. Estaba de nuevo preguntándose qué pasaría ahora. Poco más podríamos hacer nuevo, pensaba ella. Pero estaba muy equivocada.

Una vez atada, saqué del cajón que ella me había indicado al principio de la noche, la colección de consoladores que había traído.

Colocada a cuatro patas, Lidia y yo comenzamos a jugar con ellos, probándolos en su coñito. Utilizamos una buena dosis de lubricante. Cuando uno de los consoladores excitaba más de lo normal a Marta, Lidia lo tomaba y comenzaba a usarlo en su rajita depilada.

Así estuvimos un rato poniendo de nuevo a tono aquellos coñitos. Lidia de vez en cuando y llevada por la tremenda excitación, buscaba mi polla y le daba una buena mamada para sentirse llena tanto por arriba como por abajo.

Otras veces, mientras Lidia jugaba en el coñito de Marta, yo me colocaba frente a ella y dejaba que me hiciese una buena mamada o que me masturbara, según le viniese en gana.

Comencemos a dilatarle el culo – le sugerí a Lidia.

¿Vais a encularme?

¿Acaso crees que iba a dejar escapar vivo un culito como el tuyo? No, preciosa, vete preparando porque pienso darte una buena ración de encualada, quieras o no.

Vendamos de nuevo los ojos de Marta y comenzamos a jugar con su agujero, metiendo un dedo, lamiendo, con consoladores pequeños, lubricando…. Marta se iba excitando rápidamente. Invadida por el miedo a lo que le podríamos hacer, pero excitada por la situación, se retorcía de gusto al sentir como su agujero se iba abriendo, cómo iba entrando cada vez más porción de consolador.

Dejé a Lidia trabajar bajo la consigna de "no la dilates mucho, quiero que me sienta bien a mí". Y me dediqué al trasero de Lidia. Ésta comenzó a gemir nada más sentir mis besos en su ano. Fui poco a poco acostumbrándola y dilatándola con otros consoladores y con mis manos, para que no fuese muy brusca la entrada.

Cuando la tuve bien dilatada, comencé a bombearla por detrás. Con suavidad, mientras ella se empleaba con el culo y el coñito de su amiga. Fui follándomela por el culo hasta hacer que se corriera. Logrado esto, pasé a dedicarme a su amiga Marta, no sin antes pasar por los experimentados y agradecidos labios de Lidia. Me lamió, besó y chupó la verga enloquecidamente. Totalmente cachonda y enloquecida, se tumbó en la cama y me obligó a que se la metiese de nuevo en el coño y me la follase. Así lo hice mientras Marta, a cuatro patas, excitada, con los ojos vendados y los tobillos anclados nos preguntaba qué estábamos haciendo y a duras penas palpaba con sus manos anudadas nuestros cuerpos.

Lidia se corrió de nuevo. Me aparté y me coloqué tras Marta. La sujeté por las caderas y puse mi verga en su orificio.

No está dilatado, - dijo ella con tono suplicante

¿Acaso crees que lo quiero dilatado? – repliqué yo. En medio del éxtasis y la confusión, Lidia ordenó.

Métesela así. A ella le gustaría que le reventases el culo.

¿Y tú cómo lo sabes? – pregunté yo

Me ha confesado más de un sueño erótico. Le han dicho que tras el dolor inicial hay un mayor placer – respondió Lidia.

Acaricié el borde enrojecido del ano de Marta y pensativo le pregunté:

Así que sueñas con que te rompan el culo ¿eh?

Sólo a ti te dejaría hacerlo, pero tengo miedo. – dijo con voz temblorosa – Dilatadme un poco antes.

Haciendo caso omiso a su súplica, me dispuse a metérsela. Lidia se colocó frente a ella y sujetando su cabeza, le tapó la boca.

Me lubriqué bien la polla y de una embestida dura y certera, entré hasta adentro. Sentí casi dolor cuando sentí como se abría su carne caliente por dentro al paso de mi verga. Las manos de Lidia ahogaron su alarido de dolor. La nena quedó medio grogui por el dolor: sus brazos flaquearon y tuve que mantener su culito en pompa sujetándola por las caderas.

Tras permanecer un momento quieto para que Marta recuperase el aliento, comencé a bombear con fuerza aquel maravilloso culo. La venda de sus ojos no tardo en dejar aparecer las lágrimas que escapaban de sus ojos.

Al notar esto, Lidia le susurró a su amiga:

Marta, estás llorando, ¿quieres que paremos?

Marta hizo un gesto negativo con la cabeza – seguid. Quiero que acabemos esto hasta que me corra de gusto.

Marta se aferró a los antebrazos de Lidia para soportar mis embestidas. Sufría, pero poco a poco comenzaba a sentir un punto de placer que iba creciendo. La enculé largo rato, hasta que la nena cambió sus lágrimas y aullidos de dolor por gemidos de placer y movimientos rítmicos acompañando mis embestidas. Así que Lidia pudo soltar a su amiga y ponerse junto a mí para participar de aquel evento. Usando sus manos y su boca por todo mi cuerpo, lamiendo mis huevos en cada embestida, acariciando el clítoris de Marta,…. Lidia incrementaba las sensaciones placenteras de aquel momento.

Durante un rato, se calzó un consolador y se colocó bajo nosotros, penetrando a Marta por el coño mientras yo le llenaba el culito. Marta enloquecía de placer. Se apretaba a Lidia y empujaba con sus caderas hacia atrás para meterse mi verga y sentir cómo le llenábamos más aún.

Lidia y Marta se estaban dando el lote, lamiéndose, besándose y manoseándose mutuamente, mientras yo observaba el evento y seguía penetrando a Marta por detrás. Era un auténtico show lésbico no apto para cardiacos.

Viendo que mi orgasmo ya estaba cercano, Lidia se apartó y me susurró al oído:

Esta corrida es para mí. Quiero que acabes en mi cuerpo y me llenes mis tetas y mi cara con tu corrida.

Pues ve colocándote – le respondí yo – porque estoy a punto de reventar, cariño.

Efectivamente, tras un minuto en el que Lidia se entretuvo tumbándose boca arriba y acariciando el conejo de Marta, yo di un par de embestidas fuertes que hicieron gemir fuertemente a Marta y saqué mi verga para regar aquel estupendo cuerpo que se estremeció al notar en su piel los chorros cálidos de mi semen. Abría su boca y paseaba su lengua por los labios para saborear las gotas que caían al alcance de su lengua. Fue un orgasmo increíble, ya que mientras yo descargaba con todas mis energías mi leche sobre Lidia, las dos bellezas se masturbaban mutuamente y se corrían conmigo, dando gemidos que me animaban a continuar.

Dormimos un par de horas. Un sueño profundo, placentero y reparador.

Tras esto, nos despertamos, nos fuimos al baño y nos metimos los tres bajo la ducha. Allí nos dimos una nueva sesión de masaje, que derivó en caricias, magreos, besos, lametones y más sexo.

Finalmente nos vestimos y acordamos buscar una nueva fecha para repetir el evento. Lidia dijo que la próxima vez mandarían ellas.