Mi nuevo vecindario (2)

Continúa la adaptación a mi nuevo hogar. Conozco nuevas vecinas y más experiencias.

Pasaron varios días sin novedad alguna. Lidia y yo seguíamos bajando a la piscina y charlábamos como si nada hubiese ocurrido. Uno de los días, mientras nos secábamos en nuestras toallas, y aprovechando que no había nadie en el césped, Lidia comenzó a hablar de temas más privados.

Comenzó a contarme que había hablado con su marido el tema de montar algún trío. Jaime no estaba en contra, pero aún no se sentía preparado.

A mí me apetece montar un trío. – concluyó Lidia

¿MHM o HMH? – pregunté yo

No sé, creo que sería más fácil HMH, pero también más aburrido. No faltan hombres que se apunten, pero suelen ser muy gallitos y luego no dan la talla. Prefiero MHM.

¿Por qué? – dije yo pensativo

Porque será más divertido. Además ya tengo la "H" y alguna que otra "M"

Me miró fijamente. Buscaba una respuesta en mi mirada. Un gesto de duda, de acobardamiento. Simplemente mantuve la mirada, dándole a entender que asumía tranquilamente ser la "H".

Quizás antes de probar el trío, sería bueno que probases con cada uno por separado – le sugerí.

Llevas razón ¿y?

Si no me equivoco, con uno ya has probado, - ella asintió con los ojos y siguió escuchando – Pero no tengo noticias de que hayas probado con ella.

Bajó la mirada, pude intuir que incluso se ruborizaba como una colegiala que llevara malas notas a casa.

Tomó aire profundamente y comenzó a hablar:

No te lo he comentado. Me daba cierto reparo, porque lo mismo pensabas que era rara, lesbiana o algo así. Veo que no, que eres tan abierto como yo. Así que te pondré al día.

Se echó el pelo hacia atrás, se lo sujetó con las gafas de sol y continuó:

Hace unos días que he comenzado a tontear también con otra mujer. Fue casi al mismo tiempo que contigo. Comenzamos simplemente charlando. Rápidamente vimos que conjugábamos bastante bien y el segundo día ya nos habíamos sincerado con respecto al tema sexual. No somos lesbianas. Simplemente sentimos curiosidad. Tanto a ella como a mí nos siguen gustando los hombres, pero estamos descubriendo que dos mujeres también pueden pasarlo bien.

Me miró y sonrió

Y lo que más interesa: sí, hemos tenido algo de sexo – concluyo firmemente.

Es lo más morboso para un hombre; dos mujeres montándoselo.

¿Te gustaría vernos? –me preguntó

No sé quién es ella, - respondí yo - pero desde luego que verte a ti me encantaría.

Creo que ella te gustará. Es preciso que te guste si queremos hacerlo juntos. Ella besa con una suavidad increíble. Y tiene unas manos prodigiosas – suspiró recordando algún momento apasionado – mmmm, cómo acariciaba todo mi cuerpo.

Quise decirle que parase, que me estaba poniendo cachondísimo, pero me contuve y traté de minimizar la erección que comenzaba a venirme.

Le miré a los ojos y le sugerí:

Sería conveniente que yo también la probase por separado. Pero quizás eso sea más complicado.

En absoluto, - interrumpió Lidia – ella está deseando probarte desde que yo le conté nuestra famosa tarde.

Vaya, eso me halaga –dije yo sorprendido – Si ya tiene opinión sobre mí, es porque ya me conoce, al menos de vista. Quizás vaya siendo hora de que me desveles quién es el bomboncito que me tienes preparado.

Ja, ja, ja – rió ella – está más cerca de lo que imaginas. De hecho, está ahora mismo observándote, asomada a la ventana.

Miré a las ventanas de los pisos. Mis ojos fueron directamente a uno en concreto. Sólo había otra persona que coincidía en nuestras tardes de piscina.

Marta – afirmé yo.

Con una sonrisa pícara, Lidia movió afirmativamente la cabeza. Acto seguido preguntó:

¿Qué te parece? ¿Te gusta?

Me quedé un rato pensativo, observando la silueta que estaba asomada a aquella ventana:

  • Le dijiste que hoy me lo contarías ¿no? – dije sin dejar de mirar hacia la ventana de Marta.

  • Sí, por eso está en la ventana. Estaba bastante nerviosa por tu reacción. Pero bueno, dime, ¿te gusta o no?

  • Tú has sido sincera, así que creo que es de ley que yo no te mienta – comencé diciendo, para darle cierto aire de suspense. – Seré sincero, Lidia: El día que os conocí supe que en un trío entre tú y yo sólo cabía Marta.

Miré su cara. Su sonrisa de satisfacción era radiante. Continué diciéndole:

Creo que hacéis una pareja muy buena. Se percibe ese "feeling" entre vosotras. Si además sois curiosas y os gusta jugar y experimentar, creo que podéis descubrir muchísimos placeres juntas.

Me puse en pie y miré hacia la ventana donde aún estaba Marta. Le saludé y le hice una seña para que bajase. Ella asintió con la cabeza y desapareció entre las cortinas.

Lidia se puso también en pie y me pasó una mano por la espalda.

Bueno, nene, - comenzó ella - yo me tengo que marchar. Hoy Jaime viene pronto y quiero estar con él. Hablando claro, necesito sexo, me has puesto en marcha, así que voy a aprovecharlo con Jaime. No te importa ¿verdad?

Ve y hazle muy feliz. – respondí yo - Le envidio un poco, pero él también se lo merece. Nos veremos pronto.

No tengas pena – me respondió ella – si tú quieres, puedes tener esta tarde a Marta. Ella tiene la tarde libre y el novio está en Barcelona hasta el viernes.

Bueno es saberlo – dije yo – Ahí viene ella.

Me voy, suerte.

Lidia se giró y caminó hacia Marta. La saludó, hablaron durante un minuto escaso y Marta vino hacia mí. Lidia se subió a su casa.

Marta era otro estilo distinto a Lidia. Pero tenían algo en común: cada una a su manera, ambas despertaban el mismo tipo de morbo. Marta era morena, con el pelo liso y melena cortita. Sus ojos eran negros y su cara, sin ser explosiva, era muy llamativa porque su expresión llamaba al morbo. Sus labios eran carnosos e incitaban a besarlos nada más verlos.

Su cuerpo era algo más grande que el de Lidia, pero igualmente bello y proporcionado. De caderas un pelín más anchas, tenía un culito un poco más gordito y un buen par de bonitas tetas. Su estilizada figura, vientre plano, ausencia de cartucheras y sus piernas esbeltas completaban una gran figura que se movía con una sensualidad especial. Sabía mover las caderas al andar, y sus hombros hipnotizaban.

Hola – dijo Marta, casi con miedo. Su cara era una mezcla de miedo y duda.

No temas, Marta- dije yo – Soy el mismo de ayer. Sé algo más, pero sigo mirándote de la misma manera.

¿Qué te ha dicho Lidia? – Preguntó ella.

Lo justo. Lo importante es que yo he respondido que sí. Y que tú también has dicho que sí. – Marta pensó un instante y miró hacia la zona del césped.

Antes de que llegue más gente a la piscina y para estar más tranquilos hablando de esto, ¿te importa si subimos a mi casa? – sugirió Marta.

En absoluto, vamos.

Salimos de la piscina y entramos en el descansillo. Nos metimos en el ascensor y nos miramos fijamente. Sin decir nada, nos besamos. Un beso profundo e intenso. El ascensor llegó rápido al segundo piso. Entramos en su casa y me mostró el salón. Antes de sentarme le sugerí poner una toalla, porque el bañador podía estar algo húmedo aún.

No importa –dijo ella acercándose a mí – lo quitamos y así no mojamos nada.

Se arrodilló y comenzó a desabrochar mi bañador. Me lo bajó y dejó al descubierto mi verga que ya se estaba poniendo un poco tiesa. La miró, la tomó entre sus manos y comenzó a masajearla.

Me limité a disfrutar. Sus manos recorrían toda la longitud de mi creciente polla, dándome un placer exquisito.

Me hizo sentarme y subiéndose sobre mí puso su culito y su entrepierna en mi cara. Mientras ella empleaba a fondo sus manos y su boca en mis genitales, yo comencé a desabrocharle la braguita del bikini, dejando al descubierto su linda rajita cuidadosamente rasurada.

Qué preciosidad, susurré yo.

Gracias, - dijo ella – Hoy es toda tuya.

Así que sin más dilación comenzamos a hacernos un 69. Con tranquilidad, gozando de cada lametón, de cada movimiento, de cada caricia. Sujetaba sus nalgas con mis manos y hundía mi lengua en aquel tesoro con deseo, mientras ella chupaba de un extremo al otro mi verga.

Tras casi diez minutos de trabajos orales y manuales, decidimos cambiar de actividad. Ella soltó mi verga, se puso a caballo encima de mí y mientras se comenzaba a meter mi verga, me preguntó:

Es una suerte que Lidia nos haya unido ¿Qué fue lo que más te gustó de mi?

No sé – respondí yo. – En un primer momento fue una sensación general, un todo. Luego poco a poco fui descubriendo las tetas tan preciosas que tienes – mientras yo decía esto y con mi verga dentro de su rajita húmeda, Marta se quitó la parte superior del bikini y se miró sus tetas.

¿Te parecen bonitas? – Preguntó ella, mientras seguía clavándose con suavidad mi verga en su coñito rasurado.

Sensuales, me parecen muy sensuales. Acompañan a un cuerpo muy equilibrado. Y hoy además he descubierto que tienes un coñito precioso.

Ella continuó el movimiento de vaivén mientras se miraba su entrepierna y veía cómo entraba y salía mi verga en su raja. Me miró de nuevo, sonrió y comenzó a acariciarse buscando entre sus labios vaginales un punto más de placer.

Mientras seguía follándome con extrema suavidad, entornó los ojos y comenzó a decirme entre suspiros:

Lo primero que vi yo …… fueron tus ojos. Son preciosos y muy cautivadores……..huummmm….. – la nena estaba excitándose y aumentaba el ritmo de su vaivén. – Pero luego, al quitarte la camiseta, vi un cuerpo ideal……. No muy marcado, hhhmmmmm,….. pero fuerte y hermoso. – Comenzó a respirar más profundamente. Apartó la mano de su raja y siguió moviéndose sobre mí. El placer era continuo, creciente, maravilloso. Continuó hablando, sumergida ya en una tremenda excitación:

El resto de las tardes, ……. Hhhhmmmmm…..ohh,….. Lidia y yo….. descubrimos que eras un tío simpático y de mente abierta, dispuesto a probar…..mmmmmm…… nuevas sensaciones. Y hoy……. Mmmmm….. hoy estoy descubriendo tu llave, mmmmm…. La que me está abriendo la puerta del placer.

Marta, - le interrumpí - ¿Qué quieres?

Hazme,…… hazme……mmmmmm

¿Quieres que te folle?

Síííííííí, por favor. –suplicó ella, mientras cabalgaba enloquecida sobre mí sin encontrar el ritmo que le llevase al orgasmo. – quiero correrme, fóllame y córrete en mí.

Dicho esto, la tomé con mis manos por las nalgas, giramos hasta caer al suelo y comencé a penetrarla con la misma suavidad con que ella nos había llevado hasta aquel grado de excitación.

Córrete fuera, por favor – me susurró

¿No tomas nada? – Pregunté yo

Sí, pero esta vez quiero sentirte en mi cara y mi cuerpo – respondió ella – Lidia se lo tragó ¿no? Pues yo quiero sentirte sobre mí.

Tú mandas – dije yo.

Pues corrámonos ya, mi niño – dijo mientras agarraba mi cabeza – yo no puedo aguantar más placer,….. me voy a correr ya, mmmmmmm, aprieta,…….. más fuerte.

Comencé a incrementar el ritmo y la profundidad de mis embestidas. La nena gozaba, se agarraba a mí, cerraba sus ojos y con su boca abierta buscaba con su lengua alguna parte de mi cuerpo que lamer. En un instante se tensó, clavó sus uñas en mi espalda y pude sentir sus espasmos internos. Sus jadeos y gemidos se convirtieron en un torrente de súplicas, gritos, aullidos y expresiones de satisfacción. Enlacé mi orgasmo con el suyo, así que mientras ella se deshacía en halagos hacia mi polla y hacia mí, yo saqué mi verga y me dispuse a llenarla de leche.

Ella, muy dispuesta, me agarró la verga y entre lamidas y manoseos me proporcionó una gran corrida, dejando su cuerpo y su boca regados con mi jugoso zumo.

Tras unos minutos para recuperar el aliento, ella se levantó y me dijo que iba a lavarse.

La acompañé y quedándome en el umbral de la puerta del cuarto de baño, continuamos charlando.

¿Ha sido lo que esperabas? – pregunté yo.

No sé, - dijo ella – no sé lo que esperaba.

Vaya. Entonces ¿te ha gustado? ¿ha sido suficiente? ¿te has quedado bien?

Hubo un largo minuto de silencio. Estaba seguro de que a pesar de estar bajo el agua de la ducha, Marta me había escuchado perfectamente. Se distinguía su silueta acariciándose su cuerpo a través de la mampara empañada.

Me acerqué lentamente y abrí la mampara. Ella me miró. Pude percibir en su cara y sus ojos un gesto salvaje.

Sin dejar de mirarme, respondió por fin:

No, no ha sido suficiente.

No sé por qué, pero aquellas palabras me encendieron tanto en lo sexual como en lo mental. Entré en la bañera y la tomé por la cintura, pegándola a mí. Comencé a besarla casi violentamente bajo el agua de la ducha. Ella acompañó mi deseo y pasión. Pudo notar perfectamente como mi verga volvía a engrosarse oprimiendo su entrepierna.

Eso le gustó. Abrió levemente sus muslos y atrapó mi polla entre ellos, comenzando a masajearla.

Tras unos minutos de besos apasionados, ella comenzó a decir como entre sueños:

No, no ha sido suficiente. Vamos ¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a dejar así?

Podría hacerte daño, Marta – le respondí yo, consciente de que con la excitación y las ganas de reventar aquel culito, era muy fácil que la lastimara por mi brusquedad.

Házmelo. Lo quiero, lo deseo. Probaría lo que fuese contigo.

Así que sin pensarlo dos veces la solté, la giré e hice que doblase su espalda. Ella comprendió, y puso su culo en posición perfecta, mostrándome su ano virgen.

Tomé el primer frasco que encontré. Por suerte era aceite de masaje. Me embadurné la polla tiesa y la coloqué en la puerta. Ella quiso abrirse las nalgas, pero yo hice que apoyase sus manos en la bañera para sujetarse bien.

Con mis manos abrí sus preciosas nalgas y vi el agujerito congestionado. Solté una mano y le di un azote. Ella sorprendida y tremendamente cachonda, lo aguantó en silencio y susurró:

Me lo merezco. He sido maleducada. Me lo merezco y me gusta.

Así que seguí dándole algunos azotes mientras ella se iba excitando, hasta que tomándola desprevenida, decidí meter el estoque. Me dio lástima romperle el culo tan pronto, así que preferí follarla de nuevo y dejar aquella sensación para el día del trío. Entró con fuerza. El aceite ayudó a que el impacto fuese muy suave; a la nena no le dolió, puesto que lo esperaba en el culo. Ahogó un grito y se dejó penetrar, apretando los dientes y dejando que sus sensaciones, mezcla de placer, satisfacción y dolor, se mezclasen con el agua que salpicaba sobre su espalda.

Así estuve bombeando con embestidas secas y pausadas durante un rato, hasta que Marta comenzó a colaborar, acompasando el movimiento de sus caderas a mis embestidas y retomando el ciclo de gemidos, suspiros y frases suplicantes que había comenzado en el salón.

Era una maravilla bombear aquel coñito bajo el agua de la ducha. Era algo más rellenita que Lidia, pero tenía una redondez de culito y un movimiento que despertaban el morbo al más frígido de los mortales.

No quise tardar en llenarla con mi leche de nuevo. Empujé varias veces y dejé que fluyese mi semen mientras dejaba toda mi polla clavada en aquel coño.

Tras aquello, nos duchamos juntos, nos limpiamos y acordamos decirle a Lidia que estábamos dispuestos a probar el trío. También acordamos seguir probando cosas nuevas en pareja, en cuanto tuviésemos tiempo.

Mi vida sexual se multiplicó de pronto por tres.