Mi nuevo vecindario (1)
LA llegada a mi nuevo hogar y mis relaciones con algunas vecinas.
Comenzaba una nueva vida. Me acababa de independizar con mi chica a un piso nuevo en la ciudad donde ella vivía y donde yo tenía mi nuevo trabajo.
Al ser piso nuevo y en zona nueva, por lo general los propietarios eran gente más o menos joven. Parejas de recién casados o con algún niño.
El piso, una especie de mini-urbanización, tenía en el interior una pequeña piscina y una zona infantil.
Era verano y yo decidí aprovechar las tardes para refrescarme un poco según llegaba del curro a cosa de las seis de la tarde. Estaba en la piscina hasta que daban las siete y me subía, porque a esa hora llegaba Eva, mi chica.
Así que comencé a bajar todos los días y me daba mi baño. A esa hora la afluencia de vecinos era escasa, pero coincidía siempre con un par de vecinas jóvenes que bajaban a tumbarse un rato o a nadar. Bendita casualidad que ambas estaban de muy buen ver, lo cual hacía bastante agradable el baño de las tardes.
Una tarde, estando en el agua una de las vecinas y yo, nos decidimos a presentarnos. Bastó un simple comentario acerca de la temperatura del agua para entablar una breve conversación. Tras esto nos presentamos y continuamos hablando.
Lidia, que así se llamaba, trabajaba de funcionaria y según supe después, estaba recién casada.
Aparentaba menos de treinta años, era animada y tenía un cuerpo muy hermoso. Su media melena morena, con sus ojos color miel, le daban un aire entre enigmático y morboso. Era el inicio del verano pero ella ya lucía un bronceado espectacular (no artificial. Era un tostado muy bello y natural). Consciente de su ventaja en lo físico, se ponía unos bikinis muy favorecedores y se cuidaba bastante la imagen. Tenía un talle perfecto, con cintura bien contorneada y caderas muy sensuales. Un culito justo y redondo, con unos pechos redonditos y firmes. No muy grandes, pero sí bonitos.
Continuamos bajando y coincidiendo en la piscina todas las tardes. El morbo comenzó a hacerse mayor a medida que iba conociéndola y me contaba su vida, inquietudes, deseos, etc.
Manteníamos siempre las distancias (en lo físico), aunque las conversaciones nos fuesen acercando con bastante rapidez a la vida del otro.
Una tarde, charlando en el agua de la piscina, noté cómo ella se acercaba más de lo habitual a mí. Lo noté, pero actué como si no le diese importancia y me dejé hacer. Comenzamos a hablar de temas más íntimos y calientes, hasta que en un momento de la conversación, ella comentó:
-Pues a mí me apetece tener alguna aventura
-¿Por qué?- le pregunté yo - ¿Mala racha con Jaime?
-No, es simplemente que a Jaime le tengo y le tendré siempre. A él le quiero, con amor, con cariño. Lo que me apetecería es una aventura de otro tipo . No sé cómo decirlo, .
-Sexo ¿verdad? Morbo, pasión, el vértigo de lo prohibido,
-¡Eso es! Eso es lo que quería expresar. ¿A ti no te ha pasado nunca?
-Soy humano, claro que me ha sucedido. Hay algunas mujeres que despiertan el cariño, el amor. Sin embargo hay otras que despiertan el deseo, el morbo. A veces simplemente por el hecho de estar casadas, el placer de lo prohibido las hace, . os hace especialmente apetecibles.
Se quedó un momento pensando. Me rodeó con su cuerpo y bajo el agua arrimó su muslo a mi entrepierna. Acercándose a mi oído me susurró:
-Así que .¿Soy apetecible?
Respondí con un gesto afirmativo con la cabeza.
-Pues yo sigo buscando aventuras. Y la tuya resultaría muy interesante .
A partir de ahí, la conversación se hizo más pausada y trivial. Hablábamos de vez en cuando y de temas sin importancia. Nuestras mentes y cuerpos se habían entregado a un juego de roces y manoseos bajo el agua que nos estaban poniendo muy calientes.
Mientras ella restregaba mi paquete con sus muslos y de vez en cuando restregaba su trasero, yo me dedicaba a alcanzar en incursiones "accidentales" su bikini y su culito duro y redondo.
Tras unos diez minutos de manoseos disimulados, nos hicimos un par de largos para bajar el calentón y salimos de la piscina para secarnos. El socorrista nos miraba con cara de deseo y envidia. No se imaginaba ni la décima parte de lo que había pasado dentro de la piscina.
Brevemente nos escurrimos un poco y nos pasamos la toalla para secar un poco el agua de los bañadores.
Acto seguido, y sin sugerencia ni mirada ninguna, me invitó a enseñarme su casa. No dije palabra y la seguí. Salimos de la piscina, entramos en el descansillo y nos metimos en el ascensor. Pulsó al ático y comenzamos a besarnos apasionadamente, mientras yo accedía esta vez con total descaro y libertad a sus preciosas tetas. Eran pequeñas, pero redonditas y muy bien colocadas. Tenía los pezones totalmente duros por la excitación y se dejó hacer mientras subíamos hacia su piso.
Entramos en su piso y me llevó hasta el fondo del pasillo, me enseñó el dormitorio y comenzó a quitarse la toalla y la camiseta. Me acerqué por detrás y la tomé por la cintura suavemente; comencé a besarla por la nuca, arrimando mi palpitante bulto a su trasero. Al notarlo, ella comenzó a restregarse y a apretarse contra mí. Desaté su bikini, tomé de nuevo sus lindas tetas entre mis manos y las acaricié con suavidad. La nena no podía aguantar la excitación.
-Mmmmmm, necesito más, lléname.
Continué besando todo su cuerpo, la giré, bese su pecho mientras la iba acariciando con suavidad con mis manos.
La tumbé en la cama, la desnudé completamente y contemplé cómo aquella pequeña y sutil figura se retorcía de placer al notar mis labios y mi lengua acariciar su depilado pubis y sus ingles.
Yo ya no aguantaba más, pero sabía que aquella tarde tenía que ser genial, así que decidí aguantar hasta que ella perdiese los papeles. Besaba su vientre liso y terso, su entrepierna, lamía su boca, volvía a bajar a su tesoro, .
En efecto, tras dos o tres incursiones de mi lengua en su clítoris, ella gimió profundamente, tembló y se humedeció. Saboreé todo su zumo mientras ella apretaba mi cara entre sus muslos. Tras esto me dijo:
Fóllame ya, mi amor. No puedo aguantar más sin sentirte dentro. Fóllame, hazme una mujer. Quiero correrme otra vez contigo dentro.
Así lo hice. Me desprendí del bañador y me dispuse a meterle mi verga tiesa en aquel conejito sediento. Antes de proceder a ello, Lidia se sentó, agarró mi polla y se la metió en la boca. En tan solo cinco segundos me hizo ver las estrellas de puro placer. Era una auténtica maestra de la felación.
Me miró con una tremenda cara de viciosa hambrienta y susurró:
-Esto vendrá después, y lo haré mejor. Pero ahora métemela bien adentro.
Comencé a introducir mi verga en su coñito. El placer era inexplicable. Era estrechito y húmedo. Fui despacito para darle y sentir yo más placer. Cada milímetro que entraba, su gemido se hacía más sensual y sugerente. Se sentía mas llena, más completa, más satisfecha. Apretaba con sus músculos alrededor de mi verga y hacía cada momento más intenso. Y lo agradecía con sus caricias. Sus piernas se abrazaron a mi cintura.
Tomando sus nalgas en mis manos, comencé a bombear. Llegué hasta el fondo y continué el mete y saca con fuerza y casi con violencia.
Eran un sinfín de empujones hacia ella, deslizándonos el uno en el otro. Ella los agradecía, y entre sus gemidos pedía más.
Pasó a ponerse encima y cabalgó un rato sobre aquella montura que se ajustaba perfectamente entre sus piernas.
Su cabeza y sus tetas se balanceaban al ritmo de sus embestidas. Yo gozaba de lo lindo acariciando aquel cuerpo entregado al placer.
De pronto abrió sus ojos y me susurró:
-Corrámonos ahora.
Yo ya estaba dispuesto, deseando llenarla por completo.
Ella comenzó a moverse de tal forma que me produjo un cosquilleo familiar desde los huevos hasta la cabeza.
Ella ya se estaba corriendo. Notaba sus espasmos en mi verga y veía su cuerpo tensarse y su cara extasiada. Me puse sobre ella y la penetré de nuevo con fuerza para descargar toda mi leche dentro de ella, mientras ella con los ojos cerrados gemía:
-Sííí, vamos, métemela así, huh, .. más, acábate en mí.
Así lo hice. Me quedé un rato dentro de ella, notando cómo sus espasmos vaginales iban espaciándose en el tiempo.
Tras esto, ella se deslizó por debajo de mí. Sacó mi verga de su coñito y mientras yo me acomodaba semiextasiado boca arriba, ella tomó mi polla flácida y comenzó a lamerla.
No es necesario si no quieres- dije yo
Claro que quiero. Este tesoro hay que limpiarlo con mucho cuidado y de eso me voy a encargar yo. Tú relájate.
Me relajé y la dejé hacer. La nena no se aburrió. Sabía como hacerlo. Comenzó lamiendo con una suavidad extrema. Casi ni notaba sus labios sobre mi glande. Limpió toda mi verga, flácida y dócil.
Ya está limpia -Me dijo- Ahora podemos seguir.
Lo has hecho muy bien ¿crees que podrías mejorar esto?
Sólo tienes que dejarte llevar. Tienes una polla muy rica y te la voy a mamar como nunca lo han hecho. Verás como no tardamos mucho.
Se quedó mirándome fijamente y como adivinando mi pensamiento, me respondió:
-Eva te da otras cosas: amor y cariño como nadie. Pero el sexo y lo prohibido te lo voy a dar yo como nadie.
Se metió mi polla en la boca y tras succionar suavemente levantó la cabeza y concluyó:
Jaime también me da muchas cosas, pero esto no me lo puede dar él dijo mirándome entre las piernas y acariciando mi verga Además, es una forma de aprender para aplicarlo con nuestras parejas.
No busquemos excusas, Lidia. - le interrumpí - Sabemos que ni tú por mí, ni yo por ti abandonaremos a nuestras parejas. Disfrutemos ahora con esto y luego con ellos. Son dos formas distintas de gozar.
Llevas razón, parecemos quinceañeros. dijo mientras volvía a acariciar mi verga. - ¿Te gusta mi cuerpo?
Eres preciosa le respondí pero eso ya lo sabes, y lo aprovechas. Sabes cómo ponerte guapa y resaltar tus encantos; y lo haces muy bien. Me encanta que seas femenina y coqueta.
Comencé a juguetear con las yemas de mis dedos en su vientre, su entrepierna y su coñito depilado. Tenía un tacto tan suave que era un placer pasar los dedos sobre sus labios y sentir cada pliegue.
Ella continuó acariciando y jugueteando con su lengua y sus labios en mi polla. Inevitablemente, su tremenda maestría en el oficio y su gran dedicación, hicieron que mi verga volviese a crecer y se pusiese de nuevo a tono.
Vi cómo ella esbozó una ligera sonrisa de satisfacción al comprobar que había logrado volver a ponerme cachondísimo en tan poco tiempo a base de chuparme magistralmente la verga. Siguió acariciando mi polla y sintió cómo mis dedos hacían lo propio con su clítoris. Gozaba. Gozaba mientras sostenía aquel mástil entre sus manos.
Fueron diez o quince minutos de un placer infinito. Nos besamos todo nuestro cuerpo. Lamiendo cada centímetro y sintiendo el calor de los labios en cada centímetro de la piel. Mientras mi lengua se perdía en su coñito, vi cómo ella se acariciaba su culito, llegando hasta su orificio. Acompañé el movimiento y la caricia, e introduje un dedo en su ano.
Se relajó. Extasiada, se dejó hacer. El dedo fue entrando, despacito pero con facilidad en su ano y ella lo sentía.
Comenzó ella también a jugar con mi trasero. Me dio una buena ración de besos, lamidas y placer.
Al cabo de un rato y envueltos en otro torrente de placer, yo ya tenía tres de mis dedos jugando en su culito mientras ella seguía dedicada por completo a mis genitales, haciéndome la mejor mamada de la historia.
Nos incorporamos y yo la puse a cuatro patas. Ella sabía lo que le esperaba. En realidad lo deseaba. Se colocó dócilmente, me ofreció su agujero abriéndose con una mano una de sus nalgas y simplemente me susurró:
Suave, por favor. Con Jaime no he hecho esto, y no estoy acostumbrada.
Descuida, sólo seguiremos si ambos disfrutamos le respondí cortésmente.
Tenía su culito casi virgen para mí. Ni su marido tenía derecho a él; sin embargo yo me había ganado el derecho de inaugurar aquel pequeño tesoro. A la nena se la veía realmente excitada y concentrada. Concentrada en relajar su culito para recibir una buena ración por detrás.
Me ensalivé la verga, y suavemente presioné sobre aquel punto enrojecido.
Cedió un poco. Fui empujando con suavidad y entró despacito mientras ella me animaba con sus susurros y gemidos:
Assssí, mmmmmm, un poco más, .. la siento cómo entra, despacio, .ahhhhhh, asssíííí, oh, cariño, eres genial, sigue.
Cuando estuvo toda dentro, comencé a incrementar el ritmo. Ella gemía y disfrutaba. Le estaba gustando.
El bombeo se hizo más intenso, y cuando Lidia sintió que podía aguantarlo ya todo, me dijo:
Hazme lo que desees, mmmmmmm ., jódeme bien, trátame como a tu puta, . Dame más.
Mientras bombeaba sin parar, con absoluto descontrol, el daba azotes en las nalgas (cosa que la excitó bastante), agarraba su pelo, pellizcaba sus pezones, .. y ella se dejaba llevar enloquecida por el tremendo placer que sentía con cada nueva tortura que le regalaban mis manos. Solo alcanzaba a decir entre gemidos:
No la saques, no saques tu polla de mí, por favor.
Así lo hice. Tumbada sobre su espalda, con sus caderas levantadas, la seguí enculando de frente. Pasamos por todas las posturas imaginables, siempre con mi verga tiesa dentro de aquel culito hambriento.
Cuando agotamos las posibilidades de posturas, ella me dijo con gran seguridad:
Ahora voy a intentar que te corras.
Yo le dejé hacer. Estaba bastante entero y aún no sentía ningún síntoma de que se acercase el orgasmo.
Poco a poco ella comenzó a jugar con su esfínter y mientras yo entraba y salía, comenzó a darme un placer alucinante. En un par de minutos estuve a punto de caramelo.
Ella notándolo, se sacó la verga de su agujero y la acercó a su boca. La mamada que me hizo mientras me corría fue monumental. Descargué los restos de mi leche directamente en su garganta, pues ella tenía toda mi verga metida a tope en su boca y con sus manos empujaba mi culo para tragársela más. Una sensación divina.
Me quedé tumbado y extasiado. Ella se tragó toda mi leche con gran placer. "Sólo me la trago en ocasiones muy especiales, cuando la excitación es tal que me siento una puta y me llega a gustar" me comentaría después.
Tras esto, nos vestimos y nos despedimos.
Yo me fui a mi casa. Eva llegaba de currar. La esperé y esa noche tuvimos sexo. Sexo con mucha pasión y ternura. Con cariño y amor.
Lidia se quedó en su casa, esperando a Jaime. Me comentó que no quería tener sexo con él ese día, para no perder ese buen sabor de boca que le había dejado nuestra aventura.
Al despedirme me miró y me dijo:
- La aventura no ha terminado.