Mi nuevo trabajo

La necesidad me obliga a buscar un trabajo para ayudar a mi marido en la economía.

Aquel año habían despedido a mi marido y solo traía algo de dinero con pequeñas chapuzas. Tras años de ama de casa me vi obligada a buscar algo para ayudar en la economía familiar. Fui por varios comercios poniendo pasquines con mis servicios para cuidar niños, ancianos o incluso para limpiar casas. El caso era colaborar con lo que fuese, cosa en la que mi marido estuvo de acuerdo.

Pasaron unos días y recibí la llamada de un hombre. Su voz me sonó fuerte y varonil simplemente al primer saludo y mencionar mi nombre, para saber si era yo la que había ofrecido sus servicios.

Tras un rato de presentaciones, me explicó que necesitaba ayuda con la limpieza y otras cosas de su hogar. Que la chica que se ocupaba de esa labor, se había quedado embarazada y estaría al menos 1 año, entre el embarazo y cuidar a su retoño. Le dije cual sería mi salario por hora trabajada y estuvo de acuerdo. Acordamos que concretaríamos mas detalles el próximo lunes tarde en su casa tras una pequeña entrevista. Apunté la dirección y la tarde del lunes salí camino a mi nuevo trabajo a poco mas de 5km. Al llegar vi una casa con cierre, de dos plantas y boardillas en el tejado. Parecía la casa de alguien a quien le iban bien las cosas.

Nada mas abrirme la puerta me sorprendió gratamente su figura y semblante. Un hombre alto, moreno, con las cienes que comenzaban a platear, de ojos azules. Bien vestido aun estando en su casa. A pesar de su edad (unos 57 le calculé) se veía bien cuidado y conservado.

Me hizo pasar a la cocina, donde me ofreció algo de beber que rechacé al encontrarme un poco nerviosa. Con su voz fuerte, a la vez que amable me explicó que trabajaba en la ciudad, a 25km, pero había comprado esa casa junto con su mujer para estar apartados del mundanal ruido y relajarse. Desgraciadamente se había quedado viudo hacia 3 años y él no sabía ni freír un huevo, como reconoció tras una leve sonrisa mostrando unos dientes blancos y perfectos.

Me miraba con aquellos ojos claros y me sentía cohibida, esa forma de mirarme, parecía escudriñar cada centímetro de mi rostro. No soy ninguna modelo, ni lo era entonces con 10 años menos, pero siempre me sentí atractiva y algunos cuellos se han girado para verme un poco mas. Soy morena, 165m algo rellenita pero sin ser obesa. Vamos, que 4 o 5 kilitos me sobran. Ojos marrón claros, que a veces según la luz parecen anaranjados. El rostro es la parte que más me gusta de mí, siempre me han dicho que era guapa y quizás llegue a creérmelo mas de lo que debiera. Entonces tenía el pelo largo, mi melena negra, brillante y cuidada, que casi llegaba a mi redondo trasero. Mis pechos, ahora un pelín caídos ya, algo mayores de lo que me gustaría. Esos también giraban cuellos y mas en verano o primavera cuando me vestía un poco mas fresca y provocativa.

Ángel, que así se llamaba, se levantó y tendió su mano para ayudarme a incorporarme. Detalle caballeroso que me agradó. Seguía sus pasos, mientras él me enseñaba toda la casa. Tras ver la planta baja subimos a la superior donde estaban las habitaciones y un baño. La mas grande y donde dormía él, también con baño, otra de su hija ya casada y trabajando en el extranjero. Era una casa grande y más para una persona sola.

Él, desde que se había quedado solo, no comía ni cenaba casi nunca en casa. Más bien la usaba para descansar y dormir.

Una vez la conocí ya entera acordamos que iría las tardes de lunes, miércoles y viernes. Él trabajaba hasta las 2 de la tarde y después comía en un bar cercano y la tarde le pareció bien al igual que a mi. De esa forma podría ocuparme de mi casa por las mañanas.

Me estaba despidiendo hasta el lunes, cuando acercó su cara a la mía y dándome dos besos en las mejillas mientras me decía encantado de conocerte. Sentí sus manos grandes sujetarme por las caderas, su cuerpo pegado al mío, mientras un olor suave y dulce de su colonia invadía mis cosas nasales. Me dirigía a mi coche y sentí sus ojos recorrer mi cuerpo y al girarme para despedirme entrando en mi coche, volvió a sonreírme alzando la mano, le respondí del mismo modo y con una enorme sonrisa.

Por la noche le dije a mi marido que había conseguido el trabajo y se alegró. Necesitábamos el dinero, pues nuestros ahorros disminuían cada mes.

Ya en la cama, sin saber por qué. Me puse a recordar aquel hombre atractivo. Recordé la forma en que me miraba, su voz varonil y amable, sus ojos azul cielo de mirada penetrante. Sentí mis pezones endurecerse y como mi vagina se humedecía, poco a poco con cada pensamiento. Llevábamos casi 20 años casados y nuestras relaciones habían menguado mucho desde entonces. Mi marido cada vez parecía mas inapetente y en los últimos años, ya casi inexistente por problemas de salud, tras dos anginas de pecho y mas tarde peor aún por su trabajo.

Yo siempre he sido una mujer muy activa y los años no han disminuido esas ganas, si no al contrario... (Pero eso son otras historias).

Seguía pensando en Ángel y mi excitación aumentando mientras mi mano bajó hasta mi parte íntima y comencé a acariciarme sobre mis braguitas, notando como se humedecían estando cada vez mas excitada. Cuando vi que él dormía profundamente, saqué mis pies de la cama y caminando de puntillas, cerré la puerta con cuidado y me dirigí al baño. Pasé el pestillo y tras coger mi cepillo del pelo "favorito", me saqué las bragas. Sentada en la taza del baño, comencé a acariciándome con el grueso mango de nácar. Mi otra mano, acariciándome los pechos. Un escalofrío recorría mi cuerpo cada vez que introducía un poco de aquel mango que también conocía mi vagina. Sujetándolo con fuerza por las púas, iba introduciendo mas y mas aquellos 20cm de duro material. Una vez todo dentro, empecé a meterlo y sacarlo despacio, mientras mis dientes mordían mi labio inferior y mi mano pellizcaba mis pezones. Lo ojos cerrados y en mi mente, aquel atractivo maduro.

La velocidad fue incrementando hasta que noté el orgasmo a las puertas y como una loca empecé a perforar mi coño con aquel mango, mientras pensaba en como sería el de Ángel y que era ese el que me estaba follando. Mordiendo los dientes, presionando los labios para no hacer ruidos, mi mano derecha aceleró toda la velocidad posible y empecé a correrme mientras la polla de nácar no dejaba de follarme y mis flujos salían, mojando el borde de la taza y mis muslos hasta quedar agotada. Desahogada y vacía, me limpié y volví a la cama.

Continuará...