Mi nuevo Rol

Sirviendo a Eugenia acabé conociendo a su madre.

Pasaron los días desde aquella mañana en el gimnasio y yo me había convertido en el más fiel esclavo de Eugenia. Durante los días lectivos yo la acompañaba al gimnasio, llevaba su bolsa, la desvestía, le limpiaba los zapatos mientras ella nadaba y tras salir de la ducha acudía raudo a secarle los pies, después le ayudaba a vestirse y la calzaba. Normalmente ella se fumaba un cigarro después, sentada en la cabina y utilizando mi cabeza como escabel para sus pies.

En el instituto el comportamiento era normal, sólo me pedía que le hiciera una imperceptible reverencia cuando había más gente y me exigía que al salir de clase la escoltase a casa sin acercarme a menos de 100 metros. Sus compañeras se dieron cuenta de que siempre les seguía y pensaban que yo estaba intentando seducirla.

Una vez en la biblioteca se sentó en una mesa que daba a una esquina que quedaba oculta del resto de la sala e hizo que estuviera durante dos horas lamiéndole primero sus zapatos y después sus pies. La biblioteca estaba atestada de gente y yo en silencio, oculto, lamía con el temor de que alguien pudiera verme a la vez que lograba un grado de excitación monumental.

La cosa cambiaba los fines de semana. La madre de Eugenia normalmente pasaba el fin de semana en la sierra con su nuevo novio y yo acudía el viernes por la tarde a casa de mi Ama a pasar el fin de semana a su entera disposición: al principio arreglaba escrupulosamente su habitación, incluido su amplio armario: me ocupaba de planchar y doblar con esmero su ropa y de limpiar todos los zapatos que había usado en la semana, para lo que utilizaba, además de mi lengua, mis cepillos de dientes. Después me iba al salón y me postraba a los pies de mi Ama esperando sus órdenes.

Un sábado que me encontraba arrodillado a sus pies mientras mi Ama Eugenia se fumaba un cigarrillo, se abrió la puerta de la calle y entró Marta, la madre de mi Ama. Vestía (como siempre) muy elegante, con traje de chaqueta marrón oscuro de falda corta sobre blusa blanca, medias color café terminando en unos bellísimos tobillos y unos zapatos marrones de tacón alto, debió de discutir con su novio y se volvió a casa:

¡Hola! ¿Qué hacéis? Dijo, mientras miraba a su hija con los pies cruzados sobre un chico arrodillado ante ella.

¡Hola mamá! ¡Qué sorpresa! – dijo sin cambiar su postura e incluso apretando para que yo no me moviera.

¿Quién es ese chico?

Es Marco, mi sirviente, mi esclavo. Ahora también algo tuyo - y me ordenó que me arrodillase a los pies de Marta.

Yo estaba confundido, había asimilado lo de mi Ama Eugenia pero no tenía claro que quisiera que su madre lo supiera. Mientras pensaba que no tenía más remedio y me sentía atraído por los pies de Marta, recibí una patada de mi Ama Eugenia que me hizo caer de bruces ante su madre y gritó:

¡A que esperas! ¡Humíllate ante tu nueva dueña y lame sus zapatos!

Como pude me incorporé y caí arrodillado a los pies de Marta, los cuales empecé a besar y después a lamer los zapatos. Pasé mi lengua por cada centímetro de su zapato incluido el tacón, momento en el que Marta flexionó su tobillo mostrándome su suela y señalando con el dedo que quería verla limpia también. Inmediatamente apliqué mi lengua a limpiar su suela hasta que quedó absolutamente limpia.

¡Ve a limpiarte la boca, querido! –dijo la que a partir de ese momento sería mi Ama Marta.

Marta miró a su hija sonriendo y le dijo: ¡me gusta! Tendremos que pensar como encajarlo.

Yo volví de lavarme mi boca y me arrodillé a los pies de mi Ama Eugenia, que complacida los puso sobre mi espalda y mi cabeza.

Mis señoras hablaron de la nueva situación que se les ofrecía. De ahora en adelante yo tenía que ir todas las tardes a su casa, su asistenta sólo iría 3 horas por la mañana y yo me ocuparía de atenderlas por las tardes y terminar los trabajos domésticos pendientes.

Cuando salía del instituto corría a casa de mis Dueñas, allí esperaba a que llegara mi Ama Eugenia y me postraba a sus pies cuando Ella entraba, le limpiaba sus zapatos con mi y permanecía arrodillado esperando sus órdenes. Más tarde llegaba mi Ama Marta, normalmente venía del gimnasio o de compras con amigas y mi recibimiento era similar.

Cuando las dos coincidían para cenar yo les preparaba la cena, se la servía y me metía debajo de la mesa siendo el escabel de sus pies. Normalmente me daban sus sobras echándolas en mi plato: unas maravillosamente usadas bailarinas de piel crema con la puntera marrón oscuro de mi Ama Eugenia que hacían que los desperdicios de sus cenas se convirtieran en el más jugoso de los manjares.

Un día Marta vino a casa con la que parecía ser su mejor amiga, Sonia era una mujer espectacular, debía medir 1,80, pelirroja de abundante cabellera, siempre impecablemente peinada de peluquería, guapísima y siempre muy elegantemente vestida, normalmente con trajes de chaqueta y minifalda que mostraban sus larguísimas piernas que solían terminar calzando elegantes y carísimos zapatos de tacón que hacían que su aspecto fuera más impresionante. Sonia era una mujer con mucho estilo y también con dinero, siempre parecía elegante aunque vinieran del club deportivo donde solían acudir.

El día que la conocí me presentó como un compañero Eugenia que venía a casa para estudiar, aunque muchos días yo estaba allí y mi Ama Eugenia no.

Pasado un tiempo las visitas de Sonia eran habituales. Ese día venían de jugar al golf, deporte al que eran muy aficionadas y, parecían contentas, habían ganado un torneo en el club que les facultaba para competir en otro torneo en la costa, cosa que a las dos les apetecía mucho. Estuvieron tomando una botella de champán y disfrutando planificando el viaje, reservaron una suite de 2 habitaciones y salón en un elegante hotel de la costa andaluza y de pronto Marta me miró y dijo:

  • Me parece que nos vas a acompañar de vacaciones, ya va siendo hora que mi mejor amiga sepa quién eres. ¡Vamos muéstrale tus respetos a Sonia!

Inmediatamente me acerqué a Sonia y me arrodillé a sus pies, ese día vestía unos pantalones de sport beige y camisa blanca con un chaleco sin mangas encima y calzaba unos zapatos de cordones blancos y beiges, parecidos a los que se usan para el golf.

Sonia pídele que te limpie los zapatos.

Marco, Marco, dijo riéndose Sonia, ya se ocupan de que mis zapatos estén siempre limpios, pero la suela siempre necesita una repaso, reía mientras flexionaba su tobillo dejando frente a mi cara la suela de sus zapatos que ese día comprobé que gastaba un 40.

Lamí sus suelas mientras ambas reían comentando que ya tenían asistente para el torneo de golf.

Tres semanas mas tarde nos encontrábamos en la suite del hotel de Marbella, ya me habían anticipado que no saldría de allí en toda la semana. Me detallaron por escrito la forma como querían que las atendiera: Estaría siempre desnudo ante Ellas, por las mañanas les prepararía el baño y les serviría el desayuno en la enorme terraza de la suite, después les ayudaría a vestirse y me quedaría esperando a que regresasen para atenderlas.

Era el primer día de juego les ayudé a vestirse y les puse a cada una sus zapatos de golf mientras ambas charlaban sentadas en el sofá del salón, una vez puestos me arrodillé esperando sus órdenes, ambas antes de salir me dieron un puntapié en el culo argumentando que les daría suerte. Sonia vino otra vez y me dio dos más.

Necesito ganar esclavito, rió.

Tuvieron buen día y lo celebraron marchándose a cenar y a tomar unas copas, ambas iban muy elegantes con sendos trajes oscuros ceñidos, medias negras de seda y zapatos de tacón altísimo, cerrados los de Ama Marta y preciosas sandalias negras con brillantes los de mi Ama Sonia.

Volvieron a las 3 y media, felices, riéndose ordenaron una botella del mejor champán. Yo estaba sirviéndole las copas a medida que notaba que el ambiente entre mis dos Amas empezaba a caldearse, me tenían arrodillado ante ellas mientras ellas empezaron a tocarse y besarse, no parecía que fuera la primera vez, el tono fue subiendo

Ayúdanos a desnudarnos esclavo –dijo mi Ama Sonia.

Así no perdemos fuerzas, contestó mi Ama Eugenia.

Yo, como podía iba quitándoles los vestidos hasta que las dejé con la ropa interior, ambas usaban lencería sexy, negro elegante y muy cara. Mi grado de excitación era insoportable, ambas se dieron cuenta y me obligaron a tumbarme boca arriba mientras pisaban mi cuerpo, al pisar mi pene éste explotó regando de semen la moqueta y los zapatos de mis Amas, cosa que no fue de su agrado, pues me hicieron limpiárselo con mi lengua mientras me daban patadas y pisaban mi cuerpo con sus afilados tacones. A pesar del sufrimiento mi pene volvió a inflarse, al notarlo Ama Sonia me mandó darme una ducha fría y limpiar mi boca pulcramente...

Te vamos a dar una sorpresita rieron las dos.

Al volver de la ducha ambas seguían besándose y tocándose, al verlas comencé a excitarme, eran dos bellas mujeres que se amaban ante mí, además me excitaba pensar como me habían tratado un poco antes.

Ven esclavo, lubrica mi sexo con tu boca.

Si mi Dueña, mientras me acercaba a Ama Marta.

Mi Ama Marta me ofreció su sexo y yo lamí mientras Ama Sonia me sujetaba la cabeza.

Ahora me toca a Mí, susurró Ama Sonia.

Yo estaba arrodillado a la altura del sexo de mi Ama, muy excitado le bajé cuidadosamente las braguitas con mi boca y al dejar libre su sexo apareció ante mi un enorme pene que empezaba a coger forma tras haber salido de la opresión de las braguitas.

Mi Ama Marta cogió la cámara de video y comenzó a grabar la escena: mi Diosa Sonia estaba vestida con liguero, medias negras y sujetador negro de encaje, erguida sobre unas sandalia negras con brillantes mientras arrodillado ante Ella estaba yo esperando sus instrucciones. Mi Diosa cogió un cinturón y me lo puso al cuello tirando de mí como si fuera un perro, pasó la correa por debajo de su zapato y tiró fuerte hasta que mi cabeza se aplastó contra el suelo a sus pies. Después tiró hacia arriba para que me incorporara y cuando subí la cabeza, me encontré de frente con su enorme pene que Ella puso delante de mi boca.

¡Adóralo esclavo! ¡A partir de ahora serás también nuestro siervo sexual!

Yo me metí su sexo en mi boca de manera que empezó a crecer y no me dejaba respirar, alcanzó los 23 cm. Mientras entraba y salía de mi boca con una fuerza bestial a la vez que me abofeteaba y tiraba del cinturón que tenía alrededor del cuello. La situación no podía ser más humillante, mi Diosa tenía un miembro enorme y duro metido en mi boca y yo me sentía tan excitado que estaba a punto de estallar.

Mi Diosa empezó a elevar sus jadeos y explotó llenando mi boca de su semen, su corrida fue increíble, llenó mi boca, la sacó para regar mi cara y después regó los zapatos de mi Ama Marta.

Después de eso me obligaron a limpiar los zapatos de mi Ama y el fabuloso miembro de mi Diosa mientras ambas reían satisfechas.

Nos esperan días estupendos, dijeron mis Dueñas.

Continuará......

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