Mi Nuevo Papi Negro La historia de Alexis Cap.2

Alexis llega ala casa del enorme mecho negro...

My new Black Daddy

Chapter2: Unicorns & Ice Cream (Dolly Style)

“Ya llegamos hermosa.” la grave voz de barítono del Sr. Darius me sacó de mi ensoñación, o mejor dicho del trance en el que su masculino aroma me tenía.

Mientras las puertas mecánicas se abrían dejaban ver una hermosa y minimalista casa de dos pisos, la parte de arriba estaba echa casi enteramente de cristales, espejos en realidad, un enorme jardín lleno de  palmeras e higueras, flores exóticas y tropicales de colores vivos y llamativos  rodeaba la casa. Altos muros resguardaban ese pequeño Edén de miradas indiscretas.

El Sr. Darius estacionó su Maserati en la cochera que estaba debajo de aquella estructura de cristal, el enorme hombre negro me sonrió y bajó de su auto y como todo un caballero rodeo todo el auto para abrirme la puerta, dejando a la vista un Mustang amarillo y una motocicleta enorme, una Harley Davison.

“¿Me permite, señorita…?” El sr. Darius me ofreció su enorme mano, mientras me miraba cuestionándome mi nombre con esos ojos dorados.

“Alexis” Inmediatamente me arrepentí de dar mi nombre real… porque está mal dar tu nombre a un desconocido no por que quisiera esconder mi nombre de niño.

“Un bonito nombre para una bonita niña”.

Era cierto mi nombre era asexual, o bisexual o…

Le ofrecí mi pequeña mano femeninamente y bajé del auto, ni un paso pude dar y de nuevo fui levantado en sus fuertes y grandes brazos, y otra vez instintivamente coloqué mis pequeñas manos  alrededor de su poderoso cuello negro.

Y sin pensarlo me acurruque en su fuerte pecho como una gatita, ronroneando feliz, mientras me atontaba con su aroma a león.

Cerré mis ojos y me embriagué de su masculina esencia, una parte de mi sabía que estaba mal dejar que un desconocido y enorme hombre negro me metiera en su casa, cuya ubicación desconocía, todo el camino me la pase hipnotizado mirando a este hermoso macho, sin poner ni un poco de atención al viaje, todas las advertencias recibidas de mi madre y mis profesores en la escuela me gritaban que no debía confiar en extraños, pero en los brazos de un macho negro mi instinto era obedecer y confiar.

Cuando entramos a levanté la mirada para admirar la hermosa construcción y lo elegantemente adornada que estaba, se notaba que era un hombre adinerado, tal vez incluso millonario.

“¿Te gusta?” El Sr. Darius me preguntó y pude escuchar su grave voz resonar dentro de su pecho.

Solo pude restregar mi rostro de arriba abajo en su pecho y gemir.

“Sí”. dije con mi infantil y delicada voz.

“Sí, señor” Me corrigió, su voz esta vez era fría y seria. “Las niñas lindas hablan con respeto a los hombres”.

“Si señor”. repetí mansamente.

Mientras lo miraba con mis ojos totalmente abiertos, como un gatito mira a su amo y señor.

El Sr. Darius subió las escaleras conmigo en sus brazos como si yo no pesara nada.

Mientras caminábamos por el segundo piso pude ver a través de los enormes cristales el jardín trasero y una enorme y cristalina piscina que rodeada de aquella exótica vegetación tropical, lucia paradisíaca.

“Son espejos unidireccionales, por fuera reflejan pero me permite ver todo el exterior… me gusta ver cosas hermosas”.

Y mientras me explicaba esto me miraba con sus irreales ojos dorados.

Me sonrojé y una risita escapo de mis labios, una risita idéntica la de mis amigas porristas cuando coqueteaban con algún chico.

Miré el pasillo por el que me estaba llevando y vi varias puertas, el debió notar mi curiosidad y se detuvo para darme un pequeño tour.

Y aunque me seguía doliendo un poco la muñeca, no dije nada, pude sentir como su enorme mano estaba sobre mi gigantesco culo.

Esta vez el enorme macho ni siquiera trataba de disimular, sus dedos acariciaban descaradamente mi trasero en forma de durazno lenta y firmemente, él no quería detenerse y yo no quería que se detuviera.

“Aquí está mi estudio…” El Sr. Darius señaló con la mirada una de las habitaciones más grandes, los cristales daban directamente a la piscina.

“Es una bonita vista, señor” dije mientras mi estómago se llenaba de mariposas cuando mis manos se atrevieron a acariciar tímidamente su nuca.

“No tan bonita como tú”

Me sonrojé y de nuevo esa estúpida risita de niña tonta escapo de mis rojos labios.

Caminó un par de metros y abrió otra puerta a la derecha y otra a la izquierda.

“Estas son habitaciones para invitados, hago muchas fiestas, tal vez puedas venir a una de ellas”.

“Tal vez”.

En ambas habitaciones los muebles eran caros y elegantes pero anodinos e impersonales,  como los de un hotel caro.

Cuando llegamos al final del pasillo abrió una enorme puerta de cristal negro, todo en esa casa parecía ser de cristal.

“Y esta es mi habitación, ¿te gusta?”

La habitación era tan grande que el departamento de mi madre cabria ahí fácilmente, elegante de piso a techo, todo en los colores blanco del mármol y negro del ónice, la pared frente a la cama King Size estaba ocupada casi por completo por una pantalla plana que bien podría haber estado en un cine.

Las paredes estaban adornadas por máscaras de madera oscura con plumas de vistoso colores y las repisas tenían raras figurillas tribales.

“Son de áfrica,” su semblante cambió un poco sus ojos dorados se oscurecieron con la sombra de la tristeza, pero inmediatamente recuperó el temple y la seriedad de un líder. “Ahora pequeña conejita es tiempo de ver esas heridas”.

Y diciéndolo me depositó en la enorme cama, donde me hundí solo un poco, era demasiado ligero para provocar gran efecto en ese enorme colchón.

“Ahora regreso, quédate quieta princesa”.

El enorme macho negro salió de la habitación dejándome solo, sintiéndome pequeño e intimidado por tanto lujo y espacio.

Lejos de su intoxicante aroma mi cerebro comenzó a funcionar de nuevo, y varias preguntas resonaron en mi mente.

¿Por qué no le corregía cuando me llamaba, niña o princesa?

¿Por qué mi estómago se sentía como si hubiese comido un centenar de mariposas vivas?

¿Por qué mi cuerpo temblaba de anticipación y mi respiración estaba acelerada?

¿Por qué mi pene seguía erecto después de media hora?

¿Y que era ese extraño calor y humedad que sentía en mi ano?

Me acosté en las suaves cobijas y miré al techo, y sorprendido vi mi reflejo, un espejo del mismo tamaño que la cama estaba pegado al techo.

Me miré, mi sudadera estaba sucia y mis jeans estaban rotos en las rodillas.

Tenía el cabello desordenado y mi rostro estaba sonrojado al máximo a pesar del aire acondicionado que enfriaba la habitación.

Parecía una niña sucia y desaliñada… pero una niña, mis enormes caderas eran totalmente visibles y resaltaban aún más por usar el cinturón que destacaba mi minúscula cintura.

Levanté mi sudadera y descubrí mi vientre plano y femenino que dibujaba una sexy “V” hacia mi entrepierna, acaricié mi vientre y bajé mi pequeña mano hasta a la cremallera de mi pantalón y…  toqué mi erecto pene, que aun completamente duro seguía sin notarse, la mezclilla era demasiado pesada para que algo tan pequeño pudiera levantarla.

Estaba perdido en mi reflejo, cuando me percaté que el Sr. Darius estaba de pie al lado de la cama con un botiquín de primeros auxilios, que se veía francamente ridículo en su enorme mano negra,  se había quitado el saco de su traje y su camisa blanca estaba aremangada mostrando unos poderosos antebrazos negros y peludos, salté haca arriba sentándome de nuevo, sonrojado al máximo.

“Lo siento señor… solo estaba descansando”. Mentí mientras bajaba la mirada avergonzado.

“No hay por qué disculparte preciosa” El Sr. Darius sonrió divertido. “Es normal que una niña tan bonita quiera explorar su hermoso cuerpo, ahora quítate esa sudadera, es hora de curarte”.

Mi mente se quedó pasmada tratando de resolver una contradicción que había surgido en solo un instante, mi naturaleza tímida y sumisa me obligaba a obedecer sin pensar las ordenes de este gigante negro, pero mi mente racional se negaba, y me di cuenta horrorizado que no era la idea de que me viera semidesnudo lo que me hacía dudar, era la idea de decepcionarlo lo que me aterraba, él esperaba ver a una dulce y hermosa niña, tal vez los pechos de una mujercita… ¿qué pensaría de mi cuando viera mi pecho plano de niño?

Trate de hablar, de explicarle que era un niño, pero mi voz no salía.

“Quítate la sudadera ahora”.

Su voz era ahora fuerte, fria y un poco molesta.

Mi cuerpo se movió por sí solo, me puse de pie y lentamente comencé a sacarme la sudadera…

Mi pálido vientre se asomó y mientras la tela dejaba más y más piel la vista mis manos temblaban de miedo, anticipación, y algo más que no pude definir, que me negaba a definir…

Cuando la tela estaba solo a un centímetro de donde comenzaba mi pecho, me detuve, aquí era donde una niña real debería tener un sostén o un corpiño, yo no tenía nada.

“Hazlo”.

La orden era simple y directa.

Y yo obedecí, era lo natural.

En un movimiento arranqué mi sudadera de la cabeza y la arrojé lejos, mis ojos de  nuevo cerrados fuertemente.

Espere con la respiración contenida y el corazón en la garganta.

“Ya veo…” La voz del Sr. Darius era de nuevo calmada y tierna.

Abrí los ojos y pude ver como sus dorados ojos se clavaban en mi blanquísima piel, recorriendo my vientre, mi delgadísima cintura de bailarina de ballet, noté como subía la mirada y se detenía en mis pequeños pezones color fresa, erectos e hinchados, subiendo y bajando con mi rápida y nerviosa respiración.

“No tienes por qué avergonzarte, algunas niñas se desarrollan tarde… tus tetas son hermosas”.

“Gracias señor”. Me sentí inmensamente feliz, mis tetas eran hermosas… espera, yo no tenía tetas, yo era un niño.

Mi piel se estremeció con ese nuevo piropo, y mi espalda se arqueó instintivamente, para sacar mi pecho hacia el frente, mientras que mis nalgas se empujaban hacia atrás.

El enorme y maduro negro se acercó a mí y me hizo sentar de nuevo en la cama, mientras sacaba los materiales necesarios del botiquín pude oler de nuevo ese aroma que me hipnotizaba, y sentí la urgente necesidad de tocar mis pezones, pero no lo hice.

“Ahora quédate quieta, princesa”.

“Si, señor.”

El Sr. Darius mojó una bolita de algodón en alcohol y comenzó a limpiar los pequeños raspones que tenía en los brazos, un escalofrió recorrió mi columna y de nuevo me arqueé, para exponer mis rosados pezones hacia él.

Solo tenía tres raspones en el brazo izquierdo, y uno en el derecho el enorme hombre negro se sentó a mi lado y comenzó a pasar el algodón por mis heridas pero usaba su mano libre para acariciar mi piel, primero mi cuello, bajó hacia mi hombros y fue hacia atrás para acariciar mi espalda, y con un dedo recorrió mi columna desde la nuca hasta mi culo donde de nuevo uso toda su mano para tratar de cubrir una de mis nalgas, no pudo, eran demasiado grandes, demasiado redondas para ser escondidas, sentí como apretó mi gorda  nalga, un ronroneo se escuchaba salir de mi garganta, suave y femenino.

Mientas cerraba los ojos como un gato contento, y echaba la cabeza hacia atrás con una sonrisa perezosa en mis carnosos y pequeños labios.

Mi cuerpo tuvo una nueva reacción totalmente desconocida para mí, sentí como ni ano se contraía un par de veces, se abría y cerraba por sí solo, y un calor que comenzaba en la entrada de mi fruncido capullo se esparcía lentamente hacia adentro de mi vientre, también sentí una humedad brotar de mi apretado ano.

Mi pene seguía erguido dolorosamente.

El Sr. Darius pareció notar mis reacciones pero solo sonrió, sin decir nada y siguió “curándome”.

Su mano abandonó mi nalga y subió por mi vientre acariciando con toda su mano mi barriga, y esta vez sí pudo cubrir con su negra mano mi estrecho vientre, sus dedos meñique y pulgar se curvaban en los costados de  mi brevísima cintura con una sola de sus manos completamente extendida.

El contraste entre su piel africana y negra, y mi piel blanca como la nieve era enloquecedor, era como el cielo nocturno y la blanca luna en una hermosa noche de verano, era perfecto, era natural.

Suspiré ruidosamente mientras temblaba de dese… nervios.

Sus dedos recorrían mi vientre suavemente, cuando un gemido de dolor salió de mi boquita, el Sr. Darius dejo de acariciarme, y examino el lugar que había tocado, un raspón más grave que los demás estaba oculto en un costado de mi vientre, debajo del inicio de mis costillas que se marcaban solo levemente.

“Mira esto… una piel tan delicada, blanca y hermosa como la tuya no debe tener herida alguna.”

Yo lo miraba, ahogándome en el dorado de sus felinos ojos.

Cuando paso el algodón por la única herida que había sangrado un poco, mi cuerpo saltó de dolor, pero no me alejé de su tacto, no quería alejarme de él aun cuando doliera tocarlo, pero un gemido ruidoso y agudo… salió de mi garganta.

Un gemido parecido a los gemidos de mis amigas cuando se lastimaban en la práctica de porristas.

“Tranquila princesa, sé que duele, pero sé cómo quitar el dolor a niñas bonitas como tú.”

Y sin que yo lo esperara, el Sr. Darius se inclinó y beso mi cintura.

Esta vez gemí aún más fuerte aunque no había sentido dolor en lo absoluto, lo que si sentí fue que mi piel entera se erizaba y mis pezones gritaban por ser acariciados, pero más que eso pude sentir claramente como mi ano se abría y cerraba una y otra vez, al mismo tiempo pude notar como se ponía muy caliente, la parte delantera no estaba mejor, mi ropa interior se mojaba, mi pene estaba goteando mucho, por un momento pensé que me había orinado un poco.

Y aunque sentía fuego en mi vientre y en mi ano, y mis pequeños testículos estaban tensos y hormigueaban con un dolor placentero mientras extrañamente podía notar como se retraían hacia arriba, hacia mi vientre.

No tenía ganas de orinar pero algo quería salir de mi interior, explotar hacia afuera…  no sabía lo que me estaba pasando, me sentía enloquecer por momentos.

El hombre negro no despegó sus labios de mi delgada cintura, volvió a besar la herida esta vez más fuerte, hundiendo mi piel debajo de sus gruesos y negros labios, mi pene saltó mientras dejaba salir más líquido, y mi ano hizo otro par de guiños, cuando el Sr. Darius beso mi piel por tercera vez, gemí sonoramente mientras un relámpago de placer golpeaba mi cuerpo y caí de espaldas en la cama debilitado por tanto placer.

Mi respiración era errática mi vientre era fuego puro, mi ano se contraía sin control, y mi pene seguía erecto, mis testículos habían subido tanto que los sentía en la cintura.

Me había acercado a la sima de algo, a la meta… no sabía de qué pero casi lo había alcanzado, y mi vientre ardiendo pedía que el fuego fuera apagado…

Mentira, quería más fuego quería avivar las llamas que ardían en mi plano vientre hasta que explotaran y me consumiera, quería llegar…

¿A dónde? No lo sabía, pero estaba seguro que el Sr. Darius podría llevarme ahí.

Abrí los ojos, el enorme maduro negro estaba de pie sonriendo maliciosamente, se veía complacido y eso me llenó de orgullo y felicidad.

Mi vista fue atraída sin que yo supiera porque hacia  su entrepierna esperando encontrar su… algo.

Y vaya si lo encontré, sus pantalones italianos de fina y delgada tela,  mostraban una enorme deformidad en su pierna derecha… el contorno de un enorme pepino se levantaba empujando la tela haca delante, era como si tuviera un plátano macho en los pantalones, un plátano cuya punta llegaba hasta su rodilla…

¿Esa “cosa” enorme era su…?

La enorme “cosa” trataba de levantarse pero era imposible formar una tienda de campaña, era demasiado larga, asi que solo lograba empujar la tela hacia el frente.

Yo sabía que era aquello, pero me negaba a creerlo, no podía ser “eso”, mi pene media apenas tres pulgadas erecto, esa cosa le llegaba a la rodilla al hombre más alto que había conocido en mi vida… no podía ser un pene, no lo era, y definitivamente no me sentía orgulloso y halagado de provocar esa reacción en aquella moustrosa “cosa”.

Pero mi mente podía pensar una cosa, mi cuerpo otra, mi ano seguía haciendo guiños que me causaban contracciones en el bajo vientre y saltitos en mi pene, mi espalda se arqueó despegándose de la cama, mi pecho se empujó hacia arriaba mis piernas se abrieron instintivamente, mientras me retorcía en las suaves cobijas negras.

Mi vista clavada en esa “cosa”, me lamí mis gruesos labios y me mordí el labio inferior para descargar un poco de ese fuego que ahora tenía en todo el cuerpo.

La “cosa” saltó furiosamente, al parecer le gustaban mis labios gordos y rojos al monstruo encerrado.

“Ahora princesa… quítate esos horribles pantalones.”

Yo estaba en trance y comencé quitarme el cinturón obedientemente mientras mi vista jamás dejo su entrepierna… mejor dicho su rodilla, esa “cosa” era tan larga… deseaba poder ver más detalles pero la estúpida tela gris se interponía en mi camino.

Cuando por fin mis temblorosas manos lograron desatar el cinturón, y desabroché el botón de mi pantalón, mi cuerpo se detuvo en seco…

“Hazlo mi pequeña niña”.

El Sr. Darius seguía creyendo que era una niña, una princesa, una princesa sin pechos pero una niña real, y yo no lo era.

No quería detenerme, el incendio en mi vientre deseaba explotar, pero tampoco quería mentirle a este perfecto hombre de ébano, no me atrevía a desobedecer pero tampoco a mentir.

Era el momento, era ahora o nunca.

“Señor… yo no soy una niña”

Mi voz sonó tan suave que ni siquiera yo la había escuchado.

“¿Que fue eso princesa?, Habla más fuerte preciosa”.

Princesa… preciosa… las dos hermosas palabras resonaron en mis oídos con su grave y profunda voz como la más hermosa música, pero… tenía que decirle la verdad, algo dentro de mí me obligaba a ser completamente honesto con este hombre, una fuerza, o mejor dicho una debilidad dentro de mí me obligaba a no mentir frente a este gigantesco africano… me era natural obedecer complacer y ser sincero con él, aunque no sabía por qué, pero mi naturaleza me lo exigía.

“Yo… yo no soy una niña… soy un niño”. Un hombre yo era un hombre, ¿por qué utilice la palabra niño?

El silencio castigó mis oídos, que después de recibir tantos halagos se habían acostumbrado rápidamente a ser mimados.

Seguía acostado en la cama con la cara sonrosada y mis ojos cerrados, y húmedos, por alguna desconocida razón estaba a punto de llorar, negándome a ver al Sr. Darius, no quería ver su rostro de decepción.

Pero  aunque estaba preparándome psicológicamente para un estallido de furia, no estaba preparado para que una sonora carcajada rompiera el silencio de aquella habitación.

Levanté la mirada sin poder detener mi curiosidad y sorpresa.

No era una risa burlona como la de mis compañeros varones en la escuela, ni cruel y fría como la risa de Alika cuando me criticaba.

Era una risa alegre y honesta, una risa afable y contagiosa, tanto que no pude evitar sonreír un poco.

“Que buena broma princesa… tu siendo un niño…” El Sr. Darius se limpió una lagrima de su ojo y aun soltando risitas me miró divertido, “no sé por qué dirías algo tan ridículo pero es hora de curarte, no debes temer, no haré nada que tu no quieras, y sé que quieres quitarte esos molestos jeans para… curarte.”

El Sr. Darius se puso serio y esta vez su voz salió con un ligero tono de molestia, tono que me hirió profundamente, no por miedo, sentía que le estaba fallando.

“Ahora quítate esos pantalones, pequeña niña”.

“Señor, soy un niño… lo siento pero soy un niño… no es una broma”. Mis lágrimas escaparon de mis ojos, estaba a punto de llorar de verdad.

El Sr. Darius me miró, serio… después con mucha curiosidad, habló de nuevo.

“Está bien, eres un niño, ahora quítate los pantalones, si eres un niño no hay problema en que te desnudes frente a mí,   ¿verdad?, ¿somos dos hombres ¿cierto?”

Mis lágrimas seguían cayendo, pero pude entender su razonamiento, era más lógico poder desnudarme frente a un hombre si yo era un hombre, que si fuese una mujer.

¿Que era yo?

“Por última vez quítate los pantalones pequeño niño blanco”

Su voz era ahora cruel y burlona, pero también pude notar un poco de nerviosismo y de ansia, de esperanza… obviamente imaginaba cosas, este hombre era perfecto, no podía sentir tales sentimientos mundanos.

“Si señor”.

Deseaba complacerlo pero ahora estaba triste pues sabía que cuando viera que era un niño, un pequeño niño blanco, el hambre en mi vientre jamás seria saciada.

Cerré los ojos y me bajé los pantalones de un tirón, esta vez sí estaba llorando… había estado tan cerca del sol y ahora me hundiría en la oscuridad.

El silencio fue largo, demasiado largo.

Me atreví a mirar pero solo mi entrepierna.

Mis gemidos y llanto eran lo único que se escuchaba, y aun asi, llorando patéticamente mi cuerpo seguía enfebrecido, mis pezones erguidos y rojos como fresas, mi ano seguía haciendo guiños hambrientos y húmedos… pero lo peor era que mi pene seguía erecto, la mezclilla podía ocultarlo perfectamente, pero mi ajustadísimo boxer blanco totalmente estirado por mi enorme culo no podía ocultar la diminuta tienda de campaña que se levantaba en mi entrepierna, la tela estaba empapada de mis numerosas fugas y el blanco algodón se había vuelto transparente a causa de ello… dejando entrever la rosada punta de mi pequeño pene blanco.

Me armé de valor y levanté la mirada poco a poco, lo primero que pude observar fue la enorme bestia que seguía tratando de escapar de su encierro, la “cosa” no se había calmado al ver a un pequeño niño blanco, al contrario estaba totalmente hinchada.

La tela era tan suave y fina, que el contorno se veía claramente, un largo y curvado plátano macho que lucía completamente amenazante, pero lo que más me sorprendió fue que una enorme mancha de humedad en la fina tela gris, y gracias a esa humedad podía ver por fin el contorno de su enorme cabeza en forma de hongo…

Mientras que a mí me había tomado un par de horas de excitación y un constante goteo mojar mi ropa interior, este mounstro había creado una enorme mancha de humedad en la tela en solo un momento, y sabía instintivamente que solo era una pequeña fuga para él, una sola fuga de este hombre negro tenía más líquido que todo mi goteo en horas.

Me mordí los labios de nuevo, y tuve que tragar, mientras veía el contorno de esa cabeza enorme se me había echo agua la boca, estaba salivando como una perra frente a una carnicería… ¿Una perra?

Ahora además de mi ano, mi estómago estaba ansioso, dio un suave gruñido de hambre, de sed… sed de algo cremoso, blanco y caliente… me moría por un poco de leche… me convencí a mí mismo que deseaba leche de vaca, leche de vaca y no de toro.

Toro , esa palabra envió una señal de alarma a mi cerebro, mi madre la había usado para describir a su nuevo amante, y ahora supe porque, este perfecto semental era un toro.

Poderoso, musculoso, salvaje y negro… un toro negro.

“¡Pequeña niña mentirosa!” El Sr. Darius gritó un poco, la molestia en su voz era casi palpable.

Quise cerrar los ojos para no ver su decepción y furia, pero mi gris mirada no podía dejar de ver su enorme “cosa” que había saltado cuando su dueño dijo esas malvadas palabras.

“Lo siento señor, perdón por ser un niño” Me puse de rodillas sobre la cama.

Quería pedir perdón por mentir, pero de alguna manera me estaba disculpando por ser un hombre.

“Perdón por ser un niño blanco”.

La bestia en sus pantalones palpitó y dio saltitos furiosos al escucharme decir aquello.

“Perdón por ser un pequeño niño blanco”.

De nuevo un salto de aquel monstruo

“Perdón por ser un pequeño y débil niño blanco”.

Su enorme “Cosa” amenazaba con romper la fina tela gris, la mancha de humedad ahora ya era enorme y un aroma delicioso y desconocido flotó a mi nariz, provocando más saliva en mi boca.

“¡Y te atreves seguir mintiendo pequeña niña blanca!”

No lo entendía ya estaba pidiendo perdón de rodillas, literalmente, ¿porque seguía llamándome mentirosa?

Espera, porque seguía llamándome “niña”, mi pene era minúsculo pero tenía que poder verlo, por fuerza él sabría que no era una niña.

“Señor, no lo entiendo… no estoy mi entiendo, soy un pequeño, débil y patético hombre blanco”.

Me sentía humillado al llamarme a mí mismo de esa manera, pero era la verdad, después de ver a este dios africano, podía decir sin ninguna duda que yo era solo un patético niño, él era un hombre.

El Sr. Darius me miró con desprecio, su mirada me perforó el corazón.

“¿Un niño? ¿Crees que eres un niño? ¿Un hombre?”

El hermoso macho delante de mí se acercó y toco mi cabello negro, largo y rizado, y sus dedos se enredaron en mis suaves mechones.

“¿Crees que un hombre real tendría una cabello tan suave, y largo?”

El Sr. Darius se inclinó y hundió su enorme nariz africana en mi melena y aspiro profundamente como drogándose conmigo mismo.

“Maldita sea si hasta huele a miel, ¿crees que el cabello de un hombre real huele a miel?”

Me estremecí cuando el sr. Darius me había tocado de nuevo, y mis lágrimas seguían brotando de mis grises ojos, pero esta vez de agradecimiento, pues por un horrible momento creí que nunca volvería a tocarme este perfecto hombre.

Y sí, él tenía razón, la noche anterior me había duchado como siempre y como siempre había usado el jabón corporal de mi madre con aroma a fresas con crema  y su champú de miel natural.

“Contesta cuando tu hombre te hable, potra”.

¿Mi hombre? ¿Potra?, las palabras resonaron en mi mente, ¿por qué seguía llamándome asi? , ¿Por qué me gustaba tanto?

“Sí señor, es decir no señor, es decir…. Los hombre no huelen a miel señor…” mi nerviosismo hacia que las palabras se me enredaran en la boca. “Los hombres de verdad huelen como usted, señor”

El Sr. Darius sonrió complacido, pero de inmediato volvió a mostrarse enojado, su rostro seguía cerca de mi rostro sostenido rudamente por mis cabellos, sentía un ligero dolor pero no me estaba lastimando de verdad, solo sostenía mi largo cabello como si sostuviera las riendas de una yegua desobediente, de una potra traviesa.

Nuestros ojos se miraron, dorada furia contra miedo gris.

Y en un arranque de furia el Sr. Darius jaló mi cabello hacia atrás y hundió su rostro en mi delgado cuello y respiró profundamente de nuevo, mi piel estaba siendo recorrida por escalofríos placenteros y todo mi cuerpo temblaba de miedo y excitación.

Gemí de dolor por el jalón, mientras miraba hacia arriba y podía ver nuestro reflejo en el techo, el contraste entre este enorme hombre negro y yo un pequeño niño blanco era enloquecedor.

Volví a gemir al sentir sus labios y su lengua pasando por mi piel, marcándola con besos y saliva.

“¡Dios… se siente bien!” Mi exclamación salió entre un gemido y grito de placer.

El Sr. Darius se levantó y me arrojo violentamente contra la cama, caí completamente extendido con los brazos abiertos, preparado para ser crucificado si él asi lo quería.

“¿Crees que la piel de un hombre real huele a fresas?”

“No señor, un hombre real no huele a fresas como yo”.

El Sr. Darius comenzó a acariciar mis pequeños y blancos pies, y fue subiendo lenta pero firmemente, sus enormes manos podían rodear mis pantorrillas fácilmente, pero cuando llegaron a mis gordos muslos, su gigantescas manos son pudieron contener tanta carne, y enojado amasó y apretó mis blancos muslos con furia y deseo.

“¿Un hombre real tiene estos muslos gordos y suaves?”

“No señor, un hombre real no tiene muslos gordos y suaves”.

Sus negras manos subieron a mis caderas, mis gigantescas caderas, apenas cubiertas por mis viejos boxers blancos.

“¿Un hombre real tiene estas caderas de potra?”

“No señor, un hombre real no tiene caderas de potra”.

Se detuvo acariciando mis muslos y caderas con furia contenida, sus pulgares se acercaban a mi mojado pene, que daba saltitos deseando atención, pero el gigante negro no lo tocó en ningún momento aunque su mirada seguía clavada en mi pene.

Yo quería que me quitara mis boxers de una maldita vez y que me hiciera… no sabía que quería que me hiciera pero quería que lo hiciera ¡ya!

Sus manos subieron hasta mi cintura.

“¿Un hombre real tiene una cintura de avispa como la tuya?”

Esta vez uso sus dos manos para rodear mi cintura completamente, sus pulgares se tocaban encima de mi ombligo, y sus meñiques se cruzaban en mi espalda.

“No señor, un hombre real no tiene una cintura de avispa como yo”.

Sus manos se movieron de mis caderas hacia la parte trasera, donde ambas manos me apretaron poderosamente mis redondas y gordas nalgas, me apretó tan fuerte que no pude reprimir un jadeo de dolor.

“¿Un hombre real tiene un culo gigante de yegua?”

Yo estaba en un estado de excitación, miedo y deseo que solo atinaba a retorcerme como poseído, sentía mi piel arder, mi pene gotear y mi ano se contraía salvajemente.

“No señor, un hombre real no tiene un culo gigante de yegua”.

Mis pezones dolían tanto… como si fuesen atravesados por unas agujas calientes.

El semental que tenía encima de mí parecía poder leer mis pensamientos y sus manos subieron por mi cuerpo hasta llegar a mis rojos pezones.

Los acaricio con sus pulgares, y mi espalada se separó del colchón, mientras gritaba como una colegiala, dolor y placer me recorrieron desde la punta de mis pezones hasta mi ano que se cerró fuertemente.

“¿Un hombre real tiene unos pezones rosados y sensibles como los tuyos?”

El Sr. Darius estiro las palmas de sus manos y aplasto mis pezones mientras acariciaba todo mi pecho, haciéndome chillar como una gata en celo.

“¡Ay Dios mío!”

El placer y dolor  era tanto que aun con los ojos cerrados podía ver luces de colores, no podía pensar con claridad.

“Contesta perra” El toro negro pellizcó mis dos pezones, el dolor me hizo arquearme y bufar como una gata enojada.

“No señor… los hombres reales no tienen pezones rosados como los míos”.

El Sr. Darius dejó mis pezones, y con su mano derecha me tomo de la barbilla obligándome a mirarlo a sus ojos dorados que ahora parecían arder en deseo.

Me miró tan profundamente que por un momento sentí que podía ver mi alma.

Y entonces… me besó.

Mi primer beso.

Sus gruesos labios negros sobre mis rojos y gordos labios.

Su barba me raspaba deliciosamente.

Al principio no pude reaccionar, eran demasiadas sensaciones, pero cuando su lengua toco mis labios, los abrí de inmediato y comencé a contestar el beso salvajemente, mi lengua le dio la bienvenida a la suya y pronto ambas bailaban y se enroscaban una con otra, nuestra saliva se combinaba en una deliciosa escancia que yo bebía sediento.

El beso duró tanto que mis pulmones comenzaron a exigir detenerlo y respirar de nuevo, pero mi naturaleza se impuso de nuevo, quería seguir besando a este macho negro para siempre, mis manos acariciaban la rapada cabeza y su espalda con amor y deseo, lo había abrazado sin darme cuenta.

El Sr. Darius rompió el beso, y yo lancé un suspiro ahogado tratando de respirar de nuevo, el intoxicante aroma de su sudor que ahora perlaba su piel de ébano, me idiotizó aún más que la falta de oxígeno.

El Sr. Darius me miraba con hambre primigenia, y su poderoso pecho subía y bajaba agitado, aunque mucho menos que yo, se notaba su condición física perfecta.

“¿Un hombre real tiene esos gruesos labios de puta?”

Me lamí coquetamente mis gruesos labios de puta, y me mordí de nuevo el labio inferior, mirando a este hombre como si fuera un dios.

“No señor, un hombre real no tiene labios de puta como yo”.

Mi vista bajo de nuevo a su enorme “Cosa” que estaba cada vez más enojada y húmeda.

Y entonces sin avisar bajó mi ropa interior de un jalón.

Y ante su vista apareció mi diminuto pene blanco, lampiño en toda su gloria… apenas tres pulgadas, el glande delicado y rosado aun cuando estaba completamente anchado no era más grande que una uva y por el diminuto orificio brotaba sin parar una sustancia transparente y completamente liquida, mis pequeños testículos del tamaño de uvas pequeñas, no se veían por ningún lado, pues se habían encogido y escondido hacia arriba, hacia mi vientre  y la piel rosada que los rodeaba estaba tensa y pegada a mi entrepierna.

El Sr. Darius acaricio la suave piel que cubría mis testículos, no podía ser llamado un saco porque ni siquiera colgaban, podía sentir mis pequeñas bolas dentro de mi cuerpo hormigueando, provocándome cosquillas dolor y placer a partes iguales, y después de unos segundos de acariciar, presionó con fuerza, palpando, buscando.

Gemí de dolor y placer.

Por fin sus dedos encontraron y  tocaron mis diminutos testículos que ascendieron a mi interior a un más tratando de escapar de su agarré, sentía que seguirían subiendo hasta llegar a mi ombligo.

“Maldita perra blanca, mira estos ovarios, son diminutos, y se están escondiendo, y mira esta piel rosada ¿crees que un hombre de verdad tendría esta patética y rosada bolsa vacía? ¿Un hombre real tiene pequeños ovarios como estos?”

Apretó mis testículos haciéndome bufar y retorcerme, una parte de mi quería escapar de su terrible agarre, otra parte más fuerte me obligaba a quedarme y disfrutar de la tortura.

“No señor, los hombres de reales no tienen ovarios como yo”.

El Sr. Darius dejo de hurgar dentro de mi entrepierna, y so gemí agradecido.

Inmediatamente tomo mis tobillos y los puso encima de la cama obligándome a abrirme completamente ante él mostrándole mi parte más privada.

“Maldita putita, tus nalgas son tan grandes que no me dejan ver nada… abre esas nalgas para mi perra”.

Obedecí de inmediato, y con mis manos separe mis gordas nalgas, mientras separaba la cintura de la cama para que tuviera mejor vista de mi ano.

“Maldita seas hasta tu capullo es rosa… eres una potra perfecta y rosada”.

El Sr. Darius acaricio mis dedos que se esforzaban por mantener mis gordas nalgas separadas pues eran demasiado firmes y redondas, mi firme culo se tensaba por cerrarse, pero jale aún más para permitir que los dedos de mi macho pudieran explorar mi capullo.

Sentí la punta de uno de sus dedos en la entrada de mi ano, y mi espalada se arqueó para acercarse aún más a su tacto.

“Por La diosa Oshun, estas ardiendo… y mira lo mojada que estas… eres una perra en celo”.

Sentí como ni rosado ano se abría y cerraba respondiendo a las caricias de su grueso dedo, él empujo un poco y mi capullo se abrió y aflojo para dejarle pasar, metió su dedo hasta la uña y mi ano se cerró atrapándolo… mi pene saltó y más de aquella baba transparente brotó de la punta.

“¿un hombre real tiene un capullo mojado y rosa como el tuyo?”

El Sr. Darius saco la punta de su dedo y me sentí vacía, desgarrada.

“No señor, los hombres reales no tienen capullos mojados y rosas como el mío”.

El gran toro negro me quito las manos de mis nalgas que se cerraron de golpe,  chocando nalga contra nalga, haciendo un sonido de aplauso.

Relajé de nuevo mi cuerpo  y caí de nuevo en la cama esta vez vi como el Sr. Darius se acercaba a mi pequeño pene…

Era tan delgado como el meñique del Sr. Darius, lo sabía porque justamente él se había inclinado y había puesto su dedo meñique al lado de mi patético pene para medirlo.

El dedo más pequeño suyo era más largo y grueso que mi pene.

“¿Un hombre real tendría algo como esto?”

“No señor, un hombre real no tiene un pene como el mío”. Gemí humillado.

Creí que esa respuesta lo complacería pero… en un instante el enorme macho negro me tenía sujeto y dominado, había tomado mis brazos y los había levantado por encima de mi cabeza, su mano izquierda era suficiente para rodear mis muñecas juntas, era como si usara una cuerda de acero para amarrarme.

No me estaba resistiendo pero sabía que no tenía ni la más mínima oportunidad de haberlo hecho, su poderosa mano sujetaba mis dos delicadas y delgadas muñecas con suma facilidad y si apretaba más fuerte fácilmente podría quebrar mis huesos como si fueran ramitas.

Es tan poderoso. Suspiré arrobada.

¿Arrobada?

Cuando comencé a pensar en femenino.

Estaba acostada y podía ver gracias al espejo encima de mí lo débil patética e indefensa que lucía, completamente desnuda con mi piel blanquísima y pude notar lo escandalosas que se veían mis caderas gigantes, que hacían lucir aún más pequeño a mi diminuto pene.

El Sr. Darius estaba recostado a mi lado dominándome por completo con solo una mano.

“¿Cómo lo llamaste pequeña perra?”

Su voz enfurecida me asusto mucho. No sabía que contestar, solo quera agradarle, hacerlo feliz.

“Un pene señor… es un pequeño y patético pene señor” tartamudeé tratando de complacerlo.

El Sr. Darius tensó su dedo medio con su pulgar, como cuando alguien le pega a un insecto con la uña del dedo y acercó su enorme mano a mi pequeño pene.

Temblé de miedo.

“¿Cómo se llama esta linda cosita?”

“Es un pequeño patético y blanco pene.”

EL Sr. Darius golpeó con su uña mi rosado glande… el dolor fue intenso, instintivamente trate de llevar mis manos a mi entrepierna pero estaba bien agarrada, solo pude levantar mis gruesos muslos para tratar de cubrir mi rosado pene.

Grité como un animal herido, y comencé a llorar de nuevo, mi llanto era femenino e infantil, el llanto de una pequeña niña.

“Tranquila linda niñita, relájate… tómalo fácil”

Me retorcí tratando de calmar mi dolor mientras mis lágrimas rodaban por mis mejillas, él estaba mirando fascinado mis reacciones y había comenzado a acariciar mis gordos muslos.

“Me dolió señor, me dolió mucho”. Gemí haciendo un puchero que como mi madre había dicho era el gesto más sexy que yo tenía, pues resaltaba mi labios que ya estaban fruncidos todo el tiempo.

El rostro del Sr. Darius se suavizó y por un momento sus ojos expresaba sorpresa y fascinación, estaba encantado, parecía tan hechizado por mi puchero como yo estaba embrujado por su aroma.

Sonreí, animada y orgullosa de poder provocar esa reacción, pero a causa de haber perdido mi triste mirada y mi puchero de puta, él salió de su trance y desvió su mirada a mi entrepierna.

“Dices que te dolió pero veo que esa lindura de ahí abajo luce muy contenta”.

Miré hacia abajo y me sorprendí, mí rosado pene seguía erecto e incluso un poco de líquido transparente brotaba de la punta.

“Intentémoslo de nuevo, ¿Cómo se llama esa pequeña preciosidad que tienes entre tus piernas?”

Sus caricias se habían reanudado y subía su  mano por mis caderas acercándose pero si nunca tocar mi micro pene.

Eso era.

“Es un pequeño, lindo y blanco micro pene señor”.

El dolor de un nuevo golpe obligó a mi espalda a arquearse y a mis piernas a encogerse de nuevo sobre mi vientre, tratando de hacerme bolita.

Mi grito esta vez fue aún más salvaje, y las lágrimas brotaron a raudales otra vez.

El Sr. Darius comenzó a acariciarme el cabello y a besar mis húmedas mejillas, mientras me tranquilizaba… y otra vez le creí, de nuevo deje que me consolara.

“Tranquila nena… ya pasó preciosa, ya pasó, todo está bien…”

Cuando pude estirarme de nuevo y el dolor era ya soportable, estaba sollozando y temblando como las hojas de un árbol en un vendaval.

Miré a los ojos de mi carcelero y aunque debía odiarlo por el dolor que me había provocado, mi pecho latía emocionado por sus hermosos ojos dorados, mi corazón se sentía tibio y emocionado como cuando Aiyden era amable conmigo.

“Ahora escúchame bien, solo los hombres tienen penes, y solo los hombres reales tienen vergas, tú no, tú no tienes pene, esta pequeña cosa linda no es un pene, y no volverás a llamarlo asi ¿entendido?”

“Entendido señor… pero entonces ¿cómo debo llamarlo?”

“Esto no es una verga, ni siquiera es un pene… esto de aquí es un clitty, las niñas traviesas tienen clittys, esto de aquí es un clitty, o un dicklet, las maricas bonitas tienen dicklets”

El Sr. Darius comenzó a acariciarme mi pecho suavemente mandando electricidad por mis pezones, bajando por mi vientre hasta llegar a mi culo en forma de durazno donde se detuvo y acaricio una de mis nalgas, después subió por mis caderas de nuevo y esta vez tocó por fin mi rosado glande con su poderoso pulgar.

Deje de temblar y me acosté de nuevo en la cama, mirando con terror y adoración a este dios negro.

Mi pequeño pene… no, mi pequeño clitty sorprendentemente seguía totalmente duro, ronroneé de felicidad el placer de sentir su caricia sobre mi sensible glande me tenía al borde…

“¿Tú tienes un pene?”

Preguntó de nuevo esta vez más calmado, mirándome a los ojos mientras acariciaba mi dicklet.

“No señor, yo no tengo pene”. Dije mansamente. Temblando de miedo y expectación, pero sin ninguna intención de escapar si él quería golpear my clitty de nuevo, podía hacerlo cuando quisiera, mi instinto más primario era ser obediente sumisa y dócil frente a este hombre negro.

“No, tú no tienes un pene… ¿qué es lo que tú tienes pequeña potra?” Su pulgar estaba acariciando el diminuto orificio en la punta provocando que más líquido se derramara.

“Tengo un clitty señor, tengo un pequeño y lindo dicklet”

“Muy bien princesa, y ¿Por qué tienes un clitty?”

El placer de ser acariciado en mi dicklet me tenía mareada y atontada, a segundos de alcanzar esa sima que estaba arañando desde que respire el aroma de este toro negro.

Asi que conteste si pensar demasiado.

“Por qué no soy hombre… soy un pequeño y débil niño blanco”. Creí que le agradaría la respuesta, de verdad lo creí.

El golpe que recibí esta vez en mi clitty me hizo aullar de  dolor.

El Sr. Darius no me soltó en ningún momento, tarde unos cinco minutos en poder dejar de llorar y retorcerme, hasta que de nuevo me tranquilicé, llorando como una niña desamparada.

Le había fallado de nuevo, de nuevo me había equivocado y eso me dolía más que el castigo físico que recibí.

“Parece que no has aprendido nada Alexis, eso me pone triste, tu eres una pequeña niña, eres una bonita y linda marica, no eres un niño”

“Lo siento, perdóneme señor, lo siento, lo siento…” lloraba y gritaba rogándole. “Pero no soy marica”.

El siguiente golpe me dolió tanto que no pude articular ningún sonido pues el aire había escapado de mis pulmones, me quede en shock unos largos segundos, y después me encogí de nuevo bufando de dolor con los dientes apretados.

“Tonta y pequeña perra, ¿crees que yo tocaría aun asqueroso homosexual?”

Su voz era furiosa e indignada.

Había cruzado una línea, era obvio que no le gustaba aquella palabra.

“Perdóneme señor, lo lamento, lo siento, yo jamás pensaría eso, usted es el hombre más… masculino y varonil que he conocido en toda mi vida, solo decía que yo no soy gay… lo lamento… ¡Ahhh… por dios!”

Un nuevo golpe de su uña contra mi erecto clitty me hizo ver luces en mi cabeza.

Cuando me hube recobrado respiraba entrecortadamente mientras lloraba patéticamente.

“Perdóneme señor, lo siento, de verdad lo siento… pero no soy una mariquita”

“Alexis, aun no has aprendido, aun crees que eres un niño, un hombre, y eso no puedo permitirlo…”

Por fin me liberó.

Él se levantó de la cama y poniéndose de pie frente a mí me miro enojado.

“Crees que si te gustan los hombres eso te hace gay, pero para ser gay hay que ser un hombre, y tú no lo eres Alexis, eres una mujercita, una pequeña niña, una deliciosa putita”.

Mientras El sr. Darius hablaba yo me había puesto de rodillas al pie de la cama quedando a la altura justa de su entrepierna donde puede admirar su cinturón de piel y oro.

Su “cosa” seguía hinchada y dura, aun trataba de escapar de su encierro.

“Has estado viendo mi verga todo este tiempo, ¿crees que un hombre ve las vergas de otro hombre de esa manera?

“No señor” respondí sin poder quitar mi vista de su hermoso bulto.

“¿A quién le gustan las vergas de los hombres negros Alexis?”

“A las mujeres y a las mariquitas…” dije suavemente.

“Y tu eres una mujer o una mariquita?”

“No lo sé señor, de verdad no lo sé”

El señor Darius me miro desde su increíble altura, decepcionado.

“Haremos esto Alexis, te mostrare una verga de verdad y si puedes verla e irte sin tocarla admitiré que no eres una zorrita, que no eres una pequeña niña blanca, yo no haré absolutamente nada, no moveré ni un musculo, lo prometo”.

Mi cabeza era un lio, por un lado quería rendirme y aceptar que era una mariconcita, una pequeña niña, pero por otro no quería admitir que era homosexual, no quería darle la razón a todos los niños que se habían burlado de mi durante toda mi vida, no quería darle la razón a mi madre que parecía decidida en volverme homosexual, no quería darle la razón a Alika y a las chicas que me trataban como una más del grupo en lugar de como un hombre, pero más que nada no quería decepcionar a Aiyden, él esperaba de mi un amigo, un hermano, no un niño gay.

Era mi oportunidad de demostrar y demostrarme a mí mismo que no era un niño gay, si podía hacer esto, o mejor dicho no hacerlo, demostraría que era un hombre y no una putita.

Era fácil lo único que tenía que hacer era ver esa “Cosa” e irme a casa para comenzar una nueva etapa de mi vida.

“Solo tengo que verla ¿verdad señor?” pregunte tímido.

“Solo eso y te puedes ir… pero si decides que no quieres irte y quieres tocarla tendrás que admitir que eres una putita, una mariquita, una pequeña y linda niña y rogarme que te deje tocarla”.

“Ok… acepto”

Era imposible que le rogara para poder tocar una… Una de esas cosas.

Me arrodille y enderecé mi espalda, quedando frente al zipper de este poderoso hombre, me limpie las lágrimas del rostro y con un delicado movimiento me coloqué el cabello detrás de la oreja para que no me estorbara la vista.

El sr. Darius se quitó la camisa, mientras tanto dejándome ver unos poderosos pectorales, unos enorme hombros, y un abdomen con un paquete de seis, que gracias a su color de piel lucia como una deliciosa barra de chocolate.

En su vientre lucía una línea de vello que nacía en su ombligo y se perdía dentro de sus pantalones.

El sr. Darius seguía de pie ante mí, con las manos detrás de la espalda.

Miré hacia arriba para ver por qué no estaba haciendo nada.

Una sonrisa divertida adornaba su apuesto rostro negro.

“Bájame los pantalones Alexis, no puedo moverme ¿recuerdas?, lo prometí.”

“Cierto, señor, perdone”.

Dirigí mis manos hacia su cinturón y note que estaba temblando y no era por el aire acondicionado, mi garganta se sentía seca y mi corazón latía alocado.

Mis pezones seguían erguidos y de color rojo cereza, mi clitty estaba duro y pulsando negándose a perder su erección a pesar de los castigos recibidos.

Mis manos torpemente desabrocharon el cinturón, y después el botón de oro de su pantalón que se sentía como seda, pude ver su ropa interior negra.

“Deberías bajar ambas prendas al mismo tiempo, será mucho más fácil y rápido para ti.”

La voz del Sr. Darius se escuchaba algo burlona, maliciosa.

Pero después de pensarlo llegué a la conclusión de que tenía razón, si bajaba su pantalón y sus boxers al mismo tiempo, tendría menos riesgo de tocar su “cosa”.

Me armé de valor y metiendo mis delicados dedos en el elástico de sus boxers comencé a bajar poco a poco las dos prendas.

Siguiendo el camino trazado por la línea de vello de su abdomen comencé a descubrir su bajo vientre, y pude ver más de ese oscuro y rizado vello púbico.

Bajé más y apareció por fin la primera parte de aquella bestia, me detuve asustado, no podía ser real, era como ver una lata de refresco pero echa de oscura piel negra.

“Adelante Alexis continua…”

“Si señor”.

Baje aún más ambas prendas, calculando mentalmente el tamaño, una pulgada, dos pulgadas, tres… el aroma a almizcle que me había hipnotizado se desprendió de aquel lugar con una intensidad abrumadora, esta vez sin loción que cubriera la esencia del sudor masculino, mi mente se sintió inmediatamente borrosa…

…cuatro, cinco pulgadas, y seguía apareciendo más y más de aquel moustro de carne negra…

…seis pulgadas, siete, ocho… por dios ¿no se acababa nunca?, las venas que lo atravesaban eran tan gruesas como mi dedo meñique y latían llevando sangre a ese enorme apéndice, debía necesitar litros para poder llenar semejante maravilla…

…nueve pulgadas, diez… por dios esto era irreal…

…once…

Solo faltaba la cabeza, y yo estaba ahora un poco inclinado para poder llegar a la altura de las rodillas del Sr. Darius, sus boxers eran enormes, pero ajustados  lógicamente para poder contener aquella bestia, y por fin baje de un tirón la última parte.

De nuevo recibí un  golpe repentino, esta vez en el rostro, el enorme pene negro salto hacia arriba como un resorte y me había golpeado la barbilla y la cara dejando un rastro de líquido sobre mi rostro.

Me aleje instintivamente, y escuche como el Sr. Darius se reía contento.

“No es divertí…” No termine de hablar, quede mudo ante aquel mounstro de carne negra.

Era lo más hermoso que había visto en toda mi vida, era tan grueso como una lata de Coca-Cola, y si mis cálculos eran correctos media doce o trece pulgadas, estaba curvado hacia arriba, donde comenzaba la curva por la parte inferior había algo parecido aun musculo, un nudo en medio de esa preciosidad que lo hacía ver primitivo y brutal.

La curva era tan pronunciada que su cabeza tocaba su abdomen y por dios que cabeza, era preciosa, una enorme e hinchada cabeza en forma de hongo, tan grande que aun sobresalía a los lados de su grueso tallo, como una sombrilla de oscura piel purpura.

Una vena oscura tan gorda como mi clitty,  bajaba desde la cabeza hasta su entrepierna donde se unía a sus dos enormes testículos, mi mirada quedo hechizada una vez más por mi nuevo descubrimiento, sus enormes bolas eran tan grandes como pelotas tenis, y colgaban a medio muslo de lo pesadas que lucían.

Y madre mía, el aroma que se liberó… me estaba drogando, era almizcle de macho puro y sin diluir, era el sudor más masculino y refinado que un hombre puede ofrecer.

Era perfecto.

“¿Te gusta? ¿Te gusta mi gran polla negra?”

El sr. Darius no hizo ningún movimiento solo seguía ahí de pie orgulloso y confiado mirándome con una sonrisa en sus labios.

“Ahora lo único que tienes que hacer es tomar tu ropa e irte de aquí, y demostrar que eres todo un hombre”.

Mi corazón se saltó un latido asustado ante la idea de irme en ese momento.

Negué con la cabeza enérgicamente.

Traté de contestar pero me di cuenta que tenía tanta saliva en la boca que se me estaba escapando por la comisura de los labios, asi que tragué y mientras me limpiaba la saliva de la boca mi dios negro volvió a hablar.

“¿No quieres marcharte?”

Negué de nuevo, no podía dejar de ver esa hermosura frente a mí, mis manos temblaban por querer tocarlo, pero mi instinto sumiso recordaba que no podía tocarlo sin su permiso.

“Sabes qué hacer entonces… ruégame que te deje tocarlo”.

Me lamí los labios y con voz temblorosa por el deseo comencé…

“Por favor… por favor… señor Darius… por favor por favorcito… déjeme tocar su hermoso pene…”

La bofetada que me dio me dolió más por la sorpresa que por la fuerza en ella.

Lo mire asustada.

“Esto no es un pene, los niños blancos tiene penes… los hombres reales tenemos vergas, los hombres negros tenemos grandes pollas negras”.

Asentí rápidamente.

“Perdóneme señor, tiene razón,  esta es una hermosa y gran polla negra.”

Me acerque más a él y aspire su almizcle de macho en celo.

“Por favor… por favor… señor déjeme tocar su enorme, gigantesca, perfecta, hermosa, preciosa, y gran polla negra, se lo ruego.”

Entrelacé mis dedos como si le implorara a un dios en un templo, no había templo pero El Sr. Darius era mi nuevo dios.

“Podría dejarte tocarla pero… no soy homosexual, y tú eres un niño, yo no dejo que hombres y niños toquen mi verga negra”

No aguantaba más, mi ano estaba chorreando esa extraña humedad y se abría y cerraba tan fuerte que estaba causándome calambres en mi vientre.

“Yo no soy un hombre señor… no soy un niño… soy una pequeña y linda mariquita… soy una pequeña niña blanca enamorada de su gran verga negra, por favor permítame tocarla señor, soy su pequeña putita, su pequeña princesa marica, su mujercita, su tierna y dulce potra… déjeme por favor, por favor tocar su hermosa, poderosa y perfecta polla negra.”

Mi cuerpo entero estaba rogando por su permiso, mi enorme culo alzado haca atrás para que él lo viera desee su altura, mis pezones estaban totalmente expuestos con mi pecho hacia adelante, mis antebrazos apretaban mi pecho  haciendo que parecieran unas pequeñas tetas adolescentes, mi espalda arqueada femeninamente, mis ojos enormes mirando directamente  sus ojos dorados, y mi labios de puta haciendo el puchero más exagerado de la historia.

“Por favor… papi” No sé por qué dije eso pero me salió del alma.

El sr. Darius abrió los ojos tomado por sorpresa y su enorme pene dio un latido poderoso.

“Dilo de nuevo”.

Lo mire con mis hermosos ojos grises, meciendo mi culo de un lado al otro.

“Por favorcito… Papi”.

“Está bien mi pequeña Sissy, puedes toc…”

No lo dejé terminar, me abalancé hacia su entre pierna, mi mano derecha trató inútilmente rodear aquella gruesa verga negra, aun me faltaban dos pulgadas entre mi índice y pulgar, estaba caliente, ardiendo, era suave como la seda y dura como el acero al mismo tiempo, y se sentía tan viva, con los latidos tan poderosos  que obligaba a mis dedos  a abrir y cerrar mi agarre.

Mi mano izquierda tomo una de las gigantescas bolas y la acaricie mientras la levantaba para sentir su peso, era como levantar una cajita de leche, y me estremecí al pensar que estos testículos también estaban llenos de leche, leche de hombre.

“Tranquila pequeña niñ…”

De nuevo no deje que terminara la frase y enterré mi rostro en su entrepierna, más exactamente entre su enorme verga negra y sus grandes bolas negras, pude sentir como su caliente verga descansaba en mi cabeza, pude sentir su peso, su era tan pesada.

Mi nariz quedo sumergida en el rizado y negro vello africano y respiré profundamente…

Y mi cuerpo se tensó… mi pene latió dolorosamente, mis pezones ardían con fuego frio pero lo que más me dolía era lo vacío que se sentía mi ano, que se abría y cerraba sintiéndose abandonado.

Mi nuevo dueño hizo gala de su poder de leer mi mente y acarició con su dedo medio mi fruncido ano.

“Maldita sea…  estas ardiendo, y estas empapada… eres todo una hembra, eres increíble princesa, naciste para ser follada”.

Y metió dos dedos de un solo golpe…

Mi cerebro se inundó de endorfinas, cuando sentí una explosión en mi ano que se convulsiono alrededor de los enormes dedos negros que lo profanaban.

“¡Me corro papi, me estoy corriendo!” Grite femeninamente mientras todo mi cuerpo estallaba en mi primer orgasmo de mi vida.

Mi clitty por fin explotó, lanzando un líquido cristalino como el agua y poco espeso, idéntico a la saliva y que nada tenía que ver con la leche.

Cuando mi clitty escupió la primera carga de jugo delgado y transparente mi ano se cerró atrapando los dedos del Sr. Darius unos tres segundos, y después lo soltó.

Pasaron otros dos segundos y de nuevo mi clitty escupió otra carga de jugo, mientras mi  ano atrapaba la falange que me profanaba dejando escapar más humedad… de nuevo mi ano se abrió…

Yo gemía como una loca,  si alguien estuviese oyendo creería que era aquel video de gemidos que rondaba en internet, cada vez que mi esfínter se cerraba mi mente se ponía en blanco y mi cuerpo se tensaba de placer por tres o cuatro segundos y de nuevo se relajaba…

La tercera vez me arqueé tanto que casi me rompo la columna vertebral, mi ano esta vez se cerró durante cinco segundos completos y más líquido escurría de mi ano.

La cuarta vez fue igual de intensa que la anterior, pero aunque mi ano seguía actuando igual mi pene ya no escupió un disparo, lo único que hizo fue babear una larga cuerda de ese raro jugo transparente…

Mi ano se contrajo otras tres veces más, todas igual de lentas, la cuerda de baba que salía de mi clitty llegaba hasta las cobijas de la cama haciendo un enorme charco húmedo.

Todo el tiempo que duró mi orgasmo me abracé a la enorme pierna de mi hombre, respirando entre gemidos, drogándome con su esencia.

El último apretón que dio mi capullo me dejo temblando con la cara hundida en las bolas de mi macho.

“Maldita sea… sabía que eras una marica natural pero… esto es… increíble, Lexy hermosa… tu jamás pudiste ser un hombre, acabas de tener un multiorgasmo, un sissygasm, y mira tú semen… es casi agua, no debe haber ni un solo espermatozoide ahí, eres la mariquita más femenina que jamás he visto, ¡Por el poderoso Oggun como me dejaste los dedos!, mira.” La voz del Sr. Darius sonaba asombrada, y fascinada.

Levanté la mirada de mi refugio entre sus piernas y mire avergonzada sus dedos, pensé que estarían manchados con… cosas horribles, pero me sorprendí al verlos húmedos y brillantes cubiertos de una baba espesa y abundante, parecida a la loción de bebé que usábamos en casa para darnos masajes mamá y yo.

Sin ningún rastro de… nada horrible, cuando separó sus dedos para formar el símbolo de la paz, dos cuerdas de ese pegajoso liquido quedaron colgando entre sus dedos y no se rompieron mostrando lo espeso que era.

¿Eso era normal? Me pregunté.

Y me sorprendí más al ver como mi dios negro se llevaba los dedos a la nariz y olía con pasión esa humedad pegajosa, y después lamio uno de sus dedos, cerrando los ojos para disfrutarlo más…

Yo seguía acariciando su gran polla negra, asi que sentí como se ponía más dura y caliente en el momento que lamió su dedo.

“Maldita sea, Lexy… eres increíble, sabes dulce… tú no tienes un ano… tú tienes una vagina, un boypussy” Me miró desde las alturas yo estaba abrazada a sus pierna con una mano y con la otra masturbaba su enorme verga.

Cuando me miró lo único que pude hacer fue darle un beso en la base de su hermosa y poderosa verga, que latió contenta con mis mimos.

“Vamos potra prueba tu propia miel”.

No quería lamer mi propia “miel” como él la había llamado pero, fue una orden y mi instinto sumiso me obligo a obedecer.

“Si señor”.

Lamí su índice, y era cierto aquella miel era agridulce, como probar leche condensada pero diluida, aunque al final me dejó un gusto salado en el paladar.

“Estoy segura que tu leche sabe mil veces mejor papi”.

Murmuré mientras le hacia una felación a su enorme dedo, hasta dejarlo limpio.

“Un orgasmo y ya eres toda una putita… eres increíble, preciosa”.

“¿Puedo… (Muack), por favor… (Muack), por favorcito…. (Muack),  chupar… (Muack), tu… (Muack), gran… (Muack). Verga… (Muack),  negra… (Muack),  papi… (Muack)?”

Mis manos estaban acariciando sus enormes bolas mientras entre palabra y palabra besaba la base y el abdomen de ébano de mi nuevo papi.

Sentí como su verga saltaba emocionada amenazando con explotar.

Me alejé y obligué a esa poderosa serpiente negra a estar frente a mi boca, y mirando a mi toro negro, hice la cara más patética sumisa y deseosa que pude, parpadeé coquetamente agitando mis enormes pestañas y mi labios de puta de fruncieron en una sexi boca de pato.

“Por favor papi, tu potra marica tiene hambre, dale un poco de leche de toro negro”.

Mi papi me miró asombrado y casi sin poder reaccionar sonrió.

“¿Quieres leche putita?, pues será mejor que te la ganes, ahora abre esa boca de puta que tienes y comienza a trabajar”.

“¡Yay! ¡Gracias papi!” dejé de acariciar su negra piel y aplaudí infantilmente, mientras daba saltitos.

“Hazlo ya perra, necesito que me ordeñes, estoy a punto de correrme solo viendo lo maricona que eres”.

Eso me hizo sentir poderosa e importante.

“Si papi”.

Tomé su gran verga negra con las dos manos y de nuevo la obligué a bajar a mi altura, porque esa bestia se empeñaba en mirar hacia el techo, asi de poderosa era su erección.

Acaricié las doce pulgadas de gruesa y caliente carne negra, y me mojé los labios, cosa fácil pues de nuevo estaba salivando como perra hambrienta.

Mire a papi y el me miró a mí, y sin despegar mis ojos de los suyos me acerque a la enorme y bulbosa cabeza purpura y le di un besito tierno e inocente justo en el orificio de su verga.

La serpiente negra dio un latido poderoso y sentí como una cucharadita de líquido salió disparado, cayendo en mis gruesos labios, por un momento me desilusioné pensando que mi papi ya se estaba corriendo…

“Eso solo es pre semen, princesa, cuando me corra créeme que lo sabrás.”

Pase ansiosa mi lengua por mis mojados labios esta vez si quería probar este sabor.

Era saladito y un poco amargo, y completamente delicioso.

Saque mi lengua y le di un lametón a mi nueva paleta negra, sabia deliciosa, asi que seguía dando lametones mientras miraba a mi nuevo papi a los ojos.

“Está deliciosa, papi”

“Qué bueno que te guste potra, ahora abre grande y di Ahhh”.

“Ahhh…” dije obedientemente y sentí como empujaba su enorme cabeza en mi boquita.

Era enorme, apenas más pequeña que una bola de billar, asi que comencé a salivar aún más y poco a poco fui metiéndome esa enorme cabeza de hongo en mi boca, no quería hacer enojar a papi.

Papi gemía guturalmente, como gimen los hombres, nada que ver con mis chillidos de hembra en celo.

Sus manos acariciaban mi negro cabello y jugaban con mis mechones.

En un momento papi me sostuvo más fuerte y empujó su enorme cabeza en mi boca, entró, quedo totalmente llena y por un momento sentí que me dislocaría la mandíbula, no sucedió.

Hice ruidos al tratar de lamer y respirar al mismo tiempo.

“Respira por la nariz perrita”.

Lo hice, al principio fue doloroso y difícil, pero después de unos minutos ya estaba meciendo mi cabeza de atrás hacia adelante, comiendo más y más verga negra.

“Eres natural Lexy, no muchas pueden ni siquiera con la punta y tú ya tienes cinco pulgadas dentro.”

Sus halagos me hicieron ronronear y lamer con la punta de mi lengua su orificio, lo que provocó que su verga latiera y otro poco de pre semen bañara mi lengua.

Delicioso.

Mi hombre empujó más su increíble verga, y la punta tocó el fondo de mi garganta, y mi úvula, mi reflejo nauseoso se disparó haciendo que me atragantara.

“Tranquila bebé es muy pronto, ya es sorprendente lo que has hecho hasta ahora, ni siquiera tuve que enseñarte y ya sabes cómo usar tus dientes, eres una chupapollas natural, naciste para adorar la polla negra”.

Y era cierto, instintivamente sabía cómo tratar a esa preciosa serpiente, mi boca se adaptó casi de inmediato a su tamaño y grosor y mis dientes solo rozaba ligeramente su delicada piel para darle más placer pero sin lastimarle nunca.

Pero quería más quería ser la mejor chupapollas que este dios de ébano hubiese tenido.

Asi que yo misma me empujé hacia delante  de un golpe y la cabeza se enterró en mi garganta estirándola al máximo, y gracias a su enorme glande en forma de hongo quedó atrapada en mi estrecha garganta que se cerró detrás de su cabeza.

El gruñido animal que mi papi hizo me dijo que le había encantado mi iniciativa.

“Por la hermosa Oshun, tú no tienes una garganta tienes una vagina”.

El Sr. Darius me sujetó fuertemente los cabellos.

“Gracias papi” trate de decir pero con la garganta y la boca llena solo salieron balbuceos húmedos y saliva de mi boca.

Comencé a mover mi cabeza de atrás para delante de nuevo, esta vez mi limite era la bulbosa cabeza que quedaba atrapada en mi esófago al tratar de salir, y asi poco a poco fui comiendo un centímetro más y después otro más.

Mi meta era poder tocar su pubis con mi nariz, para poder demostrar que podía comerme toda esa deliciosa gran verga negra, y también porque quería ahogarme en su aroma de nuevo.

Papi estiró su enorme brazo y fácilmente su mano llego a mi gordo culo, lo acarició un poco y después le dio una fuete nalgada, mi nalga se sacudió como gelatina.

Gemí por la nalgada y mi boca se apretó alrededor de su verga, mis dientes mordieron un poco, castigándolo por su travesura, papi gimió encantado.

Sentí sus dedos meterse entre mis apretadas nalgas de yegua y buscar my boypussy, cuando su dedo toco la entrada, mi clitty se puso duro de nuevo y mis pezones comenzaron a punzar otra vez, hinchándose y poniéndose erectos, toda mi piel se erizó preparándome para una nueva ronda de orgasmos.

Papi metió sus dos dedos dentro de my boypussy que seguía produciendo miel-marica, lo cual era bueno pues papi comenzó a follarme con sus dedos, no sabía si mi ano se acoplaba a los movimientos de sus dedeos o era papi quien seguía las contracciones de mi esfínter… cuando papi metía sus enormes dedos mi boypussy  se abría para dejarlos pasar y cuando los sacaba mi capullo se cerraba no queriendo dejarlos ir.

Estuve asi durante unos veinticinco minutos y cuando me faltaban unas tres pulgadas de deliciosa carne negra, sentí a papi tensarse y acelerar sus empujes pero sin forzar el resto de su vergota negra, sentí como latía, tan fuerte que la cabeza abría y estiraba mi garganta a la altura de mis tetitas.

“Pequeña perra, tu boypussy  esta apretadísimo, creo que tienes la vagina más apretada que he sentido en toda mi vida, y además da mordiditas, no sé cuál de tus dos vaginas me gusta más, tu mouthpussy o tu boypussy, ambas están hambrientas y apretadas”.

Mi boypussy se apretó sin que yo lo quisiera, tratando de ganar la competencia, pero entonces me lance hacia adelante y me comí dos pulgadas más, la bulbosa cabeza ahora estaba entre mis costillas.

Y saber que una enorme verga negra casi estaba en mi estómago, me puso al borde del precipicio, pero no me perdonaría correrme antes que mi papi asi que aceleré, sacaba casi toda la verga de mi garganta hasta que solo la cabeza quedaba atrapada en mis amígdalas y de nuevo me la tragaba hasta que solo quedaban tres pulgadas fuera.

Mis manos apretaron las enormes bolas con las que había estado jugando todo el tiempo, pero use una de ellas para acariciar mi propia garganta y note el contorno perfectamente marcado de la enorme verga que me estaba comiendo, la cabeza se dibujaba obscenamente cada vez que llegaba a la altura de donde tendría mi manzana de Adán, en realidad nunca me había salido, y asi acaricie esa poderosa verga por sobre mi propia piel y la magia sucedió.

Pude sentir como su ya enorme verga se hinchó aún más, y se puso tan dura que creí me desgarraría por dentro, su cabeza se hincho tanto que me por un momento creí que me ahogaría pero me obligue a respirar por la nariz y pude superarlo.

Cuando papi sintió su propio orgasmo acercarse metió un tercer dedo y acelero el mete saca, mi cuerpo listo ya para otro orgasmo, o mejor dicho un sissygasm estaba también temblando de anticipación.

Mi clitty estaba palpitando y dando saltitos… pero no estaba lista aún.

Me había tomado casi media hora comer diez deliciosas pulgadas de chocolate negro, pero ya no tenía tiempo… el mete saca era ya frenético, papi me tomaba de la cabeza con su mano libre y follaba mi boca como si de verdad fuera una vagina.

Y aprovechando cuando él me empujó hacia su pubis, yo misma me lance hacia adelante, las últimas dos pulgadas bajaron casi hasta mi estómago, y mi nariz chocó contra su vello púbico, respire desesperada, en principio porque si dejaba de respirar por la nariz podría ahogarme y aún más importante deseaba drogarme de nuevo con mi perfume favorito.

“Me corro putita, comételo todo”.

Mi toro negro, enterró sus dedos lo más profundo que pudo ir y los dejo ahí mientras que con su otra mano buscó uno de mis pezones y lo pellizcó bruscamente.

Gemí ruidosamente y mi boca apretó su pene succionando con todas mis fuerzas.

Sentí como su pene latió y disparo una enorme carga de un líquido espeso y pesado directamente en mi estómago.

Mi estrecho ano se apretó con más fuerza y más tiempo antes de relajarse, papi dejo sus dedos quietos dentro de mí, no sé si por mi placer o por estar concentrado en el suyo propio.

Mi clitty no disparó esta vez, simplemente se quedó totalmente erecto y babeando una gruesa cuerda de mis cristalinos jugos maricas.

Papi disparo tres cargas de semen directas en mi estómago pero yo quería probar su sabor, me aleje de él sintiendo como la bulbosa cabeza acariciaba mi garganta y cuando se trabo en mi esófago solamente retrocedí con más fuerza, un pop de succión sonó ruidosamente y por fin tenía su enorme cabeza dentro de mis mejillas.

Una cuarta carga de semen salió disparada, era tanta como un gran trago de yogurt, llenando mis mejillas de leche como las de una ardilla, sabia exquisita, solo probar ese salado y fuerte sabor hizo que mi ano se apretara por unos buenos siete segundos de éxtasis, mi cerebro quemándose de placer, una nueva carga me obligo a tragar rápidamente, y asi carga tras carga, hasta contar cuatro, me comí su deliciosa leche de macho.

Me saque ruidosamente la cabeza purpura de mi hombre lo cual provoco otro sonido de succión cuando mis gruesos labios de puta se aferraron alrededor de su cabeza.

Apunté a mi cara, dos fajos de semen más volaron de su enorme orificio y me cubrieron el rostro, mi boca abierta de par en par y mi lengua colgando como una perra sedienta.

Por primera vez puede ver y sentir semen de verdad, era espeso, pegajoso, pesado, caliente y blanco, muy blanco, nada parecido al jugo marica que brotaba sin parar de mi clitty.

Papi bufó contento mientras seguía con sus dedos bien clavados en mi ano, que había tenido la misma cantidad de orgasmos que sus disparos de semen, diez.

Mis piernas temblaban como gelatina y mi culo estaba empapado de “miel” otra vez.

Papi saco sus dedos de mi estrecho capullo rosa, y tomo todo su semen de mi rostro y después metió esos dedos untados en su leche y mi miel en mi boca, donde de nuevo me puse a chupar como si no hubiese estado comiendo verga hace unos segundos.

Cuando deje sus dedos limpios, por fin papi me miró directamente, su cuerpo estaba empapado en sudor, y sin pensarlo lo abrace de las nalgas y lo acerqué a mí y bese su abdomen, para después lamer su salado sudor directo de su negra piel.

Baje mis lametones y besos por su pubis y termine besando de nuevo esa enorme verga negra, que ahora estaba a media erección, un poco suave y esta vez curvada hacia abajo, y aun asi su cabeza de hongo era más grande que mi dicklet completo.

Bese la cabeza agradeciéndole por la comida, pero mis besos de agradecimiento se hicieron cada vez más pasionales y sacando la lengua de nuevo comencé a darle lamidas mientras jugaba con sus pesadas bolas negras, después de unos minutos  ya la tenía en la boca dando lametones y succionando cualquier resto de semen que tuviera atrapado.

“Eres insaciable pequeña potra”

El sr. Darius me miraba orgulloso y feliz.

“Eres la mejor chupapollas que he conocido jamás, una decena de perras han podido meterse la cabeza de mi verga en la boca y solo media docena de putas han podido comerse mis doce pulgadas, y ninguna yegua ni mujer ni mariquita  lo había logrado la primera vez… en definitiva eres la mejor chupapollas, la mejor, y la más femenina maricona que jamás he tenido, y con un poco de trabajo podrías será la hembra más hermosa de todas”.

Reí traviesa, y alagada

“Gracias papi”.

Y por primera vez en mi vida era la mejor en algo.

En la escuela no era la más veloz y jamás seria fuerte, no tenía ningún talento como la música, pintura o poesía, era una persona anónima, una más del montón, que se sentaba a admirar al poderoso y fuerte Aiyden y a las agiles sexys porristas, pero sin la mínima esperanza de igualarlos.

Pero ahora por fin había descubierto mi talento, por vez primera era la mejor en algo, la mejor.

Siempre había sido superado por todos los hombres que me rodeaban y peor aún  por todas las mujeres, siempre el débil y el pequeño, en lo único que destacaba era en los estudios, y ni siquiera era el mejor en ello solo un poco por encima del promedio.

Pero el Sr. Darius ahora me otorgaba el título de mejor chupapollas, “LA MEJOR”, la única que había podido comerse por completo su hermoso y gigantesca verga en el primer intento.

Era una putita natural una mariquita perfecta, una yegua en celo y aun cuando parecían insultos, para mi sonaban como títulos reales otorgados por un rey africano a una de sus plebeyas.

Y mi pequeño pecho se hincho de orgullo, me encantaba ser la mejor chupapollas que hubiese tenido este  enorme toro negro, pues era obvio pensar que decenas o tal vez cientos de mujeres y Sissys habían chupado y adorado esta hermosa verga negra, pero solo yo había logrado tragarla por completo en nuestro primer encuentro.

Papi me dejo jugar con su gran polla negra hasta que estaba de nuevo totalmente erguida y curvada, y el nudo en su parte media duro como una piedra.

Entonces me lanzó hacia la cama de nuevo, caí riéndome, y mirándolo lascivamente me acaricie mis pezones, bajando hasta my boypussy, donde estiré mis piernas y separe mis nalgas para que viera mi capullo rosa totalmente mojado haciéndole guiños.

“Maldita zorra hermosa, ¿te estas burlando de mí?”

“jamás haría eso papi…” Pero de nuevo abrí y cerré my boypussy, mientras hacia un puchero con mis labios de puta.

“Si tanto quieres que te folle, lo hare…”

Aplaudí femeninamente

“Gracias papi…”

“Pero te follare como lo que eres, como una puta con un culo gigante de yegua. ¡Ponte en cuatro patas zorra!”

Mi cuerpo tembló de anticipación y me gire rápidamente.

Mi instinto me indicó como tomar posición, enterré la cara en las cobijas, y arqueé mi espalda sacando el culo no solo hacia mi macho también hacia arriba.

Mis rodillas se separaron para que mis  muslos gordos dejaran a la vista mi dicklet, que esta vez estaba totalmente flácido, pero no me preocupaba, no necesitaba estar duro, una niña no se folla a nadie, a las niñas se las follan, y yo era una pequeña niña blanca.

Mis manos sujetaron y separaron mis enormes nalgas para ofrecer mu boypussy a mi macho.

“Eres perfecta Alexis, la niña perfecta, y ahora te voy a hacer mujer”

Gemí de deseo.

Sentí como su caliente cabeza se acercaba a mi ardiente boypussy y a un centímetro de llegar se detuvo… el calor entre ambos podía sentirse aun sin tocarnos… y entonces…

Un timbre de teléfono rompió el encanto en el que estábamos metidos.

“Pero ¿qué demonios?”.

La voz de papi sonaba furiosa, aún más que cuando estaba castigándome a mí.

Y se inclinó hacia sus pantalones para tomar el ruidoso celular.

“No papi, no contestes”. Me gire a verlo.

“este celular es solo para emergencias princesa quédate ahí”.

“Si papi”. Y me quede ahí esperando en esa humillante posición que extrañamente se me hacía completamente natural.

“¿Bueno?”

Contesto de manera brusca. Y después un silencio.

“¿Qué diablos estas diciendo?  ¿Estás seguro? ¿Ya llamaron a su familia?”

Papi se quedaba en silencio cada vez que contestaba y su rostro se volvía cada vez más preocupado.

Pero lo verdaderamente importante fue que su hermosa gran verga negra perdió su erección segundo a segundo.

“Maldita sea, salgo en un momento, quiero hablar con ellos primero, trata de que no hablen con ningún abogado mientras llego”

Enojado colgó y abrió una enorme ducha que se escondía en una de las paredes de ónice.

“¿Papi?” pregunte asustada y decepcionada.

“Perdona princesa, tengo que marcharme ahora mismo, hubo un accidente y… vístete te llevare cerca de tu escuela”.

“Pero papi…”

“Obedece niña”

“Si papi”.

“Espérame en el auto, no puedes bañarte conmigo porque terminaría por follarte, eres demasiado hermosa”.

Lo dijo enojado y distraído, no era un halago y por eso mismo me gustó más.

Me levante de la cama, tuve que bajar por uno de los costados pues toda la parte del frente estaba empapada de mis jugos, de papi no había ninguno porque había comido toda su leche.

Me vestí de prisa odiando esta vez más mis feas prendas, era horrible ropa de niño, y yo no era un niño era una mariquita.

Bajé hasta la cochera pasando de nuevo por enfrente de aquellos cuartos de invitados vacíos.

Y me metí al elegante Maserati, estaba frustrada enojada y caliente, quería que papi me follara… no.

Yo necesitaba que me follara, que me poseyera, que me montara, que me convirtiera en mujercita.

Enfurruñada me recargué en el cristal

Pude sentir el cansancio fruto de todas las emociones del día y de mis dos sissygasms cubrir mi pequeño cuerpo.

Asi que cerré los ojos tratando de descansar un poco y me dormí casi inmediatamente.

“Princesa… despierta… Alexis… preciosa… despierta”

Sentí como me sacudían y escuche la grave y profunda vos de un hombre tratando de despertarme.

Pero ¿por qué me decía aquellas hermosas palabras más propias para una niña? Recordaba vagamente un sueño en donde un enorme dios negro me convertía en una niña pequeña y hermosa, pero era solo un sueño y ahora despertaría en mi cama para iniciar otro día común y corriente.

“Maricona despierta ya”.

La voz esta vez fue más directa y firme.

Inmediatamente obedecí, abriendo los ojos, ya era de noche, y yo estaba dentro de un elegante auto forrado en piel, y a mi lado abriendo la puerta y ofreciéndome su mano un apuesto hombre negro que parecía fundirse con la noche que rodeaba el auto me miraba sonriendo, su traje esta vez era negro incluyendo su camisa y corbata.

“Ya llegamos preciosa… perdón por no poder terminar lo nuestro, pero tengo que irme”.

El sr. Darius ahora de nuevo era todo un caballero, y no el poderoso y enojado dios que me dominó en su casa, mi cerebro tuvo que admitir que todo lo que recordaba era real.

Me tallé los ojos como una gatita adormilada, y miré donde estábamos.

Un Starbucks a lado de la carretera, iluminaba la noche con sus mesitas y sillas al aire libre cubiertas por sombrillas.

Reconocí la sucursal como la que se encontraba a dos cuadras de la escuela.

Muchas personas que estaban tomando bebidas en esa calurosa noche miraban curiosos la escena.

“Vamos princesa, abajo”.

“Está bien papi… Señor”.

No sabía por qué pero llamarlo papi fuera de la cama no me parecía correcto.

El Sr. Darius me miro intrigado pero cuando su celular sonó de nuevo enojado suspiró y me ofreció su gigantesca mano.

Bajé… y estuve a punto de caer, mis piernas se sentían débiles y temblorosas, pero mi caballero negro me atrapó y me ayudó a sentarme en una de las sillas.

Mi bicicleta ya estaba recargada en al lado de la mesita.

“¿Estas bien Alexis?”

“Si señor”.

“Tengo que marcharme, cuídate preciosa”.

El enorme macho negro me miro una última vez y subiendo a su carísimo auto se marchó sin mirar atrás, me quede viendo el auto hasta que desapareció en a lo lejos seguido de otros autos que abarrotaban la calle.

Mi mente estaba en pausa, no sentía nada, ni pensaba nada, solo existía, con la mirada perdida en el infinito.

“¿Señorita? Aquí tiene su bebida, ¿se encuentra bien?”

Levante la mirada saliendo de mi trance y miré a una chica joven, tal vez de mi edad, pero rubia y gorda, con la cara llena de acné.

Ella también me había llamado señorita, ella también creía que era una niña… lo cual no era extraño pues yo era cien veces más bonita que ella y tenía mejor cuerpo.

“¿Mi bebida?” pregunte tontamente.

“El caballero que se acaba de marchar la compró para usted”.

La gorda joven me entregó una bebida de color rosa y azul pastel tan colorida que parecía salida de alguna caricatura para niñas pequeñas.

“Gracias”.

“Y me dio esta también para usted”.

Me entregó una servilleta con un mensaje escrito.

“Eres única, increíble, casi irreal.

Eres la existencia perfecta,

Sumisa y salvaje.

La niña perfecta, rosa, pequeña y frágil,

Pero sexy, ardiente y sensual.

No creía en la existencia de niñas como tú,

No creía en hadas y unicornios,

Ahora sé que tú eres un hada, tú eres un unicornio.

Pero los unicornios no pueden ser robados,

Se entregan voluntariamente a sus amos.

Y debajo había un número de celular

“Es un unicorn frapuccino, debe quererla mucho”.

“Gracias”. Repetí

La chica me miro con envidia y enojo y después se marchó.

Lleve el popote a mis labios… mis labios de puta que aún tenían el delicioso sabor de semen, y probé aquella colorida bebida.

Y cuando el azucarado sabor artificial golpeo mi lengua borrando el rico sabor salado de la leche de macho negro que tenía… comencé a llorar escandalosamente.

Hola Sissys, soy yo Loly, e tomo mucho este cap por lo largo, la verdad no planeaba escribir 10000 palabras solo del encuentro sexual de Alexis, pero simplemente las palabras seguían saliendo, este relato es 100% original y mio, pero uso palabras en inglés porque son más bonitas,(boypussy, y sissygasm)  es más tuve que cambiar Sissy por marica, pero me gusta más Sissy y cuando escribo me sale más natural, ustedes que opinan puedo seguir usando Sissy, o mejor uso marica, mariquita y maricona? Ustedes deciden.

Mi correo es Sissywhitwboy@outlook.com