Mi nuevo empleo.

La mala situación económica me obliga a perder mi virginidad y convertirme en el plato especial del día para los marinos mercantes que atracan en mi puerto. Me hacen gozar y me pagan.

MI NUEVO EMPLEO

Desempleado, soltero, veinticinco años y cuando me fui de mi casa juré no regresar. Debo reconocer que mi padre tuvo razón cuando me dijo que no estaba preparado aun para ganarme el pan por mi cuenta. En este momento mis fondos están en el nivel en el que empiezan a sonar las alarmas.

Cerca de mi pensión hay una bonita plaza, sombreada y con algunos bancos de madera; es domingo me pongo unos shorts, sandalias de goma y franela, compro un periódico y a la placita fui a sentarme para dedicarme con tranquilidad a marcar en los clasificados las posibles oportunidades de trabajo.

El tipo apareció sin yo darme cuenta, pidió permiso para sentarse en el mismo banco, mi ánimo no estaba para conversaciones así que sin molestarme en mirarle no le respondí,  solo me arrimé para hacerle espacio. El se quedó mirando el mar sin hablar y yo me concentre en mi actividad.

En un momento en el que dejé de leer y aparté el periódico a un lado mientras descansaba la vista el hombre por primera vez me miró y me preguntó  con un acento muy extraño a la vez que sonreía-¿comprando cosas?- No, buscando trabajo-contesté.- Será empleo porque trabajo pasamos siempre, he oído decir, me ripostó riendo-. Yo también sonreí mientras afirmaba con la cabeza.

Seguimos conversando de varias cosas, era marino y ejercía de Jefe de Maquinas de un barco alemán que en ese momento efectuaba operaciones de descarga en el aledaño puerto comercial de la ciudad. Miraba sin disimulo mi cuerpo y al levantarme para ir a depositar en una papelera cercana la cobertura de papel de un helado que me había brindado, se recreó mirando mis abultadas nalgas con ánimo lujurioso. Al regresar a sentarme me sonrió de manera extraña. Soy gordito de formas provocativas, soy imberbe y mi piel es como la de un melocotón, no tengo pelos en ninguna parte, solo pelusa. Soy heterosexual….creo….creía.

Como dice la canción, el tipo me propuso de la manera más brutal y descarada que si quería ganar dinero me fuera con él a su barco y que por darle contento a su cuerpo me pagaría una cantidad que a su mención, quedé abismado: con eso podría vivir tranquilamente más de un mes. Tenían prohibido llevar mujeres al barco, pero hombres no, añadió con una carcajada.

-¿Qué me dices?, concluyó mientras ponía una de sus callosas manos en mi rodilla- una corriente calórica bajó desde allí por mis muslo y se perdió entre mis nalgas. Sentí que estaba atrapado por esa mano ardiente y forzuda. Mi mente intentó rebelarse: El tipo se había equivocado conmigo. Pero, necesitaba dinero con urgencia y el tipo era un perfecto desconocido que no le comentaría a nadie que yo conociera nuestra relación. Hoy mismo su barco zarparía de acuerdo a lo que me había contado. No volvería a verlo.

-Nunca lo he hecho, fue lo que se me ocurrió responder con un aire verdadero de inocencia-

  • Buen momento para empezar y si es verdad lo que me dices de tu virginidad, te pago el doble de lo ofrecido- me miraba con redoblado interés, casi rogándome, su mano bajó hasta mi muslo y mis calores recorrieron mi abdomen.

Si me hubiera puesto más duro, podría haber conseguido el triple. No quise abusar.-Acepto, le dije levantándome para no correr el riesgo de echarme para atrás- era una solución momentánea a mis problemas y si no me dolía mucho quizás hasta pasaríamos un rato agradable, a la par que, conocería un barco, algo que desde niño había querido realizar. Sin pensarlo más tomamos un taxi.

Subimos a una nave inmensa y en plena actividad portuaria, casi no se notó mi presencia. Me llevó a su camarote, me ordenó desvestirme, lo hice con mucha vergüenza, el momento estaba llegando. Apenas pudo mirarme un poco, pues vinieron a buscarle reclamando su presencia en alguna parte del carguero.

Quedé solo y desnudo  en el frio y monacal camarote del Jefe de máquinas. Al ponerme a pensar tuve miedo de las consecuencias de mi decisión. Por el dinero y la rebeldía estaba en manos de gentes extrañas, desconocidas y a las que poco les importaba lanzarme al agua después de violarme. Decidí calmarme, no ganaba nada con el pánico. Pasó mucho tiempo, me puse el short nuevamente. A lo mejor el tipo estaría tan ocupado que podría irme tal como había llegado. Esperé. A pesar de todo estaba excitado.

El hombre regresó, sudado y enrojecido el rostro, con una braga grasienta, acompañado de un ayudante. Extendieron unos planos sobre la mesa sin tomarme en cuenta para nada, hablaban en alemán y no entendí ni papa, parecían discutir, al fin se pusieron de acuerdo y el ayudante salió sin dejar de echarme una mirada y hacerle un comentario al jefe, este, contestó llevándose la mano a la entrepierna mientras ambos reían.

Se despojó de la sucia braga, que quedó tirada. Su cuerpo sudoroso, peludo, grande y fuerte contrastaba con el tallo que asomaba entre sus bolas. No parecía un arma muy intimidante para mi iniciación. Al empezar a crecer,  por su excitación al avistar mis potentes nalgas, cuando me libré de mi pantaloncito,  el peligro en mi estreno también creció.

Me atrajo hacia sí atenazando mis nalgas, acercó mi pito semi excitado a su cara y me lo mamó un poco. Me volteó y me obligó a inclinarme hacia adelante, mis nalgas quedaron en su cara. Su lengua penetró mi grieta y encontró el agujero. Sentí un relámpago atravesando mis entrañas. Era divino. Me abrí todo lo que pude y apoyé mis manos en sus rodillas, algunos sollozos se escapaban de mi garganta mientras él me comenzaba a masturbar lentamente.

-Voy a darme fiesta con este virguito, dijo con su raro acento- al parecer ahora estaba seguro de mi virginidad. El dinero estaba seguro también.

Dejó de mamarme y me indicó que me arrodillara y agarrara su estaca. Esta, había crecido a unas proporciones respetables, olía a sudor y orines pero me la metí en la boca sin chistar y comencé a hacerle lo que me gustaba a mí que me hicieran. No quería hacerle acabar muy rápido, pero los días de mala mar y las noches de mala leche hicieron que en menos de tres minutos su leche escurriera por mis labios. No me atreví a escupirla y la tragué.

Se incorporó con su tranca a toda máquina otra vez. Estaba listo para atravesar obstáculos mayores que el que le podía oponer mi pequeño esfínter alebrestado y ensalivado copiosamente. Me acostó boca arriba, subió mis piernas hasta mi pecho. Quedé abierto y con mi culito tierno al aire sin ninguna defensa ni protección. Comenzó con su lengua a cosquillearlo para que aflojara la presión. Ensalivaba un dedo, lo metía y lo sacaba; mojaba dos dedos los metía y los sacaba. Jugaba con mi huequito como un gato con un ratón desfallecido.

Por medio de una maniobra rápida, violenta, sorpresiva y alevosa me introdujo su palo hasta el fondo aprovechando el adormecimiento de mis defensas con el jueguito de su dedito y su lengüita. Estaba pendiente de mi expresión, era parte de su goce. Abrí los ojos al máximo y lancé un grito de angustia y desesperadamente traté de recular para sacarme el intruso, pero imposible,  el tenía más fuerza que yo y me tenía aferrado por la cintura con sus fuertes brazos. Riendo a carcajadas me dijo: me encanta reventar los virgos de esta manera. Yo le miraba con rabia, dolor e impotencia; el no cesaba de celebrar su triunfal entrada en mi subterráneo.

Empezó a moverse sin dejar de mirarme sádicamente, en cada violenta entrada yo sentía sus pelos arañando mis nalgas regordetas, cuando estaba a fondo lo meneaba con movimiento rotatorio, estarme violando parecía acrecentar su placer y verme sufriendo lo llevaba a su cima.

Poco a poco me fui relajando,- bueno ya está hecho y no es tan malo, pensé-.

Cogí su ritmo mientras él me cogía a mí yo lo cogía a él con mi culo. Empecé a colaborar en mi violación, empujaba con mis caderas ayudando a su penetración, sentía un gustico morboso por estar siendo el instrumento del placer de ese desconocido, al que no vería mas, un tipo como aquel: Rudo, sudoroso, maduro y al que se le notaba que yo le gustaba y me estaba gozando y además me pagaría.

El acto fue de largo aliento, el no se cansaba solo gozaba. Mi inexperiencia me impidió notar que ya había acabado otra vez, ahora dentro de mí pero se hizo el loco y no paró. Creí que sus líquidos pre seminales eran los que habían lubricado con exageración mi canalito y facilitaban el taladramiento de mis entrañas. Lo cierto es, que ahora me gustaba más, pues el roce rudo y áspero se transformó en un resbalar suave y desahogado de su herramienta incansable.

Empecé a masturbarme con los ojos cerrados pero el apartó mi mano para hacérmelo el mismo. Lo hacía con buen ritmo y mi placer estaba a punto de culminar, me preparé para acabar rodeando su cintura con mis piernas y me lo zampé todo lo posible siguiendo su ritmo. El explotó primero que yo con un grito ahogado que salía ronco de su garganta. Yo me fui, gritando y gimiendo mientras mis nalgas lo abrazaban, mi semen rebañó mi abdomen en una acabada anormalmente  fluida.

Me lo sacó una vez que se calmó.-Terminó todo, dijo-Mi culito se cerró hermético sin dejar salir su leche. Se inclinó sobre mí y sorbió las gotas de leche que quedaron sobre mi pene.

Me vestí en silencio. El sacó de una gaveta la cantidad acordada y algo mas-para el taxi, indicó- me informó que el barco regresaría a puerto dentro de unas semanas. Le di mi número de teléfono. Salí  de allí, el negocio había terminado.

Tres días después, otro tipo con acento alemán, también, me llamó a mi teléfono. Su amigo me había recomendado, quería una cita para que saliéramos. Le dije cuanto cobraba, el precio había subido. Aceptó sin chistar. Estaba ansioso por conocerme.

Ya no tenía que seguir buscando trabajo.

Fin