Mi nuevo compañero de baile tenía un prestigio...
(con foto)Mi nuevo compañero de baile tenía un prestigio inquietante. decíam que se había garchado a cada uno de sus anteriores compañeros de baile ¡En el salón de baile y a la vista de todos!
Mi nuevo compañero de baile tenía un prestigio inquietante.
Por lindo culo 04. lindoculo04@yahoo.com.ar
Llegué un poco tarde al salón de baile gay, a propósito. Quería conocer personas nuevas, ya que las veces anteriores había bailado siempre con el mismo.
La estrategia me dio resultado, ya que pude ver que mi amigo ya había abierto ambas braguetas, la suya y la de su compañero de baile, y había adentrado su tranca dentro del pantalón del otro, que por la expresión de su rostro, se podía ver que estaba excitadísimo con la situación.
Me fui dando una vuelta por el salón y un tipo me llamó la atención, una pareja que bailaba cerca de mí, advirtió mi interés en el individuo y me previno: "cuidado con ese, se los coge a todos..." El tipo no me pareció tan impresionante, seguramente exageraban. Me encaminé hacia él y lo invité a bailar.
Como es habitual en ese salón, el hombre colocó su bulto en la misma línea que el mío. Como me llevaba fuertemente apretado por la cintura, inmediatamente comenzaron los roces entre penes. Este muchacho lo tenía bastante grande. "Bienvenido sea", me dije, y me apronté a disfrutar el contacto.
Mi compañero bajó ambas manos hasta mis nalgas, como si quisiera asegurarse de que la frotación fuera continua. Pero al parecer sus intenciones iban más allá de eso. Sus manos comenzaron a acariciarme las nalgas.
Y bueno, si él disfrutaba de tocarme el culo, yo también podía disfrutarlo. Y realmente lo estaba disfrutando. Este individuo tenía un repertorio de caricias de culo, que me mostró su maestría.
Sus manos se cruzaban y descruzaban de una nalga a la otra. Usaba, entre otras cosas, una caricia circular que abarcaba ambas nalgas. Se detenía un momento al pasar por la raya, para después continuar. También iba apretando mis glúteos con sus fuertes manos, imprimiéndoles distintos sentidos de rotación.
A esas alturas mi nabo estaba completamente erecto. Y el suyo también. Por lo que la fricción entre nabos iba siendo cada vez más deleitosa.
Pero las tocadas de culo llevaban la delantera, y mi culo se sentía en el paraíso.
Los temas musicales se sucedían sin solución de continuidad. No había terminado uno y ya seguía el siguiente.
Con una de sus manos comenzó a recorrer mis muslos, en una caricia muy calentante. Pasaba de una caricia a la otra como si quisiera tener todo mi cuerpo caliente y erotizado. Yo empecé a llamarlo "papito", y él metiendo mano por dentro de la parte trasera del calzoncillo. Una vez allí su dedo mayor se abrió camino entre mis glúteos y mi ojete sintió como me lo dedeaba. No esperaba algo así, ni tampoco tuve tiempo para impedirlo, porque realizó la maniobra en cuatro o cinco segundos. ¡El tipo me dedeaba el culo, ahí, en la pista de baile, a la vista de todos! Y para asegurarme como su presa comenzó a darme besos en la boca. Al principio en los labios, pero cuando los entreabrí su lengua tomó posesión del lugar. Y entretanto, su dedo había llegado hasta el fondo del orto, y estaba cogiéndome con él. Además de "papito" le dije otras cosas, pero me da vergüenza contártelas.
La pareja que me había hecho la advertencia nos seguía mirando y no se perdieron detalle. Sabían que el tipo me iba a coger en forma ineluctable. Ya tenía su soberbia bananota bamboleándose en el aire con su poderosa erección.
Los más asiduos concurrentes del salón se habían detenido para disfrutar del espectáculo, que era habitual con este hombre. Con un gesto decidido me bajó de un golpe los pantalones y calzoncillo. Y amarrándome con manos férreas por las caderas, enfiló su glorioso nabo por mi tierno agujerito, que se fue abriendo con una complacencia que me sorprendió completamente.
En un instante me tuvo totalmente empalado, y comenzó el traca traca, ante los mirones, que veían como un nuevo inexperto había caído como víctima de mi vencedor.
Sentía las paredes de mi ojete dilatadas como nunca hubiera supuesto, abiertas el grosor de ese increíble tronco. Los vaivenes de la garchada que me estaba dando se fueron haciendo progresivamente más largos, saliendo casi completamente para volver a entrar hasta el fondo. Las entradas y salidas tenían un ritmo parejo, no frenético pero tampoco lento.
Me corrí. Seguramente mi próstata había estado recibiendo mucha presión con tamaño grosor. Y me corrí. ¡Acababan de cogerme en el salón de baile gay, a la vista de todos!
Pero mi depredador no pensaba detenerse, y siguió en forma imperturbable con el ritmo que ya traía. Se ve que estaba acostumbrado a ver como sus víctimas se corrían ante la riquísima garchada de su dura y enorme pollota.
Yo sentía el ir y venir de su poderosa herramienta dentro de mi orto. Y -¿para qué negarlo?- lo estaba disfrutando.
A los veinte o treinta minutos volví a correrme, diciéndole incoherencias tiernas y apasionadas.
Y él seguía, ineluctable. Yo había arqueado la cintura para ofrecerle mejor mi culo. La tercera vez tardó mucho más, pero al final me tuvo completamente empalmado por esa gloriosa tranca.
Algunos de los asistentes había pelado su propia pijota y se la meneaban lentamente, con la esperanza de correrse al mismo tiempo que yo.
A esas alturas mi visión se había vuelto turbia y borrosa. Pero el pedazo en el culo lo sentía perfectamente. Estaba acelerando su garchada y cuando me penetró hasta el fondo quedándose extático pude sentir las pulsaciones de su musculoso tronco echando sus chorros en mis entrañas. Y entonces, completamente conmovido, me corrí con él, embelesado con su gran miembro y lo que era capaz de hacer. Y que me había hecho, dejándome prendado de él.
La rogué con devoción que no me la sacara. Y me llevó así, completamente ensartado, hasta un sillón en el que me quedé sentado arriba suyo, con su tremenda cosota dentro de mi. Me quedé dormido, y cuando me desperté me pareció que a él le había pasado lo mismo. Habremos dormido un par de horas. Su miembro se sentía blando, claro, pero aún me tenía ensartado y así me llevó hacia un dormitorio que tenía el salón, diciéndome que en una cama estaríamos más cómodos, "y ahí vas a ver lo que es bueno".
¡Y vaya si tenía razón! Pero eso te lo contaré la próxima vez.
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