Mi Nuevo Amigo Sexual
A veces es bueno salir y disfrutar, pueda que te topes con el amor con tu vida o con el hombre que te dará la mejor cogida de tu vida.
Nunca me había considerado una chica atrevida, siempre fui conservadora y desentendida de las relaciones amorosas. Tampoco es que sea una santa, tenía un amigo sexual, pero no era nada intenso, confieso que nos quitabamos las ganas, y luego cada quien se iba por su camino.
Por eso sería que tenía una perspectiva del sexo bastante simplista, hasta rayar en lo aburrido, pero todo cambió en una sola noche. Una noche que todavía recuerdo y puedo sentir a flor de piel.
Todo ocurrió una noche en que Diana, mi mejor amiga de la universidad, me invitó a su apartamento de soltera. Les mentí a mis padres diciendo que iba a estudiar para un examen, cuando en realidad iba a una reunión con sus amigos más íntimos.
Esa noche vestí con pantalones ajustados, camisa abotonada y botas altas, me puse algo de maquillaje, y salí dispuesta a disfrutar.
Cuando llegué, el apartamento estaba abarrotado de personas; unos bailaban y otros hablaban.
-¡Ana! –gritó Lucía, mi mejor amiga-. ¿Preparada para la mejor fiesta de tu vida?
-Mmm. Creo que sí –le dije.
Pero en seguida me inhibí, tomé asiento y los vi a todo desde una distancia cómoda, deseando estar en mi cama, o al menos con mi amiguito sexual.
-¿Aburrida? –preguntó un tipo que se sentó a mi lado.
-Algo –le dije, y volteé para detallarlo.
Era un rubio alto, de contextura atlética y ojos grises, era bastante joven. Lo que más me llamó la atención fue que vestía un uniforme de policía.
-¿Sabías que puedo arrestarte por aburrimiento? –preguntó a modo de broma.
-¿Sí? –le dije- ¿Por cuánto tiempo me arrestarías? –le pregunté con picardía.
Y en el acto me asusté de mí misma, y del efecto que ese tipo había causado en mí. Nunca antes había hecho una pregunta tan evidente a un hombre. Él sonrió y se acercó más.
-Me llamo Bryan. ¿Cuál es tu nombre? Nena –preguntó con voz áspera y ronca.
-Soy Ana. Un placer –le susurré al oído.
Su expresión era evidente sabía lo que yo pretendía, me ofreció unos tragos y comenzamos a hablar de nuestras vidas… De pronto comenzó a sonar Chillax de Farruko.
-¿Quieres bailar? –preguntó, al ver los efecto de las luces de discoteca.
No le dije nada, pero él se incorporó y me dio la mano… Los tragos habían surtido efecto. Así que dejé que la música se entremetiera en mis huesos y empecé a bailarle, primero a una distancia prudente y luego muy cerca.
Su olor era exquisito, sus manos acariciándome el abdomen eran fascinantes y su voz áspera susurrándome la canción que sonaba era delirante… No lo resistí, y comencé a rozar su miembro con mi culo.
-Vivo cerca, ¿sabes? –dijo.
-¿Y qué esperas? –le dije y comencé a besarlo.
Él me interrumpió para tomarme de la mano y llevarme hasta su apartamento… Fuimos directo a su cuarto, y en ese punto comencé a sudar y a temblar, lo que recorría mi cuerpo era pura adrenalina.
-¿Por qué tan nerviosa? ¿Acaso no eras lo que querías? –preguntó, y me tomó por la cintura hasta unirme con su cuerpo.
-Sí, quiero que me apliques todo el peso de la ley, que me mates con tu pistola –le dije mientras mordía mis labios y apretaba su pene.
Él no perdió oportunidad, me dio una nalgada y comenzó a desvestirme…
-¡Qué rica estás! Me provoca echarte güevo toda la noche, pero sólo tengo unas horas para subirte al cielo –dijo.
Eso en lugar de ofenderme me excito aún más.
-¿Ah sí? –le dije-. Veamos si la perra de tu novia, amante o mujer te lo hace tan rico como te lo voy a hacer yo.
Y en el acto me arrodillé, y con desespero le bajé los pantalones.
-¡Guao! –exclamé, y no era para menos, su pene medía unos veintiún centímetros y tenía un grosor bastante aceptable.
En verdad, estaba ansiosa; la boca se me hacía agua, pero quería destacarme. Así que empecé por sus testículos, le pasé primero mi lengua y luego los chupé con delicadeza.
Acto seguido, comencé a lamer su pene por los lados y de vez en cuando succionaba su cabeza, hasta que comencé a relajar mi garganta y meterlo lo más profundo.
-¡Eeeso! –dijo-. Vas bien.
Pero sus palabras me volvieron loca y comencé a mamárselo de forma alocada, sentirlo tan caliente y al mismo tiempo tan excitado me hacía esforzarme para darle más placer.
Él se quitó la camisa y luego los zapatos, me levantó del suelo y me echó en la cama. .
-Levanta y abre las piernas –ordenó.
Y empezó a pasar su lengua por mis muslos, por mi culo y por mi vagina, donde daba lamidas y succionaba. Yo empuja su cabeza entre mis muslos, sentir su respiración y su lengua dentro de mí me ponía caliente.
Era inevitable hacer el sesenta y nueve, y mientras yo le succionaba y pajeaba su pene, él metía un dedo en mi culo y otro en mi vagina mientras me lamía.
-Méteme más –le supliqué muchas veces.
Hasta que saco el dedo de mi culo y abrió mi vagina para meter varios de sus dedos, mientras tanto yo me tragaba todo su güevo, saboreando su exquisito líquido pre seminal que lubricaba mi boca para hacer todo más fácil.
Por un momento pensé que él iba a acabar, pero se incorporó y me puso boca arriba.
-Sólo concéntrate –dijo y salió de la habitación.
Volvió rápido y ni siquiera me dio tiempo de ver que traía, estaba tan desesperada y necesitada de un hombre como él, que sólo quería que me cogiera de una vez por todas.
Subió mis manos me colocó unas esposas y me pidió que cerrara los ojos. Por mi cuerpo cayeron dos líquidos: uno caliente y otro frío.
-Ahhh –grité, la sensación era delirante.
De pronto sentí un latigazo en mi vagina, que lejos de dolerme me preparó para la penetración.
-Cógeme, maldito –le dije y abrí mis piernas.
Entonces me penetró de repente, al instante dolió, pero tener un pene de su calibre me producía una llenura inigualable. Abrí los ojos y moviendo mí pelvis lo incité a que entrara y saliera, y lo hacía también que me hacía gritar como loca.
Sí, era agresivo y dominante, pero había hecho tan bien su trabajo que sólo causaba satisfacción en mí. En ese punto estaba dispuesta a dejarme llevar.
Pero la necesidad de tenerlo otras veces, me hizo pensar que era yo quien debía darle una noche inolvidable.
Así que lo senté en la cama, pasé mis manos alrededor de su cabeza para estar más cómoda, y poco a poco fui penetrándome con su miembro. Los líquidos permanecían en mi piel, y al unir su cuerpo con el mío se reactivó la sensación frío/caliente.
-Mieeeerda –decía, al sentir que los líquidos también lo refrescaban y lo quemaban a la vez, o quizás, lo dijo porque poco a poco me fui hundiendo en él hasta tomar el control.
Quedamos frente a frente, en sus ojos se refleja lujuria, así que en un intento de tomar el control me sujeto por los cabellos y pasaba su lengua por mi boca.
-Yo soy la puta que te convengo –le dije mientras me comía su boca.
Empecé con un ritmo lento y matador que lo puso a gemir muchísimo, y poco a poco iba aumentándolo, hasta que subía y bajaba como una verdadera potra.
-Eeeso, así me gusta. Date bien duro. ¡Cómo aguantas!
Pegué mi cara contra la de él, y me di tan duro, como nunca antes me había dado. Los líquidos en nuestros cuerpos, su pene grande llenándome, y la tensión del momento; hizo que mi abdomen se contrajera y terminara acabando como nunca lo había hecho.
Él terminó ganando, me tumbó en la cama me puso de lado y me dio una cogida aún más fuerte.
-¿Te gusta? –decía.
-¡Síiiiiiii! –le respondía.
…Una cogida aún más rápida.
-¿Quieres mis leche en tu cuca? –preguntaba.
-¡Haz lo que tú quieras! –gritaba-. ¡Quiero ser tuya!
-Y lo eres, nena. Eres toda mía –vociferó, y en el acto acabó dentro de mí.
Pero, mujer precavida vale por dos y la única función de mi vagina es ser un parque de diversión para los hombres atractivos. Así que disfruté muchísimo que me llenara por dentro.
Desde entonces no he visitado a Ana, se molestó porque me comí a su amante.
Pero no me importa yo sigo viendo y disfrutando a mi nuevo amiguito sexual.