Mi nueva vida 1
Como el secuestro de un joven le cambia la vida por completo. Feminidad forzosa. Fantasía
Desperté de golpe y abrí los ojos confundido, no sabía exactamente que había pasado. El lugar era oscuro, pequeñas gotas de agua escurrían por las paredes y el olor a humedad era superior a cualquier cosa. Solo había una pequeña luz artificial en el centro del cuarto. Paredes de piedra tallada y el aroma tierra húmeda. Estaba boca abajo en el frió suelo, mis ropas estaban ensangrentadas y me sentía muy débil. Mis manos tenían pesados grilletes. Apenas si me podía despegar de la pared.
- Que rayos… -pensé- ¿Dónde estoy?
Intenté mirar cualquier detalle a mi alrededor que me ayudara a saber en donde me encontraba, pero no encontraba nada. Me sentía débil, una sensación que no recordaba haber experimentado nunca. Estaba prisionero. Y no recordaba nada. ¿Qué había pasado? Solo recordaba regresar del trabajo cuando un fuerte golpe impacto en mi nuca y luego... nada. ¿Quién me había dejado inconsciente?.
-buenos días bella durmiente…-fue la voz que escuché en la oscuridad
Entonces, apareció frente a mí un hombre, tenía corto cabello castaño y ojos azules, hombros anchos y voz profunda, medía como 15 pulgadas mas alto que yo. Estaba vestido de jean negro y camiseta del mismo color. Su mirada seria no parecía ser para nada amistosa. Tuve la sensación de haberlo visto antes.
-¿Quien eres?-pregunté con voz forzada, me dolía la garganta-¿Y por qué estoy aquí?
Se acercó lentamente a mí y por un breve momento creí que seria para liberarme. Pero solo se paró junto a mí, y evitó que me pusiera de pie dándome una furiosa bofetada. Caí al suelo pesadamente, no me podía mover bien.
-creo que tendremos que educarte mejor…-dijo bruscamente- ¿Acaso no me recuerdas?
Lo observé acribillándolo con la mirada oscura y finalmente su apariencia se registró en mi cerebro. Enrique. Habíamos sido compañeros durante la secundaria hace unos cinco años, debo admitir que nunca lo traté de una manera amistosa. Él estaba enamorado de la chica rubia bimbo que estaba enamorada de mí, y siempre me burlé de ambos, aunque ella parecía no disminuir su obsesión por mí.
-no te gastes muchacho…-sonrió soberbio Enrique-Estás bajo mi control, estas encadenado y tan dopado que si me golpeas el rostro dudo que sienta algo mas que costillas. Ahora no eres más que un tipejo vestido como prostituta barata. Pero no te angusties, Ivan -señaló malicioso- Con el tiempo, estarás a tono con tu ropa, eso te lo puedo asegurar- No entendí a que se refería hasta que me fijé mas en mí mismo, llevaba puesto unos unos shorts ceñidos cortos, tan ceñidos y tan cortos que la parte trasera se metía con presión entre mis nalgas y dejaba a la vista gran parte de mi culo (Debo decir también que siempre he tenido un culo muy grande, un poco femenino he de admitir, siempre me he acomplejado de eso) lo que me llevo a darme cuenta que debajo del short llevaba una diminuta tanga que se metía entre mis nalgas, un sostén con relleno y un top sobre este que dejaba ver mi estomago por completo
-Bastardo…-gruñí- ¿Por qué tengo puesto éste?-grité con rabia y vergüenza- ¿Donde está el estorbo rubio? Es extraño que no esté aquí lloriqueando pidiendo que vuelva- Inconscientemente buscaba una manera de lastimarlo o vengarme, sabía que mantenían contacto ya que ambos seguían viviendo en ese pequeño pueblo, la verdad no creía que aún guardara sentimientos por ella, pero era lo único que tenía.
Volvió a acercarse, me ayudó a incorporarme un poco tomándome de los grilletes y terminó por darme otra furiosa bofetada que me tiró al suelo. Esta vez me había partido el labio inferior.
-aun sigues enamorado de ese estorbo ¿cierto? –Dije para seguir provocándolo- dile que nunca me va a importar mas que el suelo donde piso. ¡Díselo de una puta vez y que me deje en paz!..-gruñó molesto- ¡idiotas! ¿Que quieres conmigo? ¿Quieres humillarme?
-Iván…-sonrió tranquilamente y tuve un ligero escalofrió- no puedes estar mas equivocado sobre para que estamos aquí.
No volví a hablar, estaba tratando de descifrar donde estaba y como escapar.
-te has golpeado fuerte la cabeza, -sonrió Enrique- Estamos en una celda secreta bajo un edificio que lleva décadas abandonado, nadie te encontrará aca, y nadie te escuchará si intentas gritar. Viviremos los siguientes meses acá antes de volver a casa. Tengo algunas cosas que experimentar contigo.
Enrique estaba hablando muy extraño, Podía notarlo pero no sabia que pensar. ¿Qué quería decir con experimentos? ¿Y con que viviríamos acá?
-hay algunas cosas que no sabes de mi en la actualidad…-sonrió Enrique apoyándose en una pared y cruzándose de brazos- por ejemplo, Laura sigue esperando que algún día vuelvas. Ella dice que ya no te ama, que te olvido. Pero tampoco me acepta a mí como pareja. Hasta que no pueda cerrar tu capitulo, ella nunca me aceptara.
-perdedor…
-pero es este perdedor quien te tiene cautivo en este momento. Me pase dos años siguiéndote e investigándote.
-me liberaré pronto…-gruñí amenazante- y voy a vengarme.
-había olvidado lo divertido que era charlar contigo…-siguió sonriendo- eres una chica muy mal hablada. Je je je
-púdrete idiota, - señalé molesto- nunca me llevaras con vida.
Los ojos de Enrique brillaron de extraño modo, el cambio fue tan extraordinario que sentí sorpresa e incertidumbre. Mi secuestrador encaró hacia la reja de salida, miró sobre su hombro y declaró siniestro:
-en cierta forma….tienes razón.
Pasaron casi dos días, tenía mucha sed. Enrique no había vuelto aparecer por el lugar y yo después de miles de intentos aún no podía con los grilletes sellados. Una mujer con capucha y una mascara que ocultaba su rostro me traía comida y agua dos veces al día. Sentía como mi cuerpo se estaba recuperando, pero por algún motivo aún me sentía relativamente debil. ¿Acaso el bastardo me había dejado pudrirme en esta cueva? ¿Me había dejado morir? Tenia mucha sed, pero aun si apareciera ese bastardo con un jarrón de agua, nunca me vería rogar por ella. Ni por agua, ni por alimentos. Nunca me vería rogar. Pasaron 3 días exactos, estaba desvanecido cuando sentí las rejas abrirse, dí un respingo notorio. Enrique estaba allí, no me había abandonado al parecer.
-uuyyy…-sonrió burlonamente- te ves algo sediento. No te preocupes, tengo ayuda que te dará un alivio para la próxima semana.
La chica apareció detrás de él, la reconocí en el acto. Era Karina, mi novia. ¿Qué hacia Karina con él? Yo no salía de mi sorpresa. Ella se acercó y me dio de beber. También me hizo comer algunos alimentos, y me limpio un poco el cuerpo con toallas húmedas.
-¿Que haces aquí?- Le pregunté- ¿Por qué lo ayudas en esto?- ella solo sonrió sombríamente sin decir nada.
Rato después, me inyectó algo, no me resistí, suponía que serian vitaminas o algo así.
-Karina…-sonrió apenas Enrique- no te compadezcas de él. Es un cabrón mal nacido. Tendrá que empezar una nueva vida si quiere ser útil para variar.
Esas palabras no me agradaron para nada.
.
Pasaron 7 días, Karina llegaba todos los días a la misma hora y me alimentaba. Me daba agua y me inyectaba. Pasando el tiempo traté de obtener alguna información de lo que Enrique planeaba. Era muy raro ser retenido sin ninguna explicación. ¿Qué planeaban? Karina respondió contándome cosas del pueblo. Cosas cotidianas, nada especial. Aunque dejó entrever algo de preocupación por lo sucedido hace algunos meses, cuando Laura casi se suicidó. Estuvo muy cerca de morir, sufría muchos problemas de depresiones. Todo por sus malas experiencias con el amor. Karina también reafirmó, que Enrique se puso muy furioso cuando casi paso esa desgracia. Juró vengarse de mí, y luego esos meses, parecía por fin tenerme entre sus manos.
-¿entonces por qué no me mata? –pregunté serio.
-sinceramente…tiene pensado algo mucho peor. –Dijo con una sonrisa sádica que me provocó un escalosfrio- creo que desearas morir antes que el mes termine.
Los días pasaron, Karina seguía viniendo pero Enrique no. Extrañamente comenzaba a sentirme mejor y mejor junto a mi ahora ex-novia. Karina no parecía seguir amándome, pero conversaba bastante y lo hacía en buenos términos. Finalmente, una tarde cualquiera sentí la necesidad de decir algo importante:
-Karina…-dijo apenas- quiero disculparme por haber sido tan distante en nuestra relación. Me siento algo…raro diciendo esto. No es propio de mí.
-No te preocupes por eso, quedó en el pasado.
Karina abandonó el lugar. Pasaron 24 horas, cuando la próxima persona que ingresó al lugar, fue el mismo Enrique acompañado de Karina.
-buenas noches….-dicho sonriendo- llego la hora de la gran prueba. Estas alimentado e hidratado. Recuperado de tus heridas. Llego la hora que comience tu resurrección.
Hasta ese momento fue que me di cuenta de los cambios en mi cuerpo, tenia la cara mas perfilada, cejas finas y cabello largo, suave y sedoso, caderas anchas y cintura estrecha, senos, tenía senos.
-¡¿que haces?! –grité echando mi espalda contra la pared cuando Karina se acercó a mi con un frasco de solución que habilmente conecto a la vena sobresaliente en mi muñeca- ¡ALEJATE DE MI! –Los nervios me traicionaban y tenia ganas de llorar ¿que me pasa?
-Lo que Karina te está administrando es un sedante y hormonas femeninas, a partir de ahora permanecerás sedado mientras se completa tu transición a mujer, cuando vuelvas a despertar lo único masculino que tendrás en tu cuerpo será una pequeña e inservible polla entre tus piernas, ya mas adelante nos desharemos de ella.
-NO- fue lo ultimo que dije antes de perder la conciencia.
.
Una luz potente…
No acostumbrado a tanta iluminación abrí mis ojos con dificultad. Estaba recostado en una camilla. Me sentía muy mareado, mis ojos apenas podían enfocar a lo lejos. No sabía cuanto tiempo habia pasado, podian ser dias, semanas, o meses. Mi cuerpo estaba casi paralizado, apenas tenia sensaciones de el. Me miré las manos tratando de entender por qué no sentía bien mi cuerpo. Luego de algunos minutos, mi vista se aclaró y mi cabeza dejo de dar vueltas. Estaba en una habitación, ya no mas en la celda. Estas habitaciones lo tenían todo, una cama cómoda, mueblería y hasta armarios con ropa. Me noté cubierto por una larga bata blanca. Tenia muchas ganas de vomitar.
-¿Que esta pasándome?
Una puerta se abrió, Enrique estaba parado frente a mí. Recién pude notar que no traía los grilletes en mis manos, ya no estaba prisionero. Solo tenia que juntar fuerzas y por fin seria libre. Por fin podría….
Pero mis manos tocaron algo que no debía estar. Unos pechos por debajo de la bata.
-te ves guapa preciosa…-sonrió perverso Enrique- nunca pensé que fueras modelo de belleza femenina. Pero debo admitir que estas jodidamente buena.
-¿Qué dices? –Pregunté apenas y note mi voz diferente – mi voz…es mas aguda
-ahora solo queda ponerte un nuevo nombre…-sonreía Enrique- puede ser Sandrá por que así se llamaba tu madre, o tal vez… Tamara. Si, desde ahora serás Tamara.
Mis manos recorrieron mis pechos, ¡tenia pechos! ¡TENIA PECHOS DE MUJER! ¿Qué estaba pasando? ¿Era un sueño? ¿Una pesadilla? mis manos siguieron bajando en busca de lo que debía estar en su ingle. Si estaba. Tenía pene pero era uno muy pequeño. Diminuto.
-chica traviesa…-se burló Enrique ante mi consternación- recién despiertas como mujer y ya buscar tocar la zona peligrosa. Deja que tu amigo Enrique te de una mano.
-ALEJATE DE MI….-grité furioso y retrocedí arrastrándome por la cama, me ayude con el borde para ponerme de pie- LO QUE SEA QUE ME HAYAS HECHO…..MAS TE VALE REVERTIRLO.
-¿revertirlo? –Sonrió perverso Enrique- querida mía, en bombardeado tu cuerpo con hormonas femeninas.
-no puede ser….esto no puede ser…-gemí horrorizado- esto no me puede suceder a mi. Es una pesadilla, solo una pesadilla.
Enrique tenía tan solo una bata negra como vestimenta, la sola idea de lo que pensaba hacerme me horrorizó. No podía creer que pensara hacerme eso. Aunque tuviera mi cuerpo así, ¡era un hombre!. Trató de tomar mis manos suavemente pero respondí dándole una bofetada al rostro.
-si te preguntas por que reaccionas como una virgen miedosa, -sonrió perverso- es por que así lo eres. Cada gota de agua que Karina te dio de beber, las inyecciones de "supuestas vitaminas" todo para llenarte de estrógenos y demás hormonas–arrodillándose en la cama donde estaba
-¡ALEJATE DE MI! –grité apartándole los brazos
-¡no me obligues a golpearte Tamara! –Respondió cabreado- ¡o me tocara amaestrarte con el látigo! Estamos aquí, solitos y encerrados en esta cueva perdida por dios. Nos quedaremos aquí hasta que podamos volver al pueblo como buenos e íntimos amigos.
-nun….nunca…-respondí temblando y me pare de la cama tratando de escapar- ¡nunca!
Él fue mas rápido, después de todo yo aun no me recuperaba del todo. Mi cuerpo era diferente y no estaba acostumbrado a él. Me tomo de un brazo y obligándome a girarme hacia él, me dio un puñetazo al vientre que me hizo doblarme de dolor. Luego me atrajo de nuevo al colchón. Tirándome boca arriba. Su peso era superior, yo tenía un cuerpo delicado como princesa. Se subió sobre mí y me abrió la bata haciendome chillar haciendo esfuerzos por no llorar.
-no tengo tiempo para jueguitos–gruño desnudánme y dándome bofetadas cuando me resistía demasiado- tengo que matar los últimos atisbos de tu vida anterior. Te voy a convertir en mujer. Así que prepárate.
-¡no maldita sea! –Luchaba desesperado- ¡nunca lo voy a permitir!
Me tomó por ambas muñecas elevándome hasta dejarme muy cerca de su propio pecho, de espaldas a él. Me levantó ambos brazos y ató con cuerda bien firmes mis manos. Luego me puso contra la pared, enganchando la cuerda a la improvisada estaca. De aquel lugar me dejó enganchada y vulnerable.
-¡IDIOTA SOY UN HOMBRE! –Le gritaba desesperada y comencé a llorar sin poder controlarme- SOY…un hombre.
El no me escuchaba, torciendo mi cuerpo un poco comenzó a lamer mis pechos y yo me retorcía maniatado sin poder evitarlo. Pronto mis pezones comenzaron a endurecer. Sus manos ya me habían despojado de toda la ropa. Solo una pequeña tanga blanca quedaba como única defensa. El paró para desvestirse ante mi desesperación.
-no puedo dejar de admitir que te necesito…-sonrió perverso- quería tu amistad. Pero tú te negaste. Me robaste el amor de Laura, pero tú nunca haces caso a las chicas. Creo que estas escondiendo tus verdaderos sentimientos.
-suéltame…. ¡suéltame cretino! –me quejaba sin poder soltarme las manos- NUNCA LOGRARAS NADA.
-uuuyyy…-dijo serio- no debes tratar así a quien esta por castigarte, Tamara. A menos que lo que desees en realidad, sea sexo duro.
Mis lágrimas no se detenían, mi mente no podía concebir que él estuviera a punto de violarme. No podía creerlo simplemente y las fuerzas no volvían a mi.
Quedó desnudo al fin, sentí sensaciones encontradas ante la imagen. Debía sentir mucho asco, pero alguna razón no venia a mi ese sentimiento. ¿Qué me estaba pasando? ¿Serian las drogas que me había aplicado? Seguí gritando y retorciéndome aun cuando él se arrodilló frente a mi y siguió lamiéndome los pechos. Pasaron los minutos, él siguió estimulando todos mis puntos sensibles. Me acariciaba a traves de la tanga y su lengua no dejo de estimular mis pechos. Comencé a ceder, aunque no lo quisiera mi cuerpo estaba reaccionando a favor de las caricias.
-detente…mnn….mnn…detente…por favor. –Gemía mordiéndose los labios- no mas…. Enrique no mas.
-ya no puedo detenerme…-señaló el hombre ubicándose de rodillas entre mis piernas abiertas- ahora vas a probar a tu nuevo amo.
-no….no….NOOOOOOO
Enrique miró a mis ojos, y tomándome firme de los muslos guio su miembro justo a la entrada de mi culo. Al lugar donde había posado sus dedos durante minutos para prepararlo. Y finalmente de un solo golpe se hundió sin compasión.
-aaaghhhh –me quejé- por favor no….sácala…saca….
Enrique usó una mano para mantener firme mis caderas, y la otra para tomarme del cuello y acercando su cabeza pego su frente a la mia. El dolor era intenso y a pesar de mis suplicas no se detuvo. Entonces cometí el error de escupirle la cara, a lo que él respondió dándome una bofetada y comenzando a moverse en me interior sin compasión. Pronto mis quejas se trasformaron en gritos, Enrique siguió moviéndose rítmicamente, siguió violándome sin pausa. Era el comienzo de todo, el final de las peleas entre amigos o enemigos. Era el comienzo del dominio.
Los días pasaron….y luego los meses…
La situación se repitió constantemente. El mismo cuarto, la misma prisionera, el mismo carcelero. Enrique me traía la comida y el agua. Lo dejaba todo en un rincón, luego se desvestía, y todo terminaba en gritos, propiciando una nueva y depravada sesión. Intenté muchas formas de escapar, trate de luchar, trate de sorprenderlo en la lujuria con la guardia baja. Pero todo fue inútil.
Él era físicamente muchísimo mas fuerte que yo. No pude hacer nada más que sufrir. Siempre terminaba completamente agotado, completamente extenuado, incapaz de pensar o tener fuerzas para escapar. Con el paso de los días, Enrique no se preocupó por los grilletes o puertas cerradas. Simplemente me advirtió que si escapaba del cuarto, las consecuencias serian fatales a nivel sexual.
Cierta noche, las cosas comenzaron a cambiar. Sucedió que extrañamente Enrique no vino a follarme. Tuve cierto alivio, trate de recuperar fuerzas, de descansar lo más posible para soportar las torturas que vendrían al día siguiente. Pero un segundo día y él tampoco apareció. ¿Se había ido? yo no estaba seguro si intentar escapar o esperar. ¿Qué me haría si me atrapaba escapando? ¿Adonde iría aunque lograra escapar? Ya no me quedaba nada, ni siquiera mi identidad. No tenía fuerza. ¿Qué evitaría que otros hombres me hicieran lo mismo que el? Decidí ir a la zona de la cueva donde estaban las alacenas, extraje alimentos y regrese a mi habitación en silencio. Solo había ido por comida, él no iba a castigarme por eso.
En la noche del tercer día, me encontre tocando mi propio cuerpo, no podía soportar los calores que me estaban consumiendo. Mi cuerpo era como una caldera, necesitaba que las ásperas manos de Enrique me tocaran. ¿Qué me estaba pasando? ¿En que me había convertido? No supe por que, pero termine metiendo un envase cilíndrico en mi culo, moviéndolo, imaginando que era el miembro de Enrique. Intente con fuerza, con muchas ansias, pero a pesar de llegar al orgasmo horas después, no me supo para nada a lo que estaba acostumbrada.
En el atardecer de cuarto día, sentí ruidos fuera del cuarto. ¿Seria él? el miedo me caló hondo que cualquier otro ser me viera convertido en mujer. Que me vieran semi desnuda como estaba. No podía entender por qué se me hacia mas temeroso, por que cada vez lo odiaba menos. Solo quería verlo una vez más. Solo eso quería, ver a Enriique una vez más.
-un momento….-me dije- ¿Qué estoy pensando?
No tuve tiempo para averiguarlo, por que la puerta corrediza se abrió, y Enrique había arribado al lugar.
-hola, Tammy…-sonrió amigable- veo que aun estas en nuestro nidito de pasión. No te lo pude aclarar antes de irme, pero tienes total libertad para ir al baño y la alacena. No quiero que mueras de hambre o huelas mal, cielo mio.
-¿en donde estuviste estos días? –dije tratando de parecer neutral
-¿preocupada por mi? –Sonrió haciéndome sonrojar- que gusto. Nada que temer, solo tuve que reportarme en el pueblo por que hacia tiempo no lo hacia. Todo esta tranquilo, así que vine a pasarme una vacaciones con mi chica preferida.
-deja de decir esas cosas…-gruñí- si hay una manera de… ¿Qué piensas hacer conmigo?
El avanzó tranquilamente y se quitó la chaqueta dejándola en el piso. Se sentó a los pies de la cama en donde estaba, y me miró la sonriente.
-No existen rastros tuyos por ningún lado. Así que por fin serás libre supongo. Pero en fin…-sonrió despreocupado- no he tenido sexo en muchos días, me siento un poco desanimado a decir verdad. ¿Qué tal estas tu?
-mi cuerpo se siente mal…-dije apartando la vista confundida- anoche hice cosas que aun no puedo creer. Todo por tu culpa.
-lo siento entonces…-señaló- pero si no estas dispuesta a ser buena chica, hoy no tengo ánimos de obligarte.
Se levantó de la cama dispuesto a salir del cuarto, cuando me moví más rápido e interferí la salida. Él bajó la vista mirandome a los ojos. Quería decir algo, solo que no me atrevía.
-dime lo que tengas para decir. –Me animó- anda…no eres la típica chica tímida.
-no quiero…-baje la vista humillada- no quiero que te vayas.
-¿en serio? –sonrió haciéndome gruñir- ¿y que pretendes que haga en este pequeño cuarto? A cuatro habitaciones por el corredor, hay uno mucho más grande con cama amplia. Creo que reposaré allí, eso si no te molesta.
De nuevo intentó salir de lugar, pero esta vez caminé en silencio detrás de él con la cabeza baja. Me mordía los labios de impotencia por decir lo que quería. El me ignoró y siguió por el pasillo hacia su cuarto aun sabiendo que estaba a dos pasos detrás de su caminar. Finalmente abrió la puerta de la habitación, y con un gesto neutro se quedó esperando algo. Gruñí de nuevo por su sonrisita ganadora. Y sin ser obligada entré a la habitación a pie firme.
Mi cuerpo era fuego, desde la pelvis una llama que abrazaba todo subiendo por mi vientre. La luz tenue de un velador alumbraba los cuerpos chocando intensamente. Enrique estaba recostado sobre el centro de la gran cama boca arriba. Yo, estaba sentada sobre las caderas del hombre subiendo y bajando enterrada en el miembro. Mi cuerpo era fuego, me movía elevando mi cara al techo del lugar y gemidos guturales se me escapaban sin control. Sus manos, masajeando mis pechos redondos y medianos en tamaño, que estaban completamente endurecidos por las salvajes caricias. Enrique sonreía tenuemente, dejándome hacer lo que quisiera y lo queria a él. Al fin estabamos follando como una pareja normal. Se notaban que los días de abstinencia habían quebrado algo en mi alma. Ahora solo tenia que reafirmar el concepto hasta acostumbrarlo. Seria todo, Iván había muerto, Tamara estaba a punto de nacer.
-Enrique….ENRIQUE…CARIÑO….-me quejaba con voz excitada- Dios…Enrique…. Mas DAME MAS .ah AH….
-Tamara, tu cuerpo es sensacional, -dijo masajeando mis pechos- nunca he vivido nada igual. Eres algo de otro mundo. –se sentó rodeándome con sus brazos y pegando el torso de mis pechos- ¡muévete mas mujer!
Mis saltos se hicieron mas duros, estaba perdida en otro mundo. Mis instintos estaba fueran de foco, solo podía pensar en meterme mas y mas adentro de la dura cosa que me estaba penetrando. Mirando a los ojos de mi hombre por el cual sentía una felicidad que jamás había tocado en toda mi vida. Sea hombre o sea mujer, jamás había tocado el cielo como en ese momento.
-OH….oh…..-gemía excitada- voy a….no puedo aguantar mucho mas…Enrique Ya casi…
-me encanta que digas mi nombre…-sonrió el tomándome fieramente de la cabellera- si algún otro hombre llegara a querer tocarte….lo mandare a tumba. Tú eres mía Tammy…solo mía.
-¡no Enrique…no….!-gritaba descontrolada- ¡no te puedo desear! ¡Este mal que te desee! ¡NO PUEDO DESEAR BESARTE!
Finalmente sucedió, mi cuerpo sufrió una explosión como jamás había sentido. Desde los dedos de mis pies subió un temblor que se convirtió en espasmos incontrolables a todo el cuerpo. Enrique me seguía teniendo atrapada entre sus fuertes brazos, y moviéndose aunque yo me había desplomado aun empalada en el. El movió la cabeza manipulándome desde el agarre a sus cabellos. Nos miramos un segundo, y entre el sudor y el deseo contenido por lo prohibido, Enrique unió sus labios con los mios en un hambriento beso sin tregua.
Todo término para mi como Ivan, ya no quedaba nada. Esos labios me condenaron para siempre, un rio caliente ingreso a mi apretado culo inyectado a presión, todo se volvió oscuro, ya no supe más. Esa fue la primera noche, ese fue el real nacimiento de Tamara.