Mi nueva putita (I)

Para Mel, besos y lametones

El siguiente relato es real, y está basado en mi última experiencia sexual, una relación tan morbosa como auténtica …

Conocí a Mel tras contactar conmigo para felicitarme por mis relatos anteriores, como otros y otras anteriormente que habitualmente contactan conmigo en la web o privadamente en mi mail para agradecerme mis relatos, decirme lo que le excitan, hacer una crítica o una sugerencia, etcétera. Como a muchos de ellos le contesté agradeciéndole su mail y su interés, y poco a poco empezamos a intercambiarnos correos hablando, desde el anonimato más exclusivo – sólo sabemos nuestros respectivos nombres, edades y situaciones personales, pero no nuestros apellidos ni nuestros rostros… casi como Marlon Brando y María Schneider en “el último tango en París”- de lo que nos gustaba y nos excitaba de dichos relatos. El caso es que congeniamos bastante, y en días sucesivos continuamos contactando casi a diario, hablando ya no sólo de sexo y fantasías sino también de nuestra realidad – ella, bisexual, se siente atrapada en una noviazgo insatisfactorio con un chico blando que la trata bien fuera de la cama pero no sabe completarla sexualmente hablando, una relación en la que ve más pasado que presente o futuro, con un día a día monótono y prácticamente sin alicientes, en el que el sexo ha ido mermando en cantidad y calidad cada vez más-. Ella es más joven que yo – 31 años, sin hijos-, pasa mucho tiempo en casa sola y aburrida, y como a muchos nos ocurre consume porno en internet en películas y páginas de relatos como válvula de escape de su día a día… En apenas unos mails pasamos de las confidencias a las confesiones de que ambos nos masturbábamos pensado en el otro – ella leyendo mis relatos y yo imaginándomela-. Pronto llegaron los hangouts – sin audio ni vídeo, para preservar nuestra intimidad-, del mismo modo que decliné pedirle el intercambio de teléfonos para whatsapear… cada uno sólo sabía del otro su nombre, aunque el nivel de tensión sexual entre nosotros fue subiendo de tal manera que empezamos a intercambiarnos fotos y vídeos eróticos – teniendo especial cuidado en ocultar nuestros rostros- y fantasías sexuales, a tener cyber sexo casi a diario según nuestros respectivos horarios y obligaciones nos lo permiten, e incluso a follarnos a nuestras respectivas parejas pensando el uno en el otro y contándonoslo después con pelos y señales – o mejor dicho sin pelos, pues ambos compartimos también el hecho de tener nuestros respectivos sexos depilados…- Yo echaba en falta en ella la pasión y la desinhibición que no tiene mi esposa, el morbo de los cuernos o el gusto por el lenguaje soez que ambos compartimos, y ella el sentirse sexy, deseable, zorrón sin ser mal juzgada, y el punto depravado que parece no tener su pareja. La relación era cada vez más placentera, pero faltaba el colofón, hacerla no real, porque real ya es, pero sí física… así es que el domingo por la noche decidimos quedar – todavía sin saber de donde era cada uno- en una ciudad próxima a su lugar de origen, lo que a ella le permitiría volver a dormir a casa con su pareja , y de la que como decía Cervantes en el Quijote “de cuyo nombre no quiero acordarme…”

Convenimos en quedar no ya en un café para tomar algo y vernos las caras, sino en un cine, para en el anonimato de la oscuridad ir directamente “ al tema”… Para hablar y fantasear ya  habíamostenido y tendríamos tiempo suficiente en el hangouts, y además el tiempo era más bien escaso: yo había tenido que inventarme un viaje de negocios a la sede central para justificar ante mi mujer mi ausencia – por fortunami trabajo me da facilidades al respecto, je je-. Así es que tuvimos un tórrido encuentro que a continuación detallaré lo mejor posible

“Quedamos por correo electrónico en un cine semi vacío - una película de autor a punto de retirar de la cartelera en sesión de cinco de la tarde, de esas que no tienen casi espectadores-. Ninguno ha visto nunca la cara del otro, sólo partes de su cuerpo, y el deseo nos tiene nerviosos y excitados sin fin... Te indico la ropa a llevar - falda negra a medio muslo, con blusa blanca, zapatos de medio tacón, maquillaje discreto... Te localizo en la sala cuando entras - yo, agazapado en las filas finales, lo he hecho quince minutos antes-. Apenas se apagan las luces y empieza la película te ordeno por mail que vayas al baño de chicas y te despojes de tu ropa interior, que abras tu blusa un par de botones de lo que sería "socialmente aceptado" y que te remangues la falda, dejando tus nalgas y tu coño bien accesibles. Me deslizo sigilosamente hasta la butaca de detrás, y mientras te susurro al oído que no te gires mis manos se introducen en tu blusa para apoderarse de tus tetas, sobarlas lentamente y pellizcar suavemente tus pezones. Intentas girar tu rostro buscando besarme, pero yo bajo mi boca por tu cuello mientras te murmuro que sigas mirando la pantalla y que te metas un par de dedos en el coño para comprobar cómo estás de excitada. Empiezas a mover tus caderas y menearte hacia delante y hacia detrás, sacas un par de dedos encharcados de tu coño y me los metes en la boca para que te los chupe con deleite...

Es el momento, tú estás a punto, el coñito encharcado y los pezones como piedras, aguantando a duras penas los gemidos, lista para dar el paso definitivo. Yo tengo la polla tan dura que me duele, aprisionada como está dentro de mis jeans. Así es que te digo que vayas al baño de minusválidos, te metas en él y me esperes con la blusa toda abierta y la falda enrollada en tu cintura,  mirando a la pared, apoyada sobre la cisterna, las piernas abiertas y el culo en pompa, toda dispuesta y ofrecida. Al cabo de un minuto te sigo, entro y cierro el pestillo tras de mí, te ordeno no girarte - vamos a follar sin reconocernos de vista, como si fuésemos dos perfectos desconocidos- y apresuradamente suelto mi cinturón, dejo caer mis pantalones y calzoncillos hasta los tobillos y lenta pero decididamente empiezo a introducir mi rabo en tu mojado coño, que lo recibe sin dificultad, caliente y mojado al mismo tiempo, mientras ambos gemimos quedamente nuestro gusto.... Empecé a bombear sin descanso tu coño, que apretaba más y más cada vez mi polla, como si quisiera ordeñarla. Tus tetas colgaban bailando sin control con los pezones duros, y de tu boca – oculta por estar el rostro boca abajo y con el pelo tapándote los laterales- escapaban gemidos cada vez más altos y continuados… fuera de mí por el morbo del momento, te solté una cachetada que en la soledad del baño restalló como un trueno y entrecortado el resuello por el esfuerzo te dije

-       Dios, Mel, cómo me pone follarte así… sin casi conocernos, sin pudor ni control, como animales en celo… te gusta, cerda, dejarte ensartar por un desconocido en un lugar público, sin pensar en nada que no sea gozar como una perra? A pelo, en un lugar público, sólo dejándote llevar por el morbo y las ganas, y buscando el placer…

-       Sí cabrón, rómpeme, me contestaste fuera de ti… pero déjate de cháchara y no dejes de follarme…

Sin bajar el ritmo de mis embestidas me metí el dedo índice de mi mano izquierda en mi boca para ensalivarlo convenientemente, y a continuación te lo clavé lenta pero hasta el fondo en tu oscuro y estrecho esfínter. Al notar como invadía tu culo levantaste la cabeza, pero sin girarla, y mientras te follaba tus dos agujeros simultáneamente me susurraste….

-       Con cuidado, soy casi virgen por ahí

Sin dejar de mover nuestras caderas rítmicamente dejé estar quieto mi dedo para que tu cuerpo se acostumbrara a él, mientras te pellizcaba un enhiesto pezón y te decía

-        Pues hoy no es ni el sitio ni el momento, pero que sepas que acabarás entregándome tu culo, yo quiero follarte del todo, y no sólo me refiero a todos tus agujeros, sino a tu mente, guarra…

Al oírte interpelar así empezaste a correrte: tu cabeza se escondió enterrada entre tus brazos, que mordiste para achacar tus gemidos de placer. Tus caderas se alzaron aún más y se movían acelerada y frenéticamente, tus piernas retemblaban de gusto luchando por sostenerte en pie, y tus nalgas bailaban como gelatina de una manera tan erótica que no pude evitar empezar a palmearlas sonoramente mientras te interpelaba

-       ¿te gusta, puta? ¿estás disfrutando de la follada? El cornudo en casa cree que estás de compras y tú mientras dejándote follar como una perra por un desconocido y en un lugar público

Pero faltaba el colofón, la guinda de la jornada. Así es que sacándote la polla del coño y ayudándote gentilmente – tus piernas se negaban a sostenerte- te giré hacia mí, y te recosté boca arriba sobre la tapa del váter, la cabeza recostada contra la cisterna, y abriendo los dos soportes metálicos de tubo que hay en los baños para minusválidos metí en ellos tus piernas para al mismo tiempo tenerte bien abierta y descansada. Me arrodillé frente a ti, y ante la visión de tu coño depilado – cubierto únicamente con una fina línea de pelo en la parte superior-, palpitante y húmedo comencé a frotar mi glande por todo él, desde el culo hasta el clítoris. Tú, que con los brazos abiertos apoyabas tus manos en las mamparas laterales para tener más estabilidad y agarre ante lo que estaba por venir, movías tus caderas y te restregabas como una perra en celo. Pero yo aún quería más, quería emputecerte hasta el límite, y mirándote ahora sí  a la cara te dije

-       Pídemelo puta, si quieres que te  meta la polla pídemelo…

Tú, con la mirada perdida de deseo y lujuria infinitas, recién corrida y con el cuerpo ansiando más y más placer, me miraste entre los pelos de tu melena y sin dudar me contestaste

-       Fóllame, por favor, fóllame…

Y levantándome en cuclillas e inclinándome sobre ti te la metí de golpe y hasta el fondo… tu grito de gusto fue tal que tuve que taparte la boca con las manos para evitar que vinieran hasta nosotros y nos interrumpieran la fiesta. Al cabo de un minuto, roja como un tomate y medio asfixiada como estabas, sustituí mi mano por mi boca y mi lengua…. ¡dios, qué forma de besar y de chupar la tuya! Sin tregua nos devorábamos, nos acometíamos… te acometía feroz, como si quisiera empotrar contra la pared, y tú succionabas mi rabo con tus músculos vaginales buscando ordeñarme.  Al cabo de unos instantes, y notando cerca mi final, te dije

-       Quiero correrme dentro y llenarte de semen… espero tomes protección, y sino ya te comprarás la píldora del día después cuando salgamos de aquí

-       Sí, córrete dentro, lléname con tu leche, yo también me vengo…  me respondiste con voz agitada y temblorosa

Y tras un par de golpes de riñón postreros, duros y secos, para enterrarte mi miembro hasta el fondo, aullando como un lobo yo y gruñendo de gusto tú, nos corrimos simultáneamente y acabamos desmadejados el uno sobre el otro, semidesnudos, sudorosos y satisfechos

No sin cierto esfuerzo logré incorporarme - las piernas apenas se negaban a sostenerme- y situarme frente a ti, que incapaz de levantarte te deslizaste lentamente hasta el suelo, donde quedaste encogida de rodillas. Verte semidesnuda, la mirada agotada, el maquillaje corrido, las tetas brillantes de sudor y babas y rojizas por mis sobeteos, el coño chorreando semen al suelo... me agaché, agarré tu cabeza entre mis manos haciendo un moño con tu melena, y acercando tu rostro a mi polla te dije

  • Muy bien Mel, follas de maravilla, eres una verdadera putita cachonda. Te has corrido como una loca y me has exprimido hasta la última gota de semen. Ahora límpiame con la lengua, y no dejes ni gota. Vamos, trágatelo todo...

Tú comenzaste a pasar tu lengua lentamente por mis testículos y mi polla, mirándome fijamente. Tu pericia como chupapollas y el morbo de la situación era tal que al poco rato pusiste de nuevo mi miembro duro; pero la película debía estar próxima a su fin y el riesgo y la incomodidad eran cada vez más grandes. Además yo tenía otros planes. Así es que tirando de ti hacia arriba te levanté, te besé lujuriosamente contra la puerta, comiéndome tu lengua y mordiéndote los labios, y  acto seguido, soltándote un azote en el coño con la palma curvada que te hizo brincar y gemir de gusto a la par, te dije

  • Ahora debes decidir si quieres volver corriendo a casa con tu pareja y olvidar este encuentro, o si quieres seguir conmigo un rato más y alcanzar cotas de placer inimaginables...

Tú me miraste con el rostro encendido y me contestaste

  • Cabrón, estoy más caliente que una estufa y quiero montarte hasta reventar y vaciarte hasta el alma, pero prométeme que nadie sabrá nunca nada de todo esto

Yo me eché a reír y te repliqué

  • No tengas miedo, no tengo interés en destruir nuestras respectivas relaciones, ni tú ni yo queremos malos rollos ni hacer daño a nuestras vidas. Sólo follar, recuperar el morbo y el gusto por el sexo, sin preocuparnos por el que dirá o pensará nadie... y ahora arréglate un poco para salir de aquí, que así no puedes salir a la calle. Pero no te pongas ni el tanga ni el sujetador. Yo te espero fuera.

Y guardándome el rabo en el pantalón, adecentando mi camisa y aseándome la cara y las manos salí afuera. Mientras esperaba por ti me pasó por la cabeza que pudieras aprovechar el momento para recapacitar, asustarte y huir, lo que hubiese sido una verdadera lástima. Pero, bien mirado, siendo prácticos la decisión parecía clara para ambos: placer sin contra prestaciones, sin riesgos, sin coste, ni límites más que el que cada uno quisiera poner... ¿quién rechazaría una oferta así? Y efectivamente, al cabo de diez minutos te vi salir del cine. Te quedaste parada en la puerta, buscándome nerviosamente con la mirada, y una vez localizado al otro extremo de la carretera te apresuraste a cruzar y acercándote a mí me susurraste

  • ¿Y ahora a dónde vamos…?

Daniel: golfoyvicioso@gmail.com