Mi Nueva Doctora
Luego de casi dos años sin escribir conmigo misma como protagonista, la vida me brindo la oportunidad de regresar a mis orígenes... espero les guste... (ojo, es la primera parte, cortico porque es bendito)
Como algunas de ustedes sabrán, tengo ya un par de años atravesando por problemas de salud, que realmente han cambiado cada aspecto de mi vida.
Y mi vida sexual no ha escapado de ese cambio, y aunque mi pareja se ha mantenido conmigo todo este tiempo, apoyándome y sobretodo estando a mi lado en los peores momentos.
En la actualidad estábamos convirtiéndonos en más amigas que amantes, básicamente por mi ausencia de apetito sexual, no es que me ya no sienta nada por ella, al contrario, cada mañana cuando se va a trabajar, abro mis ojos sin que se dé cuenta, para disfrutar de su desnudez mientras se levanta de nuestra cama.
Sin decir nada solo recorro cada centímetro de su blanca espalda hasta la perfecta redondez de tus glúteos, que tantas veces e mordido y apretado.
Tapo mi sonrisa cuando le escucho maldecir por lo temprano que debes levantarte para trabajar, y disfruto de cada prenda que se pones, desde sus pequeñas pantis, a esos brasieres que tanto disfrutaba quitarle.
Pero el problema es que no siento las fuerzas para darle todo el placer que quisiera brindarle, mi propio cuerpo es la piedra que no me deja avanzar hacia ella.
Pero es curioso como las cosas pueden cambiar, en solo un breve segundo esa mente morbosa que tantas veces me había impulsado a las más perversas y excitantes aventuras, despertaba como de un sueño profundo, haciendo reaccionar mi cuerpo, que aunque dolorido, entendió que no estaba muerto, por lo menos no todavía, abriéndome a nuevas posibilidades.
Este despertar se sucedió este lunes, uno de mis doctores se fue del país (si, vivir en Venezuela es lo máximo) y tuve que buscar otra especialista con la que tratarme, y aunque tenía buenas referencias de ella, su juventud (tenía mi edad) me dio cierto recelo.
Aunque madrugue para llegar temprano al consultorio, desconocía que había personas que incluso hacían cola desde la noche anterior para verse con ella en el hospital, claro, la Doctora en cuestión también daba sus consultas privadas, pero no contaba con los recursos económicos para pagarlas.
Con mucha suerte, llegue a tiempo para apartarme para mí misma el último número, por lo que aunque tuviera que esperar bastante, era probable que me viera al final.
Mi pareja me acompaño hasta que tuvo que irse a su trabajo, aunque básicamente tuve que obligarla a irse, ella me ama, lo sé.
Tenía hambre, sueño, estaba muy cansada y hacia un calor horroroso, sin mencionar que ni una condenada revista había para leer, y como no tengo teléfono, solo podía matar el tiempo hablando con los demás pacientes.
El problema era que cuando fueron pasando, me fui quedando sola, y el aburrimiento creció, por lo que termine durmiéndome en la sala de espera.
Creo que eran casi las dos de la tarde cuando una suave mano toco mi hombro.- Señorita, despierte, usted es la siguiente.- Era la doctora, brindándome una preciosa sonrisa de esas Colgate.
Limpie con algo de vergüenza mi cara llena de legañas y saliva por mi larga siesta, y con dificultad intente levantarme, pero el dolor era insoportable.
La Doctora se dio cuenta, poniendo mi brazo sobre su hombro, me permitió usar su cuerpo para levantarme, su olor era espectacular, no usaba perfume, pero su piel desprendía un aroma dulce a melocotón.
-No puede venir sola a consulta en su condición.- Me regaño, mientras entrabamos a su oficina y con cuidado me sentaba en la camilla.
-Sí, bueno, mi novia tenía que irse a trabajar, y pues, justo ahora solo cuento con ella.- Le dije sin tapujo alguno, soy abiertamente lesbiana, y aunque siempre trato de ser discreta para no crear polémicas tontas, me sentía cómoda en presencia de la Doctora.
Pude ver su rostro de sorpresa, y una risa casi fugaz que tapo rápidamente, con mirada profesional, se sentó en su escritorio, y procedió a hacerme la historia médica correspondiente.
Luego de todo ese proceso, me pidió sin mirarme a los ojos directamente que me desvistiera y pusiera una bata de hospital, y con mucho esfuerzo empecé a quitarme mi ropa.
Podía sentir la mirada de la Doctora mientras luchaba contra el dolor por quitarme mis jeans, cuando me di por vencida las lagrimas salieron de mi rostro.
Sentirme incapaz de quitarme un maldito pantalón fue como abrir un grifo en mi alma, haciéndome llorar como una niña pequeña, la Doctora se acercó a mi sin hacer ruido, y sin decirme, solo se sentó a mi lado en la camilla.
No tengo idea cuanto llore, pero durante todo ese tiempo, la Doctora se limito a tomar mi mano, y esperar con paciencia que sea yo misma la que hablara.
-Disculpa Doctora, pero es muy frustrante todo esto.- Exclamé, mientras levantaba mi rostro para verla a la cara, y me encontré con una dulce sonrisa que francamente me derritió.
-Tranquila querida, es normal, tienes mucho tiempo enferma, pero para eso estamos aquí, déjame ayudarte con tu ropa y pasaremos a hacerte el eco.- Me contestó con mucha dulzura, casi arrullándome con su voz.
Podía sentir su vergüenza cuando sus manos tocaron mis muslos desnudos, y note como evitaba mirar directamente mis pantis.
Cuando paso a quitarme mi camiseta gastada de Nirvana, pude ver sus blancas mejillas encenderse, y no pude impedir que una pequeña sonrisa saliera de mí.
-Bueno, si te hice reír, por lo menos la vergüenza ha valido la pena.- Exclamó la Doctora mirándome fijamente a los ojos.- Es usted muy bella Aleida.- Terminó de decir haciendo que por primera vez en muchos años, me sonrojara.
Ni siquiera le pude responder, y suspire cuando acostándome, ponía sus manos en mi costado para revisarme, mi rostro se calentó cuando me di cuenta, que ambas habíamos por completo la bata.
Con suaves caricias, paso de mi costado, hasta la parte superior de mi vientre, revisando con su tacto, su rostro era serio, y se notaba que hacia un esfuerzo enorme por concentrarse.
-Ahora entiendo tu condición.- Me decía con pesar, mientras pasaba a prepara el aparato de ecografía.
Solté un pequeño grito de sorpresa cuando la crema fría toco mi piel caliente, y una sonrisa muy dulce regreso a su rostro en respuesta.
Cuando termino de revisarme, acostada como estaba, puso su mano en mi hombro, dándome el parte médico correspondiente, intentando explicar con la mayor claridad mi actual estado.
Cuando terminó, con cuidado me ayudo a levantarme, quedando ambas cara a cara en un fugaz momento, y cuando mordió su labio, fue como un detonante para ambas.- Tengo que decir que es la Doctora más condenadamente sexy que he visto en mi vida.- Exclamé sin pensar mucho en las consecuencias.
Su rostro cambio completamente de color, y por su propio nerviosismo me soltó, aunque tuve la suerte de no caer tan pesadamente sobre mi espalda, pero si tuve que arrugar la cara por el dolor que sentí.
La Doctora intentando evitar mi caída se abalanzo sobre mí, quedando nuestros rostros a escasos centímetros.- Si querías besarme, solo debes pedírmelo, no tienes que maltratarme.- Le dije intentando sonreír, mientras ponía mis manos en su rostro.
Su cara era un poema, no solo estaba apenada por haberme dejado caer, en realidad se notaba que estaba completamente confundida, pero en un breve momento, de esos pequeños, extraños, y hasta impresionantes, pude ver que sus ojos fueron directo a mis labios, y esta vez fue mi turno de mordérmelos provocativamente.
La Doctora cerró sus ojos fuertemente, y con el mayor de mis esfuerzos, acerque mi rostro hasta el de ella, quedando mis labios casi rozando con los suyos.
Sin abrir sus ojos, la Doctora termino el recorrido que yo había empezado, y nuestros labios se fusionaron por fin, empezando un apasionado beso que tal vez duro minutos, o segundos, pero fue como si la tierra toda se detuviera, y mi cuerpo despertara de ese letargo eterno que tenia, cobrando vida.
-Lo siento, de verdad, es primera vez que me pasa.- Exclamó apenada la Doctora cuando se separó de mi, y me ayudaba a incorporarme.
-Tranquila, soy una irresistible enana pecosa con el cuerpo más débil que un flan.- Le dije en broma para calmar el ambiente, sabía que había sido solo cuestión del momento.
Ella sonrió otra vez dulcemente, y me ayudo a vestirme, al tiempo que terminaba darme las nuevas indicaciones, además de regalarme varias muestras médicas de algunas pastillas que seguramente no iba a conseguir aunque lo intentara.
-Sé que es completamente fuera de lugar, pero si te irás sola a tu casa, deja que yo te lleve, tú eras mi última paciente.- Me dijo ya cuando estábamos despidiéndonos.
Acepte con una sonrisa, la verdad no me hacía mucha ilusión tener que agarrar un autobús, incluso estaba pensando en la posibilidad de avisarle a mi novia y que me buscara cuando saliera de su turno.
-¿Tienes hambre?- Me preguntó cuando ya estábamos a mitad de camino de mi casa, su carro era un compacto de gama media, pero se notaba que le tenía aprecio por lo cuidado que estaba.
En realidad moría de hambre, y eso era una novedad, hacía mucho tiempo había perdido el apetito, si, no solo el sexual.- Tengo mucha hambre, pero prefiero comer en la casa, no tengo para comer en la calle.- Siempre he sido muy franca, y mi actualmente caótica situación económica no me causa ninguna vergüenza como para ocultarla.
Ella aprovechó un semáforo para mirar mi rostro, y comprensivamente sonrió.- Tranquila Aleida, te estoy invitando, además, me harías un favor, odio comer sola.- Me contestó con dulzura, y a quien engaño, si me hubiera dicho para ir a su casa, también le habría dicho que si.