Mi Nueva Compañera de Piso: mi prima - 2. Secretos
La convivencia entre ambos comienza a ser real, ¿podrán compaginarla cuando los secretos de sus pasados amenacen con aparecer?
Al día siguiente, Lunes, me sonó el despertador a las nueve. Esa semana tenía turno de tarde en la oficina. La verdad es que mi trabajo me importaba más bien poco. Me daba para tener una nómina, un curro estable y lo más importante, el fin de semana libre para mís actividades extracurriculares. Esa era otra, a ver como compaginaba dichas diligencias con tener ahora compañera de piso. Aún tendría que tener más cuidado. Por suerte había sido lo suficientemente precavido como para enviar un wasap al grupo exigiendo especial cuidado con las comunicaciones y la prohibición expresa de tratar ciertos temas en mi casa. De hecho había dejado caer que mi casa quedaba vedada hasta nueva orden… aunque conociéndoles a saber si eso les llevaría a acatar la recomendación o si por el contrario les espolearía más a venir.
Me levanté, sintiéndome sólo en la cama, y me vestí con los pantalones de pijama que primero pillé, saliendo sin camiseta, como estaba acostumbrado. Tampoco iba a cambiar mucho mis costumbres porque mi prima se quedase por allí, y a mí el llevar camiseta por casa me era muy extraño. Me daba igual que ya mi anterior tableta de chocolate quedase completamente en el pasado, es sólo por comodidad. Fui al baño a asearme y al salir el ruido de la aspiradora hizo que recordase que los Lunes iba a limpiar Salomé, la hija mulata de la señora cubana que limpiaba el edificio. Como voy variando los turnos de mañanas y tardes sólo coincidíamos una vez cada dos semanas, aunque no me importaría verla más. Tenía veintitantos años muy bien llevados. Tenía buenas caderas, un culo que hacía que quisieras echarle mano nada más vérselo y un pecho de órdago, el cual no podías abarcar con la mano. Al poco de conocerla ya supe que su marido, con el cual había sido obligada a casarse de jovencita por su familia, no la daba lo que necesitaba y yo me hago el reacio, pero siempre acabo simulando caer bajo su flirteo. La verdad es que me volvía loco para pasar el rato, pero no era plan con mi prima en casa, no quería darla más munición de la imprescindible en mi contra.
Avancé por el pasillo y me asomé a la cocina: vacía. Me puse un vaso de leche y me fui con él al salón a saludar a Salomé. En la puerta me detuve, pues me daba la espalda pasando la aspiradora por detrás del sofá, lo bastante inclinada para dejarme su gran culo a plena vista, con ese pantalón más corto de lo debido y el delantal de mujer de la limpieza mal anudado que por delante no tapaba casi nada. Cuando terminó y se giró pegó un respingo al verme, sonrojándose, lo cual hizo que me riese. Paró la aspiradora y yo pasé por al lado suya, pero sin acercarme, y me senté en el sillón con cuidado de no derramar la leche que llevaba en el vaso. Me saludó con una inclinación sumamente controlada, de manera que pudiese observar que debajo del delantal no llevaba más que el sujetador, que podía observar conseguía a duras penas sostener ese par de ubres que se me ofrecían sin descaro. Como siempre simulé no darme cuenta de nada y la saludé como si tal cosa dando un trago a la leche.
Caí entonces en mi prima y empecé a explicarla la nueva situación, creyendo que aún andaría en su habitación, pero Salomé me sacó de mi error diciéndome que mi prima ya se la había presentado y que se había marchado al poco dejándola encargada de decirme que disfrutase, que ella no volvería hasta la hora de la comida, aunque ella no sabía a qué se refería mi prima. Obviamente yo sí lo intuía: si la vio a ella de ese percha vestida lo habría imaginado y me dejaba la casa disponible… y bien que pensaba aprovecharla entonces. Hacía dos semanas desde la última vez y no podía dejar de pensar en que me hiciera una buena cubana con esos dos melones que la naturaleza había tenido a bien darla, pero no quería perderme el juego previo asique simulé que tampoco sabía a qué se refería y la insté a continuar con su trabajo.
Ella entendió el juego y dejó la aspiradora, sacando el plumero. Luego acercó una silla al frente del sofá para limpiar las estanterías de encima de la tele y se subió a ella deleitándome con el meneo de su trasero con el movimiento al hacer como que limpiaba. Cuando por fin se cansó de las estanterías se bajó de la silla, al tiempo que yo le daba otro sorbo a la leche, mirándola fijamente a los ojos. Ella simuló estar sudando y me preguntó si estaba fresca, la contesté que sí y la ofrecí. Entonces ella se acercó y fue a darle un trago pero dejó que parte se le escapase de los labios y la recorriese hasta llegar a manchar el delantal, el cual se quitó con la excusa de no ensuciarlo. La visión de esa piel morena, surcada del blanco de la leche desde su boca hasta los pechos, hizo que mi erección fuese muy notoria, y más con esos pantalones de pijama que dejaban poca imaginación al respecto. Ella se relamió y volvió a hacer amago de beber, pero ya sin recato falló estrepitosamente echándose el restante de la leche, que ya era poca pero aún quedaba, directa en sus pechos. Simuló entonces estar preocupada por si manchaba algo al no haber llevado trapo y yo entré en su juego diciéndola que la haría el favor de limpiarla. Me incorporé diciéndola que la quitaría el sujetador, para que no se ensuciase más, esperando a que ella aceptase diciéndome que qué buen señor era de considerado con ella y, tras quitárselo de un movimiento certero, sin más me dispuse a pasear mi lengua por el reguero que había dejado la leche. No me detuve ahí, me habría sido imposible, y seguí degustando esas tetas que se me ofrecían con descaro. Las lamí y chupé sus pezones, masajeándolas mientras lo hacía, no me cansaba de ellas, hasta que Salomé carraspeó un poco, haciendo que la mirase. Se la veía el deseo en sus ojos con las mejillas completamente arreboladas.
- Señor, disculpe, creo que ya está la leche bien limpiada – acertó a decirme – pero… ahora me he quedado sin leche – continuó cuando vio que me retiraba sin comprender pero comprendiendo, continuando con el juego.
- Vaya, si quieres voy a la cocina a buscarte otro vaso de leche – la respondí todo lo calmado que pude, como si de verdad hubiese pensado en ir.
- No, no creo que sea necesario, hay otra fuente más cercana que da leche recién exprimida – dijo metiendo la mano directamente dentro de mi pijama, agarrándome el miembro sin pudor – eso, claro está, si usted tiene a bien dejarme que la consiga directamente de la fuente, si cree que una es merecedora de su beneplácito al respecto – terminó mordiéndose el labio con lujuria.
Yo hice como que me lo pensaba, haciéndome el paralizado por la situación, para acabar accediendo a la situación pero sólo por hacerla un favor a ella y por ser tan buena conmigo. Casi no pude ni terminar de hablar cuando ella ya estaba de rodillas entre mis piernas y yo con el asta de mi bandera en posición de firmes delante de ella para, mientras me miraba a los ojos, metérsela del tirón hasta el fondo de la boca, sacándosela y metiéndosela en la misma unas pocas veces, dejando que su saliva me embadurnase bien y, cuando vio que ya estaba suficientemente mojada, situó sus pechos a ambos lados y empezó a hacerme la cubana añorada. Yo sólo pude echar la cabeza hacia atrás y dejarme llevar por la situación, pero no tanto como para perder de vista la maravillosa escena que tenía delante. Sabía que iba a tardar poco pero no hizo falta que la advirtiera, el ritmo de mi respiración aumentando fue suficiente aviso, y ella empezó a dar más ahínco al movimiento hasta que en el último momento la liberó apresándola con su boca para albergar toda mi simiente, mientras yo me agarraba desesperado a su boca mientras estiraba mis piernas todo lo que podía por los espasmos que sufría descargándome. Ella mientras tanto no cesó de pajearme, bajando progresivamente el ritmo, hasta que terminé de descargarme en su boca y relajándome.
Caí derrengado y ella me dio las gracias por ser tan bueno de darla un suplemento para continuar con sus tareas y se levantó para continuar con las mismas, dejándome ahí con el pantalón en los tobillos. Obviamente el juego no había parado y ella ni se molestó en ponerse ni siquiera el delantal ni el sujetador. Encima con la excusa de tener mucho calor y de no mancharlos se despojó de sus mini pantalones dejando ver un diminuto tanga blanco que destacaba con su color de piel tanto que era imposible no mirar. Sin prestarme atención, pero sin salirse de mi área de visión, continuó con sus tareas como si tal cosa, ahora con un cubo con agua en el que sumergía una bayeta húmeda que para escurrirla siempre acababa salpicándose el pecho. Entre eso, el bamboleo y el darme la espalda mostrándome todo su culo desnudo, pues el hilo del tanga estaba oculto entre sus glúteos, aquello tuvo el efecto deseado y mi arma volvió a estar lista para revista.
Aproveché un momento que me daba por completo la espalda y me levanté sin ruido, dejando mi pantalón tirado allí mismo, colocándome a su espalda. Ella, al moverse, sintió mi polla en todo su esplendor y me miró simulando miedo y tristeza, diciendo que era por su culpa el que yo me encontrase de ese modo, y que ella merecía un castigo por su mala cabeza, rogándome que la castigase o de otra forma no podría mirarse al espejo de nuevo. Yo hice como que me lo pensaba pero fue cuestión de dos segundos, acto seguido la empujé según estaba contra la mesita del salón, aplastando sus pechos contra el cristal, la arranqué el tanga sin pensármelo dos veces y la empujé introduciéndosela entera de una tacada. Sabía, por otras veces anteriores, que a ella le iba cierta brusquedad, y así la traté, embistiéndola sin parar a la vez que la daba azotes en el culo una y otra vez. Ella ayudaba acompasando mis embestidas con echar el culo para atrás, haciendo el movimiento más profundo si cabe, hasta que se corrió gritando de placer. Yo aproveché para suavizar mi ritmo, dejando que se recuperase, mientras sujetándola la llevaba al sofá, aún de espaldas a mí. Coloqué los cojines de tal forma que levantasen su culo hacia mí y hacia él que fui, introduciendo mi miembro poco a poco. Estaba claro que el sexo anal era habitual en ella, porque al poco ya lo tenía por entero dentro y ella gemía sin parar, con su mano perdida en su coño, pidiéndome más fuerza y que la tratase sin miramientos, que había sido muy mala, y allá que fui sin pensármelo dos veces. La agarré de las caderas, puse una pierna encima del sofá, y empecé a bambolearla con toda la fuerza de la que fui capaz, sin ninguna pausa, a pesar de al menos sentirla correrse otra vez, en esta ocasión no paré, seguí y seguí. Pasé una mano a agarrarla una de sus tetas con fuerza y la otra la empujé la nuca contra el sofá para sujetarme allí, aunque ella atinó a girar la cabeza para no asfixiarse, hasta que por fin me dejé ir corriéndome en su interior como si no me hubiera corrido en días. Ella me dejó hacer hasta que me relajé y como pude me dejé caer al otro lado del sofá. Yo estaba sin ninguna fuerza, derrengado, pero Salomé aún tuvo el descaro de darme las gracias por ayudarla y a la vez pedirme perdón por hacer que estuviera mi miembro manchado de mi propia esencia, dicho lo cual pasó a limpiármela con su lengua hasta que no hubo rastro de semen, aunque sin conseguir que aquello ni hiciera amago de revivir.
Después entró al baño, con una bolsa que tenía previamente preparada en el hall, para salir al rato vestida y aseada como si no hubiera pasado nada. Yo sólo había conseguido fuerza suficiente para ponerme el pijama y estaba quedándome adormilado en el sofá. Ella se rió, me dio un pico en los labios y se despidió hasta dentro de dos semanas, diciéndome que tenía mi ropa planchada en la otra habitación, que era lo primero que había hecho. Yo se lo agradecí y dejé que Morfeo me alcanzase mientras ella salía por la puerta. Mi último pensamiento fue que había conseguido no pensar ni una sola vez en Susana en todo lo que había durado el acto, y con una sonrisa caí dormido completamente exhausto.
Me despertó el sonido de una risa. Al abrir los ojos descubrí a Susana riéndose mirándome desde la entrada del salón. Según me incorporaba ella me dijo que me diese una ducha, que había comprado algo en el restaurante chino de la esquina y que comeríamos cuando saliese. Yo aún adormilado obedecí como un autómata. Pillé la ropa que me pondría para ir al trabajo y la colgué en el perchero del baño, metiéndome en la ducha a continuación. Descubrí mi error cuando, enjabonándome el pelo, escuché la puerta abrirse y cerrarse. Me había olvidado de poner el pestillo. Me quedé quieto mientras veía una silueta moverse a través de la mampara traslúcida de la ducha, aún con las manos en el pelo.
- Tranquilo hombre, sigue duchándote – cortó mis pensamientos mi prima antes incluso de que acertase a pronunciar palabra – por suerte hoy se te ha olvidado el pestillo porque te juro que no aguantaba mucho más.
Dicho esto, bajo mi estupefacción, pude vislumbrar como se bajaba la ropa y se sentaba en la taza del váter para a continuación escuchar audiblemente el sonido de ella orinando.
- Bueno, qué – siguió ella como si fuese lo más normal del mundo – ¿qué tal la faena esta mañana, campeón? – Después de reírse un poco continuó – No sé qué comerás, pero vamos, si después de la fiesta de ayer con Sheila, la cual, por cierto, es muy simpática y de mi edad – creo que dijo eso último con un poco de retintín – si encima dejaste bien servida a tal exuberante hembra con la que nos hemos cruzado esta mañana debes de estar próximo a ser un portento físico, ¿no?
Yo no atinaba a contestar, sólo había conseguido seguir enjabonándome el pelo pero como si fuera a cámara lenta, como si todo esto le pasase a otra persona. Pero mi silencio sólo parecía envalentonarla.
- En fin, tomaré la callada por respuesta. Además de encontrarte dormido en el sofá el olor a sexo era inconfundible… que, por cierto, ¿dónde quedó aquella regla de no follar en zonas comunes? – En eso tenía razón, me había pillado yo solito en un renuncio. Mientras rumiaba esto ella terminó, se limpió, se lavó las manos pero para mi asombro no se fue del baño como esperaba, sino que se apoyó en el lavabo de espaldas al mismo, hablando como si tal cosa – A ver, Jaime, que yo lo comprendo. Joder, claramente me van los tíos exceptuando algún escarceo momentáneo, pero debo admitir que a mí se me presenta una limpiadora como la de esta mañana y hasta me replantearía mi sexualidad. ¿No contestas? – seguía insistiendo viendo mi negativa a hablar – bueno, es una lástima, y yo que quería normalizar… pero en fin. Sólo espero que a la próxima me invites, si no puede ser a participar al menos a mirar… aunque preferiría que fuese a lo primero. Ya te dejo tranquilo, para que termines lo que tengas que hacer.
Y riéndose abandonó el baño. He de reconocer que sabía tirarlas con bala puesto que es verdad que se me había puesto tontorrona con la última frase imaginándome el posible trío. Menos mal que entre lo de ayer por la noche y lo esta mañana estaba bien descargado porque si no seguramente habría terminado pajeándome una vez más. Decididamente el error de no echar el pestillo no podía volver a suceder. Cuando por fin salí vestido vi que me quedaba media hora escasa para comer y salir directo al curro. Mi prima me dijo que no había problema, que recogería ella, asique comimos bajo sus continuas indirectas a lo ocurrido esta mañana, mientras yo engullía más que lo que masticaba para terminar cuanto antes.
Por suerte la tarde en el trabajo transcurrió sin problemas. Algo lenta para mi gusto, pero sin sobresaltos. Silvia, mi jefa, rara vez trabajaba por las tardes, lo que nos dejaba más a nuestro aire. Sofía intentó que nos escapásemos un momento al trastero del almacén de los documentos, como aquella otra vez, pero me evadí simulando una labor que no podía dejar en ese instante. No estaba seguro de poder dar lo mejor de mí dada la situación. Creo que se molestó al no estar acostumbrada al rechazo, pero bueno, tampoco me importó mucho, tenía otras cosas en qué pensar. En esas estaba cuando cometí el segundo error del día, contesté sin pensar un wasap en el grupo a Josema, mi colega, el cual me dijo que tenía perfilado un posible plan y yo le contesté que vale, que luego lo hablaríamos, pensando en llamarle después de cenar. Debería haber especificado más, como descubrí más adelante.
Terminó la jornada laboral y fui directo a casa. Eran las nueve de la noche y estaba pensando en qué cenar, pero mi prima se había adelantado a mis pensamientos. Había preparado una sopa de fideos y un par de tortillas francesas de queso. Algo rápido y sencillo pero que agradecí. Cenamos tranquilamente mientras ella parecía absorta en sus pensamientos, lo cual me intranquilizó. Por una vez ella iba normal, sin provocar en exceso. Con ropa cómoda de andar por casa que, aunque le quedaba muy bien era lo lógico, pocas cosas podían sentarla mal a ella, pero se la notaba en su mundo, no enseñaba más de la cuenta, no flirteaba, y aquello, aunque debería de haberlo agradecido, me escamaba aún más. Terminamos de recoger y la mandé al salón para lavar yo los platos, era lo mínimo. Aceptó y al poco la escuché hacer zapping hasta que se paró en uno de esos programas del corazón. Cuando dejé todo y me disponía a ir al salón a preguntarla directamente si la pasaba algo ocurrió lo inesperado: sonó el telefonillo.
Temiéndome lo peor fue a contestar y efectivamente era Josema. El tío había interpretado literalmente mi respuesta de luego hablamos y había venido a mi casa a hablarlo. De nada sirvió mi advertencia anterior de que mi casa quedaba vetada hasta nueva orden. Desde el salón escuché a mi prima preguntar que quién era a estas horas y la respondí que nadie, que un colega que venía un momento a darme una cosa, mientras por dentro bullía del cabreo que iba cogiendo. Abrí la puerta de mi casa dispuesto a pararle los pies antes de que entrase pero el chaval ni se enteró o no se quiso enterar y me regateó cual delantero ante el defensa rival, entrando derecho a la cocina a cogerse una cerveza, como tantas otras veces había hecho, pero claro, la situación había cambiado.
Entré detrás de él, gritándole mentalmente mientras trataba de serenarme. Le hice el signo de callarse con el dedo pero no debió verme porque empezó a decir en voz alta de que ya sabía dónde podíamos hacer el nuevo trabajito, que le había llegado el soplo de un chalet que… y hasta ahí pudo decir ya que en un salto le alcancé, tapándole la boca con la mano mientras le empujaba contra la pared. Tal era mi rabia contenida que debió de vérmela en los ojos ya que los suyos vi cómo se llenaban de pavor.
- Mira, anormal cabeza de alcornoque – le susurré con la voz más calmada que pude, arrastrando las palabras – mi prima está en el salón. Como haya oído una sola de tus palabras vamos a tener un problema tú y yo, y tú no querrás tener un problema conmigo, ¿verdad que no? – Cuando vi que acertaba a negar con la cabeza proseguí – ahora te vas a despedir y te vas a pirar ipso facto. Mañana por la mañana quedamos en el bar de Luismi y hablamos de lo que acaba de pasar y de ese chalet.
Una vez asintió con la cabeza le solté de golpe sin esperárselo, hasta el punto que tuve que agarrarle porque casi se cae al suelo. Me miró con ojos casi llorosos y se marchó como perro apaleado, sin despedirse, cerrando la puerta suavemente tras él. Yo me giré hacia el salón, yendo raudo a él y me pareció alcanzar a ver como mi prima se movía en el sillón, pero no llegué a saber si era por sentarse recientemente o por colocarse mejor en el sitio. La miré a los ojos pero ella no se giró a mirarme, parecía metida por completo en lo que decían en la tele, lo cual me extrañó pues en ese momento estaban los anuncios. Decidí no insistir con el tema y, olvidada ya la preocupación por su cambio de carácter durante la cena, la anuncié que me iba a la cama. Ella me respondió con un tibio deseo de que descansase y me acosté pensando en lo que le diría a Josema al día siguiente.
Amanecí sudando copiosamente con las primeras luces de la mañana. No recordaba lo que había soñado pero sentía que era algo malo y un escalofrío de mal agüero me sobrevino. Algo andaba mal, lo presentía, pero no acertaba a pensar de dónde. Aproveché que había madrugado para salir a correr unos kilómetros, para ver si se me pasaba las malas sensaciones, pero no lo conseguí del todo. Al volver a casa noté que mi prima aún no había salido de su habitación, lo cual no sabía si extrañarme o no, porque aunque el día anterior sí se había levantado pronto desconocía sus horarios habituales. Cogí una muda para darme una ducha pero, al pasar por delante de su cuarto en dirección al baño, me pareció oír un sollozo ahogado tras su puerta. Me detuve ipso facto. Acercando mi oído a la misma pude apreciar que efectivamente ella debía estar llorando. Recordando de golpe su extraño comportamiento en la cena de ayer la avisé en voz alta de que iba a entrar abría la puerta sin esperar respuesta, viendo como ella se giraba en la cama tapándose con el edredón hasta la cabeza, escondiéndose de mi vista.
Soltando un suspiro fui hasta ella, me senté con suavidad en la cama y, poniendo la mano donde se encontraba su cabeza, hablé con ella en voz baja pero firme, todo lo calmado que pude, recordándola que éramos familia, que ahora que vivía conmigo, que tenía que confiar en mí y decirme qué es lo que ocurría, que la ayudaría en lo que fuera necesario sin dudarlo.
- ¿De verdad me ayudarás? – Me preguntó sacando escasamente la cabeza, lo que me permitió ver sus ojos rojos y con ojeras, signo evidente de la mala noche que ha debido pasar llorando.
- De verdad de buena – Contesté pretendiendo hacer un chiste, mientras la acariciaba ahora la mejilla.
- Préstame dinero, te lo devolveré cuando consiga un trabajo de media jornada – me soltó de sopetón, llevándome una sorpresa morrocotuda. De verdad lo que menos me esperaba era esa respuesta.
- A ver – conseguí decir controlándome a duras penas – si es dinero lo que necesitas, dependiendo de la cantidad, podríamos hablarlo. Pero antes que eso… ¿qué es lo que ocurre? ¿Para qué es el dinero?
A estas alturas mi mente trabajaba al doscientos por cien. ¿Qué es lo que pasaba? ¿Chantaje? ¿Algún exnovio? O peor aún, ¿se había quedado preñada y necesitaba dinero para la operación de aborto? Mil y una excusas, cada una aún más loca que la anterior, se me cruzaban por la mente sin descanso, hasta que escuché que continuaba.
- ¿Ves? Aún no te he dicho la cantidad y ya estás preguntando. ¿No confías en mí? – Me acusó con pinta de enojo en la cara. Obviamente podía ver que era una fachada, que intentaba devolverme las tornas esquivando de paso el decirme el total del dinero, lo que consiguió que me preocupase aún más.
- A ver, confiar confío todo lo que puedo. Eres familia, pero tampoco tenemos tanto trato y hasta hace dos días no nos habíamos visto en cuánto, ¿dos años? Y de pasada. Por lo tanto – proseguí, soltando un sonoro resoplido, girando la cabeza y preguntándola - ¿para qué es el dinero? Y, sobre todo, ¿cuánto necesitas?
Pude ver que mis últimas palabras la habían hecho mella porque cesó en su fachada, bajó la cabeza, y alcanzó a susurrarme una cifra bastante más alta de la que yo creía. Abrí los ojos completamente, anonadado de la cantidad que había dicho, y la pedí que lo repitiera por si la había escuchado mal. Cuando comprendí que efectivamente era la cantidad que me dijo me levanté de la cama y empecé a andar de un lado para otro, por un lado intentando calmarme mientras que por otro intentaba aclarar mis ideas. Ella se limitaba a mirarme. Se había sentado en la cabecera de la cama y se estaba agarrando a sus rodillas, mientras que con los ojos seguía mis movimientos. Parecía el reo esperando el veredicto del juez.
Pasados unos minutos ya había vuelto en mis cabales y empecé a hablar con ella. La exigí, pues la cantidad era cuantiosa, pelos y señales si quería mi ayuda, la aseguré que el dinero no sería un problema, lo que devolvió las tornas logrando que ahora la que se sorprendiese fuese ella, pero la advertí que no quería ni una mentira. A la primera mentira no habría dinero y, dependiendo de lo fuera, a lo mejor no habría ni casa para ella. A esas alturas ya empezaba a dudar de algo tan básico de si podía confiar en ella para seguir conviviendo juntos. Estuvo hablando cerca de una hora, entre pausas para llorar y pausas para que yo me tranquilizase, porque algún golpe a lo más cerca que tenía tuve que soltar para desfogarse. Cuando quedó todo claro la dije que se preparase, que en un rato nos iríamos, y salía de la habitación sin contestarla a ninguna pregunta, ni a dónde saldríamos ni de dónde sacaría el dinero ni que pasaría ahora. A esa última pregunta no tenía clara la respuesta, a las otras dos sí.
Cuando salí me metí en mi cuarto, cerré la puerta y saqué el móvil. Pulsé el número uno de la marcación rápida y esperé que cogieran la llamada, lo cual se produjo al quinto timbrazo. Estaba seguro de despertarle, pues el bar le mantenía en pie hasta las tantas de la madrugada todas las noches, pero era causa de fuerza mayor, por eso cuando me contestó con voz soñolienta, y algo malhumorada, exigiendo que qué es lo que pasaba a estas horas no me anduve por las ramas y la expliqué por encima la situación. Luismi era mi amigo del alma. Si tuviera un hermano no creo que le quisiera más que a él. Teníamos confianza plena en el uno en el otro; juntos organizamos la banda y abrimos su bar, del que yo soy socio, el cual nos sirve para blanquear el dinero cuando necesitamos hacerlo. Estuvimos unos minutos hablando y quedamos en vernos en una hora en el bar, que él se encargaba de llamar al resto.
Seguidamente llamé a la oficina y les dije que hoy me quedaría teletrabajando desde casa. No es la primera vez que uso esa excusa pero como, mientras no abuse, es plausible pues sigue colando. No es que precise el empleo para subsistir pero sí necesitaba la nómina fija. Después ya sí, me fui para el baño, avisándola del tiempo que teníamos para estar listos, y me di una ducha rápida. Me sequé y me fui con la toalla a mi habitación, no tenía tiempo para los juegos con mi prima, además de que su puerta seguía cerrada, y quería vestirme para la ocasión. Me fui al armario cerrado y saqué de una bolsa de deportes que guardaba debajo de unas camisetas viejas mi ropa de la suerte: pantalones de vestir, camisa de manga corta y una chaqueta como las que usan los motoristas, todo totalmente negro. Una vez vestido cogí mis rayban negras y me las puse, pillando mi cartera y desde el hall de la entrada la di un grito de que nos íbamos ya, que saliera rápido.
No tuve que esperar ni cinco minutos cuando ella apareció por su puerta, con unos vaqueros azules de esos a la moda, con rotos a la altura de las rodillas, con una blusa blanca algo holgada a la que le había hecho un nudo por delante dejando ver su ombligo y una cazadora vaquera a juego con sus pantalones. También noté que se había maquillado y ya no había rastros de la mala noche que había pasado ni de sus llantos posteriores, lo cual me alegró.
Salimos y andamos en silencio el camino. El “Club”, como le habíamos bautizado en un alarde de poca imaginación y mucha espesura mental, quedaba a veinte minutos escasos a pie desde mi casa. No era un bar muy grande, de 60 metros cuadrados con barra y pista de baile, con unos taburetes en la barra como únicos asientos en todo el recinto, pues la idea era ir a un sitio a tomar algo y bailar pero no queríamos gente que se amodorrase en ninguna mesa. También le conseguimos licencia de pub por lo que se habría a media tarde y se cerraba religiosamente a las 3 de la madrugada, de ahí que le hubiera sacado de la cama. En realidad, aunque del bar éramos socios los cuatro de la banda, el único que curraba en él todo el tiempo era Luismi, teniendo luego empleadas que iban cambiando pues contratábamos sobre todo a universitarias que buscasen empleos a tiempo parciales. Pagábamos bien y tenían la seguridad asegurada por lo que la mayoría de las veces eran ellas mismas las que recomendaban a alguien para su puesto cuando iban a dejar el trabajo.
Cuando llegamos al “Club” vi estacionado delante el Seat León de Josema con lo que al menos uno había llegado. Luismi vivía en el piso superior del bar con lo que faltaría por saber si los otros dos habían llegado. Al entrar me fijé en la barra y noté que John también había llegado. John era un africano corpulento de casi dos metros de altura, con anchas espaldas y unos brazos que serían del tamaño cada uno de dos de los míos. Es lo que comúnmente se le conoce como el gorila de una discoteca. Tenía un nombre largo casi impronunciable, que empezaba por J, de ahí que le apodásemos John y se le quedase el nombre como oficial. Está con nosotros más o menos desde hace 7 años ya pero su lealtad hasta el momento había sido inquebrantable. Hasta que nos conoció, por azares del destino en una bronca de discoteca, había estado trabajando en negro sin papeles de simple gorila, pero Luismi supo ver inteligencia en su mirada tras esa apariencia tan imponente y tras un par de charlas en días posteriores le convenció para que se nos uniera. Ahora tiene papeles que puede presentar si se lo requieren, trabajando oficialmente en nuestro bar, aunque su trabajo sea el de darnos apoyo.
Josema, por otro lado, es el más nuevo de todos, sólo lleva con nosotros cinco años. Es conocido de Samantha, la otra miembro del grupo a la que aún no veía, y entró por recomendación suya. A mí no me hace ni pizca de gracia, era propenso a los excesos, pero su intuición no era para tomársela a broma. Más de una vez no salvó por puro instinto, aunque luego tenga un vacío mental muy serio en la cabeza, como suele decir Luismi cuando se mete con él. Luismi, por el contrario, es lo contrario que él. Serio y responsable es el que ponía orden en el grupo porque reconozco que a mí a veces se me disparaba la sangre a la cabeza y me nublaba. Además, aunque trabajase en un bar era totalmente abstemio, resultado de la muerte de sus padres en un accidente automovilístico por un conductor ebrio. Esas virtudes y que era muy bueno con los números le hacía perfecto para ese trabajo y poder blanquearnos el dinero cuando lo necesitábamos.
Yo les fui presentando uno por uno a mi prima y viceversa. No se me pasó por alto que ella reconoció a Josema, lo que la delató de que nos espió en su visita de ayer, lo que resulto en que mirase con intento enfado a Josema y que éste se encogiese en su asiento, pero ella lo atajo dándole dos besos en las mejillas como al resto y se animó en el acto. Le pregunté a Josema por Sami, diminutivo al que sólo a mí me permitía utilizar, motivo por el cuál siempre la llamaba por él delante de Josema para molestarle, pero la respuesta me llegó desde mi espalda, en la dirección donde estaban los aseos. Me di la vuelta y vi a la chica pelirroja que conocía, con un top negro sin mangas que dejaba ver sus brazos completamente tatuados, a juego con el que se dejaba ver sobresaliendo por la parte superior del pecho. Vino de frente hacia mí y me besó directamente en los labios a modo de saludo, con lengua incluida, a lo que yo respondí de buen grado compaginando el beso. Por el rabillo del ojo noté como se nublaba la mirada de mi prima al vernos y me reí en mi cabeza. Cuando cesó en el beso, separándose de mí las presenté a ambas, pero me callé lo que sabía que vendría a continuación, y es que Samantha, al acercarse ella, giró la cabeza cuando Susana iba a besarla en la mejilla y la dio un morreo en su lugar. Mi prima al principio se sorprendió pero luego vi en sus ojos que entendió la situación y correspondió el beso. Por un momento estuvieron dándose el lote delante nuestro de un modo que el ambiente se cargó en un instante.
Al final un carraspeo de Luismi logró que Sami se separase, porque ambas habían aceptado el juego y ninguna tenía la intención de dejarlo antes que la otra. Esa era la naturaleza de Samantha, era juguetona y muy competitiva. Además la habíamos visto tanto con chicos como chicas, como ella mismo nos decía ella no se enamoraba de un sexo, se enamoraba de la persona. Lo malo es que solía enamorar varias veces al año pero una vez “calmado el picor ahí abajo el enamoramiento se pasa rápido”, en otra perla de sabiduría que nos soltaba cuando la veíamos de nuevo sola. De hecho alguna vez nos tocó lidiar en el “Club” con alguno y alguna que no aceptaba sus desplantes posteriores de buen grado. Aunque la verdad es que siempre les comprendía y es que ella es una fiera en la cama, de las que te pueden agotar la energía por completo y no darte descanso en todo un fin de semana. Y quien dice cama dice cualquier superficie de la casa.
Conmigo fue directa. Me dijo, al poco de empezar a funcionar juntos, ya hará seis años de ello, que si queríamos que trabajásemos juntos teníamos que follar al menos una vez para que no hubiera tensión sexual entre nosotros. Cuando comprendí que lo decía completamente en serio acepté sin dudarlo. En aquella época iba de rubia con el pelo largo, no de pelirroja con el cabello corto como ahora, y tenía algunos tatuajes menos, pero el cuerpo es casi el mismo que el actual, unas piernas de escándalo, un culo respingón y un pecho que aunque algo pequeño cabía perfectamente en mis manos. Acepté de inmediato, pasamos un fin de semana de escándalo en el que desde el Viernes al Domingo no me dejó dormir más que alguna hora suelta. Aún recordaba cómo tuve que fingir una gripe y tomarme una semana de descanso del trabajo para recuperarme de las agujetas que tuve a consecuencia del exceso. Después de aquello no volvimos a acostarnos aunque en algún momento estuvimos a punto de repetir la experiencia no acabamos de dar el paso. Sospecho que con Luismi John tuvo algún escarceo similar, aunque estaba convencido casi al cien por cien de que con Josema no había tenido nada de eso. Aunque él la miraba con ojos de cordero degollado ella le trataba como a un hermano pequeño, introducido totalmente en la friendzone y sin posibilidades de salir. Después de terminar con las presentaciones Luismi me instó a que explicase lo que ocurría pues él no les había dicho nada a los otros. Con la atención de los cuatro en mí empecé a narrarles lo que sabía mientras que mi prima se sentaba en la barra y agachaba la cabeza.
- Os he citado aquí para pediros acceso al fondo de contingencia para ayudar a mi prima y para pediros ayuda para solucionar el problema si con el dinero no se resuelve.
- Jaime, perdona te interrumpa – me cortó Luismi, mientras le servía desde detrás de la barra una tila a mi prima – hablo por todos si te digo que el fondo de contingencia fue creado por si alguno de nosotros tenía un problema en algún momento dado, y si tú afirmas que el problema de tu prima lo haces tuyo automáticamente es nuestro, no dudes de eso porque nosotros no lo hacemos – tras esperar que los otros tres asintieran con la cabeza, dando su conformidad con caras serias, incluso Josema, continuó – pero dicho esto te diré que por experiencia el dinero no resolverá nada. Mejor será que nos cuentes lo que pasa y decidamos juntos el mejor camino a seguir.
- Tienes razón, como siempre – afirmé, soltando un sispero, y empecé con la historia: - veréis. Una puta, con perdón de la expresión pero así es como la siento, ha jodido a mi prima, y con mi familia no se juega. Hablaría igual de vosotros y de vuestra familia, no dudéis de eso, pero en este caso me toca especialmente de cerca. El novio o rollo o lo que sea de esa zorra conoció a Susana estas navidades. Es universitario de la universidad a donde va a ir. Ahorrándoos los detalles lo resumiré en que una cosa llevó a la otra y os imagináis en qué desembocó. Eso sólo me daría igual, ninguno de los de aquí nos vamos a escandalizar por temas sexuales a estas alturas, pero lo que me arde en las entrañas fue que usase una droga para dormirla y abusar de ella… ¡¡¡con varios de sus amigos!!! Esto lo hizo después de que ya se habían acostado juntos por lo que ella confiaba en él.
Aproveché para beber de la botella de agua que me pasaba Luismi para dejarles que lo sucedido les calase en la cabeza. Vi que Samantha iba hasta Susana y la abrazaba, mirándome con unos ojos que asustarían al más fiero de sus oponentes. De hecho todos tenían duras miradas en sus rostros serios. Pensé que era una buena reacción para no saber todavía lo peor de todo. Respiré profundamente y proseguí:
- Ahora llegamos a lo peor. Ella no recordaba lo sucedido, sólo que se despertó con dolor de cabeza en la cama de él, con lo que asumió que simplemente bebió más de la cuenta y se acostaron, sin más, aunque sí me ha dicho que se sentía más dolorida de lo normal, aunque de nuevo lo adujo al alcohol. Después de esa fatídica noche cortó él la relación, pero bueno, ella tampoco lo había tomado como algo demasiado serio, asique tampoco lo pensó mucho… hasta ayer. Ayer por la tarde acudió a una cita con él, para hablar de la universidad, la cual empezará pronto. Acudió tranquilamente, no había ningún indicio para dudar y tampoco cortaron en mal rollo asique acudió a la cita... para encontrarse a la mal nacida ésta del brazo del imbécil.
Volví a darle un trago al agua, calmándome mentalmente pues la rabia empezaba a hervirme desde dentro y seguí:
- La hija de mil padres fue directa al grano. Quería diez mil euros de golpe o mil euros al mes a cambio de que cierto vídeo no rulase por el campus universitario ni por su sus familiares, y la pasó una Tablet que llevaba preparada. Ella creyó que era una broma y miró al cabrón pero éste empezó a reírse en su cara. Dios, como quiero partírsela en estos momentos. El vídeo que había es el que os imagináis. El mierda y tres de sus compadres la follaban por turnos y se corrieron todos en su boca y en su cara, mientras mi prima salía completamente fuera de sí misma pidiendo más. Al menos habrá que agradecerles el que no se corrieran dentro, porque a lo mejor el problema que teníamos era aún más gordo – en ese momento la miré, pero ella rehuía mi mirada refugiándose en el abrazo de Samantha, quien me miraba pidiéndome que relajase mi discurso, pero no podía ni quería hacerlo. Mi prima tenía que ser consciente de donde se había metido ella solita, asique continué hablando: - Ya conocéis todos los hechos, sabéis para qué quiere el dinero. Cambiar de universidad no está sobre la mesa porque, aunque hubiera alguna justificación que no la hay, la amenaza seguiría presente. ¿Qué hacemos al respecto?
Después se produjo un silencio sepulcral, sólo se escuchaba un murmullo ahogado que creo que eran sollozos de mi prima contra el pecho de Sami, que la abrazaba con fuerza. Miré a los demás. John parecía que buscaba algo que poder golpear. A Josema parecía que le iba a salir humo de la cabeza mirando al infinito con una mirada intensa que nunca le había visto poner. Cuando miré a Luismi fue el único que parecía tranquilo, secando el vaso en el que le había servido la tila a mi prima recientemente lavado. Al notar mi mirada sonrió y habló:
- ¿Qué hacemos dices? La respuesta es simple y sencilla. - Cuando notó que todos le prestábamos atención, incluida mi prima, contestó con una única palabra, la cual hizo que todos sonriéramos con la boca pero no con nuestros ojos: Venganza.
- Venganza – continuó a los pocos segundos John, golpeando su puño contra la palma de su otra mano.
- ¡Venganza! – gritó Josema con todas sus fuerzas.
- Venganza – susurró Samantha con una voz tan fría que me heló la sangre al escucharla.
- Venganza – dijo mi prima en voz baja, aún sin creerse lo que estaba pasando, mirándome por primera vez a los ojos. Yo, devolviéndola la mirada sin parpadear, la confirmé:
- Ya lo has escuchado. Venganza pues. El “Club” ha hablado. Bienvenida al Club.
Continuará.