Mi Nueva Compañera de Piso: mi prima. [1]

A mis casi 30 años mi vida de libertad dio un vuelco cuando acepté a mi prima como compañera de piso tras aprobar la selectividad para venirse a estudiar.

Mi Nueva Compañera de Piso: mi prima

1. Trastocando planes

Estaba en medio de un profundo sueño reparador cuando el sonido del teléfono me sobresaltó. Me incorporé, notando los efectos de la noche anterior, y miré hacia mi derecha viendo que mi acompañante estaba durmiendo boca abajo, ligeramente inclinada hacia mi lado. Con mi movimiento se había descorrido la sábana y veía parte de sus pechos desnudos. Con cuidado me levanté, la tapé con la sábana mientras ella se daba la vuelta hacia el otro lado, cogí el teléfono y descolgué mientras salía al pasillo como dios me trajo al mundo. Cerré la puerta tras de mí antes de saludar a mi madre, que era la que me llamaba.

-          Hijo, buenos días – me saludó y acto seguido continuó con la típica frase de madre – anda que si no te llamo yo ni te acuerdas de que tienes madre, sinvergüenza.

Yo riéndome la di los buenos días y la juré que ese día había decidido llamarla, que se me adelantó por cuestión de horas. Una vez terminó las típicas primeras preguntas de rigor acerca de cómo me iba en el trabajo, de cómo llegaba a fin de mes, de si me cuidaba, de si comía sano y de si por fin tenía novia por fin llegó al meollo de la cuestión.

-          Recuerdas que mañana es el domingo que habíamos quedado, ¿verdad? – Me preguntó de pronto.

-          Pues no, sé que mañana es domingo, pero no recuerdo nada especial, ¿qué pasa mañana? – pregunté a mi vez, pensando que mi plan de estar con la belleza de mi cama todo el fin de semana desfogándome se iba a dar al traste, mientras intentaba recordar cómo se llamaba… ¿Esther? ¿Helena? Creía estar seguro de que llevaba una H… hasta que mi madre me cortó mis pensamientos haciéndome recordar de golpe.

-          Pues que mañana llega tu prima, ¿no te acuerdas que en las navidades quedamos que si aprobaba la selectividad iría seguramente a tu ciudad a seguir con los estudios y que, puesto que tienes dos habitaciones libres, se quedaría en tu casa para ahorrar gastos?

Se me cambió el semblante ipso-facto. Como en las películas sentí que el color huía de mi rostro. Sentí hasta como los grilletes que me quitaban la libertad me cernían en las muñecas. Rememoré como en las fiestas, ayudado por unas copas de más, mi tía me había pedido, con el beneplácito de mis padres, el favor de que mi prima se quedase allí en mi casa. La susodicha ni siquiera se había dignado a estar en la cena, había quedado a pasar la fiesta con unas amigas en una casa rural, sin chicos aseguró, lo cual seguramente sería una mentira, y encima se había llevado a mi hermanita con ella. En aquel entonces, con dos copas de más, mi mente estaba poco lúcida. Recuerdo estar enfadado con mi prima, que es hija única completamente consentida ya que mi tía, madre soltera, no podía o no había sabido meterla en vereda, estaba arrastrando a mi hermanita, dos años menor que ella, en sus correrías, y pensé en aceptar para atarla en corto y fastidiarla, además de asegurarme que mi hermanita no se echaría a perder.

Obviamente estaba bastante mal pensado, en cuanto se me pasó la cogorza al día siguiente me di cuenta de lo que había hecho. Pero bueno, como todo había quedado pospuesto a que mi prima aprobase la selectividad pues no volví a pensar en ello y me volví para la ciudad sin tan siquiera verla. De hecho llevaba casi dos años sin verla a lo pronto. Lo único que sabía era lo que me contaba mi madre cuando comíamos juntos, porque mi padre estaba super atareado para chismes, además de no sacarle más palabras que para referirse a lo mal que va el país o hablar de fútbol y mi hermana había cerrado filas a favor de su primita del alma asique…

Y en esas estábamos ahora. Hacía unos minutos me encontraba en la gloria pensando en un tórrido fin de semana de puro sexo con la jovencita que había conocido ayer, de la cual solo recordaba que estaba de celebración por su decimonoveno cumpleaños y que no le importaba los casi diez años que la sacaba, de hecho creo que eso le ponía aún más, aunque seguía sin recordar su nombre y minutos después me veía con el plan chafado y teniendo que preparar la casa para la llegada que cambiaría mi vida de libertad tal y como la conocía.

Al final volví en mí y proseguí la conversación con mi madre, que ya parecía preocuparse. De hecho no conseguí tranquilizarla del todo y quedó en venir mañana por la mañana a ayudarme a preparar la casa ya que mi prima no llegaría hasta la tarde. Al principio empecé aceptando a regañadientes, detestaba requerir de ella para ocuparme de mi casa, pero luego acabé aceptando de buen grado cuando prometió traerme un tapper con croquetas, jajaja.

Una vez colgué fui al cuarto de baño a orinar mientras iba dándole vueltas al asunto. Me aseé un poco y me terminé de despertar echándome agua fría en el rostro. Entonces recordé a… ¿Hana? ¿Heidy? Bueno, ya me acordaría. Regresé a mi dormitorio y me la encontré aún dormida pero vuelta boca arriba, ocupando todo el ancho de la cama. La sábana había vuelto a escurrírsele y ahora sólo tapaba uno de sus pechos, dejando el otro a la vista casi en su totalidad… esos pechos que eran grandes como manzanas, que mi mano no completaba a abarcar. Sabía que eran operados y yo prefería lo natural, pero al fin y al cabo disfruté de ellos igualmente. Recordando lo vivido ayer por la noche, como según entramos en la casa no nos dio tiempo ni a desnudarnos por completo cuando ya la estaba penetrando contra la primera pared que pillé de tan cachondo que me había puesto con sus bailes provocativos restregándose, claro que ella no se quedaba atrás en excitación, sus pezones parecía que querían traspasar la tela y el coño lo tenía completamente húmedo, cosa que ya había comprobado en el trayecto hacia casa dejándola a punto del orgasmo con mis dedos, que sólo salían de su interior cuando tenía que cambiar de marchas. Conseguí llevarla al éxtasis 3 veces esa noche, la última con mi boca. No está mal para sacarla diez años.

Mientras lo revisionaba en mi cabeza y la observaba sin darme cuenta empecé a acariciarme el miembro, que empezaba a ponerse juguetón. Entonces decidí que, puesto que ya no tenía todo el finde, al menos disfrutaría de la mañana antes de despedirnos, seguramente para siempre… o no, ya veríamos en qué desembocaba el asunto. La verdad es que hablar no hablamos mucho.

Con cuidado de no hacer ruido mi dirigí a los pies de la cama y empecé a tirar de la sábana muy suavemente, hasta conseguir retirársela del todo sin que se despertase. Ante mí estaba una auténtica belleza en todo su esplendor. Deleité mi mirada por todo su cuerpo, sus carnosos labios, sus pechos desafiando la gravedad, su ombligo, sus piernas… para terminar fijándome en su monte de Venus, depilado dejando un triangulito bien cuidado… me estaba poniendo como una moto. Me subí despacio de rodillas en la cama y fui acariciando sus piernas mientras me agachaba para besárselas. Según fui subiendo mis besos hacia sus muslos empezó ella a soltar gemiditos, pero sin llegar a despertarse. Supongo que debía creer que estaba en algún tipo de sueño o algo. Sonriendo continué con mi avance furtivo hasta llegar al punto que pretendía besando sin pudor el punto álgido de su anatomía, mientras iba abriéndola poco a poco las piernas para hacerme sitio.

Una vez llegado a ese punto saqué mi lengua a pasear, lamiendo sin descanso mientras la dulce música de sus gemidos iba ayudándome a guiarla en buena dirección, hasta que me ayudé de mis dedos, separándola los labios e introduciendo mi lengua dentro de ella. La estaba degustando a profundidad. Desvié la mirada hacia su cara cuando noté su mano en mi cabeza, encontrándome sus ojos vidriosos medio de recién despertada medio del placer que le estaba dando, y sin parar con la lengua introduje de repente dos dedos en su cavidad hasta donde llegasen, a lo que correspondió cerrando los ojos y arqueando la espalda, abriendo las piernas todo lo que podía. Yo empecé a no parar de meter y sacar los dedos, sin descanso, follándomela con ellos mientras mi lengua no se detenía tampoco. Cuando un par de pasadas lo hicieron acariciando su clítoris ella estalló gritando en un orgasmo que degusté con placer mientras ella me empujaba sin miramientos mi cabeza contra ella hasta el punto que casi me costaba respirar.

Por fin, cuando vi que empezaba a rebajarse, y su mano cayó hacia un costado, di un último lametón juguetón y mirándola a los ojos gateé por la cama hacia ella. Por el camino no pude evitar llevarme a la boca ambos pezones y juguetear un poco con ellos mientras que ella me observaba mordiéndose el labio. Nuestros ojos no dejaban de mirarse en ningún momento. A los pocos segundos terminé de avanzar y nos devoramos mutuamente la boca mientras nuestras lenguas batallaban en su interior, sin que ella hiciera ascos a degustar sus propios jugos recién exprimidos. Llevé una mano a mi miembro, apunté con él a su interior y lo introduje de un golpe hasta el fondo, taponando con mi boca la suya. Empecé con un suave ritmo, despacio, poco a poco, mientras me separé unos centímetros de su rostro, mirándonos otra vez a los ojos. Ambos aguantábamos la mirada, ella volvía a morderse el labio para no jadear y perder ese duelo de voluntades que estábamos teniendo y yo intentaba controlar el ritmo para no avanzar. Al final, en una entrada un poco más profunda, ella “perdió” cerrando los ojos en un momento y soltó el gemido que llevaba aguantando. Entonces me incorporé, llevé sus piernas a mis hombros y empecé a taladrarla a un ritmo in crescendo mientras los sonidos que ella producía podían escucharse desde toda la casa y seguramente parte de los vecinos, completamente abandonada a lo que sentía.

Yo la tenía agarrada de las caderas e imprimía todo el ritmo que podía, sin descanso. Estaba viendo peligrosamente cerca el que a lo mejor terminaba yo antes y mi orgullo no podía permitirlo. Intenté pensar en el curro pero mi mente se iba a la hija de puta de mi jefa, la zorra estaba bien buena y ella lo sabía, y a la compañera con la que ya tuve un escarceo breve pero intenso en el trastero de almacenamiento de documentos, y en otras compañeras a las que no me importaría… caí en la cuenta de que mis pensamientos no ayudaban… entonces volví la mente al futbol… empecé a recitar de memoria los equipos de futbol de cuando era chaval, que jugaba con mis primos en el pueblo con las chapas… mis primos… eso desembocó en pensar en la próxima visita de prima, la recordé como me acordaba de ella, hacía dos años, en las fiestas, 16 o 17 años tendría entonces, con ese mini vestido rojo, seguramente con wonderbrá que con el escotazo que llevaba hacía que sus tetas se viesen deliciosamente… en ese momento di cuenta de los derroteros que me habían llevado mis pensamientos y eso me desconcertó, lo que ayudó a retrasar el momento de mi corrida. Ella debió entrever el cambio de ritmo porque por un momento me miró interrogándome con los ojos, pero me rehice y llevando una de mis manos a su pecho la pellizqué el pezón volviendo a retomar el ritmo. Eso la volvió loca y se sumió en el placer hasta que al poco estalló en un orgasmo que se escuchó nítidamente. Yo fui deteniéndome poco a poco mientras ella intentaba recuperar el aliento hasta que me salí por completo. Fui de rodillas para arriba, con la polla tiesa y apretando sus pechos empecé a hacerme una cubana con sus tetas. Como mi miembro estaba completamente empapado de la corrida de ella la sensación era maravillosa. Al poco ella reaccionó y sustituyó mis manos por la suya, empujando aún más sus pechos aprisionándomela. Yo me apoyé en la pared y empecé a follarme sus tetas a la vez que sentía que cuando mi glande sobresalía por arriba ella estaba lista por lamerla hasta que me dejé llevar y me corrí abundantemente. Ella abrió la boca para recibir lo que pudiera pero en esa posición entrar entró bastante poco pero embadurnar la embadurné bien el rostro con mi lechada mientras ella había pasado a pajearme para exprimirme. Las últimas sacudidas ya cayeron sin fuerza en su pecho mientras que ella, con mi ya medio flácido miembro en su mano, la iba extendiendo.

Cuando vio que me volvía a incorporar y me dejaba caer a un lado ella se incorporó y me la lamió hasta dejármela bien limpia pero mi vigor se hacía de rogar entre las corridas de la noche y la que acababa de pasar necesitaba un tiempo para recuperarme. Ella sonriéndome me dio un último beso en la punta de mi pene y me anunció que iba a ducharse, mientras yo me estiraba aprovechando que me dejaba la cama para mí solo. La vi con los ojos entrecerrados como recogía su ropa y su bolso y salía de la habitación, quedándome dormido antes incluso que escuchar el agua. No sé cuánto tiempo había pasado cuando abrí los ojos, solo que me sonaban las tripas pidiendo atención. Me desesperecé y me levanté, poniéndome los boxers de camino. Salí de mi habitación diciendo varias veces hola preguntando si aún estaba ni habiendo respuesta. Miré y en la casa no estaba hasta que vi que me había dejado una nota en la nevera en la que había dejado su número de móvil y una simple frase y un corazón dibujado:

“Si quieres repetir llámame. Sheila”.

Sheila, así se llamaba. Al menos había acertado en que tenía una h el nombre. Vi mi cartera en la encimera y por un momento me temí lo peor. La abrí y vi que sobresalía un papel en el lado de los billetes, lo saqué y me reí al leer lo que ponía.

“Disculpa que te coja 20€ para un taxi, te los devolveré si me llamas. Sheila”.

Esta vez con dos corazones. Acto seguido guardé la nota de la nevera junto a esa y me dispuse a asaltar la nevera, el hambre que tenía era voraz. Mientras me hacía un par de suculentos sándwiches empecé a darle vueltas a lo de mi prima. No comprendía porqué se había colado en mis pensamientos en ese preciso momento aunque acabé achacándoselo a la situación en la que me encontraba y a su pronta visita, o eso esperaba. Al terminar me di una buena ducha y dediqué la tarde a hacer la compra para reponer la nevera al menos con viandas variadas y algunos refrescos y cervezas. Como desconocía sus gustos pillé unos packs pequeños variados, ya habría tiempo de ser más precisos. Al volver a casa puse la lavadora y me metí en la habitación que sería de mi prima, quitando todos los trastos que tenía por ahí metidos. Dejé abierta la ventana de par en par para ventilar y comprobé que las sábanas estuvieran puestas para a continuación darle un repaso general a la casa. El hecho de vivir solo hace que seas un poco descuidado con el orden. Y no es que me preocupase mi prima, en ese momento me preocupaba más la visita de por la mañana de mi madre y la más que plausible bronca que me echaría si ve la casa manga por hombro. Después de recoger cené algo de fruta y me acosté pronto rechazando varias propuestas de salir de varios amigos que me insistían por el WhatsApp. Después de varios insultos y mofas aceptaron dejarme tranquilo para variar. Creo que sospechaban que seguía con mi ligue de ayer, puesto que salí también con ellos y nos vieron e incluso me vitorearon mientras salíamos, aunque no sé si de ese detalle ella se dio cuenta. Total, decidí no sacarles de su error y descansar para estar al día siguiente lúcido.

Al día siguiente me levanté pronto, completamente descansado, asique decidí salir a correr un rato. A la vuelta me fui directo a la ducha y estaba saliendo cuando llamaban al telefonillo. Me puse una toalla y las sandalias de estar por casa y abrí sin preguntar mientras que con otra toalla más pequeña me secaba el pelo. En eso estaba cuando un silbido de admiración me hizo dar un respingo. Al bajar la toalla me encontré con un pibón de dieciocho años, con la maleta al lado, que me miraba de arriba abajo con cara de satisfacción, mientras mi hermana se reía detrás de mi prima y mi madre me miraba negando con la cabeza reprobándome.

-          Si llego a saber que mi primo me recibiría así hubiera adelantado mi llegada – me esperó mi prima volviendo a silbarme, lo que hizo que mi hermana se riese aún más fuerte.

-          Niña – le esperó mi madre golpeándola suavemente en la cabeza – Terminemos de entrar y cerremos la puerta y tú – dijo señalándome a mí – vete a vestirte antes de que pilles un resfriado.

Aun flipándolo me dirigí como un autómata balbuceando una disculpa por el camino, mientras que mi prima se unía a las risas de mi hermana. La verdad es que yo mismo me lo había buscado creyendo que era mi madre la que venía. En mi habitación, antes de vestirme, me miré en el espejo. Tenía el pelo completamente despeinado, con la toalla pequeña sobre mis hombros y la grande anudada a la cintura, quizás un poco demasiado abajo. En ese momento añoré tener el cuerpo de hace diez años, fruto del gimnasio, cuando las abdominales de me marcaban. La verdad es que me había dejado bastante desde que dejé de ir y, al verme con dinero para mis gastos y viviendo solo, las fiestas empezaban a pasar factura. Estaba en buena forma por las salidas a correr que aún hacía pero si no tenía cuidado podía engordar perfectamente. De hecho algún kilo que otro aún podía adelgazar. Pero bueno, la época en la que quería ser un adonis de gimnasio y me pajeaba con las modelos ya pasó. De hecho ahora el ver como se le marcaban los huesos de las costillas me echaba para atrás. Prefería que tuvieran algo de carne para poder agarrar y embestir a gusto.

Me terminé de secar y me vestí con unos vaqueros y una camiseta mientras las oía en la cocina. Al salir mi prima y mi hermana, esta vez las dos, volvieron a silbarme al unísono riéndose a continuación, hasta que mi madre las regañó. Se había adueñado en un momento de la cocina y estaba haciendo café mientras guardaba unos tappers en la nevera, lo cual me alegró sobremanera aunque la dije que no era necesario. Entonces dirigí la conversación a mi prima preguntándola por su premura en llegar a lo que me contestó que se enteró por mi hermanita de que venían las dos para asegurarme que no tendrías calzoncillos por ahí tirados y que estaba la casa lista y que decidió venirse con ellas, según dijo, para ver si de verdad iba dejando calzoncillos por ahí. Que quería saber con quién conviviría sin pasar por las manos de mi madre, aunque lo que había visto hasta ahora le había gustado y mucho, dijo esa última parte mirándome otra vez de arriba abajo para terminar mirándome a los ojos aguantándome la mirada. Yo no reculé y se la mantuve hasta que mi hermana, que no se había percatado del asunto, llamó su atención pidiéndola que la dejase ayudarla a desempacar, y allí se fueron las dos, no sin antes propinarme un cachete en el culo cuando pasó por mi lado. No me gustaba ni un pelo como se desarrollaba la situación. Ella estaba muy buena, y lo sabía de sobra. Además que se vestía de tal forma que no se podía decir que fuera provocativa pero sí que su ropa se pegaba completamente a su cuerpo sin dejarle nada a la imaginación acerca de su anatomía de lo bien realzadas que tenía sus curvas. Lo que sí llevaba al aire era su ombligo, donde asomaba un piercing con el que me entraron bastantes ganas de jugar.

Negando con la cabeza, desechando esos pensamientos, me puse a charlar con mi madre delante de dos tazas de café. Me estuvo interrogando sobre todo, especialmente de cómo sería la convivencia, de cómo cocinaríamos, de cómo nos organizaríamos, de lo importante que era la familia, etc… Esa última parte reconozco que me descolocó y no sé si lo dijo con segundas intenciones, aunque por su intensa mirada supuse que sí, creo que era una amenaza velada para que no me sobrepasase en la relación primo-prima y no pude o no supe mantener la mirada con lo que hice como que se me caía la cucharilla y volvió la conversación a unos derroteros que más me convenían aunque supusieran comerme una bronca acerca de mis descuidos. En esa estábamos cuando regresaron las dos, volviendo el tema acerca de la organización que tendríamos. Yo entonces las dije que por la limpieza no se preocupasen que desde hace tiempo una muchacha venía a limpiar la casa una vez por la semana y a plancharme la ropa, que era la hija de la mujer de la limpieza del edificio y que así se sacaba un dinero para sus gastos y a mí me venía de lujo. La explicación a satisfizo a mi madre, que al principio parecía renuente en que contratase a alguien para hacer lo que yo podía. Sobre las comidas sí que la avisé a mi prima que yo comía en el restaurante de enfrente del trabajo ya que nos daban cheques comida como incentivo para que no tardáramos tiempo en ir y volver a nuestras casas asique esa parte tendría que organizarse ella. Me alivió que contestase que sabía desenvolverse en la cocina, que me tranquilizase pero que con ella comería cosas que estaba segura que me gustaría tanto que la pediría repetir. Y otra vez juro que eso venía con segundas ya que la mirada que me echó hizo que un escalofrío recorriese todo mi cuerpo.

Después de la inspección de rigor de mi casa por parte de mi madre, las consabidas broncas que sabía que me iba a llevar sí o sí, pero con cariño de madre, y un par de recolocación de cosas llego la hora de la comida y las invité al restaurante para celebrar el inicio de la nueva etapa. Al principio mi madre no quería ya que había traído tappers pero la prometí que sus viandas serían bien atendidas en la cena y durante la semana, pues estaba seguro de que habría hecho comida para un regimiento, pero que un día era un día. Al final me lo agradeció e incluso permitió a mi hermana tomar una copa de vino. En el postre llegó otro momento engorroso para mí ya que mi hermana me soltó lo que llevaba tiempo mascullando. Yo algo me esperaba pero no lo que me quería pedir y era mi permiso para venirse a mi casa a vivir ya que aún tenía otra habitación libre. Por suerte mi madre acudió al rescate y lo prohibió tajantemente. Lo primero era sus estudios y ya tendría tiempo para irse de casa, que su lugar era estar con ellos y etcétera, etcétera. Sin pretenderlo solté un suspiro que creí no escucharían con la discusión que estaban teniendo ellas, sin duda aumentada ya que el vaso de vino parecía haber soltado la lengua de mi hermanita y estaba soltando bastantes lindezas injustas por su boca, mientras mi madre intentaba infructuosamente que recapacitase… pero mi prima sí que lo escuchó y con media sonrisa me preguntó, dejando sutilmente su mano en mi muslo, demasiado cerca de la cara interna del mismo, que si tanto me molestaría que no estuviéramos solos ella y yo. Claramente había malinterpretado mis pensamientos, que iba por los derroteros de cómo se cuartearía mi ya maltrecha libertad si además de lidiar con mi prima tuviera que cuidar a mi hermanita.

Con toda la prudencia de la que fui capaz y todo mi autocontrol la agarré su mano y la llevé a su muslo propio mientras la advertía, susurrando igualmente, que se dejase de juegos, pero la subestimé ya que ella tiró de mi mano y en vez de dejarla su mano en su muslo me encontré con mi mano metida entre sus piernas mientras la suya obligaba a la mía a acariciarla a la vez que me susurraba que ella no estaba jugando y que lo comprobase mientras yo notaba la humedad que se hacía paso. Con la otra mano abrió un poco el pantalón, lo suficiente para que ella misma introdujese la mía dentro de los mismos, volviendo a repetirme que lo sintiese… y vaya si lo sentí. Sin ser plenamente consciente de mis actos instintivamente mis dedos fueron tanteando el terreno sorprendiéndome al no encontrar ropa interior alguna, hallando directamente su cueva de los deseos, a lo que ella contestó cerrando las piernas, aprisionando mi mano dentro de las mismas y disimulando con una breve tos el jadeo que acababa de soltar. Yo, aún sin control pleno de mis actos, jugueteé con ella introduciendo mi dedo corazón en su interior a lo que ella me miró a los ojos con una cara de deseo que terminó de ponérmela dura como una piedra. Por suerte mi hermana me preguntó algo e hizo que volviese en mí, recuperando la mano perdida con la máxima discreción de la que fui capaz. Carraspeé y pedí que me repitiese la pregunta.

-          Te decía que a que tú estabas de acuerdo en que viniera a vivir contigo… - me repitió con la voz de niña buena que ella sabía expresar tan bien.

Yo valoré mentalmente las opciones que barajaba. No me apetecía cuidar de mi hermanita pero nada de nada pero aún menos quedarme a solas más de lo imprescindible con mi prima y más después de que se comportase como si estuviera en celo… y uno no es de piedra. Valoré que por el día casi no la vería y que seguramente podría acabar llegando tarde e irme directo a la cama, entre semana no habría problemas asique decidí llegar a una especie de término medio y es que autorizaba a que algunos fines de semana se quedase conmigo como condición de que el domingo tenía ya que dormir en casa de los padres. A mi prima creo que no le hizo gracia porque me miró entrecerrando los ojos y a mi madre al principio tampoco aunque llegaron a un acuerdo en lo referente que todo quedaba supeditado a que sus notas no bajasen del 7 de media. Entonces mi hermana dio un sonoro beso a mi madre y luego rodeó la mesa pero otra vez volví a calcular mal la situación. Donde creí que me daría otro beso como a mi madre lo que ella hizo fue saltar de alegría sobre mí para abrazarme y darme las gracias pero con la mala fortuna, para mí, que se plantó del salto en mi regazo yendo a encontrarse sentada directamente encima de mi erección, la cual sintió completamente. Se quedó un momento paralizada de la sorpresa aunque alcanzó a darme las gracias mirándome a los ojos, pero como tonta no es pasó a mirar a mi prima la cual había pasado de mirarme medio mal a intentar aguantarse la risa haciendo lo posible para no mirar.

Mi prima empezó a hablar con mi madre dirigiendo su atención sobre los estudios de la niña, a lo que ella se revolvió dándose la vuelta pero sin bajarse de mi regazo, para mi sufrimiento. Se apoyó en la mesa y empezó a quejarse de que la trataran con una cría, que ella ya había crecido y se liaron las tres a charlar entre ellas. Yo estaba fuera de mí. Mi hermana no dejaba de moverse a sabiendas encima de mí, parecía como que con la excusa de poner énfasis en lo que iba diciendo aprovechaba para restregarse sobre mí y ya mi erección me estaba siendo dolorosa por doble motivo, primero por la erección en sí y segundo porque si ya el que mi prima tuviera ese efecto sobre mí me bloqueaba que mi hermana me estuviera llevando al límite de mi autocontrol me superaba por completo. Al final no tuve más remedio que excusarme y de un rápido movimiento levantar a mi hermana, sentarla en mi silla e irme corriendo hacia el baño, mientras escuchaba a mi prima reírse diciendo algo como que cuando hay necesidad hay necesidad. Por suerte el baño estaba cerca de nosotros hacia mi espalda con lo que pude acceder sin que nadie más que mi hermana y mi prima pudiesen notar mi estado real. Una vez dentro cerré con pestillo, me dirigí raudo a la taza y en cuando me conseguí liberar el miembro de mis pantalones casi no necesité tocarme para soltar una corrida que la que tuve con Sheila el día anterior parecía cosa de críos. Aquello era como una catarata desbordada. Al menos acerté a apuntar hacia dentro de la taza porque si no habría sido bastante engorroso después.

Una vez terminé aún tuve que esperar unos minutos a tranquilizarme porque ni la copiosa corrida había conseguido que se me bajase del todo. Me eché agua en el rostro y me pasé la mano mojada por la nuca para ayudarme, lo que consiguió que me tranquilizase… Me disponía a salir cuando mi prima llamó desde fuera preguntándome si estaba bien o si necesitaba ayuda. Yo resoplé y la dije que ya salía, que estaba bien, mientras la maldecía por dentro. A las dos. Aunque lo de mi hermana me preocupaba porque, joder, era mi hermana. Al final hice acopio de valor y diciendo que me encontraba un poco regular del estómago me fui para casa despidiéndome de mi madre y de mi hermana que se volvían directamente. De mi hermana sólo fui capaz de ver que tenía las mejillas arreboladas pero no fui capaz ni de mirarla a los ojos. Mi madre me dijo que me cuidase, me advirtió que seguramente habría cogido frío y me recomendó sopa, menos mal que no llegó a intuir nada de lo que había sucedido.

Mi prima se despidió también y prometieron verse ella y mi hermana el viernes próximo, lo que hizo a mi madre poner los ojos en blanco, y fue detrás de mí. Una vez entramos me acordé de que aún no le había dado la llave del piso, le entregué una copia y la anuncié que me iba a dar una ducha para ver si me recuperaba de lo que me hubiera sentido mal, a lo que ella respondió con retintín que si necesitaba ayuda para aliviarse que sólo tenía que pedirlo. En cuanto dijo esto dirigió su mirada directamente a mi entrepierna lo que hizo que abandonase corriendo la estancia, cogiera ropa de mi habitación y me metiera en el baño. Mientras me metía notaba su mirada fija en mí y otro escalofrío me recorrió. Una vez dentro tuve la idea de cerrar por dentro con el pestillo, cosa que nunca hacía, pero que en ese momento me pareció la mejor idea. Me metí debajo del grifo y empecé a recordar lo sucedido en el restaurante lo que me la volvió a dejar dura al instante. Llegué a la conclusión de que si gastaba las balas no habría más problemas incómodos y cerré los ojos pajeándome debajo de la ducha. En eso estaba cuando comprobé lo acertado de cerrar la puerta al notar el pomo intentar girarse sin éxito. Yo, consciente de que detrás de la puerta se encontraba mi prima, proseguí aumentando mi ritmo mirando hacia ese punto corriéndome a los pocos segundos y tratando de ahogar los ruidos con el agua del grifo.

Mirando como mis soldaditos desaparecían por el desagüe, ya con el fusil descargado y en posición de descanso, empecé a ser dueño de mi mente. Mientras iba analizando lo sucedido más me cabreaba conmigo mismo. Tenía diez años más que ella, no podía perder la compostura de esa forma. El adulto era yo, no ella y tenía que comportarme como tal. Si estaba en celo y quería desfogarse tendría que echarse un novio o un ligue o lo que se terciara pero él era coto prohibido de caza. Lo de mi hermana lo atribuyo a que mi prima me había puesto cachondo, obviamente mi hermana era mi hermana y por ahí no había nada de nada, la culpa era sólo de ella. Bueno, y mía por haberme dejado llevar a su juego. Por un momento pensé en devolvérsela y empezar a jugar con ella pero al visualizar en mi mente su figura lo descarté al momento. Si jugaba con ella o permitía que ella jugase conmigo estaría perdido irremediablemente, de eso estaba seguro. No, decidí que no habría juegos entre ellos dos, que la familia estaba por encima y que lo que habría serían normas. Con esa firme decisión salí de la ducha, me sequé y me vestí en el baño. Había hecho bien en traerme la ropa. Al salir del baño la escuché haciendo zapping en la tele del salón. Hice acopio de todo el valor y autodominio que pude y hacia allí que fui dispuesto a dejar las cosas claras… y a punto estuvo de saltar todo por los aires cuando me la encontré tumbada en sofá con el cambio de ropa que se hizo poniéndose cómoda. Llevaba unos shorts de chándal que dejaban poco o más bien nada de sus piernas escondidas. Encima estaban tan pegados que se adivinaban sus labios vaginales a través del mismo, indicando que seguía sin ropa interior. En la parte de arriba llevaba una camiseta de tirantes bastante ancha de esas que tienen una gran apertura en los costados y debido a nuestras posiciones veía a través de una de ellas uno de sus pechos casi por completo. Estaba segurísimo de que la postura, que se veía algo forzada, estaba dedicada a calentarme. Parece que no había cejado en sus juegos, ni mucho menos. Por suerte había vuelto a descargar y sólo consiguió ponérmela morcillona porque si no la erección habría hecho una tienda de campaña seguro.

Respirando profundamente me fui al sillón y me forcé a mirarla a la cara. Ella me miraba mordiéndose el labio, sin decir nada pero diciéndomelo todo con la mirada, dándome permiso tácito a que yo actuase. Como pude me contuve, había llegado a una decisión y la iba a intentar mantener a toda costa. Puse la cara todo lo seria que pude y la sorprendí bastante. Parece que estaba segura de que caería rendido a sus pies, de hecho estoy convencido de que era práctica habitual el que consiguiera subyugar a todo hombre e incluso alguna mujer y que los postrase a sus pies. Empecé con una diatriba instándola a que los juegos debían acabarse ya, que yo era su primo, encima bastante más mayor que ella, y que éramos familia. Recalqué la palabra familia sílaba a sílaba. Ella sólo atinaba a mirarme consternada, decididamente no estaba acostumbrada a esa respuesta. Yo seguí indicándola un mínimo de normas de decoro, nada de andar semidesnudos por la casa, nada de entrar al baño cuando el otro estaba dentro salvo permiso expreso y ese tipo de cosas. Ella ya vio que no estaba jugando y se sentó correctamente en el sofá. Se quedó un rato callada y la dejé que sopesase lo que acababa de decirla.

-          De acuerdo Jaime, nada de juegos – no sé por qué pero no me creí ni una palabra de lo que dijo – pero has de comprender que soy una mujer adulta y que no me voy a vestir ni de monja ni a ser una monja, ¿cómo lo hacemos si queremos follar con alguien? – Me soltó a cascoporro con una medio sonrisa. Según terminó de decir que nada de juegos y acto seguido seguía jugando, pero para esa pregunta ya estaba preparado.

-          Entiendo que no eres una monja y he comprobado que no eres ninguna mojigata y todos tenemos necesidades, pero no somos animales – la contesté mirándola a los ojos con voz calmada, todo lo contrario a lo que me sentía en ese momento – Si ligas o te echas novio y quieres follar esta es también tu casa. Sólo una serie de normas típicas de convivencia entre personas civilizadas. Avisarnos por un mensaje o por teléfono, un calcetín en el picaporte de la puerta, ese tipo de cosas. Y prohibido follar en sitios de uso común. – terminé impulsivamente con esa regla, no por manchas ni demás, sino por no saber cómo me comportaría si por un descuido de ella en no avisarme me la encontrase follando en el salón. No sé por qué algo en su mirada me dio a entender que no había ido desencaminado en poner esa última condición.

-          De acuerdo – me respondió pasados unos segundos. – Actuaremos según tus reglas… al menos de momento. Voy a ser igual de franca que tú. – agregó levantándose y acercándose a escasos centímetros de mí – Ten por seguro que  no voy a prometer que nuestro… juego… - susurró la palabra juego mordiéndose el labio a continuación, captando toda mi atención – vaya a terminarse, y menos tan fácilmente. Jamás me han rechazado y sé que acabarás cayendo. Podrás irte de putas, ligar todas las noches y follar hasta reventar pero tú sabes tan bien como yo que en tu cabeza ya sólo estaré yo, mires a quien mires y que éste de aquí – dijo llevando por sorpresa su mano a mi miembro, el cual iba subiendo de tamaño mientras ella lo acariciaba con mano experta – será mío, de mi propiedad, para hacer o no hacer lo que se me antoje. Podrás intentar engañarte lo que quieras pero ambos lo sabemos – y continuó mientras arreciaba el movimiento sobre mi miembro por la pernera del pantalón y se acercaba a susurrarme en el oído – Lo pasaríamos tan bien… no voy a colarme en tu cama por la noche sin más ropa que mi desnudez, ni voy a meterme en la ducha contigo dentro… hasta que me lo pidas. Y créeme, tarde o temprano lo harás, y yo te recibiré con las piernas abiertas. – Dicho esto paró en seco y se marchó a su cuarto, dejándome a punto de correrme sin ni siquiera habérmela sacado del pantalón.

Comprendí que iba a ser una tortura el conseguir salir con bien de ésta, pero estaba convencido de intentarlo al menos. Era increíble que tras la noche de ayer, la mañana siguiente y las dos pajas de esta tarde aún fuera capaz de sacarme de quicio. Entonces caí en la cuenta que podía matar dos pájaros de un tiro. Decidí que lo mejor era empezar cuanto antes a que viese que las reglas servían, me convencí de que si me veía con otra se le pasarían las ganas y procedí a llamar a Sheila quien se sorprendió bastante con la prontitud de mi llamada, según me dijo no esperaba que la llamase mínimo hasta la semana que viene aunque no había perdido la esperanza. La convencí de que no había podido sacármela de la cabeza, que esa noche había sido mágica, la regué el oído con lo maravillosa que era y la convencí de que usase los veinte euros que ella insistió en devolverme la siguiente vez en usar un taxi para venir esa misma noche. Al principio la noté algo renuente, en vista de que al día siguiente tenía que acudir al instituto ya que ella había repetido bachillerato y seguía yendo a clase. La dije que trajese lo que necesitase y que llevaría yo a mi colegiala favorita al día siguiente al cole.

-          Asique tu colegiala favorita – me preguntó al otro lado de la línea… - ¿eso es lo quieres que sea? ¿Tu colegiala mala favorita? – Me preguntó con una voz que me sonó tan erótica que me costó no ponerme a meneármela allí en ese momento.

Seguimos con el juego telefónico un poco más y al final la convencí. Me pidió que la esperase y la escuché preguntarle a quien supongo que sería su madre si podía quedarse a dormir en casa de una tal Raquel para ir juntas a clase el día siguiente. Me sentí transportado a mi adolescencia de nuevo por un momento y recé que mi vigor también se transportase a esa época pero con lo que sabía ahora. Al final me dijo que me vería en aproximadamente una hora, Al colgar sentí unos ojos mirándome fijamente, me volví y mi prima estaba apoyada en la pared mirándome. Iba a decir algo pero ella se me adelantó y con una media sonrisa me soltó que no hacía falta explicaciones, que ella no saldría de su habitación, que adelante, que me la follase, que disfrutara, que la diera a esa todo lo que en realidad quería darla a ella, pero que no me hiciera ilusiones porque lo que buscaba no funcionaría. Dicho esto, dejándome con la boca abierta, se giró y la escuché decir por el pasillo que si tenía los cojones de reconocer lo que seguro pasaría que la buscase y ya veríamos lo que encontraba a cambio.

Mentiría si dijese que no estuve esa hora entera rumiando lo que había querido decir. Pasó aún media hora más hasta que el telefonillo sonó. Yo había aprovechado el momento para vestirme con mejores galas y no recibirla con el chándal de andar por casa con el que me había vestido al salir de la ducha. Puse mi mejor sonrisa al abrirla la puerta pero se me congeló en el aire al verla. Venía vestía de colegiala con falda a cuadros incluida pero muy corta. Bastante por encima de sus rodillas. La camiseta suelta y anudada por encima del ombligo y el pelo sujeto con una coleta de esas de caballo. Cuando recuperé la respiración ella me sonreía desde el portal, la introduje dentro, arrojando la mochila que traía a un rincón y sin mediar palabra la devoré su boca apretándola contra mí. Me había puesto como una moto e iba con la directa, además de lo que llevaba soportando todo el día. Ella, haciendo fuerza, consiguió que la soltase y me instó a que no la ahogase, que habría tiempo, y se dispuso a agacharse mientras me acariciaba la entrepierna. Estuve a punto de dejarme llevar y dejarla hacer pero recordé qua ya no estábamos solos. La paré en el descenso, agarré la mochila y contesté a su muda pregunta que fuéramos mejor a mi cuarto, que estaríamos más cómodos.

Ella al principio se extrañó pero al final se dio la vuelta y fue delante de mí mientras yo detrás iba besándola el cuello cuando noté que se detenía bruscamente. Levanté la vista temiéndome lo que vería y cuál fue mi no sorpresa cuando vi que mi prima se estaba saltando lo que ella misma había dicho haciendo como que salía del baño para entrar en su habitación, aunque estaba seguro de que esa maniobra estaba orquestada para hacerse le encontradiza. Encima iba vestida con una bata mal anudada y por lo que dejaba entrever sólo iba vestida con ella, sin nada debajo. Antes de que pudiera haber un conato de problema la dije en voz alta que hiciera el favor de quedarse en su habitación como había prometido y recalqué la palabra prima al principio y al final de la frase para que quedase bien claro. Ella hizo como que de repente le entró mucha vergüenza y pudor, se tapó lo mejor que pudo y pidiendo mil perdones se metió en la habitación. Yo suspiré y agarrando de la muñeca a Sheila la introduje en mi habitación. Dejé caer la mochila según entramos y le di un taconazo a la puerta para que se cerrase nada más traspasar ambos la misma, con tan mala suerte que no advertí que ésta chocaba con una esquina de la mochila y retrocedió con la inercia quedando entreabierta.

Una vez dentro ella empezó a preguntarme pero la callé volviendo a besarla con pasión contra la pared. Ella al principio parecía indecisa entre dejarse llevar o seguir indagando pero una mano mía furtiva por debajo de su falda resolvió la cuestión a mi favor. Entonces volvió a besarme mientras yo apartaba su tanga a un lado y la masajeaba ya sin ropa de por medio. Cuando vi que estaba mojada empecé a introducir un dedo, luego dos y al final tres mientras yo pasaba de su boca a su cuello y la mordisqueaba el lóbulo de su oreja. Mis dedos iban cada vez más rápido mientras sus jadeos ya dejaban de ser murmullos para ser gemidos en toda regla y bastante audibles. Seguí follándomela con los dedos y llevé mi otra mano hacia su trasero, al principio para ayudarme por detrás a dar impulso a mis embestidas manuales, hasta que un dedo travieso se coló en su mano haciendo que ella llegase a correrse salvajemente mientras me mordía con saña en el hombro agarrándose a mí para no desplomarse. Yo saqué las manos y la abracé, tranquilo y paciente, aunque mi miembro pedía a gritos atenciones. Pasados unos momentos ella pareció recuperarse, me besó en la boca y con una sonrisa me dijo que había que igualar el marcador y dicho esto se agachó quedando de rodillas delante de mí. Yo aún no me había percatado de que a través de la abertura que dejó la puerta había una figura con la mano metida dentro de su bata observándonos.

Sheila, ya de rodillas, me bajó el pantalón dejando mi miembro enhiesto delante suya. Con su manita me lo sujetó mientras fue dándome besitos alrededor del mismo, arriba y abajo por todo el tronco, pasando la lengua por él hasta llegar a mis huevos. Estuvo así hasta que la rogué que se dejase de juegos, ella me miró a los ojos y, sin dejar de mirarme, se la metió dentro de boquita, lo que me hizo gemir de gozo. Dentro de su boca notaba su lengua jugar con mi glande mientras su manita iba pajeándome suavemente mientras su cabeza iba y venía. Yo la puse la mano en el pelo en principio para sujetarme hasta que ella decidió pasar a mayores. Soltó mi polla y llevó sus manos a mi trasero empujando para adelante. Fue centímetro a centímetro tragándoselo todo mientras que yo a mi vez empujé la cabeza contra mi pelvis cuando noté que había entrado toda. La tuve así unos segundos hasta que noté sus uñas clavándoseme, sólo entonces aflojé la presión lo que aprovechó para sacársela entera y tomar una profunda bocanada de aire mientras su saliva caía sobre su camisa, lo cual me hizo perder mi autocontrol. Agarré su coleta enrollándomela en mi mano y la pregunté, mirándola a los ojos, que si estaba lista. Ella me miró, sonrió y asintió, abriendo la boca lo máximo que pudo volviéndome a agarrar, esta vez las piernas. Yo se la metí hasta la garganta de un tirón y empecé literalmente a follarme su boca, ayudado por la fuerza que ejercía sujetándola la cabeza con la coleta. Sólo se escuchaba los sonidos de mi polla en su boca y como ella se afanaba por respirar y relajar la mandíbula. En ese momento un movimiento raro hizo que se desviase mi atención al espejo que tenía y lo que vi me turbó, mi prima estaba pajeándose mientras no perdía detalle de cómo me follaba la boca de mi ligue. Ella se dio cuenta de que estaba siendo observada y a través del espejo me miró a los ojos, acelerando el ritmo de su mano. Yo ya no paré de embestir, fuera de mí, hasta que vi que ella se corría, momento en el que me vacié directo en la garganta de Sheila, sin tan siquiera avisarla, apretándola contra mi pelvis de nuevo, hasta que me descargué por completo.

Volví a mirar al espejo pero mi prima ya se había ido, solté la presión de Sheila y ella no se cayó para atrás porque aún se sujetaba, aunque tosió bastante y algo del semen que no había conseguido tragar se escapó manchando de nuevo su camisa. Me llamó bestia y alguna otra lindeza pero no me importó. La levanté y la besé con pasión, casi con furia, y ella respondió de la misma manera hasta que me mordió. Me eché para atrás y vi lujuria en su mirada, la misma que la devolvieron los míos. La pregunté si tenía otra camisa. Ella debió de entender que era por las manchas y me contesto que sí, que no me preocupase, que había traído ropa normal para ir a clase, pero yo la saqué rápidamente de su error. Llevé mi mano a su camisa y de un tirón la romí saltando todos los botones volando. Como intuía no llevaba sujetador y me lancé sin miramientos a sus pechos, mordisqueando sus pezones y tirando suavemente con los dientes de ellos. Fui pasando de uno al otro mientras mis manos se ocupaban del pecho desatendido. Ella me daba tirones del pelo mientras se agarraba a mí, dejándome hacer, gimiéndome en mi oído lo que me volvía loco.

Entonces paré, me hice a un lado y me quité la camiseta por la cabeza a la vez que pateé mis pantalones a un lado. Ella creyó entender e hizo amago de quitarse el resto de la camisa y soltarse la falda pero de un rápido movimiento la sujeté. Ella primero me miró dubitativa, luego sonrío pícaramente y me llamó pervertido a lo que respondí arrojándola sobre la cama. Me acerqué por un lateral y la puse mi miembro delante de su cara, ella entendió y se puso a trabajármela para devolverla a su estado más glorioso, mientras yo desde mi posición ataqué con mi mano su coño. Metí la mano dentro de su tanga y volví a introducirla mis dedos, lo que consiguió que se esmerase aún más con la lengua. Cuando noté que estaba ya listo me separé de ella y fui al lado que más me interesaba de la cama. Ella se me ofreció abriéndose por completo de piernas, pero yo tenía otros planes. Le agarré la pierna más cercana y la sujeté, quitándola el zapato. Luego le quité la media de estudiante y la besé durante todo el proceso según iba dejando carne a la vista, centímetro a centímetro, hasta que llegué a su pie, el cual besé y mordisqueé el dedo gordo del mismo. Ella estaba con la cabeza sobre la almohada completamente roja, sintiéndolo todo. Repetí la operación con la otra pierna hasta que ambas estuvieron desnudas. Entonces le agarré los dos pero en vez de llevármelas a los hombros como la vez anterior usé la inercia y que ella no se lo esperaba y la di la vuelta en la cama, sorprendiéndola.

Me subí a la cama de rodillas detrás de ella y con mi mano la levanté de la cintura mientras que la otra dirigí mi capullo hacia su entrada, penetrándola de una certera estocada. Ella sólo atinó a apoyarse contra la pared mientras yo la agarraba de las caderas y empezaba a bombear con fuerza, sin pausa, logrando que se corriese al poco de lo cachonda que estaba. Mientras yo bajaba el ritmo, dejando que ella se recuperase, llevé mi mano derecha a su boca, introduciéndola uno de mis dedos en la misma, el cual ella chupó con deleite como minutos antes había hecho con mi polla. Al retirarlo reanudé mis embestidas profundas con ella gimiendo más y más fuerte, momento que aproveché para introducir ese mismo dedo en su ano. Ella intentó quejarse pero como no dejé de bombear no podía soltar la pared por riesgo a comérsela. Al poco ya se dejó llevar y yo fui haciendo movimientos con el mismo dedo, agrandándolo poco a poco, mientras entraba y salía haciendo círculos. Ella estaba volviéndose loca pero yo ahí ya no dejaba que llegase al orgasmo, cada vez que notaba que se contraía me refrenaba. En una de esas volví a llevar mi mano pero esta vez repetí la operación con dos dedos. Ella pareció pensárselo pero acató, chupándolos los dos. Como quien calla otorga introduje los dos en el agujero, entrando al principio con dificultad pero al poco ya pude jugar con ellos como cuando sólo era uno. Estuvimos así unos minutos más, yo cambiando mis velocidades, ella sin poder correrse, hasta que fueron tres los dedos incursores. Cuando los tres ya podían moverse decidí que era suficiente y me saqué por completo la polla de su coño.

Ella me miró con temor y me pidió que por favor tuviera cuidado. Yo me agaché y la besé en los labios y puse la almohada doblada debajo de su cintura. Ella aprovechó para dejar la pared y poner la cabeza en el colchón, levantando el culo hacia mí, aceptando la situación. Yo primero restregué mi polla a lo largo de sus labios vaginales, lubricándola bien y luego me situé en la entrada. Poco a poco fui metiéndosela, centímetro a centímetro, sin prisa, dejando que se amoldase al tamaño invasor. Una de las veces ella soltó un grito taponado contra mi colchón, lo que hizo que me detuviera en seco. Tenía que usar todo mi autocontrol para ello y no ponerme a follarla el culo a lo bestia como me pedía el cuerpo, pero no podía hacerla eso, yo no era así. Al poco ella misma me pidió que siguiera y así procedí. Centímetro a centímetro, hasta que los ruidos de ella pasaron del dolor inicial al placer, y al final conseguí meterla entera, quedándome quito unos segundos, sin tener prisa, hasta que ella misma empezó a mover el culo. Eso terminó por vencerme y primero retirando poca superficie para volver a introducírsela, así poco a poco, cada vez más cantidad, hasta que noté que ya podía moverme bien y que no había ni rastro de dolor en sus gemidos, y ya no me detuve, empecé a follármela como yo quería y ella a gritar de puro gozo. Mi mano fue entonces a masajearla el coño mientras la follaba por detrás, y empecé a follármela también por delante con mis dedos. Ella pareció que entraba en trance de tanto placer que estaba recibiendo. Mi ritmo iba in crescendo sin parar, lo mismo que sus gritos, lo que me llevó a pensar en que debíamos estar dando la nota, cayendo en la cuenta de que mi prima estaba al otro lado de la pared escuchándolo todo. Al otro lado de la pared o… dicho esto miré hacia la puerta y la volví a ver, pero esta vez no estaba con juegos manuales, estaba follándose un consolador a marchas forzadas. Nuestros ojos se encontraron y miré su boca, que me pedía que aguantase un poco más, hasta que deletreó ahora sin voz, dejándome llevar, metiéndole a la vez los dedos hasta el fondo a Sheila dando con su clítoris y los 3, al unísono, nos corrimos como animales, cada uno en sitio pero yo sin dejar de mirar a mi prima y ella a mí.

Ella fue la primera que se compuso, sacó el consolador y se lo llevó a la boca, metiéndoselo en ella. Al sacarlo le dio un último lametón, me guiñó un ojo, y se marchó sin hacer ruido. Yo, cuando noté que ya no quedaba más que exprimir, me salí de ella dejándome caer a un lado en la cama, pensando que al menos Sheila no había visto a Susana. A saber cómo se lo explicaba. Ella se estiró en la cama todo lo que pudo y se revolvió hacia mí, apoyando su cabeza en mi pecho, sin saber qué decir. Estaba aún sin resuello. Mientras ambos intentábamos tranquilizarnos ella jugueteaba con mi bello del pecho haciendo remolinos con su dedo. Pasados unos minutos, cuando estaba a punto de caer amodorrado, ella se giró hacia mí y lo que me dijo me hizo abrir los ojos de golpe.

-          Y dime, Jaime, ¿tu prima siempre se ha masturbado viendo cómo te follas a sus ligues?

Al parecer sí que se había percatado.

Continuará.