Mi novio y yo nos estrenamos por el culo.

Un novio es obligado a encularse a su novia, pero él no quedará a salvo.

Estaba en mi recámara con Pablo, mi novio. A pesar de que ya tenía 18 años cumplidos mi padre me seguía riñendo cada vez que me encerraba con Pablo, machacándome el mismo rollo aburrido de la importancia de mantener la virginidad hasta el matrimonio. Yo le juraba por todos los Santos que no hacíamos nada malo, pero aun así desconfiaba. Y claro que no se equivocaba, ya que desde hacía seis meses que Pablo y yo nos acostábamos.

Ese día mi papá había salido a comprar no sé qué cosas y mi madre había ido con mi hermanita al dentista, por lo que aprovechamos para ir a mi cuarto. Apenas entramos y Pablo me tumbó en la cama y se me subió encima. Una de sus manos aprisionó las mías mientras la otra me tocaba las tetas.

-Mira putita, más te vale que cooperes o te encajo la navaja – me dijo con voz grave

-No me haga nada, prometo obedecerle – le contesté con voz fingida de susto.

Nos encantaba jugar a esto. Él se hacía pasar por un violador y yo era la inocente víctima. Como no estábamos preparados fingí que me ataba las manos por encima de mi cabeza. Pablo me alzó la blusa y me desabrochó el sujetador.

-Qué ricas tetas tienes amorcito. Tu novio debe de gozar chupándolas – me dijo mientras me chupaba los pechos

-No tengo novio –contesté.

Pablo recorrió mis pechos con su lengua, chupando y mordiendo mis pezones. Una mordida más fuerte de lo habitual hizo que soltara un gritito, lo que prendió más a Pablo y me volvió a morder. Dejó mis pechos en paz un momento y me quitó el resto de mi ropa. Mientras me bajaba las bragas yo luchaba y me retorcía, evitando que lo hiciera. Me dio dos ligeras cachetadas.

-Más te vale que cooperes, perra, que vas a sentir lo que es un hombre.

Se quitó rápidamente la ropa y se me trepó a la cara, metiéndome su verga en la boca.

-Chúpamela golfa, y cuidadito y me la muerdes, cerda – me amenazó

Yo comencé a chupar con avidez, dejando que mi lengua recorriera su tronco. Me hubiera encantado tomarla con la mano y chuparla como si fuera una paleta, pero se suponía que estaba atada.

-Ahora sí, abre las piernas para que veas qué es bueno – me dijo

Yo las crucé y me resistía a abrirlas. Él forcejeaba para colocarse entre ellas.

-Que las abras, maldita puta. Ya verás, te va a doler pero te va a gustar. Cuando termine contigo me buscarás para que diario te de verga – gritó.

Yo me dejé vencer y me abrió las piernas. Se puso encima de mi y poco a poco metió su pene dentro de mi. Yo gemía, como si sufriera y él se excitaba más.

-Déjeme por favor, no – grité falsamente.

En eso oímos que la puerta se abría. Asustados volteamos y vimos a mi papá en la puerta. Yo me tapé con la colcha y Pablo cubrió su pene, que se desinfló del susto, con sus manos.

-¡Papá!

-¡Señor!

Ambos gritamos al unísono. Mi padre tenía un bote en la mano y nos miraba con gesto adusto. Yo no sabía qué decir ni qué hacer. Pablo tampoco. Mi padre rompió el silencio.

-¿Así que mi hija es toda una puta, verdad, porque no me irás a decir que te estaba forzando? – dijo con tono enojado

-No papá – contesté

-No qué. No eres una puta y te estaba forzando, en cuyo caso lo voy a moler a golpes, o no te estaba forzando, y por lo tanto eres una puta – me preguntó con ironía.

-No me estaba forzando...- dije sin atreverme a continuar

-En cuyo caso, eres una puta. Pues bien, ya que eres una puta, a las putas se las cogen por el culo, así que levántalo para que este cabrón te ensarte. –dijo con autoridad.

Yo me quedé helada. Creía que estaba soñando lo que acababa de oír. Me miré con Pablo, y por su cara, comprendí que no estaba soñando. Mi papá me quitó la colcha y me obligó a ponerme de rodillas, con las nalgas levantadas al aire. Abrió el bote que traía consigo y vi que era vaselina, y tomó un poco con el dedo.

-Hay que lubricar el agujero – le dijo a Pablo mientras insertaba el dedo en mi ano.

La humillación de estar con el culo al aire y con un dedo de mi padre metido en el culo provocó que mi vagina se humedeciera. Mi papá empezó a meter y sacar el dedo para dilatarme el ano.

-Listo, ya puedes meterla – le dijo a Pablo.

Pablo se acercó y me jaló hasta el borde de la cama. Arrimó su pene, que ya había recobrado su erección, a la entrada de mi culito y procedió a meterlo. Le estaba costando mucho trabajo, ya que su verga era más gruesa que el dedo de papá. Cada centímetro que entraba me iba destrozando las entrañas.

-Para, por favor – supliqué con dolor. Pablo paró.

-Lo estás haciendo mal – dijo mi padre- te voy a enseñar cómo se hace.

Sentí un escalofrío. Mi padre me iba a coger. Pablo intentó retirar su miembro de mi agujero, pero mi padre lo detuvo. Los nervios provocaron que su pene comenzara a desinflarse, y para que nadie se diera cuenta lo hundió en mi. Vi a mi padre untarse la vaselina en su pene e ir hacia atrás de mi. Pablo intentó apartarse pero mi padre lo sujetó con más fuerza. Después sólo sentí un fuerte empujón y oí los gritos de Pablo.

-No, por favor – gritó con dolor

-Así se mete una verga en un culo – gritó mi padre.

Yo volteé y pude suponer que mi padre se estaba cogiendo a Pablo. A pesar del dolor que Pablo estaba sintiendo su miembro reaccionó y empezó a crecer rápidamente, por lo que fue penetrándome profunda y dolorosamente. Además las embestidas de mi padre hacían que sus caderas chocaran contra mis nalgas. El dolor volvió pero me sentía perversamente cachonda. Estaba siendo tomada por la fuerza, me estaban rompiendo el culo y mi papá se cogía a mi novio. Metí mis dedos en mi vagina para masturbarme. Poco a poco los dos se sincronizaron y empujaban parejo. Mi culo era el que más resentía esta doble embestida. Mis dedos estaban dando un excelente trabajo en mi clítoris. Pablo empezó a jadear y pude sentir cómo su verga se ensanchaba, para que, minutos después se corriera dentro de mi.

-Mueve tus nalguitas, papito – dijo mi padre a Pablo con un último esfuerzo.

Jadeó y se corrió en él. Mis dedos hicieron sus últimos toques antes de sentir un espasmo que me nacía del vientre y recorría todo mi cuerpo. Mis jugos fluyeron de mi vagina, empapándome los dedos. Mi papá se salió de Pablo y éste de mi.

-Chúpalas puta, hasta dejarlas bien limpias – me ordenó mi padre.

Yo me acerqué a ambos miembros y empecé a chupar. Los dos tenían una mezcla de semen y sangre. Cuando chupé el pene de mi padre me estremecí. Mientras limpiaba a Pablo mi papá pasó su miembro por entre mis nalgas, metiéndome la punta en mi culito. Cuando terminé mi labor mi padre dijo

-Ahora vístanse rápido que no tarda en llegar tu madre.

Nosotros obedecimos y arreglamos nuestras ropas. Nos vestimos en silencio, tratando de entender qué había pasado.

-Bueno mi putita y mi putito, espero que les haya gustado porque esta no será la última vez – dijo mi papá y salió de mi cuarto.