Mi novio me hace el amor, mi padre me folla

La diferencia entre un novio que te quiere y un padre que te hace feliz.

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Mi novio me hace el amor, mi padre me folla

Todavía puedo oler el café mañanero en el ambiente mientras me tiro en el sofá y dejo que él se ponga entre mis piernas para quitarme la ropa. Me retira los zapatos, tira de los vaqueros inútilmente hasta que se da cuenta del cinturón, que desabrocha para quitarlo a la vez que empuja del pantalón. Me tiene en bragas pero ignora la mancha de humedad que tienen, no se da cuenta, por que tira de la cremallera de la chaqueta, se deshace de la camiseta y puedo ver su cara de sorpresa. ¿Después de 2 años juntos todavía se sorprende por que no uso sujetadores para encarcelar mis grandes tetas? Por fin su atención se dirige abajo, a las braguitas, y toma los laterales, sus manos recorren mis piernas sujetando esa pequeña pieza hasta que la deja caer al suelo.

Me besa el cuello, cierro los ojos para concentrarme en esa agradable sensación, escucho el cierre de su pantalón y durante unos momentos espero inquieta a que haga algo. Noto el calor que desprende, su miembro acariciando mi botón, gimo débilmente. Se intenta colocar bien pero pone mal la rodilla y cae un poco a la izquierda, me sonríe sonrojado mientras ahora sí que se coloca bien y acerca sin miedo su miembro a mí.

Me lo mete poco a poco hasta que está casi entera, no es que necesite esperar mucho para sentir como sus huevecitos chocan contra mis nalgas. El ritmo de sus caderas es lento, casi sensual, pero amoroso. Usa su boca para besarme el cuello y decirme lo mucho que me ama, lo mucho que me desea.

Suspiro y le digo que también le amo, que tengo suerte de haber encontrado a un chico tan bueno como él, tan majo y cariñoso. Pero me decepciona llegando al orgasmo, saliendo de mí y sacudiéndose un par de veces para soltar tres chorros débiles de semen en mi barriga. Al menos esta vez no me ha pedido que lo trague, después de la última discusión sabe que me molesta ese sabor tan agrio que tiene.

Esa misma noche visito a mi padre, cocina la cena para los dos y me escucha. Le cuento varias cosas sobre como fue el día y al acabar de comer le comento lo sucedido con mi novio. Se preocupa por mí, me pregunta si debe ocuparse él. Asiento con la cabeza, sonriendo, sabiendo que por fin sentiré verdadero placer ese día.

Me toma en brazos hasta su habitación, me tira en su cama de un modo juguetón y me desnuda de arriba a abajo, con esa actitud y velocidad que muestra cariño y devoción. Sabe de sobra que no encontrará un sujetador bajo mi ropa, y al casi arrancarme las bragas se detiene un segundo, se fija en la marca que tienen antes de lanzarlas lejos. “Tranquila, no las vas a necesitar esta noche” dice, mientras sus manos recorren mi cuerpo desde mis mejillas, acariciando mis labios, hasta que bajan y encuentran mi coño mojado.

Juega con mi clítoris, me hace gemir bajo sus dedos, me lleva hasta el punto de estar a punto de llegar, faltan unos segundos con su toque y empezaré a correrme. Lo sabe; toda su vida, todas sus experiencias, le han llevado a saber como llevarme a ese momento. Tiene mucha sabiduría en el tema.

Deja de tocarme y me agarra para ponerme a cuatro patas, por un microsegundo acerca su boca y echa el aire que tiene en sus pulmones hacia mí. Todo mi cuerpo nota un latigazo eléctrico de puro placer. Antes de que me dé cuenta ya está desnudo detrás mía, apuntando su polla con una mano y lubricando la punta al frotarla contra mi entrada. Tomo fuerzas entre suspiros, me muerdo el labio, intento no correrme con sus frotamientos. “Por favor papá” logro pronunciarlo, lo deseo y me lo otorga. Me la mete a dos tiempos, con rapidez, casi brutalidad. Sus manos me agarran las caderas, me empieza a dar con aún más ganas. Muerdo su almohada para silenciar mi orgasmo, sé que grito mucho y los vecinos no deben escucharme, esto es nuestro secreto. Nuestro placentero secreto.

Me azota el culo, sabe el momento justo para darme un par de azotes que me hacen empapar aún más su polla entera. Noto una mano alrededor de mi cuello, apretando muy ligeramente, su boca está al lado de mi oreja. “Necesitabas esto, necesitabas que te lo hicieran bien, ¿verdad zorrita?” Sé que debería ofenderme, lo sé con la misma certeza que sé que no debería estar en su cama, que no debería correrme con él. Está mal disfrutar así con mi padre. “Joder, sí, lo necesito, por favor no pares, recómpensame por ser una buena hija”.

Suelta mi cuello y pone sus dos fuertes manos en mis hombros, me da con un ritmo frenético, con ese ritmo único que solo él sabe darme. Lo noto. Me va a dar otro orgasmo, y estoy segura de que él lo nota también. Me da estocada tras estocada, dándome una especialmente profunda, noto sus pesados cojones golpeando mis labios mojados mientras su polla acaricia la mayor profundidad explorada de mi coño. Me corro con su polla dentro, quieta. Me siento llena. Mis piernas me fallan por el placer del orgasmo gracias a esa enormidad.

Caigo rendida en su cama, joder, ¿como es posible recibir tanto placer? “¿Quieres parar?” escucho que pregunta desde la misma posición que tenía 20 segundos antes. “No hasta que te corras tú también” digo con una sonrisa cansada, como quién ha hecho una maratón. Pero noto como me escuece, si vuelve a reventarme me va a doler. Tendremos que dejarlo para otro día. Mañana al despertar será otro día.

Sigo a cuatro patas como él me ha dejado pero me doy la vuelta, froto mi cara contra sus huevos, contra su rabo. Aspiro su olor, ese olor de hombre maduro que me encanta de él. Chupo, trago y lamo ese maravilloso trío, noto el sabor de mis propios fluidos en ellos. Es una extraña mezcla de sabor que me vuelve loca. Pone una mano en mi cabeza pero me deja hacer a mí, es una extraña guía silenciosa que no noto que está ahí, llevándome a los puntos que le darán más placer en cada segundo.

Su cuerpo maduro se pone rígido, lo veo. Sé lo que va a venir. Abro todo lo que puedo la boca y empujo mi cabeza hasta que mi nariz choca con sus pelitos, se ha afeitado hace pocos días. Mis manos le masajean los huevos intentando que suelte por fin ese néctar divino que guarda para mí.

Empieza a dispararlo directamente en mi boca, bajando por mi garganta. Lo saboreo, lo degusto, lo disfruto. Ojalá todos los chicos supieran igual. Pero es un sabor que solo tiene él, único, divino, y que me da siempre después de hacer que yo me corra.

Todo por que ese hombre me quiere, me cuida, y me hace feliz siempre, pues sabe como hacer que el fruto de una relación de hace años, la luz de sus ojos, siempre acabe sonriendo.

Por que yo soy feliz siendo su hija, por muy sucia e indebida que sea esta relación.