Mi novia y yo volvimos puta a mamá (5)

LLevamos a mi mami a trabajar a uno de los burdeles de Lorenzo, pero no imaginamos que mi papá aparecería con su jefe y compañeros de su oficina.

Mi novia y yo volvimos puta a mamá V.

Después de un tiempo a todos nos pareció lo mejor llevar a trabajar a mi mamita a uno de los burdeles de Lorenzo. A Lorenzo y al negro les entusiasmaba la seguridad que tenían de que produciría pingues ingresos dado el carácter especial de esa casa, donde la clientela era escogida por su capacidad económica. Puesto que se les cobraba altas sumas, también se les permitía tomarse libertades que en otros locales no era posible. Esto era lo que nos entusiasmaba a Sonia y a mí. Sobre todo ver como se culeaban a mi mami entre varios clientes ya sea en el escenario o en los sillones del salón desde donde se veía el espectáculo, y cómo ella se sometía a los caprichos de quien pagara la tarifa puesta por Lorenzo, a vista y paciencia de todos los asistentes.

Mi mamá se había vuelto adicta a mi polla y hacia tiempo que había dejado de conflictuarse por su condición de puta y puedo asegurar que muchas veces disfrutaba muy de veras algunos trabajos, aunque otras veces le costaba algún esfuerzo. Uno de los números que más éxito le trajeron fue aquel de la shemale y el enano, sabíamos que sería así puesto que la película que filmó con ellos también había sido un éxito arrollador. Estaba tan linda vestida de mesera francesa, con ese vestidito negro con la mínima faldita y el delantal blanco encima. Llevaba una cofia blanca en la cabeza que le daba un aire virginal irresistible.

Todos podían ver el acto desde el salón, pero algunos preferían pagar una suma adicional y subir al escenario para apreciar más de cerca como la bella mesera era sometida por ese enano contrahecho y grueso, de piernas torcidas y rostro de duende, con esa cabezota deforme, abdomen prominente y, sobre todo, esa enorme polla que más parecía la gruesa pata de una mesa que un miembro humano. La shemale, que parecía una mujer perfecta, se hallaba entre los espectadores y, de pronto, como llevada por un impulso irresistible, le metía la nada despreciable polla en la boca. Éste era un nuevo punto de partida ya que los espectadores que habían pagado para ver el número en el escenario se sentían autorizados a participar y, sin importar cuantos fueran, se la culeaban entre todos. Sonia y yo también nos acercábamos a ver el acontecimiento y yo, junto con el resto, tampoco desaprovechaba la ocasión de vaciarme integro sobre su riquísimo cuerpo. Siempre intentaba apuntarle a alguna parte en especial según mi humor: A veces la carita de ángel en desgracia, otras veces sus impresionantes y firmes tetas, o sus muslos de terciopelo, o, cuando estaba en posición de perrita, el maravillosos culo paradito y redondo que siempre cuidaba de sacar en pompa para que se la metieran por allí los clientes que así lo decidieran.

Luego de su show eran muchos los que se interesaban por sus servicios. Algunos, verdaderos sibaritas del sexo. Recuerdo una ocasión en que un oriental la contrató apenas acabado el show, sin permitirle ni asearse ni cambiarse, y se dedicó a pagar toda la noche para ver como se vaciaba sobre su rostro todo aquel a quien le provocara hacerlo. Al final de la noche tenía la carita principalmente, pero también el resto del cuerpo, sobre todo las tetas, cubiertos de semen de tal modo que parecía embadurnada por engrudo. Nosotros, contagiados por la idea, nos la culeamos también así, sin permitirle asearse y Sonia se abrazó a ella y la besó apasionadamente en la boca mientras nosotros y los pocos clientes que aun permanecían en el local orinábamos sobre las dos. Ese día tuvo que dormir así y yo me la pasé mirándola y sintiendo ese maravilloso olor a semen y sexo que despedía. Varias veces me masturbe sobre ella, pero no quise despertarla para metérsela porque quería dejarla descansar después de semejante jornada, de modo que la enculé un par de veces dormida.

En otras ocasiones, durante algunos espacios en blanco de la noche, yo la sacaba a bailar y le decía cuanto la amo, ella feliz, sus brazos alrededor de mi nuca, apoyaba su mejilla en mi pecho y se dejaba llevar al ritmo de la música mientras le levantaba la mínima faldita y le acariciaba el culo y los muslos con cuidado de que la mayoría pudiese apreciar el bello culo que tenía entre mis manos. Cuidaba de apartarle a un lado las braguitas y de abrirle las nalgas para que se pudiera ver bien como le habíamos abierto el agujero del culo.

Mi madre estaba tan enamorada de mí y gozaba tanto con mis caricias que yo sentía como se le erizaba la piel apenas me acercaba a ella con la intención de sacarla a bailar y aun antes de que hubiera puesto mis manos sobre su cuerpo.

Una noche estaba preparándole un trago a Lorenzo en la barra cuando vi que mi mamita, siempre tan dócil, salía apresurada del salón e iba a ocultarse tras de la cortina que separaba los camerinos del resto del local. Me llamó la atención, así que me puse a ver que era lo que podría haberla perturbado, cuando descubrí con fruición que mi papá había entrado al local. No dejó de llamarme la atención, dado que me constaba que su situación económica era más que precaria y estaba convencido de que le resultaría imposible pagar siquiera la entrada y mucho menos cualquier servicio de los que se ofrecían. Todo se aclaró cuando vi con él a su jefe quien era además el dueño de la compañía donde lo habían vuelto a recibir, aunque en un puestucho cualquiera y con un sueldo estúpido, después de su fracasada aventura con la mujerzuela por la que abandonó a mi mamá, tal como he contado en capítulos anteriores. Además venían con otros empleados y un señor muy elegante, un cliente importante supuse, al que estaban agasajando. Excepto a este último, yo conocía a todos ya que los había visto numerosas veces en mi casa en cada ocasión que mi padre organizaba alguna reunión y no había dejado de percatarme de las miradas que, sin excepción, le echaban a mi mamita, algunos con disimulo y otros, como el jefe de mi padre, con descaro.

De inmediato puse al tanto de lo que ocurría a Lorenzo quien, todo un profesional, no dejó de aquilatar las posibilidades que ofrecía un evento como el que se nos presentaba. De mas está decir que ante la perspectiva de un hermoso espectáculo como el que ya me imaginaba tuve una erección feroz que Sonia empezó a aprovechar sin pérdida de tiempo.

Dejamos que se acomodaran y pidieran los primeros tragos para proceder. Sonia y el negro fueron los encargados de ir a traer a mi mamá. Al principio se negó a salir, como es comprensible, puesto que la avergonzaba que el jefe de su exmarido la viera en ese nuevo estatus que tenía, pero al final no tuvo más remedio que hacerlo. Mientras Lorenzo tomaba la orden de los señores y los ilustraba sobre algunos servicios que brindaba la casa, el negro llevó a mi mamita a la pista de baile y se puso a besarla en la boca y el cuello. Luego la volteó y cogiéndola de la cintura la punteaba y le acariciaba los pechos, aunque sobre el vestido. Yo me coloqué a una prudencial distancia desde donde podía observarlo todo con cuidado de no ser visto.

El primero en darse cuenta de la situación fue el tarado de mi papá. Era estupendo ver lo nervioso que se puso y como intentó persuadir al resto para irse de allí antes de que vieran a su ex esposa en semejante trance. Mi mamita en esa ocasión vestía un traje de una pieza, de licra, muy pegado al cuerpo y, como siempre, muy corto, de modo que con solo caminar se le subía hasta media nalga y se apreciaba como se le metía dentro del culo las braguitas que le hacíamos vestir. Muy pronto, era inevitable, los empleados vieron de quién se trataba y le avisaron a su jefe con risitas algo incómodas y cómplices. El señor Gonzáles, ese es su apellido, se quedó estupefacto, estaba sencillamente perplejo y miraba alternativamente la pista de baile y a mi papá sin atinar a decir ni a hacer nada. Pero de pronto se repuso, se vio que se hacia cargo de la situación y le pidió a Lorenzo que por favor le enviara la puta que estaba bailando con el negrazo aquel. El negro vino trayendo a mi mamita que no podía levantar la mirada, solo se mantenía de pie frente a la mesa de mi papá con las piernas juntas, la mirada hacia el piso y trataba de bajarse la falda para que le cubriera más los muslos, tarea inútil por cierto. El negro la hizo dar unas vueltas, voltearse, inclinarse hacia delante, le abrió el culo delante de todos y les dijo que lo tenia lo suficientemente roto como para que la encularan de dos en dos a la vez, que ella soportaba muy bien dos vergas en el culo y que, es más, le encantaba que se las metieran así. Se pusieron de acuerdo en el formidable precio, que el jefe de mi papá aceptó sin chistar, cosa con la que contábamos, ya que , estábamos seguros, no dejaría pasar una oportunidad semejante, y le dejaron a mi mamita allí. El señor Gonzáles, sin invitarla a sentarse, se dedicó a observarla un rato con una mirada burlona en el rostro. Desde donde estaba podía ver con claridad, de abajo hacia arriba, las largas y torneadas piernas de mi mami, y como la faldita esa se le subía, y le había dicho que no se la tocara, también podía ver la punta del calzón blanco que llevaba. Muy bien, mi querida señora sandrita, le dijo por fin después de un rato que para mi fue tan delicioso como embarazoso para mi mami y atroz para mi papá, ¿se acuerda de la cantidad de veces que la quise seducir en su casa? ¿se acuerda de la cantidad de veces que usted me rechazó? ¡ah! yo lo recuerdo con toda claridad, usted siempre me dijo que era una devota esposa y que jamás engañaría a su marido, incluso amenazó con acusarme con mi mujer aquella vez en que me tomé la libertad de acariciar su maravilloso trasero ¿lo recuerda? Y, mire usted, dónde nos encontramos. Ahora resulta que la han convertido en puta y que tiene el culo tan roto que se le pueden clavar dos pingas a la vez ¡que maravilla! ¡esto no lo hubiera podido imaginar ni en mis sueños más eróticos!

Le aseguro que vamos a pasar la noche más maravillosa que imaginarse pueda ¿no es cierto muchachos? Bueno, menos tú, Juan Carlos, añadió dirigiéndose a mi papá, a menos que robes un banco, porque eres al único al que la compañía no puede hacerle un préstamo, ya nos debes demasiado ¿recuerdas? Pero, por supuesto, puedes quedarte y ver como nos culeamos entre todos a tu mujer. Muy bien, vamos a empesar, a ver muchachos, siéntense todos aquí en este sillón y déjennos libre éste para que puedan ver con atención todo el espectáculo. A ver señora Sandra póngase en cuatro como una buena perra, eso es...Mi mamita se colocó como le ordenaban, con lo que quedaba mostrándole el trasero al resto, incluido mi papá, y el señor Gonzáles, sentado a su lado, le subió la falda hasta la cintura y le bajo el calzón hasta medio muslo, dijo que así se veía mejor, más puta y más indefensa que si se lo quitaba ¿o no están de acuerdo, muchachos? Preguntó, pero todo el mundo estaba de acuerdo. Le abrió el culo con las dos manos mientras le metía cuatro dedos, dos de cada mano, y comentaba lo bien que se dilataba. En realidad, sólo ese instante pudo hacer las cosas solo, porque el resto sin poderse contener se echó encima de mi mamita y comenzaron a acariciarla por todos lados entre risas y comentarios al respecto. El señor Gonzáles quiso poner un poco de orden: a ver chicos, con calma por favor, así no vamos a llegar a ninguna parte, vamos a organizarnos un poco, acuérdense que la señora Sandrita es una super dotada así que no habrá problema en que nos atienda a varios a la vez. Él se sentó en el sillón y mi mamita se sentó sobre su polla metiéndosela en la vagina, otro de los empleados se la metió por el culo y otro mas dio la vuelta al sillón y se la empujo en la boca hasta lo más profundo de su garganta y le sujetó la cara con ambas manos hasta que mi mamita se puso a toser. A ver estimado señor Estuardo, dijo el señor Gonzáles, a ver si es verdad tanta belleza y no nos ha estado engañando miserablemente, ahora es el momento. El aludido era el supuesto cliente que estarían agasajando, que hasta el momento no había intervenido y que en ese instante se puso de pie y desenfundó una polla tan impresionante como la del negro, era incluso, tal vez, más gruesa, y pasaba, con seguridad, de los veinte centímetros. ¡Perfecto! Exclamó con entusiasmo el señor Gonzáles, con respecto a eso no hay nada que objetar, comenzamos bien, añadió mientras le empujaba la polla con renovados bríos a mi mamita, al parecer entusiasmado por la idea que tenía en mente. Luego le pidió a quien tenía enculada a mi mamá que se acuclillara sobre el sillón sin sacarle la pinga del culo a sandrita, ¡ahora sí! Añadió, es toda suya mister Estuardo. El tal Estuardo se colocó detrás de mi mamita y primero le metió la polla dentro de la concha junto con la del señor Gonzáles, mi mamá dio un gemido prolongado y cerró los ojos, los otros se iban turnando para que les chupara las vergas, mi papá miraba todo con unos ojos extraviados, pero yo pude darme cuenta de que tenía una erección adolescente que se le notaba aún sobre el pantalón, de pronto el señor Estuardo le saco la pinga de la concha y la acomodo en el culo, el empleado que la tenía enculada se inclinó más hacia delante sobre la espalda de mi mamá y entonces el señor Estuardo pudo actuar con más comodidad, mi mamita alcanzo a decir que "no" con un gemido, pero ya era muy tarde, de un solo tirón le empujó toda la pieza hasta el fondo, ésta entró abriéndose paso como una locomotora por un túnel en medio de un cerro, mi papá se sacó la polla y se puso a masturbarse furiosamente, el señor Estuardo la estuvo enculando junto con el otro empleado durante un rato y luego alternaba con la concha, parecía que ninguno se iba a agotar nunca y que continuarían comiéndose a mi hermosa mamita por los siglos de los siglos amén.

De pronto el señor Gonzáles se salió de debajo de mi mami y volvió a acomodar todo de nuevo. Esta vez el que se sentó en el sillón fue el tal Estuardo con el enorme pincho bien parado y mi mamá tuvo que sentarse sobre él, introduciéndoselo en el culo, dándole la espalda y dándonos la cara a nosotros. Ahora todo el resto tuvo su oportunidad de meterle la pinga por el culo a mi mamita ante la mirada desquiciada de mi papá que no cejaba de corrérsela. Uno por uno iban pasando y empujándole la polla, abriéndose espacio junto con la de el señor Estuardo y la metían y sacaban una y otra vez en un ritmo frenético. Mi mamita, apoyados sus brazos y manitas en el sillón, la espalda sobre el pecho de mister Estuardo, la cabeza inclinada hacia atrás en uno de los hombros de éste último, sólo gemía completamente perdida, transportada, probablemente con la mente puesta en otro lugar, en otro estado seguramente indescriptible. Luego de un largo rato la colocaron en cuatro en el suelo y esta vez uno por uno la fueron enculando por turnos hasta que de pronto empesaron a eyacular. Todos tuvieron cuidado de hacerlo dentro del culo de modo que acumuló una bonita cantidad allí. El señor Gonzáles abonó una cantidad adicional para que mi mamita se quedara sin limpiarse el resto de la noche, de manera que se la pasó chorreándose de semen por las piernas y el culo lo que restaba de la velada. Era muy hermoso verla bailar con cada uno de ellos y notar como le brillaba la parte posterior de los muslos y como corrían las gotas de semen hasta sus tobillos, la falda se le pegaba por la humedad al culo y, completamente mojada, dejaba entrever sus riquísimas nalgas.

Después de que la hicieron chuparles las vergas a todos y se vaciaron esta vez en su cara, se fueron diciendo que volverían el próximo fin de semana, pero en esa nueva oportunidad con toda la gente de la oficina para hacer una verdadera fiesta corporativa. Cuando salían del local el señor Gonzáles llevaba abrazado a ni papá.

Sonia y yo estábamos felices. Ambos abandonamos la Universidad para dedicarnos a tiempo completo a prostituir mujeres y tengo la impresión de que nos va bastante bien. Por supuesto, no todas están dispuestas a abrazar esa deliciosa carrera, pero de todos modos me sorprende la interesante cantidad de chicas que se ponen en contacto conmigo para que yo las convierta en mis putas. A todas las trato igual que a mi mamita, con amor sincero y pasión y a todas me las culeo y las prostituyo y saco lo mejor de cada una. Hasta ahora no hemos tenido ninguna queja y todas nuestras putas sin excepción nos dicen que son felices por fin al haber descubierto el inigualable placer que da sumergirse en una vida llena de orgasmos permanentes, sumergirse en una vida que transcurre de orgasmo en orgasmo y en donde el sentir ese exquisito placer trae, encima, consigo, el terminar con todo apremio económico.