Mi novia y su hermana (Capítulo 1)
Una serie de cuatro capítulos en la que relato mis inesperadas aventuras sexuales con mi cuñada, Paloma, y mi novia, Marta. Es una historia que ocurrió en realidad. No hay ficción. No hay imaginación. Solo ganas de compartir con vosotros unas experiencias que espero que os exciten.
Capítulo 1
El chalet
Mi novia y yo llevamos saliendo cinco años (justo hace una semana celebramos nuestro aniversario), pero durante ese tiempo he tenido la suerte de vivir ciertas experiencias por las cuales, directa o indirectamente, no podría estarle más agradecido.
Marta (así se llama mi novia) acaba de cumplir veintiún años, y yo, con cinco años más que ella, me siento muy afortunado al poder afirmar que fue conmigo con quien perdió la virginidad. Lo cierto es que al principio era bastante tímida en ese sentido. No le gustaba mucho la idea de practicar felaciones, ni de que yo le hiciese sexo oral a ella, ni tampoco el sexo anal; podría decirse, en líneas generales, que la única idea del sexo que ella tenía era la del coito vaginal. Bastante conservadora, vaya. Pero no tardó en cambiar de opinión, sobre todo después de que una tarde, cuando llevábamos saliendo tres meses, fue ella misma quien me preguntó que si me apetecía que me la chupara. Obviamente accedí, y le gustó. Y tanto que le gustó. Recuerdo como sus labios, inexpertos y precipitados, al igual que su lengua, jugaban con cada centímetro de mi miembro con ganas de aprender. Era una exploradora, y yo quería que lo descubriera todo, y lo primero que encontró fue mi leche en su garganta. Eso fue una sorpresa para ella, pero lejos de asustarse o de enfadarse, me pidió más. Siempre más.
Desde aquel día nuestra faceta sexual fue ampliando sus fronteras. Al cabo de un tiempo me dejó que le comiera el coño. Aún recuerdo el sabor de su flujo la primera vez, cómo se estremecían sus piernas, rozándome con ellas las mejillas para acabar abriéndose más y más para que mi lengua entrase y saliera, al igual que mis dedos. Sus gemidos eran música, y más lo fueron cuando justo después se puso boca abajo y me permitió jugar con su ano. Aquello fue de lo más interesante, ya que siempre he sido un fetichista de culos, y me encantaba la idea de que mi lengua recorriese su ano. Y así fue. Y también le encantó.
Lo cierto es que cada vez se volvía más y más viciosa. Hasta el punto de que empezamos a follar en público. En un parque, en la playa, en el coche… Suena a tópico, pero para nosotros era de lo más excitante, aunque tampoco es que lo estuviéramos haciendo así todos los días, solo muy de vez en cuando, pero cuando surgía la ocasión resultaba de lo más morboso. De esa forma descubrimos cuánto nos gustaba el exhibicionismo; tengo algunas fotos suyas en público, pero esa es otra historia.
En fin, lo que quiero contar con esto es que Marta fue volviéndose cada vez más y más guarra, viciosa, casi hasta ninfómana. Faltaba el casi, pero supongo que ya está bien así (mi polla también necesita un descanso, joder).
Marta tiene una hermana. Su nombre es Paloma, y tiene veinticuatro años, dos menos que yo. La conocí cuando mi novia y yo llevábamos apenas dos meses saliendo juntos. Por aquel entonces Paloma tenía novio, y por alguna razón que aún a día de hoy no alcanzo a entender le caí mal desde el primer momento. Recuerdo que su actitud hacia mí en las veces que iba a su casa era siempre bastante mordaz. Guardaba las apariencias, se las daba de amable, pero cuando se le presentaba la menor oportunidad me lanzaba un dardo, una indirecta. Yo me lo tomaba con humor, mi novia me decía que no debía darle importancia, y yo le hice caso. A lo que sí le di importancia, no obstante, era a lo buena que estaba. Y no es que mi novia no lo esté, ¡ojo!, Marta está para comérsela, con sus tetas grandes, su culo delicioso y su carita de niña buena. Pero cuando vi a Paloma pensé: joder, me la follaría una y otra vez. Están las dos de muerte, tengo que decirlo.
Los meses pasaron y, cuando quisimos darnos cuenta, llegó nuestro segundo aniversario. Y eso, curiosamente, coincidió con que Paloma cortó con su novio quien, todo hay que decirlo, era un cerdo de mucho cuidado, pero esos detalles no vienen a cuento. El caso es que a partir de ese momento hubo algo que empezó a cambiar entre la hermana de mi novia y yo.
Recuerdo alguna que otra vez en la que Paloma me tiró los tejos de manera descarada cuando su hermana no estaba, o la sorprendía mirándome en más de una ocasión cuando volvía mi mirada hacia ella. Se reía bastante conmigo, algo que antiguamente hubiera sido impensable. Me acuerdo también de una vez que, al subir con mi novia a su casa, Paloma llevaba puesto el pijama y se enfadó terriblemente con Marta por no haberla avisado de que yo venía. Se fue corriendo a su cuarto y cuando salió llevaba un camisón semitransparente con el que se le veía casi todo, lo cual no le hizo ninguna gracia a mi novia. Otras veces se ponía un minishort con el que se le quedaba medio culo fuera; una vez en la que yo estaba sentado en un sofá ella se inclinó hacia delante y casi me puso el culo en la cara. Cómo me ponía de cachondo en esa época su forma de provocarme. Luego llegaba a casa y no podía evitar masturbarme pensando en su culo y en sus tetas, y en esa carita de guarra que ponía cuando me veía.
Llegó el verano, concretamente finales de julio. Marta me invitó a pasar cuatro días en el chalet que tiene su familia para pasar las épocas festivas, fines de semana, meses estivales y demás. Yo accedí de inmediato, ¿y quién no? ¿Cuatro días con mi novia y con la cachonda de su hermana calentándome todo el tiempo? Solo de pensarlo me volvía loco.
Y así llegó el día indicado y me fui con ella. Y como era de esperar su hermana no paraba de ponerme cachondo con una sutileza que me encantaba. Hubo una vez que los tres estábamos jugando en la piscina, ellas dos en bikini, buenísimas las dos. Yo llevaba un bañador bastante apretado y corto, tipo bóxer, así que ante cualquier erección iba a ponerme en una situación bastante embarazosa. Pero no me importaba, sobre todo después de todas las veces en las que los ojos de Paloma se quedaban clavados en mi polla. El caso es que hubo un momento en el que Marta tuvo que salir de la piscina unos minutos para atender la llamada de sus padres, y Paloma lo supo aprovechar bien. Me lanzó la pelota con la que estábamos jugando y cuando la atrapé se acercó a mí para intentar quitármela (todo parte del juego, claro). Pero era una excusa. Yo, tratando de retener la pelota, hice un movimiento brusco que la acercó a mis partes íntimas, y le dije:
-¿A que no te atreves a intentar quitármela ahora?
Por supuesto que se atrevió, pero fue directa a mi polla, y no trató de hacer ver que había sido un accidente. Sus manos se quedaron ahí y notaron cómo yo me ponía duro e iba creciendo. Me miró a los ojos, se pasó la lengua por el labio inferior, y susurró:
-¿Pero qué tenemos aquí?
Admito que me quedé paralizado, sin saber qué hacer pero encantado con la situación. Mi novia podía regresar en cualquier momento, pero no pensé en eso entonces. Solo notaba sus manos acariciándome la polla y sus tetas pegadas a mi pecho. Estuve a punto de soltar la pelota cuando una de sus manos se adentró bajo mi bañador y empezó a masturbarme lentamente.
-Relájate…-me ordenó. Y yo obedecí. Hasta el punto que cerré los ojos y durante un instante estuve a punto de perder la cabeza.
Pero la recuperé a tiempo para apartarme, justo cuando escuché las pisadas de mi novia que se acercaban por el jardín. Lo único que ella vio fue a mí chapoteando en el agua a la caza de un balón de plástico. Me había escapado por los pelos, pero desde entonces no podía olvidar a Paloma. No había forma de quitármela de la cabeza y cada vez tenía más ganas de follármela. Pero no de cualquier manera, sino salvaje y prolongadamente.
Tal y como dije al principio, a mi novia hay muchas experiencias por las que, directa o indirectamente, le estoy profundamente agradecido. Supongo que ahora entendéis lo de indirectamente. Sí, su hermana me haría disfrutar mucho en el futuro.
El resto de días transcurrieron con relativa tranquilidad. Yo seguía sufriendo por mi bañador ajustado y gozando al mismo tiempo. Y así fue como llegó la última noche, la noche antes de que yo me fuera de allí.
Resulta que ese chalet tiene dos plantas, la planta baja y la planta de arriba. En la de arriba es donde está todo: la cocina, los dormitorios, el comedor… En la planta baja hay un salón, un dormitorio para invitados y un cuarto de baño. Yo dormía en la planta baja. La tenía toda para mí solo. Y estaréis pensando: ¿no te follaste a tu novia alguna de esas noches? ¿O es que no te apetece dar detalles sobre eso, granuja? Lamento decir que fue imposible. La estrecha vigilancia de su padre lo impidió. Y no solo eso, sino que por las noches, al despedirnos, ella me encerraba con llave y se iba arriba a dormir, así que no hubo posibilidad alguna. Al menos no con Marta, claro. Digamos que le faltó la picardía que sí tuvo su hermana mayor.
Como digo era mi última noche. Me dormí enseguida, estaba cansado. En cierto momento de la madrugada desperté y noté que alguien me acariciaba (a todo esto yo estaba durmiendo en calzoncillos y destapado completamente, sin sábana, debido al calor). Estando yo más dormido que despierto, y con la habitación totalmente a oscuras, la atraje hacia mí y la besé. Suponía que era Marta, porque, ¿quién más podía ser? Mi mente adormecida no estaba lúcida para razonar, y queriendo aprovechar esa oportunidad para follarme por fin a mi novia, la estreché entre mis brazos y la besé con más fervor. Noté que estaba completamente desnuda, y pronto pude acariciar sus tetas, y fue en ese instante cuando noté que algo no encajaba. Aquellas tetas parecían algo más grandes que las de Marta, y no solo eso. Su forma de besar… Era un tanto extraño, así que abrí los ojos y pronuncié el nombre de mi novia. No hubo respuesta. Volví a llamarla con el mismo resultado, por lo que la hice a un lado, me senté con los pies en el suelo y encendí la luz.
¡Cuál fue mi sorpresa cuando a quien vi fue a Paloma! Ya estaba cachondo y con la polla dura como una piedra ante la idea de echar un buen polvo con mi novia, pero al ver el cuerpo desnudo de su hermana… Menudas tetas, ¡qué buena estaba (y está)! Me miraba con cierta perplejidad y zalamería al mismo tiempo. No llevaba nada de ropa, ni una sola prenda, ni siquiera unas bragas. Tenía el coño perfectamente rasurado, y se abrió de piernas para ofrecerme su fruto.
Yo no apartaba la mirada de ese coño húmedo y caliente, y menos aún cuando empezó a tocarse . Sentía que estaba ante la oportunidad perfecta. Pero por una parte me atacaron los remordimientos. No quería ponerle los cuernos a mi novia, me sentiría fatal toda la vida. Pero es que estaba tan buena, y hacía tanto tiempo que la deseaba…
Experimenté un conflicto interno muy violento. Al igual que en la piscina días antes, me quedé paralizado, por lo que ella tomó la iniciativa. Se acercó a mí y me volvió a besar. Su lengua sabía tan bien, y mis dedos recorrían toda su piel suave y cálida. Era el empujón que necesitaba para decidirme, ella lo había sabido bien. Y ya no nos detuvimos.
Apoyé la espalda contra la almohada y ella me acercó las tetas a la boca. Las junté con ambas manos, como dos melones bien dulces, y empecé a comer mientras ella ahogaba sus propios gemidos para que no nos escuchasen en la planta de arriba. Sus pezones habían estado duros desde el principio, y era un placer lamerlos y succionarlos. Aunque más placer sentí cuando ella se apartó y empezó a chuparme la polla. Dios, ¡cómo me la chupó! Mi novia hace buenas mamadas, pero lo de Paloma es de otro universo. ¡Menuda tragona! Estaba hambrienta y retuvo mi polla en su boca un buen rato. Lo bueno de esa experiencia fue que al fin cumplí una fantasía. Lo malo es que se me hizo muy corto. O es que perdí la noción del tiempo, no lo sé. La verdad es que cuando le comí el coño me olvidé de todo. Joder, qué coño tan sabroso. Le encantó que le metiera un dedo por el culo mientras le hacía un cunnilingus. Noté que se corría en mi boca, y ella se llevó la almohada a la boca para que sus gemidos quedasen silenciados. Pero lo mejor fue cuando se la metí hasta el fondo. Ese coño estaba realmente lubricado, y ardía. Aunque no sé si tanto como mi polla, que con cada embestida comprendía que la espera había valido la pena.
Ella me susurraba al oído que no parase, que por lo que más quisiera, quería que me corriese dentro (yo sabía que ella toma la píldora anticonceptiva, así que no iba a dudar en hacerle caso). Yo no paraba de darle duro, tal y como había imaginado tantas veces, y ella me metía la lengua hasta la garganta. Cuando parecía que todo iba a terminar ella me empujó para que sacara mi pene de su coño, lo cual me confundió un poco, pero no tardé en comprenderlo. Quería volver a comérmela, y no se lo impedí.
Su boca subía y bajaba, y estaba muy mojada. Su lengua giraba y hacía un trabajo excelso. Yo me dije que tenía que aguantar, que quería volver a penetrarla, por detrás y por delante, por todas partes, pero ella me pidió, casi me suplicó que me corriera en su boca. Y no pude denegarle ese regalo. Le llené la boca de mi semen, que ella tragó con tanta naturalidad que cuando se sacó la polla ya no quedaba ninguna gota del líquido blanco. Y es que lo había succionado todo y me la había dejado bien limpia.
Después de eso, y como si de una bruma matinal se tratara, se marchó, casi con el mismo sigilo que con el que había venido, no sin antes guiñarme un ojo y prometerme que esa no sería la última vez y asegurarme que se había quedado con ganas de más, pero que quería volver cuanto antes por si sus padres se percataban de su ausencia.
Esa noche dormí mejor que nunca y a la mañana siguiente Paloma actuó con la misma naturalidad de siempre, sin dejar un solo resquicio en su actuación que pudiera delatarnos. La despedida fue una putada, pero durante el camino de vuelta a mi casa pensaba una y otra vez en sus últimas palabras:
-Tranquilo, esta no será la última vez…