Mi novia y su amiga, un trío jamás soñado (4)

Paso una tarde estupenda con la novia de mi amiga y luego...

4ª parte de la serie. Recordad que la 1 y la 2 están mal numeradas, siendo la nº2 el 1ºcapítulo y viceversa. Dejen sus comentarios, por favor.

Capítulo IV

Poco antes de que acabara de hacer la comida, llegó Rosalía. Entró contentísima porque había encontrado trabajo en una clínica. Venía radiante con una falda negra ejecutiva por encima de la cadera y hasta sus rodillas y con una camisa corta blanca con tres botones abiertos que formaban un espectacular escote. Al pasar junto a Ana, que estaba en el sillón, le dio un besazo. Se acercó hasta la cocina y a mi también me beso, tocándome con su mano la polla por encima del pantalón. Fue a su habitación a cambiarse y volvió con un short de algodón de color gris que le quedaba apretadísimo y con una camiseta de tiras básica del mismo color. Estaba tan buena que con cualquier cosa que se pusiera...

Ana estaba especialmente contenta a la hora de comer. Cuando estábamos tomando el postre, bajo el volumen de la tele y nos dijo:

-Chicos, estoy muy contenta. Estas últimas veinticuatro horas han sido la ostia. A ti Ros, mi amiga del alma, qué te voy a decir, me alegro tanto de lo que ha pasado... y tú, mi amor –dirigiéndose a mí-, eres lo mejor. Has tenido mucha paciencia conmigo y aún por encima no te importa compartirme. Espero que lo que se avecina ahora te compensé estos años de aburrido sexo.

Se quedó un poco cortada, así que Rosalía y yo bromeamos con ella y la apuramos para que se fuera para el hospital porque iba a llegar tarde. Se despidió de nosotros con muchos besos envidos por el aire y allí nos quedamos solos Rosalía y yo.

Recogimos la mesa y nos sentamos cada uno en un sillón. Comencé a hacerme un porro de huevito mientras veíamos el programa de La Sexta "Se lo que hicisteis...".

-¿Ves como Anita es más de lo que parece? –me dijo Rosalía-, yo ya sabía que dentro de ella había una verdadera putita, en el buen sentido claro. Sólo había que escucharla hablar de tus comidas de coño. Que, por cierto, tiene toda la razón, cómo lo comes, cabrón...

-¿Sí? Muchas gracias. Tú también eres excelente chupándola. Lo del dedito me encantó y se ve que a Ana también, porque hoy por la mañana, después de tu desayuno especial vino al baño a por el suyo y, aparte de que casi ya se la traga entera, ella también me metió un dedito y me lo hizo con unas ganas tremendas...

-Je, je, je...

-Toma, fuma.

Rosalía en lugar de alargar el brazo para coger el porro, se vino hacia mi sillón y se sentó junto a mí. Empezó a fumar y se acomodó sobre mi hombro. Cogió una calada y después de tragarla se acercó a mi boca y me echó el humo, despacito, un fino hilo de humo que yo absorbía sin que nuestros labios llegaran a tocarse. Me ruló el peta y se sentó a horcajadas sobre mí. Le di una calada e imité lo que ella había hecho, sólo que esta vez, ella no dejó que acabara de hacerlo y me besó en los labios. Comenzamos a jugar con nuestras lenguas y Rosalía metió sus manos bajo mi camiseta y me pellizcó los pezones. Se echó un poco hacia atrás y se quitó la camiseta. Debido a la posición yo tuve que colocar bien mi polla porque la erección me estaba molestando y ella, al ver mi bulto bajo el pantalón, sonrió complacida. Calé del porro y le comencé a echar el humo en el pezón izquierdo, haciendo que se estremeciera en un escalofrío con la mezcla de temperatura de mi soplido, al principio caliente por el humo del porro y después más frío cuando sólo era aire. Cuando quise pegarle un chupetón, ella, muy atenta y pendiente de llevar la iniciativa, se echó hacia atrás para evitarlo. Me quitó la camiseta y se puso de pie. Se agachó para sacarme el pantalón y desde imposición podía ver sus preciosas tetas colgando en el aire y su culito levantado en pompa. Al sacarla de golpe de mi pantalón, mi polla salió rebotada y se movió hacia delante y atrás como un péndulo. Ella se acercó y se quedó con su boca a escasos centímetros de mi polla, sin tocarla, amagando que se la iba a meter y amenazando con darle un mordisco. Yo me dejaba hacer, así que volví a encender el porro.

Ella se levantó y cogió el portátil para poner algo de música. Tras unos segundos, puso una canción que Nelly Furtado llamada "Maneater" (

http://es.youtube.com/watch?v=7cR7W-MU1rA

).

Empezó a mover el culito a los lados, dándome la espalda. Se giró tapando sus pechos con las manos y, bajando y subiendo, no dejaba de mover sus caderas a un lado y a otro. Siempre había tenido de bailar muy bien y por Ana sabía que una de sus aficiones preferidas al salir de noche era bailarle alrededor a una amiga para ver como todos los tías del lugar se volvían locos con ella. ¡Cómo se movía! Daba gusto verla y yo ya estaba que no podía más. Sólo el porro era capaz de mantenerme tranquilo y ocupado para no saltar encima de ella. Se fue acercando poco a poco, moviendo sus caderas de un modo cada vez más oscilado. Cuando estaba junto a mi, con sus piernas entrelazadas entre las mías, se giró y comenzó a mover su culito justo delante de mi cara. Pensé en ponerle la mano para acariciarlo, pero me dije que no, que no debía caer en acariciarla si ella lo que quería era ponerme cachondo hasta que no aguantara más, así que lo que hice fue darle un buen cachete en una nalga. Dio un pequeño respingo pero aguantó y se rió. Inclinó su cuerpo hacia delante sin flexionar sus rodillas, con lo cual la vista de su culo moviéndose ya era algo imposible de resistir, pero aguanté como pude, dándole unos cachetes menos fuertes pero continuados, al ritmo de la música que ella había puesto. Eso debió gustarle, porque entonces se puso a bajarse el pantaloncito poco a poco; le daba un pequeño tirón cada vez que su culito se movía de un lado a otro, bajando centímetro a centímetro al ritmo de la música hasta que se lo deslizó hasta los pies y sin dejar de bailar lo lanzó con un pie lejos de nosotros.

Seguía bailando como antes, pero ahora estaba totalmente desnuda. Cuando se agachó, pude ver todo su coñito y un pequeño brillo me hizo pensar de que debía estar empapada y que con solo apartar los labios allí podría encontrar un océano de su flujo vaginal. Se movía pendulante, cada vez más cerca de mi cara, invitándome a caer en la red que ella venía tejiendo para mí. De pronto se giró y miró mi polla:

-Cabrón, mucho aguantas tú. La tienes tan empalmada que vibra y eres capaz de no tocarme. Tú ganas: te voy a hacer una mamada y si después de eso no te rindes,me pego un tiro.

Me reí delante de ella al verme victorioso y cuando ella se disponía a agacharse, se lo impedí y levanté una de sus piernas hasta apoyarla en el sillón. Ella se asió a mi pelo, sabiendo lo que venía. Cuando vi su coñito enfrente de mí le dije:

-Coño, te lo has rapado.

-Sí, hoy por la mañana, volviendo de la entrevista decidí rapármelo todo, en señal de que es todo vuestro.

Me moría por comérselo, pero antes quería ver como estaba de mojada. Metí un dedo entre sus labios y nada más cruzar esa pequeña frontera pude comprobar que todo allí dentro estaba empapado. Estaba tan cachonda que su conchita se estaba abriendo sola con apenas tocarla con un dedito, así que se lo metí de repente en su conchita. Ella ahogó un gemido en un suspiro y me tiró de los pelos. Empecé a pajearla unos segundos, cada vez un poco más rápido hasta que se puso a gemir como una loca. Entonces se lo saqué de golpe y ella pegó un grito.

-¿Qué haces, cabrón? No pares así, necesito que me...

Y no pudo acabar la frase porque me lancé sobre su clítoris blandiendo mi lengua contra él. Esta vez nada de empezar despacito e ir subiendo el ritmo. Se lo lamí a toda la velocidad que pude, con lametones cortos para poder ser más rápido. A ella no tardó nada en llegarle el orgasmo, por lo que cogió mi cabeza y sin ninguna delicadeza empezó a frotar su coño contra todo mi cara mientras se corría, llenando mi boca, mi nariz y mi barbilla de su líquido pegajoso. Se quedó temblando de pie, exhalando aire fuertemente, tratando de recuperar el aliente, pero yo no quería que todo se quedara ahí, así que la hice girarse y sin dejar que se sentara encima de mí como ella quiso, la forcé a que se quedara de pie, con el cuerpo hacia delante, sin doblar las rodillas, dejando su culo en pompa frente a mí. Con cuidado por si después de semejante corrida se había cerrado, le metí un dedo en el coño, pero cual fue mi sorpresa al sentir que lejos de cerrarse, mi dedo entró con suma facilidad y ella, no sé si conscientemente, apretaba sus paredes vaginales para atraparlo. Se lo saqué, metí otro para lubricarlo bien y entonces le metí dos. Ella volvió a gemir y alcanzó una silla para apoyarse en ella.

-Sí, sí, me encanta. Me gusta que no me den tregua.

Yo seguía con un mete y saca y para hacerlo más rápido me acomodé en una postura que me dejaba la boca muy cerquita de su culo y ella notaba mi respiración en su agujero. Me di cuenta de la situación y comencé soplarle en el culete y besarle las nalgas. Ella estaba gimiendo, suspirando, repitiendo una y otra vez "sí, sí, sí...". De pronto se incorporó un poco, echó sus bazos hacia atrás y agarrando mi cabeza como pudo me llevó la boca hasta su culo y me gritó fuera de sí:

-Vamos, perro: ¡cómeme el culo!

Tal y como me lo había pedido, le lamí el culo. Eso era algo nuevo para mí y a medida que pasaban los lametones, veía que no olía mal y que para nada me deja un mal sabor de boca, así que se lo empecé a comer desaforadamente. Ella se encurvó más y llegó a agarrar mi polla y sin más dilación empezó a pajearme a toda velocidad. Yo, por mi parte, le metí tres dedos en el coño, taladrándola lo más fuerte que podía. Rosalía gritaba a voz tendida y cuando no pudo más, soltó mi polla, volvió a agarrarme la cabeza para apretarla contra sí misma y se corrió escandalosamente:

-Aaaaaahhhh, joder... Me corro, me corro. Me corro que te cagas. Aaaahhhhh. Dios mío, cómo me corro. No pares de chupármelo, cabrón. Aaaaay, me corro...

Cuando no pudo más se dejó caer sobre la silla y estuvo así despatarrada mientras recuperaba el aliento. Yo me encendí la matada del porro y lo acabé complacido por como había logrado hacer que se corriera Rosalía. Ella se levantó colorada, como si estuviera medio cortada por como la había visto ponerse, se partió de risa y me dijo:

-Cabrón, con las coñas te has fumado todo el porro. ¿Por qué no te haces otro mientras yo recuperó esa cosa bonita que tienes ahí?

Y es que mi polla se había quedado medio flácida. Rosalía se arrodilló entre mis piernas y empezó a lamerle los huevos y bajando hasta el perineo. Eso me puso a mil y la muy hija de puta, sin tocarme la polla, ya me tenía otra vez empalmado. Entonces empezó a besarme la polla, a dar chupaditas al capullo, a rozar con su lengua en mi frenillo, hasta hacerme desesperar. Entonces, justo después de haber lamido la pega del papel de liar, con una mano llevé su boca hasta mi polla y la empujé hacia abajo. Ella se la sacó, se había atragantado un poco, pero lejos de molestarle le hizo gracia ver que yo ya no quería más jueguecitos y se puso a chupármela como le pedía, tragándosela toda, arriba y abajo, sin parar. Se estaba esmerando de tal manera que yo tuve un pequeño aviso de mi polla así que para atrasarla un poco le ofrecía de fumar. Ella fumó mientras con la mano libre del porro me pajeaba la polla.

-Uuummm –dijo- me encanta la mezcla de sabores.

Le dio dos caladas más y volvió a ponerse a tragar. Yo no pude resistir la tentación y viendo su culito allí a lo lejos, estiré el brazo y comencé a jugar con un dedo y su agujerito. Ella hizo lo mismo que yo, pero no se quedó ahí. Me pidió que le sacara el dedo un momento y lo hice. Entonces me agarró por las piernas y tiró de mía hasta poner mi culo fuera del sillón, provocando que me tuviera que acostar sobre mi espalda. Entonces se puso a chuparme la polla y fue bajando hasta los huevos, luego hasta el perineo y al final llegó a mi culito. Comenzó a lamerlo deliciosamente mientras me pajeaba la polla con su mano. Estaba volviéndose loco porque no paraba de bufar y de decir cosas inaudibles. Me empezó a meter la lengua en el culito tan dentro como podía, la muy puta me estaba follando el culo con su lengua. Siguió un rato así y cuando paró le ofrecí otra clada se la dio y sin echar el humo se metió mi polla en la boca tan profunda como pudo, hasya que el humo gris comenzó a asomarse entre sus labios y mi polla. Eso me puso muchísimo y volví a contraatacar contra su culo, esta vez metiéndole dos dedos. Estuvimos así un rato y a mí lo de que me comiera el culo me había gustado, pero me había queitado las ganas de correrme.

Se levantó y se puso de rodillas en el sillón, apoyando sus codos sobre el respaldo.

-Tío, tienes un aguante que eso no es normal. No aguanto más. Quería reservarlo para cuando estuviera Ana, pero necesito que me folles el culo. Urgentemente, porque lo tengo pidiendo guerra.

Me puse de pie y me agaché para lamérselo un poco, pensando que le vendría bien un poquito de lubricación, pero ella se negó:

-No hace falta que me lo chupes. Quiero que me la metas ya. Y no te andes con rodeos, que ya te voy conociendo. Dámela ya y si no entra a la primera, rómpeme el culo.

Esas palabras me habían puesto la polla deseosa de batalla, así que me puse detrás de ella, apunté con una mano a su culo y me puse a empujar. Ella abría sus nalgas hacia los lados y decía muy bajito, como para sí sola: "métemela, métemela, métemela...". Así que empujé fuerte y le metí la cabeza. Ella gritó y se la saqué un poquito y cuando se estaba girando para increparme por sacarla, se la metí toda de golpe hasta el fondo de un solo empujón. Entonces sí que gritó fuerte y me asusté un poco. Iluso de mí, porque al segundo ella estaba moviendo con fuerza el culo atrás y delante.

-Sí, cabrón, sí. ¡Dame fuerte! Me encanta como lo haces. Eres un as. Ahhhhh, joder... y yo con el matao de mi novio. Qué suerte tiene Anita y que tonta que era, si yo tengo un novio así...

Agarrado a sus tetas yo la embestía con todas mis fuerzas y ella seguí gritando y diciéndome cosas que me ponían aún más cachondo, hasta que me sorprendió al anunciarme que estaba a punto de correrse:

-Joder, joder, joder... Vas a hacer que me corra, cabrón. Me encanta que me follen el culo pero nunca me corro. ¡Qué hijo de puta! Me corro, me corro... Aaaaahhhh, córrete conmigo, por favor, córrete al mismo tiempo. Quiero sentir tu leche inundándome...

Fue ella pedírmelo y yo correrme de una manera... Le debí echar una docena de chorros en su culo, que me dejaron seco.

-Ooohhh, sííí... gracias, tío. Eres lo mejor, diossss. La mejor corrida de mi vida. Date la vuelta al sillón y tráeme tu pollita que la quiero saborear otra vez y dejártela bien limpia, que te lo mereces. Es que yo ahora no me puedo ni mover.

Así hice: se la saqué del culo con cuidado de que no se derramara nada que mojara el sillón. Di la vuelta al sillón y le puse la pollita delante. Cuál fue mi sorpresa al ver que ella estaba cogiendo la leche que se le salía del culo y se lo llevaba a la boca para saborearlo y luego tragarlo. Cogió un poco de leche de su culo y me embadurnó la polla con ella para acto seguido comenzar a chuparla. Estuvo un buen rato así, llevándose la mano al culo para coger un poco de leche y untarla en mi polla para luego tragársela. Yo ya la tenía dura otra vez y empezaba a disfrutar la mamada cuando ella me dijo:

-Macho, tienes un aguante que no es normal. Chupártela me está dando sed de más, pero me puedo tirar aquí media tarde para sacarte otro biberón y me tienes el cuerpo hecho polvo.

-Así que aún tienes ganas de más leche, ¿no?

-Sí, no tendrás un poco guardada por ahí –contestó riéndose.

-Tu chupa un poquito, un minuto nada más.

Me concentré en volverme a correr, quería superar sus expectativas otra vez más dándole otro baño de lechecita, así que sólo pensaba en correrme otra vez.

Me la chupó con ansia, con todas sus ganas, hasta que pasado unos minutos se retiró y cuando me iba a decir algo, supongo que era que ya le dolía la boca, vio que mi boca me palpitaba mientras yo me pajeaba con fuerza. Se puso la mar de contenta al ver lo que se le venía encima y quiso poner su boca delante de mi polla, pero yo se la cerré y apunté hacia su cara. Me corrí fuertísimo. Aunque esta vez no había echado más que cinco chorros, estes fueron cundentes y más espesos, por lo cual le dejé toda la cara llenita de leche: en la frente, bajando desde su ojo hasta la mejilla, justo entre la nariz y la boca, como si tuviera un bigote blanco...

Cogí el móvil y empecé a grabar un vídeo mientras se iba llevando toda la corrida a su boca y ella comentaba lo rica que estaba y jugaba con la cámara, enviando besitos y poniendo caras.

De pronto llamaron al teléfono. Era Ana. Había dicho en el trabajo que estaba mal y había colado y la dejaban irse para casa. No dejaba de ser irónico que una enfermera se pudiera ir para casa así de fácil sin que nadie comprobara si estaba realmente mal. Yo me preocupé por su estado, pero muy bajito me dijo que le siguiera el rollo, que se estaba escaqueando del curro. Así que seguimos con su teatro y le dije que me iba a buscarla.

Fui hasta el baño, donde Rosalía se estaba duchando. Como no me oía tuve que entrar y tras contarle que iba a buscar a Rosalía se ofreció a acompañarme, pero le dije que no, que como era una trola, era mejor que fuera yo solo en plan "novio preocupado". Se rió y antes de despedirse me enseñó como se estaba echando agüita en el culo de lo rojo que lo tenía.

Al llegar al hospital y hacer el paripé de darle un abrazo a Ana y ayudarla a entrar en el coche, nos alejamos de allí. Ella puso música bien alta en el coche, me hizo mucha gracia que pusiera la misma canción que había puesto Rosalía para bailar para mí. Le di un porro que le había preparado y me dijo que no íbamos a casa, que la llevara a una calle del centro.

Aparcamos donde pudimos y nos dirigimos al sitio que me había indicado Ana, sin darme ninguna información al respecto.

-Aquí es, me dijo.

Era un Sex-shop. Entramos y nos recibió una tía que estaba buenísima, como de unos 30 años, unas tetas grandes y bien colocadas tras una camiseta que rezaba: "This is what you want". Ana se presentó como la que había llamado varias veces por la tarde y la dependiente la reconoció, se rió y se presentó dándole dos besos.

-Hola, Mary –le contestó Ana-, este es mi novio. Entonces, ¿tienes lo que te pedí?

-Sí, voy a por él.

Yo miraba incrédulo a mi novia, sonriéndole. Ella me guiñó un ojo y se puso a mirar unas bolas chinas que había por allí. Volvió la dependienta con un paquete en que dentro había un strap-on de cuero negro con una polla de unos 20 cm.

-¿Este es el que tiene un aplique para ponerle pollas de diferentes tamaños?

-Sí –respondió la dependienta-. Dentro de la caja tienes cinco dildos de diferentes tamaños.

-Estupendo. Nos lo llevamos, pero antes vamos a echar un vistazo por aquí.

Yo me acerqué a Ana y le pregunté que qué pretendía.

-Me parece que a Rosalía le gusta mucho el tema de jugar con los culitos –al decir esto yo me reí, pero ella no se imaginaba que esa misma tarde, mientras ella miraba en internet decenas de páginas de sex-shop´s, yo le había follado bien el culito a su amiga-. Hoy va a saber lo que es bueno. Tengo un tremendo plan preparado y espero que me ayudes...

La noche que le espera a Rosalía, en el siguiente capítulo.