Mi novia, su virginidad y mi suegra (Parte 3).

La virginidad es un tema tan serio que las madres no deberían hurgar en él.

Cuando Carla llegó al salón, le dio el vaso de leche caliente con miel a Sara y nos dijo que se iba a la cama, ya que se encontraba bastante cansada de todo el trabajo que había hecho durante la semana y necesitaba descansar.

Sara y yo permanecimos en el salón, así que cuando terminó la película, recogimos un poco  el salón y nos fuimos a la cama. Al llegar a la habitación, no pasaron ni tres segundos cuando Sara se me abalanzó sobre mí y empezó a quitarme la ropa. Primero la camiseta, luego los pantalones y por último los calzoncillos. Así que teniéndome completamente desnudo ante ella, me empujó sobre la cama y acto seguido me dedicó unas palabras.

-No sabes lo que me encanta que tengas dos pollas.

Desde bien pequeño nunca había sido consciente de lo que tenía entre las piernas, mis padres siempre habían intentado que yo lo viera como algo normal, pero cuando hablabas con tus amigos o veías ciertas películas te dabas cuenta de que lo normal era tener un pene y no dos. Los médicos me detectaron desde bien pequeño lo que se conoce como “difalia” o dicho vulgarmente “tener dos pollas”.

Todavía recuerdo las tarde que pasaba con catorce años buscando formas de ponerle cura a mi problema. Pero poco a poco me fui dando cuenta que más que un problema era una bendición.

Todas las mujeres estaban acostumbradas a la talla media de pene que viene siendo unos 13 o 16 cm, por eso cuando me bajan los pantalones y veían un pene encima de otro y que cada uno medía aproximadamente 25 cm salían despavoridas, esa era sobre todo la parte negativa. Aunque en otras ocasiones me topaba con mujeres que estaban encantadas. Sin embargo, con el paso del tiempo notaba que me querían más por mis dos pollas que por cómo era, me sentía un hombre objeto, así que me costaba mucho encontrar a alguien que me quisiera de verdad. Y ahí fue cuando conocí a Sara.

La primera vez que me vio desnudo, se quedó blanca, incluso llegó a pensar que le estaba gastando una broma, pero cuando se lo expliqué, lo entendió perfectamente y me trato como siempre lo había hecho.

Muchas veces he pensado que Sara no ha querido hacerlo conmigo por asco o cualquier cosa en relación a mi difalia, pero viendo cómo esta noche me había estado palpando mis dos pollas e introduciéndoselas en la boca, mis dudad terminaron por desvanecerse.

Sara fue gateando lentamente por entre mis piernas hasta toparse de frente con aquella bestia que la naturaleza me había regalado. Sara parecía poseída por el mismísimo diablo, no había terminado de introducirse una de mis pollas entera cuando ya estaba introduciéndose la otra restante.

Yo por otra parte me limitaba a disfrutar del momento y a marcar el ritmo con el que quería que me la chupase colocando mi mano sobre su nuca, pero en cuanto Sara la notó la quitó de golpe. Parecía que esa noche no quería que nadie le diera órdenes, era su casa, su habitación y sus normas.

Las presillas de su boca se iban agrietando a medida que mi polla y las venas de estas pasaban cada vez con mayor fuerza e intensidad. No fueron muchos los segundos que pasaron hasta que me corrí en lo más adentro de la boca de Sara, impregnando toda su glotis con mi semen; el cual  no dudó en tragárselo.

-¿Ya? Qué rápido ¿no? Decía Sara con tono satisfactorio por saber lo bien que lo había hecho.

-Aún queda la otra, así que no cantes victoria añadí yo.

Esa era una de las ventajas de tener dos miembros, y era que si te corrías con uno, siempre te quedaba el otro.

Tras escuchar esa frase pude ver como el pantalón de Sara se humedeció por completo. Comencé a desvestir a Sara, era maravillosa con ropa, pero sin ella era puro espectáculo. Solo de pensar que mis pollas iban a poder taladras sus orificios hacían que me fuese a correr antes de lo esperado.

Decidí comerle el coño, nunca antes me había dejado llegar tan lejos, como ya he dicho, nuestra relación se había basado siempre en masturbaciones con las manos y ya está, por lo que poder usar tu lengua para algo más que dar besos, era algo que había que aprovechar.

Con todo lo que me había hecho sufrir durante estos meses, quise cobrarme la venganza que me merecía, por lo que me hice de rogar. Comencé a darle pequeños besos desde el cuello, pasando por el cuello, el abdomen y hasta llegar a lo que yo siempre lo he llamado “su triángulo mágico·, sin embargo, pasé de él por completo y empecé a vacilar a su alrededor. Mi técnica se basaba en pequeños mordiscos en la ingle, en los muslos, efímeros lametones con la punta de la lengua, hasta llegar a tal punto de calentura que el propio coño de Sara emanaba calor propio.

-Cómemelo ya de una puta vez dijo Sara con tono serio.

Seguí vacilando unos segundos más hasta que ya clavé mi lengua en la parte inferior de su coño y la desplace lentamente hasta su clítoris al mismo tiempo que la afilaba para aumentar la sensación de placer. Sus muslos se estremecieron de placer, hasta provocarle un espasmo que condujo a que sus piernas comprimieran mi cabeza a la vez que esta suplicaba que siguiese con mi cometido.

Mi lengua se deslizaba como las serpientes que salen a cazar de noche, de manera sigilosa pero tenaz, cada embestida mía era como un mordisco de esa serpiente sobre el coño de Sara la cual tuvo que usar su almohada para tapar sus gemidos.

En un momento dado, las manos de Sara soltaron al almohada y buscando las mías en la oscuridad que reinaba en esa habitación, las cogió una vez encontradas y las puso sobre sus pezones. Mis dedos junto con sus salientes empezaron lo que venía siendo un baile de placer, mis dedos los apretaban al mismo tiempo que ellos se estremecían de placer y se iban poniendo cada vez más duros.

Eran ahora las uñas de Sara las que se clavaban en mi nuca, estas junto con sus muslos formaron lo que yo llamo el “efecto burbuja”. Sabes que estás comiendo bien un coño, cuando a la chica le dan espasmos tan fuertes en las piernas que te presiona la cabeza con ellos y no llegas a escuchar nada de lo que hay a tu alrededor, haciéndote que en ese momento solo existe el coño y tú.

Sara se encontraba casi ida, falta el más mínimo movimiento para que perdiese la consciencia del todo, sin embargo, seguía pidiéndome más.

-Quiero que me folles como una puta dijo con el poco aire que los gemidos le habían dejado conservar en sus pulmones.

-Estás seg…

-Como una puta he dicho replico esta.

Doy fe de que Sara no había tomado nada que le hiciera actuar de esa manera, pero a mis ojos estaba irreconocible.

-¿Tienes preservativos? No quiero hacerte daño dije yo.

Sara cansada de tanta pérdida de tiempo, buscó mi polla entre la oscuridad y felándola un par de veces acompañado de tres o cuatro flemas de saliva, confirmó que ya estaba lo suficientemente lubricada.

Sin más dilación, agarré la cintura de Sara y la puse a cuatro patas mirando hacia el lado derecho de la cama. Una vez así, enchufé la luz de la habitación; esta, sorprendida, me preguntó que por qué había hecho tal cosa.

-Mira lo que tienes delante le sugerí.

Al verlo Sara sonrió. Me había ordenado que me la follase como una puta, así que no quise que solo sintiera como mis sexos la penetraban, también quería que lo viera por lo que la coloqué frente al espejo que había en el armario de su habitación.

Coloque cada uno de mis penes en orificios distintos. Un pene estaba sobre la boca de su coño y el otro sobre su ano. Quise ir muy lentamente, pero en cuanto Sara notó mis glandes sobre sus agujeros, hizo uso de su fuerza y estampó su culo sobre mi abdomen como un kamikaze, haciendo que mis falos no penetrasen sino violasen directamente todo su ser.

No solo un grito sordo de desgarro me avisó del dolor que le había producido aquella locura que acababa de hacer, sino que también me aviso la sangre que empezó a emanar tanto de su ano como de su coño. Rápidamente sugerí a Sara de que parásemos, pero sin dudarlo ni un segundo, clavó su mirada en mi reflejo del espejo y agarrando las sábanas de la cama con la misma fuerza que ejercería para salvarse de si un huracán estuviera a punto de llevársela en volandas, se volvió a mover dejando que mis pollas entrases y saliesen de ella.

-Azótame…aráñame…escúpeme por favor…cada deseo de Sara era más turbio que el anterior, pero yo había llegado a un punto en el que su enfermedad se me había contagiado y ya se me pasaban pensamientos como el de meterle las dos pollas al mismo tiempo por uno de sus agujeros.

Fuimos cambiando de postura, pasamos del perrito, al misionero, al koala y así hasta encontrarme tumbado de nuevo en  la cama con Sara encima de mí cabalgándome como alma que lleva al diablo.

-Alguna vez te gustaría hacer un trío dijo Sara.

-Sí contesté yo entre jadeos.

-¿Y qué te parecería hacer una ahora mismo? Añadió.

-¿Cómo?

Sara paró de moverse y alzando un poco la voz recitó al aire; mamá ya puedes entrar. En ese instante mi suegra giró el pomo de la puerta y apareció ante nosotros tras cruzar el umbral. Madre e hija se abrazaron y acto seguido comenzaron a comerse la boca, al mismo tiempo que Carla se iba desvistiendo.

-Mi madre me ha contado lo que ha sucedido antes en el baño, y teniendo en cuenta que desde que le dije lo de tu pequeño don ahí abajo no para de pensar en otra cosa, se nos ha ocurrido que por qué no follamos los tres…

Mi mente explotó por un momento, ¿En serio me estaban proponiendo un trío?

-Mi marido no supo satisfacerme como era necesario, por eso nos divorciamos, pero tú Alberto…tienes todo lo que necesitamos tanto Sara como yo.

Estas no esperaron ni a mi respuesta cuando comenzaron a comerse la boca de nuevo, hasta el punto de practicar un sesenta y nueve delante de mis propios ojos. Es verdad lo que he dicho antes, la enfermedad de Sara se había pasado a mi cuerpo, porque escasos minutos después de sentir asco y repudia por esa escena, acabé participando.

Carla le introdujo a su hija en el coño  un par de bolas chinas al mismo tiempo que me pedía que lo grabase todo con el móvil. La noche había pasado de una pérdida de virginidad a la grabación de un incesto porno.

Lo que más me gustaba eran las peleas de madre e hija por ver quién de las dos podía quedarse con mis dos pollas, pero viendo que había material de sobra para las dos. Sara me volvió a tumbar encima de la cama y sentándose ella de espaldas a mí, se introdujo una de mis pollas por su coño, dejando la restante a su madre; la cual no tardó en sentarse frente a su hija y hacer lo mismo.

Así que estando las dos sentadas sobre mí, una frente a la otra, y con una polla en cada coño, los tres comenzamos a movernos para generarnos placer. Sara y su madre se comían la boca, al mismo tiempo que con sus respectivas manos masturbaban el clítoris de la otra y movían su culo no solo para darme el placer a mí sino sobre todo a ellas, creando así una atmósfera de vicio, asco y placer al mismo tiempo.

El gemido que emitimos al corrernos era más propio de un grito de auxilio que de propio placer, pero en verdad era eso lo que sucedía; nuestras almas gritaban a los cielos suplicando salvación por el mal que acaban de cometer.

Ese noche todos cambiamos un poco por fuera y sobre todo por dentro. Al día siguiente no nos pudimos mirar los unos a los otros, pero eso dio igual porque a la hora de la comida ya estábamos follando todos de nuevo.