Mi novia permisiva y el adolescente
Una antigua novia, muy caliente, morena, tetona (115) y culona, me confiesa follando que mantiene algunos roces con el hijo del matrimonio que le alquila la casa a su padre... el aprende a masturbarse y a tocar a una mujer, ella disfruta por su calentura y yo tengo la excusa para llenarla de semen.
Bien podría decir que esta historia es tan real como la vida misma, como que en mis días de onanismo la recuerdo y sigo haciéndomelo con el mismo gusto y excitación que nacía cuando ella me lo contaba y me lo hacía… es la historia de una cubana emigrada en España con unas condiciones difíciles que no le eran un impedimento para disfrutar de su cuerpo.
Para que no se reconozca, dado que es un caso muy particular, la llamaré Ninfa. Ninfa era una joven cubana de dieciocho años que había venido a España a los catorce por unos problemas de sus progenitores en su país de origen. Pasando por varias ciudades, acabó viviendo en mi ciudad, donde se alquiló junto a su padre en una habitación llena de problemas, aunque eso a alguien le vino muy bien.
La conocí vía internet, y como a todo buen español, su cuerpo fue lo primero que me llamó la atención: casi un metro setenta, mulatita, labios carnosos, pelo cortito, ojos verdes, 115 de pecho, rellenita, un culito gordito y morenito y un coño hinchado, depilado y muy húmedo continuamente. Hablamos bastante pero la veía fuera de mi alcance, aunque cual fue mi sorpresa que al invitarla a salir acabamos comiéndonos la boca y quedando para unos días después. Vino a casa y pasó lo que tenía que pasar: le comí las tetas mientras ella me sobaba la poya y los huevos, terminando yo de desnudarla y admirar por primera vez esa obra de arte sin un solo vello, abierta para mí y gritando por sexo. Nos hicimos un sexo oral muy placentero (yo disfruto mucho con eso), lo hicimos y acabamos los dos exhaustos, sacando unas fotos para mis posteriores pajas.
La cosa fue tomando fuerza hasta que empezamos a salir y comenzó a contarme su vida… perdió la virginidad en un parque con un tío totalmente inexperto y que desde entonces follaba con muchos tíos, en cuanto podía, con la única pena y dolor de que a los 18 (me contó) sufrió el abuso de un “amigo” suyo negro que la obligó a hacer sexo anal… pero cuál fue mi sorpresa al descubrir su verdadera pasión, que se convertiría en algo muy morboso para mí.
La pareja que alquilaba la habitación a su padre y a ella tenía un hijo al que llamaremos Alfredo, de unos 14 años aproximadamente… se hizo muy amiga suya, lo típico, que el roce hace el cariño y acabas como si fueses familia, pero pasa algo: 14 años como he dicho, hormonas, cubana tetona y culona, morenita… y dada al exhibicionismo también… tenía que pasar algo.
Ninfa era alguien que no utilizaba mucha ropa, y en casa menos: a eso de las cinco se quitaba el pantalón o la falda y quedaba en tanga, normalmente de hilo, o directamente sin nada que le tapase su bello coño, tapándose con la sábana si alguien entraba en su habitación. Arriba, y estando en casa, jamás usaba sujetador, lo que permitía observar la caída de sus grandísimas tetas, el marcaje de sus pezones y notar cuando estos endurecían. Solía tirarse sobre la cama boca abajo, pudiendo ser observada por cualquiera que entrase a la habitación.
Alfredo comenzó, como es normal, a sentir curiosidad, primero acercándose con cautela y luego, al ver la respuesta positiva, con menos corte y miedo. Todo esto que ahora contaré me lo decía Ninfa mientras follábamos, provocándome unas eyaculaciones brutales que normalmente vertía en su coño o su espalda.
La mayoría de las veces, Alfredo pasaba de salir con sus colegas y se quedaba en casa, aburrido, pasando a la habitación de Ninfa, estando esta de la guisa antes comentada. Se acostaba a su lado y comenzaba a mirar descaradamente el culo, las piernas y la espalda de esta diosa del sexo… como se erizaba el bello de sus nalgas con el roce del aire acondicionado… y empezaba a sufrir erecciones. Evidentemente Ninfa observaba como sufría erecciones y se desplazaba al cuarto de baño 15 o 20 minutos, no teniendo que explicar lo que hacía por ser evidente. Una vez le siguió, entró al baño y lo pillo tocándose… Alfredo suplicó y suplicó y Ninfa, en vez de contárselo a sus padre, decidió permitirle ciertas libertades… esa era disfrutar de las vistas y tocarle el culo de vez en cuando… siguió todo esto, Alfredo cada vez utilizaba menos ropa y ocultaba menos las erecciones, que manchaban antes de ir al baño de líquido pre seminal su ropa interior.
Ninfa solía ducharse con la puerta abierta, lo que empezó a provocar que Alfredo entrase, sin respuesta negativa de nuestra diosa. El solo observaba como se desnudaba, se quitaba el sujetador cayendo sus terribles tetas y endureciéndose sus pezones, como entraba a la ducha y como se le entreveía el principio del coño, viéndolo en todo su esplendor cuando Ninfa abría sus piernas para lavarlo… ella se enjabonaba sensualmente, tocando sus tetas, su vientre, y el solo observaba atento… luego ella salía, se secaba el cuerpo, se alisaba el pelo y se aplicaba su aceite de almendras en el cuerpo, lo que resaltaba su moreno, todo esto desnuda… y el captaba todo en su retina para luego, para tocarse sus primeras pajas sudando de placer y regando todo de semen.
Un día Ninfa le permitió tocar más… y que sorpresa, en uno de mis últimos polvos con ella, a punto de correrme, me confesó que todas las noches desde hacía dos semanas, cuando todos dormían, iba al baño con Alfredo, se sacaba los pechos y le permitía tocarlos y chuparlos, cuando este estaba erecto a morir lo desnudaba de cintura para abajo, le ponía las manos en la pared (como si la policía fuese a registrarlo) y comenzaba a aplicarle cosquillas con las uñas por los huevos aun lampiños y por el capullo de la poya, provocándole una excitación terrible, apareciendo posteriormente o una paja o una mamada, normalmente mamada, intentando que durase lo más posible, pero con esa edad y la vista de una cubana así se solía correr al momento…
Pajas turcas, sobadas, mamadas y corridas eran típicas en Alfredo y Ninfa… yo las permití siempre pero con la condición de que me fuesen contadas… cuando placer sentiría este joven, cuantas veces se lo contaría a sus amigos y cuanto semen se tragaría Ninfa de él, media hora después de haberse tragado el mío.
Mi historia con Ninfa acabó, pero me consta por Alfredo que siguen haciendo lo mismo… ella sigue disfrutando de su cuerpo y pidiendo que le coman todo, él sigue tocándola, observándola y llenándola de leche… yo como los Reyes Magos, sigo observándolo todo de muy cerca…