Mi novia necesita trabajo (XV)

La mato, no puede dejarme así… pero prefiero cogerla desprevenida después, así que la dejo hacer

SONIA

Hace ya dos días que estuve con Daniela y no he vuelto a hablar con ella. Me ha estado llamando pero no le he cogido el teléfono, y la he evitado en la cafetería del hospital, intentando no pasarme por ahí aunque me apeteciera tomar algo.

La noche que pasé con ella estuvo genial; hacía mucho tiempo que no me reía tanto, y lo de después en su casa fue simplemente… sensacional. Cada recuerdo que tengo de la noche, cada flash que me viene, sus risas durante la cena, su expresión de placer en la cara mientras estábamos en la cama, sus manos junto a las mías, me lleva por unos segundos a un mundo paralelo a éste, olvidándome de todas mis obligaciones laborales del momento.

Después de tener sexo con ella caí presa del sueño, pero no fue mucho lo que dormí en realidad; en seguida me desperté con un ruido procedente de la calle y no pude seguir durmiendo, pensando en lo que había hecho, en la vida que tengo montada con Mario, en la excusa que me inventaría cuando llegara a casa, en cómo sería ahora mi relación con Daniela, ¿insistiría ella en seguir viéndonos? ¿Habré sido para ella sólo un parche, un pasatiempo? ¿Sería capaz yo de dejarlo todo y empezar una historia con ella? No sería por falta de ganas pero… ay! El miedo…

Por eso en cuanto me di cuenta de la hora que era me vestí sin hacer ruido, busqué por el bolso algún papel y en el reverso le escribí algo a Daniela, y me fui a mi casa a seguir durmiendo un poco más. Tuve la suerte de que en ese momento Mario no estaba en casa, pero cuando pude encender el móvil y vi todo el montón de llamadas y mensajes que tenía, me volvió el miedo, el temblor por todo el cuerpo; no sabía qué sería capaz de hacer, pero nada bueno seguro. No pude seguir durmiendo en mi cama, a pesar de que me moría del sueño, pues habría dormido como máximo tres horas.

DANIELA: Hombre, por fin te veo!

SONIA: ¿Qué haces aquí?

DANIELA: Quería hablar contigo. No me contestas a las llamadas y no has aparecido por la cafetería. –No es tono de reproche, suena más a preocupación-

SONIA: Ahora será obligación ir ahí cada día. Además, he tenido mucho trabajo.

DANIELA: No estés a la defensiva que yo no te he hecho nada.

SONIA: Tienes razón… sólo que no esperaba que me estuvieras esperando a la salida de mi vestuario, me has pillado por sorpresa. He tenido unos días de mierda.

DANIELA: Vaya, lo siento, ¿no te sentó bien la noche del lunes entonces? No es eso lo que leí  en la nota...

SONIA: No, la noche fue maravillosa, pero…

DANIELA: Tu novio.

SONIA: ¿Tomamos algo rápido? Estas cosas no se hablan de pie en medio del pasillo.

DANIELA: Acepto. –La cafetería está medio vacía, a las diez y poco de la noche no suele estar muy frecuentada. –No quiero que pienses que para mí la noche fue pasar el rato y ya.

SONIA: ¿No? –la miro incrédula-

DANIELA: Para nada. Me encantó. Hacía mucho que no me lo pasaba tan bien. Las citas que he tenido con gente que he conocido a través de internet han sido demasiado… forzadas. Contigo fue tan espontáneo que me gustó, y tú me caes muy bien.

SONIA: Ya pero yo no sé… yo tengo novio, ¿sabes? Y cuando le vi después de estar juntas tú y yo… tuvimos bronca.

DANIELA: Vaya… ¿muy fuerte?

SONIA: Sí, bastante.

DANIELA: ¿Pero le contaste que…? –con cara de “¡no habrás sido tan tonta de contárselo a la primera de cambio!”-

SONIA: No, no le conté nada de ti, le dije que me había tocado otra vez doblar el turno y que se me había acabado la batería del móvil y no le había podido avisar. Evidentemente, no se lo creyó, porque claro, le podría haber llamado desde el teléfono del hospital. Pero estate tranquila que no te va a venir a buscar.

DANIELA: Noto algo de recelo en tus palabras, hacia mí, quiero decir.

SONIA: No, no estoy enfadada contigo ni nada de eso. Sólo que estos días estoy pensando mucho y lo pago con quien tengo cerca… lo siento.

DANIELA: Sonia, ya sé que tu novio es como es, y que seguro que es muy egoísta por mi parte, pero… a mí no me gustaría que por culpa de ese… bruto, dejáramos de hablarnos, me gustaría quedar más contigo.

SONIA: Yo también me muero de ganas Daniela, estar contigo fue…bfff!! –Se me dibuja una sonrisa en la cara que le contagio-  De lo mejor que me ha pasado en los últimos meses, a pesar de la discusión con Mario. Pero… tengo que arreglar las cosas con él.

DANIELA: Lo entiendo.

SONIA: Tengo que irme, o volveré a tener bronca.

DANIELA: ¿Quieres que te lleve a casa?

SONIA: No, gracias, he venido en moto.

DANIELA: Está bien. ¿Me prometes que no huirás más de mí en el hospital al menos? –su media sonrisa sin mostrar los dientes, me derrite-

SONIA: Te lo prometo.

Antes de entrar en mi piso ya sé que Mario ya ha llegado; la luz del comedor se ve encendida desde la calle. Espero que esté de buenas. Él es así, a veces está de buen humor y a veces te tiene preparada una bronca. La verdad es que independientemente de la existencia de Daniela, mi relación con él no es nada sana, tengo que cortar con él o me volveré loca…

MARIO: Ya era hora! –Joder, cuántas ganas tiene todo el mundo de verme hoy-

SONIA: Vengo de trabajar.

MARIO: He llamado hace una hora y me han dicho que tu turno ya había terminado. Y sólo se tardan veinte minutos en moto hasta aquí

SONIA: Lo siento, es que… me he quedado entretenida hablando con una compañera.

MARIO: ¡Mentira! ¿Tú te crees que yo soy gilipollas? A ti lo que te pasa es que te estás follando a otro y me quieres hacer creer que trabajas mucho, mírala, con esa cara de mosquita muerta! –Está gritando demasiado y le huele el aliento a cerveza… no me extraña, la mesilla está llena de latas vacías-

SONIA: Mario, ¡no grites!! Te juro que te digo la verdad.

MARIO: Grito si me da la gana! A ver si me vas a decir tú a mí ahora lo que tengo que hacer en mi casa. Encima que te tengo aquí a cuerpo de reina, que si no fuera por mi sueldo estarías muerta de hambre debajo de cualquier puente.

SONIA: Eso no es verdad!! Yo trabajo igual que tú! –Me está empezando a alterar y mi tono de voz se ha elevado, me está empezando a poner furiosa con ese comportamiento machista; hay cosas que no consiento por nada.-

MARIO: Vamos hombre, qué dices, pero si seguro que si no fuera por mí estarías por cualquier esquina yéndote a cualquier descampado con el que más te pagara, aunque me estás demostrando que eso se te da muy bien.

SONIA: ¡No te consiento que me hables así!

MARIO: ¡Cállate puta!!

La bofetada que me acaba de arrear ha resonado tanto en mi cabeza que se me ha parado el mundo por un momento. Me llevo las dos manos, temblorosas, a la mejilla; está ardiendo. Mario está exaltado, su respiración está agitada, al contrario que yo, que me he quedado sin respiración, del impacto, y se me han saltado las lágrimas. Nunca había llegado a esto. Pero se acabó. Cojo la chaqueta y el bolso y salgo a paso ligero del piso, Mario gritando detrás de la puerta, insultándome de nuevo. No sé a dónde ir. Será mejor que no coja la moto. Bueno, en realidad sí sé a dónde ir, sólo hay un sitio en el que me vaya a sentir segura y bien ahora mismo…  Pero no quiero aprovecharme de su bondad; empiezo a caminar, y a caminar, a cruzar calles, parques, avenidas… Hace mucho frío así que más vale dejar de perder el tiempo. Espero que todavía esté despierta.

Aparece en pijama detrás de la puerta y vuelvo a arrancar en llanto. El aire frío me había secado las lágrimas hacía un rato pero verla ahí con esa cara de preocupación por mí me hace derrumbarme de nuevo

DANIELA: ¿Sonia qué te pasa??

SONIA: -Entre sollozos- ¿Puedo pasar..?

DANIELA: ¡Pues claro!!

SONIA: Ha sido terrible… me ha pegado una hostia

DANIELA: ¿QUÉEE?? –Le cuento todo lo sucedido y me voy tranquilizando, necesitaba escupirlo. –Lo siento mucho Sonia… ¿quieres quedarte a dormir?

SONIA: No sé si es lo mejor…

DANIELA: ¿Es mejor volver a tu casa?

SONIA: Ya…, además aquí no se le ocurriría venir a buscarme.

DANIELA: Va, que te presto un pijama

SONIA: Me irá grande…

DANIELA: Gracias por llamarme gorda!

SONIA: Noooo!! jajajaja. Es porque me sacas una cabeza.

DANIELA: Al menos he conseguido que te rías.

SONIA: Ay sí, gracias…

Después de estar un rato viendo la televisión, más bien dicho, mirando el televisor, porque en este momento por mi mente pasan tantas cosas que no me entero de nada de la programación, decidimos apagar las luces y acostarnos en la cama que hace dos días nos vio  teniendo el mejor de los sexos que he tenido en mucho tiempo. La situación ahora es totalmente opuesta; apenas sin ganas de hablar, sólo queriendo dormir y no despertar en semanas, y al hacerlo tener la vida algo más resuelta.

SONIA: Se me hace muy raro todo esto.

DANIELA: ¿El qué?

SONIA: Bueno, esto, no sé… Nunca me había planteado estar con una mujer… nunca me había planteado que me gustara una de hecho.

DANIELA: Eso no se lo plantea una. Sucede y punto.

SONIA: Ya pero… ¿por qué ha tenido que ser ahora?

DANIELA: Porque me has conocido a mí, y soy irresistible. Les pasa a muchas. –Reímos las dos. Estoy tan cerca suyo, tumbadas, la una delante de la otra, que noto en mi cara su risa. Siento su mano acariciar mi mejilla con mucha suavidad, noto como se acerca su cara a la mía y sus labios van al encuentro de los míos, apenas rozándolos, como tanteando el terreno.

SONIA: Daniela…

DANIELA: Lo siento, lo siento!

SONIA: No pasa nada… -esta vez soy yo la que voy a buscar sus labios, comenzando otro beso, algo más decidido, pero igual de inocente, apenas atrapando su labio inferior entre mis labios y ella haciendo lo mismo con mi labio superior; estamos así unos minutos, simplemente como si fuéramos dos conocidas que se tienen cariño y les apetece darse un beso, pero no me apetece ir más allá, no tengo el cuerpo para eso. –Daniela.

DANIELA: Qué

SONIA: Abrázame, por favor. –Tras un gran suspiro y un beso en mi frente me envuelve con sus brazos haciendo que mi cabeza quede encajada en su pecho, quedando atrapada en ella en todos los sentidos; ese abrazo me da la calidez y la protección que necesito esta noche.

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PAU

Ya estamos entrando en Sevilla, y menos mal porque conducir me mata de sueño, lo de estar tanto tiempo pendiente de la carretera me cansa la vista y aunque haya ido hablando con Lore durante un trozo del trayecto, se ha quedado dormida hace un rato y me está costando más mantenerme despierta a mí también. Espero que al menos esté soñando conmigo…

Después de cuatro horas de autovía, llegamos de nuevo a la civilización de los semáforos, los peatones estresados y los coches pitando. Está ya oscuro así que la ciudad está llena de luces. Aprovecho un semáforo en rojo para ir despertando a Lore, me inclino un poco hacia ella y mientras jugueteo en su cuello con la punta de mi índice derecho me acerco a su oído para despertarla.

PAU: Buenos días dormilona. Estamos llegando.

LORENA: Mmmmm –empieza a desperezarse entreabriendo sus ojos y esbozándosele una sonrisa- ¿ya? Qué pena…

PAU: ¿Estabas soñando algo?

LORENA: Estaba soñando que me hacías cosas sólo aptas para adultos

PAU: -Ay qué calor!- ¿Ah sí? ¿Y qué cosas eran?

LORENA: Está verde –con una sonrisa triunfal de quien consigue mantener el suspense-

PAU: Mierda.

En poco tiempo nos metemos por las callejuelas del centro y localizamos el hotel… después de dar alguna vuelta más y conseguir aparcar, nos recibe en la pequeña recepción una mujer de unos sesenta años. El edificio es antiguo pero está totalmente remodelado por dentro, no se podría catalogar de “hotel de lujo” pero las cuatro estrellas están más que merecidas.

PAU: Esto te habrá costado un dineral –mientras salimos del ascensor para ir a buscar la habitación, en la cuarta planta-

LORE: Está feo hablar de dinero, señorita. A ver… cuarenta y dos, cuarenta y cuatro… ah, aquí, la cuarenta y ocho. Veamos cómo va esto de la llave-tarjeta. Yo es que tanta modernez... Ah, ya está, ya ha hecho el típico click. –Empuja la puerta hacia el interior de la habitación y acciona el interruptor que supuestamente encendería la luz del recibidor, pero no se enciende nada- Vaya, primer fallo, bombilla fundida.

PAU: Ya, ya veo que tú y lo moderno no congeniáis bien. A ver, déjame. –Le agarro de la mano que tiene la tarjeta que nos ha abierto la puerta y le ayudo a introducirla en la ranura- ¿lo ves?? Así, ¡Muy bien!!! –Como quien celebra un mérito de un niño pequeño.

LORE: -Omitiendo mi cachondeo- Ostras!! Qué pasada!! Es como automático, ¿no?

PAU: Madre mía…. ¿cuánto hace que no vas a un hotel?

LORENA: Ni me acuerdo!! Y si he ido creo que no era tan moderno. –Empieza a curiosear por la estancia- A ver a ver a ver…!! El mejor momento de un hotel es cuando llegas y empiezas a cotillear todo, ¿no crees?

PAU: -Ese carácter semiinfantil mezclado con su amplia sonrisa me vuelve loca, es como estar saliendo con una niña adulta- Eres como una niña pequeña!

LORENA: ¡¡Esto es genial!! –Se gira para mirarme mientras abre los brazos para referirse a la habitación entera con “esto”-

PAU: Tú sí que eres genial –aprovecho el gesto que ha hecho para abrazarla por ambos lados de la cintura y la atraigo hacia mí. La miro a los ojos. Le brillan de felicidad, se le ve en la cara, está radiante; la tengo a menos de cinco centímetros- Gracias.

LORENA: No, gracias a ti, por existir.

PAU: ¿Ya estamos con las moñadas?

LORENA: No, no quiero ser moñas. Que tu hermana nos presentara es lo mejor que me ha pasado en muchos años. Me alegras la existencia.

Poco a poco nuestras bocas acortan distancias para empezar un beso apasionado, muy muy húmedo, nuestros labios y nuestras lenguas enredándose mutuamente; mis manos se posan en sus nalgas agarrándolas con firmeza y pegando más si cabe nuestros pubis vestidos con tela vaquera. Sus manos suben paralelas por mi espalda hasta llegar a mis omoplatos y vuelven a bajar hasta la baja espalda.

LORENA: -A ras de mis labios y mirándome pícaramente. Parece mentira que la niña que parecía hace cinco minutos me ponga a tono con tan solo una mirada- Luego tenemos que estrenar la cama… parece cómoda.

PAU: ¿Y porqué esperar a luego? –le muerdo el labio inferior. Algo entre un suspiro y un gemido emerge de su interior mientras echa la cabeza ligeramente hacia atrás, como para facilitar la salida de ese sonido.

LORENA: Porque ahora quiero terminar de ver como es la habitación. –La mato, no puede dejarme así… pero prefiero cogerla desprevenida después, así que la dejo hacer- A ver qué hay en el minibar.

PAU: Lore… lo que consumamos del minibar luego hay que pagarlo.

LORENA: ¿Y qué? ¿Para qué trabajamos? No te mires tanto el bolsillo venga, que para una vez que viajo... –No tiene remedio-Chocolatinas,  medio litro de vodka, agua, cacahuetes,… perfecto, ¡me basta!  ¡A ver el lavabo! –Mientras se adentra al baño me dirijo a la ventana, que no me había fijado pero tiene unas vistas preciosas a la Torre del Oro y al Guadalquivir –Tía!! Ven, corre!! Vas a flipar!

PAU: ¿Qué hay? –Me acerco curiosa- Ostras!!! –Una bañera enorme con hidromasaje ocupa casi la mitad del aseo- Esta bañera también habrá que estrenarla… -La miro y me devuelve la misma mirada traviesa de antes-

LORENA: Oh yes, baby…! –Después de este microparón en su hiperactividad curiosa vuelve a su tarea de inspección- Mira mira mira, cuantos jaboncitos! Me encanta!!!!

PAU: Vamos a tener que ir más a hoteles… tendrías que verte la cara, estás radiante! -Sale del lavabo para volver a la habitación y tumbarse en la cama con los brazos abiertos, como quien está derrotado, con las piernas a medio colgar del extremo de la cama.

LORENA: Es que esto es el paraíso!!

PAU: Y más que lo va a ser –Esta es la mía. Me empiezo a acercar a ella.

LORENA: ¿Cómo? –Incorpora la cabeza para mirarme- Pau, qué…?

PAU: Calla, que ya has hablado demasiado.

LORENA: ¿Ahora? –Incorpora el cuerpo para quedar sentada en el borde de la cama-

PAU: Ahora mismo –asiento lentamente mientras me pongo  de rodillas frente a ella, entre sus piernas; ahora la de la mirada maliciosa soy yo. Desde que me ha dicho en el coche que había soñado con “cosas de adultos” tengo hambre… de ella-

LORENA: Mmmmmhh!!!

Vuelve a inclinar la cabeza hacia atrás cerrando los ojos mientras mis labios besan el escote que deja su camisa, desabrochándole el primer botón para llegar a uno de sus discretos pero no pequeños pechos. Noto como se le inflan ampliamente los pulmones con este gesto. Sin desabrochar ningún botón más me dirijo a su abdomen y le subo la camisa para seguir besando su piel en esa zona, y empiezo a desabrocharle el pantalón y bajarle la cremallera mientras oigo unas risitas de satisfacción. Le abro completamente el pantalón y paseo la punta de mi nariz por la tela de sus braguitas, percibiendo ya el olor a humedad que emana de su interior. Mis manos van a buscar la tira elástica de sus braguitas a ambos lados de su cadera y mientras levanta el culo de la cama para facilitarme la tarea, bajo braguita y pantalón hasta la altura de sus muslos, por ahora no necesito más. Sin más dilación, mi boca va a buscar su clítoris para rodeárselo y mi lengua empieza a jugar con él. Como había podido intuir, está muy muy húmedo e hinchado. Su respiración se va agitando con mi ejercicio, veo como sus manos agarran cada vez más fuerte el edredón que cubre la cama, sus uñas volviéndose blancas de la presión que ejercen las yemas de sus dedos. Por un segundo paro, pero se le debe hacer eterno porque con un “sigue sigue sigue no pares!!!” y su mano derecha en mi cabeza para que no se aleje más de la cuenta me hace continuar.  Un lengüetazo recorre la hendidura de su vagina de abajo a arriba, haciéndola gemir de placer, y vuelvo a su clítoris para seguir jugando con él, atrayéndola hacia mí por su baja espalda para no perder la concentración (su mano ya ha vuelto a apoyarse en la cama y agarrar el edredón con fuerza), hasta que noto que eleva ligeramente su culo de la cama y veo como arquea su espalda acompañándolo de un último gemido seguido de un gran suspiro. Me acaricia el pelo recolocándome el mechón que en un día fue flequillo y me muestra la más  relajada de sus sonrisas.

LORENA: Creo que ya nos podemos ir a cenar.

PAU: Sí, pero yo ya estoy saciada… -me voy incorporando y le abrocho el botón de la camisa que le había desabrochado antes, mientras ella se recoloca la ropa-

LORENA: Eso es porque todavía no has visto la comida de aquí. En seguida se te hará un hueco en el estómago.

Deshacemos las maletas, dejando la ropa en el armario y los cajones y en diez minutos después de ese “break” ya estamos en la calle de nuevo. Presiento que van a ser unas minivacaciones muy provechosas.