Mi novia necesita trabajo (V)

Que bonita eres... Me recuerdas a la Venus de Botticelli

LORENA.

Pau arquea las cejas a la par que me mira sorprendida –hasta yo estoy sorprendida de mí misma-, me agarra fuerte de la mano y me lleva a paso rápido a un cruce de dos calles bastante transitado, sin mediar palabra. En pocos segundos pasa un taxi con la luz encendida y con la mano que tiene libre lo hace parar. Abre la puerta de detrás y mientras nos sentamos le da al taxista una dirección. Parece ser que nos ha tocado un taxista joven y rockero y tiene puesta una emisora de música medio alternativa.

Una vez sentadas y el taxi en marcha se gira para mirarme, se me empieza a acercar y como si el Dj de la radio nos estuviera espiando, empieza a sonar la canción de Jet, “Are you gonna be my girl”, que se nota que las dos conocemos porque desde el primer guitarreo la reconocemos y una sonrisa enorme aparece en nuestras caras.

La tomo de su cara con mis manos haciendo que se acerque más a mí y empezamos un beso lleno de pasión, sus labios saboreando los míos, mis dientes mordiendo su labio fugazmente. Nuestras lenguas retorciéndose la una con la otra mientras nuestras manos acarician el cuerpo de la otra, los brazos, la cintura, las piernas… Noto algo frío en mi baja espalda de repente, es su mano que quiere acariciar mi piel directamente; siento esos dedos finos acariciándome y me olvido de donde estamos, así que mi instinto más básico lleva a mi mano derecha a irla subiendo por la tela de su media, paso la frontera del borde de la falda para empezar a meterme en terreno peligroso.

PAU: Cariño, el taxista –susurrándome labio a labio.

LORENA: Me da igual, estoy ardiendo.

PAU: Y yo, pero por favor, no sigas subiendo esa mano.

LORENA: ¿Cuanto falta?

PAU: -Levanta un momento la mirada para mirar por la ventana y saber dónde estamos- En nada llegamos, te lo juro. Sigue besándome.

Continuamos ese beso tan ardiente que la poca racionalidad que le quedaba a Pau había interrumpido, y en poco menos de dos minutos el taxista para el coche y enciende la luz.

TAXISTA: Son cinco euros, tortolitas.

PAU: -Saca un billete de 10- El cambio para ti, por buen DJ.

Parece ser que nos ha dejado justo en el portal de Pau, una zona algo alejada del centro en un barrio modesto. Con algo de dificultad debida a los nervios del momento, consigue abrir la puerta y al meternos en el ascensor me empuja hacia la pared para seguir besándome, hasta que llegamos a su piso.

PAU: -Mientras abre la puerta del piso, algo más calmadas- A todo esto, no sé si está mi hermana, habrá que entrar en silencio y comprobar antes -La miro queriéndola matar- Es broma!! Jajaja, vaya cara la tuya, me has dado un miedo!!

LORENA: Es que me habría cortado bastante el rollo.

Entramos en su piso, efectivamente, no hay nadie. Está muy bien decorado, un salón grande con un ventanal, un sofá chaise-long delante de una mesa baja con algunas revistas de ciencia y de moda (ni que preguntar había para saber cual era de cada hermana) y una televisión de plasma. Los muebles todos negros y pegado a una pared, un piano, con el que supongo que practica Pau; la cocina es americana, con un par de taburetes en el lado del salón, una nevera plagada de imanes y los demás electrodomésticos y herramientas propios de una cocina. Al otro lado del salón hay una puerta que lo separa de la zona de las tres habitaciones y el lavabo; entramos a la habitación de Pau. Es chulísima, tiene otro ventanal con las mismas vistas que el salón, un armario empotrado y una cama de matrimonio más baja de lo común, ya que está sobre una plataforma de madera con algunos cajones y no sobre un somier y cuatro patas. Adoro su funda nórdica, de fondo blanco con una especie de mancha de pintura negra gigante en todo el medio, como si fuera un salpicón.

PAU: Et… voilà ! por fin llegamos a mi habitación! –Después de encender la luz de la mesilla me agarra las dos manos mientras me mira fijamente a los ojos- ¿Estás bien? –Sin apartar mi mirada de la suya, tomo su mano y la llevo lentamente a mi lado izquierdo del pecho para que pueda notar lo fuerte que me late el corazón- Guau!!

LORENA: Eso es. “Guau!”. Estoy muy bien Pau. Atacada, pero bien. No se me ocurre persona ni situación mejor para…

PAU: ¿Estrenarte? –Arrancamos las dos a carcajadas-

LORENA: Sí, llamémosle así. Qué retro te ha quedado…

PAU: Ya, un poco sí. ¿Preferías que dijera … desvirgarte?

LORENA: Basta!! –Río todavía más que antes- Qué cachonda eres…

Dejamos las dos de reir y poco a poco nuestras caras se van acercando, tímidas, indecisas, como si fuera nuestro primer beso. Lejos estamos de la pasión del billar o el taxi, ahora con este momento de intimidad, las dos solas sin nada ni nadie que nos pueda interrumpir, es todo mucho más delicado. Sólo está encendida la luz de la mesilla de noche, una luz de poca potencia que hace la situación más íntima todavía. Nuestras bocas entran en contacto y un escalofrío recorre mi cuerpo, esta es la noche, va a suceder, por fin, lo que llevaba años esperando que sucediera con “la persona adecuada”, como siempre me repetía que pasaría, estaba a punto de pasar. Sus labios juegan con los míos con un beso tremendamente inocente, sin ninguna ansia de ser pasional, tenemos toda la noche por delante así que no hay prisa. Mis manos van a buscar su nuca para rodearla mientras ella hace lo mismo por mi cintura. Nos juntamos un poco más y detengo el beso, quiero simplemente mirarla desde dos centímetros de distancia. Recuerdo sus pecas que me recuerdan a una niña pequeña y sin desconectar mi mirada con la suya, una de mis manos se separa de la otra y empiezo a recorrerle la cara con mi índice derecho, rozándole su frente, su pómulo, la zona inferior al ojo, donde tiene concentradas esas pecas, la mejilla, para acabar recorriéndole los labios, sin presionar, como si lo hiciera con una pluma. Antes de apartar mi dedo de sus labios aprovecha para darle un beso muy suave en la punta, y sin dejarme seguir me da la mano y me acompaña a sentarme al borde de la cama, para tomarme de los dos lados de la cara y empezar a besarme otra vez. Poco a poco sus manos van bajando por mi cuello, mis hombros y mis costados, sintiéndolas posarse en mi cintura y agarrar la camiseta.

Mientras nuestras lenguas se distraen la una con la otra lenta y calmadamente, noto otra vez sus dedos fríos en mi piel, subiendo a la vez que lo hace la camiseta que me había comprado esta misma mañana. Al sacármela por la cabeza y parar el beso, aprovecha para apartar la cara un poco para coger perspectiva y contemplar mis pechos cubiertos por un sujetador negro muy básico, sin encajes aunque sí con un corte elegante, nada sport . Con una sonrisa en sus labios dirige su cara hacia mi pecho izquierdo y me besa con una suavidad extrema  en el nacimiento del pecho, donde ya no cubre el sujetador. Sigue dándome besos por el pecho, haciendo una trayectoria ascendente, pasando por mi cuello, mi barbilla, mi mandíbula, el punto donde se unen el lóbulo de mi oreja con mi cara, sigue por mi mejilla, para llegar de nuevo a mis labios, que ya echaban de menos a los suyos. Me vuelve a tomar de la mano para llevarme al centro de la cama, nos sentamos la una frente a la otra con las piernas semiflexionadas, bastante cerca la una de la otra. Como no me gusta estar en desigualdad, empiezo a desabrocharle la camisa, bajando, botón a botón, descubriendo lentamente primero ese busto cubierto con un sujetador granate y después su abdomen, que aprovecho para pasear mi dedo encima de él.

PAU: Ah! –mientras ríe-

LORENA: ¿Qué pasa?

PAU: Me haces cosquillas en mi tripa.

Oh... que monada de niña! Le sonrío pero sigo jugando en su barriga, haciendo círculos y eses alrededor del ombligo; viendo como sigue riendo mientras intenta contener el retorcerse por las cosquillas, dejo de hacerla sufrir y subo mis manos hacia la zona de su pecho para que le quiten la camisa del todo, acompañando las mangas por sus brazos y aprovechando también para acariciárselos. Me encanta tocarle la piel, apenas tiene vello en los brazos y los tiene muy suaves, de hecho, toda su piel es muy suave, como la de una niña. Pero si hay algo que me guste más que tocar su piel, es besársela, así que, tras pedirle permiso con un tímido “¿Puedo?” y su posterior “por supuesto”, se incorpora para ponerse de rodillas descansando sus muslos sobre sus gemelos y le deja vía libre a mi boca para poder besar su pecho. Puedo sentir como el corazón le va a mil por hora, más o menos como a mí.

Pau decide tomar un poco las riendas de la situación y poco a poco me empuja por mis hombros hasta dejarme tumbada en la cama completamente, y se inclina hacia mí para rozar sus labios en mi cuello, dándome besos casi fugaces por ahí, bajando por mi canalillo y siguiendo por mi vientre mientras sus manos me van acariciando los costados en la misma dirección que sus besos. Llega al bajovientre y se entretiene ahí, colmándome a besos, ahora es ella la que me hace cosquillas, mi respiración se empieza a agitar y mi barriga sube y baja algo más rápido que antes, culpa de esa agitación. Sus manos van hacia el botón de mi pantalón y con un movimiento de pelvis y cadera, levanto el culo para que pueda sacarme los pantalones con facilidad. Me los saca muy lentamente, mirándome fijamente a los ojos y  rozando mis muslos y mis gemelos con la punta de sus dedos. Cuanta sensualidad en un acto tan trivial como quitarme unos pantalones, y cuanta sensualidad al morderse el labio inferior como lo está haciendo ahora mismo. A saber que estará pensando.

PAU: Que bonita eres Lore… Me recuerdas a la Venus de Botticelli, pelo largo y ondulado… piernas firmes… algo de tripa sin salir de la sensualidad… y pechos pequeños, perfectamente manejables…

LORENA: -Me quedo sin palabras así que como suelo hacer, recurro a la broma – Pero mira que eres zalamera…

Pau ríe nerviosa, una risita entre dientes que con los ojos medio achinados fruto de dicha risa la hace ver muy sexy, y sin mediar más palabra eleva mi pierna derecha tomándome del pie para empezar desde ahí un recorrido de besos que irán subiendo por mi pantorrilla, mi rodilla, mi muslo externo, mi muslo interno… Cada vez me voy poniendo más nerviosa, hasta que llega a la ingle y saca la lengua para pegarme un lametón que va desde la parte más íntima de la ingle a la más externa, de abajo arriba. Un pequeño gemido sale de mi boca sin pedir permiso y por sorpresa, justo como ella ha decidido darme esa sorpresita. Mi vientre sigue contrayéndose y expandiéndose, mi respiración cada vez más intensa. No aguanto más y quiero verla desnuda del todo, o al menos como yo, con la ropa interior, así que me incorporo lentamente y dirijo mis manos hacia el botón de su falda, pero a medio camino me interrumpe, devolviéndome a mi posición anterior, tumbada sobre mi espalda. Es justo en ese momento cuando me percato de un dibujo que tiene en su costado, que le va desde el hueso de la cadera hasta casi la axila. Es una molécula de ADN, la doble hélice, la base de la vida. Está muy bien coloreada, de granate, naranja, verde oscuro y azul oscuro, que jugando con claros, oscuros y sombras hace de ese tatuaje una obra de arte más digna de museo de pintura que de libro de ciencia. Aunque lo mejor de esta obra es, sin duda, el lienzo, algo inigualable para mí en estos momentos. A pesar de lo asombrada que me deja el tatuaje, no lo exteriorizo y no le digo nada, no me parece motivo suficiente para interrumpir este momento.

Mientras me termino de acomodar empieza a desabrochar su minifalda y la deja caer sobre sus rodillas, para luego empezar a bajar sus medias. En un gesto rápido ya se las ha quitado del todo y queda otra vez de rodillas ante mí. El corazón me empieza a palpitar todavía más deprisa, la boca seca. Tiene un cuerpo mejor que el de cualquier anuncio de ropa interior: unas piernas ni muy gruesas ni muy finas, tonificadas a base de hacer ejercicio y sin un ápice de celulitis; unas caderas marcadas, en su justa medida, como a mí me gusta; el vientre totalmente plano y unos senos aparentemente firmes y completamente redondos, por lo que deja entrever ese sujetador de no sólo mi color favorito sino que empiezo a imaginar que el suyo también.

Esa piel tan suave con olor a frutos silvestres proporcionado seguramente por alguna crema hidratante es lo que me termina de enloquecer, sólo tengo ganas de estar entre sus brazos, acariciarla, abrazarla yo también, sentirla como si fuese una parte más de mí. Así lo ha debido sentir ella también porque poco a poco se inclina sobre mí y va a buscar mis manos con las suyas para situarlas a ambos lados de mi cabeza y empezar a besarme la cara con mucho cariño. Mis labios no aguantan más y mis manos deciden liberarse de las suyas e ir a buscar su cuello, y empezamos un beso húmedo, en el que juegan nuestras lenguas, labios y dientes de vez en cuando provocando algún que otro mordisco suave.

Poco a poco mis manos se van moviendo por su espalda, con algo de torpeza, poca fluidez. No tengo experiencia como para que me salga de una forma natural, todavía voy con un poco de miedo pero poco a poco me voy soltando. Llego a la mitad de su espalda buscando un cierre y no encuentro nada, tanteo a un lado y a otro y tampoco. Noto la sonrisa en su boca mientras me sigue besando y se incorpora un poco, conduciendo mis manos con las suyas a su entrepecho. Con la luz tenue no me había dado cuenta de que el sujetador tenía el cierre delantero. Con un “clic” noto como sus pechos se mueven ligeramente, colocándose en su posición natural, y le retiro todo el sujetador para poder tenerla un poco más desnuda ante mí, dejándolo caer a un lado de la cama. Como había imaginado, y a pesar de que ahora estén algo caídos por su postura, tiene unos pechos preciosos, del tamaño perfecto, la redondez perfecta, sus areolas y pezones de un rosado oscuro que contrastan con su piel blanca. Ella no quiere ser menos y va a buscar el cierre de mi sujetador a mi espalda, me lo quita, acompañando los tirantes con sus dedos mientras me vuelve a acariciar los dedos como hizo al quitarme la camiseta, y lo deja al mismo lado de la cama donde yo había dejado el suyo. Con la vista que tiene de mí casi desnuda del todo, a falta de las braguitas, se ruboriza un poco, puedo ver sus mejillas algo rosadas mientras me mira fijamente con una cara extraña, como si algo le preocupara, muy seria.

LORENA: ¿Qué pasa Pau?

PAU: Nada. Bésame por favor.

Y volvemos a fundirnos totalmente en un beso cargado de erotismo, ella me acaricia el pelo, la oreja, la cara, a la vez que yo bajo mis manos desde sus hombros, por su espalda, sus costados y su cintura. Con gran disimulo cambia su postura y pasa a situar una de sus piernas entre las mías, ejerciendo algo de presión en mi entrepierna. En ese momento se me corta la respiración por un microsegundo, esa sensación de presión, nueva para mí, me gusta, es tan placentera!! Su mano derecha acompaña a mi mano izquierda hasta su trasero, que no me había dado cuenta pero a pesar de que yo hubiera visto tela por delante, lo tiene al descubierto, así que supongo que imagino bien si pienso que lleva tanga. Mi instinto me lleva a abrir la mano y empezar a jugar con su nalga derecha como si fuera de un material moldeable pero firme, amasándola con suavidad, intentando no ser bruta dada mi inexperiencia.

PAU: Así, muy bien. –Mientras empieza a mover su cuerpo entero en un movimiento de vaivén sobre mí-

LORENA: ¿Llevas tanga?

PAU: Sí, ¿por?

LORENA: Porque ahora mismo se te debe ver muy sexy vista desde arriba, completamente desnuda con tu tanga y moviéndote encima de mí.

PAU: ¿Y no estoy más sexy vista desde donde estás tú? –ejerciendo un poco más de presión con su pierna-

LORENA: Mmmhhh –un suspiro sale de mi boca- Sí…

PAU: ¿Qué pasa, te he dejado sin habla? –Vuelve a presionar con su pierna en mi zona íntima que ya debe estar húmeda e hinchada como ella sola. Un cosquilleo empieza a recorrer los interiores de mi tripa y mi pecho-

LORENA: Síi… -acabo el “Sí” con una especie de gemido, para deleite de sus oídos que están a escasos centímetros de mi boca-

PAU: Me encanta oírte gemir en mi oído –Frases como esa hacen que yo y mis flujos nos motivemos todavía más, sin querer parar-

LORENA: Pues sigue haciendo eso.

Pau baja un poco la intensidad de su movimiento, supongo que para darle más duración al asunto, pero sigue en la misma postura y moviéndose sobre mi pierna derecha. Y ahora soy yo la que la agarro algo más fuerte de su culo y la atraigo hacia la pierna sobre la que está recostada, haciendo que esta vez sean sus genitales los que choquen con algo firme como es mi muslo. Su respiración se hace más pesada, más densa, puedo notar su aliento impactando en mi cuello, tengo su boca tan cerca que de vez en cuando siento la humedad de sus labios rozándome el cuello, el mentón, el extremo del hueso de la mandíbula. Sus suspiros en mi oído son ahora mismo la mejor de las melodías, saber que le estoy provocando tanto placer me causa a mí todavía más excitación, mi entrepierna humedeciéndose gracias al movimiento, cada vez más rápido, que provocamos las dos con nuestras caderas y yo también con mis manos puestas en sus nalgas. Los jadeos de las dos son cada vez más difíciles de disimular, la fogosidad que siento es tan grande que me lleva a clavar mis uñas en su trasero, a lo que ella responde mordiéndome en el cuello. En este momento un grito sale de mi boca para quedar disuelto en el aire, mientras que ella ha dejado impregnado su orgasmo en mi cuello.

Pau toma algo de distancia con mi cara, me mira fijamente recorriendo su índice por mis facciones.

PAU: ¿Qué sientes?

LORENA: Felicidad, mucha felicidad.

Por enésima vez en lo que va de noche, volvemos a besarnos. Pasamos las horas así, a base de caricias, besos, roces. He besado su tatuaje infinidad de veces, repasado el perfil de sus dientes y sus labios con mi lengua, me ha recorrido la espalda con sus manos, con sus labios y con su lengua otras tantas, nuestras piernas se han reconocido de mil maneras distintas, así como nuestros sexos; se ha creado humedad pura, en nuestras vaginas y en el ambiente. Aunque no hayamos practicado sexo con fogosidad, en esta habitación se ha respirado mucho cariño, mucha ternura y también mucha excitación.

No sé qué hora será ya, pero no quiero abrir los ojos por si me salgo del sueño y descubro que lo que ha ocurrido hace unas horas durante unas horas ha sido sólo eso, una fantasía de mi subconsciente. Siento unas cosquillas por mi barriga que me están subiendo  hacia el pecho, ¿será todavía la emoción? No, creo que es algo más físico. Sí, es ella. Todavía puedo oler las frutas silvestres a mi lado y su respiración en mi hombro. Abro los ojos y me giro sutilmente, para estar cara a cara con ella.

PAU: -A voz de susurro- Buenos días preciosa.

LORENA: Buenos días. ¿Llevas mucho rato mirándome?

PAU: Lo justo como para saber que estás hermosa mientras duermes. ¿Has soñado?

LORENA: Sí. He soñado que una rockerilla con el diente roto y cuyo color favorito es el mismo que el mío, me toqueteaba y besuqueaba toda mientras yo me dejaba toquetear y besuquear sin oponer resistencia alguna. Y es más, yo hacía lo mismo con ella.

PAU: Ohh!! Qué afortunada! Espero no toparme nunca con ella porque sinó tendría que matarla no sin antes preguntarle donde te puedo encontrar.

LORENA: No se te ocurra matarla porque esta noche he sido la mujer más feliz del mundo gracias a ella.

Ya no aguanto más y me recuesto de un lado sobre ella para darle un beso de buenos días como se merece. Con esto me doy cuenta de que ninguna de las dos llevamos puesta la parte de debajo de la ropa interior, pues siento con mi muslo como ya –o todavía- tiene su entrepierna húmeda y, presumiblemente, algo hinchada. Como si fuera un plato que llevo años sin probar, aparco sus labios para ir bajando por su canalillo y mientras empiezo a jugar con uno de sus pezones, ya totalmente erecto, dirijo mi boca a su compañero, chupándolo, lamiéndolo, succionándolo y pegándole pequeños mordiscos de vez en cuando con sólo dos dientes. Vuelvo a oir los suspiros de Pau. Una de dos, o es una chica muy sensible, o debo hacerlo  muy bien.

Mi mano libre, que está juguetona esta mañana, baja peligrosamente por el costado de su tatuaje y se desvía hacia el ombligo cuando encuentra ocasión, causándole a su dueña una risa nerviosa, entre las cosquillas y la excitación que tiene. Temiéndose lo que está por venir, es más ágil que yo y en un oasis de cordura y un movimiento rápido, me da la vuelta y me pone a mí boca arriba con sus piernas una a cada lado de mi cuerpo, dejándome presa contra la cama. Una hilera de besos baja desde mi frente hasta mi monte de Venus y ya me empiezo a retorcer de placer, semiflexionando las piernas preparándome para lo que supongo que me espera. Pau me mira sonriente desde la distancia en señal de agradecimiento por acortarle el camino y tras agarrarme las nalgas con sus manos da un lametón lento y profundo desde mi perineo hasta mi clítoris, motivo más que suficiente para que mi espalda se arquee y mis cuerdas vocales emitan un gemido imposible de acallar. Su lengua sigue jugando con mi clítoris hinchado y lubricado, haciendo círculos con la punta, succionando más fuerte, olvidándolo de vez en cuando para besar mis labios vaginales. Mi excitación es tal que no sé qué hacer con mis manos, las paseo por mi abdomen, agarro las sábanas con fuerza, me las llevo a mis pechos para estimularlos. Por fin, Pau extiende sus manos ofreciéndomelas  mientras no deja de hacerme maravillas con su lengua; me parece la mejor de las opciones, así que le doy las dos manos y pocos segundos después de entrelazar las mías con las suyas, se las estrujo al mismo tiempo que de mi boca sale otro grito, para deleite de los vecinos esta vez, ya que me temo que se habrá oído en toda la escalera.

Pau abandona mi entrepierna para subir a darme un beso y compartir mis flujos conmigo, es un sabor algo extraño, novedoso, pero no me disgusta, y más sabiendo de donde proviene.

PAU: Buenos días otra vez.

LORENA: Gloriosos buenos días.

PAU: Debo decirte que ahora mismo estás gua-pí-si-ma.

LORENA: Es que me acabo de acordar del sueño, y no veas qué bien se siente…

Pasamos no se cuanto tiempo dándonos mimos y besos debajo del edredón hasta que un rugido sale de mi estómago.

PAU: Uy, alguien tiene hambre…

LORENA: Creo que sí, un poco… ¿qué hora será ya?

PAU: ¿Qué más da? ¿Tienes hambre? Pues comamos algo! ¿Qué te apetece?

LORENA: Mmm… sorpréndeme!

PAU: Muy bien, no te muevas. Cinco minutos y estoy aquí.

Busca las braguitas por el suelo de la habitación y abre el armario para acabar poniéndose una camiseta vieja y ancha que le queda supersexy, con esos pelos alborotados que tiene todavía y dejando las piernas al aire.

En algo más de cinco minutos vuelve con una bandeja. Hay zumo, unas tostadas recién hechas, mermelada, mantequilla, sal y unos trozos de queso y de jamón. Estoy emocionada, es la primera vez que me traen el desayuno a la cama. Tengo ganas de comérmela a besos pero el hambre me puede.

LORENA: -Sin quitarle la vista de encima a la bandeja y con una sonrisa de oreja a oreja- Ohh!! Muchas gracias Pau… Nunca nadie me había traído el desayuno a la cama.

PAU: A mí nunca nadie me había hecho sentir tan bien… te lo mereces, esto y mucho más. Tómate el zumo que se le van las vitaminas.

LORENA: Jajaja, me acabas de recordar a mi madre. De veras, muchas gracias, no te exagero ni te hago la pelota cuando te digo que he pasado la mejor noche de mi vida –Me empiezo a tomar el zumo pensando en lo que voy a decir, me cuesta mucho expresar lo que siento- espero que sea la primera de muchas.

PAU: Sabes que por mi parte, sí.

LORENA:  ¿Sabes qué me apetece hacer?

PAU: Dime –mientras le da un bocado a una tostada con un trozo de jamón encima-

LORENA: Pues ahora que ha empezado el frío y se está tan bien bajo este edredón, y se está tan superbien a tu lado, me gustaría pasarme las horas del domingo metidas en la cama viendo la tele y dándote besos. Lo único que bueno, si no tienes tele en la habitación, aceptamos Pau como animal de compañía.

PAU: Te iba a complacer una vez más pero después de compararme con un animal de compañía… te lo tendrás que currar –apartándome la mirada para hacerse la digna, todo de broma-

LORENA: Mmm… es verdad, me he pasado, a ver qué tal sí… -mis manos van en busca de su cuello y extiendo los dedos para metérselos por el cuero cabelludo y la beso, la beso con toda la dedicación que me sale, mezclada con pasión, mientras las yemas de mis dedos campan por su cabello y mis labios juegan con su lengua y sus labios, hasta que se nos acaba la respiración- ¿Y bien? –Jugando todavía con su pelo-

PAU: Waoo!! Está bien, te lo has ganado –Se levanta de la cama, vuelve a salir de la habitación y poco después aparece con un carrito con una tele de tubo encima- Servicio de habitaciones! Le traigo la tele que había solicitado. ¿Dónde se la dejo?

LORENA: Donde a usted le vaya bien, pero sobretodo cerca de un enchufe.

PAU: Jajaja, tiene usted razón, con un enchufe funcionará mejor.  -Enciende la tele y me tira el mando, se mete en la cama y empieza a pasear sus pies por mis piernas.- Hace frío eh!

LORENA: Sí, por eso aquí dentro estamos mucho mejor.

Y así pasamos el día, viendo programas de vestidos de novia, series de dibujos, Sexo en NY, Modern Family –tenemos los mismos gustos hasta para eso-, películas de catástrofes… la verdad es que cualquier excusa es buena para pasar un domingo en su compañía, compartiendo calor humano, besándola, jugando con sus dedos, haciéndola cosquillas… Y sin levantarnos de la cama ni para comer, aprovechando las tostadas, ya frías, del desayuno.

Por su ventana se puede ver que ya es de noche, de hecho, desde hace un rato. No tengo ninguna gana pero tengo que irme a mi piso, que por cierto, desde donde estoy, no sé ni como llegar.

LORENA: Oye por cierto, ¿en qué barrio estamos?

PAU: En el mío, ¿no lo sabes ya?

LORENA: Así es ella, tan bromista… No, en serio, es que no sé ni cuanto rato tengo hasta mi casa…

PAU: ¿Ya te quieres ir??? –Poniéndome pucheros-

LORENA: No me quiero ir, pero tengo que. Son casi las ocho y me tengo que preparar para mañana, hacer los deberes de alemán…

PAU: Está bien señorita responsable. La llevaré hasta su casa.

Se viste con algo de ropa cómoda mientras yo rebusco por la habitación toda mi ropa que me puse hace ya más de 24 horas. Tiene su coche aparcado en la calle, cerca de su piso. A estas horas de un domingo hay poco tráfico así que en diez minutos estamos en mi casa, para en una esquina y apaga el motor.

PAU: Me lo he pasado genial, Lorena, ¿Cuándo nos volvemos a ver?

LORENA: Cuando tú quieras, ¿quieres que comamos algún día esta semana?

PAU: Me parece genial, nos vamos hablando.

Nos despedimos con un beso y muy a mi pesar salgo del coche, camino unos metros y llego hasta mi portal. Hay luz en la cocina, así que supongo que Vero ya habrá llegado… En el ascensor me voy preparando para el tercer grado al que me va a someter. Abro la puerta del piso, me dirijo al comedor donde supongo que está descansando o comiendo algo y me siento al lado suyo, mirando al frente, esquivándole la mirada. Llevo una sonrisa imposible de disimular…

VERO: ¿Qué? ¿Qué tal?

LORENA: -Definitivamente, me giro hacia ella, emocionada- Bufff…. genial.