Mi novia Eva (Cap 7º)
Por supuesto había disfrutado con las situaciones que habíamos experimentado en los últimos tiempos. Pero cada vez resultaba más humillante para mi. De repente me vi a mi mismo escondido en un armario con la polla apunto de reventar viendo como mi novia, con las tetas al aire...
Eva canturreaba mientras sacaba sus cosas de la maleta y las colocaba sobre la cama. Movía sus pies descalzos al ritmo de su propia melodía. Entró en el cuarto de baño abrazada a sus potingues.
-Tiene secador, menos mal.-dijo entusiasmada. Yo permanecía sentado en la butaca con la mirada perdida.-¿Me oyes? .-Preguntó asomando por la puerta.
-Si, bien. Te podrás secar el pelo.-Dije con una sonrisa más falsa que un duro de palo.
-¿Te pasa algo?. Estás raro desde que llegamos.
-Es esta temperatura, no estoy acostumbrado. Con una siesta playera se arregla.-Se encogió de hombros y desapareció de nuevo.
Desde mi posición podía ver el interior del baño. Eva estaba desnuda preparándose para tomar una ducha. La contemplé detenidamente, como hacía años que no la veía.
Era una diosa. Una diosa capaz de embriagar a cualquier hombre, de llevarlo a la locura. Y empezaba a ser consciente de que había caído en su telaraña.
Por supuesto había disfrutado con las situaciones que habíamos experimentado en los últimos tiempos. Pero cada vez resultaba más humillante para mi. De repente me vi a mi mismo escondido en un armario con la polla apunto de reventar viendo como mi novia, con las tetas al aire, pajeaba a tres críos. O agazapado entre la basura mientras recibía la corrida de uno de aquellos malnacidos en su boca. Era humillante. En su momento no la había sentido así. He de admitir con vergüenza que los disfruté. Pero el comportamiento posterior de Eva resultaba demasiado degradante para mi.
Lo ocurrido en el probador, con la ayuda de aquel vejete, me había mostrado una nueva forma de entender nuestra relación. Hasta ahora yo era un simple espectador. Un pelele cuyo único cometido en esta historia, era contemplar con ojos agradecidos como su novia se la pegaba con una amalgama de imberbes.
Necesitaba reivindicarme. Éramos una pareja. Estábamos hasta el cuello en aquella aventura, y debía exigir mi voz y mi voto. Tenía claro que no podía exponer esto directamente a Eva. Se pondría paternalista, diría que estaba exagerando, me echaría dos polvos y todo seguiría igual. Durante el vuelo había trazado las líneas que quería seguir aunque mi intención era posponerlo hasta regresar del viaje. De hecho tenía claro que tan solo era una fantasía para hacerme el trayecto más ameno. Pero lo ocurrido en la piscina un rato atrás resultó ser el punto de inflexión. Todo por un balonazo en la cara. Manda cojones.
Esperé mi turno para la ducha disfrutando las vistas desde la terraza de la habitación. Tenía una vista completa de la piscina del complejo. De geometría abstracta, vista desde la altura me recordaba una calabaza. En su extremo más estrecho, una valla metálica separa la zona de los adultos y la de los niños. En aquel punto había tenido lugar el encuentro con el crio de las gafas de buzo. Los alrededores estaban salpicados de zonas verdes con grandes palmeras. Todo el borde estaba salpicado de hamacas. En aquel momento el sol apretaba de ahí que la mayoría lucían vacías.
Algo llamó mi atención, mis ojos fueron directos hacia un destello bajo el agua de la piscina. Una salpicadura y tras ella nuestro amigo el buzo prepúber. Claramente era mayor para nadar en aquella poza. Un par de niños jugaban con una pelota en un lateral tendrían cinco o seis años. Cada vez que nuestro amigo surgía de entre la aguas ellos dejaban lo que estaban haciendo para admirar su coreografía. El puto chaval exajeraba cada movimiento tanto al salir como al entrar de nuevo en el agua. Le gustaba pavonearse y aquellas aguas poco profundas eran el lugar ideal.
Eva me abrazó por detrás. Me sobresalté, no me la esperaba. Además me había sacado de mis ensoñaciones. Mojo mi camiseta con su pelo húmedo.
-A la ducha, tenemos que ir de playita.-dijo dándome la vuelta y regalándome un pico.
- Si, ahora mismo, ve preparando las cosas.
-Buen.-Gritó de forma infantil con los brazos en alto.
Me duché, preparé mi mochila y nos dirigimos a la salida del hotel. Era necesario atravesar de nuevo la zona de la piscina. Procure desandar el camino que habíamos realizado una hora antes.
En el lugar donde había recibido el balonazo ya no había nadie. Ralentice el paso mirando a mi alrededor, por fin vi al chico con sus inconfundibles gafas. Guardaba cola pacientemente para comprarse un helado en uno de los múltiples puestos de comestibles que poblaban la zona.
Se quedó embobado mirando a Eva, “como no” pensé. Con su bikini negro el pelo suelto y unas sandalias tenia suficiente para dejar a ala mayoria de hombres suplicando una piedra de hielo para colocarsela en las pelotas. “Inflamación espontánea” lo llamaba yo. Cuando pasamos de largo el muchacho me miró. La bola que coronaba su helado amenazaba con suicidarse, pero él no parecía consciente de ello. Me toque las gafas y le sonreí, él alzó el pulgar de la mano derecha completamente pringado de chocolate.
Salimos del complejo. Para llegar a la playa más cercana tan solo debíamos cruzar la calle y descender por una pequeña avenida inundada de chiringuitos. Sobre la arena un centenar de sombrillas se cuadraban erguidas en perfecta armonía, como un pelotón de soldados durante un desfile. La zona estaba protegida por dos espigones de piedra volcánica que se adentraba unos cientos de metros y parecía querer abrazar la mar.
Apenas había una veintena de personas diseminadas por la arena. Supuse que nadie quería exponerse a la solana que estaba cayendo. Era mediodía y el calor era pegajoso.
Eva se retiró las sandalias y puso un pie en la arena. Pegó un respingo y volvió al escalón donde yo la esperaba.
-Madre mía, ¡está hirviendo! .-dijo mientras se sacudía las arenas del pie.
-Por eso no hay casi nadie, seguro que los lugareños están acostumbrados y aprovechan ahora para venir.
-Deberíamos buscar un lugar donde comer y ya volveremos después.
La ayudé a calzarse de nuevo y recorrimos el paseo en busca de un restaurante. Conseguimos un sitio en una terraza al otro lado de la calle. Todos los restaurantes que estaban pegados a la playa estaban a reventar. El camarero, un chico mulato que por su acento no logré distinguir si era Canario o latino, nos acomodo en un extremo, un sitio bastante tranquilo la verdad. El chaval parecía bastante atento.
Durante la comida acudía regularmente a interesarse por cómo estaba la comida o ofrecernos alguna bebida más. Tras pasar media docena de veces por nuestra mesa caí en la cuenta de que el fulano a lo que estaba atento eran a las tetas de mi novia.
Cuando pedimos la cuenta, el fulano, ya sin ningún tipo de disimulo, nos recomendó un par de garitos a los que acercarnos por la noche y pegarnos unos bailes. Decía que él tenía mano y podía conseguirnos un par de pulseras para pedir copas gratis. Mientras nos contaba todo esto no nos miraba ni a la cara, sus ojos estaban perdidos en el canalillo de Eva.
La miré de reojo a ver si reaccionaba, pero estaba claro que le importaba bastante poco que aquel tipo la devorase con la mirada o que le tirase fichas delante de su novio. Ni me inmute. Despache al camarero dándole la bandejita con el dinero y asegurando que nos pasariamos seguro. Ni puta intención tenía. Ya tenía planes para la noche. Necesitaba probar algo.
Regresamos a la playa, ahora sí, estaba abarrotada. Encontramos un pequeño espacio cerca del espigón. Nos parapetamos y tras un rato untándonos en cremas para no sufrir una combustión espontánea nos tiramos al Sol.
Me desperté más o menos una hora después. Eva estaba boca abajo, con la cabeza apoyada sobre sus brazos. Vi por el lateral de sus gafas que todavía dormía como un tronco.
Observé la gente de nuestro alrededor. La mayoría eran parejas de mediana edad con crios. Tan solo llevábamos una pequeña mochila con lo indispensable; toallas, cremas, algún libro y el móvil de Eva. Había decididos por salud mental y para desconectar del trabajo dejarlo en el hotel. Tomé el libro que se había traído ella. “Tratado de sociología, de Francisco Ayala”, un buen troncho de quinientas hojas. Ahora sabía porque pesaba la bolsa como un demonio. Lo ojee sin demasiado esmero.
En mi cabeza todavía daban vueltas las palabras del camarero y la forma en la que miraba a mi chica. Algo dentro de mi me decía que aquel chaval mulato podía darme algunas bazas. Tenía la típica pinta de chulo de playa, era una caricatura andante del chulazo latino. Quizá, pensé, no sería tan mala idea pasar por esos locales más tarde.
Un reflejo familiar azotó mis ojos, no tenía las gafas puestas. Necesito entornar los ojos para ver algo. Me frote con las llemas de los dedos y coloqué las gafas de sol.
No podía ser. El puto crio con las gafas de buzo amarillas. No se las quitaba en todo el puto dia por lo visto. Dormiría con ellas y todo. En la mano traía un palo con algo colgando del extremo. Vi como se acercaba a uno de los socorristas que patrullaba a pie de playa. Este le retiró el palo de no muy buenas maneras. Mira alrededor esperando la reacción de los padres, los cuales, imaginaba estarían cerca. Pero nadie salió al rescate. De forma automática me levanté. Me acerqué a los dos. Pude ver lo que el condenado llevaba colgando del palo, una medusa, bastante grande por cierto.
El socorrista lo abroncó por jugar con aquel bicho. Podía resultar peligroso. Al verme ambos se quedaron mirando.
-La culpa no es del crío.- dije examinando el palo.
-La culpa es suya, acaso no se supone que esta playa debería estar protegida de estas invasiones?.
-¿Y usted quién coño es? .-dijo el socorrista mirándome de arriba a abajo.
-Eso no importa, ¿cómo ha entrado esto aquí?
- Bueno…-Estaba confuso, no sabía si yo era el padre.
-¿No se supone que tiene una red para evitar que estos bichos lleguen a la playa? .-Insistí. El socorrista intentaba explicarse sin demasiado atino y finalmente optó por retirarse llevándose consigo la medusa pinchada en el palo. El chaval me miró curioso. Vi mi figura deformada sobre el cristal de la gafas que lucía en su cabeza.
-Gracias, quería sacarla de la playa. No vea las ronchas que salen si le toca.-Dijo colocando las manos en forma de cuenco, simulando una de aquellas erupciones gigantes.-Y como pica.-apuntilló agitando las manos.
-¿Tu eres de por aquí verdad?.
-¿Cómo lo sabe?.
-Por el acento. ¿Dónde están tus padres?
-Mis padres trabajan en el hotel donde están ustedes. En realidad no somos de aquí. Vivimos en Puerto del Rosario. Venimos para la temporada de verano.
-¿Y estás solo todo el día, no tienes amigos?
-Tengo a Curro, pero tiene clase casi todo el día. El muy idiota casi repite curso. Siempre quedamos aquí, tiene que estar al caer.
-¿Cómo te llamas?
-Yeray.-
-Muy bien Yeray, nos vemos por aquí. Y ten cuidado con las medusas.-El chico comenzó a subir por el espigón. A medio camino se dio la vuelta y miró hacia donde estaba Eva.
-Ah, recuerdele a su novia que todavía me debe una.-Y apretó el paso temeroso de mi. “Claro” pensé mientras le contestaba con una sonrisa y alzando el pulgar imitando el gesto que nos había hecho en la piscina por la mañana.
Regrese a nuestro rincón de arena. Eva seguía como una piedra. rebusque de nuevo en la bolsa para recuperar aquel horrendo libro. Me topé con su móvil. Toque la pantalla para consultar la hora. Mi polla dió un respingo. La pantalla mostraba una notificación de Whatsapp. Era el número que usaban los chavales. El puto Melano seguramente.
Deje el móvil donde estaba. Quería ver su reacción. Unos diez minutos después vi aparecer por el paseo a Yeray, esta vez acompañado por otro chaval de la misma edad. El tal Curro seguramente. Ambos tomaron asiento al borde de la arena, frente a nosotros. Algo rondó mi cabeza.
Esperé un rato y como Eva no daba señales de vida, decidí forzar un poco.
Los chavales nos miraban con disimulo, les hice un gesto con la cabeza. Se miraron, hacían como si la cosa no fuese con ellos. Entonces cuando estaba seguro de que nos observaban agarre con suma delicadeza uno de los cordones que anudaban la parte de arriba del bikini de mi chica y tiré hasta deshacer el nudo del todo. Cuidadosamente deposité cada una de las dos tiras a los costados. Ahora si, la vista de los dos zagales estaba fija en nosotros, sin disimulos.
Agarré el bote de protector solar y lo abrí. Me coloque de rodillas a su lado. Con las dos manos rodeando el recipiente de plástico sobre su espalda, eche un último vistazo a los dos espectadores, asegurándome que no perdieran detalle. Apreté, un chorro blanco se precipitó sobre la espalda de Eva. El choque de temperaturas la hizo aullar. De un salto se puso de pie. El bote que pegaron sus pechos fue salvaje. ambos permanecieron agitándose como flanes mientras ella trataba de comprender qué demonios ocurría. Los dos chicos miraban boquiabiertos el espectáculo. Duró apenas unos segundos, hasta que ella fue consciente, entonces se tapó con su brazo derecho, miró a su alrededor y recogió con la otra mano la parte superior de su bikini. La vi tan avergonzada que dudo que reparara en la presencia de los dos chavales.
-¿Qué coño te pasa? .-Me abroncó.- casi me da algo.
-Te estabas quemando, hacía un montón de tiempo que no te echarás crema.
Pues despiertame primero ¡coño!.-Dijo mientras se colocaba de nuevo la parte superior.
Perdona, solo quería ayudar, además llevas roncando más de una hora, es hora de espabilarse.
-La leche que te voy a dar si que vas a espabilar.-Estaba abochornada, sus mejillas echaban fuego.
-No pasa nada mujer, además, ya has hecho top less antes.
-¿Pero qué top less?. ¿Pero estás gilipollas?. Las tetas las enseño cuando me da la gana y delante de quien me da la gana. No me despendólo en medio de una playa pública.
-Vale vale, lo siento.
Se sentó dándome la espalda mientras terminaba de untarse los hombros con la crema. Eché un ojo al paseo buscando a los chavales pero se habían ido. Tan solo esperaba que el espectáculo, aunque breve, hubiese resultado de su agrado.
El resto del día transcurrió sin sobresaltos, nos retiramos al hotel, una ducha rápida, cenar, un paseo y a la cama.
Los siguientes dos días repetimos una rutina similar. Mucha playa, tomar el sol, comer y dormir. Eso si, nada de sexo. Y no sería por que yo no pusiese de mi parte. Pero un terrible cúmulo de circunstancias me impedía consumar. Semáforo en rojo acompañado de un poco habitual mal humor. Esta circunstancia se había agravado desde que no tomaba la pastilla, el periodo le resultaba más doloroso y su mala leche iba en proporción.
Aquella circunstancia fue un estímulo más para seguir con mi plan. Pero necesitaba confirmar una sospecha y para ello necesitábamos salir de marcha.
Más que proponérselo, se lo impuse «hoy nos emborrachamos» le dije por la mañana mientras se duchaba. Me respondió con un escueto «vale».
El día transcurrió como de costumbre. Con una salvedad en la comida comencé a llenarle la copa de vino con más ansia que de lo normal. En el postre ella se había metido entre pecho y espalda una botella de rioja.
Su mala leche había desaparecido. Su naricilla presentaba un delator color morado y estaba invadida por una divertida risilla floja.
Alargamos la sobremesa todo lo que pudimos. Quería mantenerla en aquel estado hasta media tarde.
Nos tomamos algo en prácticamente todos los chiringuitos que encontramos. Yo alternaba las copas con algún botellín de agua, quería estar lo más sobrio posible. Nos pasamos por un pub irlandes, probamos un par de cervezas. En ese momento Eva ya estaba bastante perjudicada así que procedí con el siguiente paso de mi plan.
Escuché lo que parecía música en directo. Nos acercamos al local en cuestión. Estaba a pie de playa, tenía una terraza amplia pero estaba prácticamente llena, la mayoría eran turistas británicos. En una esquina, un tipo con toda su parafernalia; portátil, mesa de mezclas, un par de guitarras y pie de micro, deleitaba al público con temas míticos de U2, Elton John etc. La barra estaba incrustada en un hueco a la derecha del músico. Una chica la atendía. Busque entre las mesas. De repente me percaté de que alguien nos llamaba, «amigos», un hombre nos hacía señas señalando una mesa vacía.
Era el camarero mulato que nos había atendido unos días atrás. Yo sujetaba a Eva por la cintura, no había llegado al estado de caerse sola pero prefería sujetarla y evitar males mayores. Nos acercamos al tipo, me ofreció su puño derecho para chocarlo.
Ella se limitó a saludarla efusivamente mientras la escaneaba de arriba a abajo, con un punto más de curiosidad. La vez anterior se había recreado más de la cuenta en sus pechos, me había resultado demasiado lascivo incluso a mi, que no era celoso para nada y , a aquellas alturas, quedaba claro que no me importaba lo más mínimo que se quedaran embobados mirándola. Pero aquello era distinto. Ya primera vez y ahora de nuevo, daba la sensación de que, mientras recorría su cuerpo, estaba maquinando algo. Por supuesto quería descubrir lo que aquel tipejo repeinado estaba tramando, aunque creía tener una idea de por donde iban los tiros.
Nos acomodamos en la mesa, era la más alejada al concierto y la música llegaba amortiguada, algo que se agradecía. Nos pedimos un par de gin tonics.
-Estoy mezclando por encima de mis posibilidades.-dijo Eva en un alarde repentino de sobriedad.
-No te preocupes, yo me cargo contigo.
-Si te pones peor que yo no habrá quien nos cargue a los dos, sobre todo a ti.- y me sonrió burlonamente.
Le devolví la sonrisa y me centré en los movimientos del camarero. De nuestra mesa salió en dirección a la barra con el teléfono en la oreja. Eso llamó poderosamente mi atención. Un par de minutos después otro fulano llegó en un scooter. Rubio oxigenado, separadores en las orejas y un león rugiendo al viento tatuado en su gemelo derecho. Se acercó al camarero entre chocaron las manos, claramente se acababan de pasar algo mutuamente. Sin más trámites, el rubio se esfumó en su pequeña moto. Acababa de presenciar un intercambio de droga en directo delante de cincuenta personas y yo era el único que se había percatado. El camarero desapareció de mi vista. En la barra esperaban nuestras copas y tenía claro que sobre ellas terminaría el contenido de la bolsita que, unos minutos antes, había pasado de una mano a otra.
Me preocupé, desconocía qué demonios escondía aquel pequeño capullo de plástico.
Tenía claro que yo no podía probar la copa. Si aquel cabrón nos metía escopolamina podía hacer con nosotros lo que le viniese en gana. Pero ¿iba a permitir que Eva tomase aquella mierda?.
De pronto alguien se había llevado los combinados. Era posible que ni tan siquiera fuesen nuestras copas y que todo aquello fuese una película que me estaba montando yo solo. El camarero mulato apareció por sorpresa desde atrás. Nos dejó las copas sobre la mesa.
-¿Cuanto es?-
-Dieciséis-.Me rasqué el bolsillo y le entregué la cantidad justa. El muy gilipollas se me quedó mirando, esperando una propina que nunca llegaría.
-Que las disfrutéis chicos.-soltó por fin de mala gana y se esfumó.
Acuné la copa de balón en mis manos, me la acerqué a la nariz, nada raro. Pero no la probé. Disimuladamente vertí el contenido de la misma en sobre una maceta a mi izquierda.
Desde el primer momento aquel tipo me dio mala espina, las miradas a Eva, la forma en la que nos hablaba y por supuesto su reciente transacción de sabe dios qué sustancia me decían que no podía fiarme de él. Y sin embargo habíamos acabado en aquel garito. En el fondo sabía que había acudido a él voluntariamente. Necesitaba saber lo que tramaba y ahora creía saberlo. Pretendía drogarnos, pero ¿con qué fin?, ¿robarnos?, ¿aprovecharse de mi novia?, joder ¿aprobecharse de mi?. Un escalofrío traspasó mi espalda. No merecía la pena el riesgo. Vertí por completo el contenido de mi gintonic, con un dedo impedí que el limón y los hielos salieran del vidrio. Dejé la copa y cuando me disponía a vaciar la otra Eva soltó lo que quedaba del gintonic sobre la mesa, la hija de puta acababa de meter un penalti. La miré incrédulo. Es cierto que mi novia bebe como un leñador noruego pero aquella rapidez era nueva.
Me quedé mirándola, esperando alguna reacción. De repente toda la terraza se puso en pie para corear el estribillo de I'm Gonna Be de los Proclaimers que el cantante se afanaba en versionar. Ella no fue menos y divertida comenzó a saltar como la que más.
La acompañé en aquel baile absurdo.
-¿Lo ves?, ¿lo ves? sabes bailar.-me gritaba al oído.- Me gusta cuando bailas.-y me abrazó.-Te quiero mucho.-dijo besandome con lengua.
Empezaba a tener claro el contenido de las copas. Era M.
Durante un rato intenté seguir el ritmo de la música, pero seamos sinceros, bailar no se encuentra entre mis habilidades.
La gente abandonaba sus mesas y comenzaban a arremolinarse alrededor del músico. Nos desplazamos arrastrados por la masa. Eva avanzaba dando saltitos al ritmo de la canción. Ahora estábamos a un par de pasos de la barra. Por el rabillo del ojo vi a nuestro camarero de confianza, estaba recogiendo las mesas que habían quedado vacías, se acercó a la barra con las manos llenas de vasos y copas. No le quitaba el ojo de encima a mi novia. Estaba claro que había elegido un objetivo. Si pretendía saber hasta dónde quería llegar aquel tipejo tenía que hacerle creer que yo también estaba bajo los efectos de aquella sustancia. No me resultó difícil, en mis años mozos era habitual ponerse hasta el culo de M en los festivales. Puse cara de felicidad y comencé a moverme, con una mano en alto e intentando seguir el ritmo con mi cabeza y pies. Al notarlo Eva se dió la vuelta, volvió a besarme y los dos continuamos con aquella absurda danza. Las gotas de sudor corrían por su rostro, se había formado una mancha justo debajo de su escote, estaba empapada. Aquello estaba haciendo efecto muy rápido, la copa venía cargadita.
El artista se despidió de la gente, en inglés claro, la mayoría de los que estábamos allí eran guiris. Ni un minuto pasó y las luces del garito se atenuaron y un Dj comenzó a atronar con música tecno. La gente bailaba y el alcohol corría por doquier. De hecho nuestro amigo nos acercó dos rondas más. Estaba muy atento de que no nos faltase bebida en ningún momento.
Tras una hora y tres gins, Eva estaba muy perjudicada, se movía con la cabeza gacha y los ojos cerrados. apenas podía sostener la copa. Temiendo que acabase en el suelo me la lleve a la mesa más cercana, eso sí, fingiendo estar en un estado igual de lamentable.
Ella se recostó sobre la mesa, con la cabeza entre sus brazos. Yo me quedé mirando al cielo como buscando inspiración divina. Entonces ocurrió lo que me temía.
El camarero apareció pero esta vez con otro fulano, también mulato. Me toco el hombro.
-Muchacho ¿te vienes de fiesta con nosotros? .-me dijo sonriente. Asentí con una sonrisa estúpida en la cara.
-Pero tu novia está muy borracha y nos va a cortar el royo. La acompaño al hotel y aquí mi colega te hace compañía. Después nos vamos a comer la noche. ¿Verdad hermano?.-volví a asentir con la misma cara de imbécil.
Los dos tipos se miraron sonrientes. Les había salido redonda la jugada. El camarero pasó una mano por la axila y levantó a mi novia. Fue un poco brusco y eso no me gustó un pelo. Sujetándola se acercó a su compinche y le dijo algo al oído, este asintió y sin muchos miramientos la condujo hacia la playa.
“El hotel está en la otra dirección” pensé y al momento me sentí estupido. Evidentemente no tenían pensado llevarla al hotel. Ninguno de los dos teníamos el control y eso no me gustaba un pelo. Decidí reconducir aquel embrollo. Me levanté de golpe con la mano en la boca fingiendo que estaba a punto de vomitar. El timo se apartó, me fui a trompicones hacia la parte trasera del local, fuera de la terraza.
Había tres contenedores al otro lado de la carretera y me coloque detrás de ellos. El tipo me siguió a cierta distancia pero al perderme de vista se acercó. Lo cogí completamente desprevenido, lo sujeté por el cuello y lo estampe violentamente contra los contenedores. Pegue mi cara a la suya.
-¿A dónde se la ha llevado?
-No se tio no se.- apreté más, la cara del fulano se volvió violeta.
Te repito la pregunta ¿ a donde se la ha llevado? .-esta vez me palmeó el brazo como pidiendo una tregua.
A las hamacas, en la otra punta de la playa.-no aflojé.
¿Llevas tu la droga? .-meneo la cabeza negativamente.-¿tengo que vaciarte los bolsillos, pedazo de mierda?.- se rebusco en la chaqueta y me mostró las manos vacías, suplicando.
Lo solté, y sin mirar atrás salí corriendo hacia la playa. Sabía que si me acercaba pegado a la baranda el muy cabrón podía verme. Salte a la arena y avance agachado hasta el chiringuito donde guardaban las hamacas por la noche. Me acerqué despacio.
EL tipo no se había escondido para nada. Había colocado una de las hamacas en la arena donde las luces del pueblo iluminaban lo suficiente para poder ver lo que tenías entre manos. Los vi claramente.
Eva estaba boca abajo con las piernas colgando fuera y el tanga por los tobillos. El tipo desnudo desde la cintura, con las piernas muy abiertas a ambos lados de la hamaca arremetía contra el culo de mi novia. No sabía por donde se la estaba follando. El fulano trabajaba rápido, parecía querer llegar cuanto antes al clímax, sus acometidas eran decididas.
“Que se joda” pensé. Salí de entre las sombras. De una patada en las costillas saque a aquel cabrón de encima de mi novia. La cara del tipo se descompuso al verme, la polla se le había desinflado de golpe, un condón colgaba arrugado en la punta.
-Esfúmate o te parto la cara.-El tipo asintió e intentó cojer su ropa. Puse un pie sobre sus pantalones, él se quedó parado mirándome a mí y a su prenda alternativamente.
-Pero.. ¿mi ropa?.-Me miró suplicante
-He dicho que te esfumes, pedazo de mierda.
No hubo discusión, pegó un salto a la valla y corro por la arena con el culo al aire, solo vestía una camiseta.
Me acerqué a Eva, con la linterna de mi móvil comprobé los daños. Se la había follado por el coño. Parecía que no se había recreado mucho, debió de bajarle el tanga y follarsela sin más. Vi el envoltorio del condón. “Menos mal” pensé, Eva no tomaba la pildora desde hacía una temporada.
Ella dormía plácidamente, no parecía haberse enterado de nada. Devolví su prenda interior a su sitio y la coloqué su ropa.
Me acerqué a los pantalones que había abandonado el camarero. Los sobé por encima, introduje mi mano en los distintos bolsillos e iba dejando todo lo que encontraba sobre el cemento. Un móvil, una hebilla con tres llaves, un mechero y una bolsita anudada con un pequeño alambre de plástico. Me guarde la bolsita y el resto de cosas las deje tiradas allí mismo.
Coji a mi novia en volandas y me la lleve rumbo al hotel. Ya en la habitación la desvestí y la arrope en la cama. Con una pequeña botella de whisky y una Cocacola del minibar me preparé una copa y salí a la terraza. Saque la bolsita de plástico que le había robado al camarero, retiré el alambre de color azul y la extendí sobre mi palma. “No es mucho” pensé. Sobre mi mano, examiné aquella pequeña piedra. Estaba en lo cierto, era M. Quedaban un par de dosis como mucho. Seguramente la misma cantidad que había ingerido mi novia aquella noche. La miré tras el cristal, tumbada en la cama, arropada hasta el cuello. Ahora tenía una oportunidad para jugar con ella a mi antojo.
Eva durmió casi hasta la una del medio día. Como buen previsor, había colgado en el pomo de la puerta un cartel para que no nos molestaran. Se incorporó en la cama e intentó mirarme.
-¿Qué coño pasó anoche? .-preguntó con un ojo entre abierto y el otro cerrado.
-¿No te acuerdas de nada?.
-Joder, no.-dijo frotándose la nuca.-Recuerdo bailar, ¿tanto bebí?.
-Bebias como un leñador noruego, creo que te lo pasaste bien, al menos hasta que te dio el bajón.
-Necesito una ducha.- Se incorporó y fue dando tumbos hasta el baño.
“Perfecto” pensé, el hecho de que no recordase nada facilitaba mi plan.
-Venga, te invito a comer al japonés, te sentará bien algo ligero.-Ella murmuró algo desde la ducha.
Salió del baño envuelta en la toalla y me miró empotrado en el sofá con una camiseta y unas bermudas.
-¿Pero no vamos al japonés?.
-Si, pero después nos vamos a la playa, así no perdemos el tiempo. Llévate el bikini puesto.
-Espero que nos dejen entrar con estas pintas.-dijo mientras se vestía.
Salimos de la habitación, Eva vestía un vestido estampado de verano hasta las rodillas, debajo, un bikini azul. Unas gafas de sol ocultaban sus ojos resacosos. El restaurante estaba dentro del complejo, cruzamos la piscina por un pequeño puente de madera, al otro lado nos esperaba sonriente nuestro buzo favorito acompañado de su compinche.
-Hola Yeray.-le saludé. Eva me miró extrañada.
-Hola chicos, ¿qué tal?. ¿Os vais a la playa?.
-Primero vamos a picar algo y después a tomar el sol. Nos vemos por allí.
Los dos chicos asintieron sonrientes.
-¿Y esa amistad? .-preguntó ella cuando los chicos ya no podían escucharnos.
-Na, el otro día en la playa, charlamos un rato. Es un crío majo.
– Menudas amistades te echas. – dijo ella colocándose las gafas de sol.
– Bueno tú estabas dormida así que me busqué nuevos amigos . – le contesté sonriente.
Continuamos caminando al borde de la piscina. El ha entrado del restaurante el metre nos miró de arriba abajo, estaba claro que nuestra indumentaria no era la adecuada para ir a un restaurante, mira al interior y viendo que había demasiados clientes los invito a entrar. Nos acomodaron en una mesa al fondo del comedor. ya que nos permitían comer de aquella guisa, al menos que no se nos viese mucho. El camarero se acercó, nos ofreció unas toallitas calientes y un vaso de té, a continuación otro compañero nos ofreció la carta y muy amablemente recomendó probar el sake.
– No por Dios, más alcohol no. – dijo Eva quitándose las gafas de sol y frotándose los ojos con la otra mano.
– no pasa nada mujer, es muy suave, es… como un vino amargo. – decidí aprovechar la oportunidad.
El camarero nos trajo una botella de sake, le serví un culín y se mojó los labios. Al principio usó maca la rana, la primera impresión no suele ser agradable.
– es muy seco. – dijo con una mueca, como si acabase de chupar un limón.- pero está bueno. -¿ Cuántos grados tiene esto?.
- nada, es muy suave.- Afortunadamente la botella era muy minimalista, la mayoría de la información que contenía era en japonés, ella la giró buscando la graduación, pero no aparecía por ningún lado.
Nos pedimos unas gyozas para compartir, un surimi para ella y un ramen de carne de cerdo para mí. En media hora nos bajamos la botella de sake. Yo apenas había bebido un par de vasos, el resto se lo había pimplado Eva.
De nuevo, y en menos de 24 horas, volvía a tener aquellos coloretes. Es cierto que cuando estamos de vacaciones solemos beber más. De hecho lo raro no es que ella bebiera mucho, lo verdaderamente significativo es el poco alcohol que estaba consumiendo yo. Tenía un plan, y para llevarlo a cabo necesitaba tener la cabeza despejada. pagamos la cuenta y salimos del restaurante, ella ya tenía la risa floja, tampoco había bebido tanto pero supongo que parte del alcohol de ayer todavía corría por sus venas.
dimos un paseo hasta la playa, estaba abarrotada, estaba claro era imposible disfrutar de la tarde así que continuamos caminando, pasamos el espigón al otro lado zona recreativa con bancos, columpios y algún merendero. Allí estaba Yeray y su amigo, ambos venían de la otra punta del espigón. Al vernos nos saludaron efusivamente. Eva ni se percató, yo les sonreí y les devolví el saludo con un leve gesto.
Llegamos a una zona poco transitada. A un lado tras unas piedras se extendía estrecha lengua de arena, la marea baja dejado a la vista. Al otro lado de la carretera estaba la terraza de un chiringuito. Era el sitio perfecto tras aquellas piedras tendríamos la intimidad qué buscaba. La ayude a descender a través de las piedras. Era un sitio agradable, el espigón impedía que la brisa marina diésel de frente. la arena estaba mojada así que optamos por sentarnos sobre la última fila de rocas, Eva se acomodo si estiramos las piernas podría tocar con los pies el agua.
-¿ quieres tomar algo?-. pregunté.
- si, lo mismo que tú.- dijo ella tras acomodarse.
Trepe por las rocas y cruce la carretera. Entré en el chiringuito y pedí un par de gin tonics. le expliqué al camarero que quería llevarlos, él me los sirvió en vasos de plástico. Cargado con nuestras bebidas me senté en la primera piedra hurgue en mi bolsillo y saqué la bolsita que había robado el día anterior, vertí su contenido en uno de los gin tonics y continúe descendiendo por las piedras, le ofrecí el vaso con los polvos mágicos a mi novia. Las cartas estaban echadas, solo tenía que esperar.
Eva se recostó para tomar el sol.
-Aquí puedes quitarte la parte de arriba, no hay nadie.-le dije.
No contestó, ,me miró a través de sus gafas de sol, se incorporó para poder manipular el cordón trasero. Se deshizo de la prenda a través de sus brazos la dejó a un lado y volvió a recostarse.
Sus pezones apuntando al cielo y sus mejillas sonrosadas dejaban claro que estaba cachonda. La droga provocaba el efecto deseado en ella. Era el doble de cantidad en una sola copa y estaba a punto de rematarla.
Entonces pasé al ataque. Me abalancé sobre ella, la besé de forma salvaje. Con una mano comencé a estrujarle los pechos. A los dos minutos su parte baja del bikini lucía una mancha de humedad perfectamente visible. Deslicé mi mano entre la tela y su pubis, estaba encharcada. Introduje un par de dedos en su cueva, gimió separándose de mi boca. Todo su cuerpo se agitaba. De golpe retiré la mano, me miró suplicante.
-Voy a por otra copa, ¿ quieres algo? .-le solté distraído.
No contestó, me miraba mordiéndose el labio inferior. Me incorporé y miré a mi derecha. Tras una roca, sin cortarse un pelo, los dos chavales nos miraban. Les sonreí. Comencé a trepar por las rocas. Mire atras, Eva continuaba desmadejada en el suelo, cachonda perdida. Me distancié lo suficiente para que los chicos no pudieran verme. Di un rodeo, me alejé unos cincuenta metros y me deslicé de nuevo entre las rocas. Desde mi posición no podía ver a Eva pero si a los chavales. Ambos hablaban entre susurros, parecían discutir que hacer a continuación. Entonces Yerey se levantó decidido, su compañero parecía dudar, miraba alertado en todas direcciones, pero viendo la reacción de su compañero optó por seguirle.
Los seguí a cierta distancia. Cuando estaban a unos diez metros se detuvieron de golpe. Busque cobijo tras una roca. “No se deciden” pensé. Pero entonces escuche unos leves gemidos. Me incorpore por completo. Los dos amigos esperaban de pie unos tres metros por delante de mi posición. Ante ellos mi novia espatarrada con las tetas al aire. Su mano derecha se perdía bajo la braga del bikini. “Joder, si que la he dejado cachonda” pensé. Los mozalbetes estaban flipando, ante ellos una auténtica diosa se masturbaba aparentemente ajena a todo. Nuestro buzo preferido le dio un codazo a su compañero y lo invitó a seguirle. Esta vez el tal Curro no dudo. Ambos prepubers se acercaron a mi novia. Ella no reaccionaba, seguía a lo suyo.
Era acojonante, los dos chavales contemplaban las maniobras masturbatorias de Eva a menos de un metro y ella no se cortaba un pelo. Entre abrió los ojos y miró a los dos jóvenes, su mano comenzó a moverse con más ímpetu entre sus piernas. De nuevo mordió su labio inferior sin apartar la vista de ellos. Era la señal de que estaba fuera de sí. Su mano libre rodeo su seno izquierdo rematando en masaje sobre su pezón. Volvió a gemir. Los dos zagales se lanzaron al ataque.
Yeray se arrodillo a su derecha, su compañero lo imito colocándose al otro lado. Este último tomó la iniciativa, apartó la mano de Eva de su pecho y comenzó a amasarlo con sus propias garras desesperado. Su compinche hizo lo propio con el seno derecho. Mi novia aceleró los movimientos en su entrepierna. No tenía claro si ella era consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, pero parecía que la ayuda de los dos jóvenes la había puesto todavía más perra de lo que ya estaba.
Curro se abalanzó sobre el seno que manipulaba, chupó el pezón como un lactante recién sacado de la cuna. Yeray prefirió seguir con la exploración de aquel cuerpo. Retiró la mano con la que mi novia se daba placer y a continuación introdujo la suya propia. Exploró aquella intimidad sin atinar, al pasar los dedos sobre el clítoris Eva pegó un respingo y gimió. El avispado adolescente intensificó su masaje sobre aquella zona lo que provocó una reacción inmediata en el cuerpo de mi chica, se retorcía y gemía más apasionadamente.
El otro chaval no lo soporto más, de un salto se incorporó y se deshizo de sus pantalones cortos, su polla pegó un respingo al sentirse liberada. Se arrodilló frente a la cara de ella y sin muchos miramientos le giró la cabeza. Golpeó las mejillas con su pene congestionado e intentó meterla en su boca. Ella entreabrió de nuevo los ojos y lejos de reprimirse se ayudó de su mano izquierda sujetando aquella verga e introduciendola en su dulce cavidad bucal. El chico soltó un suspiro al notar como la humedad de aquella cueva envolvía su polla.
Estaba claro que aquellos chavales actuaban por imitación, Yeray se irguió si al igual que su amigo liberó su miembro de la prisión de su pantalón, agarró la mano libre de Eva y la condujo hasta su enhiesto pene. Ella lo rodeó con sus dedos y comenzó a masturbarlo. El chico por su parte retomó su labor introduciendo de nuevo la mano bajo el bañador de mi chica.
Aquel trío de gemidos se mantuvo unos minutos. Yo por mi parte estaba flipando, no esperaba que todo fuese tan rápido. La situación me estaba poniendo fatal. Mi polla me lastimaba bajo el bañador pero preferí reservarme.
Curro soltó un bramido animal, su culo comenzó a contraerse, por sus acometidas supuse que acababa de soltar cuatro lechazos en la boca de mi chica. Ella continuó un rato lamiendo aquella berga. Cuando por fin se escurrió entre sus labios no era más que un pellejo flácido.
Su compañero abandonó sus quehaceres y acercó su polla a la boca de Eva para recibir las mismas atenciones que su colega. Mi chica repitió la operación, mamo con brío mientras el chaval amasaba salvajemente sus pechos alternativamente. Entonces tensó la espalda y vació el contenido de sus pelotas en la boca de Eva.
Los dos chicos contemplaban a aquella chica sorprendidos de todo lo que acababa de ocurrir. Temerosos de lo que pudiese ocurrir a continuación recuperaron sus pantalones y salieron pitando.
Me acerqué a Eva. Ella intentaba recuperar el aliento, la braga de su bikini presentaba una inmensa mancha, estaba claro que en algún momento aquellos zagales le habían proporcionado un orgasmo. Me deshice de mi bañador y me coloque entre sus piernas. Le retiré aquella húmeda prenda. Me coloque sus piernas sobre los hombros y de un golpe la penetre. La follaba con furia, desquitándome, había insistido en usar condón y ahora me la follaba a pelo. “Jodete puta”, pensé. Me había sentido humillado, un pringado que lo ve todo desde la barrera y ahora era yo el que había manejado la situación a mi antojo. Con un poco de ayuda, eso sí.
Noté que estaba a punto y salí de su dulce cueva. Me coloqué a horcajadas sobre ella, comencé a masturbarme sobre su cara.
-Voy a llenarte la cara de lefa, pedazo de puta.-maldije entre dientes
Escupí cuatro chorros. El primero impactó de forma violenta bajo la nariz, proyectándose por toda la cara. Los otros tres se posaron mansamente sobre las mejillas. La deje hecha un cuadro.
La contemplé un rato, allí desmadejada en el suelo desnuda, con la cara cubierta de semen. Una estampa preciosa. “Quiero que abusen de ella” me repetía.
Le coloqué el bikini como pude, me acerqué a la orilla y le limpié la cara con agua. Regresamos al hotel. La llevaba agarrada por la cintura, ella apenas podía coordinar sus piernas. Ya en la habitación la tire sobre la cama. Ella se dio la vuelta. La braga de su bikini se perdía en su culo. “Que cojones” pensé. Le arranque la parte inferior, me puse sobre ella y volví a follarla salvajemente. Me corrí sobre su culo. No me preocupe en limpiarla, la deje tal cual.
En cuanto recuperara la consciencia tendremos una conversación la mar de interesante.