Mi novia Eva (Cap 6º)

Decidida emprendió el camino, se dio cuenta que no la seguía, al darse la vuelta la falda realizó un gracioso vuelo, la vi radiante, perdía la cabeza por aquella mujer hasta el punto de cometer auténticas locuras.

Era viernes noche, necesitábamos retomar nuestra vida social habitual. En las últimas semanas habíamos dejado aparcados a nuestros amigos. Demasiadas evasivas como para que no levantase sospechas. No tanto por nuestras aventuras sexuales sino directamente hacia nuestra relación. Hacía tiempo ya que no se nos veía juntos por ahí y ya sabemos como son los rumores, la gente comienza a tirar del hilo y al final…

Nos emperfollamos, hicimos un par de llamadas y a comernos la noche. Quedamos con dos parejas más. Un viejo compañero de instituto mío y una ex alumna de las clases de danza de Eva con sus respectivas parejas. Hacía años que solíamos quedar para salir. Se puede decir que formábamos una cuchipanda.

Entrada la madrugada habíamos recorrido la mayoría de los bares del centro. Mi compañero propuso acercarnos al “Lemon”. Eva me miró alarmada. Rápidamente propuse quedarnos en otro local, el cual disponía de una terraza interior muy coqueta y bien recogida. La propuesta les gustó a todos y menos mal, lo último que necesitábamos era presentarnos en dicho pub y que apareciese el tal Carlos, el muchacho que había intentado liarse con mi novia semanas atrás, todo esto delante de nuestros amigos.

Nos acomodamos en la terraza en una discreta mesa en un extremo. El camarero nos atendió y ya con nuestras copas ocurrió lo de siempre, se hicieron dos corrillos, uno de chicos y otro de chicas. Nos pasamos un buen rato hablando de lo mundano y lo divino, entonces también como de costumbre las chicas se fueron juntas al baño.

Por supuesto el todo de la conversación que manteníamos los tíos se alteró en seguida. Los pechos de la camarera caribeña que atendía la barra se convirtieron en protagonistas en cuanto las chicas desaparecieron por la puerta del baño. Y no era para menos, el escote que se gastaba la muchacha dejaba poco a la imaginación.

Mirábamos con ojos golosos a la morenita, ella tampoco se hacía de rogar, sabía cómo mantener contenta a la clientela masculina.

-Joder tíos lo que haría yo en esas tetas madre mía.-Dijo mi colega Arturo.

-Ni pa empezar le das a esa tía.-le dije riéndome de él.

-Doce años con Marga, y la hija de puta no me hace una cubana ni a tiros. Con el morbazo que me da.

-No es para tanto.

-Tiene miedo de que no la avisé y me corra en su cara. La hija de puta.-El pobre estaba indignado.

-No me jodas que la tuya tiene donde poner la polla, mi Teresa ni tetas tiene la pobre.- Teresa era la amiga de Eva, poseía un buen cuerpo pero estaba plana como una tabla de planchar.

-Tu Eva calza bien también eh.- mi colega simulaba unos pechos con las manos.-Buenas mamellas.-Rió.

Una imagen apareció en mi cabeza. Como un fogonazo. Eva de rodillas rodeada por los tres adolescentes y sus pechos cubiertos de lefa. Mi polla pegó un respingo.

-Estoy yo como para hablar de fantasías.-dije con cierta sorna.-La verdad es que tengo una novia fantástica…

-Venga no me jodas.-gritaron ambos mandándome a paseo. Los tres estallamos en carcajadas.

Las chicas volvieron, supongo que su conversación no había sido muy distinta, las tres tomaron asiento entre risas. Eva me miró y creo que notó mi turbación. Como si fuese capaz de adivinar lo que estaba pensando un momento atrás. Se sonrojó.

Echó mano de su bolso y tras rebuscar en su interior sacó el móvil. Lo ojeo. Entonces lentamente fue levantando la mirada hasta encontrarse con la mía. Algo había sucedido.

Mi interés por aquella velada se había ido a la mierda. Solo quería saber lo que escondía el móvil de mi novia. Ella lo ojeó un momento, lo bloqueó y lo guardó de nuevo. Yo seguía mirándola fijamente, expectante por las noticias. Leyó mi impaciencia y con un gesto me indicó “después”.

Permanecí ausente el resto de la noche, estaba de los nervios. Tras un par de rondas salimos del local. Nuestros amigos se despidieron con la promesa de repetir en fines de semana consecutivos.

-¿Vosotros os quedáis?-Preguntó mi colega.

-La noche es joven.-contestó Eva con una sonrisa.

Me la quedé mirando, no comprendía nada.

Cuando nuestros amigos estaban a cierta distancia se volvió y me besó.

-Mira esto.- me ofreció su móvil.

“hola guarra”

“no me llames así o te bloqueo”

“lo que tu digas”

“te e visto por ahí con tu novio”

“menudo pringao”

“no te pases ni un pelo”

“tenemos que vernos”

“en tus sueños”

“¿seguro?”

El chaval había enviado una foto de Eva con las tetas al aire y cubierta de lefa. La foto no dejaba lugar a dudas. Me perturbó ver aquello, era demasiado directo.

“nos entendemos ahora?, o tengo que mandar esto al pringado de tu novio”

La conversación se había quedado ahí.

-Esa foto es bastante fuerte.

-Si, los es, creo que hemos cruzado el Rubicón. Ahora pa´lante, que sea lo que dios quiera.

-Ahora estamos en inferioridad, me da miedo.

-En realidad no, ellos no saben que tu estas en el ajo. Si esto se va de madre, apareces y les partes la cara.- Lo dijo risueña. Todo aquello le parecía divertido.

-Lo que tú decidas.- Me rendí al fin. Eva era dueña de su cuerpo y de sus ideas, eso estaba por encima de todo. Respetaría cualquier decisión que tomase, la compartiera o no. Supongo que eso es el amor.

“que quieres?”

“deshazte de tu novio y ven al barrio de las piedras”

“Que me deshaga de mi novio?, crees que lo despache y me vaya contigo?

“por cierto ¿Quién coño eres?”

“Melano”

“estupendo”

“tienes 10 minutos”

“Eres un cerdo”

“10 min”

-Como aprieta.-dije.

-Si, va le valiente, tendré que bajarle los humos.-Dijo ella muy segura de sí misma.

-Os seguiré de cerca, no me fio un pelo de ese tío.

-Es lo que quiero.-Dijo ella rodeando mi cuello con sus brazos y besándome.

“dónde estás?”

“¿te has librado de tu novio?”

“Si, ¿dónde coño estás?”

“General Mendoza, entras desde la plaza, te espero ahí”

“voy”

Decidida emprendió el camino, se dio cuenta que no la seguía, al darse la vuelta la falda realizó un gracioso vuelo, la vi radiante, perdía la cabeza por aquella mujer hasta el punto de cometer auténticas locuras.

-¿Te has quedado bobo?, vamos.-dijo agitando la mano alegremente.

Tardamos unos cinco minutos en llegar a nuestro destino. Ella se asomo a la calle.

-No lo veo.- dijo.-ten el móvil a mano.- y se adentro en la penumbra.

No pasó un minuto y el teléfono vibró.

“segundo portal”

Me asomé, la iluminación era pobre, entornaba los ojos para poder ver algo. Creí ver algo en el lugar que me señalaba Eva por Whatsapp. Avancé agachado hasta colocarse detrás de los coches. Recorrí la distancia que me separaba del portal pegado a los vehículos estacionados, deslizándome entre ellos como un ninja. Justo delante del portal descansaban dos contenedores de papel, era el lugar perfecto. Con los ojos ya acostumbrados a la oscuridad pude ver al chico, todavía no escuchaba lo que decía pero estaba claro que estaba encarando a mi novia. Me colé entre los recipientes de papel. La una visión perfecta del portal.

-Vamos, sacatelas, necesito verlas de nuevo.-Melano alargó la mano hasta el escote de mi novia intentando tirar de la prenda.

-Estate quieto, vas a romperme el vestido.- dijo ella pegándole un manotazo.- ya me lo bajo yo.-y comenzó a deslizar la cremallera lateral de la prenda. Después introdujo cada palma alternativamente hasta dejar sus pechos colgando libres por encima del vestido y el sujetador.

-Esto es lo que querías, ¿no?, puto cerdo.

-Dios son enormes.- de un rápido movimiento se deshizo de sus pantalones. Su polla ya estaba erecta, se escupió en la palma derecha y comenzó a practicar una paja absorto en aquellas dos obras de arte.

Me acomode entre las cajas de cartón y me dispuse a disfrutar del espectáculo. Estaba empalmadisimo. Aquel crío asqueroso estaba intentando abusar de mi novia y a mi me reventaban los pantalones. Me corté la cascarmela por temor a hacer ruido, el chaval se mostraba inseguro, asomaba la cabeza fuera de su escondrijo cada poco tiempo.

Eva permanecía quieta, con los brazos colgando como dos péndulos y sus pechos al aire deformados por las copas del sujetador sobre las que se apoyaban.

Evitaba el contacto visual con el joven, fijaba su mirada en la puerta del bloque de edificios con un gesto de indiferencia.

-Nos van a pillar, acaba de una puta vez.-Dijo Eva saliendo de su letargo.

El muchacho se sobresaltó. Ahora y por primera vez, miraba a Eva a la cara. Había dejado de masturbarse aunque la mano todavía rodeaba su pene.

-Chupamela.-El chico parecía asombrado de haber dicho aquella palabra, la soltó con un hilillo de voz, casi como una súplica.

-Tu estas tonto.-Ella ni se inmuto. seguramente se esperaba aquella exigencia por parte de los críos. Era la evolución lógica de los acontecimientos.

-Tu lo has dicho, nos van a pillar. si me la chupas seguro que corro rapidisimo.-El chico soltó aquel cacho de carne y con un movimiento de caderas lo meneo lenta y pesadamente.

-Más vale que termines rápido.-Dijo ella remangandose el vestido hasta mitad del muslo y colocándose frente a Melano de cuclillas, con las piernas muy juntas.

Que ironía, mi novia a punto de ponerme los cuernos con un crío, y yo siendo testigo de todo escondido en medio de unos contenedores. No podía ser más humillante, todo aquello era una locura. Y por el contrario me sentía pleno. Mi novia se lo estaba pasando en grande con aquella aventura y mi polla estaba apunto de explotar. “Esto es la hostia” pensé y me regocije de estar con una chica como Eva que no se cortase en dar rienda suelta a sus instintos.  “Soy feliz” concluí allí agachado, rodeado de mierda.

Eva rodeó con dos dedos el pene del chico y con delicadeza retiró el prepucio  tirando de la piel hacia la base.  Después lo rodeó por completo el miembro y comenzó un suave vaivén. Melano la miraba absorto, con la boca muy abierta, los brazos en jarra con las palmas hacia detrás, como sujetándose los riñones.

Acercó por fin los labios. abrió ligeramente la boca pero reculó, se mordió el labio inferior y alzó la vista divertida. Sonrío al ver la expresión desencajada del zagal. Se arrimó de nuevo pero esta vez fue su nariz la que casi entra en contacto. Cerró los ojos para captar mejor el olor de aquella polla, como una auténtica sumiller de falos.

Abrió los ojos, sacó la lengua y lamió la parte baja del prepucio hasta la punta. Melano casi se derritió. Su suspiro dejaba claro que aquello duraría poco.

De nuevo se recreó con la expresión del chico. Ahora con la espalda completamente arqueada en un ángulo extraño. Volvió a la carga. Esta vez se introdujo la mitad de aquella barra de carne en la boca. No se movió, era su lengua la que estaba haciendo estragos.

Yo conocía bien aquella lengua, había disfrutado muchas veces de sus coreografías en su boca.

Melano estaba llegando al límite. De repente su culo se tensó y sus pies se pusieron de puntillas. Eva, para prevenir males mayores, colocó su mano como si de un cuenco se tratase. El cuerpo del chico comenzó a convulsionar violentamente. Mi novia recibía la descarga en su boca como buenamente podía. Su prioridad era no pringarse el vestido.

Y lo logró. Tras un momento recuperando el aliento Melano retiró su polla de la dulce cavidad de mi chica.  Ella se incorporó, se colocó los pechos dentro del sujetador y recogiéndose el pelo con la mano escupió sobre la acera el contenido de su boca. Necesitó dos gargajos para deshacerse de toda la lefada.

-Pues ya estaría.-Dijo ella satisfecha, estirando los pliegues de la falda.- hasta aquí hemos llegado amigo y bastante lejos he ido contigo me parece.

-Pero tu novio…

-Haz lo que te dé la gana, adelante.-lo apremió con las manos.-cuéntaselo a mi chico. Me la suda, con dos polvos que le eche lo tengo contento otra vez.

Y con la cabeza bien alta abandonó al chaval en aquel portal, con la polla todavía fuera, goteando los estertores de aquella corrida sobre sus pantalones.

Esperé agazapado entre la basura a que el chico volviera en sí y abandonase aquel lugar. Todavía aturdido sacó su móvil, tras ojearlo comprobó que no había moros en la costa. Salió del portal y tras un par de pasos se percató de que tenía la polla colgando fuera de su pantalón. Se recompuso como  pudo y continuó la marcha, la opuesta a la que había cogido Eva.

Abandoné mi hediondo refugio. Poco después de que mi novia abandonase el lugar de los hechos, noté como mi móvil vibraba en mi bolsillo. Lo había ignorado para evitar ser descubierto por el chaval. Mientras consultaba mi teléfono aproveche para estirar las piernas, había permanecido demasiado tiempo de cuclillas y ahora me dolían.

Era Eva, me esperaba en la puerta de una cafetería cercana, a un par de minutos caminando.

La vi a lo lejos. Estaba radiante. Lucía una sonrisa de satisfacción. Cuando por fin llegué junto a ella rodeo mi cuello con sus brazos y me besó.

Su boca todavía guardaba el aroma de la polla de aquel chico. Me asquea un poco, la verdad, pero permanecí sumiso.

Ella se comportaba como un gato que acaba de cazar un ratón. Cuando se cansa de jugar con su presa, lo mata y se lo lleva como trofeo a su dueño.

En esa analogía se supone que el dueño era yo, pero a cada paso que dábamos en nuestro viaje hacia la depravación, quedaba claro quién llevaba la voz cantante, los pantalones y si me apuras, hasta los cojones.

Era un mero pelele, un simple espectador.

Los chicos no volvieron a dar señales de vida. Transcurrida una semana ya ni hablábamos de ello. Parecía que todo había vuelto a la normalidad. Nuestras rutinas, trabajo, deporte y salidas nocturnas volvieron a ocupar buena parte de nuestra agenda. El verano estaba a la vuelta de la esquina. Planeamos una escapada a Canarias, una semanita de playa. Lo necesitábamos.

Una tarde al regresar del trabajo me encontré a Eva metida en la cama, bastante pachucha, con dolor de cabeza y abdominal. Además un sarpullido decoraba parte de su espalda. Lo primero que se me vino a la cabeza era que aquel puto mocoso le habia pasado algo. Con solo verlo quedaba claro que las palabras “aseo personal” no aparecían en su diccionario.

Después de un par de días saltando de consulta en consulta, el ginecólogo le aconsejó dejar la píldora. llevaba años tomándola sin ningún problema y de repente, una reacción alérgica. Al parecer era habitual, la píldora había forzado el cuerpo de Eva a trabajar de forma antinatural y necesitaba un descanso. Indefinido, por supuesto. Nada de pastillita durante tres meses, comprobar la evolución y después ya se vería.

No me convencía el diagnóstico. Estaba empeñado en echarle la culpa a Melano.

-Ese puto moro te a pegado algo, estoy seguro.-

-Te cabreas como una mona porque ahora tienes que ponerte el globito.-Me soltó Eva.

Por supuesto lo negué, pero era la realidad. Siempre mantuvimos relaciones sin preservativo y ahora tocaba ponerlo. Era consciente de que resultaba egoísta, ella había llevado la responsabilidad de tomar precauciones durante mucho tiempo y ahora me tocaba a mi. Estaba cabreado.

Reservamos un hotel al sur de Lanzarote, pensión completa. Mi plan para la semana era básicamente tumbarme al sol e intentar no morir achicharrado. Ya está, nada más.

Volveríamos del viaje unos días antes de la boda de Pablo, mi colega. El fin de semana anterior al  vuelo fue una puta locura. Una gincana de tiendas buscando bañadores, bikinis y una tonelada de crema solar y otros mejunjes para ir a la  playa. Y por supuesto toda la parafernalia habitual de los enlaces. El vestido, los zapatos, el bolso, reservar una peluquería. Tiendas, boutiques, zapaterías, joyerías. Si, odio las bodas.

Después de toda una tarde de correcalles, tan solo faltaba el vestido. Eva decía que resultaba más fácil comprar los zapatos primero y después encontrar un traje que encajasen, que al revés. Tras varias pruebas, al fin encontró el adecuado. Cuando corrió la cortina del probador me quedé sin aire. El vestido era de color un color azul muy vivo, la falda plisada le cubria por debajo de los tobillos. Dos cintas partían desde la cintura, se cruzaban en el vientre y ascendían cubriendo cada uno de los pechos para rodear el cuello y quedar unidos de nuevo.

De frente, la tela cubría perfectamente su anatomía. Dejaba claro que no admitía sujetador, su espalda y sus hombros quedaban descubiertos. Desde esa perspectiva no daba una imagen especialmente escandalosa. Pero la cosa cambiaba de perfil. Las cintas de tela apenas arropaba la parte superior del pecho. Y estamos hablando de unos pechos generosos. Al mínimo movimiento quedaba claro la ausencia de sujetador.

El efecto que podía causar en los hombres aquel trozo de tela quedó patente enseguida.  En otro probador una pareja de mediana edad discutía. La señora, bastante entrada en carnes pretendía embutirse en un vestido claramente varias tallas inferior a lo que pedían aquellas lorzas. En el momento en el que Eva hizo acto de presencia, el hombre enmudeció. Su mirada se perdía en los pechos de mi novia. Entonces reparó en mí.  El pobre hombre bajó la mirada avergonzado. Ella no era consciente de las miradas furtivas que le había echado el pobre señor. Se giraba mirándose en el espejo, examinando cada pliegue de la tela.

Aquello me gustó. Se me puso dura al instante. El hecho de que ella no fuese consciente del espectáculo que ofrecía me excitaba mas. Decidí dar otro paso.

Sonreí al hombre y asentí, dando mi aprobación. El tipo, rojo como un tomate, comprendió el gesto, devolviéndome una sonrisa pícara, como la de un niño que tiene prohibido comer chucherías y su abuela coloca ante sí una bandeja llena de dulces y con un gesto cómplice le invita a ponerse las botas.

-¿Te vas a probar alguno más?.-

-No.-dijo ella decidida.-Es este, ¿no te parece? .-con los brazos en jarra y meneando la cadera.

La miré de arriba a abajo.-Es ese.- sonreí. Me dio un pico y volvió al interior del probador.

En el pasillo de probadores justo al lado de la mesa donde se depositaban las prendas que no te ibas a llevar había un espejo de pie, en un soporte metálico con ruedecitas.

Disimuladamente lo giré hasta dejarlo de soslayo al probador de mi novia. Mire al hombre, no fue necesario nada más. Dio un paso a la derecha. Desde esa posición podía ver el interior del habitáculo reflejado.

Eva tenía la cortina corrida. Me agaché levemente para ver lo que ocurría por debajo.

Vi como el azul desaparece como el telón de un escenario. Era el momento. Mire al tipo y asentí de nuevo. De golpe abrí la cortina y asomé la cabeza.

-Cariño, ¿te pruebas alguno más? .-Ella estaba con el vestido enroscado alrededor de la cabeza, no veía nada. Corrí prácticamente de todo la cortina para poder ayudarla.

-Espera, gírate.-dije mientras la colocaba de frente al espejo del pasillo.

-Joder si que estoy atascada.-se reía.

Fui tirando de la prenda hacia arriba. Sus pechos saltaron libres. El viejo tenía una perspectiva perfecta de mi novia en bragas y con las tetas moviendose como dos flanes. La polla me reventaba los pantalones. Al fin liberó su cabeza, se vio reflejada en el espejo de fuera y se sobresaltó.

-Hostia, que lo estoy enseñando todo.-dijo cubriéndose con un brazo.

-No hay nadie, no pasa nada.- dije restando importancia.

Me salí del probador. El hombre me miraba satisfecho. Sin duda le había alegrado el día.

Era la primera vez que yo llevaba la batuta, aunque ella no se había enterado de nada claro está. Dude si confiesa la maldad que acababa de ejecutar. Decidí que no. Aquel era mi triunfo, mi pequeña isla dentro de la depravación. Y hablando de islas…

Llegamos a Lanzarote a las nueve de la mañana. Agotados por la estrechez de aquel maldito avión. Recogemos nuestros artículos y nos presentamos en la cabina donde debíamos recoger las llaves de nuestro coche de alquiler. Tras el tedioso papeleo y familiarizarnos con el vehículo salimos hacia Playa Blanca.

Eva dormía en el asiento del copiloto. Lucía unos shorts vaqueros, sandalias y un top blanco. Aproveche el trayecto para madurar una idea. El incidente del probador había encendido en mí una necesidad imperiosa de exhibirla. Pero sin su consentimiento. Quería manejar los hilos en todo momento. Ser el amo y señor de su cuerpo y así poder decidir cuándo y quién disfrutaría con sus pecaminosas carnes.

Para cuando por fin llegamos al hotel ya tenía una idea general de cómo ejecutar mi plan.

Durante el check-in descubrimos que habíamos cometido un pequeño error al elegir el hotel. Creíamos haber reservado en un establecimiento “only adults”, pero al atravesar la zona de piscinas lo único que veíamos eran familias con niños.

-Puta mierda tio, somos idiotas.-dijo ella en medio de aquella marabunta de gente.

-No pasa nada, la mayor parte del tiempo estaremos en la playa.

-Si joder, pero está minado de niños.-El griterío, las carreras inundaban el espacio. El edificio del hotel rodeaba la zona de piscina. La planta estaba poblada por restaurantes y alguna tienda.

Un balón de playa me golpeó la cara. Las gafas de sol volaron al centro de la piscina infantil.

-Pero qué cojones.-Me tambalee cargado con las maletas.

Eva se asomó al borde del agua. Usó sus manos como visera. Eran casi las doce del medio día y el sol apretaba.

-Están en el medio.- Me dijo señalando.-Pssssh, ¡chaval! .-Le hizo gestos a un chico que nadaba con unas gafas de buceo amarillas cerca del borde. El precoz buceador salió del agua. Eva se agachó de cuclillas frente a él.

-¿Ves esas gafas negras? .-Le dijo al muchacho señalando el interior del agua. El chico asintió.

-Claro que si.-La voz del chaval sonaba aflautada tras la máscara. De un salto se sumergió como un buzo profesional, dudo que la piscina cubriera más de tres palmos pero él se lo curraba. Pegó un salto fuera del agua, bastante teatral, para volver a desaparecer en las dudosas profundidades de aquella charca.

-Por Dios.-Resople. Me estaba quedando ciego por el Sol y el calor se me pegaba al cuerpo como un aceite viscoso.

-Ya las trae, no desesperes. Eva permanecía agachada en el borde.

Nuestro rescata-tesoros particular regresó por fin de las profundidades abisales de aquel océano de medio metro. Lo hizo tan exageradamente como cuando partió, provocando una cascada de agua que empapó el borde de la piscina. Eva se cubrió el pecho y la cara con las manos para evitar empaparse.  El buzo se retiró la máscara de la cara. Había errado con mi primera impresión, no era una niño pequeño. Era un chaval bajito eso sí, pero ya sin las gafas que distorsionan su voz era evidente que rondaba los quince o dieciséis años.

Eva le tendió la mano para recuperar mis gafas.

-¿Que me das a cambio? .- Dijo él con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Pero me cago en la puta!.- Solté de golpe. Estaba hasta los cojones de esperar como un idiota medio ciego y achicharrado.

-Te debo un favor ¿vale?. Puedes pedirme lo que quieras más tarde.Dijo ella sin mirarme siquiera.

-¿Lo que sea? .-Le contestó él con una sonrisa.

-Ya veremos.-

“No me puedo creer” pensé. Hacia un momento que habíamos aterrizado y Eva ya estaba calentando a otro puto crio.

Por fin retomamos la marcha, estaba deseando llegar a la habitación y enchufarme al aire acondicionado.

-¿Qué coño ha sido eso?.-

-¿El qué? .-Preguntó ella bajándose las gafas hasta la punta de la nariz para mirarme.

-¿”Puedes pedirme lo que quieras”?. Por dios llevamos media hora el la isla y ya le has dejado la polla a ese crío más caliente que el cenicero de un bingo.

-Te ha rescatado las gafas, solo pretendía ser simpática.-dijo con una vocecilla aguda meneando los hombros y apretando las tetas.

No quería parecer enfadado. Sería absurdo después de todo lo que habíamos hecho. Pero me molestaba su actitud, restando importancia a todo, como si flirtear con un adolescente en público fuese lo más normal del mundo. Tenía un plan; ¿Quería calentar al chaval?, pues lo iba a calentar, pero no exactamente como ella pretendía. Esta vez yo llevaría las riendas.